sábado, 27 de octubre de 2018

                                 Desde a lo lejos.

Desde a lo lejos, nos están mirando. Nos observan y no dicen nada. ¿Quién sabe si tienen un tercer ojo?, una gran pantalla, desde la que les servimos de entretenimiento. Son seres de otro planeta u otra dimensión, esa dimensión que no conoce nadie y en la que hay vida. Una vida, una inteligencia superior. Máquinas super poderosas que manejan computadoras que están demasiado avanzadas que las nuestras y que el hombre no se las imagina ni en ficción. Naves que van más deprisa que la luz y no dan opción a ningún terrestre. No son visibles aquí, con los telescopios de una generación, que debe avanzar todavía mucho más.

Dejar de mirarme, os estoy viendo a través de los rayos telescópicos. Dejar de mirarme, me estoy cansando de vuestro acoso visual. Hacer lo que queráis, pero largaros ya. Me tenéis harto. Dejar de mirarme, sois muy pesados. ¿No tenéis nada mejor que hacer, no tenéis que barrer?, ¡barrer la basura que sois! La felicidad brilla por su ausencia, no sabéis que es saber que te vas a morir, pero primero se tiene que vivir. No se puede ir por los sitios, como si fueras el sheriff de la ciudad. ¿Dónde te has dejado la estrella?, la estrella de colgado, no vales para nada. Márchate y vive en otra parte, porque aquí solo vivo yo. Largaos y mirar para otro lado, porque yo estoy frito.

Son las tres de la tarde, la canícula cae sobre el asfalto. Él en casa, con la ventana abierta. Intenta respirar, intenta llenar de aire sus pulmones. En la cabeza tiene esa cerveza fría de las nueve, cuando el sol comienza su retirada. Llega el verano y con ello, el abrasador calor y el aire cálido del Sáhara. Quien sabe, si vuelan con alas desplegables y consumen la energía de cualquier otra estrella, parecida al Sol. Alienígenas que sobrevuelan un planeta, cien veces más grande que éste. No tienen armas, lo del láser es solo para las películas. Unas películas que nos siguen divirtiendo, pero que para ellos son del Jurásico. Para ellos estaremos en la época del Cromañón. Que descubrimiento fue el del fuego y no hablemos lo del microchip. Quien sabe, que descubrimientos han conseguido ellos. Son de una generación, que nos lleva muchas vueltas de ventaja. Descansando ellos unos cuantos años, no llegaríamos a su nivel.

¿No te cansas, porqué, no dejas de mirarme, que eres fan mío o soy tu ídolo, no tendrás un póster con una foto mía? A lo mejor me idolatras, pero yo no quiero saber nada de vosotros. No progresas, no maduras. No ves más lejos de ti y a mí me tienes en tu punto de mira. ¿Qué quieres, dinero?, no tengo ni un euro, lárgate y déjame en paz. Las noches de juerga han pasado a la historia y no tomaré una copa más contigo, con que márchate. Yo busco otro sentido a la vida, déjame en paz. No te cansas de no salir, de solo mirarme a mí. Te he dicho que te he visto con mis rayos telescópicos y no eres de metal. Eres como todos, de carne y hueso, pero de carne podrida y de huesos entumecidos por la humedad y el alcohol. Si pudiera te echaba una cerilla para que ardieras en el infierno, olvídame que eres tóxico. No quemes mi sangre ni la hagas arder, que bastante tengo con la vida que me ha tocado vivir. Eres pesado, a ver si te marchas ya y me dejas dormir en paz. No quiero pensar que por la mañana voy a tener tu mirada fija. Menos mal, que no hablas mucho. Porque si no recordaría tu voz. Menos mal que mañana será diferente, menos mal que me dejarás en paz.

Tiene la música a tope, no tiene vecinos. Solo los ladrillos inmóviles de la habitación, con los pósters de conciertos, colgados en la pared. ¿Quién soy yo, para juzgar? Para hacer de juez de la vida, solo uno mismo lo puede ser de sí mismo. Sufre, por el calor que se avecina. Llora por aquellos que mueren, ahogados por el aire sofocante. Ríe, por la desesperación que le entra a uno. ¡Ver y no querer ver!, todo aquello que envuelve al mundo, un mundo que echa la mirada hacia atrás.

Quién sabe lo que nos depara el futuro, ellos a lo mejor lo saben. A lo mejor son ellos, los que no quieren comunicarse con nosotros. Aquí, llueve y hace frío. Aquí, luce el Sol y hace calor. Quién sabe que clima tienen y como es su hábitat, nadie los conoce. A lo mejor nos investigan a escondidas y como con un tercer ojo nos ven en una gran pantalla. Tienen su propio canal llamado “Tierra” y a través de ese canal, se divierten. Echan risas y lloran, cuando toca. Quien sabe, a cuantos años luz de ventaja están de nosotros y a la vez tan cerca, que en un suspiro se acercan a nosotros. No vemos platillos volantes ni nada por el estilo, eso solo son para las películas. Como serán de verdad, esas naves interestelares que viajan por la oscuridad del Cosmos. No dejan de mirarlo todo, de observarnos. ¿Quién es el que nos controla a cada paso, a quién pertenece el ojo eléctrico qué todo lo ve?, todo está dentro de su radio de acción. ¿Qué es?, un tercer ojo o simplemente uno que tiene vista de lince y todo lo alcanza.

A veces me pregunto, ¿qué se siente siendo uno observado, es que se nos guía de alguna forma?, quien sabe. Solo se sabe que existe y es el ojo eléctrico. Porqué su nombre cuando no utiliza energía eléctrica o es que es como todos, pura energía. Solo divago y solo pienso en que no paran de mirarnos, como ojos que atraviesan las paredes sin dejarnos algún rincón de intimidad. No hay derecho a que nos observe ni nos mire de esta manera. Habría que buscar su fuente de energía, si es que la tiene y destruirla. Es solo un ojo eléctrico, el que todo lo ve. Pero quien procesa tal información o solo lo hace por pura diversión. A saber, yo solo soy el que escribe, no soy nadie relevante, ni nadie importante. Solo soy el que escribe.

¿Ojo eléctrico, dónde estás?, yo te buscaré para destruirte. No me gusta que me observen de esta manera y con esta desfachatez. Te crees superior con tu mirada, si es que la tienes. Yo dudo de que seas algo o persona. Solo serás un ojo que no procesa la información, si es así, no deberé preocuparme. Porque solo serás eso, un ojo eléctrico.

Vago por las calles, intento esconderme, pero no hay sitio o lugar donde esté a salvo. Es el ojo que todo lo ve y todo lo observa. ¿Dónde lo procesará o donde lo hablará, dirá algo de mí, será capaz de desvelar como soy por dentro?, es el ojo, que ni por la noche estoy a salvo.  Pero no tenemos nada que envidiar, a lo mejor en su planeta. No tienen mar y playas, ríos y montañas. Es árido como un desierto y el agua, a lo mejor la tienen que extraer de algún otro planeta de la galaxia. ¿Qué forma de vida serán, que no tienen a lo mejor ni que respirar, qué envidia le debemos de tener?, a lo mejor me están mirando mientras escribo. A saber. No lo sabremos nunca o sí.

Volamos en busca de algún ser, volamos en nuestros cohetes que parecen de cartón. De que material estarán fabricados, como serán los de ellos. Tendrán manos, con cinco dedos en ellas. Miro al cielo y solo vuelan aviones, no veo nada más. Son tan rápidos….algún día aterrizarán en nuestro suelo y los Jefes de Estado y presidentes, les recibirán. En un cálido y majestuoso encuentro. Ellos buscan la sobriedad y no quieren tanta alcurnia, solo la comunicación. El intercambio de opiniones y de culturas, pero como lo hará el hombre. Estaremos preparados o les atacaremos por miedo a una invasión, una invasión planetaria de otro ser diferente al ser humano. No quiero pensar, no quiero dedicar más tiempo de lo imprescindible a la reflexión, cosa que me lleva a la más absoluta soledad, con el único compañero del hilo telefónico. Teléfono, que me adentra en el mundo de los vivos. Porque a veces, siento como si estuviese muerto. Quizás sea así y no me haya dado cuenta hasta ahora. Al sentir el calor en mi piel, me pregunto cómo será tener una compañía grata. Aquella que te roza y te hace sentir vivo. Cosa que hace tiempo que no siento, por ahora solo siento el aire cálido que entra por la ventana.

¿Nos atacarán entonces?, a saber. A lo mejor no tienen con qué, simplemente se alejarán quedando en el olvido y en la memoria de no volver nunca jamás. Somos tan irracionales, que tememos a lo desconocido. Como no vamos a atacar a aquellos que no sabemos de dónde vienen y a donde van, con que intenciones y con qué maneras. No entendemos otro lenguaje, que no sea el de las señas. Idiomas, hay muchos, pero las señas y los gestos los entienden todo el Universo. Solo tenemos que saber, cuales son los suyos.

Tardarán a lo mejor mil años en venir o en entrar y dejarse conocer, quien sabe, a saber. Solo nos negamos a creer que estamos solos, porque el Universo es tan grande e infinito…. No se sabe adónde empieza y  adónde acaba. Quien sabe, si como digo a lo primero. Servimos de espectáculo para aquellos que se aburren y no saben con qué entretenerse. Siento unas voces a lo lejos, son un grupo que viene de juerga. Hace tiempo que no salgo de copas, eso ya pasó a la historia. Seré más feliz ahora o antes que alternaba, día sí y día también. Me habré vuelto loco o será que me siento tan observado, que reprimo mis acciones. Tengo que dejar de pensar en el ojo que me observa y vivir. Vivir y no pensar y si eso, sonreír. Sonreír como si de una foto se tratase y seguir viviendo. No sé a veces que me digo, solo quiero que deje de mirarme y dejar de alucinar, como si estuviese bebido.

Me hacen falta seis barriles de aire fresco o hundirme en el río más frío de las montañas, para saber que tengo una oportunidad. Una oportunidad, que siempre me ha sido denegada. No sé el porqué, quien lo sabe. Intento dormir la siesta y las pesadillas me invaden, me llevan a un terreno oscuro y frío. Y yo, parece que despegue de la cama, como un cohete sideral proyectándome a otro mundo u otro planeta. Quien sabe lo que ocurre, mientras dormimos. Quien sabe a dónde vamos, solo pienso en que son ya las cinco de la tarde y el calor es sofocante. Ventanas abiertas para que corra el aire, ventanas abiertas para que entren todo aquel espíritu o fantasma del pasado. Que me haga sudar y me haga despertar.

Las hojas de los árboles se mueven y parece que corra  una ligera brisa. No hay nadie por la calle, todo lo demás no se mueve. ¡Qué más da!, si es mayo o junio, julio o agosto, yo ya no me acuerdo de algún verano, en el cual me haya sentido igual. Sin poder estarme quieto y sin poder respirar por culpa de lo que llaman “calor”. No puedo dormir, no puedo desconectar y ojeo unas antiguas fotos, aquellas que me trasladan a otros tiempos. Con el misma calor, pero en compañía. Esa compañía que se aleja, por el paso del tiempo y no hay vuelta atrás. A quien no le vendría mal, una máquina del tiempo. Un artefacto que nos lleve a otro momento, en el cual hemos sido más felices.

No hay voces, no hay murmullos. Son las seis de la tarde y el sol calienta las paredes de hormigón, haciendo de la habitación un horno. Solo espero que sean las nueve, para poder beber esa cerveza fría que todavía me es fiel. Solo una, esa que entra por la garganta y te refresca hasta el último milímetro del hígado. Solo  una, porque solo el pensar en el abuso, ya me emborracha. Sentarme a la caída del sol, solo falta tres horas. Tendré que soportar las altas temperaturas, aliviándome con el pensamiento puesto en después.

Pasarán las horas, llegara pronto a marcar las nueve y cuando me quiera dar cuenta, serán las doce. Otras tres horas y el pensar en que será imposible dormir, me pone nervioso y me altera, haciendo temblar mis manos. Esas manos, que están labradas en el trabajo y que ahora descansan en el suave teclado del ordenador. Son solo horas, son solo minutos. Nos regimos por ello, como si fuésemos dirigidos desde fuera por algún director de orquesta. A golpe de batuta nos movemos y a golpe de batuta reímos. Solo nos dejamos llevar, pero con la calor llega la reflexión y pienso, que director puede ser tan cruel, como para hacernos sufrir de esta manera.

No llevamos ni chaqué ni corbata, pero vestimos según la época que vivimos. Como si fuésemos disfrazados todo el año, nos movemos por el carnaval de la vida. Ese carnaval, que nos hace bailar y cantar, a golpe de batuta. Ya falta poco para las nueve, con que estaré alerta y me refrescaré con mi premio. Un premio logrado por el esfuerzo cotidiano.

Tenemos inteligencia, lo que no sabemos es el grado que tienen los de ahí afuera. Si son lo suficientemente listos, para venir o no venir. Somos de corazón duro, ellos no se sabe. Ni se sabe si tienen conocimientos, pero todos nos creemos racionales, pero no todos tenemos la razón.

domingo, 21 de octubre de 2018

                          Me nombran sin piedad.

Camino por las frías avenidas de la ciudad, ando despacio mirando los escaparates de las tiendas y grandes almacenes. No tengo rumbo fijo, solo el olor de la cerveza en mi boca me delata y ello es lo que busco. Solo una más, solo deseo dormir esta noche, soñar que todo es una larga pesadilla, que se acentúa con el paso de los años. Dime amigo, tú que me ves, tú que me observas, como lo hago para volar alto, tan alto como un pájaro por las cumbres nevadas de las escarpadas montañas de lo más lejano.

Que significa la palabra libertad, que nombre tiene en un lugar dónde la única salida es la propia muerte. Y eso encima para colmo tardará en llegar, me encabezono en querer llegar a viejo, me obsesiona la idea de verme todo lleno de arrugas y con bastón, pero creo encima que todo esto tardará en llegar, y me alegra. Todo depende de lo que me depare el destino, todo depende de si es una muerte por enfermedad o es por un accidente repentino.

Vuelo como lo hacen las servilletas de papel, vuelo sin alcanzar gran altura como no sea por un golpe de aire. Una ventolera de la diosa fortuna, que entre por la ventana que por siempre de los siempre, hay que tener abierta por si acaso. Mi madre me decía, que hay que tener una así, porque nunca se sabe los lances del destino. Ahora escribo en ellas, en las servilletas de los bares y vuelan, vuelan sin darme cuenta sin ningún destino concreto. Todo será por el camino empedrado que llevamos, aunque no lo sabemos, no acertamos a ver la fortuna de saber que estamos vivos. Como saber, si no es a través de las estrellas, mi propio destino. El viento se lleva mi pasado, el viento hace que todo quede limpio como una patena y como si nunca hubiese existido, todo se  lo lleva el aire del Norte, que helado viene y cruza hasta el Sur, convirtiéndose en un corazón cálido y de fácil abrazo.

Sentado ya, en una butaca de un anónimo bar. Tomando, bebiendo cerveza tras cerveza, escribo en las servilletas de papel todo aquello que me viene a la mente. En un momento de los que alzo la cabeza mientras bebo,  veo borrosa mi propia imagen reflejada en uno de los pequeños espejos de la pared de detrás de la barra. Sueño tras sueño, mientras me siento cada vez más solo. En uno de los momentos de lucidez, suelto el bolígrafo y me levanto, me pongo de pie y encendiendo un cigarrillo, soplo mi propio aliento mezclando el alcohol con la nicotina.

Estoy en la puerta del local y se coloca alguien a mi lado en paralelo y creo, si la memoria no me falla que la historia fue así…

Hola, soy un ángel negro eso es verdad, eso es cierto. ¿Mi nombre?, mi nombre no es ni Lucifer ni Satanás. ¿Cuál será?, ¡qué más da!, si solo te vengo de visita. Solo vengo a prevenirte de todo aquello que te puede dañar, solo vengo a decirte cuál es tu sitio, tú lugar en el Universo, en el Cosmos entero, en todo aquello que es dueño la Oscuridad.

Me asusto al comienzo y entrando de nuevo al local, tomo de nuevo asiento, mientras escribo una y  otra vez. Me pregunto a dónde andarán las que he escrito antes, solo sé que han volado, porque no están ni encima de la barra ni en el suelo. Escribo y se me caen las lágrimas o solo es el sudor del caluroso verano de agosto. Mientras el que me visita, me susurra o escucho su voz adentro de mí.

Lloro, de verdad lloro, me emociono al leer tus frases. Me quedo inmóvil, me quedo paralizado en estado de shock. Tus lágrimas me hacen caer y perecer en el intento de acercarme a ti y todo, todo por querer escribir. Escribo a través tuyo, fantaseo y me imagino todo lo que leo de ti y se me hace antojar de volar encima de una nube. Pero no ni negra ni gris, sino de color blanco y que se desarrolla como una bola de algodón.

¿Quién podrá elegir?, yo creo que nadie. Nadie está a salvo, ni el más rico ni el más   pobre. Hay cosas que su valor es tan alto, que no hay nadie que lo pueda comprar. No se puede vivir ni un minuto más de lo establecido, ya seas blanco o negro, qué más da, el color del alma, no tiene nada que ver con el de la piel.

Miro la espuma de la cerveza y  metiendo uno de mis dedos dentro de la copa, me entran ganas de reír, suelto una carcajada y le digo en voz alta y clara. Tan alta que hasta el dueño del local se me queda mirando.

No tengo amigos, no tengo amistades y tampoco las busco, tampoco las deseo, aléjate.

El propietario se me acerca y me invita a que me marche. Mientras la visita que tengo dentro de mí, se viene conmigo haciéndome compañía y le digo alzando otra vez la voz.

Píntame de rosa el cielo que quiero vivir, píntame de negro el suelo a la hora de partir. Mézclame dentro del aire turbio de la gran ciudad y dime, dime tú qué sabes el motivo de mi existencia.

No me traiciones y seas malvado, no caigas en lo más oscuro y tenebroso del Ser humano. No seas tan hipócrita y demuéstrame de lo que eres capaz y cuál es tu valía, ya que aquí, en este mundo valoramos el coraje y la valentía.

Resuenan las campanas de una iglesia cercana, el silencio se apodera del entorno y solo escucho como en un susurro, su voz impregnada por mis letras impresas en el papel.

                     “No veo mayor logro, que la paz y el sosiego dentro de uno mismo.”

Yo le ruego, yo le suplico, solamente falta que me ponga de rodillas mirando al oscuro cielo de la noche…

Quiero ser libre, quiero alcanzar dicho arco iris y poder saltar al vacío, para saber lo que se siente, cayendo en caída libre. Siempre no hay colchón ni paracaídas, no siempre y todo tiene su riesgo. Poder notar el aire, el vendaval que causa el saltar a cierta altura.

Escucho una música roquera, y vibro, vibra mi alma dentro de ella. Todos, todos somos hermanos de sangre aunque no lo parezca.

Cuál es tu nombre, dímelo, para poder pintarlo en la pared. Poder mirarlo y leerlo, cada vez que me invada la soledad.

Rompo, hago añicos las servilletas de papel que tenía guardadas en el bolsillo del pantalón y alzando la voz, le digo a todo mi interior…

John, me llamo John Tender y ando a tres bandas, ando acompañado por mi bastón imaginario y todo ello, con la cabeza llena de sabiduría. Me siento satisfecho, me siento orgulloso de lo que siento y experimento. Amores lejanos, amores cercanos. Algunos están detrás de la puerta, para otros hay que coger una avioneta y surcar el arco iris, como si fuese en barco velero.

La Luna le hace un guiño y veo como se mueven las hojas de los árboles.

- No me digas aire, ya que lo tomo cada vez que inspiro para dentro de mí. Salgo por la noche, a la caída del Sol, cuando toda la buena gente se recoge en sus casas. Salgo como un gato, pero me deslizo como una serpiente. Hago eses, de calle en calle, buscando a aquella que pueda convertir en una sombra. A aquella que la pueda retar o tentar de todo lo que está a la vista, para poder alcanzar el mismísimo infierno.

Sentir el frío del anochecer, la densa niebla no me deja ver la verdad, la realidad y yo todas las noches, me tomo una copa y después otra. No sé a veces ni mi nombre, como voy a dar con la calle para llegar a dónde debo descansar. Todas son iguales, con diferente placa en las esquinas, pero para mí son las mismas.

Alguien o algo, se me acercó al oído derecho y me dijo hace unos días…

“Yo, soy aquel que tú temes, yo soy aquel que tú adoras y yo, para corresponderte, voy a tener clemencia. Me has venido varias veces tus pensamientos y yo no te he hecho caso. Te prometo, te juro, que no volverá a suceder, que te sacaré del lodo y te bañarás en el río de la abundancia. Serás un hombre nuevo y todo lo que necesitarás es respirar el aire nuevo de cada mañana. Levantarte al alba y ver salir el Sol. La Luna es muy plácida si la compañía es grata.”

Pienso entonces, despierto de mi largo letargo y me pregunto, aunque piense a la vez que ya es demasiado tarde.

¿Dónde estará esa chica, esa mujer amante y compañera que todo hombre se merece, dónde estará o es qué se esconde por no verme a mí?  Quién sabe, solo la ruleta del amor nos llevará como una servilleta de papel, a volar alto cuando entre un golpe de aire.

A veces y de muy de vez en cuando, me viene a la memoria sus caricias. Sus besos y sus palabras, pero todo ello son falsos recuerdos y vagos ratos de cama. Qué sería de mí, si el amor se apoderase de mi Ser, sería solo una pieza más de todo lo que me rodea y eso no me gusta. Soy rebelde, soy libre y por ello, por lo tanto levanto mis brazos al aire, diciendo para mí que soy libre, libre y no llevo ni cadenas ni lastres enganchados a mi alma.


miércoles, 17 de octubre de 2018

                                             El helado beso inmortal

Que yo recuerde, por aquel entonces estaba en un mundo envuelto por el humo y la niebla, que me no dejaba ver la realidad a más de dos metros de distancia. Por aquellos tiempos, recuerdo vagamente los callejones sombríos de la ciudad. Uno de ellos, me viene a la memoria, un trance de mi vida, que deseo compartir y por eso relato en unas frases, el significado que tiene cierta densa historia de juventud.

Escucho a alguien dentro de mi cabeza, que me dice, que me aconseja o será entre mis sueños…

¡Oye!, levántate, es medianoche que la Luna se ha escondido llena de miedo y de terror. ¡Escucha!, los gatos saltan por los cubos de basura y maúllan. ¡Mira!, los perros atados cerca de la puerta de casa de sus amos, ladran y yo, yo en posición fetal cierro los ojos y me tapo la cabeza con la almohada. ¡Oye!, levántate si eres capaz, orina si eres valiente y los nervios no te paralizan. ¡Escucha!, ya llego, ya estoy aquí, muy cerca de ti. ¡Mira!, no llevo ni una sierra ni un machete, solo llevo por mí mismo un solo un beso, solo un beso con el qué te mataré, es el beso de la muerte el que no te deja ni te dejará vivir en paz.

¿Quién es el sagrado guía, que nos ilumina?, no estamos a salvo de su aliento. ¿Cómo es posible que sepa de mi falta de amor y de mi soledad?  Este es frío, helado diría yo, todo seguido por aquello que se mezcla en el aire. ¡Es vapor!, sí es vapor, pero… El vapor es húmedo y caliente, ¿cómo es posible?, será el llamado por el Centinela. Todo un sagrado y temido de las Tinieblas, que aparece y desaparece ya sea su antojo. 

Yo me tapo, yo me escondo dentro del armario si hace falta. No hay libro ni oración, que  me salve de este horror. Todo, todo esperanzado de que llegue el amanecer y su despertar lo haga desaparecer. Un día más, solo una semana y todo cambiará. Solo se vive ese tiempo, luego transformándose en una sombra, desaparece entre las entrañas del mismísimo infierno. ¡Qué más da!, si es cierto o es mentira lo que cuento. Seguro que tiemblas, seguro que sientes el golpeo de los dientes en una mandíbula que no calla. ¡No grites!, ¡no seas tan miedica!, y ¡sal!, sal a la oscuridad de la medianoche y demuéstrame lo valeroso que eres.

La oscuridad me ciega, la oscura tela de araña me debilita por culpa del miedo atroz que tengo. No es una persona, no es un ente, como saber por dónde viene, no sé, no sé y eso, eso me pone nervioso. Yo no soy de piedra, soy un simple mortal y solo deseo vivir y envejecer en paz.

Suena el viento susurrar en los árboles, no hay nubes, no hay tormentas, solo el poder de aquel que con un beso sella la alianza con la muerte. Sal, demuestra de qué estás hecho, demuestra al mundo que no le temes, ni a ella ni a nadie.  Si fuese es el sabor dulce, del beso de alguna bella muchacha. Si fueran los abrazos cálidos y tiernos de una buena mujer…  Pero no, es alguien que me acecha para hacerme daño y provocar en mí una erupción, una explosión que ilumine todo aquello que soy de verdad y que yo me niego y me reniego. Todo por tener mi maldita conciencia intranquila.

Una ventana se abre de golpe, rompiendo todos los cristales. Anda, camina y sangra en la planta de los pies, al cortarse con los pedazos de estos que hay en el suelo. Aquel, el que no tiene nombre, se vuelve y se revuelve como un perro en celo. El olor de la sangre, le hace levitar y se muestra como una imagen en diapositiva, solo una imagen. Se abalanza sobre su presa que no es otra que una parte de yo mismo. Qué será de mí, sin esa parte yo no puedo vivir, me pertenece y me la ha robado, me ha robado lo que yo más adoraba y que guardaba como oro en paño. Esa era mi conciencia la que sangraba, como vivir sin ella, seré un alma errante y no sabré lo que es acertado o errado, no sabré lo que es meritorio o de desprecio. Seré como uno más, uno más de un rebaño a esquilar. Todo por no querer y menospreciar a tal Ser.

No corras, no huyas, iré directamente a por ti. No te escondas, no te alejes o intentes rehuir de lo que tiene escrito para ti el destino. Todo es así, todo es relativo…  La vida o la muerte, solo un tránsito, solo una estación de un tren que va despacio. Va despacio, no para que tú lo saborees sino para que él, el sin nombre pueda disfrutar viendo, pueda reír a carcajada limpia, al sentir como el frío hielo traspasa tus carnes, helando toda tu alma.

Es puramente anormal, es ilógicamente tremendo y por eso, simplemente por eso, se le teme. Su beso te congela el alma, si eres capaz y has nacido en un volcán, atrévete y bésale, bésale si la ves o la oyes, porque se desvanece, se desvanece entrando en otro portal, en otra dimensión. No, no es un número, no es uno más, es su beso lo que le hace completamente diferente.

Serás como un póster en la pared, serás un recuerdo más de una caza en la que no hay ni coto ni tregua. Se reirá siempre, es un sin corazón el que viene. Como una sombra acecha, deslizándose por el suelo del piso dónde vives. Enciendes la luz y solo ves oscuridad, abres bien los ojos, te desvelas a mitad de la noche y solo sientes sus labios y su aire helado. Ya le perteneces a él, te llevará consigo a las mismísimas puertas de aquello que es tenebroso.

Todo por no hacerme caso y haber cerrado bien la puerta de la habitación, haber puesto toallas por
debajo, no por el humo de ningún incendio, sino porque es capaz de traspasar la línea, el ras de suelo que lo deja indiferente y te acecha, te atormentará durante toda una eternidad. Quién sabe si después de este tiempo, saldrá por más. El tiempo no se mide de la misma forma en un mundo paralelo. Cuando sea de día, si estás todavía en este mundo, mírate cara a cara con el espejo y si ves todavía tu corazón palpitar, es que no te ha llegado a besar. Si en cambio ves, un cuervo o la Luna en la Oscuridad, es que ya por mucho que hagas, ya le perteneces. Pero no llores, si has conseguido llegar al final del relato, es que puedes todavía contarlo y meditarlo. Meditarlo, meditar es tener conciencia al final.

Sin llegar a saber, sin llegar a oír tocar las siete de la mañana en las campanas de una iglesia cercana, me visto y con libreta y bolígrafo en mano, me dirijo a un parque que hay a las afueras de la ciudad. No le tengo miedo a la oscuridad, creo haber pasado la prueba y estoy preparado. Mientras espero, le escribo a saber a quién…

A mi querida amiga…

“Soledad”, quién sabe realmente lo que es la soledad. Esa querida compañía eres tú, una  non grata que nos acompañas a la mayoría de nosotros hasta la muerte. Si sangro me desmallo, si me duele un pellizco, me lloran los ojos. ¿Significará que sé quién eres,  soledad?, he llegado a conocerte tan bien, que sé quién soy yo realmente, cuando no me encuentro acompañado de ti. Las personas, la humanidad entera está confundida, se piensan, se creen que cuantos más amigos tienes, más plena es tu vida y eso, eso nos es así. Uno, un número individualista y solitario, puede ser más feliz. Todo es estar en calma con uno mismo, encontrar en el propio centro de tus cosas y no ir dando bandazos, pensando en que encajar en la sociedad es lo más primordial. El saber, el conocerse uno mismo, hace que tu centro sea más positivo que el de otros. 

Caminando por uno de los parques de la ciudad, se encuentra a un gran amigo, él le cura su tristeza con algo llamado “amistad”.

¿Joseph, sabes quién eres, porque soy yo, o no?

Yo, soy siempre mi centro, lo que uno que varía es mi entorno, uno que puede ser lleno  o vacío, ser negro o blanco, homosexual o heterosexual, qué más da. Camina sin sentido, o ¿soy yo el que lo hace?, tiene fácil solución. Dejo de escribir y me dirijo a uno de los  bancos dónde  duermo y vivo. ¿Qué seré, qué llegaré a alcanzar?, si de ello me priva la propia sociedad. Soy un simple escritor aficionado de origen holandés o soy un simple trovador descendiente de algún inglés o irlandés, quién sabe. A saber

¡Hola Marta!

Ella es española, ella sí que lo sabe a ciencia cierta, solo hay que mirarla a los ojos, para  adivinar su procedencia. Sus ojos y su larga melena morena, la delatan del país de origen.

¡No, no camines por ahí!, no lo hagas. Le dice a ella de manera brusca.

No, no lo hagas, por ahí no crecen las flores, no crecen ni hay vida alguna.

Marta, llena de arrogancia y soberbia, le contesta… 

No quieras creer que lo sabes todo, yo soy como una reina y por donde piso, salen las flores.

Subido de pie, en uno de los bancos de manera, se lleva las manos a la cintura y como el que hace un discurso para la multitud, le dice a ella y al foro…

Deja de soñar, tu sangre, tu color de piel, me dice que eres una persona corriente, ¿o acaso tu sangre es azul?

Cansado me siento, enojado me alboroto y hago y digo, digo y hago, una sin razón detrás de otra ¿Qué será de mí, si solo deseo el sosiego de mi corazón?, como caballo de carreras, galopa en un 
sendero marcado y del cual no hay escapatoria.

La imaginación se le desborda y ahora, tomando asiento, hace y escribe como el que conduce.

Brillante y rojo, es el color de mi coche. No es un deportivo, no es de lujo, pero yo lo conduzco a gran velocidad. Creo que nada ni nadie me podrá detener, ¡ay!, que equivocado estoy. ¿Estás equivocado Joseph?, sí me equivoco. 

Un coche de color blanco y azul, con luces parpadeantes se me coloca detrás y hace sonar la sirena. Como es mi derrota, que me veo pegando un pisotón al freno. Lo hago de manera tan brusca, que se me da de morros, contra la parte trasera de mi coche. Miro por el retrovisor, salgo de mi coche, pero no de mi asombro al ver la pareja de policías incrustados contra el cristal delantero. Todo es sangre y están al menos fallecidos o noqueados.

Será por los nervios o será por la sencilla razón de querer escapar de la pura rutina, por lo que escribo todo este relato sentado en la silla de una cantina.

                                                                                                                                                     

sábado, 13 de octubre de 2018

                                                Año 2047

Año 2047, en cualquier mes y en cualquier día. Joshua Tender, busca entre sus recuerdos, aquello que más le marcó en su vida, rebusca y lo escribe, lo hace con la mano temblorosa,  para cuando ya no recuerde nada por culpa del Alzheimer. Grave y atroz enfermedad, que le encadena, que deja a uno sin saber nada, ni siquiera su propio nombre.

“Camino a través de las estrellas, buceo en el interior del Universo. Busco en mí sin razón, el objetivo que me lleva a estar entre la Oscuridad y la Luz. No he sido nunca ni malo ni malvado, solo rebelde. Con causa o no, pero siempre rebelde, eso lo llevo dentro de mi alma.”

Es anciano ya, pero no quiere olvidar. ¡Es más!, creo que muchas de las personas que llegan a esta edad, como premio, quieren que les quede el recuerdo de sus idas y venidas, de sus propias aventuras y desventuras.  Siente calor, mucha calor y ello le lleva a ver desde la ventana de su habitación, lo que  no hay…

Cómo dos serpientes zigzaguean, mirándose la una a la otra, pueden ser una de la Luz y la otra de la Oscuridad o simplemente, buscan a ver quiénes de las dos se lleva el liderato. El ser líder en medio de un desierto, dónde a los únicos que mandar o gobernar  son a los propios reptiles y los escondidos escorpiones. Suena un trueno, pero no  hay nube alguna, suena una corneta a lo lejos, las dos paran, las dos reculan y hacen eses ahora por la arena. No hay escorpión que pueda con ellas, aunque las dos especies tienen dentro de sí, un veneno que es mortal.
Pero, yo a veces me pregunto, ¿qué es más venenoso, la lengua de cualquier mortal o el de las serpientes y escorpiones? La pregunta tiene fácil solución, solo hay que pensar un poco, a los reptiles y demás especies se les ve venir y le hacen a uno ponerse en guardia. No les cuenta nada a sus hijos y nietos, la familia la mantiene al margen y mirándose ahora en el espejo, se ve con la cara arrugada por el paso de los años. Como los surcos de la piel  dan fe de la vida llevada. Puntea con un lápiz en el marco de la ventana, puntea haciendo con ello un dibujo y sin darse ni cuenta, ha dibujado, ha perfilado un árbol. No se sabe si es un olivo o un manzano, eso es lo de menos, lo verdaderamente importante es que se ha dibujado a sí mismo. A cómo es en su interior, ¡ojalá!, piensa de vivir. Pero no es así y antes de que le venza la enfermedad, deja caer desvanecido el lápiz.

“Descanso, pero todavía no eterno. Necesito atravesar todos los portales de las diferentes dimensiones, ¿habrá, me pregunto yo, capacidad para volver al pasado? Es solo una pregunta que me lleva  trasportarme a otro momento y a otro lugar. No hay aire, pero no hay cuerpo, solo soy una pequeña luz que prendía y descansaba dentro de un cuerpo.”

¿Quién eres tú?, se pregunta cuando ve que no se refleja en el espejo. ¿A dónde vamos?, se pregunta a sí mismo.

Camina o mejor dicho, levita en un laberinto, intenta encontrar la salida, pero no la ve. Quién sabe dónde está la salida, ¿la salida, hacia a dónde? Ya no necesita lo material, el dinero y la ropa sobran y hubiera sido un exceso de equipaje que nadie se lleva. Solo se abre una puerta dimensional y tras esta, otra. Sorprendido todavía, sigue por el laberinto, uno de esos que es su propia conciencia. Ya no es necesario viajar en ninguna astronave, todo se abre a través de los portales dimensionales.

"Vuelvo y me marcho cuando quiero y cuando deseo. Lo único que echo de menos, son los placeres terrenales, por lo demás bienvenido al otro estado. No sé si llamarlo gaseoso, no sé si llamarlo masa porque materia en sí no es."

Pasadizo que le lleva a encontrar la salida, pero al llegar al final, al llegar dónde la Luz se intensifica, como si fuese en un peaje de autopista le preguntan.

¿Cómo ha ido el paseo?

Cosa que él responde. Largo, estaba muy oscuro y con una intensa niebla.

¿Le ha costado, entonces?

Sí, pero por fin puedo entrar en ella, ¿me he ganado el descanso eterno?

Lo siento, pero no le puedo levantar la barrera.

Sorprendido, le pregunta. ¿Cómo es eso posible, si he sido un ciudadano ejemplar?

Por eso mismo, necesitamos almas que sigan inculcando valores. Continúe por la derecha y volverá sin ningún recuerdo. Pero no se preocupe, que cuando despierte a los años, los recordará todos y podrá transmitirlo a las nuevas generaciones.

"Es extraño, es como zambullirse en una piscina, aguantar la respiración y salir en la otra orilla. Solo hay que lanzarse al agua, así son los portales dimensionales. La energía ilumina todo el oscuro Universo, solo veo como pelotas de tenis, pero de raqueta ninguna. Solo veo o mejor dicho, siento y presiento, que esta me invade todo mi Ser."

¿Quién osa querer entrar en la Oscuridad, sin mi permiso?, pregunta a saber quién.

Solo ha sido una vibración que venía desde lo más profundo del Cosmos, le deja nervioso, cuando ahora más disfrutaba de su nuevo estado.

No era mi intención el colarme o allanar según qué lugar o dimensión.

Escucha ahora el sonido de un clarinete, en medio del vacío o mejor dicho, le retumba el alma, tranquilizándola.

No hay mayor batalla que aquella que no se disputa o se aplaza, porque la tensión sube y puede explotar creando un agujero negro.

"Entonces, ¿cuántas mujeres he tenido y cuantos hijos he engendrado? Me tienen como un animal semental y eso, eso no lo busco yo. Tengo que hacer algo para romper el bucle, algo tiene que suceder."

La Luz se va haciendo más fuerte, al mismo tiempo va olvidando cosas. A lo mejor la triste enfermedad del Alzheimer es solo la que va borrando la vida en este plano. No le dejan ni a Sol ni a sombra y es empujado dentro de su desvanecimiento a una lucha sin igual. Su alma y su conciencia luchan, las dos quieren cosas diferentes y no se pueden separar, no existen de forma individual y separada.

“Desde las profundidades del mar, me atrapan los pies y no puedo nadar. Me tiran para abajo y me quedo sin respiración. Todo pasa muy rápido y no vuelvo en sí. Me quedo inmóvil en lo más profundo del océano, nadie me ayuda. Tampoco no sé quién lo podría hacer, los peces no hablan y los tiburones están al acecho. Huelen la presa y eso que no he echado sangre. Quien me puede agarrar de los pies y no dejarme subir a coger una bocanada de aire. Quien puede ser si todavía siento mi corazón, bombea rápido y acelerado. No es solo por la falta de aire, es por el miedo atroz que me va invadiendo. Pierdo el sentido y como en un sueño entro dónde me encuentro ante Poseidón.” 

Le pregunta y al mismo tiempo, le dice el porqué de su muerte.

Han sido mis lacayos, quienes te han agarrado y traído ante mí.

“¡Porqué!”, le pregunta Joshua Tender. 

“Es muy fácil, estabas condenado a pasar ante mí, estás destinado a estar a mi lado”.

Yo no sé nada de peces en el mar ni nada sobre la vida en estas profundidades, porque tengo que ser elegido. Somos tantos en el mundo y me ha tocado a mí. Quiere que sea su siervo y yo no quiero. Me ofrece las sirenas más guapas del mar y yo le sigo rechazando. Le digo que me devuelva a mi origen y me dice que mi origen, que mis raíces son como las algas de la orilla. Que siempre vuelven al mar, que si alguna vez tocan tierra. Cuando sube la marea, vuelven a su origen. Es eso lo que dice que me pasa y yo le pregunto quién soy, si está tan seguro.

Me ofrece vino en una copa de plata, me ofrece un lecho para descansar. Lo acepto y me duermo dentro de mi desvanecimiento. ¿Porqué, un sueño?, porqué al rato despierto y me veo y no me conozco. No sé si será pesadilla, pero Poseidón no está y me veo cercano a la muerte. Me ha faltado el aire demasiado tiempo y me encuentro en la orilla del mar, con la marea baja. Dudo, si quedarme y esperar a que suba, a ver dónde me lleva. A lo mejor, tenía razón y solo tengo que esperar unas horas, para poder vivir unos años. Unos años que pueden ser diferentes, rodeado de peces que no hablan y de tiburones que están al acecho. No sé qué hacer, la vida en el mar es diferente a la de la tierra. A lo mejor el mar es la Oscuridad en sí, puedes encontrar una muerte segura, pero lo que es seguro es que no encontrarás falsas promesas ni falsos destinos.”

Navega ahora por un mar oscuro, navega sin timón. Condenado a un viaje sin destino y sin retorno. Donde irá, a donde le llevará el barco. Cuando no ve ninguna estrella a lo lejos. A donde le llevará el camino, un camino lleno de olas y mareaje.

“Qué lástima no encuentro la orilla, no hay faro que me oriente. Mi barco me lleva a la deriva, sin motor y sin aire... Es como mi corazón que anda en pena. No encuentro el faro y las estrellas no quieren ayudarme y me deja en la más absoluta oscuridad. Tengo un perro a bordo y no para de ladrar, me martillea la cabeza como si yo tuviera alguna locura. Maldita enfermedad tiene que ser, que me lleva el barco a la deriva. No consigo retomar el rumbo, hacia una isla costera. Los demás barcos siguen con su pesca, son barcos de poco calado con que la orilla tiene que estar cerca.” 

El perro ladra y los demás patrones que lo oyen a lo lejos, no quieren ayudarle. Su barco va a la deriva, porque le ha tocado a él este martillo, Porque le ha tocado a él y porque le han cortado las alas que le hacían volar, volar muy alto y navegar por los siete mares.

“A lo mejor viene una tormenta y que caigan rayos y truenos. A lo mejor algún patrón se digna a prestarme ayuda, quien sabe. Pero el perro no deja de ladrar y se queda atento a la oscuridad de la noche. ¡Qué más da!, yo sigo a la deriva con el incesante martilleo del ladrido en mi cerebro. Quién sabe si vendrán sirenas, quien sabe si vendrán otros seres del mar. Me ayudarán y llegaré a costear.  Busco la orilla, busco el amarre en algún buen puerto y descansar mis huesos entumecidos por la humedad del mar. Quien sabe cómo acabará mi historia, solo el destino lo sabe.”

No hay peces en el mar, un mar sin aliento y sin vida. A donde le llevará, que no es  capaz de adivinar. Ninguno le querrá guiar y a ninguno ve en el mar. ¿A dónde irá, a donde le llevará?, que no rema ni tiene motor. Ni tiene ganas, ni tiene fuerzas. Es un mar bravío que le tiene en un desvivir. Que será de él, si no llega a buen puerto. Puerto que no se divisa, puerto lleno de capitanes y marineros. No hay lonjas de buen pescado, no tiene peces el mar. Es un mar, para perderse a lo lejos, tal cual lo que hace Joshua Tender.

“No tengo familia, de la que despedirme, mis hijos y mis nietos ya no se acordarán de mí y quedaré en el olvido. Si me lleva el mar para adentro, moriré sin testigos y sin carta a quien enviar. El barco sigue a la deriva, sigue sin rumbo fijo. A donde iré, a donde me llevará si no hay peces en el mar. No hay estrella ni luna que me alumbre, en el oscurecer de la noche. El mar sigue bravío y yo me ato a una cuerda. Esta me mantendrá seguro, seguro si el barco no hace aguas. Cosa frecuente en los días y las noches de oleaje, pero prefiero no pensarlo. ¿Qué mar es el más bravío?, no lo sé. Pero, por este que navego, se pone duro y rabioso, como perro que defiende a su amo y yo quisiera intimidarle. Intimidarle o penetrar en él, haciendo camino. Un camino que no hace surco ni deja huella. Nadie me sigue, nadie me busca. Como encontraré la salida, falta para que se haga de día y vea la luz. “

Pasará las largas horas de la noche, atado como un condenado a la barandilla. Nadie le mira, nadie le observa. Al menos que sepa él y fija él sí, su mirada. En el horizonte se ve un rayo de luz, un rayo de esperanza. Las olas y el mareaje se tranquilizan. Pasan las horas de la noche y cree que encontrará la paz.

¿A qué se debe?, él sigue sin rumbo. ¡Qué más da!, lo importante es vivir y salir de la situación ¿Cómo lo hará? , no lo sabe, pues no se desata, por si acaso. Él sigue ahí, con miedo. Ha pasado pánico, pánico a la muerte o al ser devorado por las olas. Ya que no hay peces en el mar ni tiburones a quienes temer. Sale el Sol, pero no divisa tierra. Sigue navegando a la deriva, pero ya tranquilo, se desata y busca refugio dentro de la embarcación y dentro de su corazón. Este late despacio, después de una larga noche. Noche que no olvidará, se siente libre, aunque no tenga destino. El destino no está marcado, ¿o sí?, a saber.. Solo sabe que después de tanto volar y navegar, como con una bocanada de aire despertó. Sí, despertó. Lo primero que hizo fue mirarse las manos, sonríe y después suelta una carcajada. No son las manos de un anciano al que la muerte le acecha como un tiburón, sino de un joven de unos 23 años. Es el Sol el que le ha despertado, que habrá pasado en toda la noche. ¿Todo ha sido una aventura o una pesadilla?, sorpresa mayor es cuando algo le golpea encima de la cabeza, es una manzana. Ahora se queda más que sorprendido y se pone de pie, se incorpora y se aleja diez metros de dónde estaba sentado. Ahora se frota los ojos, es un manzano, aquel que punteaba en su mente. Pero, se pregunta. ¿Todo ha sido un sueño o es que ahora es cuando realmente he despertado?




miércoles, 10 de octubre de 2018

                                          Abejorros en el oído.

Qué será de aquel que dice tener el derecho a tirar una piedra al cántaro para que suene, quién es capaz de sobresaltar o incordiar el descanso de esos que se dicen tener su propia canción. Qué como un disco de vinilo hace círculos y teme que la aguja toque todos los surcos de su vida.

Yo pongo un disco de los antiguos, solo tiene tres canciones, como tres vidas puede vivir cualquier mortal. Qué canción sonará primero y a qué ritmo irán las tres…  Solo escucho las tres canciones, dándome un giro la vida. Solo me hace vibrar de una forma que plasmo en el papel, en el papel de aquello que es la propia existencia de algún hombre sin nombre. Dicen y solo comentan, que aquello que esconde cada uno en su interior, es igual de bonito que de cruel. Que todo aquello que nos alberga, no es solo amor, que es odio refinado, que nos vuelve a la mayoría unos hipócritas. Todo aquello que se aleja de la orilla del mar, ya no es virgen y puro.

La música me transporta, me hace viajar y con ello, sentado en mi sillón, cierro los ojos  y veo imágenes pasar…

Entro y me quedo de pie, sorprendido y temeroso  veo que el cuchillo está frío, pero todavía latente gotea la sangre que bordea el filo, cayendo al suelo de manera suave e inocente. El cuerpo yace sin vida al otro lado de la barra del bar, todo había pasado rápido, muy rápido. El dueño del local no tuvo tiempo de sacar el arma y el ladrón le asestó dos puñaladas, con el cuchillo que parecía tener el nombre del propietario. Estaba encima de la barra y el presunto delincuente, solo lo agarró y siendo más veloz que él, lo mató, lo mató por cincuenta y tres euros. Era por la mañana, todavía se confundía la noche con el día y no había mucha caja. El dueño solo llevaba encima lo que tenía que darle al repartidor de cervezas. Solo eran las seis de la mañana, el Sol estaba todavía dormido, pero se despertó de golpe a las siete y veinte, pensando que era una pesadilla y se escondió detrás de las nubes, para poder ver cómo  se llevaban el cuerpo sin vida del propietario.

Alguna vez se me había ocurrido, alguna me había inventado, sobre todo cuando era niño, que pertenecía a algún clan. Que era algún matón a sueldo, pero todo, todo, era producto de una imaginación sin nombre y esa era rebosante de ideas. Pero todas acababan igual, con un cuchillo ensangrentado en la mano.  En mis imágenes, tenían marcados sus dedos y con ellos sus huellas, pero eso le daba igual y como un fantasma en la noche, iba segando vida tras vida. Cinco días, como si hubiese sido una jornada laboral, iba día a día, golpe a golpe.

Dentro de una bolsa negra, reposaban encima de una camilla de ambulancia los restos del tabernero. Luces destellantes de colores, hacían asomarse a los curiosos y a aquellos vecinos, que sorprendidos, despertaban del dulce sueño de la noche. Una foto suya, una de tantas colgadas en la pared de la entrada, sonriendo con un palo de billar, era el único testigo de lo ocurrido una hora y poco más, antes.

El sin nombre, se marchó corriendo con su gran botín. Cincuenta y tres euros, no sabía qué  hacer y pensó en seguir la racha. No se salía casi del barrio, pero no daban con él. ¡Qué más da!, decía él, si sé dónde acabaré. No llevaba pistola, no le hacía falta. No llevaba sentimiento alguno ni albergaba esperanza alguna, solo el deseo malintencionado de seguir abriendo brecha. No sabía que camino tirar, únicamente que el de la delincuencia. “Dinero fácil”, dinero a costa de la vida de algún pobre cantinero o dueño de alguna cafetería. Cuantas esposas y madres, habrán ahora viudas y solas por culpa de este hombre. No se merece ni nombre ni apellido, aunque seguro que lo tiene, pero no en mi imaginación. No habrán más chatos ni más cañas, solo agua y siempre detrás de la puerta de alguna  prisión. Cinco muertes, segó cinco vidas por que le vino de gana hacerlo. Ahora, ya se acabó. Triste o feliz final, es el que tuvo esta historia, que espero que nunca ocurra y que solo sea en la imaginación de algún atrevido escritor, que escribe, que relata, con la música que a todo español nos delata y esa es la melodía de nuestra incomparable guitarra.

Sonaba otra canción, sonaba una ahora estridente, de música de rock y como si hubiese saltado la aguja, comenzaba a llover y recordaba la sangre como se diluía y era tragada por las rendijas de la cloaca. Como un pequeño torrente, se limpiaban las calles. El sin nombre seguía mentalmente su marcha, chato a chato de vino, iban corriendo la misma suerte aquellos que se topaba. Un chato y un puñal clavado en un descuido, era el final de su conversación. Les daba palique hasta que veía que se quedaba a solas, cinco segundos, quizás diez, era lo que necesitaba.

Ya tenía bien planteada una buena jornada, la policía le seguía los pasos, pero estaban todavía lejos de acercarse, ya que no seguía ningún plan ni ningún patrón. Solo seguía la senda del olor a vino barato, solo soñaba ya, pero con lo conseguido ya podía comprarse una buena botella de algún buen licor. Triunfante, se lo tomaba en casa, hasta que al caer el vaso al suelo, él caía rendido y borracho. Hasta el día siguiente, hasta el alba del siguiente día, no tenía prisa. Nadie le esperaba, solo la senda de la muerte que él marcaba.

Suena el zumbido de unas abejas en un panal, no suena la guitarra, no suena el clarinete. Solo suena la flauta, cuando asesta una puñalada tras otra para robarle la recaudación o el jornal de aquel que encuentra más solo. Aquello que no es de merecer, se lo lleva, se lo queda y encima sale con la cabeza alta. Se piensa que es el mejor y que nunca, digo bien, nunca lo cogerán. Pero no existe el crimen perfecto y en uno de ellos, en uno de los que se pensaba ya ganador. Cuchillo en mano, iba a dejar otra víctima caer al suelo. Cuando suena la cisterna del lavabo y sale de él, un policía local. Que al verle con el cuchillo alzado, se hace con la pistola y le da el alto. Se queda estupefacto y vuelvo en sí, el dueño suspira aliviado, aunque no se sabe todavía a quién de los tres le latía el corazón más rápido.

En una ciudad malagueña, sale el Sol hoy con más alegría y hoy sí que la guitarra suena de manera cálida y contenta, han apresado al delincuente. El cuchillo, estaba se quedó apoyado como dormido en un largo letargo encima de la barra. Sin gota de sangre, solo gotas de sudor frío es lo que le recorre por la frente y por la cara al sin nombre. El policía lo apresa, haciéndose el héroe del día. No es para menos, llevaban una semana tras del asesino y ladrón.

Le preguntaban, le interrogaban, querían saber el porqué de esa falta de valorar la vida humana. Todo giraba y giraba, como él sentado en la silla. Solo hacía que sonreír y burlas, burlarse hasta llegar a faltar al respeto. No se sabe si por las cañas o por los chatos. En uno de esos momentos que le dio por hablar, los dejo sentados, clavados en las sillas a los dos inspectores que se lo comían a preguntas. Hubo un silencio, la tercera canción no quiso sonar y la aguja, como el que hace un réquiem volvió a su lugar de reposo, mientras el sin nombre, esta vez se desahogaba y hablaba.

¿Saben, que se les cuenta, que se les recita poemas a los muertos?  Cuando llega el alba, hago de ángel de la muerte y en el anochecer, enciendo una vela a aquellos que se han marchado. Les cuento poemas, les recito frases que solo ellos entienden. A mi vera, a mi lado, tengo a aquel que perturba la paz de aquellos que dicen ser buenas personas.

El inspector, el policía no sale de su asombro y se va, se va al baño y arroja todo lo cenado. Quién sabe, si es cierto o es mentira, lo verdadero que son cinco los muertos por este sujeto. Sabe porque ahora lo ve, como sonríe y como seguirá rezándoles poemas desde alguna cárcel de la zona.

Sonríe el asesino, descansa aliviado el delincuente. Pide un cigarrillo y se lo niegan, no tiene derecho a ello. Como algo que fuera común, como algo que se viera a diario, respira. Lo dejan solo en la sala y lo miran a través del cristal. Solo se pone nervioso, no por los chatos o por lo sucedido, si no por ese último cigarrillo que pedía. Es lo único que suplica, es lo único que pide. El resto, el resto más vale que no suene en ninguna canción.