martes, 30 de abril de 2019


                                                    Voluntad ciega

Queréis contar los días por horas o las horas por segundos, os dejo elegir, os dejo que seáis vosotros mismos los que decidáis vuestro propio destino. Pero vuestra vida es mía y solo mía, solo trabajaréis para mi propio beneficio, al mismo tiempo que destruiréis la vuestra propia. Como la espada de Damocles caeré encima vuestra haciéndoos sucumbir en las más débiles tentaciones de la humanidad. Esta no será ni la codicia ni la soberbia, esta no será ni la gula ni la lujuria, bueno, quizás esta última sí.

          Yo no tengo ni amo ni señor. Yo solo soy uno más que está de paso por el mundo, que queréis de mí. Yo solo dependo de mí mismo y no creo ni en escudos ni en espadas.

          ¡Caerás!, todos caen. Todos los que atraviesan la puerta, no vuelven a ser los mismos al salir. Es más, salen deseando que llegue mañana para volver a entrar.

Como una serpiente se muestra y se erige, pero sin llegar a morder. Solo su lengua bífida, le susurra al oído y le zumban los tímpanos como si fuese el aleteo de una abeja en celo.

No todo son mujeres lo que acompañan al más débil, otras tentaciones les son mostradas y les entran por los ojos con una simple mirada. Pasan los días y no ve realmente la luz del Sol, ni siquiera se le muestra la Luna con la dulce compañía de alguna buena muchacha. Pasa el tiempo, pasan los años y todo es igual, una repetición tras otra de un día cualquiera. Solo desea matar el tiempo, hasta que este le mate a él.

Dormido queda, más de lo normal, pero entra en lo lógico después de una larga tarde-noche. Solo el moverle el hombro para indicarle la puerta, le hace caerse del taburete dándose un golpe en la cabeza. Despierta ahora sí, con una brecha en la frente. Se marcha avergonzado, se marcha diciéndose a sí mismo, que no volverá a caer en tan baja altura y que hará todo lo posible para poder demostrarse a él mismo, que puede ser otra persona.

¡Ay!, lujuria. Como le entra la lujuria y el vino. Sin ello está perdido, sin ello no es persona o cree al menos él, que no se disfruta plenamente del sentimiento de estar vivo. Duerme en casa, duerme al menos y todo queda en un sueño, en lo que lo único que ha pasado de verdad, es la cantidad de vino que ha pasado por su gaznate. Todo lo demás son sueños, ni siquiera anhelos, ya que nunca ha disfrutado plenamente de ello.

Despierta al cabo de pocas horas, la cabeza le zumba como antes le zumbaban los oídos. Pero, como hombre trabajador cumple con su labor y no hay queja alguna de ello. Nadie diría, ni se imagina lo que llega a hacer en su rato de libertad enclaustrada, ya que no es libre nunca.

Coletean los vientos de una libertad anhelada, zumban los ecos de la opresión humana, ¿será todo verdad o será todo mentira?, todo solo puede ser una alegoría. Pedro, “Pedrito” para los amigos, deambula con un cigarrillo entre los dedos, mirando, pensando en quién podría caer en uno de sus particulares enredos. Hilvana el hilo de la discordia y de la ruina, con aquel que disfraza con el amor y el cariño, de siempre deseado. Camina por las calles de un pequeño pueblo, un pueblo donde hasta el más lejano, es el más conocido. No saben, no aciertan a saber, como hay personas que todavía caen en su juego.

Yo no soy nadie, solo soy un superviviente de sus enredos, por los cuales no me dejé llevar hasta el final, ello hubiera sido mi fin, como Ser humano y como persona. Todo aquello que yo creía que era puro compañerismo, no era más que todo lo contrario. La cara que hay detrás de algunos, es la verdadera y no la que enseñan, como si fuese un lobo con piel de oveja. Yo, que no soy de mucho rebaño, me salí del redil y ello me llevó a lo primero al caos, pero luego, a los meses comprendí y todo empezó a encajar. Esta historia es apta para aquellos que son de mente abierta y también para aquellos que son demasiado confiados. Ya que para los demás, aunque también les ofrezco su lectura, ya son ávidos expertos en todo aquello que se llama “vida”.

Como un ladrón en la noche, entra por la nariz o es aspirado por la garganta, enredándote en un ambiente, en un entorno que no es deseable por nadie, solo aquel que es mareado o engañado de forma sutil, es posible caer en lo que por uno mismo no es capaz. Trabajo de ocho o diez horas diarias, para ser malgastado en solo un par, es la faena y es el lucro de los que se lo hacen servir. No existen serpientes, solo sanguijuelas que absorben todo aquello que de lo que se tendría que nutrir uno por sí mismo.

Martillazo a martillazo, van apretando el yugo de su esclavitud. Golpe a golpe, se traga, se aspira y se fuma lo ganado con el esfuerzo honrado de su buen trabajo. ¡Qué más da!, solo desea dormir tranquilo y en paz consigo mismo, pero eso no es así. Las pesadillas son continuas, los despertares nocturnos son habituales. ¡Qué más da!, todo por un trago, todo por aquello trazado en una triste vida, a veces elegida de forma consciente o inconsciente, quien sabe la verdadera verdad. A saber

Triste pero cierto, a veces es mejor pensar en la mentira y vivir uno en un mundo de fantasía, aunque este solo sea creado por ti y bailado a ritmo de rock, por todos los que te acompañan. Fuma, aspira y bebe, ese es tu final. Como en un laberinto te encuentras, como en un pozo sin fondo caes, nadie te da la mano, nadie te alcanza o te sugiere y te avisa, pasan de largo como si con ellos no fuera y es cierto, con nadie más va. Solo con uno mismo es el juego, el juego de la discordia, de todo lo que es relativo y que no es cierto, pero que con una venda en los ojos, jugamos a ser la justicia sin haber llegado a la abogacía.

Lamento a lamento, va bebiendo. No llora, pero si echa una risa y una carcajada hacia su falsa y verdadera vida. Todo es risa en la barra de algún bar de las afueras. Aquel que todos han ido y que todos niegan haber venido, todo es cierto, porque es como funciona todo.

          ¡Yo te recordaré! Le dice alguien, sentado a su derecha.

          Pero si todavía no me he muerto. Le contesta Pedro sorprendido.

          Tranquilo hombre, esta llega cuando menos lo esperas. Con que bebe y disfruta, disfruta con cada sorbo, vaya a ser el último.

Mira hacia la puerta de cristal, es de noche, serán sobre las diez y escucha la misma voz que le dice…

          No mires para afuera hombre, que no perteneces a ese mundo, tú estás hecho para estar aquí y nada más. Mientras lleves dinero, siempre serás bienvenido.

Espejos de hojalata en el baño, marcados con números de teléfono en rotulador, le hacen tentar la llamada. Espejos, dónde uno no se refleja tal como es, mejor incluso, él no desea verse como es. No desea ni mirarse la cara y por eso y solo por eso, ni siquiera se afeita todas las semanas. Llegará el día, no sabe cuándo, pero llegará el día que no podrá ni mirarse y codiciará la hojalata, con el fin de venderla y sacarle algo de beneficio, con lo que poder comprar un cartón de vino barato, con el que poder olvidar la vida complicada que lleva.

          No tengo más dinero, no tengo más billetes en mi cartera.

          Entonces, no me vengas, que yo desprecio todo lo que no es dinero.

          ¿Cómo me puedes decir esto, después de tantos años de amistad?

          ¡Amistad!, yo no tengo amistad con nadie, solo me mueve en esta vida el dinero y el interés por todo lo que me es ajeno.

Depresivo vuelve para casa, incluso antes de tiempo, incluso todavía sereno y ve lo que antes no veía. Gente, mucha gente feliz, caminando en el ritmo de la vida. Se lamenta y ello le lleva a la tristeza. Solo una semana sin justificar en faltar al trabajo, le lleva al despido. Solo una semana lleva sereno, solo una semana  le lleva a la locura y con ello a no pagar al casero. En un mes le cambia la vida por completo, en cuatro semanas se ha ido todo el esfuerzo por el retrete. Nadie le habla, nadie le saluda y se ve sentado en frente de un supermercado, haciendo lo que pensaba que no haría nunca. No sabe si es demasiado tarde o todavía se ve con ánimos de remontar, pero la depresión es agónica y no tiene fuerzas ni para caminar. Ya no escucha a las serpientes ni a aquellos que creía que eran sus amigos. 

Ya no tiene el cigarrillo entre los dedos y el vaso delante, solo los pies de todos aquellos que ve caminar con paso firme van por su lado, pero sin hacerle el menor caso.

Sucumbe, cae en la miseria, se ve abocado a la mendicidad y al cartón de vino para olvidar. Ya no aspira, ya solo cree que no hay salida y que no es culpa suya, que todo ha sido por culpa de la venda en los ojos que llevan todos los que se llaman sociedad.

          Dame un euro o cómprame una barra de pan, por favor ten piedad de mí.

          Yo no tengo piedad de nadie, nada me da lástima y nada me intimida.

          Maldito seas, yo te maldigo, espero que todo se vuelva en contra tuya y sepas lo que es el sufrir. Te prometo resurgir y volver para vengarme.

Todo son risas, hasta a los que no les hace gracia ríen, todo por miedo a aquel que se dice la “autoridad”, a aquel que como en mafia se mueve y crea nada bueno, solo deseo y destrucción.

“Querida vida, yo de ti me despido, no sin antes decirte, que fuiste en un ayer alguien en mi triste y solitaria existencia. Querida vida, solo deseo que sepas, que no debes hacer caso de los rumores, solo quería dormir, dormir estando despierto, para no ver la realidad. Me imaginaba mientras existía, que no caería en lo más bajo, en el lodo, en el fango de la pobreza y que lo perdería todo, hasta tu propio respeto, por eso sé que me despido. Me voy hasta no volver nunca más, al menos así. Ya sé que todo puede ser un sueño, pero dejo esta misiva para que todo aquel que la lea, sepa que no hay peor camino que aquel que uno no quiere ver. Ciego, pero no estúpido he sido yo, a la larga me he dado cuenta de lo que valgo y por eso, termino con no seguir caminando. Yo quería ser y no me han dejado, yo quería amar y tampoco he sido querido, no sé porque entonces seguir, no sé porque continuar trazando una ese en mi andar, cuando es más fácil apartarse, que ser vapuleado y humillado.”

Como un fantasma en la Oscuridad eterna, ve con su propia luz, que nadie le acompaña en el tránsito, en su viaje hasta el otro lado. Pero se siente feliz de dejar aquel que ha sido toda una pesadilla para él. Pedro, “Pedrito” para todos los que se hacían pasar por sus amigos, ve ahora que nada era cierto, que la compañía solo era grata cuando era acompañada por los tristes vicios de la vida.

Todo es pasajero o forma parte del pasaje, como en una maleta echada a la ya anciana espalda, vamos queriendo soportar piedras en el camino, mientras el suelo se hace cada vez más empedrado y el calzado más desgastado. Todo, hasta que al final llega el momento. No hay que esperar a la muerte para darse cuenta del error y salir adelante. Se abre ante él, una cortina opaca o mejor dicho el telón de su actuación, de su función en su vida, aunque esta parezca tardía.

Todo no se sabe porque es, todo no se acierta a dar en el centro de lo que es la diana del camino veloz de la carrera de la vida. Como sale un tallo de una flor, nacemos y todo con lo que se nos riega nos hace meya y nos hace tirar para arriba o tímidamente nos hace girar hacia otro lado. No todos están libres. Pedro, “Pedrito” no es libre. Una infancia marcada y una juventud alterada, le hizo sucumbir en los lamentos de todo aquello que le hubiera gustado haber no probado ni siquiera.

Nadie es libre hasta que es uno, hasta que se nota único en su especie, hasta que sabe que nadie, absolutamente nadie es como uno mismo. Eso es lo que nos hace felices, porque nos notamos diferentes y eso nos alegra, al ver que no seguimos al redil. Le da lo mismo ser pobre o estar en la mismísima miseria, ahora sabe la realidad. El estómago se le retuerce y la garganta se le seca, todo debido a lo que es.

Todo no acaba ahí, una pareja de policías locales se le acercan y le aconsejan y él no quiere, solo acaba diciendo una frase mientras se alejan.
      
                  -    Señores. Antes estaba ciego y ahora veo, gracias por darme este despertar.



martes, 23 de abril de 2019


                                               El baño en discordia

Alguien dijo, no robarás, alguien dijo, no harás falso testimonio, pero no es el primero ni el último que lo hace. No se echa para atrás y sigue adelante, con unos tragos más de la cuenta y con una deuda más alta, no sabe si el trasnochar le hace feliz. Entre dos mundos se encuentra y como de lamento en lamento, va de un lado para el otro. Son las siete de la mañana y es hora de recogerse. Hoy no es día de trabajo, podrá descansar todo lo bebido y trasnochado.

Orina al llegar a casa, pero no todo es como debe de ser, ya que hay sangre en aquello que cae. Se queda divagando mientras se retuerce de dolor, no tiene nada ni nadie le puede guiar, él mismo ha ido caminando poco a poco hacia el abismo. No quiere pensar en ello, solo tiene cuarenta años y se ve nadando en medio de la pena. Pescador desde que era un adolescente, su vida ha sido el mar, los bares del puerto han sido su rutina y también su ruina. Se deja caer en el colchón dispuesto a pasar la mañana, hasta que sea la hora de volver al trago. No tiene prisa, por una vez no tiene que salir a pescar, la barca está en el embarcadero y allí estará hasta que sea la hora de pasar la noche, pescado a pescado. Es tal la borrachera, que en sus sueños se le cuelan según que voces.
      
                 - Desde las profundidades del Mal, te hablo. Yo soy todo lo que tú quieres ser, solo tú tienes ese poder. ¡Háblame!

Se retuerce como una serpiente, vuela como una mosca traicionera, se introduce, se cuela dentro del oído derecho y aleteando, le dice, le comenta.
       
                   -  Sube a la superficie, camina entre aquello que los demás no lo pueden hacer. Soy tu príncipe, soy tu amo, pero también soy tu consejero.

Asustado se despierta, abre las ventanas de par en par, abre hasta la puerta que da a la calle y le invita, le sugiere, le ordena que se vaya.
       
                    -  Tú que dices ser mi consejero, te mando, te ordeno que te marches. No necesito, no albergo dentro de mí ningún odio ni rencor, con que ¡vete!

La serpiente, antes mosca, se cuela, se introduce dentro de sus ojos, para que estos vean la verdadera verdad, que color tiene lo que es cierto y oscuro. Aclarado el tema, se ve en una encrucijada, hacer caso omiso o realmente seguir al príncipe de las Tinieblas.
     
                                         -    ¡Ay!, que será de mí. Una vida solitaria y de desconsuelo, no quiero eso, ¿qué me ofreces a cambio de mi lealtad?
      
                  -   ¡Qué te ofrezco!, te parece poco el abrirte los ojos y la mente, demostrarte lo que es verdaderamente el Ser Humano.

Como el que entra en el momento más inoportuno y para solo hacer cizaña, habla fuerte, tan fuerte que rompe la dulce melodía de la Oscuridad.
       
                    -    ¡Hola!, yo soy la calma, eso que tanto deseas, ¿de dónde vengo? Vengo desde el otro lado, del lado opuesto a la Oscuridad. Yo soy lo que tú anhelas, aunque no lo sepas. Hay un viaje hacia las estrellas, esas sí, las que alumbran la noche oscura. Cuando el cielo está raso y no hay ninguna nube de discordia que empañe la maravilla del Universo.
       
                       -    Coge la barca y adéntrate dentro del océano, que te voy a explicar, te voy a enseñar para que aprendas lo que es realmente la vida.

Ezequiel, que es como se llama nuestro personaje, se dirige al embarcadero, con los ojos empañados en lágrimas, en lágrimas de estupor y de sorpresa. Porque todavía no sabe cuál va a ser su próximo destino y si este va a ser el de su propia muerte. Llega al embarcadero y subiéndose a la barca, suelta la cuerda del amarre. No hay viento, es más, ni falta le hace, ya que no lleva vela ni tela que se le parezca. Empieza a remar y no se ha alejado mucho del embarcadero, cuando le viene al recuerdo los abrazos de su madre. Rema y rema cada vez más fuerte y con más ganas, pero no por ello se aleja de tierra firme. Las olas de todo aquello que fueron errores le lleva de nuevo al comienzo.

Empieza a imaginarse historias, cuando nota que el agua empieza a subir, a entrar en la embarcación. No hay peces, estos se alejan, no quieren amistad con él. No se fían, ladrón, embustero y mal amigo, son sus posesiones. Pero sueña, sigue soñando que salga el Sol entre las nubes de la incertidumbre, ese que tanto tiempo hace que no ve. Solo le pide, solo le ruega, que quiere cambiar, que quiere ser otra clase de persona. Que ha aprendido la lección y solo quiere ser quien quiere ser. Que remará hasta llegar al horizonte y después, solo después se arrojará al agua del mar y que sea lo que el  destino quiera.
    
                                 -     No era yo, era mi gente, era mi entorno, lo que me había vuelto un Ser patético y despreciable, era todo lo que me provocaba ser como era. Si existe algo o alguien al otro lado, después, no le pido perdón ni clemencia. Solo le pido una oportunidad, eso de que se nos priva en la realidad. Yo solo deseo eso y remaré  y remaré, hasta que se me agoten las fuerzas y quede extenuado de tal forma, de que sea por culpa del Sol o del agua del mar, que me reúna con aquel que me llama o me habla.

No sé quién será, no sé si existe la maldad o el aquello que todos nosotros llamamos el bien.
    
                           -      ¿Qué es el bien, qué es el mal?, por todos los mares, yo no lo sé y si alguna sirena quisiera llamarme, no le diría que no. Yo sigo remando, yo sigo mirando para lo que creo que es el Norte, aunque creo que me he vuelto loco y creo que ya lo he perdido y no sé qué dirección tomar y aquello que veo al final, es el horizonte. Tú que eres el Centinela de las profundidades del Mal, no olvides que ningún lugar oscuro, las llaves que mantienen encerradas las Sombras del infortunio y que se regocijan con el daño ajeno, son de olvidar. Disfruta, entra en mí si es lo que deseas y dime, dime lo que tengas que decir.
      
                      -   Yo solo soy un guardián, yo solo sé lo que sé y eso, eso es que tú, sí tú, serás una Sombra. Por mucho que remes, por mucho que te esfuerces en remar, nunca verás ya puerto en el que te acojan con los brazos abiertos. Quedarás en el mar, sin dirección, a la deriva, como si fueses directo a lo que muchos llaman el limbo. Eso sí, eso que lo llaman algunos y que yo me siento apenado.
     
                                                   -    Ya no te acuerdas de cuando querías robar o le mentías a tu madre, a tu propia madre. Eso, eso son faltas muy graves y es que el verdadero infierno es el lamento eterno y la soledad completa. Nadie te dará un abrazo verdadero y sobre todo nadie te dará un beso de bienvenida.

Tiene sudores, pero no por el calor, sino por la falta de alcohol, ya sea cerveza, whisky o bourbon. Lo necesita y su cerebro se lo reclama.
       
                                -   Me gustaría estar en una plantación o tener un poco de hierba, solo para poder olvidar por un rato, todo aquello que me dices.
       
                               -    Podemos jugarlo a la carta más alta, pero no te aseguro de que yo, el Centinela, no sea tramposo y quiera tu alma atormentar por toda una eternidad.
       
                            -   No soy estúpido, no soy un necio y no me creo que tengas ya mi alma. Si fuese así no me ofrecerías la oportunidad de jugármela, vete y déjame en paz.

Es un hombre solitario, un alma ya errante y atormentada. Vive y sobrevive como puede, no pide limosna alguna, pero su sueldo como pescador no le llega a fin de mes. Ahorcado se ve, pero no de manera literal. Siempre con una actitud positiva, consigue siempre estirar todo lo que puede y volver al ruedo, al ruedo del juego de la vida. No lleva whisky en la barca, no le acompaña ni una sola triste gota de alcohol. Todo es agua, agua salada, todo lo que le rodea son los embates de un mar bravío, que quiere enseñarle como es llevarle la contraria a todo aquello que se llama Mundo.
       
                              -       Agárrate fuerte, agárrate como yo lo hago a los remos de mi pequeña barca. Todo es relativo, todo depende desde donde vengan los vientos, así serán los destinos de cualquier hombre.
     
                                                  -            Hay aires de paz, los hay de guerra, al igual que de odio y de venganza. Por esos últimos, yo, como Centinela te encerraré en lo más oscuro. Mucho me deberías demostrar, que yo pudiera valorar.

Vuelve a salir el Sol, despejando las nubes, es media tarde ya, pero es engañoso. ¡Porqué!, aunque el mar esté ahora en calma, no sabe cómo calmar la suya. Sediento y hambriento, sigue dentro de la barca.
     
                                              -         No me vas a convencer haciéndome sufrir, pero sí te rogaría que me dieras un poco de agua, que llueva de verdad un poco, si es cierto que eres compasivo, claro.

Le gustaría tener el poder de cambiar el mundo, si supiera hablar al público, a la humanidad  entera, lo haría. Si supiese escribir lo divulgaría, para que todas las personas tuvieran acceso a la verdadera verdad.
     
                                                  -            Dime que es el saber, triste es la energía que nos envuelve, solo su rebeldía le hace emerger de las profundidades del Universo, que no es otro que el mar de Tinieblas en el que se ve envuelto. La solución no es el Sol, el astro Rey, la claridad no es la luz, ya que esta nos ciega y nos hace seguir para delante por alguna razón.

Ezequiel sigue remando, ya no sabe si ha sido en sueños, ya que se siente empapado en sus partes más íntimas. No sabe si solo ha sido un toque de atención y como en un susurro le han dado un consejo y se despierta, todo ha sido un sueño o al menos un viaje a lo desconocido, como la vida misma. Esa que nos hace repetir cada día el mismo gesto sin darnos cuenta, y es qué encima somos felices y estamos contentos, como si fuésemos títeres a la orden de algún amo.

Entra en estado de embriaguez solar, tanto es, que se desmaya y la barca va a la deriva. Tanto es,   qué sin darse cuenta muere su cuerpo. Pero queda atrapado dentro de él. Intentando gritar, pero no puede, intenta llorar, pero sus ojos ya no le responden. Todo aquello es de desmerecer, ya que no hay peor ataúd que aquel que es nuestro propio cuerpo inerte.

Yo soy tu luz,
yo soy tu guía,
yo seré tu verdugo.
Calmaré tu sed con una promesa,
si tú me prometes que me bañaré,
me bañaré en tu felicidad y regocijo.
No desees venganza alguna,
nadie la merece,
ya que se muere uno por dentro.
Siéntate tranquilo,
mejor estírate en la barca,
panza arriba y deja que calme tu sed.



sábado, 13 de abril de 2019


                                               Su primera manzana

Lloro, lloro desconsoladamente al verle, ahí, inmóvil y sin dejar caer las hojas de manera suave. Solo la ventisca, solo el viento que surge de la soledad tardía de aquel que estaba acostumbrado al sonido de las aves, al posarse en sus ramas, hace que algunas se descuelguen. No como sus raíces, que no saben si existen los años de soledad, pero sí de quietud, de verse impotente, al no poder correr como un caballo desbocado. Todo es el riesgo, solo espera que entre temprano la primavera, para verse otra vez a lo grande. No le hace falta espejo donde mirarse, ya que no existe tal tan alto y tan ancho, en el que poder reflejar su imagen poderosa.

Es un árbol solitario, no tiene ni el más mínimo contacto con el resto de los pobladores de la sierra. No sabe qué hacer, para no caer en la tónica de muchos árboles como él, que son o talados o sacrificados en el fuego, por culpa de algún pirómano. Es este último el que más teme, ya que debido a la sequía todo está sin florecer y cualquier gesto involuntario o de alguien sin sentimientos sea la posibilidad de ser capaz de provocar las llamas en un lugar que es el pulmón de tan pintoresco lugar. Dicho y hecho, como puede ser. Y el quieto, no puede moverse, no puede hacer caminar sus raíces y emprender algún viaje a algún lugar o monte desconocido. Nubes de ceniza se avistan desde el Sur, nubes húmedas cargadas de lluvia se acercan por el Norte, como si fuese el preludio de una batalla de la propia naturaleza o en parte del propio Ser humano. Se queda solo, pero por una vez está contento, los goterones empiezan a caer y el revuelo y el torbellino hace que la tierra y las propias ramas queden empapadas, haciendo desaparecer el acoso del fuego, que queda en una pura anécdota.  Húmedo por el riego de la tormenta, pero herido por el rasguño de uno de los relámpagos, queda parte de su corteza. No sabe si le ha dado energía o quizás sea el shock del impacto. ¿Qué será mejor, ser mojado o ser herido por culpa de tener conciencia?, nadie sabe la respuesta, ¿o sí?, a saber, esa es la pregunta.
       
                        -   Me gustaría llegar con mis ramas a tocar las nubes, me encantaría llegar a quemarme con los rayos del Sol y sentir el calor y el olor a brasa. No le temo tanto, ya que me puedo regenerar, eso significa que tengo sentimientos, ¿o quizás no?, la cuestión es que no puedo. Soy alto y longevo, pero no llegaré jamás ni a moverme del sitio. ¿Quién me plantó, fue el viento o fue una manzana caída, que al pudrirse dejó escapar la semilla y esta brotó?

Mientras se aclara el día, intenta estirar las ramas, aunque esté solo y no escuche los pájaros revolotear a su lado, echa de menos los nidos y ver el nacimiento de los polluelos, los pajarillos que no paraban de piar, esperando que la madre les traiga su alimento. No llora, pero por su tronco lagrimean las gotas de la violenta tormenta caída. Ahora, callado solo piensa.

Todo sigue su cuso, todo sigue su camino, aunque no me mueva del lugar, seguro que sigo los pasos de mi padre. La madre naturaleza, hace lo que debe de hacer, pero por todos los años que llevo aquí, no he llegado a ver ni el más pequeño brote cerca de mí. Quizás el viento como digo, se ha llevado las semillas lejos, tan lejos que no alcanzo a verlas. Sueño y la esperanza no pierdo, en que hallan pequeños arbolillos en algún monte o sierra y no sea yo solo, solo y huérfano, en el que haga brotar siempre sobre la misma fecha, ricas manzanas y que sean recogidas por aquellos y aquellas que sean poseedoras de la libertad, de que sean dueñas de sí mismas y escarben un poquito en el saber y hagan germinar la semilla que hay dentro de cada una.

No sé los años que tengo ni sé cuántos soles han surgido o las veces que ha anochecido, haciendo surgir a la Luna burlona, que con su reflejo me alumbra las oscuras noches. Esta, está llena de calma, es un mes de abril normal, quizás un poco seco, pero ya lloverá como hoy. Hay muchos días y muchas tardes en las que hasta el cielo más raso y más claro, se tapan y se oscurece con nubes tan negras, que parece que va a ser el fin del mundo.

Hay el dicho de la manzana podrida, en el que solo una puede acabar con toda una docena. Yo me pregunto, si el culpable no será el gusano que entra y se apodera de todo su interior. Circula y circula, rodea y rodea a la manzana, hasta que esta parece que convence a las demás, pudriendo todo su Ser interior. Es difícil escapar a tal situación, si estás en el mismo cesto. Ya sea de papel, de mimbre o de plástico, el dichoso gusano entra de manera silenciosa y se apodera de todo aquello que es virgen y puro. Al igual entra en nuestros sueños y nos escarba entre las diferentes partes de nuestro cerebro. Que sería de este gusano si se convirtiera en mariposa y aletearan sus alas de colores, ¿sería diferente? Ha necesitado de una manzana para llegar a volar alto, y ahora la abandona sin mirar atrás. No llega a tener ni siquiera el más sentido de compasión, creo que solo llega a sentir el  desprecio, ya que esta pudre a todas las que rodea o mantiene contacto.

Escuchando mi música en casa, llego incluso al aislamiento, para no ser intoxicado por ninguna manzana o ningún gusano, da igual quien y como sea, me aíslo. Necesito de mi paz interior, de ese trozo de manzana virgen  y puro, que todos, ya hayan pasado años, todos tenemos dentro.
     
                               -             ¡Hey tú!, ¿qué te crees que eres y quien eres, para considerarte tan importante que no podamos acercarnos? ¡Hey tú!, no seas con tanta soberbia, que también puede convertirse en gusano. No creas que estás libre, solo sé que tienes miedo, que no quieres enfrentarte y aprender a decir que “no”. Todo es relativo, todo es aquello que te rodea, la manzana más brillante, puede tener un gusano dentro esperando emerger del interior.

Cabizbajo me quedo, ¿tendré yo un gusano dentro de mi Ser, será posible que este circule por mi cerebro, machacando mis neuronas? No lo sé, solo sé que me habla mi propio “yo”, ese que se hace llamar “conciencia”. El tiempo pasa y me hago cada vez más mayor, los reflejos no son los mismo, aunque los pensamientos y las reflexiones van ganando la batalla, al final será la vejez la que me apagará y desapareceré de este mundo. Un mundo que no tiene el cielo ganado, ni siquiera el oscuro y helado infierno, es de merecer para muchas personas.
     
                                    -          ¡Oye tú!, esa misma que me acompaña desde mi nacimiento. ¿Cómo es posible de que, rozando la cuarentena, me vengan tantos pensamientos? Yo no soy de merecer el cielo, yo no soy de merecer el infierno, es más, no sé si existen como tales.

En mis lejanos pensamientos y en mis cercanas reflexiones, veo a flashes mi vida pasar, y como aquel que fuera cierto niño me dirijo al manzano o mejor el me responde…
   
                                 -            Yo soy como un árbol, pero uno de esos a los que le han llovido mucho, incluso alguna que otra granizada. Es posible de que sea un manzano, no lo sé, nunca me han puesto nombre ni he pensado en ello. Aunque soy dar más que recibir, ya que dichas manzanas surgen de mis ramas y caen algunas al suelo. Esas mismas que caen, reciben tal golpe, que ya no son de provecho y surgen en ella, dichos gusanos, apoderándose de todo su interior. No nos damos cuenta y los golpes o nos hacen madurar o nos hacen sucumbir.

La conciencia no se tranquiliza y el Sol se cubre con las nubes negras de la inquietud y del ocaso negro. Graniza queda, cae una fuerte tormenta y un rayo roza la corteza del árbol, pero este no se preocupa y sigue sonriendo, sobre todo cuando el Sol sale de nuevo y hace desaparecer las nubes negras.
     
                         -             Mira el Arco iris, disfruta de su vista. Son lágrimas del cielo al mezclarse con la luz del Sol.

Empapada queda su corteza, que absorbe todo el saber de la lluvia anticipada de primavera, haciendo sonreír al manzano.
      
                  -         Ya lo hago, pero sigo aquí, inmóvil. He echado raíces en un lugar que no sé si es el acertado, pero he aguantado mayores chaparrones y me he arraigado fuertemente al suelo. Nadie podrá moverme de aquí ya, solo un ejército de taladores con sierras mecánicas serían capaces de moverme o matarme. Aguantaré por los años de los años y seguiré echando manzanas al viento. Quién desee comer una de ellas, solo tendrá que hacerse con una escalera y alargar el brazo. Son sabrosas y de buen gusto y paladar, solo destinada para aquellos que verdaderamente valientes. Ya que aquellos que son cobardes, esperan que caigan al suelo, golpeándose en la tierra y con la posibilidad de que entre en ellas el maldito gusano.

“Gusanos”, todo es relativo. Todo puede entrarte por un oído o por la nariz cualquier noche mientras duermas. A lo mejor suena demasiado directo, pero es cierto. Sería llegar a la locura e incluso a la muerte. Pero quizás lo más importante es tener buenas raíces y que están se agarren en tierra firme y próspera, para ver las manzanas, que es el fruto de tanto esfuerzo, brotar de las ramas. Se acerca mayo y con ello, el calor empieza por fin a suavizar el ambiente. ¡Qué bonito todo fresco y húmedo!, la lluvia deja paso a la claridad y al bienestar de encontrarse en una sierra o en un monte de algún lugar del mundo.
       
                -        ¡Qué veo!, un niño con un libro. Seguro que es un soñador, muchos de los que leen son soñadores. Seguro que sueña con que va a ser de mayor. ¡Qué alegría!, se ha sentado a mi vera, apoyando su espalda en mi tronco, ser resguarda de los rayos del Sol. Me fijo, ¿que está leyendo?, la curiosidad me invade. Es un libro, un pequeño libro del que no consigo ver su título, pero debe de estar bien, porque se le nota una sonrisa, hasta una ligera carcajada.
     Pasa el rato y ahí sigue, leyendo. Como si no hubieran existido grandes tecnologías, él sigue con su pequeño libro de papel, dudo de que lleve hasta un teléfono de esos que son de moda hoy en día. Solo veo que sueña, y es tal mi estado que se me cae una de mis manzanas. Me asusto, pero cuál es mi sorpresa, al ver que el niño, la limpia con su camiseta y le pega un mordisco. Acaba por comérsela entera y después, ¡que veo!, escarba al lado de una de mis raíces. Que alegre estoy, con un poco de suerte veré germinar algo mío.
    Empieza a esconderse el Sol y el pequeño muchacho se va. Yo me quedo con mi ilusión, pero harán falta meses, para ver si es de veras algo lo que surge.
    Pasan unos meses, unos meses en los que el calor aprieta, ha llegado por fin el verano y con ello mi gran temor. Espero, solo deseo de que vuelva a llover y se humedezca todo, así surgirá todo lo bonito y quedará escondido todo aquello que tememos o simplemente no deseamos. El niño no ha vuelto a venir, se habrá echado un compañero de juegos o quizás y solo quizás, tenga una medio novia por ahí. Observo, mientras le doy sombra, que escribe como se debe de hacer, a modo de siempre, con lápiz y papel.
     
     “Yo a ti te escribo, te dejo esta nota. Laura, yo a ti te busco, Laura yo a ti te quiero, solo deseo unos dulces besos de tu parte. Solo quiero ser correspondido y que con esta nota te llegaré al corazón y podré demostrarte de que soy merecedor de todo tu amor y cariño”.
    
     Son solo cuatro frases, pero cuánto se dice en ellas, no espera mucho y metiéndola en un sobre, lo cierra y se lo guarda en el bolsillo derecho del pantalón. Se levanta y sale corriendo, veo, porque veo más allá del horizonte, una chica pelirroja con pecas en las mejillas a la que le entrega el mensaje. No antes sin despedirse con un beso inocente en la cara de la muchacha. Ella espera que se aleje y cuando se va, abre la carta y al leer su contenido, sonríe. Ella no lo sabe, pero él la ve y salta de alegría al ver que gustado las cuatro frases. No espera o sí, quién sabe. Se va para el árbol y cogiendo una pequeña rama del suelo empieza a escribir el nombre de la chica en la tierra.
     
     Que será lo que hace verdaderamente a un niño, transformarse en un hombre, que será lo que será, si no es el deseo y el amor hacia la mujer de sus sueños. Este niño o mejor dicho, un muchacho entrado ya en la pubertad, desea abrazar y soñar despierto, volar junto a ella y alcanzar las nubes. Sí, esas mismas que yo, al ser un simple árbol no puedo. Yo le empujaré, le ayudaré a conseguirlo.
    Espera y espera, pasan las horas sentados en a la sombra del manzano, cuando Laura se acerca y le devuelve el sobre, no antes sin guiñarle un ojo. Sonríe y ella le alcanza la mano, él le dice que se siente a su lado y ver como se aleja el Sol, prometiéndole que la acercará a casa.
   Que contento estoy, soy testigo de los primeros amores de una buena juventud, hago caer dos manzanas, una para cada uno. Ella a lo primero no quiere, pero él la convence y disfrutan del sabor de estas. Son ciertas horas, cuando se marchan. Son manzanas sin gusanos ni nada podrido está en ellas, solo el sabor de un primer amor se trasluce y se saborea en estas. Mientras, yo veo sorprendido, que sobresale un tallo de la tierra, es mío, es mi hijo, es algo que ha surgido desde mis entrañas y gracias al niño, ahora tiene vida. Le debo tanto…  En fin, ha pasado el tiempo y quien o que será de aquel muchacho que empezó a escribir y a leer y así consiguió el amor de la primera chica. Seguro que sigue leyendo y sigue escribiendo, es de la vieja escuela, no veo que le atraiga mucho lo moderno ni el consumismo de hoy en día.





domingo, 7 de abril de 2019


                                                                        6969

¿Buscas cariño y afecto o solo un poco de compañía?, ¿quieres dinero para poder mantenerte o lo quieres por decir que eres rico? El poder, el gran poder está reñido con todo ello, aunque parezca mentira no se pueden tener las dos cosas, porque simplemente sería de sospechar que alguna es por interés. No hay nada más rico que el poder decir “un te quiero” sincero y poder tener suficiente dinero como para invitar a un café a una pareja o a un amigo. Y es que nada puede ser más real que la mentira más cuidadosamente elaborada y la más ciega, la verdad menos sincera.

Adrián, pasea tranquilo por una de las avenidas de la Gran Ciudad, es de noche, son las nueve para ser más concretos y las luces de las farolas alumbran las calles. Estas, están repletas de gente a la que hay que esquivar, sobre todo a todo aquel que va en su dirección contraria.

“Café bar”, ha llegado a su primera parada, es la hora de sentarse en la terraza. Está repleta y por suerte queda una mesa con tres sillas libres, sonríe y toma asiento. “Un whisky con hielo”, es lo que pide para antes de la cena, nada más. Eso sí, un buen cigarro con lo que acompañarlo, pasan no cinco ni diez, sino quince minutos cuando una dulce muchacha, de unos veinte años se le   acerca y pidiéndole un cigarrillo toma asiento al lado de él. De forma descarada le empieza a hablar, cosa que a él le perturba, ya que le pilla de forma inesperada. Guapa entre las guapas, jóvenes entre las jóvenes, le perturba una chica hermosa para un hombre maduro y soltero. Eso y solamente eso, le ofrece tal mujer, que como una presencia del otro mundo se le ha presentado y se ha sentado a su vera. Le habla, le conversa, él se bloquea, se calla y mueve la cabeza negando la situación, paga la      consumición. Todavía no se va, pero no tarda mucho, se queda cierto tiempo sentado, hasta que mirando su elegante reloj de gama alta, ve que este marca las diez, así que haciendo oídos sordos se levanta y se aleja, dejándola plantada y con la palabra en la boca. Solo piensa que tiene cuarenta años y no puede ser que una linda muchacha se le acerque de tal manera. “Qué carajo voy a hacer con una muchacha tan joven”, se dice así mismo, mientras va andando, sigue caminando y es al meterse las manos del bolsillo, nota al tacto que en el derecho le falta la cartera. Mira entonces al cielo esperando respuesta, pero esta no llega. Linda e inocente muchacha, no hay otra. Ya no puede tirar para atrás, está en una gran ciudad.

Solo le queda por suerte, el móvil y las llaves de casa, no se lo puede llegar a creer. Llamando a un número de cierta compañía bancaria, bloquea las tarjetas y viendo que todo sigue en orden. Solo ya se maldice, solo piensa en los carnets y demás documentos, sin olvidar los ciento treinta euros que llevaba en efectivo. Piensa en “como la encuentre otro día”, pero poco a poco va entrando en sí, respira, se tranquiliza y llega a su casa.

Quien es capaz de creerse en lo sucedido, ahora solo piensa en descansar y mañana ya levantarse con ánimos de ir a denunciarlo a la policía, todo en ello queda rendido en la cama. Sumido en un profundo sueño se eleva, se eleva y levita y piensa o cree hablar con alguien o algo diferente a él. Un Ser fuera de lo común, que en este mundo terrenal, no se sabe si tiene cabida.
       
                            -     Dime, amigo mío cuál es tu deseo. Yo te lo haré real y tú lo vivirás, a cambio solo te pido lealtad a todo aquello que vas a ir conociendo poco a poco. Yo te haré joven por una eternidad, yo te haré tan rico qué podrás nadar en el mar de la abundancia.

Balbuceando en sueños, habla y le pregunta…

          ¿Quién eres tú, quién tiene ese poder?

Escucha o cree escuchar una sonora carcajada y luego una respuesta…
      
                          -   El mismo que entra en tus sueños más profundos y te lee la mente, llegando a absorber toda tu alma. No serás mío, eso es solo un mito y una leyenda. Solo dependerás de ti mismo, así que sigue caminando y monta en un nuevo coche, un coche nuevo y bonito que lleve a lo más lejos del horizonte y te haga descubrir a tales bellas muchachas.

Abre los ojos y mira fijamente al techo, mira como en lo blanco, en lo más blanco y luminoso de ahí arriba, se abre un remolino, como si de un ciclón se tratase.
       
                           -     Dime que no te atrae la idea, como es posible que todavía no creas en ello. Yo soy tú y tú eres yo, ese, ese es el trato. No hay truco alguno, ni falsa mentira, todo lo que quieras se puede hacer real. Solo déjame entrar dentro de ti y compartir contigo, todo aquello que se me niega. Déjame ser tu mejor amigo y seremos algo más que hermanos, pero no primos, los primos en este plano no existen.

Estalla la luz, estallan las bombillas del techo y se hace la oscuridad más completa, pero ve, ve en lo oscuro del lugar. Todo se le revuelve, menos las tripas o no, solo sabe que va directo al lavabo y no deja de vomitar. No sabe si es el whisky con hielo o es el resplandor de aquello que cree haber visto con sus propios ojos.

Como un grito silencioso dentro de una agonía permanente, entra en trance y se ve dentro de una realidad ficticia o ¿es verdad lo que sucede?  Se sitúa en un lugar, en un tiempo y época muy diferente. No hay farolas con sus luces y las calles en vez de estar asfaltadas, son con un manto de adoquines. ¿Cuál es su verdadero sentido, es realmente lo que buscaba o es que la realidad es simplemente un sueño?, callejea y se adentra en lo más profundo de la Gran Ciudad, no encaja, no sabe en qué año está, pero le da apuro preguntar. Solo al ver una chica vestida con una ropa acorde a la época que se le acerca, se aventura y le pregunta. Esta se ríe y le pregunta, ¿de qué mundo vienes guapo? Se sonroja, pero espera la respuesta, ella viendo que se le pregunta en serio, se le retira diciéndole  que está en 1900, feliz año nuevo.

No cabe en su sorpresa, pero aún mayor es esta cuando mete las manos en los bolsillos y nota que es diferente el pantalón que lleva puesto. Ahora es él el que se pregunta, ¿dónde están mis         Jeans? Sigue caminando, sigue andando y no sabe a dónde ir, no sabe dónde vive y no lleva ni carnet ni móvil. Cuál ha sido su jugada con el diablo.

Pasadas unas horas se despierta, nota cuando va al baño algo diferente, no es por la erección matutina, es porque tiene los calzoncillos manchados y piensa y llega a creer, que todo es debido a un sueño erótico. Pero no se acuerda de nada, solo de los adoquines y la linda muchacha de principios del siglo veinte. No quiere darle más vueltas a la cabeza y una buena ducha es lo que se merece. Es un buen rato, y como si fuese flashes, le vienen a la memoria los ratos íntimos. “No me lo puedo creer, ¿ha sido real?”

Es por la mañana, entra el Sol por la ventana, como aquel que le dice “buenos días”, sus ojos rojos denotan la mala noche, encima para colmo dos nubes contadas cierran la claridad de aquel que le saluda y llueve, llueve a cántaros. Está mirando a través del vidrio, cuando entra el cartero en el portal, espera cinco minutos y baja las escaleras hasta llegar a los buzones. Como un jarro de agua fría, recibe una carta, es la factura del gas. Llueve, llueve a cántaros y como un paño de agua caliente, ya en su casa, mira su cuenta bancaria. Todo es relativo y en su soledad más completa, solo hay lugar para el trabajo, el ocio lo tiene más que olvidado. Queda en un lejano recuerdo, los tiempos de algarabía y juerga, quedan atrás los tiempos de alternar y divertirse con aquellos que él pensaba que eran sus amigos.

Sentado en el coche escucha un poco de heavy metal, los altavoces de su viejo Seat retumban, haciendo vibrar hasta el salpicadero. Solo piensa si pudiera volver atrás y poder volver a tener los veinte…  Piensa, y si me hubiera encontrado con aquella bella muchacha, pero recapacita y se da cuenta que no está en edad para ir con jovencitas.

Calle abajo, se para en uno de los semáforos, se le cruzan por el paso de peatones y unas chicas lindas de unos veinticinco años, una de ella lo mira, se lo queda mirando fijamente y chupándose el dedo, le hace la señal del descaro. Se enfurece y ellas se ríen a carcajada limpia. Solo ha sido una broma, pero él se lo toma a pecho y sin pisar el embrague y sin meter marcha alguna, pisa el acelerador al mismo tiempo que toca el claxon. Ellas ahora se asustan y ahora es Adrián el que se ríe. Todo queda ahí, en una simple anécdota, el semáforo se pone en verde y sigue su camino, todo ello sin poder evitar en ser un cuarentón deseoso de una joven. Piensa en ello, pero no quiere pagar, es capaz de llegar a un trato con el mismísimo infierno. ¿Le aceptarían la propuesta?, todo es relativo, todo es querer llevar a cabo el propósito de su vida. Todo es lujuria, nada más que eso o ¿hay algo más?, a saber.

Como si fuese en un tren hacia el infierno, circula con su coche por las afueras de la Gran Ciudad, sin destino, pero en línea recta va. Solo piensa en mujeres, ni en alcohol ni en drogas, solo en sexo desenfrenado hasta altas horas de la noche. Hasta que el cuerpo le aguantase, no piensa en su edad carnal, piensa en su edad, en la de su interior y se siente, se siente como si le hubiesen concedido el deseo sin tener que pedirlo ni hacer ningún ritual. Es tal su ceguera imaginaria, que se cambia sin querer de carril y sin verlo hasta el final, un camión le arrolla, se estampa con él. Un camión cisterna, que solo tiene tiempo de frenar de tal forma que hace la tijera y se come literalmente el viejo Seat de Adrián

No ve ninguna luz, no ve nada, solo se ve situado a través del tiempo, no tiene ningún dolor ni ningún rasguño, solo el shock momentáneo de la actual situación. Que será de él, será todo cierto y no serán habladurías, quién sabe la verdadera verdad, todo ha sido la situación de altas horas de la noche o al menos es lo que parece. Solo espera despertar en algún momento y verse en su casa, en su cama solitaria en la que solo comparte consigo mismo.

Pero para lástima o alegría de Adrián, se ve hablando, se ve sentado en la mesa de una taberna con aquel que tiene mil nombres. Vino a vino, van charlando, van conversando. Ha sido un retroceso en el tiempo. Está nervioso, las piernas no paran quietas y los pies bailan claqué. Aquel que tiene enfrente le pide tranquilidad, que solo quiere hacerle cumplir aquel deseo que tuvo de jovencillo. Adrián, asustado todavía le pregunta, “¿cómo sabes eso de mí, de mi sueño casi adolescente?”,  a lo que el diablo le responde al mismo tiempo que entra en una sonora carcajada, “yo lo sé todo, sé todos tus sueños y deseos”. Intenta levantarse de la mesa, cuando de golpe, el diablo le coge de la mano y entre un susurro, le dice, le comenta, “ten mucho cuidado, a mí nadie me deja plantado, con que siéntate y hablemos claro”.

Un sudor frío le inunda el alma, al mismo tiempo que se le seca la garganta, vuelve a tomar asiento y bebiéndose un vaso de un trago, se dispone a escuchar a tan importante personaje.

“Yo soy tú y tú soy yo, ese es el trato, no hay nada más. Ni tienes que vender tu alma ni debes hacer ningún sacrificio, solo ser un hombre íntegro y demostrarme de lo que eres capaz. No, no tienes que matar ni vender ni comprar a nadie, solo ser tú y demostrarme que eres digno de mí. A partir de ahora no te hará falta trabajar, cada vez que metas las manos en los bolsillos, sacarás o billetes o monedas, que así sea según lo que compres. Andarás, caminarás despacio y harás que todo cambie, ya te avisaré cuando te necesite, de mientras vive. Solo eso, ahora ya te puedes levantar, aquí tienes la llave de tu nuevo piso. No comentes lo hablado ni a tu mejor amigo o podrás romper el lazo que nos une. Ahora marcha, que estos vasos de vino los pago yo”.

Levantándose, le estrecha la mano, anda cuatro pasos para adelante dirigiéndose a la puerta de la salida y mira para atrás, ya no hay nadie, solo los dos vasos y una botella de vino medio vacía. No puede creérselo todavía, pero lleno de curiosidad se dirige a su nuevo piso. Es en el centro de la ciudad y no tiene pérdida. Sube las escaleras, es un ático, pero sin ascensor. Gira la llave y abre la puerta, es tal su sorpresa que se queda como una estatua de sal. Todo es acorde a la época, pero así igualmente, lo ve lujoso, quizás demasiado para él.

Ve unos interruptores arcaicos en la pared, pero los gira y se encienden las bombillas, no son las mismas de su antigua casa, pero es así y todavía sonríe. No sabe, explora la vivienda, se dirige a la habitación, se dirige al baño y a la cocina. No sabe qué hora es, hasta que tocan las campanadas en una iglesia cercana. No tiene ducha, pero al menos se asea y mirándose al espejo nota que todo sigue igual, pero sus ojos, ¡ay!, sus ojos ya no son marrones sino verdes y tiene una buena mata de pelo con alguna cana. No sabe, no encaja todavía lo que ocurre, así que sin cenar, pero hambriento se va a la cama. No hay mayor despertador que el Sol que entre por la mañana y total, ya no tiene prisa. A todo ello se hace un montón de preguntas, pero se duerme esperando encontrar en ello sus respuestas.

Como si fuese acosado, ve a alguien en sueños, una luz muy potente, que le intenta convencer de que 
está cometiendo un grave error. Que nadie da nada por nada, que nadie ofrece lo que ofrece a cambio de nada. El corazón se le pone a ciento veinte por minuto, el sudor le vuelve a albergar. La luz se lo intenta llevar, Adrián se agarra firmemente a las sábanas y le dice, le comenta…

“Todo no es así, yo quiero vivir y me ofrece todo lo que he pedido, solo ha cambio debo de serle leal. Vosotros os alimentáis con nuestra energía y ellos solo no quieren estar solos. Márchate, por favor márchate”.

Aquel que vino, se marchó, pero se marchó sonriendo y sin mirar para atrás. No se da cuenta, hasta que al levantar por la mañana, se ve otra vez en su primera y hasta entonces, única casa y habitación. No entiende nada, solo se dirige al baño a donde ve todo en su sitio, como en los años que vivimos. Mira el móvil las noticias, se queda sorprendido, ve la foto de su coche hecho a trozos y a alguien, alguien que supuestamente le había robado el coche. No puede creérselo, hasta que al lavarse la cara y al secársela, ve el color de sus ojos. Son verdes y al lado del mueble del lavabo las llaves de un Audi. Corre, mira por la ventana y ahí está, todo nuevo. Ahora es él el que se ríe a carcajadas, y agarrando, apretando fuertemente la mano, sujeta la llave del coche. Prometiéndose no diciendo a nadie nada, a nadie, ni siquiera a su sombra.