miércoles, 3 de agosto de 2022

 

EL CARRILERO

Si existe Dios, porque lo permite, si existe Dios, porque lo consiente. No hay barcos en el cielo, como no hay estrellas en la mar. Yo tenía mi amigo, era un buen amigo, íbamos juntos a todos los sitios, a todos lados y a todos los lugares. Hoy por ti, mañana por mí decíamos, era una buena amistad, una fuerte amistad y duradera, hasta que una enfermedad me arrebató lo que físicamente veía y sentía. Ya no está a mi lado, ¡oh! si no es que fuese el día de los difuntos, lo que esperaba en el día que hoy ha muerto mi amigo. No lo podía consentir, no lo quería creer que fuera así, pero no podía hacer nada por cambiarlo, ya que todo está leído y escrito, el destino amargo de la persona allegada.

O sea, a veces sube al cielo, me baja ahora y me dice….

       Hola, viejo colega de batallas. Yo siempre guardaré en mi alma tu recuerdo, yo siempre guardaré en mi alma tu nombre y tu respeto. Lo que sin él me llevaría a hacer nada ni sería nadie, ahora estoy donde tenía que estar, no sufras por favor viejo amigo, no sufras.

Como si el viento fuese un susurro, me entra por los oídos y me deja casi sollozando en mitad del camino. ¿Porque así es de cruel el destino y no deja a una persona llegar a su madurez y a su vejez de forma pacífica, tranquila?  Salgo del hospital, pero no quiero creer en nada, simplemente creo que me llevo el recuerdo de Agustín, un viejo amigo, tú también podrías ser un amigo lector, simpatizas conmigo en todo. Toda la vida, toda mi juventud me pasa rápidamente como un flashback, ¿qué será de mí creer en ello a partir de ahora, sin su compañía adónde iremos de correrías?, ahora sin él yo solo no soy nadie, pero en fin es lo que hay, no se puede hacer nada.

Duermo toda la noche o eso creo, ya que levito, divago que me llevo un trozo de mi propio corazón a la boca, hasta que este sangra de dolor. Mañana, mañana será presentado en el tanatorio, le lloraré, a mi amigo todo el día y toda la noche.

Me viene a la memoria el nombre de muchas chicas, buenas y tantas. Claro, fuimos de correrías, cerveza va, cerveza viene. Eso era pura fantasía, todo en la vida igual a la salida,  donde este trabajo, donde el sufrimiento se hacía patente en las horas largas sin fin. El cual uno no puede moverse del lugar si no es para ir al lavabo urgentemente, los puedo contar los puedo decir, si no que era un sufrir. Me acuerdo entonces, cuando tocaba la sirena los dos nos mirábamos y éramos los primeros en salir por la puerta. Solamente nos  esperaba la cerveza y las chicas malas con la que nos encontrábamos a la salida del trabajo. Todo era por un amor, un amor inexistente llamado cerveza y sexo, ¿ahora en qué ciudad mi viejo amigo voy a estar contigo hoy?, qué será de mí, duermo toda la noche o intento dormir porque las pesadillas van y vienen. Los sueños van y vienen, todo menos tú viejo amigo, que ya no vuelves.

Salgo de un funeral, salgo respirando hondo, expulsando con ello todo mi anhelo y dolor por aquello que no controlo. Cómo será ello que no me reconozco y por un momento dudo porque he venido y porque ahora salgo sin saber nada. Entrando en los adentros de mi mente, haciéndome muchas preguntas y saliendo sin ninguna respuesta, camino mirando el cielo. Todo ello me lleva a no saber a ciencia cierta qué hago yo aquí, si era Agustín un buen amigo de la infancia, el que se ha marchado sin llegar a la longevidad y con ello a no llegar una cálida vejez. Qué más yo quisiera haber disfrutado de su amistad y compañía, siempre lo recordaré como alguien con el que compartí ciertos momentos de alegría, de los cuales mi conciencia medita cuales son alegres y cuales son correctos. Como carros de combate ese es mi recorrido, lucha tras lucha voy haciendo camino cansino, solo, completamente solo, ese es mi destino. ¡Ay!, Agustín cómo te voy a echar de menos,  no la sabes bien que camino calle abajo, a paso despacio y meditando, sin prisas de llegar a casa, ese es mi quehacer. Todo es un renacer, todo es morir  para volver a vivir, así que pasados veinte minutos abro el portal de mi casa y con ello el portal de mi   alma. Ahora ya sí, ¡por fin!, ya estamos a solas, ahora sí que podré hablar contigo y no antes, ahora podré reír y disfrutar de tu compañía aunque no te tenga a la vera mía. Así que sin más preámbulos, no espero y cojo una vela y la encendiendo a modo de altar. Tomando asiento en frente de mi máquina de escribir, dejo fluir mi energía. Incluso huelo el tabaco negro que fumabas, ¡me cachis!, me siento tan contento, aunque ya no te tenga presente, toco el techo con la cabeza. Me siento tan contento y alegre, porque me está él  mostrando que hay algo después de la muerte y eso me alegra, me llena de gozo y esperanza el poder volver a reunirme contigo dentro de un tiempo. Que no es por ser egoísta, pero espero que pase mucho tiempo hasta que sea nuestro próximo reencuentro.

Desesperadamente solo, desesperadamente aburrido he acabado, que le voy a hacer, sí, si mi gran destino es el ya no saber el qué hacer. Ya no sé con quién hablar, qué más da lo que haga, qué más da lo que diga, si yo soy así. ¡De manera de vivir!, no hay manera de vivir, todo son obstáculos, todo son zancadillas. Qué voy a hacer, Agustín dime algo, Agustín encuéntrame cuando sea el momento en el otro lado, en ese mundo paralelo donde todos nos encontraremos, no hago más que correr, no hago más que comer y la gula me atrapa. Al igual que la cobardía, todo ello me supone un gran desgaste, pero en fin, ese es mi camino, ese es mi recorrido.

       Dime Agustín, que sé que me escuchas. Cómo es después de la muerte, con qué nos encontramos, si esto no es la fuente de la vida, dime cómo canalizar la energía para que todo ello me fluya. Que sepa que canalizar y transcribir todo aquello que surgió al otro lado del paralelo.

Todo ello se me desvanece entre mis dedos a la hora escribir con todo mi anhelo, qué sería de mí, qué sería de ti, qué sería de él o qué sería de ella. No se sabe, nadie sabe a ciencia cierta el camino que seguimos, nadie sabe a ciencia cierta porque vivimos, todo es suponer y todos intentamos vivir al límite. Todo aquello que se predispone a nuestro alrededor, nosotros construimos nuestro entorno y entonces quien construye todo somos los mismos de siempre, quienes  si no, si no nosotros, quién sabe. Yo solamente sé que me sigue escribiendo, aquí en mi máquina de escribir como en antaño, echando el carro para adelante y para atrás, estoy subiendo la hoja para arriba y volviéndola a bajar. Me levanto de la silla y miro por la ventana, ¿quién más está Agustín?, lo que veo nadie te  lo ve. Solamente yo te noto y mi instinto me dice que estás a mi lado, pero no te veo, qué más da, no todo el mundo escribe de carrerilla. Casi todo el mundo escribe a trozos, uno se hace unas meras notas y de esas notas se hace un relato, y de un relato un cuento. De un cuento un libro fantástico sin finales y sin principio, sin principio y sin final, todo son bucles a seguir, qué más da lo que esté por venir, sí Agustín. Así te lo explico dentro de mi soledad, porque nadie sabe más que tú sabe lo que es el desgaste emocional de una persona que está completamente sola, así que me siento otra vez y fumándome no un cigarrillo, sino una cajetilla de tabaco y con los dedos amarillos tecleo en mi máquina de escribir. ¡Truenos!, siento como se acerca una tormenta, los truenos son tan fuertes que veo un relámpago que  ilumina el piso, las nubes son como tizones de negras, como negro lo veo yo para salir de este bucle. Pero en fin aquí sigo sentado, ahora lloviendo afuera, controlando como si fuesen verdaderas bombas las que desde el cielo que llora. Pero de un amanecer roto que no sabe ni distingue de buenos y malos, ni de listos ni de tontos. Desde aquellos que son poco hábiles, él tiene la conciencia más que tranquila ya que para ellos todo está bien hecho.

¡Me quedo sin tabaco!, me cachis, no tengo nada con que fumar y echar humo, así que me levanto de la silla y cogiendo mis últimos cinco euros, me voy al estanco de al lado. Bajo las escaleras deprisa, tan deprisa que es como si mi alma se la llevase el diablo, llegando incluso a saltar los últimos tres escalones haciendo peligrar mi integridad física. Ya que a mi edad no es una buena idea, pero en fin salgo airoso y abriendo la puerta del estanco, me pido paquete de tabaco.

El hombre se fija en mi cara, el hombre se fija en mi ropa, he salido con lo primero puesto,  tampoco voy a una discoteca, ¿porque me mirabas y me miraste?, me pregunto yo. Pero en fin, ya pues estoy cerca del final voy a subir los tres escalones y todos aquellos que faltan ahora otra vez. A la puerta de mi casa iba y a sentarme en la silla voy en frente de la máquina de escribir, cuando le doy vida a mi música, dándole voz a mis dedos. Debo ser lo que escuché  hace unos años o sino sería falso o real todo aquello que a través de la música yo escribo. Qué sería de mí si no fuese por ello, qué sería de él si yo no me atrevo, me duele la cabeza, tenía la cabeza cargada y ya sé el porqué era. Necesitaba descargar toda mi energía, necesitaba descargar toda mi ira, enfadado con la sociedad, en fin, son palabras mayores, son palabras menores. Hay cosas peores lo sé, pero para mí esto es real como la vida misma, porque yo vagabundeo por los cincuenta metros cuadrados de mi piso cercano a una gran ciudad. Esa ciudad que mantengo su nombre de anonimato, pero que todo el mundo sabe cuál es.

Por un momento, por un instante atravieso la gruesa muralla, que no es otra cosa que una fina cortina transparente que nos separa de la siguiente vida. Escucho gritos y lamentos, lloros y desconsuelos, quisiera en ellos en el limbo o en el mismísimo infierno. A mí me dijeron que era la luz, pero no sé si creérmelo, voy a tirar la toalla, voy a tirar la toalla porque como seas irreal, nadie sabrá realmente lo que sucede después y es cierto que uno teme más a la vejez que a la mismísima muerte. Ya que este es un minuto de agonía o un segundo, una milésima de un tránsito que lleva atravesar la cortina transparente, todo es así. En cambio la vejez, es un tránsito diario que se ve uno marchitar, y que por mucho que se riegue con amor, el final es siempre el mismo. Solo las arrugas delatan el saber y la cabeza la sabiduría. No sé, pero me doy cuenta al mismo tiempo que escribo a esta persona que la llamo Agustín y que se cruza conmigo, que entra dentro de mi Ser consiguiendo escribir a través de mis dedos. Qué le vamos a hacer, todo es así, pero la cabeza se me calma, la energía fluye y todo ello me lleva al éxtasis emocional, porque todo lo real es mentira, toda la verdad es una alegoría o quizás una utopía.

       Sufre, agoniza, es tu final, ¿no lo crees así? Lo estás escribiendo, lo estás transcribiendo y con ello acabaras con la cabeza del teclado de la máquina de escribir, no lo sabes, no lo intuyes. Pero ese es tu gran final, llegar al agotamiento mental y con ello llevar un mensaje a quién está hablando ahora.

       Sí, yo que soy tú, me llamas a Agustín. Pero en fin, ya me conocerás al otro lado, te daré un abrazo eterno, como eterna ya es nuestra amistad.

Veo un jardín de rosas o simplemente es la luz, veo mucha calma a mi alrededor, no sé si serás tú Agustín, no sé si seré yo, pero me veo corriendo por una pista atletismo y como el que hace el que hace una carrera con vallas, voy saltando una a una hasta que vislumbro al final una meta. Quizás inalcanzable, como inalcanzables son mis sueños, esta si es de verdad, qué más da lo que piense todo es así y así será.

Lo que se puede llegar a dar por un amigo no se sabe nunca, yo sigo escribiendo en la máquina de escribir mientras corre el carrete de tinta, cada marca, con cada letra tengo una señal, significando como agarrar de momento los trazos de la verdad, como realmente saber qué estoy escribiendo.

Éramos tan jóvenes… es tal si no recuerdo mucho, que tendríamos unos 25 años cuando recorríamos todo tipo de bares buscando en ellos una pizca de libertad. Te recuerdo quizás, ello me lleva a levantarme de la silla sobresaltado y mirando otra vez hacia la ventana. Veo dibujado el arcoíris, la lluvia ha dado paso al Sol, la lluvia ha empapado la tierra del saber dándole vida con ello. Pero sin hacer cambios de verdad, pero que será de mí ahora, pero yo te echo de menos éramos tan jóvenes…. Éramos tan intrépidos, pero a la vez tan alegres que no nos dábamos cuenta de que el tiempo pasa deprisa. Ahora ya rozando la cincuentena, miro para atrás y no es que vea perturbar el tiempo, simplemente lo veo pasar como si fuera cayendo despacio. Ese es mi vejez, quién sabe si llegaré yo a ver las arrugas en mi piel, tengo el paquete tabaco casi entero y aprovechando que la lluvia ha cesado, abro la ventana de par en par. No dejando pasar solamente el viento, la vela se apaga y con ello se van todos mis lamentos. Qué más da lo que haga, qué más da lo que diga, sí yo sé que de aquí hasta que me muera, entonces y solamente entonces sabré porqué vendrán a despedirse de mí por última vez. No solamente por educación y respeto, sino por amistad, pero no por ello quiero que nadie llore una sola lágrima por mí. Mañana es el entierro y no te diré adiós, te diré un hasta pronto. Ya que a mí también me tocará y con ello, la felicidad. Ahora aquí me quedo, asomado a la ventana viendo a gente pasar. Buen viaje amigo, buen viaje hermano de batalla, que descanses en paz.

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