domingo, 31 de marzo de 2019


 Mujeres  

No debe de sorprender a nadie, lo que hoy en día es todavía un asalto a la intimidad, qué  más da. Cada uno tendrá su manera de pensar, pero todo es de respeto. Quien sabe realmente, quién me dio estas frases o si simplemente soy yo el que dibuja con letras, todo aquello que solo hace unas pocas décadas, era toda una quimera. Esta historia puede ocurrir en Madrid o en Barcelona, en Sevilla o en Málaga, o en cualquier otra ciudad del mundo.

Desde Chamartín a Atocha búscame, llegando a Vallecas es dónde me dirijo, voy leyendo un relato de los de pasar un rato o intento pensar o escribir, todo es mover la cabeza, haciendo de ella un run-run que no desaparece ni con ninguna borrachera. Todo es así, todas las penas no se van con el sabor de alguna triste botella, al igual que las risas no vienen con ella. Desde que me he subido al metro, desde Chamartín a Atocha, todavía no me he fijado en los rostros de la gente, gente de lo más normal y son las doce del mediodía, con que no es todavía hora punta…

Por mucho relato que escriba, por mucho cuento, libro o novela que se imagine o se invente, nadie sabe realmente lo que es la vida. Ella ha mirado hacia el otro lado y todavía sigue pensando en lo que piensa. ¿Es qué da que pensar en nada o es porque la muerte nos acecha?, Silvia, que es su nombre,  piensa o escribe… 

¡Mamá!, ¿querida mamá, cómo estás, cómo te encuentras? ¡Mamá!, querida mamá, yo me encuentro en mi soledad. El puente de tu ausencia es de todos, ¡mamá!, me he ido, pero vuelvo mamá. Yo paseo sola por culpa de prescribir tormentas, Laura me arroja hacia un acantilado, o mejor dicho a un precipicio sin mar y por lo tanto sin agua que puede salvarme o quizás, sea mejor así porque puedo acabar ahogándome en un martes 13.

Estación a estación, parada a parada, es solo cuando levanta la mirada hacia la ventana. Por ella se refleja, su cara, su rostro sí que dice, sí que describe, no es uno de tantos. Es único, al verse las lágrimas caer y resbalar por su mejilla, sus ojos están enrojecidos por el lloro. Se cierran las puertas del vagón y este arranca, pero no las de su corazón que  sigue parado, estancado y escribiendo o pensando, quién lo  sabe a saber.

No te conté toda la verdad y nada más que la verdad, así que ya de todas no te las conté. Voy a decirte lo cuánto la amo mamá, querida mamá. Ahora mi pensamiento es que yo te cuento todo lo referente a mí, yo en este relato te lo habría contado lo difícil de asimilarlo o quizás sí, mamá bebe del mar de la tristeza mamá. Ya llego enseguida para verte, ahora, gracias a donde la escritura, se llama describir hasta versos que jamás serán contados o que siempre serán narrados, quién sabe. A saber, yo solamente sé la verdad de mí, tú la verdad te la llevarás contigo. Algún día, porque todo y todo, está bajo presión. Todos, todos, estaremos subidos en una presión social que nos hará emerger o hundirnos según sea, así a gusto de todos. Todo referente a lo que es todo,  referente a que todos buscamos un referente, buscamos algún qué. Aunque sea la verdad en un barco sin velas o en un barco sin motor, arriba, arriba sin destino.

La situación es que llega a Vallecas, su casa y al abrir la puerta lo primero que le dice, antes de un “hola”, es lo siguiente…

“Lo he tenido, este es en el centro, en el alma, el núcleo del alma es donde está todo.”
    
                            --         ¡Tú qué dices hija!, tú no estás bien, ¿tú qué dices hija?, no sé lo que hablas de verdad.

Su cara ha cambiado, solo la fuerza de los valientes le hace emerger y despertar en su verdadera vida y en su razón de esta.
      
                 --   Oh, sí mamá. Si es lo que vivo, me encuentro a caballo de la vida de mi propia tumba en el cuento de la piedad o…   quizás me tiran piedras aquellos que son de pecado, qué más da, está aquí, lo dejo y no quiero seguir contándote.

Se agarra fuertemente a una de las sillas del comedor, mientras escucha a su madre, sorprendiéndola en su saber, como si su interior más profundo fuese un libro abierto.
      
                 --    No la dejes hija, si sigue tu lucha, sigue tu verdadera batalla de la vida, arde, arde de fuego de pasión con aquella que tú te puedes hasta casar.

Como si disparase balas de algodón, ella recibe sus palabras, sonríe, ahora su cara cambia y sus lágrimas son de alegría, lo que antes era un poema, ahora parece convertirse en una novela de la que no se sabe el final. Cenan juntas, hacen de la noche una velada y al terminar la ayuda a recoger la mesa, la madrugada cae y con ella el sueño, pero antes de ello, agarra su libreta y el bolígrafo, dejándolo resbalar por el papel en blanco.

Sigue caminando, sigue bailando por un bosque sin salida, pisando las hojas secas que hay por el suelo. Solo sé que porqué la lluvia te ayuda, que quiere caer, todo es amor o desamor, odio o pasión. Qué es la vida así, a saber que ser antes o yo siempre estoy bien, te escribo y describo. Vamos, vamos la sociedad no es eso, yo creo que es amor y odio, las dos cosas a la vez.  Se pueden mezclar con agua y aceite, se puede mezclar el amor, el cariño, y en el otro rincón la venganza. Todo referente a la vez y todo y bajo presión, tú dices que algún día,  algún día lo diré hasta en la radio,  ya sabes que yo no sé, será como volara en una caída libre.

Mira el teléfono móvil, arde en ganas de llamarla, pero en vez de eso le escribe un largo mensaje. La garganta se le seca y se le agarrotan los dedos, pero lo consigue, consigue escribirlo y mandárselo.
     
                          --     Hola Silvia, ¿cómo te encuentras hoy?, tarda poco la manta en asomar o en cambio la terraza de un lugar soleado. Te rompo, compro tu cuerpo, si quieres amor eterno no solo el fuego del desenfreno qué es lo que decías de verdad. Yo te lo puedo dar, si no me tienes que amar,  quise decir que ninguna otra mujer te querrá jamás como lo hago yo. Yo sé quién soy, yo, mi nombre, ya lo sabes, este es Laura. Al igual soy tu pareja sí, tu amante o tu amiga a cuánto te quiero Silvia escribo tu nombre con trozo de lápiz en un papel sucio porque no encuentro limpio. Porque nadie es puro ya, no nos neguemos hombre o mujer, dónde queremos tardes sombrías y puras, ya a nuestra edad que queremos probar. Todas las fotos del amor, el amor que vendrá a descargar en sí, de todas maneras si me querrás y cuando llegue el momento entrarás allá, en lo más lejano, bajo el arco iris, porque ese es tu destino amarme a mí yo soy un socio del Sol y la Luna. La lluvia y la caridad tendrás que hacer de la nada y vengo a verte a ti que yo a la que más quiero porque no me abandones que yo te deseo.

Llega la mañana y no recibe respuesta, así que sin negarse a la equivocación, escribe y escribe, unas frases llenas de corazón latente de amor.

No más decirte que me has robado el corazón, porque eso es muy simple. Me has robado la sangre, me has robado el corazón, el alma. Todo eso ya te pertenece a ti,  porque yo soy parte tuya. Me conoces y no me conoces, te escribo esta carta para decirte lo que realmente deseo de ti, qué más puedo pedir, qué más puedo desear que no amarte sin piedad, ¡desearte! Si me dices que no te recordaré siempre, no te acosan y te seguiré solamente, te llamaré con mi pensamiento y en mi ser sé que no he visto chica más guapa, mujer más elegante que tú entre todas. Yo sé lo que tú deseas y mil veces a lo mejor no te lo puedo dar, a lo mejor sí quién sabe. A saber, yo solo sé que te deseo, te deseo con toda mi alma y Dios,  la luna, el Sol, las estrellas, el cometa Halley si hace falta. Lo que tú desees, tú y yo para toda la vida, esta es la próxima tráeme la luz el amor carnal y espiritual.

Se siente tan sola en su antigua habitación, que el solitario abrazo de la almohada, le hace tener más de algún desvelo nocturno. Sus paseos por el pasillo de la casa, se hacen constantes y los cigarrillos se acumulan consumidos en el cenicero. Está temblando, no había sentido tal cosa nunca, ¿será la primera vez que se ha enamorado de verdad? Para todo hay una primera vez, lo demás son simples copias o quizás no. Todo es relativo, pero son las seis de la mañana y no quiere despertar a su madre, así que vuelve a la cama. Se hace la dormida hasta que siente los pasos de ella, así que diciendo unos buenos días, se hace la valiente. La madre no es tonta y nota en sus ojos el trasnoche y en el cenicero sus nervios. Pero sin decir nada, entra en la cocina y prepara el café.

Aspirante a escritora y loca por alterar el curso del río, hace llover las letras en el papel húmedo por sus lágrimas. No ha recibido respuesta al mensaje, ni siquiera una llamada, así que está dispuesta a cambiar y si tiene que hacer algún trasbordo lo hará y si hace falta pasará por Chueca y se despejará y se oxigenará las ideas. Todo es así, ella lo desea y su corazón lo necesita. Cambiar la línea 1, por la línea 5 y hacer un parón, quién sabe, el sábado se acerca y todavía la edad le da esa oportunidad.

Pasa la mañana con la música y poco más, intenta evadir su mente, pero le resulta imposible, así está hasta que son la una de la tarde, el Sol apunta alto, tanto como los sueños de Silvia. Pero no puede quitarse de la cabeza a Laura, y es que ¿porqué, le gustarán tanto las chicas morenas con los ojos marrones? Algo le dice que cambie de marcha, que cambie de velocidad y ponga la directa, que todo es una línea llana y recta.

Todo en un amanecer roto, no llueve, pero su corazón es como un jarrón pegado a trozos. Frágil, pero sin llegar a creer lo que es realmente cierto. Ya no quiere echarse para atrás, ya no quiere poner freno a aquello que emana desde lo más dentro de su Ser. Ya no sabe que creer, ya no sabe si lo suyo es soltar el cigarrillo por la ventana y salir, salir a la calle con algún destino en concreto. Todo es relativo, todo puede cambiar en transcurso de segundos, sigue fumando, pero ahora mira a su madre. Quieta, inmóvil en el umbral de la puerta del comedor. Solo la mirada, le hace descubrir la verdadera verdad y decide ir a buscarla.

No hay peor sueño, que aquel que no se cumple y se convierte en pesadilla. No hay mayor razón, que aquella que cegados, no queremos ver. Así que dándole un beso a su madre, toma otra vez rumbo a Chamartín, no para coger ningún tren o quizás sí. Pero si este existe, no va en un billete de ida y vuelta y menos sola. Esta vez sí que mira a la gente, esta vez observa la verdadera verdad y esta es la que ella da por hecho. Mira con otro aire y alegría hacia la ventana, estación a estación, parada a parada, esta parece que no llega y pierde ya la cuenta, hasta que ve que hace su parada y el metro se detiene. No quita el dedo del pulsador, hasta que nerviosa, esta se abre dándole alas a sus sueños. 

Corre, corre sin esperar y sube por las escaleras. No es hasta al encontrarse en el portal, cuando siente como el corazón se le acelera y le tiemblan las piernas. Le cuesta subir las escaleras, pero no lo duda y sube, sube y picando a la puerta, solo espera que le abra todas ellas.

Como la espada de Damocles corta la respiración, la una y la otra se encuentran enfrente, no hay palabras, no hay dialogo. Solo la mirada cruzada, les lleva del enfado al cariño, del afecto y la nostalgia, al más deseo carnal y desenfreno. Sábanas blancas, para todo aquello que hay que quitarse el velo. Solo entrecruzan los dedos, mientras los besos duran lo que dura el deseo constante y aquello que se ha postergado durante demasiado tiempo. Todo se hace en silencio, con una pequeña luz del salón como claridad. Esta, les deja ver la sonrisa cómplice, la luz que alberga en sus corazones es más alta y más cálida, tanto, que las funde en una, en toda una noche de amor, deseo y placer. Quedando al final sumidas en un profundo sueño, de algo que se ha cumplido al final. No han tenido que pasar años, pero sí unos días que se han hecho eternos. Ella se despierta sobresaltada, Silvia se ha llegado a creer que todo no es real y al mirar al lado, ve a Laura como duerme. Se queda un rato mirándola, con el codo hincado en el colchón, mientras con la palma de la mano se sujeta la cabeza. Sonríe, llega hasta a reír, pensando que todo es una locura, pero qué más da sin son de seguir las normas.  No quieren ser momias viendo pasar el tiempo, solo el amor como inspiración le hace escribir al alba. No hay música, solo la luz de la ventana, son las siete y Laura todavía duerme dibujando una sonrisa en sus labios.

Ella será mi amante, mi esposa y mi musa, será la que realmente me hará escribir o no sé qué. No soy una escritora consagrada, así que todo aquello que se me ocurra o traslade al papel, se lo pasaré a un amigo más ducho en letras que yo, para que pueda hacer realidad el empuje y el ánimo a todas aquellas que luchan por los mismos derechos que yo. Solo existe ella, ella y mi madre, a la que tanto quiero y tanto me quiere a mí. Que siendo yo una ingenua, no me había dado cuenta que se había percatado de mi forma de ser. Así que escribo, esperando que sin faltar el respeto a nadie, llegue con cuatro letras a bailar el ritmo de la vida. Porque yo sé, porque yo intuyo que solo hace falta encontrar a aquella persona, hombre o mujer, que te lleve a volar teniendo los pies en la tierra.






jueves, 14 de marzo de 2019


La cabaña de paja

¡Justo!, es lo injusto. ¡Cierta!, es la mentira piadosa. ¡Crueldad!, es aquello que a veces es hacer el bien. ¿Dónde estará la verdadera verdad?, yo no lo sé, yo solo sé lo que viví, en esta época o en otra, solo sé que sigo siendo el mismo. Gracias a que me aferro a mi Ser, a que mantengo mi alma conmigo, soy quien soy. ¿Que hay en cierta cabaña de aquel pequeño bosque, que hay adentro que nadie de los que entran, salen?  Que será aquello que esconde… será un brujo, será una bruja o será, será. Yo lo sé, yo estuve allí dentro y conseguí escapar. Por eso y por ello, lo relato, lo cuento, para que nunca, nunca más vuelva a suceder tal suceso.

No me acuerdo ya en qué año fue o si en este siglo ocurrió, solo sé que yo era un niño, un pequeño niño que rondaría los nueve años. Por aquellos tiempos, me gustaba jugar, me gustaba construir pequeñas cabañas, con pequeños trozos de madera. Ya por aquel tiempo, intentaba robarle un beso a toda aquella niña de mi edad, que se me cruzaba.

          Juguemos a príncipes y a princesas, juguemos mejor a que somos templarios o somos los  caballeros de la mesa redonda….

Cruzada a cruzada me siento y juego y juego con mis amigos imaginarios. Todo es solo un juego de niños, con espadas de madera, no de acero. Todo es real o al menos a mí me lo parece, reinas y reyes, lacayos y doncellas. Todo es un juego hasta que me caigo en el suelo y quedando desvanecido me encuentro, entrando dentro de mi evasión veo una casa, ¡una cabaña! No es como las que yo construyo, esta es de verdad o dentro de mí me lo parece. Fue un día de lluvia o fue un día de Sol, cuando giré el pomo de la puerta y entré. No me inundó la alegría, pero sí quedé sorprendido, estaba llena de juguetes, de juguetes y de peluches y muñecos. Pero no se veía nada más, las ventanas estaban cerradas a cal y canto, y no traspasaba casi la luz del Sol por culpa de las maderas clavadas en forma de equis en el marco de estas.

Sentado me quedé jugando con dos muñecos de goma, un dinosaurio y un cazador. Jugaba yo solo, no tenía más amistad que mi propia imaginación. Yo, simplemente yo, escuché la voz de una anciana. Asustado quise salir rápido del lugar, pero el pomo esta vez no giraba, tiré de la puerta agarrándome fuertemente del pomo, pero no hubo manera. Me sangra la nariz, no puedo con tanta presión, mi cabeza va a estallar, maldita sea ella, maldita la anciana.

Sombras salen, sombras surgen desde las mismísimas paredes de la pequeña casa. Se alimentan de la luz y el reflejo, me ciega, todo es lo que es, nada es aquello que tiene ganas de vivir y de saber, como si fuese a llegar el ocaso del Sol y el amanecer de una nueva mañana. Me encuentro en una situación difícil y todo me hace llegar a estar nervioso. Todo son energías en lucha, todo son vibraciones, intento una y otra vez abrir la puerta, pero no lo consigo.  La flama que sale del fuego a tierra me habla, una llamarada me asusta, aunque no me quemé, acabé orinándome en los pantalones.

Escucho voces, lamentos y consejos de otros niños, de otros que son de alimento y pasto de la flama de la anciana. Todo es como dibujar una tormenta en medio de un desierto de arena, nada es como un mar de tristeza, solo, todo es como es. Lamentos y voces, y yo, nervioso, buscando como salir. Me cabreo, me enojo conmigo mismo, el porqué,  me pudo la curiosidad y me atreví a entrar. Pasa el tiempo y ya llevo dos días marcados en uno de los marcos de las ventanas, llevo dos días sin probar bocado y el estómago se me revela. Llevo dos días, con sus soles y sus lunas. No rezo, sé que no merece la pena, no hay nada que hacer y empiezo a llorar. La flama se ríe, creyéndose vencedora. Pero llega un momento, llega el tercer día. Lo estoy marcando en el marco de la ventana, tembloroso y casi sin aliento, cuando veo un haz de luz, me acerco a ello, hasta que el resquicio del Sol, me alumbra la cara, de tal forma que se me secan las lágrimas de mi rostro. Le pregunto a ello, como puedo salir, como puedo escapar de tal situación.

No sé quién es, no se hoy en día todavía quién me habló, pero me ayudó…

          ¿Ves la flama de dónde sale?, ves que no hay fuego verdadero en los troncos y que estos no prenden de verdad. Es todo una ilusión, por ahí está tu escapatoria, por ahí te puedes salvar, solo debes escalar por el interior de la chimenea y despertarás.

Me quedo blanco de la sorpresa y rojo por no ser más valiente, ahora, ahora es el momento de demostrar de lo que soy capaz. Así, que ni corto ni perezoso, me atrevo, me lanzo y los troncos echan una llamarada. A lo primero vuelvo a asustarme, pero luego me tiro, me vuelco como si fuese una piscina y la flama, la anciana se vuelve a enfadar. No sé cómo subir, no sé cómo escalar, está muy alto y yo aún soy demasiado pequeño.

Soy yo o es mi propia conciencia, como si estuviese en una cabaña clandestina, como si fuese una cabaña de aquellas que yo construía con el pretexto de robar algún que otro beso, siento que se vengan de mí y ahora la anciana desea mi alma. Pero se aprende, se vuelve uno más astuto con todo lo vivido y no me dejé romper en mil pedazos.

          ¡Oh, Dios!, si existes hazme una señal para que pueda salir de este lugar tan tenebroso. ¡Oh, Dios!, sálvame y te estaré siempre agradecido.

          ¿No me lo puedo creer, tan llorica soy?, no puedo ser tan cobarde.

          Vas a venir a mi mundo. Sale una voz desde las entrañas de fuego a tierra que hay en la cabaña. Serás lo que serás, serás pasto de mi apetito, me alimentaré de tu propia alma.
Armándome de valor me puse de pie y cerrando los puños, le lancé un grito, una voz, una frase.

          Juro, que no quedará esto así, no te creas que vas a poder alimentarte de mi propia alma, sé que deseas que sea uno más en tu lista y eso, eso no va a ser así.

Llamarada, una flama sin fuego aparente, sale desde el fuego a tierra y en ella se pueden ver los dos ojos de la que es la dueña de la cabaña, enfadada está.

          ¿Tienes miedo a la oscuridad, tienes miedo a la luz?, solo deseas salir y volver a ser feliz. Solo debes escalar, solo debes subir y dejarte deslizar por el tejado.

          Lo ves muy fácil, no puedo pegar tal salto, un brinco tan grande, que llegue arriba, a lo alto.
Yo quiero ser libre, me digo a mí mismo. Yo quiero llegar a ser quien quiero ser, así que no me lo pienso más de dos veces y pegando un pequeño salto, consigo poner un pie en cada lado de la pared de la chimenea. Veo o creo ver la luz en lo alto. Los troncos empiezan a humear, yo no me asusto ya, total lo único que puede pasar es que ella se salga con la suya.

Poquito a poco, al igual que se va caldeando, voy escalando. Ella grita, ella exclama que baje, que ya le pertenezco.

          ¡Juan!, vuelve conmigo. Escucho la voz de mi madre, que sollozando me llama.

          ¡Juan!, ¿dónde estás?

Intento gritar, intento decirle que estoy vivo, pero no sabe dónde estoy. Hasta que aprendo, me doy cuenta que la cabaña en sí no existe, que todo es un embrujo. En parte me alegro, en parte me siento contento. Todo es como el atravesar una balconada y volver a respirar el aire de libertad. Las cortinas pueden ser rasgadas, pero, como hacerlo con las ventanas.

Mi madre…  ¿dónde estará mi madre? Yo también me lo pregunto, hoy en día no sé desde dónde me ayudó. Solo una foto, una pequeña foto de carnet, es la que guardo de recuerdo de ella. Una foto en blanco y negro, como la época en la que vivió.

Sentí como si alguien con una escoba de palma barriera el suelo, solo, estaba solo y mis lloros y mis lamentos no eran escuchados por nadie. Ya no quería jugar, solo quería volver con mis padres. ¡Ay!, porqué tuve que entrar…  Miré en lo alto de la cabaña y cuál de grande fue mi sorpresa, todo era lleno de ropa, de ropa de niños y niñas. Se notaba que no era ropa nueva sino usada. Pero allí, aquí no había más niño que yo y al único que le temblaban las piernas era a mí, me temblaban de forma notoria y hubo momentos que me quedaba inmóvil. Asustado y temeroso, me senté ya en el tejado con los dedos cruzados a que todo fuese un sueño, una pesadilla. Pero no fue así, no ocurrió de esa manera, ahora, que después de tanto esfuerzo quedé rendido en el suelo de madera y pasaron las horas, los días no. Aunque los fui marcando con un pequeño plumín que me encontré. Por ese rato, por esos días y esos momentos, no había papel donde escribir. Pero marqué los días y ahora lo relato, ahora que ya me siento más relajado.
       
                   -  Hijo soy yo, tu madre. Estoy aquí, cierra los ojos y mira las estrellas. Yo no te dejo, ven a mí.

Por un momento sonrío, por un momento me late más lento mi corazón. Yo no me creía lo que me sucedía, hasta que llegando a ella, a través de las estrellas, vi su imagen y ello me reconfortó. Me decía que era su hijo, hasta que la imagen se transformó y casi consigue agarrarme. No sé cuánto tiempo lloré, no sé cuántas lágrimas cayeron como si fuese un manantial sin final, yo pensaba que era mi madre en realidad. Solo sé lo que sé ahora, como escapé de todo aquello no sé cómo ocurrió. Solo me veo ahora, me veo encerrado en una prisión con un compañero de celda. Le pregunto, porque estoy encerrado y él me responde....
      
                  - ¿No te acuerdas?, te lo diré y serán mis únicas palabras. “Por pirómano”, quemaste un bosque. ¿Te acuerdas?, en él había un pequeño camping y hubo muchas muertes. Lástima que no te pasó nada y te pilló antes la policía, si no, no estarías aquí dentro.

Me quedo blanco, poco a poco me va volviendo la memoria y recuerdo, no me lo puedo creer. Me siento mal, me siento sucio, intento conseguir un abrazo de mi compañero y solo siento el rechazo. 

Ahora sí, entre sollozos yo le pregunto a él y me responde…
       
                           -     Yo soy un ladrón, dentro de poco me soltarán y solo me llevaré el mal sabor por no poder haber podido vengar la muerte de aquellos que dormían tranquilos, en una plácida noche de verano.

Ya despierto, se apagan las luces, es hora de dormir y solo me queda agarrarme fuertemente a la almohada y pedir perdón a aquellas almas que ahora me rondan y me acechan desde el otro lado. Es hoy en día y sigo aquí dentro, entre las cuatro paredes de hormigón. No sé por cuánto tiempo más, pero espero que sea largo el tiempo, no quiero, no deseo salir. No podría mirar a la cara a nadie, como no sea que me vaya lejos, lejos a vagabundear y con la lección aprendida.

Solo me queda por escribir lo siguiente…

Yo soy el que vagabundeo,
yo soy el que no merezco el Sol de la mañana.
Yo soy el fuego,
yo soy el que hace llorar.
No me des calma,
no me des gloria.
No me merezco la vida,
no me merezco el respiro tranquilo.
Yo me condeno a mí mismo,
dentro y fuera, estará mi lamento.







viernes, 8 de marzo de 2019


                                                     El abejorro llamado Luz

Escribo todo lo que se me ocurre, ¡qué más da!, como si quisiera que el momento que vivo quedara impreso y eso, eso  me hace temblar el pulso y la letra, ¡ay!, la letra no es tan clara como debería. Alguien o algo me dice que siga, no sé si es mi mente o mi corazón, que galopa como un caballo desbocado. Pero no, no os equivoquéis, nada es igual que antes, nada tiene parecido alguno con lo que fui en antaño, en una época de flechas y espadas, en los que el respeto por la fuerza era lo que se adueñaba de todo aquello que la vista era capaz de alcanzar. Solo escribo, a veces sin sentido. Otras, hasta yo mismo me doy miedo. Pero es igual,  ya sea con lápiz o  con plumín, la tinta resbala y llora, llora al mojarse con las lágrimas que resbalan por mi rostro. Pero es lo mismo, yo sigo adelante y escribo un pequeño párrafo en un trozo de servilleta de papel, que después doblo y doblo, haciendo de él uno ya muy chico y las letras son estas…

“Hace tiempo, mucho tiempo, que el corazón se me ha parado, ya no bombea como antes. Será por la soledad o la edad, pero no veo a ninguna apropiada para que sea dueña de mi aliento y de mi amor y bondad. Ha pasado mucho tiempo y ahora me distraigo de las formas más extrañas, seguro que a muchos de vosotros les daría miedo si se las contara y a alguno seguro temería algún susto.”

En fin, me lo guardo en el pequeño bolsillo del pantalón tejano y cogiendo mi chaqueta de cuero cruzada salgo a la calle. La gente va y viene, no se detienen, no piensan que están aquí, en este mundo de paso. Que nadie se queda, que la vida es un constante futuro que no te deja vivir el presente. Doy dos pasos y tomo asiento en uno de los bancos de madera, respiro hondo y suspirando muevo la cabeza de un lado a otro. Me relajo y creyéndome muy fuerte y sabio, me hago un cigarrillo de liar. Miro para arriba, al cielo como si quisiese decirle algo y vuelvo la vista al tabaco. Noto y observo como mi propia sombra se empieza a desvanecer y empieza a chispear, el aire se mueve, se rebela amenazando tormenta. Aligero el paso y me dirijo hacia mi hogar, dulce hogar. Un lugar solitario, donde convivo conmigo mismo. ¡Qué más da!, algún día cambiará y si no, tampoco voy a volver a llorar.

Si tuviera a mi edad que estudiar, no tendría narices a saber qué carrera hacer, no tengo ni idea de qué haría con mi vida si no es estudiar comunicaciones. Si hubiera nacido en otra época, quizás hubiera sido telegrafista o quizás hubiera sido telefonista, quién sabe, yo no lo sé. Total, estamos en los tiempos que estamos y solo me interesa el saber de la verdadera verdad. Esa misma que se nos oculta, esa misma que se nos tapa con piezas de hormigón armado si hace falta. Pasa el tiempo, pasan los días y yo sigo aquí fumándome un cigarrillo, no abro ni las ventanas, me gusta que el humo se condense en la sala y ver como flota en el ambiente y cortarlo con la mano, como si fuese a abrir algún plano cósmico.

¡Vaya!, es 28 de mayo de cierto año, este día celebro sin ningún pastel ni ninguna fiesta mi día especial. No sé qué regalo me voy a encontrar, solo que me encuentro solo en casa, ¡joder!, no sé si es por aburrimiento o curiosidad, pero coloco velas por todas las habitaciones. ¡Voy como loco, de aquí para allá!, son velas blancas, ni velas negras ni rojas ni azules ni naranjas, solo blancas. No están en ningún candelabro, pero sí las sitúo en lo más alto de los muebles, en forma de altar. Aunque eso es lo de menos, lo que importa es el motivo. ¡Dime un motivo de júbilo!, dime que la verdad es el saber,  el conocer de aquí, de allí y de ahora dónde me encuentro. ¡Uhm! Cierro los ojos por un momento y solo los abro para coger el tocadiscos con las dos manos, soplo y el polvo vuela, mezclándose con el aire turbio de una casa cerrada y sin ventilar. Lo coloco encima la mesa, es uno de estos antiguos, sí, uno de estos que van con pilas y que se utilizaban en aquellos ciertos años de guateque. Adonde se encontrarán ya mis padres….  cuando la única herencia que me ha quedado es este aparato y sus recuerdos. Es verdad que cierto disco es el que quiero escuchar, lo conozco y con la aguja pincho la canción. Me estiro en suelo, encima de una toalla de algodón, esta canción me lleva, me sumerge en un profundo sueño y como si estuviese haciendo yoga veo lo que no se ve.

Es una sombra en mitad de la sala, es una silueta borrosa y negra, la que flota y se acerca de forma sigilosa…

          ¿Quién eres tú, cuál es tu nombre?, que te escondes detrás de una farola. Le digo asustado, sin pensar que no hay farolas en medio de la sala.
Adopta figura canina y se acerca ahora ya más rápida, pegándome un susto que casi me lleva a orinarme en los pantalones.

          ¡Ey!, yo soy tú, en otra época, en otro tiempo. ¿Cómo quieres que te lo diga?, si no es a grito  pelado.  He venido a avisarte, a recordarte ciertas cosas y que no cometas los mismos errores de antaño. Tú eres igual que yo, porque yo soy tu conciencia y tú eres mi otra parte, eres mi saber y mis hambrunas de conocimiento. Todo depende de la luz que adoptemos, somos como pelotas de tenis en realidad. Simplemente eso en estado de descanso, si se nos altera, nuestra fuerza puede ser realmente escandalosa.

En este preciso momento, cuando estoy en el zenit, suena el teléfono, y este me despierta de mi estado de subconsciencia.

          ¿Federico Pérez? Preguntan por mí.

          Asustado e inquieto pregunto. ¿Quién es, que desea?

Es hacer la pregunta, es decir la frase y colgar, cortar la llamada dejando un molesto pitido constante y repetitivo. ¿Quién sería?, a lo mejor es casualidad, pero yo no creo en ellas. Yo creo en que se pueda coincidir tanto en algún lugar, como en alguna idea, pero de ahí a más me lo tienen que explicar.

Vuelvo a la música, vuelvo al tocadiscos y colocando un single de rock, me sumerjo en los mares de la oscuridad, sintiendo el frío del Universo, las estrellas me iluminan y me hacen de guía. Llamo a una puerta trasera, estoy que rasgo la cortina transparente que nos separa este mundo del otro. ¿Qué será de nosotros, de todo animal y de toda persona que se cierne?, o acaso la verdad no es  una verdad….   ¿Es que ellos, la sociedad y en fin, la humanidad entera inventa una verdad que ellos ignoran, qué será, qué será la verdadera verdad de todo lo relativo?,  yo concibo lo que hay detrás, que todo y todos somos una ilusión y todo es el entrenamiento para ver lo de la verdad, el verdadero camino que tenemos que seguir cuál es, está detrás de las estrellas, detrás de la luna, detrás del sol. Está detrás de todo esto que nosotros no podemos ver,  porque no nos alcanza la vista, pero tú sabes tú, que eres y que me acompañarás.

Ojo por ojo, diente por diente, caigo rendido a tus pies, no sé qué pie se queda sin lugar y ahora mismo no lo sé. Ella quién sabe, sí digo ella, yo no sé muchas cosas y las que sé me las guardo porque debe ser así, no solamente dependo de mí mismo. Además no tengo familia ni tengo muchos amigos.

Se caldea el presente, escucha esta canción, escúchala, esta mente diferente….  Estaba solo y me lleva a un presente, muy presente en una realidad perpetua. Esa es otra, que al estar aquí sintiendo, presenciando como cada vez somos más viejos con cuerpos cada vez más oxidados, pero por dentro vendo algo diferente. Presentando algo importante como una guitarra española que está bien afinada, recuerdo una canción melodiosa, una mano de una bonita canción. Todas las que recuerdo tienen el qué, pero bueno así son las cosas y así lo tenemos que contar.

La llama es alta, como la espada de aquel que empuña una bien afilada. Giro la vista y veo reflejada en la ventana, la Luna turbia por las nubes altas de la noche. Estas están cerradas, pero las persianas bien arriba, dejando traslucir a la calle lo que realmente sucede dentro. Solo escucho y la curiosidad me puede y me levanto, me acerco al cristal, cogiendo al mismo tiempo la correa de la persiana con las dos manos, solo veo ahora a una persona con las suyas en los bolsillos, que me grita, que me dice….
     
                           -       Quién tiene miedo a la oscuridad, quién teme algo desconocido, tú eres tú, el que me da,  el que te vas a lo desconocido. Todo ya está oscuro, porque el diablo es como una mano amiga, una mano que nos pone nombre, nos ayuda. No se aplica a toda la sociedad, que a saber el porqué, lo que está entrando en nuestras cabezas, ¿cómo es posible que creáis que es mala persona, simplemente no se juega con él? Una jugada esperando para saber que nosotros somos lo que somos, nosotros somos y tú solo eres uno más, nada más.

Tú, que me lees. Intenta escribir una nota, una nota a quién te escribe. Yo no sé, yo siempre escucho música, me dejo llevar, dejo de darle a la lengua y estoy en camino, hasta donde me encamine. Siempre siendo escuderos de algún que otro caballero, quizás ahora soy una luz blanca todas las mañanas. Para luchar, para luchar y hacer, conocer también la verdad y nada más que la verdad.
      
                 -   ¡Qué me haga llorar sangre!, no me hagas decir, no me hagas pensar. Me faltan años todavía, no me seas pesado, que tú y yo nos encontremos como si no fuese un ayer. Yo me siento volar, lo siento una y otra vez escudero. Tú y yo, necesitamos saber, queremos saber, como si hoy fuera ayer y hoy otra vez. Qué más da, qué más da que sea ahora, ¿el jinete solitario? Voy ganando entre las dunas de un desierto, qué más da, lo realmente importante es que no sé quién soy.
Tengo a ambos, que me pierdo de perro para encontrar el mismo, pasa el tiempo, pasa el tiempo y el bosque sigue y yo también sigo en el que es “el bosque”.
     
                                   -          ¡Qué me dices Jaris!, sí, sé tu nombre, yo pensaba que simplemente haber sido un trovador, un escribiente más,  que a golpe de guitarra iba y venía a divertir todo aquel rey, que siempre estuviese dispuesto a escucharme. ¿Cómo es posible que yo ya estoy otra vez al lado tuyo?, en esas grandes, grandes batallas en el que ganaba era él que no perdía. ¿Cómo es posible que todo aquello por lo que luchamos no tenga valor alguno?,  y una vez que me acuerde, me vienen sueños que una vez, yo intentando salvar los libros. Para mí los libros son los libros, estos son como grandes tesoros que esconden las verdaderas palabras del saber. ¿Cómo puede ser que hagan una batalla y te vayas hacia el norte y me dejes solo, cómo es posible eso tú?, lo pregunto porque no quiero que hagas ninguna cruzada más ni que seamos testigos de la muerte de nadie.

Se acaba la canción y la aguja solo hace que rebotar en el final del disco, como si no quisiese volver al principio.
      
                      -     Dime Jaris, si me equivoco yo quiero, no te veo pero te siento. ¿Cómo es posible que yo note tu presencia, si no te puedo mirar a los ojos, cómo es posible que seamos como dos hombres, dos hombres que tenemos simplemente una estación donde pararnos y conocernos mejor?,  hay que dejar ir descansando en nuestras batallas aquellas espadas afiladas con el ánimo del odio y de todo aquello que hacer con ella.

Le doy la vuelta y me encuentro con un tema que ya no recordaba y que me hacía vibrar cuando tenía más cabello y menos barriga.
    
                                     --           ¡Oh, gran hermano!, te lo escribo en extensiones, cuántos años priman y todo eso que se quede ser esto que no sé aquello que más da todo es un aprendizaje y un destino porque todos nacemos con ciertas habilidades y un destino marcado y una lucha en la que tenemos que luchar que no tengo guardada como una caja o en aquella cajita de color azul que yo alguna vez explicado o tú mejor dicho déjalo tú así que yo me lo llevaré me entra dentro del cuerpo te he dicho escribe bien tú te acuerdas de aquellas grandes batallas.

¿Quién busca el Santo Grial, quién habla en nombre de aquel que buscaba solo la paz?, todo es posible y todo puede ser real. Solo en aquellas cruzadas, la sangre de hermanos y hermanos se mezclaban, todo por seguir diferente devenir. Desde las estepas, hasta el Sur de América, se hablan diferentes lenguas. Todo es así, todo es diferente, pero nada es repelente. A quién debemos de creer, a quién debemos de seguir si no a nuestra propia intuición y conciencia. Esta nos hará de guía y de verdugo. Sigo caminando, sigo todavía por un bosque que no sé ni dónde es, solo espero salir al desierto para beber de la luz que emana desde lo más alto. Todo es todo, la Tierra y las estrellas, las estrellas y el Universo entero, está debajo de nuestros pies. Sigo caminando y siento las piedras, esas sí, de las que tanto hablan y hablan. Aunque yo me pregunte para qué se viene a este mundo, todos estaremos de acuerdo, que después se sigue el camino.
     
                               -     Bebe del Sol, ese mismo que te calienta en invierno o en verano. Cierra los ojos y no le mires directamente o te quedarás ciego. Nadie puede negarle, que sin él no existiría nada en este mundo. Eso es verdad, eso es cierto. No tendrías padres, no tendrías hermanos, ni amigos ni primos. Ni siquiera a alguien a quién amar, porque el amor puede ser igual de salvaje que primitivo. Lo llevamos en nuestra esencia, en lo más dentro de nuestra alma.

Ahora despierto y consciente, miro a través de la ventana de mi casa y no te veo ya abajo. Pero es curioso, la farola que estaba apagada, ahora ilumina intensamente la calle. Cojo las llaves y cerrando la puerta me voy, me acerco a ella y respiro hondo, intentando saber quién eres. Las nubes se cierran más, la Luna ya no se ve y empieza a correr un aire sospechoso. Así que aligero el paso y vuelvo a dentro. Las velas están casi consumidas y es qué realmente tienen vida, y se consumen como nuestro cuerpo. La llama puede ser cualquier alma perdida, que aprovecha la cera de esta, para sentirse otra vez con vida. Poco a poco, voy apagando una a una, siempre con un respeto y el más silencio absoluto. Ya sé para otra vez, para otra vez que me quiera sentir acompañado ya sé cómo hacerlo. Encender velas y esperar que estas sean habitadas por almas de buen corazón.

sábado, 2 de marzo de 2019


                                                  Solo Diógenes

Qué carajo me importa a mí la vida, que mierda es aquella que se pisa en mitad de la acera, que nos hace enfurecernos tanto. La propia existencia no deja de ser una cuestión de incertidumbre y llena de mil preguntas, todo es relativo, todo es según actuemos en todo momento. Aquello que nos ilumina la mente, no deja de ser aquello que no somos capaces de asimilar. Por eso, qué carajo me importa a mí la vida de aquellos que no son los míos. Soy tan insensible, no tengo corazón o al menos eso era así hasta que leí este relato o lo que sea, porque en verdad, la verdadera verdad no está escrita. Solo se dice, solo se habla y solo se comenta con la boca pequeña.

Son las cinco de la tarde, la gente, la sociedad, la humanidad, pasea de un lado para otro. Diógenes sigue caminando sin rumbo fijo, como si fuese de otro planeta, no acaba de aterrizar en el suyo propio, ¿qué será de él, cuando muera su madre?, sí.  ¿Qué será de él, cuando deba enfrentarse de verdad a sus propios miedos e intrigas? Por ahora divagando, sigue reflexionando ya a su edad. Solo, sin más familia que una anciana madre y cuarentón, se ve abocado a la más absoluta soledad. No puede evitarlo, los ojos le sollozan, unas cuantas lágrimas le caen por el rostro. Quiere disimularlo, pero no puede y sentándose en un banco público cruza los dedos de la mano, mientras un Sol ya descendiente le da lumbre.

No quiero más pena, no quiero más dolor, quiero transmitir lo que escribo, deseo lo que deseo como si este fuese un acto de deseo sexual y todo fuese por el momento de actuar según el instinto animal y salvaje.

Árboles caducos le hacen sombra en el atardecer, pájaros mudos con los picos cerrados hacen presagiar lo inevitable. La muerte le acecha, no a él, pero sí a su madre. Se queda sentado, le tiemblan, le flaquean las piernas, solo, completamente solo oyendo conversaciones ajenas. El Sol se retira, le hace el relevo la Luna, las farolas del parque se encienden y como el que le viene de aviso, se incorpora, se levanta y camina, camina con la cabeza gacha y sin poder sonreír.

Un joven se cruza en su camino, un muchacho de unos veinticinco años, pidiéndole la hora. No se lo piensa, no cree en la maldad y la picaresca de las personas. No lleva reloj, pero sí móvil. Se mete la mano en los bolsillos, sacando el teléfono le muestra la hora. Este, sin pensárselo dos veces, lo agarra, se lo coge y sale corriendo. Se queda inmóvil, la sorpresa se ha adueñado de él,  no siendo capaz de articular palabra. Es invierno, pero suda, es un sudor frío y corre,  él corre intentando atraparle. Pero el rato que ha pasado y la juventud del ladrón, hace que lo pierda de vista. No sabe qué hacer, no hay nadie alrededor y la oscuridad de la noche invernal se adueña de todo el paisaje.

Saliendo del parque, se acerca a un estanco que hay enfrente. Entra sofocado, el dueño teme al principio, pero poco a poco va viendo la situación de Diógenes. Llama a la policía, solo es un móvil, un absurdo móvil, pero sabe que la broma o el robo le puede salir más caro en forma de factura. Llamando a la operadora consigue bloquearlo, compra un paquete de cigarrillos y dándoles las gracias al propietario del establecimiento y a los agentes se marcha.

Se enciende uno, le da mecha y piensa, solo recuerda las oportunidades perdidas, que ha tenido.
      
                    -   Piensa y solo mantén vivo en la memoria aquellas bellas muchachas que han pasado por tu vera. Solo inténtalo y verás que la culpa, que el hecho de tu situación es solo responsabilidad tuya. Ha sido tu elección y quizás sí ha sido un acierto, nunca lo sabrás.

Como si hablase con el mismísimo diablo, le habla, le dice, le comenta….
       
                        -  Dime, dímelo al oído tú qué sabes tanto, como es posible de que no recuerde ninguna que de verdad haya merecido la pena y que no fuese solo motivo de desfogue mi acercamiento a ellas. No soy malo, no soy malvado y como no me gusta jugar con ellas, tomé la decisión de dejar volar al viento la oportunidad de formar una familia y echar raíces.

Como el que hace retumbar las campanas de alguna iglesia cercana,  hace que le vibre dentro de él cierto mensaje.
       
                      -   Hasta las narices, hasta el último pelo de mi cabeza se eriza a pensar en ello. Todo se lo debemos a lo que aprendemos y las regañinas de aquellos que nos educaron y nos hacen ser hoy en día quienes somos.

El agua cae de una fuente en cascada, es todo artificial, pero le relaja.
       
                   -  Mi madre seguirá meciéndose en la mecedora, tal vez espere que un día cambie y me case, solo por quitarse el miedo a dejarme solo o quizás se meza, esperando el momento de ser de nuevo con mi padre. Porque si hay algo que no me pueden negar o al menos discutir, es tener la esperanza de que todo continúe.

Se mira, se palpa los bolsillos y nota al tacto la cartera, sigue caminando en línea recta en dirección a casa. La saca con cautela y sonríe, lo mismo que le sonríe la billetera. Tres, ni uno ni dos, sino tres son los billetes de cincuenta euros que lleva. ¡Vaya!, ahora se acuerda que tenía que hacer un pago. Entre el paseo, el sofoco y los nervios, se le había olvidado por completo. No pasa nada, respira hondo al mismo tiempo que vuelve a guardar la cartera. ¡Pobre!, es lo que piensa, no hay mayor decepción en uno mismo que actuar de forma ajena. Simplemente ello, solo esto, le hace ahora triste, ¡porqué!, por la sencilla razón que piensa que el joven tiene un mal destino marcado, un camino lleno de piedras las cuales le van a hacer pesar la mochila del arrepentimiento.

¡Piensa!, le digo yo o al menos lo escribo. Lo tienes todo, menos el poder de compartir con alguna linda mujer, todo aquello que posees. No dudes, sal a la calle y demuestra lo que vales. No te escondas, que la vida es solo un presente y el presente es solo un instante.

Su madre Elvira, le espera para cenar. A su edad y todavía liada en las labores del hogar…. Aunque su hijo le eche una mano, sigue haciendo para sentirse activa o como ella misma dice, sentirse viva.
Se sientan alrededor de la mesa redonda, cena para dos, una viuda y un solterón. Que será, que será de ellos o de ella. Le dice, le comenta, que se ha quedado sin teléfono, que un joven se lo ha quitado de las manos. Ahora ya no lo cuenta como un suceso, sino que lo dice como una anécdota y piensa en comprarse uno nuevo.
       
                        -  Mañana cuando salga del trabajo, en vez de ir a pasear, me acercaré a la tienda. Que se le va a hacer, piensa que podría haber sido peor, que podría haber sido la cartera.

Pollo asado, un rico mangar para un obrero, solo piensa en comer. Le da carpetazo al tema, quedará en un rincón vacío de su cerebro. ¡Qué más da!, los nervios pueden dejarle sin vida antes de tiempo.  Un vaso de vino, solo uno, él no es de beber si no es para bajar la comida.

No hace caso, qué más da, al menos lo he intentado, no voy a dejar de volar yo por mis nubes y alcanzando con ello la Luna. Como si fuese una avioneta, le envío mensajes, pero estos quedan cortados por aquella que dice ser la que más le quiere o le defiende. En fin, seguir leyendo el relato.

Elvira le mira fijamente, le mira atentamente, después de todo lo pasado lo ve, lo nota tranquilo. Ahora no le tiembla ni el pulso ni las piernas, todo es relativo. Alza la cabeza y se cruzan los dos, se nota el silencio, no se escucha ni la televisión de fondo, solo desnudan sus almas. ¿Quién de los dos la tiene más joven?, sería fácil decir que es Diógenes, pero eso no se sabe. ¿Quién de los dos la tiene más curtida y con más marcas de peleas del destino? Agacha la cabeza y sigue comiendo, ella hace lo propio. Ninguna palabra, ninguna frase se dicen, solo con la mirada ya se hablan. Son las diez, cuando marca la hora de irse a dormir o al menos cada uno a su retirada.

Va a cerrar la persiana de la ventana, cuando sujeta la correa y con las dos manos en ella, mira a través del cristal. Gente, hay gente en la calle. Parejas, hay parejas haciéndose caricias y muecas. No quiere mirar más y como al que no le atañe la vida misma, se tumba panza arriba en la cama de su habitación, con la música en los oídos hace tiempo para dormir. Hasta las seis y media tiene tiempo, luego la obligación le llama a modo de despertador digital. No tarda mucho en dormirse, no pasa mucho tiempo, cuando cerrando los ojos, se tapa con las mantas.

Es un piso frío, pero al menos tienen donde dormir, al menos tienen un techo encima de sus cabezas. Es un poco egoísta en ese aspecto, no piensa quizás en su madre. No piensa más allá de lo que puede suceder dentro de un par de segundos. Esos, esos mismos, son los que pasan, cuando marca la hora de levantarse. No se ha dado cuenta, ni ha disfrutado del sueño como otras veces.

Es miércoles, pero a diferencia de los demás días es último de mes y mañana será día de cobro. En fin, otro más y seguimos haciendo el bucle, un bucle en el que el único destino es la vejez y la propia muerte.

Su madre, esta anciana mujer pasa como puede la fregona al suelo del comedor, despacio, como si le sobrase el tiempo o quizás lo que no quiere es exactamente eso, que pase, le gustaría detenerlo. Con sus achaques va haciendo, con el solo temor de pensar el día que ella falte. Será tan solo un recuerdo con una foto en lo alto del mueble o quizás y solo quizás sea algo más vivo para su hijo. Pensando en ello, no es capaz de reír ni de ser feliz, todo se le nubla como si se tapase el cielo y amenazase tormenta.

Yo a ella, solo a ella le escribo esta carta. Solo por si me voy antes de tiempo, no es que yo lo quiera así, pero de mí no depende del todo. Solo espero que nunca me dé, que nunca me abalance y me tire a las vías del tranvía de la ciudad.

“Suena una guitarra, la melodía le sugestiona y le evade. Se suma los violines y los clarinetes, formando una canción especial, esa, esa sí, que me llega adentro a lo más profundo de mi alma. No puedo negar mis raíces ni de donde provengo, solo soy uno más, pero ese más está lleno. Yo pensaba, yo creía que uno para estar lleno por dentro tenía que juntarse con gente, rodearse de amistades y eso, eso no es cierto. Esta melodía me hace viajar, me hace recorrer todo el país, desde la punta de Cádiz, hasta el otro extremo, en Galicia sin olvidar ni Asturias ni Cantabria, haciéndome llegar al centro de Madrid. Sueños, sueños rotos y alegrías mudas. No puedo, no debo decir que no, no debo negarme a la realidad y saber de dónde provengo. Ello, ello sería una falta de respeto hacia mis padres y mis abuelos, esos mismos que me educaron y me inculcaron los valores necesarios para ser hoy en día, persona.

Me gustaría navegar por mares tranquilos, pero eso, pero esto hoy en día no es fácil y aquí me asiento y me siento escritor, no de largas novelas, pero sí de cortos mensajes. Madre, eres a la única que he querido. Madre, si lees esta carta es porque no he podido más. No es que sea cobarde ni tampoco valiente, solo quizás he decidido dejar de caminar, porque no hay razón para ello. Prométeme que no vas a llorar, yo te espero con padre, cuando sea tu hora aquí estaremos los dos, para fundirnos en una sola luz, si eso es posible. No pienses que la culpa es la soledad, ni tampoco la sociedad. La culpa es solo mía, la culpa solo es de no saber mentir ni engañar. De no saber ser falso ni creído y creo que tampoco atrevido.”

Recuerdos, solo son recuerdos, no ve o no quiere ver. Pero su deseo se hace realidad, volviendo del trabajo, tropieza y cae en medio de las vías de uno de los pocos tranvías que circulan hoy en día. La gente hace aspavientos, no siente los gritos de auxilio, no ve cegado por la sorpresa. Pero es cierto o es mentira que el destino está escrito, no es su momento, no es el día que hay marcado para la vuelta al otro mundo. Se incorpora y dando las gracias, se agarra fuerte de las manos de los pocos hombres que le prestan ayuda. Ya de pie, mira al Sol, mira y este le ciega la vista y cuando la vuelve a dirigir hacia la parada. Ve o cree ver la imagen de su padre, un padre que le sonríe y que le niega con la cabeza. Solo se le ocurre que devolverle la sonrisa y metiéndose las manos en el bolsillo gira la cabeza y nota, ya sabe que no es atrevido. Le ha faltado poco para orinarse en los pantalones, solo jura y perjura que no dejará a su madre sola. Que esperará a que ella marche primero y que no coqueteará nunca más con el destino, a no ser que sea para intentar empezar relaciones con alguna que otra mujer de su edad.

No me pongas ninguna vela ni pongas mi foto en tu mesita de noche, solo piensa en mí alguna vez y recuerda que siempre estaré ahí. Aunque no me veas, siempre estaré ahí. Busca, corre, una linda mujer y bebe los vientos por ella y saborea la vida como si esta tuviese final. Tu madre ya sabe que la espero, lo sabe desde hace tiempo, por ella no sufras. Solo necesita tiempo y tiempo es lo que tenemos en el otro lado.