miércoles, 31 de marzo de 2021

 

                                                              EL PAJARILLO

Alguien dijo, alguien murmuró, mirando una simple tirada de cartas del Tarot, que estos serían años difíciles de llevar. Que el mundo cambiaría no se sabe si a mejor o para peor, pero que habría un cambio. Que algo sucedería o algo estaría sucediendo mientras tan felizmente le dábamos la bienvenida al año nuevo. No sabíamos entre brindis y jolgorio por otro año pasado, que el que estaba a punto de empezar, que lo haría barriendo con la escoba del ángel de la muerte con todo aquel mayor o aquel más frágil.

Esta es la historia de alguien, que puede ser real o inventado por mí, que escribió y narró lo sucedido en propia carne, en aquellos días tan ensombrecidos en el que el miedo se cortaba con una cuchilla de afeitar.

Todo empezó así un día de marzo del año 2020….

En mi jaula de oro me siento afortunado, nadie puede atravesar los muros del lamento, sí, de ese lamento llamado vida. Una vida que me lleva ya varias semanas confinado en casa, todo porque dicen y nos aseguran, que hay ahí afuera un bicho casi invisible que nos puede hacer daño, que nos puede hasta  matar. Todas las mañanas saco mi cabeza para que me dé el Sol, no soy el único, varios vecinos hacemos lo mismo. Nos saludamos, nos decimos los buenos días, nos saludamos con una sonrisa y armados de paciencia.  Parecemos “pajarillos enjaulados” que las autoridades nos dan permiso, para como si fuésemos unos pobres animalillos, nos dé la claridad del día. Todo es un suponer y un saber si es verdad, que todo lo que cuentan es verdaderamente cierto. No quiero ver la televisión, la odio, es un sin vivir, la gente se muere, se muere ya no solo de soledad y de pena, se mueren por el maldito bicho. Después de varios días de lucha, sucumben ante la atroz furia del virus.

Mi nombre no tiene importancia, soy uno de tantos que está encarcelado por mi propia seguridad en mi propia casa, en un piso pequeño de cincuenta metros cuadrados. Ese, ese es mi espacio vital, ese es todo el espacio que tengo para hacer camino, aunque ya hacemos camino día tras día, esperando que aquellos que verdaderamente han estudiado saquen una vacuna para poder volver sentirnos libres y poder volar de nuevo como pajarillos silvestres.

Aprovecho cualquier ocasión para poner los pies en la acera, el salir por el portal por la mañana se ha convertido en todo un reto y un desafío. Mascarilla en boca, no se me nota el sonreír, solo las gafas empañadas de mi propio vaho me hacen enfadar y cuando no hay nadie, cuando la calle esta desierta, aprovecho para respirar el aire no tan puro de las avenidas de la ciudad. Levanto los brazos en señal de victoria y me creo un boxeador nato que le ha ganado la batalla a un tal “Covid”, sí, así se llama o al menos le han puesto ese nombre.

Saco toda mi artillería, tabaco en mano aspiro para dentro de mí el humo del cigarrillo rubio, para después expulsarlo de forma brusca, haciendo alrededor un círculo imaginario de humo. Me creo dueño del barrio, me creo el amo del Universo, todo es euforia. Bolsa en mano, hago que voy a la compra, cuando en verdad mi intención es dar la vuelta a la manzana. Es una fecha que no se nos va a olvidar, una pandemia que parece apocalíptica y que nos amenaza a nivel mundial. Yo, con mi estado de ánimo ahora subido voy caminando y pisando fuerte, mañana ya se verá.

Todo no es el maldito bicho, también tengo que mirar mi estado mental, ya que de esta euforia puedo ir a una depresión severa. Que es lo que me pasa cuando atravieso el umbral de mi casa y me veo dentro de los cincuenta metros cuadrados, es volver a la cueva. Volver de dónde no me puedo escapar, no tengo rejas, no tengo barrotes, estos son imaginarios, son mentales y eso, eso me trastorna. Me trastorna de tal forma, que hablo solo y me muevo en círculos, acabaré peor si me quedo en casa. No hay más remedio, menos mal que está abierta la farmacia y puedo escaparme de vez en cuando.

Si no tuviese bastante con el estigma del trastorno, ahora me viene lo que más me afecta, que es el estar solo y encima encarcelado. Por propia voluntad, pero aquí estoy, solo puedo gritar a los cuatro vientos a través de la ventana. Pero que ganaría, nadie me haría caso. Todo el barrio me conoce, todo mundo sabe quién soy y a veces incluso creo que me espían.

Estamos a finales de marzo y esto solo ha hecho que empezar, no sé cuánto tiempo va durar. No miro la tele, no quiero entrar en ansiedad o depresión y vuelvo a sacar la cabeza por la ventana, solo falta que cante o toque las palmas por la tarde. Todo por la labor de aquellos profesionales de la medicina es encomiable y dura, siendo de mérito mencionar y de respeto alzar. Tan dura que no tiene precio, lo que hacen por vocación y se merecen todo nuestro aplauso, aunque tengamos nosotros parte de responsabilidad haciendo de aquello que parece increíble y duro de creer, nuestro grano de arena y ser un poco respetuosos con las normas tomadas en un estado atípico de alarma.

Pasan otros quince días y deciden que otros quince más, no sé cuánto va a durar esto, ni ellos mismos lo saben. Yo sigo sacando la cabeza por la ventana, como los pajarillos enjaulados los saca uno para que les dé el Sol. No me puedo llegar a imaginar cómo se deben de sentir, día tras día, encerrados, cantando por su libertad. Yo ahora soy uno de ellos, lo único que no canto, ya ni siquiera aplaudo por las tardes, esto se ha vuelto como el mismísimo ángel de la muerte, espero que a mi casa no venga a picar y yo de forma ingenua le abra la puerta.

Pasa el tiempo, pasa abril y yo dentro de lo que cabe no me quiero quejar. Mientras tenga la farmacia abierta y el supermercado al lado, todos los miedos se centran en esos lugares, miradas y más miradas en las calles. La gente no camina, corre asustada como si viene detrás de ellos un tanque militar. Pero llega mayo, no podía creerlo y no podría cantarlo más fuerte ni pensarlo realmente, no sé si será culpa de mis idas clandestinas y venidas a escondidas, que me siento mal, muy mal, tan mal que caigo en cama. No es un día, son varios los que me tiro sin comer ni beber. No abro ni las ventanas ni las persianas, son días de vidas cerradas a cal y canto y yo sin salir de casa, parece que me asfixio. No lloro, porque no me quedan lágrimas, no grito porque me he quedado sin palabras, solo siento un quemazón y el picor de los ojos y de la garganta. Entonces y solo entonces, me quedo dormido, me quedo como si me hubiese desvanecido. Solo siento a alguien que murmura por el otro lado de la puerta. Como una puerta trasera se abre y me dice, “ven”. No tengo fuerzas para levantarme, así que no me acerco. Solo deseo estar vivo y salir de esta, pero como si hubiese fumado un poco de hierba me siento y escucho voces, voces cada vez más fuertes…

         ¿Tú quién eres que me persigues por todos los lados?

         ¡Yo, soy tú!, ¿no me conoces?, me llaman “Covid”

Lamentos oscuros, llantos sombríos, son aquellos que traslucen en medio de la noche, cuando Juan lucha por su vida. Sí Juan, ese es su nombre o al menos como me ha pedido que le llame. Todo es un sufrir, el maldito Covid sigue haciendo estragos. Se cree dueño de la guadaña que siega, vida tras vida, como una nube de tormenta tapa el cielo raso y brillante Sol. Se hace el infierno, se hace la oscuridad y el ángel de la muerte no tiene compasión o al menos eso parece.

         No, no me hagas esto, a mí no, yo quiero vivir, déjame tranquilo, vete a por otro.

         Que dices, me encanta tu cuerpo, tu carne, tu sangre, tus pulmones….

Cada día la fiebre va a más, al final las alucinaciones se hacen constantes. No solo por la enfermedad o trastorno, sino por la fiebre. Pero es terco y cabezón  y no quiere llamar a nadie, no quiere ver ninguna ambulancia enfrente de su casa. Solo el deseo de seguir luchando, solo el deseo de seguir viviendo le hace cada día más fuerte y eso, eso le hace remontar en días y sentirse más feliz y contento.

Piensa para sí mismo se levanta como puede y acercándose a una mesa, papel en mano toma asiento y escribe, sigue escribiendo, como si de ello le fuese la vida, que en cierta manera es cierto, ya que mentalmente quiere sentirse eufórico, superior y soberbio. De ello quizás haga un diario personal, tan personal que lo publicará al cabo del tiempo, cuando todo haya pasado.

No podrá conmigo, mi ejército, mis defensas matarán al maldito virus, no podrá conmigo y lo superaré sin decirle nada a nadie. Haciendo un mutis en el foro, saco la cabeza de nuevo por la ventana y saludando a los vecinos del bloque, respiro el aire fresco ya de mayo. No llueve, pero da igual, al final las lágrimas que caen, que resbalan por mi rostro, lo hacen casi dibujar en un día de primavera y como si fuesen a brotar los almendros salgo en flor.

Quince días o quizás fueron los que estuve en cama, al final, gracias a mi fortaleza y ganas de volver a disfrutar de los placeres de la vida, vuelvo a ser el mismo. Ya me incorporo, lo primero que hago es una ducha, una ducha de veinte minutos, dónde parece que suelto todo el sudor acumulado y toda toxina mala del maldito “Covid”.

Maldito el día que soltaron a este virus, la gente mayor cae en desbandada y parece una debacle los centros residenciales. Miro las noticias, las cuentas no encajan, no saben realmente cuántos van ya, se mina la gente como si fuese una metástasis en el pleno mundo. Paro, apago la televisión y sigo con mi música, miro por un momento la nevera y veo que esta vez hay que llenarla. Con mucho cuidado y tomando todas las medidas de protección, salgo a la calle con mi carrito. Son las once de la mañana y el Sol apunta alto. La cola en el supermercado es larga, así que a dos metros de distancia espero armándome de toda la paciencia a qué me toque el turno.

No sé a qué esperar tanto, cuando es mi turno y entro, solo veo estanterías vacías, solo el miedo las llena. Están vacías, así que no compro lo que deseo, compro lo que hay o han dejado para los demás. Como si hubiese pasado un huracán son los supermercados. Algo de café, arroz y poco más puedo comprar, así que me vuelvo con el carrito casi vacío.

Nadie se fía de nadie, todo son miradas de reojo que tapándose la boca pasan rápido de largo. Ya no hay saludo que valga, ya no hay nada, todo se ha ido por la alcantarilla. Todavía tienen suerte aquellos que las autoridades dejan trabajar, entonces yo me acuerdo de los míos, ¿estarán bien?

Llego  a casa y cogiendo el móvil, hago una llamada, una llamada para mí crucial.

      ¡Hola mama!, ¿cómo te encuentras?

      ¡Hola Juan!, me encuentro bien, tranquilo, tu hermano me hace la compra y no me falta de nada, no te preocupes.

Después de un rato de temblor, suelto el móvil encima  de la mesa, me asomo a la ventana y la claridad y el Sol, me hace cerrar los ojos pero abrir la mente. Sonrío. Es mi primera reacción, es muy duro de llevar todo esto. Es un misterio, mi corazón no dejo de latir, no sé si por sí mismo o por el amor que le tengo a la vida. Todo será realmente un enigma, todo será un secreto de aquel que lleve el asunto de quien se queda y quien se va. Yo solo sé que estoy vivo y que he salido de esta sin levantar sospecha alguna. No se lo diré a nadie, a nadie le comentaré que lo he pasado, aunque podría llevarlo de forma triunfal. Yo solo sé que he visto al ángel de la muerte y por esta vez ha hecho la vista gorda, me ha dejado en el reino de los vivos. Sé que le debo una, sé que si por él fuera me hubiera marchado con él, pero alguien le habrá rogado que así no fuera y esa alma, esa persona solo puede haber sido mi madre. Esa señora que he perdido la cuenta del tiempo que llevo sin verla, pero cada día que pasa, no merma mis fuerzas ni mi cariño hacia ella. La llamo cada día, no hay otra cosa que hacer, pasan los meses y parece que hay una pequeña luz al final, solo se ve, solo se transluce la vida fuera de esta cuando has estado verdaderamente al borde de la muerte. Así, que armado de valor, salgo y burlando a las autoridades me voy y visito a mi madre. De lejos, a más de dos metros, pero su sonrisa la recibo como si de un abrazo se tratase, estupefacto me quedo. Convertido en piedra estoy al verla tan bien, me marcho, más vale que me marche, sí, así que con cuidado subo otra vez para mi casa. Tengo suerte, no me ha visto nadie, nadie se percata de mi ausencia ni de mi arrojo. Solo el virus ha entrado, solo ese maldito bicho ha osado entrar en mi cuerpo y este, haciendo honor mí persona, lo he expulsado sin dejar rastro alguno. Suerte tengo de la sangre, de la sangre que corre por mis venas, son puros ejércitos en lucha contra aquello que dice ser mortal.

Voy tachando los días en el calendario, voy haciendo cruces, como si fuesen en memoria de aquellos que no han superado el holocausto. Sí, el holocausto, porque una pandemia merece ese nombre. Los tacho de rojo, en honor y en respeto a ellos, hasta que llega el día, llega el día que sí que pongo la televisión. Es 21 de junio y nos dan la carta de libertad, las autoridades creen que lo peor ha pasado ya. Que todos podemos poco a poco volver a la normalidad, poco a poco y tomando nuestras propias precauciones. Todo parece haber sido sacado de una película a lo más americano posible, pero esta vez no han sido ellos los grandes héroes, los hemos sido todos, entre todos sacaremos pecho y lo conseguiremos.

Yo, el que escribe o narra lo sucedido me uno a Juan y me abrazo hermanándome a él, como buen compañero de fatigas. Ya que, aunque sea solo quizás un vecino un poco cotilla, me ha dejado que lo escriba. Os preguntaréis desde dónde escribo y desde dónde narro tal historia. Da igual, ya sea Londres o Manhattan,  ya sea Madrid o Barcelona, la situación vivida es la misma. Todos somos del mundo, un mundo cada vez más unido y en estos casos, aún más.

¡Libres, al final, libres!, dentro de la “nueva normalidad”, que toda nuestra fuerza y de espíritu nos acompañe y seamos de nuevo felices. Por ahora nos hemos salvado, estamos vivos, aunque no hay que olvidar a aquellos guerreros que se han quedado atrás. Por ellos no solo un minuto de silencio, sino cinco, choca esos cinco por cada vez que han tenido que luchar por salvar sus vidas.

Como recompensar a todos los médicos, enfermeras, celadores y personal de limpieza. Seguro que me dejo alguno, con estas palabras les pido disculpas. Yo solo soy una persona a la que han puesto al límite, como tantos millones de personas del mundo entero. Solo un canto a la libertad y que esta pandemia nos enseñe a ser más hermanos y más felices. Unidos en persona y en espíritu, nuestras almas ahora caminan unidas. Nada nos separará, nada ni nadie podrá con nosotros. No quiero volver a sentirme un “pajarillo”, al igual que la vida me ha enseñado que hasta ellos merecen ser libres y nadie debe ser atado ni enjaulado por pura diversión. Así que ahora, todas las mañanas corro, corro para sentirme un hombre libre y un alma más plena.

 

 

sábado, 27 de marzo de 2021

 

Locura inversa

Sentado en uno de los bancos del andén número uno, con maleta al lado me encuentro en la estación de Francia, en Barcelona. Miro mi reloj de cuerda y es casi la hora de subir al tren, me espera un largo camino de vuelta, una vuelta después de diez años dando tumbos por todas las ciudades y estaciones, al final esta es la definitiva, la de regreso a mis orígenes y lamentos de mis calamidades. Son casi las ocho de la tarde de un verano caluroso, cuando subo y busco, billete en mano, mi asiento en segunda clase.

Me vienen a la cabeza, todas aquellas muchachas lindas que han pasado por mi vida y que ninguna de ellas he sabido amarrar. Como una canción de Carlos Gardel canto un tango para mi interior, no soy argentino, soy de donde me siento bien y me respetan. Yo solo siento los lamentos de aquellas que yo dejé sin miramiento y también siento las mujeres que me dejaron huella, para acabar en una pequeña pelea o discusión, todo ello por culpa de mi tozudez y de mi temperamento.

Camino de Sevilla voy mirando por la ventana del tren, este va despacio, es 1975 y sigo con mis canciones en mi mente, canto para mí asomado por la ventanilla y a través de sus cristales veo primero la oscuridad de la noche, para luego convertirse en el Sol de una nueva mañana. Veo pasar primero campo, para que al cabo de las horas, solo ver olivos y más olivos. Estos, me dicen que estoy cerca de Jaén, entre todo aquello que alberga el recorrido soy capaz de llegar a mi propio olvido y casi me paso de parada y no me bajo en mi destino, todo esto me ocurre por ser como soy, un alma sin casa ni casta, ¿o sí?

Viajante errante es lo que soy, que voy de aquí para allá, intentando plantar raíces en algún lugar, pero parezco predestinado a seguir volando como una hoja en otoño, hasta que esta se deteriora y se autodestruye. En mi maleta llevo muchos recuerdos de una niñez ya muy lejana, en cambio en mi mochila llevo las piedras del pasado, esas mismas  que quiero tirar de una vez por todas en las aguas de mi querida Andalucía. Ya sea en Motril o en Punta Umbría, ya sea en Marbella o en Torremolinos, en algún lugar tiraré las piedras y me desharé del peso de los errores y de las lamentaciones. Siempre hay un comienzo y un final, pero también hay un renacer como persona y eso, eso es lo que me hace valer por mí mismo y me hace descubrir por dentro.

Estoy ya cerca de un pueblo de Sevilla, cuál nombre prefiero no decir,  cuando alguien o algo es lo que me sobresalta, es una voz que me viene de frente, pero enfrente no hay nadie, solo un asiento vacío.

      Soy yo Juan, ¿no te acuerdas de mí?, soy el que te domina, soy yo el que te aniquila, soy yo el que te destroza. No tengo perdón y a lo mejor no tengo razón, pero adivino dentro de mí mismo como puede ser la vida. Se echa las manos a la cara y esta la pone entre las piernas, llegando incluso a llorar.

Víctima y verdugo me hago de mí, en mi soledad compartida, ahora no sé con quién hablo o quién me habla, quién será, será.

      Soy tu bestia, soy tu doble, yo soy aquel que te habla entre susurros. Intenta luchar  contigo mismo, ¿puedes conseguir deshacerte de mí?, será imposible, ya que me pego a ti como una lapa. Domino todo tu interior  y entre todo aquello que llamas tu entorno, seré yo tu salvación y seré yo tu perdición, quién lo sabe, yo lo sé.

Faltan cuatro paradas, después de un largo viaje nocturno viajo ya agotado de tantas horas. No me lo puedo creer, no puedo escapar de mi realidad, esa misma que es tan compleja, ya que me acompaña pero me atormenta.

      Son los cimbreos de la música, los que hacen llevarte a ti al borde de la locura, ¿pero, quieres ser más loco que yo?, no lo sé.

Miro enfrente  y el asiento está vacío, lo ocupo yo con mi mente y hago de él un buen presente. Un viajero desconocido con el qué charlo entretenido, es de estos de los que me llevan a escribir este relato, ya que son tantos los buenos y los malos ratos de los que hablamos, que me llevo una grata sorpresa al saber que era simplemente yo mismo. Una parte oculta de mi Ser, aquella que me gustaría hacer desaparecer, pero me doy cuenta que hasta el más cuerdo, habla consigo mismo. Qué era mi propia sombra la que me respondía, de dónde saber es uno si solamente ha vivido en cierto lugar de esta España tan diversa. Para saber de dónde eres en realidad tienes que haber viajado como yo, por ciertos lugares hermosos ellos, donde siempre serás identificado no por tu lugar de nacimiento, sino por tus raíces y tus genes.

Me desvanezco, no me creo nada de lo que escucho o sí, ya no sé, no soy yo el que habla,  soy yo el que escucha y escribe. ¿Cómo es posible que yo renazca cada mañana y muera cada noche?,  cuando dan las doce, la madrugada me hace sentir extraño, extraño dentro de mi propio cuerpo, me  elevo, él  viajó hacia el cosmos, allí dónde la negritud de la noche oscura me hace sentir abrigado. Sí, abrigado aunque la oscuridad sea eterna y el frío es  el que me lleva a no abandonar mi cuerpo.

Despierto de mi lapsus, despierto de golpe al ver que el tren, ahora sí, se acerca a mi parada. Estoy llegando al pueblo, a los recuerdos de mi niñez y de mi infancia, este que está ubicado entre la montaña y la playa sin saber el qué. Solo sabe que en invierno no se pasa frío, mientras que el verano es justiciero y hace pagar con sus sudores, la vida en tan pequeño lugar.

      Reza una oración si eres sabio o ábrete camino por medio de los campos si no lo eres. Reza, ora, que falta te va a hacer. Te lo digo de verdad, porque lo que te voy a contar te va a dejar de piedra o de estatua de sal si miras para atrás. Yo soy lo que soy por méritos propios. Mira para todos los sitios, para la izquierda y para la derecha, no ve nada, solo se ve a él con la maleta en el andén.

Me arrancaría los ojos, si con ello consiguiera olvidar y no volver a recordar todo aquello que sucedió hace tiempo, tanto tiempo que lo tengo me presente. ¿Cómo es posible qué lo recuerde tan bien?, yo solamente no soy un espíritu, yo solamente soy un alma que anda de vacío de la noche y que ahora mi escritor narra lo sucedido. Todo ocurrió hace tanto tiempo que la vela ya no existe, aquella vela que un día mi madre puso en mi recuerdo ha quedado consumida en el tiempo. ¿Cómo puedo recordar inimaginables circunstancias qué otro a lo mejor no le da la menor importancia?

      No te atormentes hombre de bien, que todo tiene su causa  y su justificación, todo barco que va la deriva llega al final a buen puerto. Realmente eres hombre de bien,  no vale la pena que tanto te fustigues la mente, te lo digo yo que soy el que escribe.

Son las once de la mañana o las once del mediodía cercano, da igual como queráis llamarlo, me encuentro de pie en la parada del autobús, el mismo que me llevará a mi destino final. Un destino que no me hubiera gustado tomar como viaje definitivo, ya que vuelvo como un perdedor, derrotado y cansado a mis cuarenta años. Sin trabajo y casi sin dinero. Me hubiera gustado haber seguido viajando por el país, de aquí para allá, trabajando eso sí, pero también descubriendo diferentes maneras de ver la vida.

Un portazo,  un golpe en la ventana es lo que ocurre, cuándo entra tal ente  que intenta dominar la situación. Intenta sin conseguirlo que yo deje de escribir y de canalizar la energía  de aquel que me llena por dentro, siempre con respeto. Todo es así todo, que en un pis-pas, me entran los nervios y no sé si dejar de hacer lo que estoy haciendo o seguir para saber cómo acaba todo. Es todo un saber, locura inversa me atolondra y me hace soltar el teclado y parar la máquina de escribir, sacando de forma violenta la hoja de papel, para después romperla y quemarla.

Entra el Sol en su lugar, en mi casa se hace la luz en la oscuridad, haciendo que las sombras de aquellos que me visitan por doquier se alejen por un instante. Alegría es lo que siento dentro de mi ser, todo es posible en aquello que llaman paranormal, todo ocurre tan rápido que me veo envuelto en un haz de luz.

Lágrimas me  producen  según qué melodías,  ya que estas son lentas y cansinas  pero al mismo tiempo me tocan la fibra y el pensamiento, todo ello me evoca en una tristeza jamás pensada. ¿Qué puedo decir?, si no es mi empatía con aquel que me llenaba y que en un paño de lágrimas me convierto. Todo ello, toda la situación es lo que moja el asiento que ocupo y la ansiedad me lleva a decir, cuándo llegará aquel que dentro albergo a mi Sevilla natal. Que no sea un turista más y llegue a ser  algo más en su pueblo de lo qué es la Torre del Oro y el Guadalquivir.

      ¡Ay!, ¿señor qué será de mí cuando ya no esté en este mundo?, dónde las reglas  las construyen aquellos que no saben ni de letras ni de números. Ahora digo yo, mientras miro la Luna por la ventana, apoyando los codos en el marco de esta.

Luego, ¿yo porque tengo que andar a paso cansino dándome el sol de cara?  Será por lo que será, pero yo no acabo aquí mi vida, todo es relativo y yo solamente sé que me he oxido y envejezco. Es tarde ya, aquel que me acompañaba se ha marchado, quizás asustado de la presencia del Ente. A mí ya no me asusta ni me asombra, solo a veces me descoloca mi concentración en aquello que hago cuando comparto mi cuerpo. Todos somos lo que somos, lo único que me quedo con ganas de saber, es el final del hombre viajero, que fue de él y si siguió su camino hasta acabar su retorno. Pero en fin a lo mejor, eso es otra historia y ya habrá tiempo de escribirla y contarla.

 

viernes, 19 de marzo de 2021

 

La echadora de cartas

Como un castillo de naipes es mi vida, como un castillo de arena se aplasta al venir la ola a la orilla. No sé lo que será de mi futuro, ni sé lo que será mi presente ya que esté vuela tan rápido,  que no me doy cuenta y me  veo soñando entre las nubes.

      ¡Luna, ven aquí!  Ven, ilumíname con el reflejo del astro rey, ese sí, el que se cree dominador del mundo y  eso no lo consiento.

¡Ay!, qué será  de mí cuando todo el mundo acabe sabiendo la verdad, tiemblo al  saber que la única verdad absoluta que  existe en el mundo, será algún día descubierta.  Camino y  divago, reflexiono y ando ligero, no quiero que la noche  me alcance y sea pasto  de mis fantasmas. ¿Qué cuáles son?, pregúntaselo a cualquier gato callejero, que cuando el reloj de la iglesia alcanza la medianoche sus campanadas, hacen que con sus repliques hacer llegar de nuevo a todos aquellos que están en otro lado. Quién sabe la verdadera verdad, yo no la sé  y si la sé me la llevaré a la tumba  y que  el humo negro que salga que se convierta en una nube negra de tormenta.  Ya que caigan rayos que fulminen  a toda aquella sombra que sigue en vida, yo no soy más que nadie, yo no soy nadie. Solo un alma mortal qué sé que he despertado y mi conciencia me hace relatar todo aquello que acontece. Porque no es de propio mérito todo lo que surge  de mi mente y lo traslado y lo plasmo en papel, para que no caiga este en papel mojad. Ya que es una verdad como un templo que todo aquello qué es de cuidado.

      Elévame a lo más alto, ya que las profundidades del mal ya  las conozco, elévame a lo más alto, ya que no conozco la luz aunque sea solo por un instante. Ya que ellos me agotan y me deja un vacío de energía, dime tú qué sabes tanto, quién soy yo para volar de un lado a otro sin saber destino.  Cómo es posible que yo a fuerza de la escuchar la vibración sonora, sea capaz de elevarme y llegar a ti que solo te conozco por fotos irreales. Qué será de mí, si cruzando los Mares del Sur, llego a los  vientos del norte. La brújula me engaña y no me ubico y estoy atrapado en una tela de araña, cuál será aquella que me quiera comer, haciéndome servir de alimento de todo aquello  que se dice es de bondad  y de ser caballero, quién puede imaginarse algo semejante. No veo, me quedo ciego, esta es la luz que tanto hablan y me alumbra a la que le doy la espalda y sin darme cuenta estoy de vuelta en las más profundas aguas de la oscuridad completa. Frío, me entra mucho frío  porqué será, si esta es mi casa verdadera, frío mucho frío, es tal  la helada que me llego a convertir en una estatua de hielo, solo que yo me muevo haciendo de mi cuerpo algo frágil y eso me da miedo.

Corre, corre, que ha sonado el despertador. Has dejado de soñar, me estás de nuevo en el mundo real, sabes cuál, es sabes cuál es la diferencia. En que en un mundo de sueños no eres consciente del tiempo,  cuando suena la melodía me despierto y me cabreo, me  enoja saber que solamente soy uno más de tantos. Uno de tantos que vive y sobrevive haciendo de su mundo una auténtica coraza, la que intentamos cubrir si hace falta de acero, para que nadie sepa de nuestra pureza y nuestra transparencia quede opaca.

      Échame las cartas mujer que el pasado lo llevo pegado en la piel, échame las cartas mujer que el presente  me fatiga y quiero saber más, porque el futuro no lo veo nada claro.

Luces de colores alumbran en la pared, luces de colores me dejan ciego y una vez escuché y escucho ahora la echadora de cartas otra vez.  Como dice que al infierno voy a caer, en mi cabeza no lo veo claro, mi alma es mía. No sé realmente si en el infierno está Lucifer, como saberlo de verdad  si estoy en este mundo terrenal.

      ¡Escúchame!, pon el oído. Que te hablaré en voz baja, me dice la echadora de cartas

      Tú vives en un mundo que no te pertenece, tú vives un mundo que no es el tuyo.

Me quedó anonadado, me quedo sorprendido de cómo esta mujer intuye y sabe. Yo creo que sabes ya que soy el mismísimo demonio, que soy quién soy. Tengo muchos nombres,   algunos de ellos son certeros, otros son imaginaciones y querer meter miedo a la humanidad. Yo quiero saber no solo mi futuro, que  ese ya lo sé ya que soy quién soy, no soy malvado no  soy retorcido simplemente me llama  la rebeldía.

Chico busca chica, chica busca chico, todo es procrear y procrear para que alguno se nutra   de la energía que uno posee. Yo en cambio te  regalo la mía para que tú seas fuerte en tu camino, quién sabe realmente que hay después de la muerte, solamente puedo decir una cosa. Chico busca chica y chica busca chico, porqué será que no ven más allá.

La echadora de cartas me mira a los ojos, unos ojos encendidos como las velas que nos rodean, las llamas apuntan alto. ¿Qué vela puede ser malintencionada que yo no sé quién canaliza la energía?,  pero me sorprende su rebeldía. No estoy solo o sí quién lo sabe, a saber, yo solamente soy aquel que traslada el mensaje. ¡Ay!, aquel que no escuche o se haga el sordo, no caerá en el infierno pero  dará vueltas en su bucle infinito. ¡Ay!, aquel que no despierte  de su letargo, no sabrá realmente ni siquiera de qué está vivo y por lo tanto, tiene sus derechos vampíricos energéticos. Estos pueblan la tierra,   pueblan la tierra en busca del más fuerte, ¡ay!,  aquel  que no sepa realmente su sin razón y no sepa su verdadero yo.

      Un, dos, tres, juguemos esta vez. Sepamos realmente el rol que nos toca que no es otra cosa vivir viviendo, dime tú, que tanto que te haces llamar. Dime tú qué te ensalzas  y te haces llamar  por mil nombres,  a qué vienes si ya tanto sabes, dime la verdad y solamente la verdad.

Camino despacio, camino sin retorno no sé, no sé a cuántas millas estoy de mi casa. Qué más me da, no sé volver. Dime tú, que eres un hombre de familia, cómo lo haces. Vamos a vivir el día a día hasta que la muerte nos separe y nos lleve a otros caminos diferentes. Todo es lo que es y todo nos concierne, porque por ello nacemos y por ello morimos, qué más da. Tú, qué eres un hombre de familia, dime realmente cuáles son tus ganas de vivir, porque yo no lo sé,  estoy en un vacío que yo no lo sé llenar.

      Oscuridad o rey de la oscuridad, Satanás en persona preséntate, dime que eres tú el que entra dentro de mí y canaliza la energía haciéndome escribir. Yo no sé sí todo esto es imaginación mía o simplemente es la auto sugestión, dímelo antes de acabar en el vacío.

Tengo temor, tengo miedo, por una vez siento el miedo, el pánico y no sé lo que será de mí cuando llegue ya a ser cenizas.  Dime, que haces en una nube en lo más alto que yo, de mientras afuera ya de la consulta de la echadora de cartas, camino y camino sin destino alguno. Tardo media hora en llegar, son treinta largos minutos adónde siento mi propia soledad  a campo abierto y soy la mirada de algunos. Hasta que ya yo por fin aquí, en mi casa, llego por fin a casa busco las llaves y no las encuentro, me entra la ansiedad, me entra el nerviosismo. Demonios, simplemente demonios jugando conmigo, al final las encuentro al enfadarme con todos ellos. Abro la puerta de mi casa  entro y paso del umbral en mi propio infierno, aunque en ella encuentre el refugio deseado.

Empieza a llover, empieza a caer a cántaros, todo por un motivo, ¿será que el cielo llora por alegría o por tristeza, por ira o melancolía, quién lo sabe?, yo no lo sé, y tú. Como si en otro  plano estuviese, tomo asiento en mi sillón orejero. Me siento caliente, no siento el frío de la lluvia y con la estufa puesta, me quedo absorto en mi particular sueño, dónde volar es lo más real. En el que me lleva al mismo infierno, todo es relativo, como la vida misma y todo puede cambiar en un solo instante. ¿Cómo, es posible todo ello si yo ya duermo y estoy fuera del espacio-tiempo?, o es posible que yo realmente viva la dos tiempos. Sueño, sueño, viajo y viajo. ¿Adónde me llevarán ellos?, demonios, hay malditos demonios, les gusta jugar, pero sé que en definitiva sois mis aliados. Vuelo entre las estrellas, vuelo entre las constelaciones del universo, esas mismas que un día fueron en mi casa.

A quién me encuentro en mi viaje si no es a mi fiel perro, no sabía, no lo sabía que los perros  se unían en el karma. Al alma del ser humano, se me acerca  y como sí todavía tuviera cuerpo y moviera la cola, me acompaña en mi viaje. ¡Habla!, me sorprende, me está hablando o un ser humano me está hablando me advierte.

      No vuelvas otra vez a la Tierra, quédate conmigo, juega, juega conmigo, solamente te pido eso a cambio de  mi lealtad.

Los dos viajamos juntos, solamente necesitamos una música que nos acompañe, me  elevo, me olvido que solamente es un sueño. Realmente estoy en mi sillón orejero,  lágrimas saladas resbalan por mí rostro, siento como la caricia de su morro, siento los besos del animal, nos hemos formado en uno. Volamos lejos, muy lejos, tan lejos cómo es de profundo mi sueño. No quiero volver a la realidad, quiero quedarme en el sueño,  pero eso se me escapa y cuando me quiero dar cuenta vuelvo al salón de mi casa.

Es mi casa, mi hogar dulce hogar, tan vacío que se corta la respiración con un soplo. Vuelvo al mundo de los vivos, no quiero estar en él, me niego a pertenecer a aquello que no me llena ni lo más mínimo. ¿Qué sería de mí, si poniendo una vela pudiera volver acariciar mi perro, todo esto se me va de las manos, que le vamos a hacer, la vida es así y a lo mejor en mis sueños ha venido a advertirme de lo que hay después. Esperemos que sea así, ya que solo lo tenía a él y que al igual que cualquier ser vivo, espero y deseo que  tengan los mismos derechos que cualquier ser humano. Pero quién lo sabe realmente si hasta que no llegue la fecha esa fecha de caducidad que todos tenemos, no sabemos la verdadera realidad. Por eso, cojo  una foto y con una vela le  honro, porque yo quiero ser uno más, no más que nadie sino un simple ser que se une a otro ser. Por la amistad que tuvimos durante tantos años, ahora miro por el balcón. He salido afuera y respirando el aire siento como él me entra, no es mentira, es verdad. Miro la vela y está apunta alto, ahora ya sé que sí que me esperará  y a mí se me unirá. Todo esto no me lo dijo la echadora de cartas, no sé el motivo pero así ha sido y así ha ocurrido.

 

 

domingo, 7 de marzo de 2021

 

Cabalgata de luces y sombras

Entre mi Málaga natal y mi Granada de mi alma propia, llevo al atardecer de mi Alhambra en mis adentros. Quién soy yo, si una piedra de ella tiene más historia y sabe más de aquellos años de lucha entre los dos bandos, que cualquier Ser vivo que circula por sus alrededores. Todo es terreno conquistado, todo es lo que es, sin querer entro también en la mezquita de Córdoba y todo ello es como un harén lleno no de mujeres, pero sí de vida propia y de historia, mucha historia.

Lucifer cabalga de nuevo por el sendero del anochecer, ¿qué será de aquel que piense ignorarle o rechazarle,  quién será el osado que se atreva a alzarse en armas en contra de él?  Miro y no veo a nadie capaz, ya sea por miedo o por respeto, nadie será el quién le falte a ello. ¿Quién se atreverá, quién será, quién será?, yo no dependo de mí mismo  o quizás sí, todo es un sin saber porque nadie es portador de la verdad absoluta.

¿Qué veo a lo lejos, si ya es casi de noche?, escucho como un susurro que transporta el viento. Es el mismísimo diablo en persona, Lucifer se me presenta y alzando su espada, vuela entre las nubes.

Cabalgo yo, a  galope como un caballo desbocado, volando entre las nubes altas del cielo oscuro. Quisiera que tú no caminaras solo, pero, ¿porqué, no todo depende de lo que depende?, líneas del destino que pierdo dolido. Es que sé  que ganar es lo más grande y más llena de orgullo mi soberbia,  quisiera de aquello que yo creo, que se ha olvidado por todos. Ves que el príncipe de la oscuridad es como es, yo, por las noches me emborracho lleno de odio y de rencor, le pido a la oscuridad, que no es del mal que me ayuden. Entro en sosiego, cómo será posible que ya no creo en ellos porque no los veo, aunque lo siento yo porque los intuyo.

Sombras en la noche estoy a punto de ver, si se me acercan por la oscuridad de la noche, sombras disfrazadas de personas de bien se me acercan y me susurran al oído, me hablan en voz baja, en una voz tenue que escucho todo aquello que me llena por dentro.

      Reza, ora lo que sepas, porque ha llegado el momento del final, porque ha llegado el momento ese que tanto esperabas y tanto odiabas, reza  porque este momento, este instante ha llegado. Vas a atravesar la cortina transparente,  vas  a desdibujar un halo  en el cielo y ese eres tú, navegando por los límites de la realidad. Quién iba a saber  lo que era verdadero y lo que era mentira, nadie más sabe que aquel que ya calla para siempre, es el que otorga la eternidad y la felicidad a la humanidad.

Te desvaneces en el cielo, te ocultas en la oscuridad, solo eres una pequeña luz dentro de aquello que todo lo ilumina. ¿Sabes realmente de lo que hablo o sabes realmente de lo que escribo verdaderamente?, yo creo que no. Pero en fin, eso es otra historia que ahora  no viene al caso y no pienso contar.

Encenderé  una vela por ti, echaré de menos tus sonrisas, echaré de menos tus risas y tus juegos de cuando éramos unos niños. En fin, dejas un hueco en mi corazón que será difícil de llenar, ya que creo que eso es así porque he vivido tantos momentos contigo, porque he vivido momentos tan amargos y tan felices que ahora no sé con quién compartirlos ya.

      Que no hay nadie que sea como tú, te llamo y no vienes, clamo a lo más grande si es que algo existe, que me haga llegar un  simple susurro de tu existencia y que no sea todo lo vivido en vano.

Cómo hermano mío que eres, siempre te recordaré como si fueras ese íntimo amigo que todo hombre desea, con quién podía llorar las penas y con quién podía celebrar las alegrías,  ya que con solo las mujeres no sé completa la vida del hombre, todo es así.

      Cuál es tu nombre. Clamo a los cuatro vientos en voz alta, llegando casi a chillar.

Mi nombre da igual, mi edad  suma muchos números y me resta años de vida, ¡qué más da si me han partido por la mitad!, ¡qué más da si ya no me siento tan completo!, qué más da.

Todo depende de con quien estés, puede ser  que esté casado porque  amo a mi mujer,  a mí compañera y amiga qué hace el viaje conmigo y que sin ella, la vida en este mundo no  sería lo mismo, no hay que sentir esta soledad tan extrema ya que sería insoportable.

Quién es capaz de tirar un pajarillo por el váter, después de haberte alegrado la existencia con su cantar, ¿eres capaz  de lanzarlo al vacío de una bolsa de basura, cuando ha sido tu compañero de juegos en tu infancia? Yo creo que se merece una pequeña caja de cartón y enterrarlo en un campo o en un bosque cercano guardando un minuto de silencio por él. Yo soy así y así lo he hecho cuando era niño, porque no hay mayor crueldad que no respetar la vida y la muerte de un ser vivo, ya sea un animal, ya sea un hombre o una mujer. Todos merecen un minuto de respeto y por eso voy caminando por senderos tortuosos, pues yo voy caminando por aquellos caminos que me llevarán a dejar una foto tuya dentro de esa pequeña caja de cartón, porque  es mi minuto,  honrarte por todos los años qué has compartido conmigo.

      ¿Mamá, dónde estás ya mamá, te has reunido con él?, espero que así sea, que lo esperabas y que lo has recibido con los brazos abiertos, yo sé que está a tu lado yo sé que no la has desamparado y que cómo hijo tuyo que es, lo amas y lo respetas, seguro estarás con el hasta que yo llegue también.

Vamos, ni que fuese un baile de sombras el intentar arrebatarlo de tu lado, seguro que no lo consentirás, de eso estoy convencido, de eso nadie me lo puede negar. Yo sé que es así,  por lo tanto me quedo tranquilo, ahora he llegado a mi destino,  ese destino no es otro que lo alto de la montaña, una montaña que él  adoraba. Recuerdo cuántas veces, en otoño después de una noche de tormenta, subía corriendo, ascendía a lo más alto y después bajaba la ladera y se tiraba  al suelo  para oler las hojas frescas caídas  de los árboles.

Me gustaría existiera una señal de radio que nos conectara con el otro lado, me gustaría poder compartir momentos diferentes en años distintos. Pero no por ello de diferente amor, yo sé lo que digo, yo sé a quién amo y eso no me hace cambiar de persona ni de personalidad.  Si esta carta te  llega significará  que hay algo que  nos une,  todo es caminar en el mismo sentido, todo es correr como si fuésemos niños. Los brazos abiertos en cruz mirando al cielo, no hay nada más bonito que la más  pura inocencia de aquellos años que pasaron y que lo miramos ya cómo el que rebobina una cinta de video. Todo ello es lanzarse a lo desconocido.

Estate tranquilo yo le acompañaré en su viaje a lo desconocido, enciende una vela de color azul intenso, cómo intensa ha sido su vida. Ahora empezará una nueva,  a mi lado con el permiso de tu madre. Él ha elegido y eso es de respeto, no sabes lo orgulloso que me hace a mí que siga mis pasos. Tu madre ha hablado, ¿quieres escucharla?, yo te doy permiso, porque  sin él no podría comunicarse contigo. ¿Quieres escucharla de verdad?,   pues ahí la dejo en su campo vibratorio, que haga cimbrear tus tímpanos llegando al corazón de tu alma.

      Hola querido hijo, no sufras por mí, te digo y que te llegue al alma querido hijo, vive la vida. Pero con la esperanza de lo que hay después, primero vive esta y disfruta, ya que ya te llegará el momento  de traspasar la cortina transparente.

Me quedo incrédulo, me quedo anonadado y un poco en estado de shock, pero reacciono y le respondo sin llegar a alzar la voz…

      ¿Cómo sé yo que eres tú de verdad y no eres nadie disfrazado de ti, cómo puedo confiar en tus palabras? Yo sé solamente que intuyo tu presencia, eso no es posible si yo soy un ser vivo y tú  un alma completa, dímelo si puedes, hazme una señal para que crea en ti.

El silencio se hace eterno, dentro de que la eternidad no se mide en tiempos, ya que la eternidad es infinita y por lo tanto no sabe de años.

      De estos ratos de ocio te acordarás, cuando eras más joven y todavía yo era presente, ahora seguro que te acuerdas, ahora seguro que con el recuerdo de mis besos y abrazos, recuperas esa confianza en ti que siempre te ha faltado y por eso estabas tan unido a tu hermano.

El viento se alza en guerra, se acercan nubes por el horizonte  y todo hace presagiar lo que va a acontecer. Sin hacerse esperar, enciendo una vela y la pongo encima el mueble, en lo más alto, a modo de altar porque ella se lo merece. Al lado pongo una foto suya,  cómo se fuese a hablarle en persona me sitúo, con la música de antaño y le hablo y le digo le contesto.

      Yo te quiero mamá. Siempre te he querido y siempre te querré, pero yo creo que es mejor que no me esperes, yo creo que es mejor que sigas tu camino en el bucle que nunca acaba. Yo  seguiré a aquel que quiera seguir mis pasos y yo los suyos.

Príncipe de la oscuridad llévame contigo cuando sea el momento, yo quiero mucho a mi madre  y también a mi hermano de sangre, pero yo no quiero ir hacia la luz porque es entrar en un bucle del que no se sale. Llévame contigo, llévame con mi hermano, yo desde aquí te honro, al igual que a ti madre y que quede todo escrito.

Tormentas en el amanecer es lo que hay a cierta hora de la mañana, nubes negras como tizones amenazan en la costa, el viento viene del mar, húmedo él con mis ojos que sollozan de la emoción. Me tiembla el pulso, el corazón me palpita y es que es todo nuevo para  mí. La lluvia no tarda en caer y el viento hace mover los árboles como si estos fuesen a romperse, el viento golpea los cristales de las ventanas y yo me siento aturdido.

¡Que me parta un rayo!, y un rayo me partió.  Me mezclé entre las nubes y me convertí en una de ellas, el Sol no pudo hacer nada. Yo era más fuerte que él, ya que lo tapaba y hacía la noche a media mañana. ¿Qué será de mí ahora, viajaré pobre muerto?, quién lo sabe, yo solo sé que no veo a nadie.  Todo es oscuridad en la noche ,en una noche perpetua  en el universo, ¿a qué constelación voy? Cuando siento como una energía extraña que me atrapa, me atrae que me atrae como si fuese una vibración  cósmica.

      Soy yo, Lucifer. Vengo a buscarte como te prometí, vengo por ti para darte el mejor regalo qué se le puede dar a una persona. Por tu buen hacer y tu buena voluntad  te regalo la eternidad. ¿Ves aquella luz al final?, es tu madre y tu hermano, ves con ellos y abrázalos, únete una sola luz y vuela alto.