jueves, 30 de abril de 2020


                                      SERPIENTES ROJAS, SERPIENTES NEGRAS

Lloro, lloro y lloro a lágrima viva y a llanto roto, todo por un desamor. Como puedo ser tan tonto, como puedo llegar a ser tan imbécil de no darme cuenta de las cosas. Por muy bella que sea su imagen, esta me destroza por dentro, esta me construye un castillo de naipes y esta, después lo sopla y lo derrumba juntando las dos manos alrededor de su boca. No puedo ser más infeliz, hay muchas, hay montones de mujeres, pero ella, ¡ay!, ella es la mujer de mis sueños. La que se me presenta todas las noches entre mis sábanas y viajo al otro plano con ella. Medio día no vivo y  a medianoche me desfogo con ella en medio de la madrugada, cuando mi alma y la suya se encuentran donde los caminos se bifurcan. Entonces y solo entonces, me siento verdaderamente correspondido.

Como si estuviese en mitad de la primera guerra mundial me encuentro, entre las dos líneas enemigas me sitúo y me escondo. Agacho la cabeza como un cobarde o como un precavido, quien lo sabe. A saber, todo para no ser alcanzado por ninguna bala perdida, que me lleve al bar del deseo y de las tentaciones. Me quedo quieto, me quedo parado, para que ninguna bomba cambie mi destino, un destino que a grandes rasgos está ya debe de estar escrito y no puedo escapar de él, “maldita sea mi suerte y sea también gloria bendita mi corazón, porque veo que lo tengo”.

Serpientes rojas, cánticos y más cánticos, alrededor de un círculo lleno de velas, es lo que me rodea. Serpientes negras, cánticos y más cánticos, a voces atronadoras es lo que me acompaña en la negritud de la noche cerrada de tal fecha, que no quiero recordar. Yo quiero correr, yo quiero nadar en la abundancia y bucear en la codicia y en la avaricia. Si hace falta haré un pacto con el mismísimo diablo, sí, escribo bien y a él me encomiendo y  es él el que me escucha y no sé si se me escurre, como una serpiente en pleno desierto de Gobi.

“¡Ja!, como una serpiente zigzagueo y me muevo entre el lodo del barro que forma la silueta del Ser humano. ¡Ja!, no envejezco, pero tampoco soy tan joven, que soy, que soy, si no el mismísimo Lucifer reencarnado, dentro de la figura de un hombre solitario”.

Bailan y bailan, los veo a través de la mente de aquel que escribe y que me da envidia y que me absorbe y que me sube la soberbia el saber que al nacer desde todo mi interior,  que yo soy “el mejor”. Bailan y bailan, pero a veces, solo a veces, la melancolía me envuelve, como si fuese un aura celestial y yo, intento deshacerme de ella y no puedo. Que será de la energía oscura y fría como un témpano de hielo, que ya no puedo soltarme de ella.

Es poderosa, es altamente tóxica y me enerva, pero a la vez me enoja. Deslumbra a todo aquel que osa mirarla fijamente, ¿quién puede ser tal Ser, quién es tan bella dama?, si no es la misma muerte disfrazado de ángel de Luz.
       
                       -  Acaríciame, resbala tu mano por mi rostro y descubre cuál es el tercer demonio en discordia.

¿Quién será quién me habla?,  ¡que sí, que lo sé!, y aunque no lo vea, observo y veo, noto sus caricias y ella, ella me llena de energía. Es como el amor perpetuo, es como el primer amor de juventud, que es cuando descubres realmente quien eres y lo que eres. Lo único que echo de menos es el poderte mirar a los ojos, sí, a los ojos, y decirte cuanto te deseo y te amo. Lloro y me desmorono, pero no puedo, yo no soy lo que soy, yo seré el que seré, porque el destino ya está escrito y pertenezco a ese mundo, un mundo tenebroso y frío, en el cuál tú no tienes cabida. Lo siento, lo siento de verás y dentro de mí, hace que me atraiga la energía propia de la vida terrenal, pero no puede ser así y sucumbo ante la realidad despierta de mi propio Ser.
      
                       -          No, no llores vida mía. Esta, es unos de sus sinsabores y yo no sé qué decir ni qué hablar, solo el deseo de amar me lleva a por la noche levitar y encontrarme a escondidas contigo.

“La música me hace soñar despierto, me hace flotar en un mar oscuro, pero en calma, no hay tormenta que cien años dure y por eso veo al final una luz. Es la luz de un faro, que se desdibuja entre la densa niebla que me ha llevado por caminos y rutas equivocadas. ¿Quién será, quién pondrá la vela, que se acuerda de mí?”
       
                        -        Soy yo, alma mía, soy yo, vente conmigo que no te voy a ser traicionera. Tengo en mi corazón todo el amor y toda la luz para los dos ser felices. Abre su propio karma, su propia alma y una luz renace y renace de la nada, haciendo que yo quede hipnotizado o al menos anonadado.

No puede ser, no se da cuenta, que yo no soy ángel de luz, que soy una serpiente negra, que no cambia de color como si se cambiase de chaqueta. Cierto, muy cierto es, que las serpientes mudan la piel, pero yo ya la tengo tan curtida en tantas batallas que ya no cambia. Qué sería de mí, si después de diez eternidades, cambiase de color...  Sería un Ser despreciable, y no por ella, que su luz me encandila, si no por todo lo que ello envuelve.

“No tengo espada mejor que la lengua, una lengua bífida, tal y como está escrito para que me lleve a los dos destinos. Cierto, muy cierto es, que puedo pisar los dos lugares, pero no sentarme a regocijarme y reír como si el mundo fuese mío y todo el mundo fuese como palomas que comen de mi mano”.

Recuerdos me vienen de mi niñez al decir tal frase, tal y como si fuese hoy y ya mi madre mayor, me llevase a dar de comer a los pájaros y yo, con mi inocencia propia, riera y cerrase los ojos, mientras me picotean las palmas de las manos. Vueltas, sí, siento que doy vueltas a mi alrededor y entonces y solo entonces, despierto y me veo de nuevo en el círculo de velas encendidas, miro al suelo y veo dibujado un pentagrama que me hace soñar de nuevo en mundo mejor.

Pero nada más lejos de la realidad, nada más lejos de todo aquello que quiero y deseo, se me acerca una serpiente. No es cualquier serpiente, esta, con alas y un cuerno en el centro me dice y me advierte…
      
                      -       No te dejes llevar por aquel o aquella que te llena de luz equivocada, ya que esta te destruirá y te aniquilará, no eres de los suyos, eres de los nuestros. Baila si quieres, flirtea con ella si es tu deseo, pero que no te arrastre a su mundo, ya que ese no es el tuyo. Baila, baila su danza, pero que su vibración no te llene tu alma y tu mente, ya que tu corazón está dolorido de amor y eso, eso lo sabe porque es sabia.

Las velas empiezan a apagarse al consumirse y ello me lleva a salir del pentagrama. Cuál es mi sorpresa, cuál es mi asombro al ver dibujado su rostro y pego un salto. Escucho como una voz me susurra y me dice y me habla…
       
                     -      ¡Jaris!, es tu verdadero nombre. ¡Jaris!, eres tú y nada más que tú. Sin ti la oscuridad no existe, eres tú el saber, eres tú la vibración y la continua lucha por el Ser humano. El día que tu cuerpo perezca, yo te esperaré adónde se bifurcan los dos caminos. Te cogeré de la mano aurora del amanecer y te llevaré conmigo a la fuente del caudal. No temas, que así será y la oscuridad se quedará sin luz que la guíe.

La imagen se desvanece como por arte de magia y la voz desaparece, todo queda en negro, en la oscuridad de una habitación cerrada, con las ventanas tapadas con cartón. No entra ningún atisbo de luz solar y yo, en un momento de desespero la abro, quito los cartones y abro las ventanas en par en par. Es todavía de noche, pero el aire, ¡ay!, el aire me entra por la nariz y yo inspiro a fondo y se me hinchan los pulmones, de tal forma que mi cuerpo dobla su tamaño. Pero no así mi alma y aquella serpiente que me avisaba, la veo por el suelo, da vueltas alrededor de mis pies, hasta que va cogiendo confianza y se me enrosca, subiendo, escalando mis piernas hasta mostrarse en frente a frente, diciéndome sin palabras. Solo sé que desperté, porque yo pensaba que era el zumbido de las abejas nuestro comportamiento y no, no es así, es el zumbido de la lengua bífida la que me alerta de los peligros y de la sabiduría que en mi conservo. Que en un sin saber, yo soy quien soy ahora, pero ya sé quién seré, y en cierta manera me asusta porque no sé si estoy preparado para ello. Todo depende de las circunstancias, pero solo sé que la Luz me ha tentado, como en su día la oscuridad tentó a quién tentó.

Ahora, seguro de mí mismo, cierro las ventanas y bajo a la calle y me mezclo entre la gente que camina ya por la acera. Paseo y paseo, hasta que sin darme cuenta me veo en mitad de una travesía, en medio una carretera nacional, en la mitad. Unos coches pitan, otros, simplemente me rozan con el aire que desprenden al pasar, pero yo ya no me asusto y sé quién me protege y por ello y nada más por ello, veo que sigo el camino verdadero.
       
                 -       ¡Lucifer!, yo nunca te fallaré y dudaré de ti. ¡Lucifer!, tú eres mi fuente de sabiduría, a tu lado siempre estaré´. Grito con los brazos en alto y los puños cerrados.

No tardan, no se hacen esperar la policía local, con sus luces y sirenas, me hacen despertar y volver a la Tierra. Paran el tráfico y me detienen, no me ponen esposas, no me atan, solo me acompañan a la acera, a lugar seguro, mientras restablecen la circulación de coches. Ahí, en ese preciso momento, me hablan y me escuchan, me aconsejan amablemente que me vaya para casa.
        
                     - ¿Vive cerca de aquí, no? Me dice uno de ellos, mientras mira mi carnet de identidad.
       
                    -   Sí, a dos manzanas, subiendo la cuesta, camino arriba. Le contesto yo, de forma sosegada.

Al verme de forma tranquila y apaciguada, me invitan a marcharme. Pero yo esbozo una sonrisa cómplice, cómplice con aquel que intuyo y percibo, pero que no veo. Al mismo tiempo, que el corazón me galopa a 120 pulsaciones por minuto y me digo, me pregunto, ¿cómo he hecho tal temeridad? Podría cualquier coche o camión haberme llevado por delante y me prometo a mí mismo no volver a hacerlo, el no volver a poner mi vida en peligro por ningún pretexto o circunstancia. 

Llego a casa, abro la casa, mi casa  o mejor dicho, la que era de mis padres y cogiendo un rotulador dibujo pentagramas en las paredes, dibujo pentagramas en el suelo, enciendo todo de velas.

¿Qué puedo buscar, si no la locura inversa?, es buscar un encierro si alguien se da cuenta. Todo es lleno de líneas y círculos, canto a la misma vez con la música a todo gas. Son las cuatro de la madrugada y los vecinos alertan a la policía, pero hábil de mí, antes que aparezcan apago todo, quito la música y al llegar los del coche patrulla y no escuchar nada y verlo todo en correcto estado, sin picar al timbre, sin molestar marchan. Yo sonrío, pero no pienso en mi locura.

No vivo solo, debo buscar alternativas o me veré encerrado una temporada en algún lugar no deseado. No escucho voces, no escucho los lamentos de aquellos que son torturados por ser unas sombras de la noche, solo veo serpientes rojas, serpientes negras en mitad de la madrugada de un día cualquiera de una noche cualquiera. Estas, me rodean y me susurran con su sonido en el oído, diciéndome, “ya eres uno de los nuestros”. Yo feliz, me digo a mí mismo, “ya soy eterno, ya pertenezco a los seres de la Oscuridad perpetua”, mientras veo que se alejan en el vacío de la habitación.

lunes, 20 de abril de 2020


                                                 JUEGOS PARALELOS

Somos unos campeones, somos los que somos, porque estamos fuera de secretos y tabús, qué más da lo que piensen los demás si uno se colma de felicidad. No intentamos seguir el juego de la vida, no intentamos ser lo que desean que seamos y somos nosotros mismos. Aunque las redes de los pescadores nos pescan y servimos de alimento, a la sociedad y al consumo. Somos de alguna manera, libres, libres de pensar y de actuar. Eso es al menos lo que se nos ve y lo que nos toca, cosa diferente es lo que se siente. Todo por querer engendrar y procrear, todo por querer ser familiar y monógamo. Hacemos todo lo posible por que así sea, pero hay algo dentro, algo oscuro que nos hace girar como gira la rosa de los vientos.

Viento del sur, dime que sigo por buen camino, que a mí me da igual perder el norte. Mientras no pegue bandazos de este a oeste y  me llueva las lágrimas de todo aquello que no deseo ni soy merecedor de ello. Quiero seguir adelante, adelante con mi vida, un poco diferente a la de los demás, pero mía.

Tira para adelante, lucha por la mañana y sé libre por la noche. Tira, empuja del carro que después llegará la hora de la ansiada libertad. Oscuro deseo es el del libre albedrío, que algunos lo confunden el libre albedrío con el libertinaje y no es así. La siguiente historia es ficticia, pero podría ser cierta, ya que seas hombre o mujer lo más seguro es que lo hayas deseado.

Todo es magia, los brazos se enredan unos con los otros, las manos rozan la piel de aquellos y de aquellas que son extraños y extrañas. Todo dura lo que dura toda la noche, hasta que vuelve a salir el Sol, ese que nos avisa, que nos devuelve a la vida programada. Sí, todos seguimos un patrón, todos seguimos un círculo que no deja de ser aburrido. Atraviesas el alma de la otra persona, te unes y te fundes en un placer cósmico. Todo depende y es ello lo que nos hace sumergirnos en la lujuria desenfrenada, una y otra noche, no sé hasta cuando, seguro que será hasta que sea uno anciano y ya no pueda valerme por mí mismo.

Un mes de cualquier año, tomaba una copa de cerveza en una terraza de un bar de la Gran Ciudad, podría haber sido en otro sitio, pero fue así. Observaba la gente pasear y yo saboreaba la cerveza, ya que son cuatro euros la copa y no todos los días me lo podía permitir.

Una linda muchacha, algo más joven que yo, se me acercó y preguntándome muy respetuosamente, se sentó conmigo y empezamos hablar.
      
                          -    Eres guapo, me atraes, no he podido evitar el sentarme contigo, aquí a tu lado.

Me quedé atónito, solo de pensar, hice el intento de quitarme el anillo de casado, ella se dio cuenta y con un gesto de la cabeza, me dijo que no, que no hacía falta. Con la mano derecha me acarició el mentón y mojándose el dedo pulgar, me lo pasó luego por mis labios.

La miré fijamente, pero no le devolví el gesto, solo le sonreí viendo sus preciosos ojos verdes. Me pudo, me hipnotizó, en aquel momento le hubiese comprado la joya más cara de la ciudad, le hubiera elevado al séptimo cielo sentándola encima de mí. Pero no fue así, solo ocurrió una cosa en ese momento, sus pies se cruzaron con los míos y me susurró al oído con una voz melosa.
       
                       -         ¿Estás seguro, no quieres probar algo nuevo?

Por ser cortés la invité a una copa de cerveza, ocho euros, pero me daba igual. Estaba en un momento dulce de la vida, en uno de esos tantos que hay tan pocos. Estuvimos un buen rato, el tiempo cálido del verano hacía presagiar el calor que hacía y además de que la temperatura en el ambiente iba subiendo de grados. Pasó una hora, el atardecer se hizo presente en la luz del día, pero para mí había pasado un solo instante. Entonces y solo en ese momento, se hizo en mí el pensamiento de mi mujer en casa, quise poner una excusa para marcharme, pero ella me posó la mano en mi antebrazo y guiñándome un ojo, me dijo.
       
                        -        ¿Nos vamos?, vivo en un piso pequeño aquí al lado.

Por un instante me temblaron las piernas y el corazón empezó a bombear y a cabalgar por su cuenta. Pagué los ocho euros, hasta el camarero me dijo “gracias señor”. Estaba de suerte, por dicha o por desdicha me encontré en tal situación. Volaba, no notaba la acera al caminar, me cogió de la mano y andamos cinco o seis minutos. La verdad es que no lo sé, solo la seguía, solo andaba hacia un nuevo mundo, una nueva puerta estaba a punto de abrirse y no era solo la de su pequeño piso en el centro de la Gran Ciudad.

Todo estaba a punto de comenzar, ya en su casa, ella se quitó primero los zapatos y yo la camisa. Nos fuimos besando, mientras nos rozábamos con la pared, hasta que al final caímos, como el que tropieza en su cama. Una cama grande, donde podíamos compartir todos nuestros juegos y fantasías. Como el que juega a ser amantes, nos quedamos los dos desnudos, echó la persiana y abrió la ventana. Hacía mucho calor y mucho más que iba a hacer.

Me hizo atarla, con unas medias le hice unos nudos en los brazos al cabezal y guiñándome un ojo me dijo que se los tapara con un pañuelo grande que tenía en la mesita, así lo hice y me dejé llevar. Gritaba, gemía como un animal en celo y eso, eso me encantaba. Los sudores se mezclaron, no hubo velas, no hubo perfumes de precios de saldo, todo fue un juego. Nos divertimos, no nos hicimos preguntas, solo fue el deseo carnal y sexual, el que desencadenó la euforia del deseo. Yo la besé y ella me dijo que no habría un mañana sin mí, yo me sonrojé, no estaba acostumbrado, todo era nuevo para mí y parecía un joven todavía virgen, que no sabía nada del juego del deseo y cuando este se terminó, acabamos los dos en la ducha, yo la enjaboné con mis manos al mismo tiempo que la acariciaba. Ella no, era demasiado egoísta y secándose fuera de la ducha, me dejó solo. “No ha estado mal”, me decía a mí mismo. Era la primera vez que rompía la fidelidad de mi pareja y no sabía cómo decírselo u ocultárselo.

Marcaban no sé qué hora del reloj del comedor, miré a mi alrededor, todo eran fotos y recuerdos. Recuerdos con mi mujer, recuerdos con siempre la misma compañera. Miré por una de las ventanas de la casa y era otro cuadro, lo que pasa es que este era con movimiento, era ella y nada más ni nada menos que ella, mi amiga, compañera y hasta este momento mi única amante. Pisé fuerte el suelo, y abriendo la puerta trasera, me dirigí a donde estaba. Me quedé quieto, con las manos ahora inquietas y yo de los nervios. No sabía la reacción, de cómo iba a sentar la pequeña aventura.

Me acobardé y no le dije nada, me vio eso sí nervioso y se preocupó y me preguntó. Le mentí, le solté una mentira y seguí pasando las tardes con la joven muchacha. Pasó el verano, pasaron los meses, unos meses de desenfreno y llenos de lujuria y fantasías ocultas. Cada vez había menos por que descubrir, tanto que nos llevó a la rutina y fue ahí cuando decidimos dejarlo de mutuo acuerdo, ya que la diversión se había acabado y todo era una simple repetición. Era el momento de callar para siempre o hablar, así que iba pensando la historia como contársela, iba hilvanando las frases de la mejor manera, para que no me dejara solo.

Llegué como siempre a casa, solté las llaves en el cenicero y la llamé por su nombre, pero no sentí respuesta alguna. Miré en la cocina, miré en la habitación y allí aparté la cortina y desde arriba la vi. Podaba el pequeño jardín de nuestra casa en las afueras, ajena a todo, ella era feliz. Siempre fiel, siempre confiando en mí. Solo fue una noche, que llevó a otras noches, pero mi amor, mi dulce amor solo fue mi verdadera mujer. Nos conocimos muy pronto y descubrimos todo juntitos, dentro de nuestra juventud. Maravillosa juventud, no teníamos hijos porque así lo decidimos, decidimos querernos, decidimos amarnos. La muchacha solo fue unos ratos de placer desenfrenado o al menos eso creí yo. Entonces y solo entonces me vino a la memoria, viejas aventuras clandestinas a la hora de marchar, de dejarla en casa de sus padres y que con un pequeño beso, nos despedíamos con un “hasta mañana”.

Me acuerdo cuando le escribía cartas de amor, que luego se las leía a su lado, otras se las echaba en el buzón. Anna, era su nombre, una mujer liberal pero al mismo tiempo muy clásica. Solo un hombre, solo un marido para toda la vida y yo, al principio era igual, así. Ahora ya no sé qué creer, no quiero ser, no quiero ser un mentiroso.

Cada vez que volvía a casa me cambiaba de camisa antes de entrar, no quería hacerle daño y es que al final no fue cuestión de un día, fueron meses, meses de pasión y de engaños. Ella era más joven y me hacía recordar viejos tiempos, aparte de que con sus juegos sexuales me tenía siempre tentado. No fue cosa de una vez y las camisas llegaron a terminarse y un día de cierto mes, se lo conté todo.
       
                        -       Anna, siéntate. Te tengo que contar una cosa, tengo y estoy en la obligación de decirte que te he sido infiel. Sí, querida mía. Todo comenzó por el juego de una tarde, pero ya ha acabado. Aunque no sé si terminará o seguirá, pero a ella no la amo, solo la deseo. A ti sí que te quiero como alma gemela que eres, decidimos no tener hijos y lo hemos cumplido. De lo demás no decidimos nada, porque lo dimos por hecho. No sé cómo vas a reaccionar, pero yo te quiero a ti.

Se hizo el silencio, ni los pájaros se escuchaba su cantar, solo el sonido de los aspersores rompía el silencio. Me abrazó, sí, me abrazó. Me sorprendió, ya que no sabía que fumaba y ella se encendió uno, le pegó una calada y echando el humo. Me volvió a sorprender con su respuesta, ya que esta no me la esperaba.
      
                       -     ¡Juan!, amado Juan. Déjame que te coja de las manos, mira, mírame a los ojos y verás que no estoy enfadada, al revés, estoy contenta, estoy contenta porque has sido sincero conmigo.

De las manos, llegamos a los labios y de los labios a la cama. No me lo podía creer, fue la mejor tarde que había tenido en años. Todo lo que hacía con la muchacha era solo deseo carnal. Pero con Anna, ¡ay!, con Anna era amor del bueno. El sabor de sus besos eran completamente diferentes y todo llevó a un estado de amor incondicional. Habíamos casi terminado, cuando yo, estando encima de ella me tapó la boca y me dijo.

          Preséntame a tu amante, dime quién es, quiero saber lo que se siente.

Como si hubiese una carretera que me llevara al mismísimo infierno, me quedé congelado y no me lo pensé dos veces y sin dejar de estar encima de mi mujer, llamé por teléfono a Elisa, sí, Elisa se llama.  Estuve un buen rato hablando con ella, mi esposa escuchaba con atención al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa cómplice. Accedió, dijo que sí, quería que nos viéramos los tres. Todavía me tiembla el pulso al recordar tal momento.

La terraza estaba llena cuando llegamos, por suerte Elisa estaba sentada al lado de una mesa, así que cogiendo dos sillas, le presenté a la que era mi verdadero amor. Se saludaron con la mano, lo de darse dos besos lo dejaron para más tarde. Todo evocó en una tarde placentera, con juegos de pies descalzos por debajo de la mesa, haciendo que los tres fuésemos a evocar en un verdadero conocimiento de nosotros mismos, sin malas artes ni malos tabús. Todo acabó como acabó o mejor dicho, todo empezó. Ya que mi amor se convirtió además en cómplice de mis más altas pasiones y no fueron ni dos ni tres las veces que nos vimos, haciendo de ello un juego, un maravilloso juego.

jueves, 9 de abril de 2020


                               Esperanza, bonito nombre.

Nieva, nieva mucho, los muñecos de nieve ya caminan solos por medio de la autopista y la temperatura sigue bajando, al menos es lo que creo yo o es la fiebre la que me domina y me hace no ser capaz de ser yo mismo y ver la realidad. Pasa la enfermera y mostrando una ligera tristeza, que intenta ocultar, apunta en la hoja los grados de mi cuerpo. Estoy que realmente me enciendo yo solo o es la sensación de querer fumarme un cigarrillo, creo que no pasaré de esta, me veo débil y sin fuerzas, tanto que sin darme cuenta pierdo el conocimiento.

Como si estuviera en un gran hotel me siento, veo largas playas sin fin en el horizonte, oigo las olas irse y regresar a la orilla, yo camino descalzo por la blanca arena. Ya no veo la nieve, ahora veo el Sol, un astro que me calienta y me hace sentir el olor a agua salada del mar. Como es posible que sea así, será todo solo un sueño o es que se me está preparando para la marcha. No sé ya ni mi nombre, ya no sé ni quién soy, será verdad, será cierto. A lo lejos veo un barco, es un barco pequeño pesquero, me saluda alguien. Agudizo la mirada y observo con alegría que es mi padre, que recoge la red con el pescado que pronto se servirá en la lonja del puerto. Me mira y me hace señas, quiere que me zambulla en el agua y nade hasta él. No sé porque motivo, no sé el porqué, pero no lo hago. De golpe y sin esperármelo, nubes negras acechan y el barco desaparece de mi vista. Me entra frío, mucho frío y vuelve a nevar, y vuelvo a ver los muñecos de nieve por medio de la autopista. No sé cuál es la razón, pero es así. Yo solo sé que no sé lo que me pasa, pero presiento que algo falla, el corazón no deja de latir, pero mi respiración no es continua y eso no me hace despertar.

Estoy en una cama de algún hospital, ¿cuál de ellos?, hay tantos en el país que ya ni siquiera me ubico. No sé del cual estoy hablando ya que he perdido el nombre, todo es blanco, las paredes, las puertas, hasta la luz que me ilumina. Voy ahora paseando por circuitos llenos de carriles, pero no hay ningún cartel indicador, yo solo oigo más que escucho, voces o susurros venidos del viento. Adónde iré, cuando lo único que veo de mí, es una materia transparente. No veo por mis ojos, ya que la vista la perdí al cerrarlos, pero late, mi corazón todavía late. Sufre y lucha, lucha de forma desmesurada, como si se agarrase a un hierro ardiente se hace el fuerte. No siento las quemaduras, ya que estas cierran todas las heridas del pasado y los que eran mis enemigos ahora son mis verdaderos guías y pienso.

“¿Que seré ahora, seré como un ave en extinción o quizás seré uno de tantos pájaros que cantan en época de celo?, no lo sabré realmente hasta que pase el umbral, la cortina transparente que nos divide a los vivos de aquellos llamados, los más eternos”.

Escucho algo, ¿serán pasos? Ahora recorro todos los pasillos de la planta, ahora paso inadvertido, nadie se fija en mí. Cada uno a lo suyo, están tan entretenidos que no perciben mi presencia. Salvo… ¡un momento!, un instante, que veo una anciana despedirse de los suyos en una de las habitaciones. Los familiares lloran, pero ella ríe y sonríe, la vida le ha sido dicha. Todo depende de tu manera de pensar y de ser, todo de que depende de eso solo, nada más corrompe la vida que la propia muerte.

¿Qué será de mí, si nunca he sido quién he querido ser?, no sé si es el momento adecuado. Ha pasado ya muchos años, los cimientos ya son demasiado fuertes y están muy profundamente anclados, como para moverlos ya. Las olas de los recuerdos, envisten los muros del pasado y yo no puedo ser ya nadie más, solo ser el que soy, porque todo es como todo. A nadie le importa verdaderamente quién soy, solo el respeto recibido me calma y solo el cariño de aquellos y aquellas que me aprecian, pueden llegar a amortiguar mis lamentos. Todo es como un disco de vinilo, hasta que este llega con la aguja al final, diciéndome que la canción de la vida ya me ha terminado, que ha concluido y es como todo, un disco nuevo ocupa mi lugar y yo, pobre de mí, me guardan en el cajón musical, siendo una pieza más de museo. Anciano no soy y anciano llegaré a lo mejor a ser, siendo con ello los surcos de las canciones reflejadas en mi piel, una piel curtida esperando ya entonces, su final de su música.

Llévame al cielo si es lo que deseas, enséñame la puerta desde afuera porque yo no entraré. No porque haya sido ruin y malvado, solo es por el no querer, el no amar al prójimo. No deseo solo el respeto, también deseo ciertos detalles que en esa puerta no me van a dar ni enseñar ni dejar desear. No eres tú, padre yo te respeto y te admiro, pero solo ya no eres una imagen de una fotografía, eres una sensación, eres pura energía que entra y se canaliza por mi interior, haciendo que yo delire.

Al igual recuerdo vagamente a mi abuelo, cierto, es verdad que no lo presiento pero en mi recuerdo está grabado. Abre la puerta y enséñame todo aquello que dices que me pierdo, no creo que sea de tanto tormento la Oscuridad, no creo que sea de tanto enojo no acabar en la Luz, ya que a ella no pertenezco. No pertenezco al redil, no soy una oveja a la que esquilar y por lo tanto me salgo. No me hables de lobos, no me hables de hienas, que ya sé cómo funciona todo, son solo vibraciones y a ellos me haré amigo, entablaré amistad y lealtad y yo sé que no abusarán conmigo de su poder y no me morderán, ya que mi carne no es de su preciado gusto.

Redoblan los tambores y se escucha música irlandesa, cerveza a cerveza va uno entablando amistad y el jolgorio es el que entra en todos nuestros corazones, haciendo que el momento sea inmortal. Se hace el silencio después, se escuchan después mil y un lloros, estoy volviendo en sí. Miro a mi izquierda y no veo a nadie, miro a la derecha y veo a una señora ya entrada en años. Quién va a ser, si no mi madre, que ha aguardado rezo tras rezo, a que ver su sueño y esperanza cumplir. La miro y ella, medio dormida despierta. Un vuelco le pega el corazón, no salta y brinca porque ya no puede, pero se vuelca en la cama y llena de alegría dice mi nombre…

          ¡Juan!, hijo mío. Te daba ya por perdido, espera, espera.

Saliendo de la habitación, no llama, sino grita a todo el personal de la planta…
    
                        -           Vengan, rápido. Mi hijo ha despertado.

Yo me aferro a la vida y escucho los mensajes, como si estos fuesen radiados por emisoras clandestinas en un mundo dictatorial. Veo en estos momentos, al menos en mi mente a una persona que me es conocida, para desvanecerse después y meterse dentro de mí. Yo me asusto, pero sorpresa es la mía, cuando me doy cuenta que he despertado del coma. Todo es relativo, toda mi lucha ha surtido efecto, salgo adelante y me incorporo, los médicos me calman, me dicen “enhorabuena, está en el mundo de los vivos”. Entonces yo me pregunto, ¿dónde estaba antes, que me sentía tan realizado?, no será solo una experiencia cercana a la muerte, no será que he estado jugando a las cartas con ella misma y esta se ha dejado ganar. Qué más da, estoy aquí y con ello me conformo, con ello ya tengo aventuras que recordar y contar, sin olvidar que la verdadera vida es en el aquí y ahora. Aquí en este mundo o en el otro, el ahora,  ahora es el futuro que nos depara y que nunca se sabe si sabremos pasar el examen.

Entre la penumbra del anochecer y el ocaso de mi Ser, aparezco yo como por arte de magia y te digo a ti y a los cuatro vientos también, que soy el mismo de ayer. Escuchando un tema de blues, me encuentro en ese momento  dulce, que no me amarga la vida. Siento solo el escalofrío de la muerte al llegar y con ello la invito a que se presente, pero le ruego que no me lleve con ella, ya que debo y quiero permanecer más tiempo en el aquí y en el ahora, siendo mi presente lo más preciado de mi vida, al igual que el futuro es incierto y este puede ser dichoso.

Dicen muchos o al menos unos pocos, que esta es eterna, que somos energía y por tanto que no se destruye, yo no sé si será cierto o mentira o solo un enfrentamiento con aquello que es verdad. Tanto que de recordar a mi padre, me echo a llorar y a llorar. Porque es hoy en día y todavía no encuentro el porqué, se tuvo que marchar tan pronto, dejándome casi en pañales. Todo dicen que tiene un sentido, un porqué, pues yo todavía lo busco y porqué la vida debe ser un tormento o un lamento, cuando puede ser un verdadero cielo, como lo eres tú, mi bella señora. Señora, que si pudiera le alcanzaba las estrellas y las envolvía con la Luna, como si esta fuese papel de regalo.

No es una oda, no es una epopeya, más bien es algo más íntimo, pero no por ello romántico, solo es el deseo de saber y conectar de alguna forma, con aquel que se marchó siendo yo solo un niño. Todo depende de cómo se hable o como se explique, así quedará reflejado para la posteridad. No soy ningún tonto, no soy tampoco ni listo ni espabilado, solo soy un hombre ya curtido en mil y una batallas, que abre su corazón a aquel que no me engaña y creo que es quién creo que es. Solo a él le explico, solo él me entiende y no quiero, no me apetece y no deseo hacer ninguna carta al recuerdo, cuando para mí está aún presente, al menos en mí quedó una pizca del que fue mi padre. Ahora descanso, simplemente entro en sueños, mi cuerpo se relaja y mi respiración se atenúa, normalizándose. Sueño o simplemente levito y hablo en voz alta, tanto que hasta los médicos se dan cuenta.

          Entonces, ¿tú galán de noche, con quién viajas en tus sueños?
     
                              -   Eso es muy relativo, puedo soñar contigo. Puedo desvanecerme en la Oscuridad sombría y fría del Universo.
   
                           -      Dame la mano si es lo que deseas, como si fueses todavía el niño que eras y agárrate fuerte hijo mío.  No temas, que yo te alejaré de peligros, solo serás realmente conmigo cuando ya no seas en el mundo en el que habitas. Serás quién serás y todo depende de lo que depende. Yo me encuentro entre dos mundos, estoy como en una estación de tren. Estoy esperando a la única mujer que me enamoró y esa, esa es tu madre. A ti te respeto y te has ganado mi admiración, has sabido cumplir con tu obligación de ser quien tenías que ser y ahora es el momento de que abras tus alas y te dediques a viajar, a volar por encima de las montañas y las nubes, llegando incluso a la estrella de Orión.  
            
                     -    Llegarás porque seré yo quién te acompañe, aunque cuando despiertes no te acuerdes del camino. No es que sea malvado, es que es así.

Se hacen los minutos en horas y las horas en días, los médicos se asombran al ver mi recuperación, al ver como he sido capaz de ganar al menos una batalla. No se sabe cómo, no se sabe cuándo y el porqué, pero caí enfermo. Ahora recuperado, pienso y solo reflexiono viendo que todo el camino no está trazado. Que todo lo podemos cambiar en un momento y quizás, solo quizás la suerte esté de nuestro lado y cuando gire la esquina me cruce con mi amor. Un amor que haga merecer la pena esperar en el otro lado y entonces, solo en ese preciso momento entrar ahora sí en la Luz, esa de que tanto se habla y tanto se anhela, aunque siga enfadado porque el cielo lo podemos construir en la Tierra y no esperar a la suerte.

¿Será un milagro o será mi propia naturaleza?, quién lo sabe. Pero hace días que he despertado, los médicos se quedan atónitos, ya que solo veían en mí un soplo de esperanza. Me miran y me remiran, me chequean. Uno más para la estadística, uno más que se salva, pero para mi madre, para los míos, soy algo más.  Soy Juan, el que ha reaccionado y ha despertado y le ha ganado una batalla a la muerte, aunque de todos es sabido que la guerra tarde o temprano la perdemos todos. Siempre deseamos que sea algo lejano y no lo queremos ni ver ni pensar, solo vivir. Pasan tres días y viendo mi mejoría, los médicos me dan el alta. Parece mentira, pero con mi camisa y mis Jeans parezco otro. Un afeitado y como nuevo, la familia, ¡ay!, la familia es lo que verdaderamente importa, lo que nunca se desvanece y se hace falta te espera, pero por ahora me quedó en el aquí y ya veremos después. Quién sabe, a saber