Lánzate.
Amor al borde de una cuchilla de afeitar, amor al borde de
un precipicio, no quiero llorar. No me sueltes y echemos a volar, pero solo por
nuestros sueños e ilusiones. Pero qué deseo más loco puede tener aquel que yo
no escojo, que atracción puede convertirse en una bomba de fuerza de un sin fin
mayor. Aquel amor que insiste en seguir
al límite, como aquel qué se afeita temblándole el pulso. Mis huesos, mis
carnes, no están para estos lances. Al límite corremos por el filo de la navaja
sin cortarnos en nuestras miradas, qué más da si esta vida no la he elegido yo ¿Qué importa si nos
jugamos nuestra propia piel, que para más albedrío si no es ni del mismo color?
Han pasado muchos años desde que nuestro amor, junto las
ilusiones y los retos de dos jóvenes que no eran diestros en mucho esconder ni
disimular, se cayera como un castillo de naipes. No estaba bien visto, no
estaba ni bien mirado, una relación inter-racial. Pero qué más da, si soy hijo
de… o tu eres hija de... No me gusta que me digan “café con leche”, por no ser blanco
o negro. No tengo complejos y ahora puedo encontrar y decidir, qué más da,
seremos dos amantes que a nuestra edad. Solo buscamos el cariño y el respeto,
por ello échame “azúcar moreno”. Ya no existe la esclavitud, seremos libres de
correr al límite y haremos en nuestros ratos lo que podamos, haremos que pare
el tic tac del reloj sin que con ello lo haga el de nuestros corazones.
Dime, que no me dejarás entrar en aquel local. Sí, en aquel
donde las chicas jóvenes se divierten y los hombres se juegan su paga, todo por
ir al borde de una cuchilla de afeitar. Muchos son, los que han resbalado
perdiendo incluso la vida. Dime, que estarás a mi lado. Aunque, ya a mi edad no
te pueda hacer gozar como mujer. Un café con leche como yo, no puede entrar en
ciertos lugares. Parece mentira que en estos tiempos que corren, todavía ocurra
en el país que ondea la bandera de la libertad. Dónde será, dónde existirá y
reinará la paz.
Como decirte que te amo, como explicarte de lo que de ti
deseo. Si me llevas en el filo de una cuchilla de afeitar y no sangro, porque
ya me la ha absorbido toda la vida. Pero yo te sigo queriendo, aunque haya
pasado el tiempo y la juventud se haya desvanecido. Cómo puede ser, cómo se
puede hacer. Darle vueltas al revés al reloj y qué nos retornen a tiempos donde
éramos más ágiles y más guapos, no ahora que me llevas al filo. Lánzate a
correr o es que tienes miedo de resbalarte y cortarte.No te cortes, abre tus viejas alas y abrázame en el cielo. Vente conmigo, qué más da, yo te seguiré amando. Que aunque el cuerpo esté maltrecho, mi alma sigue latiendo. Podría regalarte diamantes, pero no tiempo. Podría regalarte rosas, sí de esas que están llenas de vida. Pero no podría engañarte en mi edad corpórea, aunque mi alma sigue siendo joven y viajera. Tan viajera y tan aventurera, que corro el riesgo de resbalar por el filo y caer al vacío de la muerte. No viajo en moto, pero qué más da. Puedo llevarte de la mano y volar como dos gaviotas por la orilla del mar.
Mis lágrimas no tienen ya sabor a sal, son dulces y eso me
inquieta. Tenemos cierta edad y nos sigue gustando, correr y viajar al filo de
una cuchilla de afeitar. Espero que nunca la coja, para cortarme las venas y
alejarme del puerto hasta nunca más. Qué esperas si no es otra cosa, que paseos
por los alrededores. Ya no tengo la misma fogosidad y soy como una locomotora
sin carbón. Ya no tizno y ya no acelero, como no sea el pulso de mi corazón a sentir
tal deseo.
Que podemos hacer, nuestros respectivos hijos no saben de
historia y no quieren saber ni toleran nuestra relación. Es jugar, es
inquietante e incluso un poco aventurero. Besarnos a escondidas, como si fuéramos tan jóvenes
que los dos solo pensáramos en perder nuestra virginidad. Qué más da, agárrate
fuerte y corramos al filo de la navaja.
Quién se puede considerar profesor o maestro de la vida,
quién puede aleccionar al joven si este quiere aprender por su cuenta. Nosotros
sabemos lo nuestro, no por estudiar y escuchar según qué debate. Nosotros
sabemos por lo vivido en propia carne, los sufrimientos y las alegrías, los
amores y desamores que todo nos ha hecho sangrar de llanto y de dolor. Hasta
que por un golpe de viento, hasta que por un golpe del destino. Nos ha hecho
volver a encontrarnos, con la mayoría de nuestro recorrido hecho. Los dos
estamos solos, ¿quién nos impide continuar de la mano? Como si fuésemos jóvenes,
vamos cogidos de ellas. Esperemos que nos dejen en paz y en tranquilidad, ya no
estamos para batallas. Somos como dos viejos carros de combate que quieren
descansar y oxidarse juntos, hasta que llegue el final. Ya no puede haber balas de cañón ni discusiones enfrentadas
por ninguna idea, solo el deseo de cogernos de la mano. Ahora arrugadas, por el
paso del tiempo, un tiempo que no atrae ya a los vientos y con ello a las
tempestades. No estamos para tales conflictos, solo estamos para abrazarnos y
que se mezclen, además de nuestras almas nuestro diferente color de piel.
Cuéntame tus hazañas, cuéntame tus aventuras y quienes han
deseado formar parte tuya y yo te explicaré, como simplemente he trabajado como
camarero en un bar cercano a una parada de metro. Veía pasar a la gente, de
forma individual o de pareja, con prisas o de paseo. Solo gente, gente con
miedo al riesgo, al riesgo de cortarse y desaparecer. Por eso les gusta andar
seguros…Pero cuenta, que seguro que has tenido mucha vida. Es al menos lo que
delata tu mirada. Seguro que has vivido cerca de una pista de hielo, has
patinado hasta que has llegado a ver el cielo. ¿Quién te ha calzado, quién te
ha poseído en una larga noche de verano? A ti siempre te ha gustado ir al
límite y yo siempre te he pisado el freno, por eso te fuiste, por eso te
alejaste de mí. Pero yo sé que he sido el primero, al igual que al único que
has amado y con el qué has volado de verdad. Los demás, los que hayan pasado
después, simplemente han sido roces y cariño. ¿Pero cómo saber si
verdaderamente, pasaremos al otro lado o volveremos a separarnos?
Esperemos juntos, sin separarnos en aquella estación de
tren. No es una de cercanías, no pasan los que llevan a los pueblos contiguos.
Esa estación solo expende billetes de ida, de ida a algún lugar lejano. Pero
cojamos asiento y sin prisas, esperemos que en el rótulo salga el nuestro.
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