sábado, 27 de marzo de 2021

 

Locura inversa

Sentado en uno de los bancos del andén número uno, con maleta al lado me encuentro en la estación de Francia, en Barcelona. Miro mi reloj de cuerda y es casi la hora de subir al tren, me espera un largo camino de vuelta, una vuelta después de diez años dando tumbos por todas las ciudades y estaciones, al final esta es la definitiva, la de regreso a mis orígenes y lamentos de mis calamidades. Son casi las ocho de la tarde de un verano caluroso, cuando subo y busco, billete en mano, mi asiento en segunda clase.

Me vienen a la cabeza, todas aquellas muchachas lindas que han pasado por mi vida y que ninguna de ellas he sabido amarrar. Como una canción de Carlos Gardel canto un tango para mi interior, no soy argentino, soy de donde me siento bien y me respetan. Yo solo siento los lamentos de aquellas que yo dejé sin miramiento y también siento las mujeres que me dejaron huella, para acabar en una pequeña pelea o discusión, todo ello por culpa de mi tozudez y de mi temperamento.

Camino de Sevilla voy mirando por la ventana del tren, este va despacio, es 1975 y sigo con mis canciones en mi mente, canto para mí asomado por la ventanilla y a través de sus cristales veo primero la oscuridad de la noche, para luego convertirse en el Sol de una nueva mañana. Veo pasar primero campo, para que al cabo de las horas, solo ver olivos y más olivos. Estos, me dicen que estoy cerca de Jaén, entre todo aquello que alberga el recorrido soy capaz de llegar a mi propio olvido y casi me paso de parada y no me bajo en mi destino, todo esto me ocurre por ser como soy, un alma sin casa ni casta, ¿o sí?

Viajante errante es lo que soy, que voy de aquí para allá, intentando plantar raíces en algún lugar, pero parezco predestinado a seguir volando como una hoja en otoño, hasta que esta se deteriora y se autodestruye. En mi maleta llevo muchos recuerdos de una niñez ya muy lejana, en cambio en mi mochila llevo las piedras del pasado, esas mismas  que quiero tirar de una vez por todas en las aguas de mi querida Andalucía. Ya sea en Motril o en Punta Umbría, ya sea en Marbella o en Torremolinos, en algún lugar tiraré las piedras y me desharé del peso de los errores y de las lamentaciones. Siempre hay un comienzo y un final, pero también hay un renacer como persona y eso, eso es lo que me hace valer por mí mismo y me hace descubrir por dentro.

Estoy ya cerca de un pueblo de Sevilla, cuál nombre prefiero no decir,  cuando alguien o algo es lo que me sobresalta, es una voz que me viene de frente, pero enfrente no hay nadie, solo un asiento vacío.

      Soy yo Juan, ¿no te acuerdas de mí?, soy el que te domina, soy yo el que te aniquila, soy yo el que te destroza. No tengo perdón y a lo mejor no tengo razón, pero adivino dentro de mí mismo como puede ser la vida. Se echa las manos a la cara y esta la pone entre las piernas, llegando incluso a llorar.

Víctima y verdugo me hago de mí, en mi soledad compartida, ahora no sé con quién hablo o quién me habla, quién será, será.

      Soy tu bestia, soy tu doble, yo soy aquel que te habla entre susurros. Intenta luchar  contigo mismo, ¿puedes conseguir deshacerte de mí?, será imposible, ya que me pego a ti como una lapa. Domino todo tu interior  y entre todo aquello que llamas tu entorno, seré yo tu salvación y seré yo tu perdición, quién lo sabe, yo lo sé.

Faltan cuatro paradas, después de un largo viaje nocturno viajo ya agotado de tantas horas. No me lo puedo creer, no puedo escapar de mi realidad, esa misma que es tan compleja, ya que me acompaña pero me atormenta.

      Son los cimbreos de la música, los que hacen llevarte a ti al borde de la locura, ¿pero, quieres ser más loco que yo?, no lo sé.

Miro enfrente  y el asiento está vacío, lo ocupo yo con mi mente y hago de él un buen presente. Un viajero desconocido con el qué charlo entretenido, es de estos de los que me llevan a escribir este relato, ya que son tantos los buenos y los malos ratos de los que hablamos, que me llevo una grata sorpresa al saber que era simplemente yo mismo. Una parte oculta de mi Ser, aquella que me gustaría hacer desaparecer, pero me doy cuenta que hasta el más cuerdo, habla consigo mismo. Qué era mi propia sombra la que me respondía, de dónde saber es uno si solamente ha vivido en cierto lugar de esta España tan diversa. Para saber de dónde eres en realidad tienes que haber viajado como yo, por ciertos lugares hermosos ellos, donde siempre serás identificado no por tu lugar de nacimiento, sino por tus raíces y tus genes.

Me desvanezco, no me creo nada de lo que escucho o sí, ya no sé, no soy yo el que habla,  soy yo el que escucha y escribe. ¿Cómo es posible que yo renazca cada mañana y muera cada noche?,  cuando dan las doce, la madrugada me hace sentir extraño, extraño dentro de mi propio cuerpo, me  elevo, él  viajó hacia el cosmos, allí dónde la negritud de la noche oscura me hace sentir abrigado. Sí, abrigado aunque la oscuridad sea eterna y el frío es  el que me lleva a no abandonar mi cuerpo.

Despierto de mi lapsus, despierto de golpe al ver que el tren, ahora sí, se acerca a mi parada. Estoy llegando al pueblo, a los recuerdos de mi niñez y de mi infancia, este que está ubicado entre la montaña y la playa sin saber el qué. Solo sabe que en invierno no se pasa frío, mientras que el verano es justiciero y hace pagar con sus sudores, la vida en tan pequeño lugar.

      Reza una oración si eres sabio o ábrete camino por medio de los campos si no lo eres. Reza, ora, que falta te va a hacer. Te lo digo de verdad, porque lo que te voy a contar te va a dejar de piedra o de estatua de sal si miras para atrás. Yo soy lo que soy por méritos propios. Mira para todos los sitios, para la izquierda y para la derecha, no ve nada, solo se ve a él con la maleta en el andén.

Me arrancaría los ojos, si con ello consiguiera olvidar y no volver a recordar todo aquello que sucedió hace tiempo, tanto tiempo que lo tengo me presente. ¿Cómo es posible qué lo recuerde tan bien?, yo solamente no soy un espíritu, yo solamente soy un alma que anda de vacío de la noche y que ahora mi escritor narra lo sucedido. Todo ocurrió hace tanto tiempo que la vela ya no existe, aquella vela que un día mi madre puso en mi recuerdo ha quedado consumida en el tiempo. ¿Cómo puedo recordar inimaginables circunstancias qué otro a lo mejor no le da la menor importancia?

      No te atormentes hombre de bien, que todo tiene su causa  y su justificación, todo barco que va la deriva llega al final a buen puerto. Realmente eres hombre de bien,  no vale la pena que tanto te fustigues la mente, te lo digo yo que soy el que escribe.

Son las once de la mañana o las once del mediodía cercano, da igual como queráis llamarlo, me encuentro de pie en la parada del autobús, el mismo que me llevará a mi destino final. Un destino que no me hubiera gustado tomar como viaje definitivo, ya que vuelvo como un perdedor, derrotado y cansado a mis cuarenta años. Sin trabajo y casi sin dinero. Me hubiera gustado haber seguido viajando por el país, de aquí para allá, trabajando eso sí, pero también descubriendo diferentes maneras de ver la vida.

Un portazo,  un golpe en la ventana es lo que ocurre, cuándo entra tal ente  que intenta dominar la situación. Intenta sin conseguirlo que yo deje de escribir y de canalizar la energía  de aquel que me llena por dentro, siempre con respeto. Todo es así todo, que en un pis-pas, me entran los nervios y no sé si dejar de hacer lo que estoy haciendo o seguir para saber cómo acaba todo. Es todo un saber, locura inversa me atolondra y me hace soltar el teclado y parar la máquina de escribir, sacando de forma violenta la hoja de papel, para después romperla y quemarla.

Entra el Sol en su lugar, en mi casa se hace la luz en la oscuridad, haciendo que las sombras de aquellos que me visitan por doquier se alejen por un instante. Alegría es lo que siento dentro de mi ser, todo es posible en aquello que llaman paranormal, todo ocurre tan rápido que me veo envuelto en un haz de luz.

Lágrimas me  producen  según qué melodías,  ya que estas son lentas y cansinas  pero al mismo tiempo me tocan la fibra y el pensamiento, todo ello me evoca en una tristeza jamás pensada. ¿Qué puedo decir?, si no es mi empatía con aquel que me llenaba y que en un paño de lágrimas me convierto. Todo ello, toda la situación es lo que moja el asiento que ocupo y la ansiedad me lleva a decir, cuándo llegará aquel que dentro albergo a mi Sevilla natal. Que no sea un turista más y llegue a ser  algo más en su pueblo de lo qué es la Torre del Oro y el Guadalquivir.

      ¡Ay!, ¿señor qué será de mí cuando ya no esté en este mundo?, dónde las reglas  las construyen aquellos que no saben ni de letras ni de números. Ahora digo yo, mientras miro la Luna por la ventana, apoyando los codos en el marco de esta.

Luego, ¿yo porque tengo que andar a paso cansino dándome el sol de cara?  Será por lo que será, pero yo no acabo aquí mi vida, todo es relativo y yo solamente sé que me he oxido y envejezco. Es tarde ya, aquel que me acompañaba se ha marchado, quizás asustado de la presencia del Ente. A mí ya no me asusta ni me asombra, solo a veces me descoloca mi concentración en aquello que hago cuando comparto mi cuerpo. Todos somos lo que somos, lo único que me quedo con ganas de saber, es el final del hombre viajero, que fue de él y si siguió su camino hasta acabar su retorno. Pero en fin a lo mejor, eso es otra historia y ya habrá tiempo de escribirla y contarla.

 

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