Dos palomas como dos rosas.
Alguien
dijo alguna vez….
– Yo no quiero, yo no tolero ciertos comportamientos en el
Ser humano, ese mismo que dicen que yo domino, ya sea a golpe de voz, ya sea a
golpe de martillo. Yo digo que no y debe ser así.
Como dos palomas en el viento, se unen en el cielo. Ojalá,
nadie puedan cazarlas, han ido demasiado lejos, sí, han ido allí, a donde se
acaba el horizonte y más allá de las nubes. Su amor es tan fuerte, tan fuerte que
ni la lluvia ni la nieve, pueden helar sus almas ni mojar sus corazones.
No merece la pena
gritar, no merece la pena llorar, porque nadie escucharía tú verdadera verdad.
Tú eres lo que eres y siempre lo serás, nada es como el influjo de la luna, que
se revela mostrando al reflejo del sol.
Se encontraron en un ayer y ya piensan en un mañana, ese
mañana de permanecer unidas y volando, volando muy alto. No habrá tiro de
escopeta que las alcance, no habrá nada que les impida llegar a la plenitud y a
la felicidad, son ellas especiales, cada una tiene sus nombres. Pero los
mantienen en secreto, más bien por el que dirán, el dirán de algo que no les concierne, ya que
no comen del mismo plato ni vuelan rozando sus alas con las demás. Miran desde
el cielo y observan, observan el ir y devenir de una población, que piensa
tener siempre la razón. Como ovejas en un redil, se mueven, como ovejas serán
esquiladas y después serán devueltas, hasta que les vuelva a crecer la lana.
Una lana que crece, con el control de aquel que se cree en posesión del poder,
el poder de ordenar y reagrupar, aquellas ovejas que por lances del destino, se
han conocido. Se han conocido y quieren emprender un viaje juntas.
–
Las quemaré, no toleraré que esto ocurra y menos
delante de mis ojos.
¡Ay!, me gustaría
escribir desde una nube, desde arriba, desde el cielo mirando la humanidad cómo
realmente vive. Sé que no soy el único que sobrevive a la situación, me siento
mal, me siento enojado por no ser el
dueño de todo aquello qué es amado. Me siento triste por ver caer lágrimas del
cielo, no sé sincerarme de otra forma que no sea escribiendo.
–
Seguid juntas, aunque sea a escondidas, el
tiempo os dará la razón y no seré yo la única que os proteja y os respete. Dice la Luna al reflejo del Sol naciente.
¿Son palomas o son ovejas?, qué más da. Lo que importa es el
amor verdadero, ese amor que les lleva a alcanzar el cielo y a vivir, a vivir
un “te quiero”. Rozan sus alas las palomas o se muestran cariñosas las ovejas.
El que se cree con el poder, agarra la escopeta o le da una voz al perro, que
como la que es, es de su amo las separa, las aleja de su cariño y su respeto.
El Sol observa y como símbolo de la masculinidad, ve con
malos ojos la relación. La Luna como símbolo de la feminidad, solo se calla. El
Sol intenta calentarlas y deslumbrar el vuelo de ellas, estas se hacen fuertes, rozando aún más sus
alas. Pasa el día y agotadas, bajan a beber, cuanto calor y cuanto ciego hay en
el Universo. Un Universo que ya les gustaría descubrir juntas, pero eso ya
saben que es inalcanzable o al menos prohibitivo.
–
Yo soy el opresor, yo soy el que manda y no dejo
ciertas maneras de vivir o apareamiento.
La Luna, al rato de verlas, las enfría y las comprende y les
da el reflejo de la luz de aquel que no entiende, para que sigan su camino.
Ellas, agradecidas siguen su andadura ahora como ovejas sin dueño, porque no
hay más dueña, que uno misma. Uno decide y compara, compara y analiza lo que es
bien. Ellas han hecho bien, si no las comprenden qué más da, pues volarán por
la mañana y andarán como rebaño perdido por la noche. Descansando al amanecer,
cuando el Sol está bajo y no las puede abrasar. Pero ellas, atrevidas vuelan al
momento de más esplendor, hacen de sus encuentros, una eternidad placentera.
Quien podrá romper aquello que no intentan ocultar, quien será capaz, si no es
a tiro de escopeta, no habrá manera. Por la noche, no habrá perro que las
obligue a volver, con aquellas que no piensan por si solas. Todo parece estar
dicho, todo parece estar hablado y no volverán. Volarán hasta perder de vista,
todo lo que ellas creen o saben que no se falta por amor.
Una de ellas comenta en susurro….
–
Yo soy tu amante, yo soy tu amiga, yo soy tu
cómplice. Agárrate a mí si hace falta, que yo te enseñaré a vivir y a volar.
Aunque no son de rezar, oran y se abrazan, en un intento de
quedarse pegadas, pegadas y así poder rozarse toda la noche. La Luna, está
oculta, el Sol se ha dado cuenta y no les manda su reflejo. A cuánto puede
llegar la ignorancia y el odio, el no llegar a entender algo que a uno no debe ya
de sorprender. Ellas vuelan, vuelan ya
por la mañana, hasta que una nube, por solidaridad con ellas, las protege del
que se cree con el poder, ellas ven con claridad su silueta, un círculo como
los de la vida misma. Círculos de gente, círculos de rebaño de ovejas, ovejas
que no lo rompen, como no sea para alimentarse. Como la población misma, hacen
círculos y no rompen la rutina diaria, haciendo lo mismo, como si siguieran la
voz de su amo. Un amo llamado Sol y un esplendor nocturno, llamado Luna. Por
eso mismo, se mantiene el equilibrio. El círculo del que hablo es el de la vida
misma y el o la que intenta salirse por la tangente, es rechazada o apartada
del rebaño, por ser oveja o paloma que tiene otro querer, querer llamado deseo.
–
Te equivocas, yo no solo las tolero, sino que
merecen todo mi respeto, porque no es de corazón ajeno el ver el amor y el
verdadero deseo en los labios de dos almas. Vuelve
la Luna desde la lejanía en gritos.
Cae una lluvia plácida, suave, que las remoja y refresca.
Abren sus alas y se dejan empapar, es la nube del mediodía la que las ayuda. Se
refrescan y les da las gracias. Es la nube de la justicia, la que hace de juez
y al mismo tiempo, si hubiera hecho falta, de verdugo. Pero esta vez, tenían
razón, no solo por su unión y elección, sino porque a nadie le importa ni nadie
está en el derecho de juzgar si no es capaz de juzgarse a sí mismo y tener
conciencia de sus actos.
Cómo rozando la piel de
oveja, trasquilo tras trasquilo, dándome cuenta de aquello que no es solo de
error humano que les compadezca. Surcando los cielos las veo, las veo muy cerca
de mí, tanto qué acercarme más es peligroso, pero igualmente no me dejan. Son
dueñas de ellas mismas y eso, eso me da envidia. Yo soy como soy y me gustaría
tener las agallas de volar tan alto, que vea que el error humano del no querer
sano y de buena esperanza es síntoma de amargo sabor de aquello que dicen que
es lo correcto. Al final me acerqué tanto que me quemé y es que ni la Luna me
deslumbra y sueño ser un día como ellas. Llegar a alcanzar las estrellas con la
punta de los dedos, mientras amo a quién yo quiero y deseo.
Volaron por la mañana, el Sol fue más clemente al escuchar a
la nube y la Luna espera con impaciencia su momento para poder ver con sus
propios ojos y mandarles una sonrisa en forma de reflejo. No hay sombras, ni
malas miradas, todo es amor y respeto. Amor con complicidad, de saber que de la
que hace algo casi prohibido. ¿Cuánto durará su amor?, a saber. A lo mejor es solo un instante o a lo mejor es una
eternidad. Pero sus alas ya están heridas, heridas de tanto roce y tanto vuelo.
Necesitan un descanso, después de lo alcanzado que no es poco. Ha tenido que
intervenir la justicia y el buen saber, para ser aceptadas y poder hacer un
nido del cual no habrá fecundidad, pero sí felicidad.
–
Dime tú, lo que veo. Dos almas juntas, unidas en
un abrazo, yo eso lo maldigo y no lo tolero. Yo, aunque sea solo un pastor,
llevo en la lengua y en el gatillo, la verdadera verdad. Por eso no lo permito
a vista de mis ojos. Dice el pastor, al
creerse dueño de todo aquel Ser vivo,
Por eso, como todo no es justo y no es que no quiera darle
un final feliz a la historia. Ya sea real o ficticia, pasa muy a menudo. Ahí
estaba el pastor con el rebaño de ovejas que enfadado y encendido en sangre, hace
un tiro de escopeta dando alcance a una de ellas Tanto acierto tiene como
cazador, que acierta a la primera que cayendo esta al suelo, se ve rodeada por
ovejas ciegas. La otra, al ver tal triste final de rabia se lanza a los ojos
del pastor que es defendido con la mordedura asesina del lobo disfrazado de
oveja. Tanto el perro obediente, tanto la oveja que no quiere ver lo que hay
fuera del redil, se vuelcan dando muerte a ella también. Y es que no hay peor
enemigo, que aquel que calla y otorga, dando realidad a una falsa verdad. El que
es callado y sigue fielmente todas las voces del perro de su pastor se siente
feliz. Así que el pastor no quedó ciego, pero las palomas cayeron al suelo
siendo dejadas a la luz del Sol, que amo y dominante las destrozó con sus rayos
de luz. Ellas dos ahora se ríen, ya no están allí, están aquí, al lado de
aquellos que las quieren tal y como son. Viajando desde el otro portal, han
conseguido hacer realidad todos sus sueños y ver lo que es real. Todo en
sorpresa se convirtió, al ver como el Cosmos las unió sin ser avisado por
nadie. El amor tiene lo que tiene, que no sabe de colores, solo el arco iris es
así cuando deja traslucir lo que viene después de la tormenta.
Yo, ahora me retiro a
descansar sabiendo algo más, algo que me hace ver que camino escoger y que
aquel que se atreva, lance el Sol en contra que la Luna ya saldrá en mi
defensa.
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