sábado, 25 de junio de 2016


                                               Sin título apropiado.

Las estrellas son como luces incandescentes en el cielo, ases del aire que nos vigilan y toman nota de nuestros movimientos. Extraterrestres observan y buscan un punto débil para poder invadir el planeta. Lo anotan todo , todo queda reflejado, menos los rostros de aquellos que a saber si no son buenos pero tampoco son tan malos, ¿están vivos o están muertos? no se sabe. A lo mejor yacen en tumbas sin que su cuerpo se descomponga. Ellos, impasibles buscan el regocijarse con la sed de una jauría de lobos. Buscan y rebuscan, pero el simple aire que respiramos nos protege y nos hace ser invulnerables y llenos de poder.
Grandes telescopios han dado la sorda señal de alarma, pero nadie se los cree. Dicen que ya están entre nosotros, ¿quién será uno de ellos? A lo mejor lo tenemos como buen vecino, en el piso de arriba o de abajo. Ya nadie pide sal y ya nadie empatiza con su prójimo, ¿cómo poder saber si somos nosotros el próximo? Qué más da, nadie hace caso y cuando queramos darnos cuenta, seremos parte de su alimento.

Me gustaría reír, reír de verdad. De esa manera, que se le caen a uno las lágrimas por el rostro. Quien sería capaz de negarme ese derecho, porque todos somos poseedores de él. Pero solo los más valientes, son capaces de enhebrar la aguja y coser la bandera de la libertad, una libertad a veces truncada por aquellos, que se creen con la verdad absoluta. Porque nadie sabe lo que es verdad o es mentira. Porque nadie sabe lo que es la luz o la oscuridad, siempre hay tonos grises. Esos tonos que nadie ve, como nadie ve a las personas de buen corazón. Porque nadie es transparente ni refleja su verdadera verdad o su libre pensamiento.  Se piensan o intuyen de manera falsa o equivocada, que pueden destruir a uno, porque se instalan como un virus en el ambiente. Sin saber, que con un simple estornudo lo lanza uno fuera.
Una vez, solamente una vez. El diablo me vino y me propuso un trato, no un truco sino un trato. Caminarás por alfombras rojas, hasta que tu cuerpo perezca. Entonces y solo entonces, me vendrás a visitar y yo me complaceré en enviarte a un lugar, donde tu descanso sea eterno.

Yo le pregunté, "si era el mismísimo Lucifer" y él me contestó, que tanto en la vida terrenal como en la siguiente, se le conoce por muchos nombres, pero siempre por el mismo acto.
Yo le pregunté "¿qué acto Señor de las Tinieblas?", él me respondió. El de despertar a todas aquellas almas rebeldes e intentar convencerlas, para que no sigan a aquel que se dice como se hace decir.

Yo le dije " de acuerdo", yo te seguiré y cuando ya no pertenezca a este mundo me iré contigo.
Paseáis  por las calles de alguna ciudad, nadie os saluda, nadie os dice ningún "buenos días" o algún "adiós". Todos desconectados de la vida misma, sois unos "supervivientes" y habéis caído fuera de la maraña de la telaraña. Esa red que se dice sociedad y que no tiene nada de humana. Nada, absolutamente nada es cierto o real, porque mañana a lo mejor ya no estáis. A lo mejor estaréis en otro lado, quizás haciendo un viaje hacia el infinito. ¿Quién lo sabe?, yo no. No os puedo aconsejar, pero solo deciros que también estoy fuera. No sé si por mí mismo o por ellos, pero es así, qué más da.
Escucho música, al menos algo vibra en mi casa y eso son los altavoces del comedor. Un comedor pequeño, de un piso pequeño. Qué más da. Lo importante es que me he cobijado de la tormenta. Mirando a través de la ventana, he conseguido ver un sin fin de relámpagos y he escuchado un sin fin de truenos. Será el mismísimo Lucifer, festejando nuestro acuerdo…

Yo quizás no salga como vosotros, todo el día en la calle. Hablando y gesticulando a la vez, como si tuvieses pilas alcalinas. ¿Pero para qué? Nadie os responde, nadie os habla. Os quedáis solos, no entráis en la red. Esa red llamada sociedad y que nos endulza y nos embriaga, hasta que no reconocemos ni nuestro propio cuerpo. Reíros si sois jóvenes, que vuestro cuerpo cambiará. Cambiará y se volverá gordo y os pesará la barriga, porque no dejaréis de comer y de beber, hasta tal punto que ya no os veréis ni os reconoceréis al ir al baño.
¿Qué me paso? ¿Qué soy cruel? Yo no soy cruel, soy rebelde y veo con mi edad, como cambio y después llegarán los óxidos a los huesos, esos que realmente temo y espero cuidarlos y mimarlos. Aunque sea un imposible mirar hacia atrás, sin recordar cómo era.

Son como algas marinas, no se ven, nadie las tiene en cuenta. Pero en número son peligrosas, como aquellos seres diminutos de otros planetas, de algún sistema solar parecido al nuestro. Que vienen a adueñarse de todo y de todos, como puede ser. Como podemos estar al margen de tal trágico acontecimiento. Solo un estornudo es un alivio, porque quedan flotando en el ambiente y vienen en naves espaciales de tamaño inverosímil.

Voy a ser un poco más listo, pero sin llegar a traicionar la palabra que le he dado al del trato. Esas naves espaciales, son tan diminutas que pueden colarse por las cavidades de la nariz. Pero no pueden estar mucho tiempo, nuestro aire para ellos es como el óxido para el hierro. ¿Pero qué tiene que ver, una cosa con la otra? Los extraterrestres diminutos, con el que me ha ofrecido un lugar en la Oscuridad. Quién no dice que son los mismos, que es solo una transformación, como energía que somos. Quién no dice, que somos tan pequeños o ¿son los mismísimos demonios? Esos mismos que nos hacen enloquecer, envolviéndonos en una tela de araña para que sigamos un camino trazado o seamos de alimento sin darnos cuenta. ¿Tendremos algún dueño? Alguien que nos tenga como mascota, quien sabe. A saber.
Solo sé que engordamos y engordamos, para acto seguido arrugarnos. Quedando los rostros tan ancianos, que no se puede disimular la edad. ¿ Porqué nos arrugamos? y al cabo de algunos años, perecemos. Esa para mí es una gran incógnita, salvo la médica.¡ Entonces! ¿Están ya entre nosotros? Aquellos que no saben a lo mejor ni ellos mismos, que pertenecen a otro lugar. A un sitio, a un planeta que hasta para ellos es desconocido. Estos son los que despiertan, no porque sean rebeldes. Si no porque no pertenecen al rebaño, a ese redil planetario llamado “Tierra”.

 

lunes, 20 de junio de 2016


                                                      Clavos en la cruz

Sangran las manos, como señal de darle la bienvenida a la muerte. Sangran las manos al estar los clavos firmemente fijados en el madero. No llora y no ha querido sentarse detrás de un burladero. Ha dado la cara y le ha costado la vida en este mundo. ¿Quién es tan alta personalidad?, que lo clavan por destacar entre su comunidad. ¿Quién es el que no llora? y solo mira al cielo. ¿Quién es y cómo se siente? Al esperar que vengan a buscarle, los que no son de aquellos. Qué más da, él siempre sincero fue y por eso detenido marchó.
Mira hacia el suelo y ve gente, gente bien que lo llora o se mofa. ¿Quién hace lo correcto? Unos dirán, los que lloran, porque no hay que mofarse de nadie ni nadie faltarle el más mínimo respeto. No puede ser que albergue dentro de su alma o cuerpo, tanta bondad  y consuelo. Cómo es posible, que no mienta y sea tan sincero, tan sincero que le cueste tal sufrimiento. Todavía no se ven los buitres al acecho, pero sí se le posa un cuervo. Él no mira y solo se desconsuela con aquellos que lo despiden y se apiada de aquellos, que ahora se sienten fuertes y libres.

Reza una pregaria, pero no por sí mismo, si no por los que le van a ver marchar. Los que van a ver su último suspiro y así, soltar su último aliento. Es como el acero y se le acerca al final el cuervo…

-         Vente conmigo, vente y vuela alto y deja a estos, que no merecen tanto amor y abrazo.

-         ¿Qué dices? Yo no me uno a vosotros, sois dueños de la oscuridad y yo soy la Luz.

-         ¿Quieres volver a nacer? Una y otra vez, hasta que tu alma se harte de tanto ir y venir. Te prometo que conocerás a lo largo de tus vidas, las más bellas mujeres y nadarás en la abundancia.

El que va pereciendo en la cruz, se lo piensa. Es buena la oferta del cuervo, es buena y piensa en la posibilidad de “vivir”. Qué más da, el que se dice padre, ya lo asquea y lo recrimina. Es de pensar, que volver al mundo es nada más y nada menos que volver a ser feliz una y otra vez.

         - Dime que me serás infiel y arderás en el infierno, te expulsaré y no podrás decir  que soy  tu  padre. Dime que te rebelarás y te irás a donde no podrás volver atrás.

Llora, ahora sí. Llora, no por el dolor de los clavos sino por las palabras del que dice ser su padre. Qué más da, sigue con la fe intacta. Solo le tiene que demostrar que es digno de entrar y sentarse a su derecha. Aunque a veces las palabras, duelen más que cualquier clavo. Cada hora de soledad, es como un clavo en la cruz. Una cruz que a veces no está fijada al suelo sino al alma. Qué más da, quien seas. A lo mejor no resaltarás como él, pero sí sufres y tus lágrimas son de sangre, de sangre de un ser bondadoso y bueno, es que eres como lo es el que perece en el madero.
No hay mar sin olas, al igual que no hay alegría sin sufrimiento. Uno cuenta las arrugas de su piel, por victorias al amanecer. A despertar cada mañana, sabiendo que va a vivir un nuevo día.

El cuervo le picotea con cuidado la mano, consiguiendo sacarle un clavo. Él siente el alivio y se lo agradece, pero no por ello decide marcharse con él. Pájaro negro, como oscuridad que impera ya en la noche. Una Luna encendida y burlona, que no consigue alumbrar de tal forma, que ciegue sus pensamientos y decisiones.
¿Qué le tendrá preparado el destino? Si este lo tiene escrito al nacer, ya sabe perfectamente su futuro. Un futuro que no será incierto si hace caso al cuervo y se va con él. A la oscuridad, donde con su propia luz, alumbre y dé calor a aquellos que andan ciegos y con un frío helado. Helado como los corazones de aquellos que no son de ellos, sin que nadie que los guíe, pero ellos se sienten libres.  Estos no vuelven y dicen que esperan al de la cruz. Se pregunta si será todo un engaño, para no volver y para estar encadenado por ser quien es.

Se mira la mano liberada y ve la sangre, que empapa su mano. Entonces mira al cuervo y le dice…

-          Si es cierto lo que dices, me iré contigo. Lo firmaré con mi propia sangre, pero tienes que jurar, que no me atarás por siempre.

Este, esbozando una sonrisa. Asienta y le dice que los de la oscuridad no juran, pero si le promete tal destino.

-          ¿Ves la Luna? Enséñale tu mano y esta se teñirá de sangre, firmando y dando fe de lo acordado.

El que perece, en un momento de lucidez, se echa para atrás y el pájaro se cabrea, se enoja y se enfada, echando sus alas a volar. Entonces y solo entonces se le acerca un niño y le pregunta…

-          Hola señor. ¿Qué ha hecho usted, para merecer tal castigo?

El que perece, se sorprende de la pregunta y le responde en voz tenue, pero sincera.

-          Decir la verdad criatura, esa es la mayor condena que le puede caer a cualquier alma. La sinceridad, la honestidad y la bondad, ellos no son caminos para estas vidas.

El niño sonríe y se desvanece en la oscuridad de la noche, la Luna se vuelve brillante pero no está teñida de rojo. Un rojo que hubiera significado, la pérdida de esperanza y de sentido de hacer el bien. Aunque dicen y solo algunos, que la oscuridad es hacer el bien, pero a la vez de forma rebelde y descarada.
Pasa el rato, pasan las horas de la noche y vuelve a amanecer. Pero el que está clavado en la cruz, ya se ha marchado. La gente se alegra, al igual que lo que refleja su rostro. Ahora sin vida, pero todavía deja legado y es su palabra, su palabra y su mensaje.

 

viernes, 17 de junio de 2016


                                                     El juego de la vida

Como muñecos de trapo nacemos y como figuras de porcelana perecemos y nos rompemos, qué más da el rol que sigamos en la vida, el final es el mismo.  Ya nos llorará algún ser querido o seguiremos avanzando solitarios hacia un nuevo camino. ¿Hay alguna voz que nos dirige sin darnos cuenta?  Quien sería tan despiadado para encontrarnos en un estado, para que después desaparezcamos al llegar a la meta o seamos tan viejos y como un juguete, vayamos a la basura. Como títeres guiados por alguien extraño, seguimos caminando. Cada día el despertador, nos avisa de una nueva mañana. Abrimos para que nos entre la  luz del Sol y volvemos a la realidad. ¿Qué realidad y cuala es la verdadera.  ¿O quizás, volvemos a una dimensión, en la que pensamos que somos los dueños de nosotros mismos. Nos levantamos, el café o el té, ya sea con pan o bizcochos, desayunamos, cogiendo fuerza para los hilos.
¿A dónde nos llevarán esta vez? Será al trabajo o al polideportivo, ¿serán capaces de llevarnos al bar? Para que bebamos hasta que nuestra mente, consiga deshacerse de las cuerdas y consiga dormir, soñando una libertad que nunca está a nuestro alcance.

No somos como una flor, no somos como una planta. Estas se mantienen quietas, pero están a merced del agua de la regadera o del agua del cielo. Un cielo, que parece claro y luminoso. ¿Pero no será todo un engaño? Una mentira, eso parece el juego de la vida. Saltamos a la vida, nos arrojamos como el que salta a un ruedo, dependiendo de no perder ojo ni concentración. Solo nos queda eso o ver la vida pasar, como si esta fuera una película.
Como es el juego de la vida, que siempre estamos a expensas de que alguien apueste por nosotros. Que nos dé la oportunidad de jugar también, porque todos necesitamos una puerta, una salida mientras estemos en esta dimensión llamada “vida”. El pez más grande se come siempre al más pequeño, hay que adaptarse a la pecera llamada “Tierra”. Borrachos o serenos, intentamos vender nuestra alma al diablo. Queremos vivir en un estado semiinconsciencia y no ser delatados a un supuesto Ser superior. Queremos tener todos los palos de la baraja, para así siempre ganar la partida al juego de la vida. Jugamos contra el mismísimo demonio y este, no es capaz de ganarnos ni una sola mano. Luego la borrachera, nos hace dormir sin elevarnos y sin soñar casi, ya que solo somos propietarios de nuestro propio cuerpo. O quizás, no.

¿No seremos de alguien, que nos pueda vender? Es extraño un mundo, dentro de un submundo. Como si de un juego de ordenador, así es nuestra vida. ¿Quién es capaz de responder a nuestros pensamientos? Si siempre estamos hablando y pensando con nosotros mismos. Nos cuidamos y nos queremos, porque si no es así, estaremos condenados a no querer a nadie. Porque todo empieza por quererse uno mismo, porque todo termina en una incineración o entierro, convirtiendo en polvo nuestra vida e ilusiones.

Somos una llama que prende de una vela y esta se consume, resbala poco a poco y se va haciendo cada vez más pequeña. Así de frágil es nuestro cuerpo, pero así de fuerte es nuestra llama. Tanto, que los vientos de las adversidades no puede apagarla. ¿Quién la ha encendido? Quien ha prendido la llama de la vida, velas de todos los colores andan vagando por la calle. Algunas más altas, otras ya más bajas, pero todas con su propia llama. Siempre con educación y respeto, vaya que se produzca un incendio y sea peor para todos aquellos, que quieren seguir en el juego de la vida. Como flashes se van viendo nuestros recuerdos, como alucinaciones nos hace pensar y regresar a tiempos no muy lejanos, en los que todo era igual de extraño. La cera se va consumiendo y vamos dejando un poso en el vaso o candelabro. ¿Pero quién carajo a encendido la vela? Eso no es lo importante, lo importante es la libertad. Libertad de movimientos y pensamientos. Quizás el día que se consiga, rompamos las malditas cuerdas y nos salgan alas con las que poder volar.  Con las mismas que el titiritero hace y deshace con nosotros.
¿Cómo se llamará el titiritero que nos mueve a su antojo? Es increíble saber, que estamos atados por unas cuerdas y que la voz que sale por nuestra garganta, no es más que un sonido amplificado de aquel que nos maneja. ¿También hará que llueva o nieve, que haga calor o el frío se nos cuele en nuestras carnes? Nos hace ir por la calle, caminando como si fuese algo lógico y los que verdaderamente son libres, son aquellos que no pueden caminar, ya que han roto sus hilos. ¿Pero, y el pensamiento? Esa voz insonora que se nos cuela en el cerebro y que nos hace decidir o en verdad deciden por nosotros. Quien sabe, a saber.

Los años no pasan en balde y el mismo aire que nos hace vivir nos oxida, nos deja los huesos entumecidos y las carnes abultando a través del espejo, un espejo que muchos odiamos mirar. ¿Porque será? Si todos sabemos lo que sabemos, ni más ni menos. Qué  más da lo que digamos o lo que hagamos si todos tenemos el mismo destino. El titiritero al principio, goza con nosotros y nos deja pensar que nos movemos y saltamos. Después, al cabo de los años, vamos acabando en un trastero. Como un trasto primero arrinconado, para después al hacer un día limpieza, acabe nuestro camino. Pero quien sabe si entonces, consigamos la tal ansiada libertad. Es solo un juego la vida, un juego en el que cada uno, intenta escoger su rol. Su ímpetu y personalidad, hará que las cuerdas se muevan más rápido. Quien sabe, si le echarán monedas al que mueve nuestros hilos. Quién sabe si recibimos algún otro tipo de recompensa, que no sea el descanso eterno.
“Señor”, no se acuerda cuantas monedas ha ganado haciéndome bailar. Que ahora me tira a la basura, como un vaso roto de cristal. Que hubiera sido de usted, si no hubiera sonreído cada día de Sol o de lluvia. No se acuerda de cuando, me metía en aquella mochila y viajábamos alrededor de todo aquello que estaba a nuestro alcance. Este no debe ser el final. Dígame en una sola palabra, el motivo o el porqué de este triste final.

¡Adiós!

 

miércoles, 15 de junio de 2016


                                                  Dimensiones.

Llamando a una puerta dimensional, llamando a una puerta desconocida. Me adentro en los confines de los muertos, de aquellos que ya no viven. Levanto las lápidas del pensamiento y hago florecer los almendros. Quien soy, para llegar a hacer tal obra. Quien soy, que piensa de esta forma. Me adentro, me infiltro entre aquellos que no son ya de este mundo y descubro lo que realmente hay. Una nada que los es todo. Zumbando como abejas en un panal, viven ahora los sin cuerpo. Aquellos que un día existieron y vivieron en el mundo de los vivos o mejor dicho, en el mundo de los no conscientes.
Ahora, descubro un cosmos. Un vacío que está lleno y que con la simple mirada no se ve. Soy descubridor, no de nuevas tierras si no de nuevas formas de existir. Porque es cierto, se nace, se vive pero no se muere. Todo lo demás queda inmóvil, inerte. Salto de alegría, me enriquece ver como todo nace y renace. Se va y vuelve. Nace y muere, pero solo la materia. Esta se descompone mientras el alma se hace fuerte, se fortalece después de una vida sin razón. ¿Porqué?  ¿ Qué razón tiene vivir para morir? Yo he nacido y yo no perezco, solo mi cuerpo yacerá entre los muertos. Solo cuerpos sin vida, descomponiéndose por el paso de los tiempos. Tiempos de bonanza o tiempos de amargura, todos vivimos según qué tiempos. Unos más largos, otros más cortos. Yo he nacido muchas veces, tantas como las veces que mi alma ha cambiado. Miro unas fotos y lloro. Lloro y sonrío, sonrío al ver el paso del tiempo, un tiempo que me ha hecho cambiar por dentro y por fuera. Antes con cabello, ahora calvo y canoso, araño el muro de la vida. Un muro levantado por la injusticia y la desigualdad, una desigualdad que nos lleva por caminos tortuosos. Pero yo llamo a una puerta dimensional, que perdura en el tiempo. Hablo y hablo con aquellos que tienen experiencia y que han tenido la oportunidad de la vida y de traspasar la puerta, una puerta llena de luz en la cual, ven hasta los ciegos. Porque no hay más ciego que el intransigente y el que no quiere ver su propia alma.  Una alma a veces tan negra, que parece una sombra reflejada por el Sol.

Vuelvo y regreso a mi estado natural, después de mi viaje y me despido de aquellos, que me han acompañado y me han recibido con su luz, una luz que me hace ver, el camino a seguir. Como en un tren de mercancías, viajan todos aquellos que se dirigen hacia la luz. Yo, desde este mundo, les animo. Pelotas sobre la pared, voy tirando. Como si quisiera tirar el muro de la vida. Pelotas sobre la pared, esta parece inmóvil y me mira con desprecio, por una vida que yo quiero. Pelotas sobre la pared, un día lo tiraré. Con una simple pelota de virtud, tiraré el muro de la injusticia. ¿ Que será de mí entonces? Yo, que he levantado las lápidas del pensamiento. Para poder hablar con los no vivos o quizás mejor dicho, los no muertos. Qué pasará cuando mi cuerpo perezca, espero poder elegir. Porque no hay mejor juez que nuestra propia conciencia.
¿Estáis preparados para traspasar la puerta, una puerta al otro mundo? Un mundo del cual, desconocemos su interior. ¿ Estáis preparados para abrir la caja, una caja llena de olvidos y recuerdos de un ayer? de un ayer que parece que fue hoy. Estamos en el presente, siempre pensando en el futuro.¿ Que hay al otro lado?  A saber. Solo los que ya están lo saben y la mayoría no vienen a contar su contenido. Solo unos pocos, los elegidos son capaces de comunicarse entre los dos mundos.
Un mundo de amor y compasión, dicen que es la luz y un mundo de lujuria y corrupción, dicen que es la oscuridad. Blanco o negro, luz  como el sol u oscuridad como la noche. ¿A dónde perteneces? Tú mismo reflexiona y decide. Todos pertenecemos a algún lado, ya sea aquí en la Tierra o en el Cielo. Quién sabe. Solo toca meditar y hacer lo que nos dicte la conciencia, ya que tú eres tu propio juez. No hay juez más inflexible e imparcial, que nuestra conciencia. Solo meditar y sabréis donde ir. Solo que esperemos que tarde en llegar ese día y nos deje un poco más de aliento en este.

Quien sabe lo que nos despierta por las mañanas, ya sea el despertador. Éste nos avisa y volvemos a nuestro estado normal. Pero…..y mientras yacemos en el cama, dormidos en un placentero sueño. Es real o irreal, qué  más da. Lo que sabemos es que volvemos cada mañana. Reflexionar y llegareis a una conclusión. Quién sabe. A saber, donde estamos mientras dormimos esos instantes, que son horas. Horas, como toda la noche. Quién sabe si después se hace la noche perpetua y no despertamos jamás o quién sabe si ahora dormimos, para ser despertados con el último aliento de nuestra vida en este mundo.

viernes, 10 de junio de 2016


                                               Jaris II

Que batalla es más despiadada, que aquella que es sorda y somete. Que batalla es más cruel, que la del cobarde que aflige al más débil y vulnerable. A qué viene este cuento, pues no lo sé. Solo sé que es a lo mejor, el principio de un buen relato. Sol y Luna, sombras y oscuridad. Siempre van de la mano como si fuesen una pareja de hecho. Como el hombre que hace mujer a una guapa doncella, que más se puede pedir. Solo la despedida del guerrero que se marcha y la deja sola y embarazada. Se va, se marcha, a lo mejor ya ha nacido el vástago cuando vuelva. Eso si vuelve, si no es alcanzado por alguna espada o alguna flecha. Son tiempos crueles en los que el honor y el deshonor impera y se respira en el aire. Cada vez que inspira, cada vez que resopla es por la muerte de algún contrario. Pero es que es la lucha por la supervivencia, en aquellos tiempos que no eran tiempos. No existían ni los días ni los años, solo se contaba el tiempo por las veces que salía el Sol o la Luna.
Para no contar, cuando se producía un eclipse y todo se volvía oscuro y parecía que las Tinieblas envolverían al más justo. Qué sería en aquellos tiempos, donde el ladrillo era solo barro y paja. Cuando se tenía que amasar con los pies, día tras día si querías tener un buen cobijo y no morirte de frío.....

Corto con el filo de una navaja, sombras, solo sombras y las pego en el suelo. Solo son sombras, ¿qué pueden hacerme a mí? Solo las piso cuando ando, las pego en las baldosas de terrazo que tengo en mi casa. "Me estaré volviendo loco", solo veo sombras. Pero estas no me sonríen, solo lloran su mala fortuna o su mala conciencia. Hay de todo... ¡Ah! Que no se me olvide presentarme, soy el Centinela. Aquel que las aguarda y las encierra, por un sin fin de eternidades. Si lo deseáis, podéis preguntarme. Yo no soy dueño de nadie ni nadie es de dueño de mí. Aquel que se me acerca con buenas intenciones, le dedico una de mis mejores ovaciones. Porque no es normal, que donde reina la maldad y la codicia, se me acerque alguien con buena sintonía.
Sigo cortando con el filo de una navaja y alguna, sin que se den cuenta, me la llevo al estómago. No es nada malo e incluso para ellos, una alegría. Lo que no saben son los mil años que  tardo en hacer la digestión. Pero bueno, eso es otro cantar.

Cuéntame la verdad y yo te contaré tu mentira. Todos sois observados, todos sois ajusticiados, de aquí no se salva ni el gato y eso que no se transforman, como no sea en la noche, en fantasmas alrededor de las farolas. Aquellos fantasmas que maúllan a la luz de la Luna, todo por no poder, todo por no saber llorar. Podría seguir, podría continuar, pero prefiero parar y si alguno quiere charlar, pues seguimos con el cantar. Que no es otra cosa que una chanza de otros tiempos y otro lugar de donde yo pertenezco y quizás también el que lo escribe…
Dame un diamante en bruto y te lo transformaré en una joya. ¿ A qué viene esto? Siempre, incluso las sombras de la noche han sido puras y cristalinas, brillando a la luz del Sol. Todo es la conciencia y esa, aunque no sea limpia. Tampoco es turbia, como el agua estancada de algo más grande que un charco.  En ella, pueden anidar mosquitos o simplemente serpientes demoníacas, que esperan su momento para lanzarse a descubrir... ¿A descubrir el qué? Pues a vivir en la vida terrenal, que demonio saldría al aire, que ser rebelde saldría a decir quién y qué es en realidad.

Como tan buen centinela que eres, no dejarás escapar ninguna sombra. Ya sabes que estas, al carecer del más mínimo sentimiento,  podrían enturbiar el agua clara del manantial de la vida. Los demás, aunque no lo crean. Tenemos sentimientos y sabemos lo que es el respeto. ¿Mi nombre? Qué más da, he tenido tantas vidas... Pero es cierto, tengo un nombre. Pero esta vez no puedo ser tan sincero.
Una voz me susurra y me pregunta...¿Qué prefieres, ver crecer la hierba o ser pasto de los leones? Yo le respondo, claro. "Ver crecer la hierba".

Entonces otra voz me dice alto y claro, "pues serás un cobarde". Yo le pregunto, ¿porqué? . A lo que él me responde, porque ver crecer la hierba, es quedarse inmóvil sin vida, sin emociones y sentimientos.
Yo atónito y desconcertado, le digo a viva voz. ¡Entonces, que me coman los leones y así sabré lo que es el dolor y la muerte lenta o súbita!

No es eso, es luchar y vivir con el riesgo que ello comporta, no quedarse sentado mientras la vida pasa.

¿Quién eres, que me visita y me dice lo que debo hacer?
Ya me conoces de otros encuentros y otras vidas pasadas. El Centinela no necesita presentación, solo cuando se le siente cerca a uno se le congela hasta el corazón. Ese soy yo, el Centinela. Aquel que va en busca de las sombras y en vida les doy una oportunidad. ¡Ojo! No pienses que a todas, algunas ya están condenadas ya en este mundo y no podrán escapar a su triste y merecido destino.

Espada, cuchillo y maza. Tres armas, para tal Tridente que forman los que son de ellos. Espada para el que puede portarla, cuchillo para el que puede lanzarlo y maza, maza para aquel que ajusticia sin temblarle el pulso. Que pulso puede tener el que no ha nacido y no ha sido materia, quien puede ser, si no yo el Centinela. Los otros dos ya los descubriréis, ya que si sois un poco inteligentes adivinareis el acertijo. Que no es otro que aquel que se tapa con una cortina transparente y solo tiene que ser el del cuchillo el que la rasgue. Volviendo ambos mundos en uno, sabiendo y aprendiendo a ser como se debe de ser.