viernes, 6 de noviembre de 2020

 

                                          Dos palomas como dos rosas.

Alguien dijo alguna vez….

      Yo no quiero,  yo no tolero ciertos comportamientos en el Ser humano, ese mismo que dicen que yo domino, ya sea a golpe de voz, ya sea a golpe de martillo. Yo digo que no y debe ser así.

Como dos palomas en el viento, se unen en el cielo. Ojalá, nadie puedan cazarlas, han ido demasiado lejos, sí, han ido allí, a donde se acaba el horizonte y más allá de las nubes. Su amor es tan fuerte, tan fuerte que ni la lluvia ni la nieve, pueden helar sus almas ni mojar sus  corazones.

No merece la pena gritar, no merece la pena llorar, porque nadie escucharía tú verdadera verdad. Tú eres lo que eres y siempre lo serás, nada es como el influjo de la luna, que se revela mostrando al reflejo del sol.

Se encontraron en un ayer y ya piensan en un mañana, ese mañana de permanecer unidas y volando, volando muy alto. No habrá tiro de escopeta que las alcance, no habrá nada que les impida llegar a la plenitud y a la felicidad, son ellas especiales, cada una tiene sus nombres. Pero los mantienen en secreto, más bien por el que dirán,  el dirán de algo que no les concierne, ya que no comen del mismo plato ni vuelan rozando sus alas con las demás. Miran desde el cielo y observan, observan el ir y devenir de una población, que piensa tener siempre la razón. Como ovejas en un redil, se mueven, como ovejas serán esquiladas y después serán devueltas, hasta que les vuelva a crecer la lana. Una lana que crece, con el control de aquel que se cree en posesión del poder, el poder de ordenar y reagrupar, aquellas ovejas que por lances del destino, se han conocido. Se han conocido y quieren emprender un viaje juntas.

      Las quemaré, no toleraré que esto ocurra y menos delante de mis ojos.

¡Ay!, me gustaría escribir desde una nube, desde arriba, desde el cielo mirando la humanidad cómo realmente vive. Sé que no soy el único que sobrevive a la situación, me siento mal,  me siento enojado por no ser el dueño de todo aquello qué es amado. Me siento triste por ver caer lágrimas del cielo, no sé sincerarme de otra forma que no sea escribiendo.

      Seguid juntas, aunque sea a escondidas, el tiempo os dará la razón y no seré yo la única que os proteja y os respete. Dice la Luna al reflejo del Sol naciente.

¿Son palomas o son ovejas?, qué más da. Lo que importa es el amor verdadero, ese amor que les lleva a alcanzar el cielo y a vivir, a vivir un “te quiero”. Rozan sus alas las palomas o se muestran cariñosas las ovejas. El que se cree con el poder, agarra la escopeta o le da una voz al perro, que como la que es, es de su amo las separa, las aleja de su cariño y su respeto.

El Sol observa y como símbolo de la masculinidad, ve con malos ojos la relación. La Luna como símbolo de la feminidad, solo se calla. El Sol intenta calentarlas y deslumbrar el vuelo de ellas,  estas se hacen fuertes, rozando aún más sus alas. Pasa el día y agotadas, bajan a beber, cuanto calor y cuanto ciego hay en el Universo. Un Universo que ya les gustaría descubrir juntas, pero eso ya saben que es inalcanzable o al menos prohibitivo.

      Yo soy el opresor, yo soy el que manda y no dejo ciertas maneras de vivir o apareamiento.

La Luna, al rato de verlas, las enfría y las comprende y les da el reflejo de la luz de aquel que no entiende, para que sigan su camino. Ellas, agradecidas siguen su andadura ahora como ovejas sin dueño, porque no hay más dueña, que uno misma. Uno decide y compara, compara y analiza lo que es bien. Ellas han hecho bien, si no las comprenden qué más da, pues volarán por la mañana y andarán como rebaño perdido por la noche. Descansando al amanecer, cuando el Sol está bajo y no las puede abrasar. Pero ellas, atrevidas vuelan al momento de más esplendor, hacen de sus encuentros, una eternidad placentera. Quien podrá romper aquello que no intentan ocultar, quien será capaz, si no es a tiro de escopeta, no habrá manera. Por la noche, no habrá perro que las obligue a volver, con aquellas que no piensan por si solas. Todo parece estar dicho, todo parece estar hablado y no volverán. Volarán hasta perder de vista, todo lo que ellas creen o saben que no se falta por amor.

Una de ellas comenta en susurro….

      Yo soy tu amante, yo soy tu amiga, yo soy tu cómplice. Agárrate a mí si hace falta, que yo te enseñaré a vivir y a volar.

Aunque no son de rezar, oran y se abrazan, en un intento de quedarse pegadas, pegadas y así poder rozarse toda la noche. La Luna, está oculta, el Sol se ha dado cuenta y no les manda su reflejo. A cuánto puede llegar la ignorancia y el odio, el no llegar a entender algo que a uno no debe ya de sorprender.  Ellas vuelan, vuelan ya por la mañana, hasta que una nube, por solidaridad con ellas, las protege del que se cree con el poder, ellas ven con claridad su silueta, un círculo como los de la vida misma. Círculos de gente, círculos de rebaño de ovejas, ovejas que no lo rompen, como no sea para alimentarse. Como la población misma, hacen círculos y no rompen la rutina diaria, haciendo lo mismo, como si siguieran la voz de su amo. Un amo llamado Sol y un esplendor nocturno, llamado Luna. Por eso mismo, se mantiene el equilibrio. El círculo del que hablo es el de la vida misma y el o la que intenta salirse por la tangente, es rechazada o apartada del rebaño, por ser oveja o paloma que tiene otro querer, querer llamado deseo.

      Te equivocas, yo no solo las tolero, sino que merecen todo mi respeto, porque no es de corazón ajeno el ver el amor y el verdadero deseo en los labios de dos almas. Vuelve la Luna desde la lejanía en gritos.

Cae una lluvia plácida, suave, que las remoja y refresca. Abren sus alas y se dejan empapar, es la nube del mediodía la que las ayuda. Se refrescan y les da las gracias. Es la nube de la justicia, la que hace de juez y al mismo tiempo, si hubiera hecho falta, de verdugo. Pero esta vez, tenían razón, no solo por su unión y elección, sino porque a nadie le importa ni nadie está en el derecho de juzgar si no es capaz de juzgarse a sí mismo y tener conciencia de sus actos.

Cómo rozando la piel de oveja, trasquilo tras trasquilo, dándome cuenta de aquello que no es solo de error humano que les compadezca. Surcando los cielos las veo, las veo muy cerca de mí, tanto qué acercarme más es peligroso, pero igualmente no me dejan. Son dueñas de ellas mismas y eso, eso me da envidia. Yo soy como soy y me gustaría tener las agallas de volar tan alto, que vea que el error humano del no querer sano y de buena esperanza es síntoma de amargo sabor de aquello que dicen que es lo correcto. Al final me acerqué tanto que me quemé y es que ni la Luna me deslumbra y sueño ser un día como ellas. Llegar a alcanzar las estrellas con la punta de los dedos, mientras amo a quién yo quiero y deseo.

Volaron por la mañana, el Sol fue más clemente al escuchar a la nube y la Luna espera con impaciencia su momento para poder ver con sus propios ojos y mandarles una sonrisa en forma de reflejo. No hay sombras, ni malas miradas, todo es amor y respeto. Amor con complicidad, de saber que de la que hace algo casi prohibido. ¿Cuánto durará su amor?,  a saber. A lo mejor es  solo un instante o a lo mejor es una eternidad. Pero sus alas ya están heridas, heridas de tanto roce y tanto vuelo. Necesitan un descanso, después de lo alcanzado que no es poco. Ha tenido que intervenir la justicia y el buen saber, para ser aceptadas y poder hacer un nido del cual no habrá fecundidad, pero sí felicidad.

      Dime tú, lo que veo. Dos almas juntas, unidas en un abrazo, yo eso lo maldigo y no lo tolero. Yo, aunque sea solo un pastor, llevo en la lengua y en el gatillo, la verdadera verdad. Por eso no lo permito a vista de mis ojos. Dice el pastor, al creerse dueño de todo aquel Ser vivo,

Por eso, como todo no es justo y no es que no quiera darle un final feliz a la historia. Ya sea real o ficticia, pasa muy a menudo. Ahí estaba el pastor con el rebaño de ovejas que enfadado y encendido en sangre, hace un tiro de escopeta dando alcance a una de ellas Tanto acierto tiene como cazador, que acierta a la primera que cayendo esta al suelo, se ve rodeada por ovejas ciegas. La otra, al ver tal triste final de rabia se lanza a los ojos del pastor que es defendido con la mordedura asesina del lobo disfrazado de oveja. Tanto el perro obediente, tanto la oveja que no quiere ver lo que hay fuera del redil, se vuelcan dando muerte a ella también. Y es que no hay peor enemigo, que aquel que calla y otorga, dando realidad a una falsa verdad. El que es callado y sigue fielmente todas las voces del perro de su pastor se siente feliz. Así que el pastor no quedó ciego, pero las palomas cayeron al suelo siendo dejadas a la luz del Sol, que amo y dominante las destrozó con sus rayos de luz. Ellas dos ahora se ríen, ya no están allí, están aquí, al lado de aquellos que las quieren tal y como son. Viajando desde el otro portal, han conseguido hacer realidad todos sus sueños y ver lo que es real. Todo en sorpresa se convirtió, al ver como el Cosmos las unió sin ser avisado por nadie. El amor tiene lo que tiene, que no sabe de colores, solo el arco iris es así cuando deja traslucir lo que viene después de la tormenta.

Yo, ahora me retiro a descansar sabiendo algo más, algo que me hace ver que camino escoger y que aquel que se atreva, lance el Sol en contra que la Luna ya saldrá en mi defensa.