Esperanza, bonito nombre.
Nieva, nieva mucho, los muñecos de nieve ya caminan
solos por medio de la autopista y la temperatura sigue bajando, al menos es lo
que creo yo o es la fiebre la que me domina y me hace no ser capaz de ser yo
mismo y ver la realidad. Pasa la enfermera y mostrando una ligera tristeza, que
intenta ocultar, apunta en la hoja los grados de mi cuerpo. Estoy que realmente
me enciendo yo solo o es la sensación de querer fumarme un cigarrillo, creo que
no pasaré de esta, me veo débil y sin fuerzas, tanto que sin darme cuenta
pierdo el conocimiento.
Como si estuviera en un gran
hotel me siento, veo largas playas sin fin en el horizonte, oigo las olas irse
y regresar a la orilla, yo camino descalzo por la blanca arena. Ya no veo la
nieve, ahora veo el Sol, un astro que me calienta y me hace sentir el olor a agua
salada del mar. Como es posible que sea así, será todo solo un sueño o es que
se me está preparando para la marcha. No sé ya ni mi nombre, ya no sé ni quién
soy, será verdad, será cierto. A lo lejos veo un barco, es un barco pequeño
pesquero, me saluda alguien. Agudizo la mirada y observo con alegría que es mi
padre, que recoge la red con el pescado que pronto se servirá en la lonja del
puerto. Me mira y me hace señas, quiere que me zambulla en el agua y nade hasta
él. No sé porque motivo, no sé el porqué, pero no lo hago. De golpe y sin
esperármelo, nubes negras acechan y el barco desaparece de mi vista. Me entra
frío, mucho frío y vuelve a nevar, y vuelvo a ver los muñecos de nieve por medio
de la autopista. No sé cuál es la razón, pero es así. Yo solo sé que no sé lo
que me pasa, pero presiento que algo falla, el corazón no deja de latir, pero
mi respiración no es continua y eso no me hace despertar.
Estoy en una cama de algún
hospital, ¿cuál de ellos?, hay tantos en el país que ya ni siquiera me ubico.
No sé del cual estoy hablando ya que he perdido el nombre, todo es blanco, las
paredes, las puertas, hasta la luz que me ilumina. Voy ahora paseando por
circuitos llenos de carriles, pero no hay ningún cartel indicador, yo solo oigo
más que escucho, voces o susurros venidos del viento. Adónde iré, cuando lo
único que veo de mí, es una materia transparente. No veo por mis ojos, ya que
la vista la perdí al cerrarlos, pero late, mi corazón todavía late. Sufre y
lucha, lucha de forma desmesurada, como si se agarrase a un hierro ardiente se
hace el fuerte. No siento las quemaduras, ya que estas cierran todas las
heridas del pasado y los que eran mis enemigos ahora son mis verdaderos guías y
pienso.
“¿Que seré ahora, seré como un ave en extinción o quizás seré uno de
tantos pájaros que cantan en época de celo?, no lo sabré realmente hasta que
pase el umbral, la cortina transparente que nos divide a los vivos de aquellos
llamados, los más eternos”.
Escucho algo, ¿serán pasos? Ahora
recorro todos los pasillos de la planta, ahora paso inadvertido, nadie se fija
en mí. Cada uno a lo suyo, están tan entretenidos que no perciben mi presencia.
Salvo… ¡un momento!, un instante, que veo una anciana despedirse de los suyos
en una de las habitaciones. Los familiares lloran, pero ella ríe y sonríe, la
vida le ha sido dicha. Todo depende de tu manera de pensar y de ser, todo de
que depende de eso solo, nada más corrompe la vida que la propia muerte.
¿Qué será de mí, si nunca he sido
quién he querido ser?, no sé si es el momento adecuado. Ha pasado ya muchos
años, los cimientos ya son demasiado fuertes y están muy profundamente
anclados, como para moverlos ya. Las olas de los recuerdos, envisten los muros
del pasado y yo no puedo ser ya nadie más, solo ser el que soy, porque todo es
como todo. A nadie le importa verdaderamente quién soy, solo el respeto
recibido me calma y solo el cariño de aquellos y aquellas que me aprecian,
pueden llegar a amortiguar mis lamentos. Todo es como un disco de vinilo, hasta
que este llega con la aguja al final, diciéndome que la canción de la vida ya
me ha terminado, que ha concluido y es como todo, un disco nuevo ocupa mi lugar
y yo, pobre de mí, me guardan en el cajón musical, siendo una pieza más de
museo. Anciano no soy y anciano llegaré a lo mejor a ser, siendo con ello los
surcos de las canciones reflejadas en mi piel, una piel curtida esperando ya
entonces, su final de su música.
Llévame al cielo si es lo que
deseas, enséñame la puerta desde afuera porque yo no entraré. No porque haya
sido ruin y malvado, solo es por el no querer, el no amar al prójimo. No deseo
solo el respeto, también deseo ciertos detalles que en esa puerta no me van a
dar ni enseñar ni dejar desear. No eres tú, padre yo te respeto y te admiro,
pero solo ya no eres una imagen de una fotografía, eres una sensación, eres
pura energía que entra y se canaliza por mi interior, haciendo que yo delire.
Al igual recuerdo vagamente a mi
abuelo, cierto, es verdad que no lo presiento pero en mi recuerdo está grabado.
Abre la puerta y enséñame todo aquello que dices que me pierdo, no creo que sea
de tanto tormento la Oscuridad, no creo que sea de tanto enojo no acabar en la
Luz, ya que a ella no pertenezco. No pertenezco al redil, no soy una oveja a la
que esquilar y por lo tanto me salgo. No me hables de lobos, no me hables de
hienas, que ya sé cómo funciona todo, son solo vibraciones y a ellos me haré
amigo, entablaré amistad y lealtad y yo sé que no abusarán conmigo de su poder
y no me morderán, ya que mi carne no es de su preciado gusto.
Redoblan los tambores y se
escucha música irlandesa, cerveza a cerveza va uno entablando amistad y el
jolgorio es el que entra en todos nuestros corazones, haciendo que el momento
sea inmortal. Se hace el silencio después, se escuchan después mil y un lloros,
estoy volviendo en sí. Miro a mi izquierda y no veo a nadie, miro a la derecha
y veo a una señora ya entrada en años. Quién va a ser, si no mi madre, que ha
aguardado rezo tras rezo, a que ver su sueño y esperanza cumplir. La miro y
ella, medio dormida despierta. Un vuelco le pega el corazón, no salta y brinca
porque ya no puede, pero se vuelca en la cama y llena de alegría dice mi
nombre…
– ¡Juan!,
hijo mío. Te daba ya por perdido, espera, espera.
Saliendo de la habitación, no
llama, sino grita a todo el personal de la planta…
–
- Vengan, rápido. Mi hijo ha despertado.
Yo me aferro a la vida y escucho
los mensajes, como si estos fuesen radiados por emisoras clandestinas en un
mundo dictatorial. Veo en estos momentos, al menos en mi mente a una persona
que me es conocida, para desvanecerse después y meterse dentro de mí. Yo me
asusto, pero sorpresa es la mía, cuando me doy cuenta que he despertado del
coma. Todo es relativo, toda mi lucha ha surtido efecto, salgo adelante y me
incorporo, los médicos me calman, me dicen “enhorabuena,
está en el mundo de los vivos”. Entonces yo me pregunto, ¿dónde estaba
antes, que me sentía tan realizado?, no será solo una experiencia cercana a la
muerte, no será que he estado jugando a las cartas con ella misma y esta se ha
dejado ganar. Qué más da, estoy aquí y con ello me conformo, con ello ya tengo
aventuras que recordar y contar, sin olvidar que la verdadera vida es en el
aquí y ahora. Aquí en este mundo o en el otro, el ahora, ahora es el futuro que nos depara y que nunca
se sabe si sabremos pasar el examen.
Entre la penumbra del anochecer y
el ocaso de mi Ser, aparezco yo como por arte de magia y te digo a ti y a los
cuatro vientos también, que soy el mismo de ayer. Escuchando un tema de blues,
me encuentro en ese momento dulce, que
no me amarga la vida. Siento solo el escalofrío de la muerte al llegar y con
ello la invito a que se presente, pero le ruego que no me lleve con ella, ya
que debo y quiero permanecer más tiempo en el aquí y en el ahora, siendo mi
presente lo más preciado de mi vida, al igual que el futuro es incierto y este
puede ser dichoso.
Dicen muchos o al menos unos pocos,
que esta es eterna, que somos energía y por tanto que no se destruye, yo no sé
si será cierto o mentira o solo un enfrentamiento con aquello que es verdad.
Tanto que de recordar a mi padre, me echo a llorar y a llorar. Porque es hoy en
día y todavía no encuentro el porqué, se tuvo que marchar tan pronto, dejándome
casi en pañales. Todo dicen que tiene un sentido, un porqué, pues yo todavía lo
busco y porqué la vida debe ser un tormento o un lamento, cuando puede ser un
verdadero cielo, como lo eres tú, mi bella señora. Señora, que si pudiera le
alcanzaba las estrellas y las envolvía con la Luna, como si esta fuese papel de
regalo.
No es una oda, no es una epopeya,
más bien es algo más íntimo, pero no por ello romántico, solo es el deseo de
saber y conectar de alguna forma, con aquel que se marchó siendo yo solo un
niño. Todo depende de cómo se hable o como se explique, así quedará reflejado
para la posteridad. No soy ningún tonto, no soy tampoco ni listo ni espabilado,
solo soy un hombre ya curtido en mil y una batallas, que abre su corazón a
aquel que no me engaña y creo que es quién creo que es. Solo a él le explico,
solo él me entiende y no quiero, no me apetece y no deseo hacer ninguna carta
al recuerdo, cuando para mí está aún presente, al menos en mí quedó una pizca
del que fue mi padre. Ahora descanso, simplemente entro en sueños, mi cuerpo se
relaja y mi respiración se atenúa, normalizándose. Sueño o simplemente levito y
hablo en voz alta, tanto que hasta los médicos se dan cuenta.
– Entonces,
¿tú galán de noche, con quién viajas en tus sueños?
–
- Eso es muy relativo, puedo soñar contigo. Puedo
desvanecerme en la Oscuridad sombría y fría del Universo.
–
- Dame la mano si es lo que deseas, como si fueses
todavía el niño que eras y agárrate fuerte hijo mío. No temas, que yo te alejaré de peligros, solo
serás realmente conmigo cuando ya no seas en el mundo en el que habitas. Serás
quién serás y todo depende de lo que depende. Yo me encuentro entre dos mundos,
estoy como en una estación de tren. Estoy esperando a la única mujer que me
enamoró y esa, esa es tu madre. A ti te respeto y te has ganado mi admiración,
has sabido cumplir con tu obligación de ser quien tenías que ser y ahora es el
momento de que abras tus alas y te dediques a viajar, a volar por encima de las
montañas y las nubes, llegando incluso a la estrella de Orión.
- Llegarás porque
seré yo quién te acompañe, aunque cuando despiertes no te acuerdes del camino.
No es que sea malvado, es que es así.
Se hacen los minutos en horas y
las horas en días, los médicos se asombran al ver mi recuperación, al ver como
he sido capaz de ganar al menos una batalla. No se sabe cómo, no se sabe cuándo
y el porqué, pero caí enfermo. Ahora recuperado, pienso y solo reflexiono
viendo que todo el camino no está trazado. Que todo lo podemos cambiar en un
momento y quizás, solo quizás la suerte esté de nuestro lado y cuando gire la
esquina me cruce con mi amor. Un amor que haga merecer la pena esperar en el
otro lado y entonces, solo en ese preciso momento entrar ahora sí en la Luz,
esa de que tanto se habla y tanto se anhela, aunque siga enfadado porque el
cielo lo podemos construir en la Tierra y no esperar a la suerte.
¿Será un milagro o será mi propia
naturaleza?, quién lo sabe. Pero hace días que he despertado, los médicos se
quedan atónitos, ya que solo veían en mí un soplo de esperanza. Me miran y me
remiran, me chequean. Uno más para la estadística, uno más que se salva, pero
para mi madre, para los míos, soy algo más. Soy Juan, el que ha reaccionado y ha despertado
y le ha ganado una batalla a la muerte, aunque de todos es sabido que la guerra
tarde o temprano la perdemos todos. Siempre deseamos que sea algo lejano y no
lo queremos ni ver ni pensar, solo vivir. Pasan tres días y viendo mi mejoría,
los médicos me dan el alta. Parece mentira, pero con mi camisa y mis Jeans
parezco otro. Un afeitado y como nuevo, la familia, ¡ay!, la familia es lo que
verdaderamente importa, lo que nunca se desvanece y se hace falta te espera,
pero por ahora me quedó en el aquí y ya veremos después. Quién sabe, a saber
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