jueves, 21 de mayo de 2020

                                                            YO, QUIEN SOY YO

Entre de las ruinas salgo yo, desde los adentros de los infiernos emerge mi Ser, ¿qué será de mí al anochecer? Todo es un suponer, todo es un quizás por no querer llorar ni querer gritar. ¿Quién seré yo o mejor dicho, seguramente seré yo, un yo irrelevante, sin camino definido? Ese seré yo, un ser, una alma sin piedad, en la que ninguna piedra dejará que salga a ver el Sol. Porqué será que yo no me creo así y si lo soy, ¡qué caray!, a disfrutarlo y a lo hecho, pecho. Que más vale pájaro en mano, que ciento volando, como un murciélago me gustaría ser, como un ave fénix  me gustaría volar por los cielos de este planeta llamado Tierra.

Desde el cementerio Norte de un país lejano vengo a daros una buena noticia, vengo a desvelaros la verdad absoluta, solo aquella que unos pocos entenderán y muchos odiarán, todo por salirse del patrón establecido. Retumban en mis oídos las ondas vibratorias que vienen de la mismísima Oscuridad, redoblan los tambores de las mismas sombras de la negritud oscura. Todo pasa, todo surge en el atardecer sombrío de un otoño, pero no de un otoño cualquiera, es 1941 y todo surge como pasa en media Europa. En medio de una guerra me encuentro, simplemente que esta, a diferencia de la que acontece, es personal, solo yo la lucho contra mí mismo o quizás no. Solo y perseguido me siento, todo por ser como soy, y pensar como pienso. No es por ser judío, no es por ser negro, no es por ser homosexual, es por ser yo y solamente yo. Una mente abierta, en la que en estas fechas está prohibido pensar, en la que está prohibido estallar de júbilo o llorar a escondidas, ya que si eres descubierto eres lanzado a la ruina y a la miseria.

Enciendo una vela, no por nadie, no por ningún dios, ya que no confío y tampoco creo en aquello que no soy capaz de ver o tocar, de oír o de degustar, pero sí que creo en aquello que se puede llamar intuición. Sigo mi energía, esa que se canaliza por medio y por entero en mi cuerpo, se mezcla con mi alma y me hace escribir. Eso sí, a escondidas, ya que la libertad de expresión está todavía muy lejos de conseguir y es en constante negociación, simplemente el hecho de estar vivo ya es un logro. Por ese motivo y solo ese, la energía de algún Ser se canaliza a través de mi cuerpo y mi mente, llegando incluso al desespero. Pero es solo el principio de algo que me llevará a un futuro incierto, ya que no sé a veces si es mejor aceptar o lamentar, aquello que se llama “don”. Don, para poder dejar fluir todo aquello que te produce energía, todo aquello que es alma, pero que carece de cuerpo. Todo aquello que se manifiesta y te sugestiona, llevándote al límite de ti mismo, haciéndote servidor de algo, o al menos mensajero de alguien. ¿De quién?, a saber, yo solo soy el que transcribe aquello, que cierto o mentira, me transmiten y puede ser bondad o rebeldía, pero nunca, absolutamente nunca, maldad.  Me mienten o me dicen la verdad, aunque por más que les digo, no existe la verdad absoluta, todos tenemos nuestra propia verdad, ya que esta es vista a través de nuestros propios ojos. Todo es aquello que escribo, con papel y plumín, para que quede más impreso.

“Como un escorpión del desierto me muevo, como una serpiente zigzagueo, sacando en vez de mi lengua, frases impresas que quedarán para posterioridad en algún lado que no conozco personalmente. Sigo caminando y todo ello me lleva a un día descubrir, que todo aquello que creía real es irreal y que todo aquello que no me creía, es cierto y verdadero. Todo son sombras, hasta yo produzco la mía cuando el Sol está en lo más alto. Hablo conmigo mismo, estoy solo, completamente solo y eso, eso a veces me alegra y a veces me entristece, sin saber el porqué, el porqué de las cosas. Paranoia, me parece paranoia, ¿pero, que veo?, son como burbujas de energía flotando a mi alrededor, se divierten y me divierto, son de visita, vienen pero no a quedarse, ¿qué será de mí?, no creo que sea una vida de lloros y lamentos, al revés, un poco de alegría para no caer en el desespero”.

Me reúno, me codeo con todo aquello que se mueve o creo que tiene vida, haciendo que la mía propia tenga el valor que para mí no se puede ni calcular. Es mi única posesión, lo único que no tiene precio es mi cuerpo y mi propia alma. Todo ello me daría con un canto en los dientes, si pudiera, si tuviese la ocasión de mojarlo con un buen vino o una buena cerveza. Sentarme y cobijarme del Sol abrasador y tomar algo fresco, que me aireara las ideas, pero no es así. No puedo, pero camino y al final lo consigo, camino en busca del final del horizonte. Este nunca llega, siempre camina a la misma velocidad que yo, pero cuál es mi sorpresa al ver un grupo nómada de personas. Sediento estoy, a la vez que hambriento, ellos al verme se acercan a auxiliarme y me dan de beber, me dan de comer y me mojan la cabeza. Todo es alegría en ese momento, pero llega la noche. La noche llega y con ella la Luna, pero esta no refleja la luz del astro, todo es oscuridad y sombras. Las serpientes y los escorpiones salen de sus escondites, tal y como hice yo. Me confunden, no la noche, sino aquellos inquilinos del lugar, ya que el lugar no pertenece a nadie y sí a todos.

Una serpiente se adentra por debajo del pantalón, sube por mis piernas llegando a la zona más sensible del Ser humano, yo no me muevo, el corazón me galopa como un caballo de carreras. Pero noto su lengua bífida y sufro una erección. Los escorpiones solo son los que hacen de testigos del hecho y cuando me quiero dar cuenta, la serpiente se había convertido en una bella mujer madura, con el pelo moreno y los ojos verdes. Ahora me besa, me besa de forma pasional, de tal manera que llego al éxtasis y al orgasmo.

       ¿Sabes quién soy? Me pregunta, mirándome fijamente.

       No lo sé. Le digo, completamente tartamudeando y muy asustado.

       No soy cualquier mujer, te vengo y te elijo a ti por la sencilla razón que eres tú el elegido. El que cruzará mares y desiertos y nos enseñarás todo aquello que deseamos conocer de viva imagen.

No me deja hablar, no me da tiempo a responder, cuando otra vez convertida en serpiente se aleja en la noche y se adentra en la Oscuridad. Los escorpiones se marchan, no sin antes mirar de manera certera, que todo está en silencio y no hay murmullo alguno. Nadie se han enterado, solo la prueba queda en mí y el sabor de sus besos, que como si hubiese tomado un café, me queda en mi lengua por varios minutos, hasta  que la saliva disuelve cualquier prueba evidente de tal existencia.

Sin darme cuenta, me quedo mirando las estrellas y veo de manera sorprendente, pasar un cometa o algo parecido, que desaparece entre la oscuridad del cielo del desierto. Todo transcurre así, hasta que me adentro en mis sueños, a lo primero son normales, pero después, ¡ay!, después es todo un mundo de fantasía o un mundo paralelo, del qué no hay escapatoria alguna y sueño o pienso que sueño, ya que levito como si estuviese ya muerto, muerto por algún veneno de algún beso mortal. ¿Qué tendría aquel beso, que me ha transformado como persona y como Ser? Sí, me marcho del dichoso desierto, me marcho sin decir adiós en mitad de la noche y me dirijo, ¡ay!, adónde me dirijo si no a una ría, o será un oasis, que será, será.

En la desembocadura del río, está allí, durmiendo plácidamente, como un cervatillo que es, aquel que todavía no tiene cuernos para defenderse. Se encuentra solo, su madre muerta de un disparo en un día de caza, él desorientado y perdido, no duda en ir hacia el mar. Que habrá en ello que tanto le llame la atención, como no sea el triste y melancólico ruido de las olas de una playa cercana. Todo es lo que es, nada más ni nada menos, aquel que todavía no tiene cuernos debe defenderse de la bestia más grande. Esa, esa no es otra que el hambre. 

Cánticos de sirenas se escuchan desde a lo lejos, con una voz suave pero aguda entra en la oreja del cervatillo, los ojos se le tornan ensangrentados, solo ve lo que ve y eso no es de su agrado. Tiene sed, pero no tiene donde beber, tiene hambre pero no hay pasto a donde regocijarse. ¿Qué pensará el cervatillo?,  que pensaba mejor dicho antes de que su cuerpo expirara y se adentrara dentro de las aguas y de la tierra embarrada de cierto lugar. Será normal o será anormal el que es sin alma vuelva a los adentros de la madre tierra.

Tormenta se forma, energía que se transforma. El antes cervatillo, se convierte en caballo alado, no se sabe como pero así es como sucede. Despliega sus alas y vuela entre la negritud de la noche oscura, entremedio del Universo flota y vuela, no lleva a nadie consigo, pero sigue su camino de vuelta, de vuelta a la Tierra.

Piensa o solo divaga…

“Yo pertenezco al Universo, no a ningún dios omnipotente, no creo en ello, ya que me dejó morir de hambre y de sed. Tanto es el odio, que el rencor estalla, haciendo que todo aquello que es oscuro ahora es luz. Dime si me equivoco amigo lector, que no lo creo, más vuelo alto y me escapo. Solo espero y deseo en encontrar aquella alma gemela, que me haga llegar al Nirvana, que provoque dentro de mí tal explosión que la energía vibratoria haga caer todo aquello de que se hacen ecos las noticias. ¿Qué cielo puede haber después de una vida llena de sufrimiento?, yo os digo por lo que intuyo que nadie ni nada puede haber, porque no hay dolor más grande que el visto por uno mismo”.

Mira fijamente hacia el Sol, ya no le importa que sea tan poderoso, ya no le importa que sea quién es. Lo mira y le dice de manera arrogante…

“Espero que alguien alce la espada inversa, aquella que es de acero o de algún material superior, yo no lo sé, a saber. Todo es relativo, como la vida misma, pero nadie, absolutamente nadie tiene el derecho o la potestad de hacer el bien o el mal, ¿o sí?, a saber. ¿Quién cree en ángeles o en demonios?, yo solo sé que me muevo por energías y estas, estas son amistosas conmigo, no quieren mal alguno y pertenezco allí adónde me han hecho un hueco, un hueco como si hubiese final en aquello que es infinito y todo es real o irreal. Qué más da, lo que yo quiera, lo que verdaderamente importa es la comunidad, esa comunidad que no comulga ni reza porque no cree en aquello que creen o piensan que es traicionero y no es bondadoso y lleno de plenitud de alegría”.

Ya despierto, veo el amanecer y el cuerpo del cervatillo, sin dudarlo lo tapo con piedras, ya que no tengo con que enterrarlo. Quizás fue en un ayer, pero me lo hubiese comido, pero como si fuese, como si se tratase de un hermano, lo quemo, lo consigo quemar, todo gracias a mi astucia e ingenio y es tal la llama que está explosiona y me alcanza, dejándome tocado de muerte. No le ruego a nadie, ya que no creo como comenté y por lo tanto, entre voces me llaman…

       Vente con nosotros, vente y disfruta. Montarás aquel que te hará y te llenará de respeto en el Universo.

Yo dudo, pero al final mi cuerpo expira y me veo montando al que fue un simple cervatillo, en medio de las estrellas. Veo lo que no veía antes, todo de luces, todo de energías positivas. Me llenan de sueños, me llenan de libertad.

Alguna vez de pequeño me había preguntado, que quería ser de mayor y entre juegos, yo quería ser un jinete de las estrellas y al final en eso me convertí. No hacía mucho tiempo, solo habían pasados unos años y ya en época adulta, después de resurgir de las mismísimas entrañas de la tierra, ya estaba en un mundo interestelar. Me pellizcaba a ver si era verdad, que sorpresa la mía, al ver que no tenía ni huesos ni piel. Era como un holograma en medio del Todo y eso me hacía feliz.  Solo le doy las gracias a aquel que transmite mis palabras, ya que siempre estaré a su lado y le consideraré con respeto y le aguardaré. Porque le llegará el día, espero que ya de anciano y serán muchos, serán muchos los que vayan a buscarle, para llevarlo hacia las estrellas, porque su luz es tan potente que nadie podrá taparla, ni siquiera con una manta. Así que ahora me despido, volveremos a vernos, quién sabe cuándo              será, pero algún día volveré y eso espero que sea antes de que el narrador perezca.

 


jueves, 14 de mayo de 2020

                                                     ISMAEL “EL JINETE”


Qué más da, ¿quién no tiene lugar en el mundo y en el Universo?, todo es como si fuese una explosión de energía, todo es como una onda expansiva. ¡Ahí está!, Ismael durmiendo, descansando en su mundo de adivinanzas y sueños. Como en un jardín de fantasía vive y sueña, es normal, está en esa edad en lo que todo se crea si hace falta en la propia imaginación, y todo se desvanece si hace falta en un solo segundo. La cuestión es no sufrir de una enfermedad llamada “realidad” y que todo aquel que la vive, el corazón se le desgarra. Todo se desvanece, todo se hace añicos y entran como un soplido de aire y viento, sin pedir permiso, sin dar la orden de aviso y de llegada, llegan aquellos que solo en la imaginación pueden llegar a venir en son de venganza. ¿Pero, de venganza de qué?, si todo es un mundo de alegría de adivinanzas y juegos.

Cabalgan los jinetes de la Guerra, cabalgan aquellos lacayos de todas las religiones entre ellas opuestas. Cabalgan de forma rápida, al galope, van trenzando un camino de horror y muerte, a todo aquel que se cruzan o se encuentran. Ninguno de ellos es portador de la verdad absoluta, pero aun así se creen con el legítimo de arrebatar la vida al prójimo. Ismael duerme, es todavía muy joven para entender de estos temas y solo sueña, aunque a lo mejor ya levita. Sigue durmiendo, pero le vienen a la mente, le entran en sueños aquellos jinetes, que espada en mano, le sugieren el camino a seguir. Él, en sueños les asegura de que no entrará en batalla alguna, ni ahora ni nunca y menos por algo que él no tiene ni fe ni esperanza ninguna.

A tal corta edad y ya responde en voz susurrante, como aquel que habla en sueños, pero tiene a su madre delante. Mujer que no pierde detalle alguno, al igual que solo pierde el sueño por el pequeño.

       Yo no soy títere alguno, yo no dependo de nadie, solo de mi saber me hago cargo, solo de mi actitud es de lo único que me hago dueño. Solo de aquello que viene de detrás de la Luna menguante, me haré conciencia, ya que la Luna llena me refleja demasiado y demasiada luz me afecta.

Como si fuese un vampiro acecha por las noches, en aquellos lugares que son de mención. La ciudad, todavía dormida en aquellos aspectos que no deben de ser ni nombrados, duerme de día y acecha de noche. Como si todos los gatos fuesen pardos y no existiese ángel de Luz, no se nombra a aquel que tiene mil nombres y ninguno de ellos es el verdadero, o sí, a saber.

Vagabundea la miseria por las calles, ya sea de noche o de día, eso no tiene valor ninguno y ello hace a todo aquel que callejea o duerme en ella. Todo aquel que no se ve libre,  lo será algún día y ello que hoy en día hace ensombrecer a aquel que iluminará más en la Oscuridad cuando su cuerpo al final perezca. Todo depende de lo que eres, todo depende de tu actitud y de tu valentía, eso lo saben hasta los jinetes de la Guerra.

“No existe hospital o albergue, donde mi mente y mi alma estén descansando actualmente, ya que no pertenezco a este mundo, sino ya haría tiempo que estaría encerrado y las llaves tiradas a cualquier lugar donde yo no fuese capaz de alcanzar. Solo vuelo con tu mente y tu imaginación, aunque puede ser posible, puede haber retales de una vida verdadera, pero no lo sé a ciencia cierta, así que aquí lo dejo”.

Marcan las siete de la mañana y se despierta sudoroso, no contará con más de cinco o seis años, piensa y ahora juega a los indios y vaqueros, como si, inocente de su corta vida en este mundo, no tuviera nada mejor que hacer o pensar. Tiene mucha historia a sus espaldas, aunque sea joven en este mundo, es una alma vieja y curtida como si fuese piel de algún oso pardo. No tiene garras, no tiene colmillos, pero hay cosas con las que se nace y no se ven. Hay sucesos de otras vidas, que se hacen pagar en la propia existente o simplemente se nace sabiendo, se nace ya caminando por el sendero de la negritud de la noche oscura.

No sabe cómo, pero le viene a su memoria la muerte de un perro, un simple o no tan simple can. Caninos hay muchos, pero aquellos que son transformados de otras vidas, pocos. Hijo de padre musulmán le vienen recuerdos, en su actual ciudad turca de Ankara. Todo son caminos y más caminos, que no sabe cuál elegir.

       Sé valiente, sé despierto. Le dicen su madre al verlo, pero sigue él con sus juegos propios de su edad.

Alguien conocido o por el corazón detectado, alguien intruso le alienta como en un susurro.

       Llegará el día que reinarás por tu valentía, llegará el momento en el que yo, entre la multitud, te señalaré con el dedo. Pero no por vergüenza ni por nada deshonroso, te señalaré orgulloso de poder decir, este hombre es mi hijo.

       Le cantaré al Sol, le rogaré a la Luna, para que me traigas un niño en una cuna y pueda balancearlo y pueda mecerlo, orgulloso de tener un nieto.

La Tierra se desvanece a mis pies y solo veo a Ismael, triste, como si hubiese sido solo él el culpable de la muerte de aquel perro. Todavía lo recuerda, después de un ayer lejano, todavía le viene en mente, como los jinetes de la Guerra. Ya tan pequeño, solo piensa en encontrar su sitio en el mundo, un lugar en el que muchos nos encontramos desubicados y no sabemos colocarnos en el tren de nuestro viaje en la vida que nos corresponde. Como si fuesen las vías cortadas, ve sesgada la suya, la suya y solo se ve con su madre. Su padre, ya dado por vencido, no podrá señalarlo ni por lo bueno ni por lo malo, pero al menos sabe que será todo un hombre, todo un carácter en este mundo donde los débiles no tienen cabida, donde aquellos que perdonan a la ligera son humillados y vejados.

       No intentes tirar de unos hilos que son transparentes, ya que hace años que los corté. No me vengas ahora en que quieres señalarme por orgullo, cuando no fuiste padre alguno ni nos distes refugio.

Redoblan los tambores, suenan las trompetas, el día va pasando, el día va transcurriendo y con ello las horas del día festivo. Como si fuese por honra, como si fuese por honor, se detienen en su batalla y alzando la espada al Sol, la enfundan. Paran, se detienen y con ello la guerra sin que hubiera habido hasta entonces tregua alguna. Todo se detiene, hasta el aire y el viento, hasta el Sol y la Luna, solo con las estrellas del Universo como testigo, uno de los jinetes, cansado de cabalgar, se baja y en sueños le habla a Ismael. Le extiende los brazos y le habla, está rodeado de su familia y amistades, que al ver su  rostro desgarrador salen despavoridos corriendo, como si el poner tierra de por medio fuese a dar con la calma y la paz que todo aquel alberga o busca sin razón, ya que esta se encuentra en nuestro interior, todo es así, todo es como es. Puede ser un relato o puede ser algo real. Quién sabe quién es Ismael, yo solo lo sé o quizás tampoco yo. Solo él se conoce a grandes rasgos, ya que todavía a su corta edad se queda sorprendido de los recuerdos de momentos soñados o vividos.

       Me tiene contento, me tiene lleno de orgullo, que los jinetes se acuerden de mí o vengan a mi llamada, todo es posible en esta vida, todo menos lo que no se puede y eso, eso nadie lo sabe, no lo sé ni yo.

El jinete vuelve a subir a su caballo y haciéndose con las riendas, da la orden de continuar camino, pero ya sin batalla alguna. Cabalgan hacia el Norte, hasta el fin del mundo, como si este fuese plano y no existiese el horizonte, un camino que nunca se acaba y que Ismael sigue o piensa al menos, caminando de la mano de su madre.

Ella, mueve que mueve el agua turbia de la olla de barro, a fuego lento culmina y sigue viendo dentro de lo turbio, lo que verdaderamente merece la pena, que no es otra cosa que el presente y el futuro de su hijo. Sigue y sigue, ahora ya mueve el líquido elemento de forma más rápida y la mueve con el ardor del fuego en alto. A carbón es la cocina, a carbón es la llama que resplandece y resurge desde los más adentros de las almas oscuras. A ellas y solo a ellas les pide y les ruega protección, para su pequeño. Todo ello, todo aquello que hace lo traslada a un aquelarre, a una reunión clandestina vespertina. Todas ellas de negro, con el rostro  y el cabello tapado, se dirigen a la cita con aquel que no dice su nombre.

Todas en reunión, todas juntas claman el nombre de una que ya no se encuentra entre ellas, la llaman a la luz de una vela, una luz que se hace fugaz, ya que con un fuerte golpe de viento se apaga. Todas, un poco decepcionadas vuelven a sus casas, pero no saben o no aciertan a saber si esta está un poco dentro de cada una. Vuelve y el niño duerme, duerme ajeno a peligros, solo una voz se le acerca ahora a la madre.

       Ábreme la puerta, abre tu alma y déjame entrar, que soy hombre de paz. Le dice alguien o algo, mientras descansa.

Su madre, bruja y algo hechicera, ya en su casa, mueve el cazo dentro de la olla. Solo un poco de agua con algunas hierbas, que solo ella conoce. Mueve, lo mueve a fuego lento, mientras ora, reza o medita.

“Todo soy yo, todo eres tú, protege a mi hijo, protégelo de aquellos que vengan en pos de hacerle daño, ya que yo soy quién soy y no tolero ni permito que daño se le haga”. Mueve el cazo, hace círculos, pero como si fuese aceite hirviendo, este no se llega a mezclar y las hierbas sueltan un olor especial. Le llega el olor a Ismael mientras descansa, son las once de la noche de algún día de algún año. Tanta fecha no tiene relevancia alguna, ya que solo la hora es lo que importa, el resto es impuesto por aquellos que siguen un calendario que ni me va ni me viene.

 

                                                                                 Por; Francisco Sánchez

 

                                                                                Dedicado a Ismael Laaroussi