Locura inversa
Sentado en uno de los bancos del andén número uno, con
maleta al lado me encuentro en la estación de Francia, en Barcelona. Miro mi
reloj de cuerda y es casi la hora de subir al tren, me espera un largo camino
de vuelta, una vuelta después de diez años dando tumbos por todas las ciudades
y estaciones, al final esta es la definitiva, la de regreso a mis orígenes y
lamentos de mis calamidades. Son casi las ocho de la tarde de un verano
caluroso, cuando subo y busco, billete en mano, mi asiento en segunda clase.
Me vienen a la cabeza, todas aquellas muchachas lindas que
han pasado por mi vida y que ninguna de ellas he sabido amarrar. Como una
canción de Carlos Gardel canto un tango para mi interior, no soy argentino, soy
de donde me siento bien y me respetan. Yo solo siento los lamentos de aquellas
que yo dejé sin miramiento y también siento las mujeres que me dejaron huella,
para acabar en una pequeña pelea o discusión, todo ello por culpa de mi tozudez
y de mi temperamento.
Camino de Sevilla
voy mirando por la ventana del tren, este va despacio, es 1975 y sigo con mis
canciones en mi mente, canto para mí asomado por la ventanilla y a través de
sus cristales veo primero la oscuridad de la noche, para luego convertirse en
el Sol de una nueva mañana. Veo pasar primero campo, para que al cabo de las
horas, solo ver olivos y más olivos. Estos, me dicen que estoy cerca de Jaén,
entre todo aquello que alberga el recorrido soy capaz de llegar a mi propio
olvido y casi me paso de parada y no me bajo en mi destino, todo esto me ocurre
por ser como soy, un alma sin casa ni casta, ¿o sí?
Viajante errante
es lo que soy, que voy de aquí para allá, intentando plantar raíces en algún
lugar, pero parezco predestinado a seguir volando como una hoja en otoño, hasta
que esta se deteriora y se autodestruye. En mi maleta llevo muchos recuerdos de
una niñez ya muy lejana, en cambio en mi mochila llevo las piedras del pasado,
esas mismas que quiero tirar de una vez
por todas en las aguas de mi querida Andalucía. Ya sea en Motril o en Punta
Umbría, ya sea en Marbella o en Torremolinos, en algún lugar tiraré las piedras
y me desharé del peso de los errores y de las lamentaciones. Siempre hay un
comienzo y un final, pero también hay un renacer como persona y eso, eso es lo
que me hace valer por mí mismo y me hace descubrir por dentro.
Estoy ya cerca de
un pueblo de Sevilla, cuál nombre prefiero no decir, cuando alguien o algo es lo que me
sobresalta, es una voz que me viene de frente, pero enfrente no hay nadie, solo
un asiento vacío.
–
Soy yo Juan, ¿no te acuerdas
de mí?, soy el que te domina, soy yo el que te aniquila, soy yo el que te
destroza. No tengo perdón y a lo mejor no tengo razón, pero adivino dentro de
mí mismo como puede ser la vida. Se echa
las manos a la cara y esta la pone entre las piernas, llegando incluso a
llorar.
Víctima y verdugo
me hago de mí, en mi soledad compartida, ahora no sé con quién hablo o quién me
habla, quién será, será.
–
Soy tu bestia, soy tu doble,
yo soy aquel que te habla entre susurros. Intenta luchar contigo mismo, ¿puedes conseguir deshacerte de
mí?, será imposible, ya que me pego a ti como una lapa. Domino todo tu interior y entre todo aquello que llamas tu entorno,
seré yo tu salvación y seré yo tu perdición, quién lo sabe, yo lo sé.
Faltan cuatro
paradas, después de un largo viaje nocturno viajo ya agotado de tantas horas.
No me lo puedo creer, no puedo escapar de mi realidad, esa misma que es tan
compleja, ya que me acompaña pero me atormenta.
–
Son los cimbreos de la música,
los que hacen llevarte a ti al borde de la locura, ¿pero, quieres ser más loco que
yo?, no lo sé.
Miro
enfrente y el asiento está vacío, lo
ocupo yo con mi mente y hago de él un buen presente. Un viajero desconocido con
el qué charlo entretenido, es de estos de los que me llevan a escribir este
relato, ya que son tantos los buenos y los malos ratos de los que hablamos, que
me llevo una grata sorpresa al saber que era simplemente yo mismo. Una parte
oculta de mi Ser, aquella que me gustaría hacer desaparecer, pero me doy cuenta
que hasta el más cuerdo, habla consigo mismo. Qué era mi propia sombra la que
me respondía, de dónde saber es uno si solamente ha vivido en cierto lugar de
esta España tan diversa. Para saber de dónde eres en realidad tienes que haber
viajado como yo, por ciertos lugares hermosos ellos, donde siempre serás identificado
no por tu lugar de nacimiento, sino por tus raíces y tus genes.
Me desvanezco, no me creo nada de lo que escucho o sí, ya no sé,
no soy yo el que habla, soy yo el que
escucha y escribe. ¿Cómo es posible que yo renazca cada mañana y muera cada
noche?, cuando dan las doce, la
madrugada me hace sentir extraño, extraño dentro de mi propio cuerpo, me elevo, él
viajó hacia el cosmos, allí dónde la negritud de la noche oscura me hace
sentir abrigado. Sí, abrigado aunque la oscuridad sea eterna y el frío es el que me lleva a no abandonar mi cuerpo.
Despierto de mi lapsus,
despierto de golpe al ver que el tren, ahora sí, se acerca a mi parada. Estoy
llegando al pueblo, a los recuerdos de mi niñez y de mi infancia, este que está
ubicado entre la montaña y la playa sin saber el qué. Solo sabe que en invierno
no se pasa frío, mientras que el verano es justiciero y hace pagar con sus
sudores, la vida en tan pequeño lugar.
–
Reza una oración si eres
sabio o ábrete camino por medio de los campos si no lo eres. Reza, ora, que
falta te va a hacer. Te lo digo de verdad, porque lo que te voy a contar te va
a dejar de piedra o de estatua de sal si miras para atrás. Yo soy lo que soy
por méritos propios. Mira para todos los
sitios, para la izquierda y para la derecha, no ve nada, solo se ve a él con la
maleta en el andén.
Me arrancaría los
ojos, si con ello consiguiera olvidar y no volver a recordar todo aquello que
sucedió hace tiempo, tanto tiempo que lo tengo me presente. ¿Cómo es posible
qué lo recuerde tan bien?, yo solamente no soy un espíritu, yo solamente soy un
alma que anda de vacío de la noche y que ahora mi escritor narra lo sucedido. Todo
ocurrió hace tanto tiempo que la vela ya no existe, aquella vela que un día mi
madre puso en mi recuerdo ha quedado consumida en el tiempo. ¿Cómo puedo
recordar inimaginables circunstancias qué otro a lo mejor no le da la menor
importancia?
–
No te atormentes hombre de
bien, que todo tiene su causa y su
justificación, todo barco que va la deriva llega al final a buen puerto.
Realmente eres hombre de bien, no vale
la pena que tanto te fustigues la mente, te lo digo yo que soy el que escribe.
Son las once de
la mañana o las once del mediodía cercano, da igual como queráis llamarlo, me
encuentro de pie en la parada del autobús, el mismo que me llevará a mi destino
final. Un destino que no me hubiera gustado tomar como viaje definitivo, ya que
vuelvo como un perdedor, derrotado y cansado a mis cuarenta años. Sin trabajo y
casi sin dinero. Me hubiera gustado haber seguido viajando por el país, de aquí
para allá, trabajando eso sí, pero también descubriendo diferentes maneras de
ver la vida.
Un portazo, un golpe en la
ventana es lo que ocurre, cuándo entra tal ente
que intenta dominar la situación. Intenta sin conseguirlo que yo deje de
escribir y de canalizar la energía de
aquel que me llena por dentro, siempre con respeto. Todo es así todo, que en un
pis-pas, me entran los nervios y no sé si dejar de hacer lo que estoy haciendo
o seguir para saber cómo acaba todo. Es todo un saber, locura inversa me
atolondra y me hace soltar el teclado y parar la máquina de escribir, sacando
de forma violenta la hoja de papel, para después romperla y quemarla.
Entra el Sol en
su lugar, en mi casa se hace la luz en la oscuridad, haciendo que las sombras
de aquellos que me visitan por doquier se alejen por un instante. Alegría es lo
que siento dentro de mi ser, todo es posible en aquello que llaman paranormal,
todo ocurre tan rápido que me veo envuelto en un haz de luz.
Lágrimas me producen
según qué melodías, ya que estas son
lentas y cansinas pero al mismo tiempo
me tocan la fibra y el pensamiento, todo ello me evoca en una tristeza jamás
pensada. ¿Qué puedo decir?, si no es mi empatía con aquel que me llenaba y que
en un paño de lágrimas me convierto. Todo ello, toda la situación es lo que
moja el asiento que ocupo y la ansiedad me lleva a decir, cuándo llegará aquel
que dentro albergo a mi Sevilla natal. Que no sea un turista más y llegue a
ser algo más en su pueblo de lo qué es
la Torre del Oro y el Guadalquivir.
–
¡Ay!, ¿señor qué será de mí
cuando ya no esté en este mundo?, dónde las reglas las construyen aquellos que no saben ni de
letras ni de números. Ahora digo yo,
mientras miro la Luna por la ventana, apoyando los codos en el marco de esta.
Luego, ¿yo porque tengo que andar a paso cansino dándome el sol de
cara? Será por lo que será, pero yo no
acabo aquí mi vida, todo es relativo y yo solamente sé que me he oxido y
envejezco. Es tarde ya, aquel que me acompañaba se ha marchado, quizás asustado
de la presencia del Ente. A mí ya no me asusta ni me asombra, solo a veces me
descoloca mi concentración en aquello que hago cuando comparto mi cuerpo. Todos
somos lo que somos, lo único que me quedo con ganas de saber, es el final del
hombre viajero, que fue de él y si siguió su camino hasta acabar su retorno.
Pero en fin a lo mejor, eso es otra historia y ya habrá tiempo de escribirla y
contarla.
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