sábado, 13 de abril de 2019


                                               Su primera manzana

Lloro, lloro desconsoladamente al verle, ahí, inmóvil y sin dejar caer las hojas de manera suave. Solo la ventisca, solo el viento que surge de la soledad tardía de aquel que estaba acostumbrado al sonido de las aves, al posarse en sus ramas, hace que algunas se descuelguen. No como sus raíces, que no saben si existen los años de soledad, pero sí de quietud, de verse impotente, al no poder correr como un caballo desbocado. Todo es el riesgo, solo espera que entre temprano la primavera, para verse otra vez a lo grande. No le hace falta espejo donde mirarse, ya que no existe tal tan alto y tan ancho, en el que poder reflejar su imagen poderosa.

Es un árbol solitario, no tiene ni el más mínimo contacto con el resto de los pobladores de la sierra. No sabe qué hacer, para no caer en la tónica de muchos árboles como él, que son o talados o sacrificados en el fuego, por culpa de algún pirómano. Es este último el que más teme, ya que debido a la sequía todo está sin florecer y cualquier gesto involuntario o de alguien sin sentimientos sea la posibilidad de ser capaz de provocar las llamas en un lugar que es el pulmón de tan pintoresco lugar. Dicho y hecho, como puede ser. Y el quieto, no puede moverse, no puede hacer caminar sus raíces y emprender algún viaje a algún lugar o monte desconocido. Nubes de ceniza se avistan desde el Sur, nubes húmedas cargadas de lluvia se acercan por el Norte, como si fuese el preludio de una batalla de la propia naturaleza o en parte del propio Ser humano. Se queda solo, pero por una vez está contento, los goterones empiezan a caer y el revuelo y el torbellino hace que la tierra y las propias ramas queden empapadas, haciendo desaparecer el acoso del fuego, que queda en una pura anécdota.  Húmedo por el riego de la tormenta, pero herido por el rasguño de uno de los relámpagos, queda parte de su corteza. No sabe si le ha dado energía o quizás sea el shock del impacto. ¿Qué será mejor, ser mojado o ser herido por culpa de tener conciencia?, nadie sabe la respuesta, ¿o sí?, a saber, esa es la pregunta.
       
                        -   Me gustaría llegar con mis ramas a tocar las nubes, me encantaría llegar a quemarme con los rayos del Sol y sentir el calor y el olor a brasa. No le temo tanto, ya que me puedo regenerar, eso significa que tengo sentimientos, ¿o quizás no?, la cuestión es que no puedo. Soy alto y longevo, pero no llegaré jamás ni a moverme del sitio. ¿Quién me plantó, fue el viento o fue una manzana caída, que al pudrirse dejó escapar la semilla y esta brotó?

Mientras se aclara el día, intenta estirar las ramas, aunque esté solo y no escuche los pájaros revolotear a su lado, echa de menos los nidos y ver el nacimiento de los polluelos, los pajarillos que no paraban de piar, esperando que la madre les traiga su alimento. No llora, pero por su tronco lagrimean las gotas de la violenta tormenta caída. Ahora, callado solo piensa.

Todo sigue su cuso, todo sigue su camino, aunque no me mueva del lugar, seguro que sigo los pasos de mi padre. La madre naturaleza, hace lo que debe de hacer, pero por todos los años que llevo aquí, no he llegado a ver ni el más pequeño brote cerca de mí. Quizás el viento como digo, se ha llevado las semillas lejos, tan lejos que no alcanzo a verlas. Sueño y la esperanza no pierdo, en que hallan pequeños arbolillos en algún monte o sierra y no sea yo solo, solo y huérfano, en el que haga brotar siempre sobre la misma fecha, ricas manzanas y que sean recogidas por aquellos y aquellas que sean poseedoras de la libertad, de que sean dueñas de sí mismas y escarben un poquito en el saber y hagan germinar la semilla que hay dentro de cada una.

No sé los años que tengo ni sé cuántos soles han surgido o las veces que ha anochecido, haciendo surgir a la Luna burlona, que con su reflejo me alumbra las oscuras noches. Esta, está llena de calma, es un mes de abril normal, quizás un poco seco, pero ya lloverá como hoy. Hay muchos días y muchas tardes en las que hasta el cielo más raso y más claro, se tapan y se oscurece con nubes tan negras, que parece que va a ser el fin del mundo.

Hay el dicho de la manzana podrida, en el que solo una puede acabar con toda una docena. Yo me pregunto, si el culpable no será el gusano que entra y se apodera de todo su interior. Circula y circula, rodea y rodea a la manzana, hasta que esta parece que convence a las demás, pudriendo todo su Ser interior. Es difícil escapar a tal situación, si estás en el mismo cesto. Ya sea de papel, de mimbre o de plástico, el dichoso gusano entra de manera silenciosa y se apodera de todo aquello que es virgen y puro. Al igual entra en nuestros sueños y nos escarba entre las diferentes partes de nuestro cerebro. Que sería de este gusano si se convirtiera en mariposa y aletearan sus alas de colores, ¿sería diferente? Ha necesitado de una manzana para llegar a volar alto, y ahora la abandona sin mirar atrás. No llega a tener ni siquiera el más sentido de compasión, creo que solo llega a sentir el  desprecio, ya que esta pudre a todas las que rodea o mantiene contacto.

Escuchando mi música en casa, llego incluso al aislamiento, para no ser intoxicado por ninguna manzana o ningún gusano, da igual quien y como sea, me aíslo. Necesito de mi paz interior, de ese trozo de manzana virgen  y puro, que todos, ya hayan pasado años, todos tenemos dentro.
     
                               -             ¡Hey tú!, ¿qué te crees que eres y quien eres, para considerarte tan importante que no podamos acercarnos? ¡Hey tú!, no seas con tanta soberbia, que también puede convertirse en gusano. No creas que estás libre, solo sé que tienes miedo, que no quieres enfrentarte y aprender a decir que “no”. Todo es relativo, todo es aquello que te rodea, la manzana más brillante, puede tener un gusano dentro esperando emerger del interior.

Cabizbajo me quedo, ¿tendré yo un gusano dentro de mi Ser, será posible que este circule por mi cerebro, machacando mis neuronas? No lo sé, solo sé que me habla mi propio “yo”, ese que se hace llamar “conciencia”. El tiempo pasa y me hago cada vez más mayor, los reflejos no son los mismo, aunque los pensamientos y las reflexiones van ganando la batalla, al final será la vejez la que me apagará y desapareceré de este mundo. Un mundo que no tiene el cielo ganado, ni siquiera el oscuro y helado infierno, es de merecer para muchas personas.
     
                                    -          ¡Oye tú!, esa misma que me acompaña desde mi nacimiento. ¿Cómo es posible de que, rozando la cuarentena, me vengan tantos pensamientos? Yo no soy de merecer el cielo, yo no soy de merecer el infierno, es más, no sé si existen como tales.

En mis lejanos pensamientos y en mis cercanas reflexiones, veo a flashes mi vida pasar, y como aquel que fuera cierto niño me dirijo al manzano o mejor el me responde…
   
                                 -            Yo soy como un árbol, pero uno de esos a los que le han llovido mucho, incluso alguna que otra granizada. Es posible de que sea un manzano, no lo sé, nunca me han puesto nombre ni he pensado en ello. Aunque soy dar más que recibir, ya que dichas manzanas surgen de mis ramas y caen algunas al suelo. Esas mismas que caen, reciben tal golpe, que ya no son de provecho y surgen en ella, dichos gusanos, apoderándose de todo su interior. No nos damos cuenta y los golpes o nos hacen madurar o nos hacen sucumbir.

La conciencia no se tranquiliza y el Sol se cubre con las nubes negras de la inquietud y del ocaso negro. Graniza queda, cae una fuerte tormenta y un rayo roza la corteza del árbol, pero este no se preocupa y sigue sonriendo, sobre todo cuando el Sol sale de nuevo y hace desaparecer las nubes negras.
     
                         -             Mira el Arco iris, disfruta de su vista. Son lágrimas del cielo al mezclarse con la luz del Sol.

Empapada queda su corteza, que absorbe todo el saber de la lluvia anticipada de primavera, haciendo sonreír al manzano.
      
                  -         Ya lo hago, pero sigo aquí, inmóvil. He echado raíces en un lugar que no sé si es el acertado, pero he aguantado mayores chaparrones y me he arraigado fuertemente al suelo. Nadie podrá moverme de aquí ya, solo un ejército de taladores con sierras mecánicas serían capaces de moverme o matarme. Aguantaré por los años de los años y seguiré echando manzanas al viento. Quién desee comer una de ellas, solo tendrá que hacerse con una escalera y alargar el brazo. Son sabrosas y de buen gusto y paladar, solo destinada para aquellos que verdaderamente valientes. Ya que aquellos que son cobardes, esperan que caigan al suelo, golpeándose en la tierra y con la posibilidad de que entre en ellas el maldito gusano.

“Gusanos”, todo es relativo. Todo puede entrarte por un oído o por la nariz cualquier noche mientras duermas. A lo mejor suena demasiado directo, pero es cierto. Sería llegar a la locura e incluso a la muerte. Pero quizás lo más importante es tener buenas raíces y que están se agarren en tierra firme y próspera, para ver las manzanas, que es el fruto de tanto esfuerzo, brotar de las ramas. Se acerca mayo y con ello, el calor empieza por fin a suavizar el ambiente. ¡Qué bonito todo fresco y húmedo!, la lluvia deja paso a la claridad y al bienestar de encontrarse en una sierra o en un monte de algún lugar del mundo.
       
                -        ¡Qué veo!, un niño con un libro. Seguro que es un soñador, muchos de los que leen son soñadores. Seguro que sueña con que va a ser de mayor. ¡Qué alegría!, se ha sentado a mi vera, apoyando su espalda en mi tronco, ser resguarda de los rayos del Sol. Me fijo, ¿que está leyendo?, la curiosidad me invade. Es un libro, un pequeño libro del que no consigo ver su título, pero debe de estar bien, porque se le nota una sonrisa, hasta una ligera carcajada.
     Pasa el rato y ahí sigue, leyendo. Como si no hubieran existido grandes tecnologías, él sigue con su pequeño libro de papel, dudo de que lleve hasta un teléfono de esos que son de moda hoy en día. Solo veo que sueña, y es tal mi estado que se me cae una de mis manzanas. Me asusto, pero cuál es mi sorpresa, al ver que el niño, la limpia con su camiseta y le pega un mordisco. Acaba por comérsela entera y después, ¡que veo!, escarba al lado de una de mis raíces. Que alegre estoy, con un poco de suerte veré germinar algo mío.
    Empieza a esconderse el Sol y el pequeño muchacho se va. Yo me quedo con mi ilusión, pero harán falta meses, para ver si es de veras algo lo que surge.
    Pasan unos meses, unos meses en los que el calor aprieta, ha llegado por fin el verano y con ello mi gran temor. Espero, solo deseo de que vuelva a llover y se humedezca todo, así surgirá todo lo bonito y quedará escondido todo aquello que tememos o simplemente no deseamos. El niño no ha vuelto a venir, se habrá echado un compañero de juegos o quizás y solo quizás, tenga una medio novia por ahí. Observo, mientras le doy sombra, que escribe como se debe de hacer, a modo de siempre, con lápiz y papel.
     
     “Yo a ti te escribo, te dejo esta nota. Laura, yo a ti te busco, Laura yo a ti te quiero, solo deseo unos dulces besos de tu parte. Solo quiero ser correspondido y que con esta nota te llegaré al corazón y podré demostrarte de que soy merecedor de todo tu amor y cariño”.
    
     Son solo cuatro frases, pero cuánto se dice en ellas, no espera mucho y metiéndola en un sobre, lo cierra y se lo guarda en el bolsillo derecho del pantalón. Se levanta y sale corriendo, veo, porque veo más allá del horizonte, una chica pelirroja con pecas en las mejillas a la que le entrega el mensaje. No antes sin despedirse con un beso inocente en la cara de la muchacha. Ella espera que se aleje y cuando se va, abre la carta y al leer su contenido, sonríe. Ella no lo sabe, pero él la ve y salta de alegría al ver que gustado las cuatro frases. No espera o sí, quién sabe. Se va para el árbol y cogiendo una pequeña rama del suelo empieza a escribir el nombre de la chica en la tierra.
     
     Que será lo que hace verdaderamente a un niño, transformarse en un hombre, que será lo que será, si no es el deseo y el amor hacia la mujer de sus sueños. Este niño o mejor dicho, un muchacho entrado ya en la pubertad, desea abrazar y soñar despierto, volar junto a ella y alcanzar las nubes. Sí, esas mismas que yo, al ser un simple árbol no puedo. Yo le empujaré, le ayudaré a conseguirlo.
    Espera y espera, pasan las horas sentados en a la sombra del manzano, cuando Laura se acerca y le devuelve el sobre, no antes sin guiñarle un ojo. Sonríe y ella le alcanza la mano, él le dice que se siente a su lado y ver como se aleja el Sol, prometiéndole que la acercará a casa.
   Que contento estoy, soy testigo de los primeros amores de una buena juventud, hago caer dos manzanas, una para cada uno. Ella a lo primero no quiere, pero él la convence y disfrutan del sabor de estas. Son ciertas horas, cuando se marchan. Son manzanas sin gusanos ni nada podrido está en ellas, solo el sabor de un primer amor se trasluce y se saborea en estas. Mientras, yo veo sorprendido, que sobresale un tallo de la tierra, es mío, es mi hijo, es algo que ha surgido desde mis entrañas y gracias al niño, ahora tiene vida. Le debo tanto…  En fin, ha pasado el tiempo y quien o que será de aquel muchacho que empezó a escribir y a leer y así consiguió el amor de la primera chica. Seguro que sigue leyendo y sigue escribiendo, es de la vieja escuela, no veo que le atraiga mucho lo moderno ni el consumismo de hoy en día.





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