sábado, 27 de junio de 2020

                                    Maldita verdad

Llueve, llueve a cantaros, los limpiaparabrisas no dan abasto y los cristales se me empañan del vaho y por el contraste de temperatura. Llevo comida, mucha comida y bebida para pasarme una larga temporada refugiándome de todo y de todos. Voy en busca de un hotel barato y cercano, mientras que sea limpio y discreto ya me vale, lo quiero llevar de manera clandestina. Sigo conduciendo, los relámpagos se suceden casi al instante, los truenos replican en la chapa de mi viejo automóvil, que voy a hacer, no puedo correr a más de sesenta. A veces me pregunto, ¿porqué, tuve que ir a esa fiesta con tanta gente?, ahora, ahora después de cinco días me lo pregunto, maldita gracia.

Poca información o poco interés puse yo en el tema, no me he saltado ninguna norma, todavía no había nada marcado y nadie había dicho nada de la gravedad del asunto. Todo es relativo hasta que te sucede, entonces y solo entonces tomas conciencia de que la muerte la tienes cerca, como de cerca que veo un hotel de carretera. Ya no llueve, hace una tregua conmigo y me hago de fuerzas de valor y entro al edificio. Se ve sencillo, pero limpio. Tapándome la boca de manera disimulada le pido una habitación, solo me pregunta por cuantos días, a lo que yo le respondo para varios. Hecho, enseño mi carnet y paso mi tarjeta, ya estoy adentro. Voy por las bolsas de la compra, me subo a la habitación número 313. De ella no pienso salir, así que coloco el “no molestar”, y me voy directo a la cama. He llegado justo a tiempo, ya no podía más, ya era agotador.

39 grados y subiendo. No, no es el calor de la calle, es la temperatura de mi cuerpo, salta una alarma en mi cabeza, tengo que orinar, mareado entro al cuarto de baño con ganas de vaciarme. Es tal mi mareo y mi flojera, que temblándome las manos, va todo afuera. Maldigo, ahora maldigo, pero me vuelvo a la cama.  Tiemblo, sé que lo conseguiré, sigo en la misma habitación de hotel, soy un poco cabezota, pero tampoco hay mucho que hacer, es superar o no la crisis. Vagabundeo por los mundos de los muertos, me creo ya uno de ellos, ya me saludan, ya me dan la bienvenida, aunque no veo a nadie cercano. Solo siento una voz que me susurra...

                    - Ven, ven conmigo. Te voy a mostrar el mundo que no puedes imaginar ni en sueños.

Todo es oscuridad, solo luces de colores, como pelotas de tenis flotan. Si llegas a fijarte bien, dentro de la pelota está la imagen, la imagen de la persona ya fallecida. No hay más, todo es un mar oscuro y negro, donde la única luz eres tú y los demás. Me veo ya fuera de este mundo, cuando de pronto vuelvo y 38 grados marca la frente. Me siento con fuerzas, pero cuál es mi sorpresa al mirar el móvil, han pasado cuatro días, cuatro noches y cuatro días. Sonrío sin darme cuenta, sonrío porque estoy venciendo por una vez a la muerte. Tengo bebida y comida, todo es querer. Maldigo al bicho por matar a tanta gente y me alegro por aquellos que han superado la enfermedad.

               -    Tú te crees que tengo el corazón roto, no hay nada más lejos de la realidad, yo solo me siento hastiado de ver como todo a todos les da igual, que no unimos fuerzas, para combatir algo que parece fuera de la realidad.

Algo dentro de mi interior me habla y me dice, dejándome del todo asustado.

                       -Yo soy aquello que todo el mundo quiere matar y no lo conseguirán, soy un Ser microscópico que es difícil de destruir, por mucho que el planeta lo intente no lo conseguirán, yo soy muy pequeño pero muy grande de fuerza.

                      -           ¿Con que derecho te crees a entrar de esta manera en la sociedad, con que inmunidad te crees, que estás acompañando al de la guadaña?, yo por un amigo soy capaz de dar mi sangre, pero no en los campos de batalla sino en los hospitales de campaña. Tengo yo más inmunidad que tú y conmigo no podrás.

             -   ¡Ja!, ya verás. El mundo, el planeta entero será dominado por los animales, todo el resto quedará desértico y no será dueño nadie de nada y el dinero tendrá el mismo precio que el del papel de fumar.

                   -   No te lo creerás ni tú mismo, estás dentro de mí y yo te expulso. Aunque, cierto es, que no consigo matarte. Estornudo y solo consigo que sea otro el portador, todo por no saber cómo luchar contra ti, pero lo conseguiré.

Desde un pequeño hotel de una ciudad pequeña, me aíslo, me confino no por miedo de mí sino del resto de la población, vaya que sea culpable de algún contagio. No hay nada que hacer, la fiebre sube y me tumbo en la cama, no quiero ni enfermeros ni hospitales, de esta salgo yo solo por mi cuenta. Soy cabezota y duro de pelar, contra mí no va a poder tal minúsculo Ser. Aunque cierto es que me veo entre mis sueños, me miro en algún espejo imaginario y me veo vestido de negro para la ocasión, espero y deseo que este no sea mi réquiem ni mi última voluntad, aunque si así fuere no pasaría nada, la vida seguiría transcurriendo, seguirían maldiciendo algunos y otros bendiciendo, quién sabe el lado que me toca vivir.

Es imperdonable, no tiene perdón que algo pase así, en un mundo avanzado, aunque nadie se acuerde de aquellos que han muerto en África u otros países menos desarrollados. Yo solo, en una habitación de hotel, solo me queda que superar la cuarentena. Quizás quince días, quizás treinta, pero hasta que no me vea capaz de ir a un centro de salud no saldré de la habitación.

Yo, que he sido maquinista de tren, no me acostumbro a ir en el vagón de cola. Yo, que he sido piloto de avión, me veo ahora en tierra trazando el aterrizaje con banderas de colores. No me quiero imaginar, cuando ya no sirvan ni mis años y ni mi experiencia.

Mientras escucho cierto tema musical, yo os digo, yo os cuento, que ninguno de mis sueños se ha cumplido o quizás sí. Yo nunca quise casarme y no me casé, nunca fue tener hijos mi objetivo y no los tengo. Pero hay otras cosas, otros detalles que quizás el tiempo ya se me ha pasado. A lo mejor no, quien lo sabe, todo es un suponer, todo es un sin saber. Como tomarse una cerveza sin alcohol, solo una, nunca apreciarás el verdadero sabor del lúpulo y la cebada, pero solo una. No muchas, porque el paladar es sabio y siempre te pedirá más y sucumbirás en tu propia destrucción.

Yo no creo en religiones y casi soy lo que no quiero ser, una persona solitaria con el único placer de la escritura. Todo es blanco, todo es negro, no hay colores, no hay versos bonitos que decir al oído de la persona amada. Todo por haber sido partícipe de una religión que ni me va ni me viene, yo, simplemente soy yo mismo y quién sabe si es solo mi egoísmo, pero no paro de escribir. Quiero que todas las palabras, que todas las frases elocuentes sean mías y solo mías. Yo nunca he sido mujeriego, yo nunca he sido un señor, toda una persona respetable hasta hace poco. No fue una luz, pero fue una revelación, fue todo un acontecimiento al ver como mi cuerpo se desdoblaba y formaba mi Ser en dos.

Para qué sirven las guerras, para qué sirven todo el armamento que han inventado cuando estamos siendo invadidos por algo microscópico que nos lleva a la muerte. Todo se pinta de rojo o de negro,  hay quién no se da cuenta, hay quién lo supera, otros, los menos afortunados simplemente van al crematorio. No hay velas, no hay despedidas, para qué. No dejan, no hay posibilidad de dar el último adiós a la persona querida.  No hay peor llanto que aquel que no se hace en compañía, al menos decir un hasta luego, hasta dentro de unos años, cuando nuestras almas se vuelvan a encontrar en el otro lado. Ya nos dimos cuenta que tanto ejercito ya no es necesario, pero eso es otro cantar. No hay peor bomba que aquella que ni se ve ni estalla, porque ya ronda en el aire y en todo aquello que tocamos.

Yo me imagino un mundo en paz, sin enfermedades, ¿es posible? Sin hambre y todo el mundo bailando por la noche, para festejar el derecho a la vida, el derecho a no sucumbir y que nosotros somos tan inteligentes que podemos el no rezar, sino combatir contra aquello que es real y no nos deja vivir en paz. Para qué sirve el dinero o la jerarquía si es dichoso Ser microscópico no entiende de esas razones, vivir, correr cogidos de la mano de vuestra pareja y no os soltéis hasta que hayáis alcanzado el horizonte. Todo es así, lo conseguiremos, todo se consigue.

Queridos amigos, yo no me olvido de vosotros, habéis estado siempre cerca desde la lejanía. Todo es eso, no hace falta estar acompañado para no sentirse solo, solo y deprimido. Deprimido por un sociedad, que ni te tolera ni te da esperanzas, pero que hoy cogiéndome a un hierro ardiendo, a riesgo de quemarme, quiero dejar atrás ciertas cosas, ciertos hechos, que no hacen más que martirizar al más fuerte.

Dando un golpe en la mesa me levanto de la silla que tengo en la habitación, una habitación que es mi fábrica de sueños e ilusiones, pero también de dramas y frustraciones. Todo por el todo, al final la apuesta es la vida, nada más y nada menos que la vida misma. Una que se me niega el derecho a vivirla, todo por no ser igual o al menos eso dicen ellos.

Avionetas cruzan el cielo soleado de un domingo de Pascua, todo son rezos y lloros, por alguien o algo fabricado en madera. Todo depende de cómo se mire nada ni nadie existe y nosotros, nosotros estamos de paso, un paso que se aligera contra más va pasando el tiempo. Es un tren de cercanías que al final se convierte en un avión o quizás mejor al revés, ya que al ver que los sueños que están en las nubes no se cumplen, bajas y bajas hasta que al final andas por los carriles marcados por la sociedad.

Si yo me muriera alguna vez, espero y deseo que sea la definitiva, ya que otra como la que vivo ahora, no quiero. No quiero ver lo que veo ni vivir lo que vivo. Lo que veo, por una sociedad intolerante y egoísta, y vivir, vivir dentro de ello, sin poder alejarme como no sea en mi refugio personal, allí adónde el Sol no entre y me domine la oscuridad.

Todo tendría que ser hermoso, todo tendría que ser grande y bonito, bonito como el amanecer desde una playa o el atardecer, cuando el Sol se esconde detrás del pico de una montaña. Todo es todo, yo no me considero ni feo ni hermoso, simplemente uno más y no por ello y aún fuera feo o de otro color, merezco el mismo trato y respeto que los demás. Uno, es cierto puede cometer errores, errores de juventud y no por ello estar marcado para el resto de la vida. Dos, quién sabe si al despertar uno se queda perplejo y atolondrado de ver como es todo en verdad, en como gira la rueda de la humanidad, que no es otra cosa que el de uno de los vagones del tren de la vida.

Toc, toc, toc. Siento en la puerta de la habitación. Siendo un poco más hábil que otros días, abro la dichosa puerta. Cuál es mi sorpresa, es la conserje del hotel…

             -          Todo bien, señor. Me pregunta, echando una mirada por encima a todo aquello que me rodea.

                 -      Sí, señora todo está bien y estoy muy contento. Le respondo rápido.

Se marcha con la mosca entre las orejas, no entiende que he estado cuatro días sin salir, no comprende que a veces hay situaciones especiales a las que hay que hacer frente. Todo va bien y es cierto, ya me siento más animado, tanto que me siento en la mesa y escribo todo lo que presiento e intuyo que no es otra cosa que la salvación.

Pasaron muchos días, quizás fueron tres semanas, pero ya no podía desplazarme, así que llegando un acuerdo con la dueña, me quedé hasta que ha acabado todo o al menos por ahora nos dan un respiro. Quién sabe cuánto durará, lo que si me he dado cuenta es mis ganas de vivir, de haber vuelto a nacer y me siento afortunado de haberlo pasado solo. Con mis propias defensas, tengo la suerte de mi propia juventud y mi mala idea de creerme invencible. Eso no concuerda, pero por esta vez ha salido bien. Ya hecho unas risas por el hall, ya espero que todo termine, y pagando lo que se debe marchar a mi casa, en otra ciudad.

Han levantado las prohibiciones, han determinado que lo peor ha pasado, así que tranquilo, conduzco ahora con un día soleado y el cristal de la ventanilla bajado. Otra visión de futuro, otra manera de ver las cosas me llevo y con ellas las máximas ganas de querer vivir, pero vivir, no dormirme y no pensar en el mañana, porque el mañana es hoy y hoy es el presente en un instante.


sábado, 20 de junio de 2020

                                       Y SE ABRIERON LAS PUERTAS DEL INFIERNO

Esvásticas dibujadas en el cielo, muerte y hambre en la Tierra, trenes en donde se agolpan aquellos que huyen de lo que es verdaderamente el infierno. Bombas, disparos a la sociedad sin ningún tipo de contemplación, es lo que es  el devenir de sobrevivir o intentar huir de ciertos lugares, los cuales ya ni se mencionan ni son noticia. No es que haya llegado la paz, es que han quedado en el olvido y ya nadie se acuerda de aquellas zonas donde la suerte se tiñe de rojo. Todos aquellos que han perecido de forma cruel, se le manifiestan a Diógenes en alucinaciones auditivas, en sombras pintadas de color sangriento en la pared. Todo por aquello que no puede ser más cruel y todo por culpa de aquello que viene derivado de aquello que se llama fe, pero en verdad es ansia de poder. ¿Cómo saber si realmente están de su lado o solo le quieren torturar?, cuando él ha sido y es una persona ejemplar.

Para él Dios no existe y quizás para mí tampoco, todos aquellos que sufren de alguna manera algún trastorno mental, es por la sencilla razón de que han despertado. Despertado de un largo letargo, algunos quizás después de veinte años. Que no son perdidos, simplemente son vividos de otra manera, con unas ideas diferentes. El despertar, solo el despertar, les lleva a pensar de vez en cuando en la muerte. En la muerte, cuando esta es solo un tránsito, un camino a seguir. Sirven de puentes de dos mundos paralelos, en la que la única distancia se corta a ras como una cortina transparente.

Hay quienes mueren de ancianos, como marca la ley, una ley que no es igual para todos, ya que para muchos la visita de la guadaña les viene antes, mucho antes. Pero en fin, es solo un tránsito, creo que es mejor que ver como el cuerpo se oxida y no podemos valernos por nosotros mismos. Diógenes, termina su paseo, es sábado y ya son las ocho de la tarde, el Sol se despide hasta el día siguiente.

“Que se caiga la muralla de China si hace falta, si con ello llego a una explicación de mi situación. Voces lejanas escucho, entre susurros me hablan. Dicen que esto es amor, dicen que el verdadero querer y el verdadero libre albedrío viene después de la muerte. Espero tardar en saberlo, deseo quedarme con ellos, con mis amigos imaginarios, con aquellos que me hablan a medianoche y son los culpables o son los generosos de hacer ver la realidad real, la pura y simple realidad, de que todo es energía y esta funciona mejor siendo feliz”.

Cada grano de arena, cada montaña de granito es la que le hace subir la cuesta de la vida, mientras Diógenes sigue sin ver el rumbo. Yo lo intento, lo intento ayudar pero no se deja., no sé cuál es el motivo o quizás sí que lo sepa. Pero ya mismo todo se acaba y empiezan a caer las primeras hojas caducas de los árboles. Sigue caminando hasta que ya en casa se prepara la cena, cena para uno. A veces y solo a veces, se mira en el espejo del baño y llora, simplemente llora y se le quitan las ganas de seguir adelante.

“Jack Daniels”, botella que ve en el armarito del mueble del comedor. Le tienta, no puede evitarlo y se aferra a la botella a morro. Son primero dos pequeños sorbos, seguidos de dos grandes tragos. No quiere, desea ser fuerte y en un acto de valentía o de cobardía, la estrella contra la pared. La hace añicos, trozos de cristal por todo el suelo y la pared queda manchada de forma que resbalan el líquido elemento de ella. Todo el whisky que queda en ella impregnada es absorbido por el yeso y parece que borracho le habla…

       “Tú, Diógenes. Serás lo que yo quiero que seas, porque ya me perteneces. Soy tu voz, fíjate en lo que acabas de hacer. Me he aprovechado de ti y tú me lo pagas con una botella de whisky, agradecido quedo, no pienses que todo quedará así, ya volveremos a hablar. Ahora debo saborear el líquido elemento y darme el gustazo por una vez".

No hay motivo por el que llorar, solo hay un motivo por el que luchar, todo es como es. La cordialidad y el respeto, es lo que debe imperar en una sociedad tolerante y abierta. Acaso, la locura más grande que puede sentir el Ser humano, es saber de qué está vivo y que la muerte le acecha en cualquier esquina. Todo es posible y todo es incierto, una sombra en la noche, una mancha de rojo en la pared es lo que imagina ver y casi le da un infarto del espanto. Se tranquiliza, se lleva la mano al pecho, el corazón galopa y la ansiedad le domina la respiración, hasta que llega un momento que le da por toser y el toser a vomitar. Ha hablado con una sombra del ayer, ha estado cara a cara, será normal o será que no puede ser real. Directo al baño, vomita todo lo que lleva dentro, que no es más que los nervios y los sofocos y de un despertar tardío. Mira el vómito y tira de la cadena, se lava la cara con agua fría, se moja hasta la cabeza secándose después con una toalla pequeña. Se mira y se mira en el espejo del lavabo, abre entonces el armarito, dentro una cajita con pastillitas de color azul, pastillitas que él llama “de la felicidad”. Cogiendo una se la  toma dándole un trago al agua recién salida del grifo del lavamanos. Una pastilla tan pequeña como una lenteja, pero que le calma y le ayuda al rato, a poder probar bocado, sin antes no poder olvidar que las voces siguen siendo aún presentes y eso no sabe si le ayuda en su soledad o le acabará desquiciando más. Esperando que no llegue a tal término, come despacio, respira y respira, hasta que termina casi sin aliento, recoge la mesa y llevando el plato a la cocina lo deja en el fregadero.

Se enciende un cigarrillo, es lo que verdaderamente le calma, se lo ha ganado, situaciones amargas, soluciones relajantes. Todo es lo que es y no pasa nada solo que son las doce de la noche y no duerme ni tiene intención de hacerlo. Solo el run-run en la cabeza, le martillea como si fuese con una roca. Sentado, mira fijamente a la pared, no hay nadie nuevo, solo la mancha teñida de whisky es lo que hay, solo el respirar, ese sonido le hace ver y sentir de que está vivo. Todo es como es, en una soledad compartida, no hace ruido, pero yace ahí el amargo sabor de la esclavitud de la vida.

Tic tac, son las once de la noche, falta poco para que sea un nuevo día, una nueva madrugada y se dice para sí mismo, “seré rápido, seré elocuente y no dejaré que la dichosa situación me domine”.

Diógenes, anda despacio por su piso, camina sin rumbo dando vueltas por las habitaciones vacías de almas a las que querer, quemando su vida en cigarrillos liados a mano uno a uno. Todo es un divagar, todo es una reflexión, a sus cincuenta años ya da por perdida alguna que otra batalla. Todo por ser diferente, no por condición, raza o sexo, si no por tener una manera de ver la vida que no es la habitual. Lo tachan de loco, lo tachan por enajenado mental, que pierde rápidamente los estribos y es que ya está escamoteado de tantas injusticias. Que ahora camina solo, ya no le salen los amigos de debajo de las piedras. Ya no hay invitación a cervezas y a tabaco, solo el tener una buena charla le tranquilizaría los nervios, pero eso, eso es fácil decirlo y difícil tenerla, si no es con la compañía de Jack, la botella.

Tres meses en un hospital tiene la culpa o la culpa la tiene él, quien lo sabe. A saber. La cuestión es que se ve solo, en la más absoluta soledad sin más amigos que aquellos que a veces le susurran a escondidas, ya que nunca ha conseguido verlos pero sabe que existen  y están ahí.

De todos es sabido que si verdaderamente existiera el cielo, ya estaríamos viviendo actualmente en un verdadero infierno. Aunque no hay que olvidar, que hay lugares, países adonde no se sabe dónde sí se vive de verdad. No todo es amor en la Tierra, existen lugares a donde las voces son reales, al igual que los disparos y las bombas. Huyen como pueden, algunos lo consiguen, otros no, que se puede hacer. Con que no le vengan a él con Dios, porque no puede permitir ese trato a la humanidad y esa situación en el mundo, un mundo que está abocado a su cruda realidad, que no es otra que aquella que todos sabemos.

Tic, tac, son las doce de la noche y sigue con su paseo, es un primer día de otoño y todavía el calor aprieta según qué días. Todo es un sudor bien recibido, ya que despeja de alguna manera sus ideas. Abre las ventanas del piso, el aire todavía caliente entra en él, no sabe o no puede respirar, sigue con su paseo, su paseo por un piso vacío de almas y lleno de voces. A cada cuál más alta, a cada cuál más vacío, no sabe si asomarse en una de las ventanas que da al exterior. Se lo piensa, se lo piensa y termina por hacerlo. Es un cuarto y las ideas le vienen a la cabeza, como las voces auditivas que le susurran. En un acto de valentía la cierra y baja hasta las persianas, pero no solo esta sino todas, todas, dejando el piso en la más absoluta oscuridad. Todo aboca a la más absoluta desesperación, el no poder comunicarse, el no poder asociarse le lleva a salir a la calle.

No dura ni cinco minutos más solo, baja las escaleras y se queda quieto en el umbral del portal del bloque y piensa para él…

“Qué será de mí, porqué piensan esto de mi persona, están equivocados, yo no soy así. ¿Porque, la gente me mira con el rabillo del ojo, se me nota algo o estoy desvariando?, quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Me canso, estoy cansado de que la gente hable de mí, si no me conocen, ¿qué hacen hablando mal de mí?”.

Son años de soledad, carcomidos y con desgarros en el alma, en su yo personal, en toda su personalidad. Le gustaría ser extrovertido, divertido y elocuente. No puede sé ,no se sabe el porqué, tiene que ser negativo, introvertido y desconfiado. Sube las escaleras, no sube por el ascensor. Al llegar a su puerta, el corazón le palpita de forma que parece que se le vaya a salir del tórax. Nada más lejos de la realidad saltan las alarmas en su cabeza, no encuentra sus llaves, sus preciadas llaves. ¿A dónde llamar, a dónde acudir?  No las tiene todas con la vecindad, pero no le queda más remedio, son altas horas de la noche y toca al timbre de la puerta del vecino, un vecino ya entrado en años, que más por sordera que por otra cosa, no le abre la puerta ni se asoma a la mirilla. Su cabeza, la de Diógenes, empieza a carburar, empieza a hacerse notar, se palpa los bolsillos al mismo tiempo que la ansiedad sube y con ello las fobias y las voces. No es nada nuevo, no es nada peligroso, solo le queda sentarse en la escalera hasta que pase algún buen vecino que le deje llamar al seguro.

Tic tac, pasan las horas, tantas que dormido se encuentra con la salida del Sol. Si fuera eso nada más, tendría un pase, pero no es así. Le dan una ligera pequeña patada en la suela del zapato y al ver la policía se despierta de golpe. Todo es una regañina, todo es suave, tanto que al explicar lo sucedido, se palpa de nuevo los bolsillos diciendo que ha cerrado la puerta y no ha cogido las llaves. Se palpa, hasta que uno de los agentes le indica la cerradura de la puerta. No se lo puede creer, están puestas, se las había dejado con en la cerradura. Diógenes les da las gracias, pero la policía desconfía y al no saber a ciencia cierta que sea el dueño del piso, le piden el carnet. A lo que él responde que tiene dentro la cartera, así que esperan dos minutos. Tembloroso, con las manos frágiles, les enseña su nombre y dirección, así que la pareja se marcha, se alejan del lugar. Cierra la puerta y empotrando la espalda contra ella, suspira.

“Jack, Jack, hoy para desayunar me acompañará Jack”, después ya tomará café y una buena ducha. El corazón le palpita menos, todo es lo que es, maldita locura es la que tiene este nombre. Todo quedará atrás, al menos eso piensa, las alucinaciones y las ansiedades, todo quedará atrás. Pasa solo media hora, son las ocho de la mañana y quedándose a oscuras en la habitación, se acuesta quedándose dormido en posición fetal. Como si fuese otra vez un niño se queda o al menos lo intenta, no sabe o no quiere saber que el tiempo no puede echar para atrás. Cuando se despierte, ya despertará y como una pesadilla verá todo lo sucedido. No hay quedarle más vueltas, no hay que buscar ninguna puerta trasera, todo es como es, maldita locura es a veces el despertar y verse viviendo en el mismísimo infierno. Pero no hay otra, las cosas es así, conque bienvenido a aquel que viene desde el otro portal o al menos eso pensará.

 


martes, 9 de junio de 2020

                                                     AMORES EN EL ANOCHECER

Recuerdos de melancolía, esbozos de un ayer no muy lejano es lo que veo a través del cristal de la ventana de mi habitación. Una habitación pequeña, tan pequeña que cabe poco más que una cama de noventa centímetros de ancho. Llueve, llueve a cántaros y no sé encontrar razón alguna el porqué. Entre el vaho formado por el contraste de la temperatura y la humedad, dibujo en el cristal, todo de símbolos, desde el hippy, hasta un corazón. Un corazón roto por aquellos que yo les brindé mi amistad y no supieron aprovecharla. Ellos se la pierden, no todo el mundo se la puede merecer ni tiene derecho a ella y menos, aquellos que vislumbran sombras en vez de luces en sus corazones.

Llueve, llueve mucho y las ráfagas de viento hacen que las gotas parezcan que vengan lanzadas desde una ametralladora. Que duro es vivir solo y más siendo tan joven, tan joven pero ya soy experto en temas de soledad, tanto, que no tengo amistad alguna, solo un sinfín de conocidos que me alegran un poco las penas, esas mismas que intento no ahogar ni en vino ni en cerveza, ya que ello me haría bajar en caída libre y sin paracaídas, dándome de golpe contra el duro suelo de la realidad más completa. Prefiero vivir en mi mundo, un mundo de música y fantasía que me alegra el día por completo.

No todos son penas, a mi joven edad, también salgo de vez en cuando, en que sea a tirar la caña a alguna bella muchacha, una de tantas que me haga y nos haga disfrutar del momento, pero eso sí, con las ideas claras. Yo no he venido a este mundo a enamorarme y formar familia alguna. Ya que bastantes quebraderos de cabeza tienen uno, como para ir trabajando para mantener y vestir a ciertos vástagos a los que cuidar, al menos hasta que son mayores de edad y puedan por ellos mismos valerse y trabajar. Yo soy uno de tantos solteros, cuál el más egoísta, pero me da igual y si me miran raro no es mi problema.

Os preguntaréis como me gano la vida, para conseguir ser yo mismo, pues es muy simple, entré como aprendiz en una fábrica textil catalana y ahí sigo trabajando. Llevo ya tres años y telar a telar, voy aprendiendo el oficio. El lugar está lleno de chicas guapas, es cierto, he tenido muy buena suerte y tengo un buen trabajo y buena compañía femenina. Pero, ojo, no todo son alegrías, ya que me conocen mis correrías, así que nunca a ninguna embauco con mi sonrisa. Más de una ha salido angustiada y hastiada de ver como después de lo después, sigo con mi ritmo de trabajo, sin ver eso que llaman mariposas en mi estómago. Será por lo que será, pero soy así, no soy fácil de conseguir.

Suena la sirena y encima es primero de mes, así que hoy podré pegarme un buen capricho, una buena cena y quién sabe que más de lo dicho. Solo digo, solo palabreo y entonces como no conozco ni mmi propio nocturno destino no me cabreo, solo mi instinto me lleva a recorrer después de cenar, las calles de mi querida Barcelona. Es todo casual, pero me veo paseando por una avenida bien conocida de la ciudad. Todo son de bares y pubs, ¿dónde entrar?, me pregunto yo. Para mí mismo me digo, son locales de ambiente, pero de un ambiente diferente al que yo estaba acostumbrado. Dado por la curiosidad entro en uno de ellos y pidiéndome una cerveza, observo, no hay nada malo y todo es de respeto. Solo que solo veo a hombres y más hombres, no hay chica alguna, ni sirviendo copas las veo por ningún lado. Los lavabos son como son, no hay de chicas, solo uno para todos es lo que hay. Me bebo la cerveza de tres tragos y cuando voy a salir se me acerca uno de tantos, un hombre algo más mayor que yo y apoyando su mano izquierda en mi hombro, me pregunta…

       Hola muchacho, ¿no eres de por aquí?, no te tengo visto.

Se me acelera el pulso y con ello me tiemblan las manos…

       Sí, vivo cerca de aquí, lo único es que no estoy acostumbrado a entrar en locales de solo hombres.

       No te preocupes, la primera vez siempre cuesta, tómate una cerveza que te invito yo.

Haciendo una señal con la mano, llama a Javier, el dueño del local y me pone una birra. Estuvimos hablando largo rato, ya en la despedida, me da su número de teléfono y se me despide con dos besos. Salgo del local un poco confuso y pensativo, era la primera vez que entraba, ha sido mi primera vez y no sé si será la última, ya que me guardo el papel con su número escrito en la cartera y sigo caminando.

Luces de fiestas hasta el amanecer del sábado, ha sido un viernes largo y a la vez corto, ¿cuántas cervezas me bebí?, ¡uhm!, he perdido la cuenta. Pero no solo eso solo he perdido, también el pudor y la virginidad en algo que era tanto tabú como es el tema que me lleva a pensar. En cómo era yo antes y cómo poco a poco lo de ser tímido y pensar que yo pudiera ser uno más de los tantos, me llevara a una transformación interior que me alberga dentro de mi interior y es que hay un espacio en este pequeño mundo y a la vez tan escabroso y tan grande. Como saber que iba a acabar en cierta discoteca, entrando en lugares oscuros y que la curiosidad me llevara al conocimiento de algo que descansaba en mi alma, esperando que yo le diera la oportunidad de manifestarse.

Miro la hora en el reloj de la mesita de noche y veo sorprendido que marca las once de la mañana, pero mayor aún es mi sorpresa cuando miro para el otro lado y veo un chico de más o menos mi edad, durmiendo. Me vienen muchas preguntas a la cabeza y entre una de ellas, como no puede ser otra, la sexual. ¿Habré mantenido sexo con él?, a saber. Tampoco no hay nada malo, lo único que no es lo más normal en mí. Entonces y solo entonces, pongo los dos pies en el suelo del piso y me dirijo hacia la cocina. Pienso y pienso, está burbujeando el café, cuando le veo, veo su silueta en el marco de la puerta.

          Hola corazón. Me dice, mientras se rasca la cabeza.

          Perdona, ¿cómo te llamas y cómo hemos terminado juntos en la cama?

Se hace en una carcajada, mientras se me acerca y con vaso en mano, me dice que le acompañe al comedor. Sentados me coge de las dos manos y me dice, me comenta, que bebimos unas copas, de las copas a los besos y de los besos a algo mas. Que yo no paraba de reír y sonreír, cogidos de la mano paseamos por las ramblas a mitad de la noche. Entonces y solo entonces surgió la idea y que a mí me pareció una buena, el subir a mi casa. De lo demás no me habla, que queda en secreto de las sábanas blancas de la cama de 90’. Solo me dice que soy un encanto y que le gustaría verme otra vez, al mismo tiempo que soltándome las manos me acaricia la cara con la palma de esta. Yo no salgo de mi asombro, pero le digo que sí, que podemos vernos y quién sabe. Me apunta su número en una servilleta de papel, “Rodrigo”, Rodri para los amigos. Yo le digo que me llamo Luis y ahí queda la cosa. Nos despedimos con un beso corto en los labios, cuando cierro la puerta, saboreo el beso con la lengua y me pregunto, ¿seré homosexual?

De siempre, de toda la vida, me habían inculcado los valores clásicos del comportamiento del Ser humano y ahora me encontraba dando rienda suelta a mis inquietudes.  No sé si dar saltos de alegría o más, sentarme en el suelo y con la cabeza en las rodillas pensar y reflexionar sobre lo sucedido. Escucho de fondo la gente por el patio de luces, el murmuro no tarda en hacerse eco en la comunidad. Pero es algo ya tan cotidiano que no le doy ni la menor importancia. Así que guardando la servilleta en la cartera, me pongo a hacer la comida. En un momento, en un instante miro otra vez al umbral de la puerta y me parece ve la silueta de Rodri y esbozo una sonrisa, al mismo tiempo que mi corazón galopa y me tiemblan las piernas. ¿Me habré enamorado?, si es así, caray sea, que sea así.

Pasa el fin de semana sin ningún tipo de novedad, solo el papel del hombre del pub sigue debajo del cenicero de la mesa del comedor y permanece ahí inmóvil. Yo me muevo, pero poco, solo por casa, es ya domingo y hoy es día de descanso. Por la contra hoy hace sol, no hay ninguna nube amenazadora y ello me alegra y me salgo al balcón y tomo asiento en una de las butacas que tengo. Cigarrillo en mano, miro para dentro, miro el cenicero y miro el papel, me adentro en los mares de la incertidumbre y cogiendo el cenicero, hago trizas el papel. Yo no me lo creo, no me siento así, no puede ser, yo, que siempre he ido alardeando de truhan y mujeriego, resulta que voy a ser gay. No lo sé, en verdad no lo sé, soy un mar de dudas, seré lo que seré y no le daré más importancia, todo ocurrió muy deprisa y más el corazón. ¡Joder!, parecía que se me salía del pecho, solo el pensarlo me provoca una erección y me doy cuenta que siento cosas que eran inimaginables para mí.

Quién dice lo que está mal y lo que está bien, ya no somos niños a los que deban regañas, somos lo que somos. Yo he descubierto algo en mí, algo tan especial que es difícil compartir, lo llevaré en secreto, como si de un oscuro deseo sexual se tratase, seguiré caminando, seguiré deambulando por la madrugada barcelonesa entre las calles y las avenidas llenas de bares de ambiente. Quién sabe si llamo a Rodrigo o solamente lo dejo pasar como mi primera vez. Ha sido todo un descubrimiento para todo aquello que me alberga en lo más profundo de mi corazón. Ahora entiendo porque para mí, las mujeres eran solo un juego, un disfrute de aquello que con toda mi humildad no me llenaba ni me llegaba a enamorar, ya que mi orientación es otra. Me enamoro de los hombres, es más no sé si de este estoy enamorado. Solo el destino y el transcurso del tiempo lo dirá, solo aquel que toca el violín dentro de mi cabeza hará sonar la sonata del verdadero amor. De aquel que te lleva a tocar la cabeza con el techo y las nubes con la punta de los dedos, quién sabe. A saber

Pongo un poco de música de la radio, hago que escucho lo que no quiero escuchar o no escucho a mi corazón, radio del sentimiento dime tú qué sabes, como es posible que a estas alturas encuentre dentro de mi interior todo aquello que era oculto hasta hoy. Como puede ser, como puede ocurrir que un día sea uno y otro día sea otro. Me voy, me dirijo al lavabo y mirándome al espejo, encuentro el mismo parecido con aquel truhan de buscar para una sola noche. Con los hombres no me pasa igual, busco algo más que un simple disfrute carnal. Radio, dime tú que eres yo, ¿qué es el verdadero amor?

¡Caray!, si lo sé. Es el despertar con la misma persona cada día y desear que se repita el próximo amanecer, y el otro y el otro. Hasta que por vejez nos separe aquello que es de ley para todo Ser. Pero no me digas, no me mientas, que soy más frágil de lo que imaginaba y no busco un simple amigo, un amigo de copas y albedrío. Busco un amigo, un amigo especial con el que compartir las largas noches, ya sea de verano o de invierno, ya sean en primavera o en otoño, que todo florezca y que no decaiga,  que todo sea como un huracán que vuelve, que sea como una borrasca que no termina de enviar rayos y relámpagos, que no deja de galopar mi corazón como si fuese un caballo en plena carrera.

La semana pasa lenta, muy lenta, es miércoles y no puedo evitarlo y cogiendo primero el móvil y luego la servilleta guardada en mi cartera, marco los números del teléfono de Rodri. Suenan cuatro tonos, al quinto, cuando estoy a punto de colgar me contesta.

       ¡Hoola!, ¿quién es?

Estuve a punto de colgar, pero no lo hice, estuvimos más de media hora hablando y riendo, mañana es jueves, así que quedamos en un bar cercano para el viernes. Que dos días me quedan que pasar sin saber realmente que pasará. Solo la Luna hará de testigo, una cena, unas copas y quién sabe después. Por si acaso, pondré sábanas limpias, por lo que pudiera pasar, porque algo acontecerá y será el principio de un bonito despertar.