El juego de la vida
Como muñecos de trapo nacemos y como figuras de porcelana
perecemos y nos rompemos, qué más da el rol que sigamos en la vida, el final es
el mismo. Ya nos llorará algún ser
querido o seguiremos avanzando solitarios hacia un nuevo camino. ¿Hay alguna
voz que nos dirige sin darnos cuenta? Quien sería tan despiadado para encontrarnos
en un estado, para que después desaparezcamos al llegar a la meta o seamos tan
viejos y como un juguete, vayamos a la basura. Como títeres guiados por alguien
extraño, seguimos caminando. Cada día el despertador, nos avisa de una nueva
mañana. Abrimos para que nos entre la
luz del Sol y volvemos a la realidad. ¿Qué realidad y cuala es la
verdadera. ¿O quizás, volvemos a una
dimensión, en la que pensamos que somos los dueños de nosotros mismos. Nos
levantamos, el café o el té, ya sea con pan o bizcochos, desayunamos, cogiendo
fuerza para los hilos.
¿A dónde nos llevarán esta vez? Será al trabajo o al
polideportivo, ¿serán capaces de llevarnos al bar? Para que bebamos hasta que
nuestra mente, consiga deshacerse de las cuerdas y consiga dormir, soñando una
libertad que nunca está a nuestro alcance.
No somos como una flor, no somos como una planta. Estas se
mantienen quietas, pero están a merced del agua de la regadera o del agua del
cielo. Un cielo, que parece claro y luminoso. ¿Pero no será todo un engaño? Una
mentira, eso parece el juego de la vida. Saltamos a la vida, nos arrojamos como
el que salta a un ruedo, dependiendo de no perder ojo ni concentración. Solo
nos queda eso o ver la vida pasar, como si esta fuera una película.
Como es el juego de la vida, que siempre estamos a expensas
de que alguien apueste por nosotros. Que nos dé la oportunidad de jugar
también, porque todos necesitamos una puerta, una salida mientras estemos en
esta dimensión llamada “vida”. El pez más grande se come siempre al más
pequeño, hay que adaptarse a la pecera llamada “Tierra”. Borrachos o serenos, intentamos vender nuestra alma al
diablo. Queremos vivir en un estado semiinconsciencia y no ser delatados a un
supuesto Ser superior. Queremos tener todos los palos de la baraja, para así
siempre ganar la partida al juego de la vida. Jugamos contra el mismísimo
demonio y este, no es capaz de ganarnos ni una sola mano. Luego la borrachera,
nos hace dormir sin elevarnos y sin soñar casi, ya que solo somos propietarios
de nuestro propio cuerpo. O quizás, no.
¿No seremos de alguien, que nos pueda vender? Es extraño un
mundo, dentro de un submundo. Como si de un juego de ordenador, así es nuestra
vida. ¿Quién es capaz de responder a nuestros pensamientos? Si siempre estamos
hablando y pensando con nosotros mismos. Nos cuidamos y nos queremos, porque si
no es así, estaremos condenados a no querer a nadie. Porque todo empieza por
quererse uno mismo, porque todo termina en una incineración o entierro,
convirtiendo en polvo nuestra vida e ilusiones.
Somos una llama que prende de una vela y esta se consume,
resbala poco a poco y se va haciendo cada vez más pequeña. Así de frágil es
nuestro cuerpo, pero así de fuerte es nuestra llama. Tanto, que los vientos de
las adversidades no puede apagarla. ¿Quién la ha encendido? Quien ha prendido
la llama de la vida, velas de todos los colores andan vagando por la calle.
Algunas más altas, otras ya más bajas, pero todas con su propia llama. Siempre
con educación y respeto, vaya que se produzca un incendio y sea peor para todos
aquellos, que quieren seguir en el juego de la vida. Como flashes se van viendo nuestros recuerdos, como
alucinaciones nos hace pensar y regresar a tiempos no muy lejanos, en los que
todo era igual de extraño. La cera se va consumiendo y vamos dejando un poso en
el vaso o candelabro. ¿Pero quién carajo a encendido la vela? Eso no es lo
importante, lo importante es la libertad. Libertad de movimientos y
pensamientos. Quizás el día que se consiga, rompamos las malditas cuerdas y nos
salgan alas con las que poder volar. Con
las mismas que el titiritero hace y deshace con nosotros.
¿Cómo se llamará el titiritero que nos mueve a su antojo? Es
increíble saber, que estamos atados por unas cuerdas y que la voz que sale por
nuestra garganta, no es más que un sonido amplificado de aquel que nos maneja.
¿También hará que llueva o nieve, que haga calor o el frío se nos cuele en
nuestras carnes? Nos hace ir por la calle, caminando como si fuese algo lógico
y los que verdaderamente son libres, son aquellos que no pueden caminar, ya que
han roto sus hilos. ¿Pero, y el pensamiento? Esa voz insonora que se nos cuela
en el cerebro y que nos hace decidir o en verdad deciden por nosotros. Quien
sabe, a saber.
Los años no pasan en balde y el mismo aire que nos hace
vivir nos oxida, nos deja los huesos entumecidos y las carnes abultando a
través del espejo, un espejo que muchos odiamos mirar. ¿Porque será? Si todos
sabemos lo que sabemos, ni más ni menos. Qué
más da lo que digamos o lo que hagamos si todos tenemos el mismo
destino. El titiritero al principio, goza con nosotros y nos deja pensar que
nos movemos y saltamos. Después, al cabo de los años, vamos acabando en un
trastero. Como un trasto primero arrinconado, para después al hacer un día
limpieza, acabe nuestro camino. Pero quien sabe si entonces, consigamos la tal
ansiada libertad. Es solo un juego la vida, un juego en el que cada uno,
intenta escoger su rol. Su ímpetu y personalidad, hará que las cuerdas se
muevan más rápido. Quien sabe, si le echarán monedas al que mueve nuestros
hilos. Quién sabe si recibimos algún otro tipo de recompensa, que no sea el
descanso eterno.
“Señor”, no se acuerda cuantas monedas ha ganado haciéndome
bailar. Que ahora me tira a la basura, como un vaso roto de cristal. Que
hubiera sido de usted, si no hubiera sonreído cada día de Sol o de lluvia. No se
acuerda de cuando, me metía en aquella mochila y viajábamos alrededor de todo
aquello que estaba a nuestro alcance. Este no debe ser el final. Dígame en una
sola palabra, el motivo o el porqué de este triste final.
¡Adiós!
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