SERPIENTES
ROJAS, SERPIENTES NEGRAS
Lloro, lloro y lloro a lágrima
viva y a llanto roto, todo por un desamor. Como puedo ser tan tonto, como puedo
llegar a ser tan imbécil de no darme cuenta de las cosas. Por muy bella que sea
su imagen, esta me destroza por dentro, esta me construye un castillo de naipes
y esta, después lo sopla y lo derrumba juntando las dos manos alrededor de su
boca. No puedo ser más infeliz, hay muchas, hay montones de mujeres, pero ella,
¡ay!, ella es la mujer de mis sueños. La que se me presenta todas las noches
entre mis sábanas y viajo al otro plano con ella. Medio día no vivo y a medianoche me desfogo con ella en medio de
la madrugada, cuando mi alma y la suya se encuentran donde los caminos se
bifurcan. Entonces y solo entonces, me siento verdaderamente correspondido.
Como si estuviese en mitad de la
primera guerra mundial me encuentro, entre las dos líneas enemigas me sitúo y
me escondo. Agacho la cabeza como un cobarde o como un precavido, quien lo
sabe. A saber, todo para no ser alcanzado por ninguna bala perdida, que me
lleve al bar del deseo y de las tentaciones. Me quedo quieto, me quedo parado,
para que ninguna bomba cambie mi destino, un destino que a grandes rasgos está
ya debe de estar escrito y no puedo escapar de él, “maldita sea mi suerte y sea
también gloria bendita mi corazón, porque veo que lo tengo”.
Serpientes rojas, cánticos y más
cánticos, alrededor de un círculo lleno de velas, es lo que me rodea. Serpientes
negras, cánticos y más cánticos, a voces atronadoras es lo que me acompaña en
la negritud de la noche cerrada de tal fecha, que no quiero recordar. Yo quiero
correr, yo quiero nadar en la abundancia y bucear en la codicia y en la
avaricia. Si hace falta haré un pacto con el mismísimo diablo, sí, escribo bien
y a él me encomiendo y es él el que me escucha
y no sé si se me escurre, como una serpiente en pleno desierto de Gobi.
“¡Ja!, como una serpiente zigzagueo y me muevo entre el lodo del barro
que forma la silueta del Ser humano. ¡Ja!, no envejezco, pero tampoco soy tan joven,
que soy, que soy, si no el mismísimo Lucifer reencarnado, dentro de la figura
de un hombre solitario”.
Bailan y bailan, los veo a través
de la mente de aquel que escribe y que me da envidia y que me absorbe y que me
sube la soberbia el saber que al nacer desde todo mi interior, que yo soy “el mejor”. Bailan y bailan, pero a
veces, solo a veces, la melancolía me envuelve, como si fuese un aura celestial
y yo, intento deshacerme de ella y no puedo. Que será de la energía oscura y
fría como un témpano de hielo, que ya no puedo soltarme de ella.
Es poderosa, es altamente tóxica
y me enerva, pero a la vez me enoja. Deslumbra a todo aquel que osa mirarla
fijamente, ¿quién puede ser tal Ser, quién es tan bella dama?, si no es la
misma muerte disfrazado de ángel de Luz.
–
- Acaríciame, resbala tu mano por mi rostro y
descubre cuál es el tercer demonio en discordia.
¿Quién será quién me habla?, ¡que sí, que lo sé!, y aunque no lo vea,
observo y veo, noto sus caricias y ella, ella me llena de energía. Es como el
amor perpetuo, es como el primer amor de juventud, que es cuando descubres
realmente quien eres y lo que eres. Lo único que echo de menos es el poderte
mirar a los ojos, sí, a los ojos, y decirte cuanto te deseo y te amo. Lloro y
me desmorono, pero no puedo, yo no soy lo que soy, yo seré el que seré, porque
el destino ya está escrito y pertenezco a ese mundo, un mundo tenebroso y frío,
en el cuál tú no tienes cabida. Lo siento, lo siento de verás y dentro de mí,
hace que me atraiga la energía propia de la vida terrenal, pero no puede ser
así y sucumbo ante la realidad despierta de mi propio Ser.
–
- No, no llores vida mía. Esta, es unos de sus
sinsabores y yo no sé qué decir ni qué hablar, solo el deseo de amar me lleva a
por la noche levitar y encontrarme a escondidas contigo.
“La música me hace soñar despierto, me hace flotar en un mar oscuro,
pero en calma, no hay tormenta que cien años dure y por eso veo al final una
luz. Es la luz de un faro, que se desdibuja entre la densa niebla que me ha
llevado por caminos y rutas equivocadas. ¿Quién será, quién pondrá la vela, que
se acuerda de mí?”
–
- Soy yo, alma mía, soy yo, vente conmigo que no
te voy a ser traicionera. Tengo en mi corazón todo el amor y toda la luz para
los dos ser felices. Abre su propio
karma, su propia alma y una luz renace y renace de la nada, haciendo que yo
quede hipnotizado o al menos anonadado.
No puede ser, no se da cuenta,
que yo no soy ángel de luz, que soy una serpiente negra, que no cambia de color
como si se cambiase de chaqueta. Cierto, muy cierto es, que las serpientes
mudan la piel, pero yo ya la tengo tan curtida en tantas batallas que ya no cambia.
Qué sería de mí, si después de diez eternidades, cambiase de color... Sería un Ser despreciable, y no por ella, que
su luz me encandila, si no por todo lo que ello envuelve.
“No tengo espada mejor que la lengua, una lengua bífida, tal y como
está escrito para que me lleve a los dos destinos. Cierto, muy cierto es, que
puedo pisar los dos lugares, pero no sentarme a regocijarme y reír como si el
mundo fuese mío y todo el mundo fuese como palomas que comen de mi mano”.
Recuerdos me vienen de mi niñez al
decir tal frase, tal y como si fuese hoy y ya mi madre mayor, me llevase a dar
de comer a los pájaros y yo, con mi inocencia propia, riera y cerrase los ojos,
mientras me picotean las palmas de las manos. Vueltas, sí, siento que doy
vueltas a mi alrededor y entonces y solo entonces, despierto y me veo de nuevo
en el círculo de velas encendidas, miro al suelo y veo dibujado un pentagrama
que me hace soñar de nuevo en mundo mejor.
Pero nada más lejos de la
realidad, nada más lejos de todo aquello que quiero y deseo, se me acerca una
serpiente. No es cualquier serpiente, esta, con alas y un cuerno en el centro
me dice y me advierte…
–
- No te dejes llevar por aquel o aquella que te
llena de luz equivocada, ya que esta te destruirá y te aniquilará, no eres de
los suyos, eres de los nuestros. Baila si quieres, flirtea con ella si es tu
deseo, pero que no te arrastre a su mundo, ya que ese no es el tuyo. Baila,
baila su danza, pero que su vibración no te llene tu alma y tu mente, ya que tu
corazón está dolorido de amor y eso, eso lo sabe porque es sabia.
Las velas empiezan a apagarse al
consumirse y ello me lleva a salir del pentagrama. Cuál es mi sorpresa, cuál es
mi asombro al ver dibujado su rostro y pego un salto. Escucho como una voz me
susurra y me dice y me habla…
–
- ¡Jaris!, es tu verdadero nombre. ¡Jaris!, eres
tú y nada más que tú. Sin ti la oscuridad no existe, eres tú el saber, eres tú
la vibración y la continua lucha por el Ser humano. El día que tu cuerpo
perezca, yo te esperaré adónde se bifurcan los dos caminos. Te cogeré de la
mano aurora del amanecer y te llevaré conmigo a la fuente del caudal. No temas,
que así será y la oscuridad se quedará sin luz que la guíe.
La imagen se desvanece como por
arte de magia y la voz desaparece, todo queda en negro, en la oscuridad de una
habitación cerrada, con las ventanas tapadas con cartón. No entra ningún atisbo
de luz solar y yo, en un momento de desespero la abro, quito los cartones y
abro las ventanas en par en par. Es todavía de noche, pero el aire, ¡ay!, el
aire me entra por la nariz y yo inspiro a fondo y se me hinchan los pulmones,
de tal forma que mi cuerpo dobla su tamaño. Pero no así mi alma y aquella
serpiente que me avisaba, la veo por el suelo, da vueltas alrededor de mis
pies, hasta que va cogiendo confianza y se me enrosca, subiendo, escalando mis
piernas hasta mostrarse en frente a frente, diciéndome sin palabras. Solo sé
que desperté, porque yo pensaba que era el zumbido de las abejas nuestro
comportamiento y no, no es así, es el zumbido de la lengua bífida la que me
alerta de los peligros y de la sabiduría que en mi conservo. Que en un sin
saber, yo soy quien soy ahora, pero ya sé quién seré, y en cierta manera me
asusta porque no sé si estoy preparado para ello. Todo depende de las circunstancias,
pero solo sé que la Luz me ha tentado, como en su día la oscuridad tentó a
quién tentó.
Ahora, seguro de mí mismo, cierro
las ventanas y bajo a la calle y me mezclo entre la gente que camina ya por la
acera. Paseo y paseo, hasta que sin darme cuenta me veo en mitad de una
travesía, en medio una carretera nacional, en la mitad. Unos coches pitan, otros,
simplemente me rozan con el aire que desprenden al pasar, pero yo ya no me
asusto y sé quién me protege y por ello y nada más por ello, veo que sigo el camino
verdadero.
–
- ¡Lucifer!, yo nunca te fallaré y dudaré de ti.
¡Lucifer!, tú eres mi fuente de sabiduría, a tu lado siempre estaré´. Grito con los brazos en alto y los puños
cerrados.
No tardan, no se hacen esperar la
policía local, con sus luces y sirenas, me hacen despertar y volver a la
Tierra. Paran el tráfico y me detienen, no me ponen esposas, no me atan, solo
me acompañan a la acera, a lugar seguro, mientras restablecen la circulación de
coches. Ahí, en ese preciso momento, me hablan y me escuchan, me aconsejan
amablemente que me vaya para casa.
–
- ¿Vive cerca de aquí, no? Me dice uno de ellos, mientras mira mi carnet de identidad.
–
- Sí, a dos manzanas, subiendo la cuesta, camino
arriba. Le contesto yo, de forma
sosegada.
Al verme de forma tranquila y apaciguada,
me invitan a marcharme. Pero yo esbozo una sonrisa cómplice, cómplice con aquel
que intuyo y percibo, pero que no veo. Al mismo tiempo, que el corazón me
galopa a 120 pulsaciones por minuto y me digo, me pregunto, ¿cómo he hecho tal
temeridad? Podría cualquier coche o camión haberme llevado por delante y me
prometo a mí mismo no volver a hacerlo, el no volver a poner mi vida en peligro
por ningún pretexto o circunstancia.
Llego a casa, abro la casa, mi casa o mejor dicho, la que era de mis padres y
cogiendo un rotulador dibujo pentagramas en las paredes, dibujo pentagramas en
el suelo, enciendo todo de velas.
¿Qué puedo buscar, si no la
locura inversa?, es buscar un encierro si alguien se da cuenta. Todo es lleno
de líneas y círculos, canto a la misma vez con la música a todo gas. Son las
cuatro de la madrugada y los vecinos alertan a la policía, pero hábil de mí,
antes que aparezcan apago todo, quito la música y al llegar los del coche
patrulla y no escuchar nada y verlo todo en correcto estado, sin picar al
timbre, sin molestar marchan. Yo sonrío, pero no pienso en mi locura.
No vivo solo, debo buscar
alternativas o me veré encerrado una temporada en algún lugar no deseado. No
escucho voces, no escucho los lamentos de aquellos que son torturados por ser
unas sombras de la noche, solo veo serpientes rojas, serpientes negras en mitad
de la madrugada de un día cualquiera de una noche cualquiera. Estas, me rodean
y me susurran con su sonido en el oído, diciéndome, “ya eres uno de los
nuestros”. Yo feliz, me digo a mí mismo, “ya
soy eterno, ya pertenezco a los seres de la Oscuridad perpetua”, mientras
veo que se alejan en el vacío de la habitación.