NIDOS DE PAJA
A
cada cuál su destino, a cada cuál allá con sus actos, cada uno de nosotros se
teje su nido como una tela de araña. Nadie sabe por dónde saldrá el disparo, el
cohete hacia su particular Luna, todo depende de su formación y de sus
contactos. Allá cada cual con su destino, aunque este esté escrito a grandes
rasgos. No se puede presuponer que es dueño de sí mismo, si está en contacto
con aquello o aquellos que como si fuese guiado con cuerdas, fuese de un lado
para otro como oveja en un redil. ¿Quién
hace de araña cazadora y quién hace de inocente mosca?, ¿cómo saber si esta
quedará atrapada en tal tejar? Yo solo
sé lo que digo, pero narrarlo, ¡ay!, narrarlo lo dejo en manos de aquel que le
conté cierta historia.
Es el momento, que como una
tela de araña se va tejiendo un nido de paja, tan difícil y a la vez tan
frágil, que cualquier golpe de viento o susurro, puede lanzarlo al suelo. Que
estaría pensando Arteche a la hora de aceptar hacer su nido de paja, en vez de
hacerlo con hormigón armado, que es tal como es el amor que le procesa tanto a
su mujer como a sus hijos. Tres vástagos de edades diferentes, como son sus
necesidades. Uno, el más mayor a punto de entrar en la universidad, el mediano
en quinto de primaria y el más pequeño y el más consentido, con todo el tiempo
del mundo a sus seis años. Las necesidades aprietan, muchos gastos y muchos
problemas de dinero, para un simple sueldo de carpintero fúnebre.
A todos los dioses les pide
bondad y que les dé riqueza, con la que poder alimentar a los suyos, pero es
difícil, así que según va transcurriendo el tiempo el nido de paja se va
tejiendo y él sin darse cuenta, se verá involucrado en cierta historia que
ahora os voy a relatar…
Veo esvásticas en el
horizonte, que como nubes negras se ensalzan como un tizón y se acercan tan
rápidamente que el cielo se hace oscuro. El ocaso amenaza a todo aquel que se
cree digno y la tentación de aquello que hace de uno un As del juego, hace
mella en el protagonista de aquel que lucha por la vida. Cruces de hierro apuntalan a aquel que es más
digno, sangran las manos de los obreros honrados, que como Arteche, intentan
sacar adelante a su familia. Clavo a clavo, barniz a barniz hace sus propias
obras de arte, pero es tal su labor que llega a veces hasta estar “colocado”.
No es la primera vez que se quita la mascarilla y tomando asiento, aspira para
dentro para hacer que su cerebro se evada, haciendo de él un verdadero
candidato a probar suerte en otros ámbitos más allá de la carpintería. Su sueldo al ser el único que entra en una
casa de cinco, no llega casi a fin de mes, solo pan y arroz muchos días, es lo
que les lleva al desespero. Son a veces los nervios lo que le traicionen a
veces o será su mente que lucha y lucha, por decir siempre que no. Todo por no
querer pasar por el aro, el aro de la corrupción y el sueldo en negro que le
ofrecen a media jornada a su mujer en una triste cafetería. Mujer que hace
malabares con el dinero ganado con el sudor de su marido, marido que ve que
aquel que es digno, a veces se ve tentado a hacer o a trabajar en casos
turbios.
En los momentos oscuros de
la humanidad, es cuando realmente se conoce la esencia del Ser humano. El saber
de sus límites y el saber de sus habilidades, les hace merecedores de sus
méritos. ¡Ay!, aquel que no se descubra nunca, no sabrá realmente quien es y lo
que es. Yo solo soy un mero escritor y un simple observador de la vida narrada
por otra persona y por encargo.
Arteche,
solo sabe que trabaja y ha formado familia y con ello vástagos a los que vestir
y alimentar. Solo ello le motiva, solo el mero hecho de la lucha diaria le hace
merecedor de su máximo mutuo respeto. Todo es como es, todo no se descubre en
un día y siempre hay un ayer, un pasado del cual se aprende y le enseña a uno. De
oficio carpintero, ve oscuros destinos de la vida, no es un carpintero
cualquiera, ya que no todos aceptan fabricar ataúdes para aquellos, que ya
muertos han pasado a otro tránsito de la vida. A algunos debe exportarlos
después a sus países de origen y ahí, ahí es de donde viene la tentación a la
que él, sigue diciendo que no.
Féretros
y más féretros, pasan por sus manos, de más grande al más mediano. Solo se le
parte el alma al ver a alguno de corta edad y que debe coger madera blanca,
como símbolo de la pureza y la inocencia de dicha edad. Solo esos, solo esos
los pasa de largo sin meterles en la boca cierta cantidad tóxica que pasará fronteras.
–
¡Cocaína”!, me pica la nariz, ¡cocaína!, se me impregna todo
mi cerebro, clavo a clavo al final ha aceptado. Clavo a clavo, voy exportando
la droga. “Cocaína”, es la gran tentación y zapatos nuevos a final de mes para
mis hijos.
¿Quién
diría que no a tal suculento plan?, todo es perfecto, nadie se fija en un
ataúd. Solo huelen a eso, a cadáver. El olor de la carne a los tres días, hace
pasar inadvertido tal efecto a los perros, es un negocio redondo, es un plato
suculento. La corrupción viste a mi familia y da de comer a todos aquellos que
me rodean. Ataúdes que vuelan por el mundo, repartiendo infelicidad y falsos
motivos de vida. Pero eso a mí, me trae sin cuidado, solo veo lo que veo. Sigo
para adelante, el plan es perfecto, un poco de coca escondida en la boca del
difunto. Un kilo o dos, no se nota para nada.
Poder, se siente poderoso,
se ha convertido en narcotraficante, hace, siente que trafica de manera
clandestina todo aquello que se le pasa por la cabeza. Tentaciones, más
tentaciones se le pasan por las manos,
tabaco, alcohol, qué más da. Todo ello produce dinero, mucho dinero y eso, eso
le ha convertido en algo, en alguien que él dice, alguien importante. Cuando
realmente, no deja de enfangarse más en el lodo y con la policía al acecho.
Brinda el año nuevo, con champán del bueno. Su mujer es cómplice, ya que sabe
lo que sabe y eso la convierte también en objetivo de la policía.
Ya
hace tiempo que ha dejado de ser una persona anónima, de ser aquel que no
quería participar de lo que sería su segunda familia, aquella que calla y acompaña
en los momentos dulces al poderoso Don Dinero. Como una mosca alrededor del
oído, siente el hormigueo de aquella llamada “riqueza”. Sus vecinos no dan
crédito a sus ojos, no saben que como lo ha hecho para subir tan alto su nivel
económico. Se preguntan una y otra vez, llegando al punto en que él les llama
“cotillas” y es que no tiene listón ni miramiento para llevarlo con discreción.
Todo son caprichos y más caprichos, ¿qué quiere un coche nuevo?, se compra dos.
¿Qué quiere reformar el piso?, se lo reforma. Es tal su descuido, que cae hasta
en su propia trampa, trampa que no es otra que el además de traficar, consumir.
Todo
es fiesta, pero su trabajo es continuo, sobre el de aquellos cadáveres que son
exportados a otros países o a otros destinos. Si existe Dios, que baje y me vea, yo soy él, yo me considero
Dios. Reúno a todo el mundo, a toda la cúpula que es merecedor de mi respeto.
Me he convertido en alguien, alguien importante, mi labor es una de las más
secretas y todo el mundo calla boca o se la compro.
Se
me ha ido de la memoria todo aquello que era hambre e infortunio, aunque en mi
trabajo no haya crisis alguna, tengo 3 hijos y una mujer, y mi mujer la quiero
en casa. No por machismo, no, ni mucho menos. Solo quiero que disfrute de todo
aquello que yo puedo darle y tratarla como una reina, mi reina. Callad bocas es
mi gran labor, ya sean a aquellos que ya han perecido, como a aquellos que se
creen que con placa en mano pueden entrar en mi lugar. Alguno ha venido y
alguno he acallado con un buen fajo de billetes.
No se da cuenta, que el
dinero ganado es a costa de aquellas personas con una fuerte adicción y que les
puede acarrear a la larga una triste enfermedad o trastorno mental. La droga en
sí, es lo que hace, mata y mata no solo la vida, sino también las neuronas de
aquellos que se creen más importantes.
“Cocaína”,
maldito nombre. ¡Ojalá!, algún día desaparezca del mapa mundial aunque ello lo
veo realmente difícil. Hay que tener dinero, para conseguirla. Hay que tener
poder y saber tener autocontrol, aunque al final ese control desaparezca
quedando a todo aquel en el fango y en el lodo. Es triste, pero llega un día en
que la efímera vida y la verdadera realidad se unen y se escuchan las sirenas
de aquellos coches pintados de azul, se acercan
a su casa, a su castillo y a golpe de maza la abren. Abren la puerta, y
con perros con arnés pasan a su interior, a su ya no humilde morada. No tardan
mucho en encontrar la pista, no pasa ni una hora en escuchar de boca del
inspector en cuestión….
–
Quedan ustedes detenidos.
Frase,
maldita frase escuchan, cuando al mismo tiempo son esposados y separados de sus
hijos. Lloros, lamentos y lloros, es lo
que se escucha desde el otro lado de la pared. Como el que ha jugado a las
cartas y ha ido de farol, no se esperaba que algunas cartas estaban marcadas,
marcadas por aquel clandestino que le hizo picar el anzuelo. Todo es como una
partida de póker en la que al final lo acabas perdiendo todo, desde el dinero,
pasando por el trabajo o la familia. Qué más da, todo quedará entre los
barrotes de la cárcel. Todo parecía un juego fácil y es que al principio te
dejan ganar, hasta que te tienen bien cogido y bien jodido. Más vale callar y
tragarse el bulto, cinco años a lo mejor le caen. Pero eso no le preocupa, lo
que le preocupa es el destino de su familia, porque su mujer es arrastrada a la
más pobreza extrema. Sus hijos con la asistenta social y ella, ella a lamentos y lloros, lloros y más lloros,
lágrimas que antes eran risas. Risas que ahora no se ven y se desvanecen en el
humo negro de la sociedad.
–
Te sentías invencible, te sentías en lo más alto. Nadie se
escapa de la mano del ejecutor, de la justicia en sí.
Euros,
miles de euros le llevan a conocer el gran poder de la codicia, no tiene freno
y eso, eso es lo que le falla. Todo es un lamento ahora, pero antes, ¡ay!,
antes era el poderoso. Conocía a todo aquel corrupto que se dejaba llevar, pero
lo que no comprendía es que no todo el mundo no es igual. Que hay aquellos, que
son muchos, que no se dejan ni comprar ni vender y van a la caza, haciendo
ellos mismos de presa o de anzuelo. Todo queda como queda y no lo supieron ver
venir.
–
Un poquito de “azúcar” por favor, un poquito de polvo blanco,
que me endulce la vida y le dé sabor. Yo soy un campeón, yo soy un hombre que
no baja nunca el telón. Dime si me equivoco, dime si estoy en un error. Escribe
y escribe, entre los barrotes de la cárcel hago tratos, hago favores y ellos me
lo hacen a mí. ¿Adónde ocurre esto?, a saber. A lo mejor es en otro país, a lo
mejor es en otro planeta. Quién sabe, a lo mejor estoy en Marte o en la luna de
Valencia, quién lo sabe. Yo solo quiero vivir y prosperar, aunque sea aquí
adentro, tengo mujer e hijos y por ellos hago de casi todo.
No
voy a decir el nombre de mi mujer, a ella prefiero mantenerla al margen,
prefiero tenerla en un segundo plano, al final mi querida esposa no ha ido a la
cárcel. Mis hijos son con ella y ahora sí, ahora tiene que trabajar a cambio de
un sueldo digno. Los tratos los hago yo, aquí, a la sombra. Sin que me dé el
Sol así lo hago, de boca en boca, de voz en voz, aunque esta sea la mayoría de
veces como un susurro. Tengo que mantener mis cosas y mi
tela de araña, simplemente para que el nido de paja se siga manteniendo en el
árbol donde lo formé.