Su primera manzana
Lloro, lloro
desconsoladamente al verle, ahí, inmóvil y sin dejar caer las hojas de manera
suave. Solo la ventisca, solo el viento que surge de la soledad tardía de aquel
que estaba acostumbrado al sonido de las aves, al posarse en sus ramas, hace
que algunas se descuelguen. No como sus raíces, que no saben si existen los años de
soledad, pero sí de quietud, de verse impotente, al no poder correr como un
caballo desbocado. Todo es el riesgo, solo espera que entre temprano la
primavera, para verse otra vez a lo grande. No le hace falta espejo donde
mirarse, ya que no existe tal tan alto y tan ancho, en el que poder reflejar su
imagen poderosa.
Es un árbol
solitario, no tiene ni el más mínimo contacto con el resto de los pobladores de
la sierra. No sabe qué hacer, para no caer en la tónica de muchos árboles como
él, que son o talados o sacrificados en el fuego, por culpa de algún pirómano.
Es este último el que más teme, ya que debido a la sequía todo está sin
florecer y cualquier gesto involuntario o de alguien sin sentimientos sea la
posibilidad de ser capaz de provocar las llamas en un lugar que es el pulmón de
tan pintoresco lugar. Dicho y hecho, como
puede ser. Y el quieto, no puede moverse, no puede hacer caminar sus raíces y
emprender algún viaje a algún lugar o monte desconocido. Nubes de ceniza se
avistan desde el Sur, nubes húmedas cargadas de lluvia se acercan por el Norte,
como si fuese el preludio de una batalla de la propia naturaleza o en parte del
propio Ser humano. Se queda solo, pero por una vez está contento, los goterones
empiezan a caer y el revuelo y el torbellino hace que la tierra y las propias
ramas queden empapadas, haciendo desaparecer el acoso del fuego, que queda en
una pura anécdota. Húmedo por el riego
de la tormenta, pero herido por el rasguño de uno de los relámpagos, queda
parte de su corteza. No sabe si le ha dado energía o quizás sea el shock del
impacto. ¿Qué será mejor, ser mojado o ser herido por culpa de tener
conciencia?, nadie sabe la respuesta, ¿o sí?, a saber, esa es la pregunta.
–
- Me gustaría llegar con mis ramas a
tocar las nubes, me encantaría llegar a quemarme con los rayos del Sol y sentir
el calor y el olor a brasa. No le temo tanto, ya que me puedo regenerar, eso
significa que tengo sentimientos, ¿o quizás no?, la cuestión es que no puedo.
Soy alto y longevo, pero no llegaré jamás ni a moverme del sitio. ¿Quién me
plantó, fue el viento o fue una manzana caída, que al pudrirse dejó escapar la
semilla y esta brotó?
Mientras se aclara
el día, intenta estirar las ramas, aunque esté solo y no escuche los pájaros
revolotear a su lado, echa de menos los nidos y ver el nacimiento de los
polluelos, los pajarillos que no paraban de piar, esperando que la madre les
traiga su alimento. No llora, pero por su tronco lagrimean las gotas de la
violenta tormenta caída. Ahora, callado solo piensa.
Todo sigue su cuso, todo sigue su camino, aunque no me
mueva del lugar, seguro que sigo los pasos de mi padre. La madre naturaleza,
hace lo que debe de hacer, pero por todos los años que llevo aquí, no he
llegado a ver ni el más pequeño brote cerca de mí. Quizás el viento como digo,
se ha llevado las semillas lejos, tan lejos que no alcanzo a verlas. Sueño y la
esperanza no pierdo, en que hallan pequeños arbolillos en algún monte o sierra
y no sea yo solo, solo y huérfano, en el que haga brotar siempre sobre la misma
fecha, ricas manzanas y que sean recogidas por aquellos y aquellas que sean
poseedoras de la libertad, de que sean dueñas de sí mismas y escarben un
poquito en el saber y hagan germinar la semilla que hay dentro de cada una.
No sé los años que tengo ni sé cuántos soles han surgido
o las veces que ha anochecido, haciendo surgir a la Luna burlona, que con su
reflejo me alumbra las oscuras noches. Esta, está llena de calma, es un mes de
abril normal, quizás un poco seco, pero ya lloverá como hoy. Hay muchos días y
muchas tardes en las que hasta el cielo más raso y más claro, se tapan y se
oscurece con nubes tan negras, que parece que va a ser el fin del mundo.
Hay el dicho de la
manzana podrida, en el que solo una puede acabar con toda una docena. Yo me
pregunto, si el culpable no será el gusano que entra y se apodera de todo su
interior. Circula y circula, rodea y rodea a la manzana, hasta que esta parece
que convence a las demás, pudriendo todo su Ser interior. Es difícil escapar a
tal situación, si estás en el mismo cesto. Ya sea de papel, de mimbre o de
plástico, el dichoso gusano entra de manera silenciosa y se apodera de todo
aquello que es virgen y puro. Al igual entra en nuestros sueños y nos escarba
entre las diferentes partes de nuestro cerebro. Que sería de este
gusano si se convirtiera en mariposa y aletearan sus alas de colores, ¿sería
diferente? Ha necesitado de una manzana para llegar a volar alto, y ahora la
abandona sin mirar atrás. No llega a tener ni siquiera el más sentido de compasión,
creo que solo llega a sentir el desprecio, ya que esta pudre a todas las que
rodea o mantiene contacto.
Escuchando mi
música en casa, llego incluso al aislamiento, para no ser intoxicado por ninguna
manzana o ningún gusano, da igual quien y como sea, me aíslo. Necesito de mi
paz interior, de ese trozo de manzana virgen
y puro, que todos, ya hayan pasado años, todos tenemos dentro.
–
- ¡Hey tú!, ¿qué te crees que eres y
quien eres, para considerarte tan importante que no podamos acercarnos? ¡Hey
tú!, no seas con tanta soberbia, que también puede convertirse en gusano. No
creas que estás libre, solo sé que tienes miedo, que no quieres enfrentarte y
aprender a decir que “no”. Todo es relativo, todo es aquello que te rodea, la
manzana más brillante, puede tener un gusano dentro esperando emerger del
interior.
Cabizbajo me quedo,
¿tendré yo un gusano dentro de mi Ser, será posible que este circule por mi
cerebro, machacando mis neuronas? No lo sé, solo sé que me habla mi propio
“yo”, ese que se hace llamar “conciencia”. El tiempo pasa y me hago cada vez
más mayor, los reflejos no son los mismo, aunque los pensamientos y las
reflexiones van ganando la batalla, al final será la vejez la que me apagará y
desapareceré de este mundo. Un mundo que no tiene el cielo ganado, ni siquiera
el oscuro y helado infierno, es de merecer para muchas personas.
–
- ¡Oye tú!, esa misma que me
acompaña desde mi nacimiento. ¿Cómo es posible de que, rozando la cuarentena,
me vengan tantos pensamientos? Yo no soy de merecer el cielo, yo no soy de
merecer el infierno, es más, no sé si existen como tales.
En mis lejanos
pensamientos y en mis cercanas reflexiones, veo a flashes mi vida pasar, y como
aquel que fuera cierto niño me dirijo al manzano o mejor el me responde…
–
- Yo soy como un árbol, pero uno de
esos a los que le han llovido mucho, incluso alguna que otra granizada. Es
posible de que sea un manzano, no lo sé, nunca me han puesto nombre ni he
pensado en ello. Aunque soy dar más que recibir, ya que dichas manzanas surgen
de mis ramas y caen algunas al suelo. Esas mismas que caen, reciben tal golpe,
que ya no son de provecho y surgen en ella, dichos gusanos, apoderándose de
todo su interior. No nos damos cuenta y los golpes o nos hacen madurar o nos
hacen sucumbir.
La conciencia no se
tranquiliza y el Sol se cubre con las nubes negras de la inquietud y del ocaso
negro. Graniza queda, cae una fuerte tormenta y un rayo roza la corteza del
árbol, pero este no se preocupa y sigue sonriendo, sobre todo cuando el Sol
sale de nuevo y hace desaparecer las nubes negras.
–
- Mira el Arco iris, disfruta de su
vista. Son lágrimas del cielo al mezclarse con la luz del Sol.
Empapada queda su
corteza, que absorbe todo el saber de la lluvia anticipada de primavera,
haciendo sonreír al manzano.
–
- Ya lo hago, pero sigo aquí,
inmóvil. He echado raíces en un lugar que no sé si es el acertado, pero he
aguantado mayores chaparrones y me he arraigado fuertemente al suelo. Nadie
podrá moverme de aquí ya, solo un ejército de taladores con sierras mecánicas
serían capaces de moverme o matarme. Aguantaré por los años de los años y
seguiré echando manzanas al viento. Quién desee comer una de ellas, solo tendrá
que hacerse con una escalera y alargar el brazo. Son sabrosas y de buen gusto y
paladar, solo destinada para aquellos que verdaderamente valientes. Ya que
aquellos que son cobardes, esperan que caigan al suelo, golpeándose en la
tierra y con la posibilidad de que entre en ellas el maldito gusano.
“Gusanos”, todo es relativo. Todo puede entrarte por un
oído o por la nariz cualquier noche mientras duermas. A lo mejor suena
demasiado directo, pero es cierto. Sería llegar a la locura e incluso a la
muerte. Pero quizás lo más importante es tener buenas raíces y que están se
agarren en tierra firme y próspera, para ver las manzanas, que es el fruto de
tanto esfuerzo, brotar de las ramas. Se acerca mayo y con ello, el calor
empieza por fin a suavizar el ambiente. ¡Qué bonito todo fresco y húmedo!, la
lluvia deja paso a la claridad y al bienestar de encontrarse en una sierra o en
un monte de algún lugar del mundo.
–
- ¡Qué veo!, un niño con un libro.
Seguro que es un soñador, muchos de los que leen son soñadores. Seguro que
sueña con que va a ser de mayor. ¡Qué alegría!, se ha sentado a mi vera,
apoyando su espalda en mi tronco, ser resguarda de los rayos del Sol. Me fijo,
¿que está leyendo?, la curiosidad me invade. Es un libro, un pequeño libro del
que no consigo ver su título, pero debe de estar bien, porque se le nota una
sonrisa, hasta una ligera carcajada.
Pasa el rato y ahí sigue,
leyendo. Como si no hubieran existido grandes tecnologías, él sigue con su
pequeño libro de papel, dudo de que lleve hasta un teléfono de esos que son de
moda hoy en día. Solo veo que sueña, y es tal mi estado que se me cae una de
mis manzanas. Me asusto, pero cuál es mi sorpresa, al ver que el niño, la
limpia con su camiseta y le pega un mordisco. Acaba por comérsela entera y
después, ¡que veo!, escarba al lado de una de mis raíces. Que alegre estoy, con
un poco de suerte veré germinar algo mío.
Empieza a esconderse el Sol y
el pequeño muchacho se va. Yo me quedo con mi ilusión, pero harán falta meses,
para ver si es de veras algo lo que surge.
Pasan unos meses, unos meses
en los que el calor aprieta, ha llegado por fin el verano y con ello mi gran
temor. Espero, solo deseo de que vuelva a llover y se humedezca todo, así surgirá
todo lo bonito y quedará escondido todo aquello que tememos o simplemente no
deseamos. El niño no ha vuelto a venir, se habrá echado un compañero de juegos
o quizás y solo quizás, tenga una medio novia por ahí. Observo, mientras le doy
sombra, que escribe como se debe de hacer, a modo de siempre, con lápiz y
papel.
“Yo
a ti te escribo, te dejo esta nota. Laura, yo a ti te busco, Laura yo a ti te
quiero, solo deseo unos dulces besos de tu parte. Solo quiero ser correspondido
y que con esta nota te llegaré al corazón y podré demostrarte de que soy
merecedor de todo tu amor y cariño”.
Son
solo cuatro frases, pero cuánto se dice en ellas, no espera mucho y metiéndola
en un sobre, lo cierra y se lo guarda en el bolsillo derecho del pantalón. Se
levanta y sale corriendo, veo, porque veo más allá del horizonte, una chica pelirroja
con pecas en las mejillas a la que le entrega el mensaje. No antes sin
despedirse con un beso inocente en la cara de la muchacha. Ella espera que se
aleje y cuando se va, abre la carta y al leer su contenido, sonríe. Ella no lo
sabe, pero él la ve y salta de alegría al ver que gustado las cuatro frases. No
espera o sí, quién sabe. Se va para el árbol y cogiendo una pequeña rama del
suelo empieza a escribir el nombre de la chica en la tierra.
Que
será lo que hace verdaderamente a un niño, transformarse en un hombre, que será
lo que será, si no es el deseo y el amor hacia la mujer de sus sueños. Este
niño o mejor dicho, un muchacho entrado ya en la pubertad, desea abrazar y
soñar despierto, volar junto a ella y alcanzar las nubes. Sí, esas mismas que
yo, al ser un simple árbol no puedo. Yo le empujaré, le ayudaré a conseguirlo.
Espera
y espera, pasan las horas sentados en a la sombra del manzano, cuando Laura se
acerca y le devuelve el sobre, no antes sin guiñarle un ojo. Sonríe y ella le
alcanza la mano, él le dice que se siente a su lado y ver como se aleja el Sol,
prometiéndole que la acercará a casa.
Que contento estoy, soy
testigo de los primeros amores de una buena juventud, hago caer dos manzanas,
una para cada uno. Ella a lo primero no quiere, pero él la convence y disfrutan
del sabor de estas. Son ciertas horas, cuando se marchan. Son manzanas sin
gusanos ni nada podrido está en ellas, solo el sabor de un primer amor se
trasluce y se saborea en estas. Mientras, yo veo sorprendido, que sobresale un
tallo de la tierra, es mío, es mi hijo, es algo que ha surgido desde mis
entrañas y gracias al niño, ahora tiene vida. Le debo tanto… En fin, ha pasado el tiempo y quien o que
será de aquel muchacho que empezó a escribir y a leer y así consiguió el amor
de la primera chica. Seguro que sigue leyendo y sigue escribiendo, es de la
vieja escuela, no veo que le atraiga mucho lo moderno ni el consumismo de hoy
en día.
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