sábado, 29 de julio de 2017

                                                        Calor invernal.

Miran por la ventana, cogidos de la mano. Una encima de la otra, los dos observan como nieva afuera. Son dos los que se unen en algo más que una simple amistad.  La música suena desde la otra habitación. No se llaman por el nombre, solo se dicen cosas al oído, mientras esbozan una sonrisa cómplice. Uno de ellos, le dice y le susurra al otro…
      
                               -   Bésame en los ojos, mírame los labios y lánzame un deseo de amor eterno. No puedo vivir sin ti y tú ya sé que me echarías de menos si me marchase sin mirar para atrás. Por eso en esta cajita, en este pequeño trozo de cartón, te traigo un poquito de oro de mi corazón. Abracémonos, sintamos el calor en este gélido mes de enero. Todo ello para que vayamos descendiendo como copos de nieve en los tejados de aquellas casas, que no saben, que no entienden y tienen que encender el fuego, para sentirse abrigados. Somos unos privilegiados, al menos por unos instantes, nos alejamos de todo eso que llaman libertad y que en verdad, no existe.

Que calor siente, cuanto amor alberga las palabras de aquel que dice no ser un simple  amigo. ¿Qué será? No lo sabe, solo siente e intuye, pero acierta al decirle y responderle…
        
                   -  Lo demás no importa mucho, solo nos interesa este momento a los dos, qué más da los demás. Todo es relativo y un segundo puede significar toda lo que es nuestra vida, todo aquello que conocemos está representado en este gran momento. ¡Respira, respira hondo! No dejes escapar el aliento y vive, vive y serás lo que quieras ser, solo tú y yo. Solo los dos, solo aquello que nos hace libres, nos unen. Qué más da, todo lo demás importa poco, solo nuestro amor es diferente y eso nos hace sentirnos únicos. Todo lo que tú creas yo me lo creeré. Todo aquello que me niegues, yo diré que no. Todo es todo y nada es nada, todo lo  que nos hace ricos de espíritu, nos hace pobres de bolsillo. Pero qué más da, todo  aquello que necesito ya lo tengo y eso, eso eres tú.

Llora de alegría, sonríe mientras le mira cara a cara. Un vendaval, un portazo en el interior de la casa. Esto les asusta y cierran la ventana, no se han dado cuenta y la casa se les ha quedado helada. No ponen la calefacción, solo se dirigen en su propia compañía hacia la habitación y en un salto, como el que se zambulle en una piscina, se encuentran debajo de las mantas que abrigan el amor de ellos dos.
       
                         - Lo único que existe en verdad, lo único que es real es lo que sentimos, es la intuición. Todo lo demás, lo que detectan nuestros cinco sentidos, es solo un juego, un tablero de ajedrez. Algunos jugamos como peones, otros juegan a ser caballos o reyes. Pero todos, absolutamente todos somos dirigidos, todo es movido por quién sabe por qué y por quién, a lo mejor somos nosotros mismos. Pero solo se puede saber cuándo estemos fuera del tablero, ese que es plano y que nos hace jugar cada día la misma partida.

Pasa el rato, pasa el tiempo, afuera sigue nevando y al cabo de dos horas, se dan cuenta de que anochece y que se oscurece la sala. Todo es en silencio, hasta la música ha parado, haciendo un descanso para continuar con un silencio que solo lo rompe aquello que no les ajeno.
      
                                -    Todo por ti, todo por mí. ¿Qué será de nosotros, cuando lleguemos al final del precipicio? Nos arrojamos al vacío sin darnos cuenta, volamos para abajo en posición horizontal, eso sí, cogidos de las manos, todo ello porque no nos quieren dejar vivir. ¿Qué maldad alberga en los corazones de aquellos que dicen ser felices? No se sabe, solo se sabe que se nutren de las desgracias y alegrías ajenas. Todo depende, todo es relativo, hay que hilar muy fino, hay que tener una buena madeja para coser el jersey que nos abrigue a los dos.

Todo se funde en uno, como el acero en el más ardiente carbón. Todo se une como si fuese una autentica espada de Damocles y saben que todo esto solo durará lo que el tiempo y aquellos que se dicen con la verdad absoluta digan. Todo es todo y nada es en lo que se convierte todo lo que no es puro y sincero. Se levantan de la cama y encienden la luz. Todo es amistad y complicidad, todo es verdadero, solo es una compañía compartida. Todo nace y renace y aquellas heridas del pasado se curan, pero dejan una marcada cicatriz de recuerdo.
     
                                 -     Dame la mano y no la sueltes, siente el vértigo y vive, alucina por tus ojos y vibra desde tu corazón. ¿Qué será de aquel que no viva? No será bien recibido en el umbral de la nueva época. Una época en la que no importará nada más que el color del corazón. Si este es intenso y luminoso o si al revés, es negro y sucio como el carbón. Dame la mano, no temas, no sufras que no hay peligro en el otro lado. Siente el aire como si cayéramos de verdad y solo nos despertase el golpe en el duro cemento del suelo.

Como diría alguna canción, todo es amor, todo es amor y el verdadero solo dura un encuentro. Solo un instante de hacer realidad un sueño, un algo que no se puede ni escribir ni explicar a viva voz. Todo puede ocurrir y todo puede ser que no pase nunca. Como un tren de cercanías se encuentran y en la siguiente estación, uno de los dos se bajará en el apeadero. Diciéndose un hasta luego, que nunca ocurrirá y que siempre recordarán. Ya no nieva, pero la noche se presagia helada. Se despiden en un largo adiós, mientras se acarician por última vez.
     
                                        -    Somos como dos hermanos, no somos de sangre, pero sí de alma. Podemos enlazarnos, podemos estrechar nuestros lazos y formar así la palabra “amistad”. Todo depende de lo puro y transparente que nos mostremos, que seamos entre nosotros. Solo, como te digo, solos tú y yo. Somos dos almas que llegaremos muy alto, llegaremos a tocar el cielo azul por la mañana y la Luna al atardecer. No temas, estás aquí a mi lado, no te soltaré, no te dejaré solo y seremos uno en esta y en la próxima vida. Sí, esa que a nosotros solo nos pertenece y que nadie, absolutamente nadie se puede adueñar y agenciar.

Cierra la puerta de golpe, no quiere que le vea sollozar y se acerca al cristal de la ventana. A través de la tela rugosa de la cortina y con la luz apagada, mira y ve como se aleja, dejando sus pisadas en el suelo nevado. Escucha como una voz que le dice, como si todavía lo tuviese cerca y le susurrase. Le flojean las piernas y toma asiento en el sillón, mientras piensa y recuerda, recuerda el ayer de un pasado que se repite una y otra vez. No puede evitarlo y sabe que al final se quedará solo. Que envejecerá y no habrá otra salida que su propia compañía.
        
                 -  Estamos al otro lado, en el centro, justo detrás de la cortina transparente. Esa que nos divide y nos hace sentirnos bien, bien y llenos de gozo. Como explicarlo, solo es el saber, el intuir lo que nos hace libres, libres y soñar. Soñamos y deseamos, nos levantamos y caminamos, hacia un camino llamado “libertad”, como se puede llamar así, sí, está dentro de cada uno de nosotros. Solo debemos sentarnos y dejarnos llevar. Relajarnos y no pensar en aquello que nos distrae, que nos hace vivir dentro de un mundo que parece hecho de papel y es de cemento puro y armado.

Ya se ha marchado, ya le ha dejado su huella en la calzada y su herida en su alma, todo es luz dentro de sí, todo es lo que cree que es. Piensa y recuerda, que le dio un poquito de su corazón en una cajita de cartón. Lo recuerda y lo anhela, sabe que este es infinito y no dejará de regalarlo, aunque su destino se llame “soledad”. Habla, habla consigo mismo, no hay nadie en la casa y todo es en silencio.
   
                                    -      Ya ves lo que soy, ya notas todo mi entorno, este que es vacío, vacío porque tú ya lo llenas. Eres tan grande y tan bonita tu luz, que solo ella me alumbra el corazón. Esto me vale para no pasar frío y estar siempre acogido y lleno de calor. Estamos cerca, ya nada nos separará, solo debemos unirnos y dejar que el tiempo pase. Un tiempo que no son horas, que no son días, no sé porque aquí, a este lado este no se mide, no se cuenta de ninguna manera, solo el deseo de vibrar es lo que nos hace notar que la unión nos hace fuertes y que aquello que nos quiso separar en el reciente pasado, solo ha servido para unirnos más.

Sonríe, esta vez sonríe y se vuelve a la cama, esta vez solo, con la compañía de su propio Ser, ese que nunca le abandona y que es su propia conciencia, todo pasa y no hay que tener miedo a no tener compañía. Solo hay que temer a aquello que nos haga tener miedo a no tener a nadie al lado.

        
                       -  Este es el final del principio de todo aquello que nos ha hecho partícipes de lo que es cierto. Todo son sentidos y sentimientos, todo es la luz aquella que nos alumbra. ¿Porqué, tenemos que amar, cuando es más fácil odiar? Todo puede ser rencor, pero a ti no te tengo ni deseo amargura alguna. Solo que me mires a los ojos y me digas que no me amas, si es cierto dímelo, y como humo que flota en el aire, me alejaré. Qué más da.

sábado, 22 de julio de 2017

                                                         La montaña del deseo.

Que cambios pega la vida de un día para otro, que esta queda marcada en la piel. Como unas cadenas de la esclavitud eterna, quedan sus señas y sus trazos en las manos de aquel que se cree a salvo de tal destino.  Víctima del deshacer de ella, sigue su camino, anda despacio, camina tranquilo. Llueve a cántaros dentro de la cabeza del gran hombre, llueve y llueve desconsoladamente. Las lágrimas le resbalan y como en un momento de desamor se acuerda de su mujer querida.

Han pasado cinco años desde la última vez, pero para él es como si hubiesen pasado cien. No entiende, no comprende ella de que todo fue un error, que la joven que se interpuso en su camino alegre, solo era una hembra de la vanidad y de la discordia. Como soldado del destino, busca su espada. Esa que le fue arrebatada, como lo fue también su esposa y madre de sus dos hijos. ¿Cuál será el sendero a seguir, cuál será el camino menos empedrado para ir descalzo y seguir y ser todo lo transparente que se puede ser?,  el Sol abrasador le quema el corazón puro, volviéndoselo negro como el humeante carbón de una chimenea.

Un solo segundo, para un perdón eterno. Solo una mirada, para un abrazo sin final lleno cariño y de calor. Frío, ha pasado mucho frío, frío espiritual y el frío del desamor. Solo el deseo carnal le llevó a subir a la montaña. Solo quería saber de verdad, si eran ciertos los rumores. Que había arriba, que habitaba en el pico, una mujer de tal belleza que hipnotizaba hasta al más terco y al más gruñón. Pisada a pisada, marca el surco. Pisada a pisada, como la rueda de un carromato que pesa 3 veces su peso, marca la hendidura y va bajando, bajando la ladera de la montaña. El reflejo de la Luna, le hace un guiño desde lo más alto. Sí, desde el pico de esta, donde se encuentra la dama de su desconsuelo. Bella entre las bellas, no sabe, no acierta a saber, el destino de aquel que se echó a perder.

Todo camino, todo viaje es recordado y enmascara una incertidumbre. Quién sabe realmente el destino de aquello que no estaba escrito. Rápido, rápido le dice su mente, le dice su yo personal, ese que es y siempre será su verdadero amigo. “Sueña, sueña despierto y volverás a tocar el cielo con la punta de los dedos”. Se abraza a sí mismo, como si le diese un retortijón el estómago cruza los brazos alrededor del abdomen. “Sueña, sueña que tu mujer te espera, haciendo que cose y cose, algo que es de tu propio Ser”

                    –          No te deprimas. Le dice una voz que resurge desde la oscuridad.

Intenta ver, intenta lo que no se puede conseguir por mucho anhelo que tenga. Qué más da, todo el mundo busca su amor y su bienestar. ¿Quién hay detrás de la cortina  transparente? Esa, sí, la que parece engullirnos cuando muere nuestro cuerpo. La decepción se adueña de su Ser y las nubes de la depresión emocional oscurecen  cualquier visión de la luz fuera de un túnel que no es cercano. No tiene amistades, no tiene ni mujer ni hijos, todo le ha sido arrebatado. Suenan al fondo, claman desde el horizonte por el vivir del hombre en cuestión.

Como una serpiente de cascabel se enrosca y erigiere. Su lengua bífida le atraviesa el tímpano del oído derecho, provocándole tal sordera, que le deja cegado por el deseo carnal. Todo es vicio y lujuria. Todo es el deseo de hacer suya a aquella que se adueña del cuerpo del hombre. Todo es en vano y sucumbe a todo el sexo prohibido. Todo es en realidad un sueño. ¿Qué será de verdad lo que importa? No se sabe, nadie ha bajado de la montaña, de la montaña del deseo.

Música es lo que suena entre las nubes bajas, deja ver el pico de la cima y la Luna brilla, haciendo que el reflejo del Sol, provoque una visión espectacular. Todo son susurros, deséame, deséame.
No sabe su nombre, pero ella sí el suyo y le habla y le dice en voz baja, tan baja que parece el sonido del viento cuando se cuela entre las rendijas de las ventanas. Pero aquí arriba no hay de eso, aquí o allí, solo hay piedras y un pequeño fuego que sobresale desde la copa de un árbol.

             –          David, hombre dulce. Tú eres mío y yo seré tuya, sucumbe ante los placeres del anochecer perpetuo. No me preguntes la edad, te podría asustar, pero tú cabalga dentro de mí como un joven mancebo de veinte años.

Asustado y tembloroso, inquieto e impaciente, la acaricia suavemente, haciendo que todo en él se turbe. Solo obedece y cabalga, cabalga dentro de ella como si fuese deprisa y acelerado por la ancha estepa.
          
             –          No corras, tenemos tiempo, todo aquel que nos dé el reloj de arena, ¿qué cuánto es? Quien sabe, a saber.

El fuego del árbol se hace más vivo, llegando incluso a eclipsar aquella que es princesa de las estrellas. Todo suena a ritmo de blues, todo suena a ritmo sensual, una sensualidad que no se desvanece, como tampoco lo hacen las bajas nubes. Estas cierran el paso, entre la espesa niebla del valle. Llaman desde los cielos, los emisarios de aquel que porta la dicha y la alegría. Suena y resuena el tambor de aquel ejército que no es otro que aquel que le llena el corazón. Muchos dicen, muchos hablan, pero quién sabe quién tiene razón, solo él sabe ya la verdad, la única verdad de todo aquello que existe. Que existe y tiene vida y por lo tanto es dueño de su pensamiento y de su saber, que no desconoce el peligro y las adversidades. Que conoce y reconoce a todo aquel que actúa con codicia y maldad, todo ello no es lo que es, solo es lo no es.

Resurgen desde el suelo el sonido de las tempestades, ¿de dónde provendrán, que retumba desde lo más profundo de la Tierra? Como un volcán en erupción, resuenan los clarinetes de aquellos que presagian el fin de todo aquello conocido. Le tiemblan las piernas, se le doblan las rodillas, miedo, pánico siente y desde el suelo se resiente. Todo tiembla, pero no se espera ni ningún terremoto ni ningún tsunami.

                  –          ¿Quién eres tú? Que te crees el rey del mundo. ¿Qué te crees que eres? Cuando pisas el mismo suelo inframundo que yo.

Como si estuviésemos en un  tablero de ajedrez, como si fuese un tablero de jugar a las damas, sueña con bailar conmigo. Yo no la dejaré, solo es una joven mujer, que se cree que cualquier hombre le será fiel. Todo ello se desvanece como el humo de un cigarrillo y se disipa toda duda de la que es y quien es.

                  –          Hombre de una sola mujer, vuelve con ella, pero no mires para atrás. Si lo haces te puedes quedar tentado y enamorado de mí. No confundas mis encantos con los de ella, ya que ellos son muy diferentes a los míos.

Se hizo la madrugada y  la Luna, esta saludó a la oscuridad, haciendo que el camino de vuelta fuera visible. Sendero a sendero, camina y camina, pero no a paso ciego. La Luna refleja la luz de un Sol que comparte el día y la noche, haciendo que todo sea más benigno y sea más dulce, tan dulce como el beso de aquella que es compartida. Se suena la nariz como un niño chico, deja de llorar y mirando al frente, se encuentra  con aquel que no levanta más de un palmo del suelo. Este le dice su nombre con voz atronadora, tan fuerte es esta que le retumban los oídos. Le mira, no puede salir de su asombro, cuando ya lo tiene sentado en su hombro izquierdo. Le dice, le susurra ahora con voz suave. Que es el mismísimo demonio, disfrazado de aquel que no es pero sí es.

                 –          No llores tanto, que vas a desbordar el manantial de la risa. No gimotees y alégrate, que vuelves a casa, bajas de la montaña y de las nubes de Orión. ¿Quién no te dice que eres rico? Mírate las manos, ahora las veis vacías, pero dentro de poco, dentro de un rato, acarician la piel de tu querida esposa.

Sonríe a su derecha y mira hacia su izquierda, ya no ve nada, ya no hay nadie. Ni a izquierda ni a derecha, solo, solo se mira los zapatos llenos del barro de la vergüenza. La vergüenza de haber caído en el arroyo y en el lodo. Solo las manos del perdón limpiarán su sin razón.

Como cabezazos en un muro de hormigón son sus pensamientos y su arrepentimiento. Clama a los cuatro vientos, este u oeste, norte o sur. Qué más da, el sigue recto, bajando hacia lo que había sido su hogar. Todavía suena el eco de la voz de tal bella mujer, todavía suena el quebrar de las ramas encendidas del fuego en el árbol que le iluminó en tal acción. Todo, total no sabe porque es, pero en un segundo, como si fuese un cohete a reacción, siente una mano otra vez en el hombro. Se enoja, se enfurece, y con rabia suelta una voz, pero la cara le cambia, como de la noche a la mañana, como de la oscuridad al ver la verdadera luz. Es la mano de su mujer, la que le aprieta en el lado izquierdo. Mientras, sin darse cuenta, se ve sentado moviendo con una cucharilla el café de la taza de barro. Barro que no es tierra ni arcilla de la montaña. Solo ha sido un momento y sopla y resopla, mientras pide perdón y mira al techo. Se levanta de la silla, se pone derecho y dándole un largo beso, sella y se hace falta le hace un lacrado a todo aquello que verdaderamente desea, como si fuese un sobre en el cual está el verdadero amor.



jueves, 6 de julio de 2017

                                          La habitación menuda.

Cinco, seis, siete…  Hasta doce años son los que suelen alcanzar, los que suelen tener  aquellos que nacen y crecen entre algodones, todo para ellas y todo para ellos es un juego. ¡Qué más da! , todos tienen derecho a su propia habitación de los juguetes. Aquella pequeña sala, donde los muñecos y cacharros cobran vida y campean al antojo de los pequeños. 

–          Hola chico, no pares de jugar. Hola chica, no pares de soñar, ello es gratis y no te va a costar ni dinero ni ningún tributo, solo el deseo de dejar tu cabeza inventar. No es nada malo, con que disfruta.

Como mariposas en la cabeza, circulan un par de moscas, alrededor de la bombilla encendida que hay colgando del techo blanco de la habitación, ¿quién no quiere jugar hasta cierta edad, quién no desea no pensar y no tener preocupaciones? Dejar solo la mente volar a un mundo ficticio que se puede formar alrededor, en tan solo unos pocos metros cuadrados de la habitación. Esa sí, que será especial y de mayor se acordará uno, al menos todos aquellos que hayan tenido una feliz infancia.

–          Como sé que no pasa nada, ayer jugábamos y hoy también, ¿cómo sabemos  cuándo el juego va a parar, como para, para llegar a ser una persona con algo de edad?

Muchos, algunos o quizás ninguno más que uno que es el narrador, se ha tumbado en el suelo, mirando al techo a oscuras, pensando en querer ver las estrellas y que la oscuridad y el momento es dominado por el Universo. Uno tan grande y tan infinito que no es el soñado, solo el que uno desea es irreal, solo aquel que nos provocan al crecer es el verdadero. Nada más importa, nada más es merecedor de la atención de un niño. Solo la oscuridad del Universo, ese sí, el que es infinito, como la imaginación de cualquiera de tan corta edad. Aquel que nos da realmente sentido a la vida, será el que es cierto. Brazos en cruz, piernas separadas en diagonal, con la vista fijada en la oscuridad, miran  hacia arriba. No nieva, solo en un momento, solo en un destello, cuando alguna madre enciende la luz,  se hace la ceguera por un momento.

–          No tengas prisa, que después echarás de menos tanta velocidad y te tomarás las cosas de otra manera. Te enamorarás y saborearás la vida con calma y con tranquilidad. Solo enfadándote alguna vez, solo un poquito, al ver que los años pasan sin poder llegar a detener el destino fijado, que es el de la propia muerte.

Radian calor, radian salud y bienestar, nada ni nadie, puede hacerles negar de sus infantiles juegos. Ni los truenos y relámpagos de una fría noche de otoño, pueden enfriar la calidez y el entorno hogareño de cualquier pequeño. Pistoleros, azafatas y que sé yo, son capaces de crear, con tal solo el deseo de vivir sus propias películas. No saben de peligros, no saben a lo que se deberán enfrentar algún día en algún lugar. Todo es relativo y todo es cierto, hasta el más mínimo detalle de su devenir es real, es un juego solo apto para niños. Son juegos en los que se mezcla el desarrollo de la invención, con la inocencia y el querer vivir de una manera muy especial.
      
            ---                      Rompe contigo mismo y sé libre, rompe, sal de ti mismo y alégrate por estar vivo. Solo las abejas son capaces de cimbrear y mover sus alas de flor en flor. Prueba, juega y cimbrea, vibra por todos los sentidos. Grita si hace falta, pero juega, que ya habrá tiempo de hacerse mayor.

Todo es en la habitación de algún hogar, un espacio silencioso a dónde solo se escucha el griterío de los pequeños. Sus padres, adultos, descansan al otro lado y no se sienten preocupados, porque no existe ningún peligro. Juegan a que pueden volar, mueven los brazos, como si fuesen alas lanzadas al viento. Un pequeño sofá hace de roca que sobresale de un peñasco de una gran montaña. Todo es soñar y todo es aprender a vivir, a compartir pequeñas historias que a uno lo engrandece. Todo pasa en un momento, todo pasa en una décima de segundo, quién hace a quién. ¿Quién moldea y modela a su antojo el cerebro infantil de un pequeño? Solo aquel que lleva la malicia de nacimiento, puede intentar tal enredo. No existe el diablo, solo existe el fantasma del que se cree con el derecho propio de hacer mayor de golpe a cualquiera.

Saltan, corren y brincan por el pasillo hasta llegar al salón. Un abrazo materno, un abrazo paterno. Todo es felicidad, ellos lloran, ellos se ven felices, todos se unen al ver un sinfín de entusiasmo y alegría. Juega conmigo, juega y disfruta. ¿Quién es quién habla? No soy yo, solo soy un humilde narrador. La bombilla sigue encendida, caliente del rato que lleva, da miedo tocarla, por terror a ser quemado. Juega y juega y solo la mira. Es de noche, ya mismo tendrán que irse a dormir y soñar jugando a jugar dormidos.

Sombras chinescas surgen entre las pesadillas, como en una obra de teatro surgen. Todo es un maldito sueño, entre lo real y lo irreal.  Permanecen sentados en sus sueños, permanecen quietos, como el que ve algo asombroso. Desiertos de arena son los que se vislumbran en la lejanía, ríos secos sin peces son los que nos albergan en un futuro devastador. Sol imponente es el que calienta la habitación menuda de nuestro corazón. Hemos crecido y no queremos que les pase lo mismo a los nuestros, a aquellos que son de nuestra sangre y vienen por detrás, empujando sin parar. ¿Por quién llora el cielo? Si no es por nuestra pequeña habitación, ese pequeño corazón que ahora juega sin saber lo que le espera de mayor.

Yo solo soy un simple narrador, pero también soy tu ángel de la guarda, sí, ese que no te abandona nunca y está siempre en tus sueños. Qué más da tu edad, siempre estaré contigo y después, cuando te hagas mayor, lo estaré de tus hijos. No olvides nunca que estoy a tu lado, aunque cometas errores, yo estaré aquí para sanarlos.

Nunca llegará lejos o quizás sí, todo depende de su empuje y su fuerza de voluntad. Para algunos, la vida sigue siendo de colores, como un arco iris dibujado en el cielo. Pero éste, antes de dibujarse tiene que haber llorado, tiene que haber habido una tormenta. Por pequeña que sea, debe producirse y con ello, después la alegría y el sosiego. La alegría de ver un mundo de colores y un sosiego de oler a la hierba húmeda.

Dime que ves en la bombilla encendida, apágala mejor y juguemos a ser libres. A que el espacio no existe y todo es infinito, como vuestras propias ganas de vivir. Lanzarme una voz, una de esas que haga un sonido hueco y pueda acércame a ti. No tengáis miedo, no soy el diablo ni ningún malvado Ser. Soy quien quieras tú que seas, camionero o bombero, siempre rodeado de chicas guapas. ¡Dime tú quien quieres que sea! Solo me tienes que guiñar un ojo o rascarte la punta de la nariz y ahí estaré, dentro de tu imaginación.

Como es posible, como puede ser, que no queramos crecer cuando somos mayores. Solo el simple hecho de envejecer nos acobarda, nos hace enfurecer de espanto. Más que el simple hecho de morir, es el hecho de vernos poco a poco, año tras año, más limitados. Como puede ser que nos demos cuenta, cuando ya es demasiado tarde y no estaría bien visto que nos pusiéramos a correr. Todo tiene su momento, todo tiene su tiempo, aquel que no lo viva entonces, ya no lo vivirá de la misma forma.

–          Cuando me haga mayor, ¿estarás tú aquí? Dice uno de ellos.

–          Claro que sí, no te he dicho que soy tu ángel de la guarda. Estaré aquí y cuando seas mayor, cuidaré de tus hijos.

Sol abrasador, no hay tormenta de otoño, todo es lo que es, un simple ahora, para que después no haya un después. ¿Es posible que la vida en sí, sea una continua muerte? No sufráis, dormir y descansar.

Yo duermo tranquilo, hago de mí un descanso dentro de una paz serena. Al veros, reflejáis la inocente mirada de aquel niño que duerme. Abro los postigos, dejo que el reflejo de la luna os dé en la cara. Todo es relajado, todo es en calma. Como puede ser que los senderos de la vida tengan tantas piedras.
La noche envuelve hasta al más pintado, todo se vuelve oscuro y todos duermen, algunos sueñan, otros simplemente hacen del momento un detenerse de tanto correr. Todo es lo que es, un momento en crecer, unos segundos en vivir y muchos años para darse cuenta de que se está vivo. Todos en su habitación menuda ansían el sentirse mayores, mayores y si puede ser, importantes. Todos duermen hasta que…
        
        -                 Ángel de la guarda, ángel de la guarda, ¿cuál es mi futuro? Lanza la pregunta uno de los niños.
        
          -         El que tú quieras pequeño, todo es una ilusión.


No sabe si creerle o no, rascándose con el puño los ojos, vuelve a la cama, sí, en su habitación menuda, dónde la fábrica de las ilusiones sigue creciendo.