sábado, 25 de enero de 2020


                                                   Tormentas en el aire

Una vez vi, en vez de un fantasma, a una mujer que parecía ello. No llevaba sabana ni ropa blanca, ni flotaba en el aire, pero su paso era un caminar sombrío. Quise llamarla, quise hablar con ella, pero ni sabía su nombre ni me salía la voz, de entrecortada que la tenía, paso hace muchos, muchos años. Al final ella misma se acercó un rato y yo escuché como el viento movía las palabras. Me ponía los pelos de punta  al mismo tiempo que me entristecía y me llenaba de rabia. Porque si llega ser a mi lado en aquellos años, no sé cómo hubiera reaccionado.

Tormentoso 4 de julio de 1963.

El Sol dicen que sale cada mañana, pues la verdad que vengan y se sienten a mi lado aquellos que piensan así. Porque a cierta muchacha, joven y con toda una vida por delante,  se la ve rasgada por aquello que se cree o piensa en su mundo particular, que es el amor. Amor que no es, desamor tampoco, solo aquello que no tiene nombre es lo que le pasa y le ocurre. Todo es estar en ese momento, pero quién sabe lo que le deparará el destino si este lo coge con agallas y con una buena voluntad y actitud.

Quien podría imaginar, que quién le habla es el marido, aquel que juró ante Dios amarla y respetarla hasta que la muerte les separara. Qué imagen puede dar, aquella persona o individuo que aprisiona y se encela, absorbida en su propia imagen de posesión. Como si solo le perteneciera se comporta, como si fuese de su poder, absorbe de manera absoluta su poder, un poder que no deja de ser psicológico y que a nivel físico deja unas marcas visibles, para que todas aquellas personas que se crucen por su camino, sepan y al mismo tiempo sientan impotencia al no saber qué hacer. Esto pudiera haber pasado hace años, en otra época, pero también en la nuestra.
    
                                   -                Ven a mí, hueles a amor puro, vistes de color violeta y todo eso me embriaga y ardo en deseos de besarte. Como será ello, que piso por encima de las nubes, surco contigo de la mano el cielo raso de la noche. Dime que estrella quieres, dime que es lo que deseas y yo te lo conseguiré ¿Cómo es posible que no te des cuenta, de que soy tu media naranja?

Dicen que nunca el tiempo es perdido, ya que dentro de todo lo malo, se aprende para el futuro, aunque este sea incierto y oscuro, por no decir negro, por una mala sombra. Se siente poderoso en casa, en su castillo de 70 metros cuadrados, mira a través del cristal de la ventana y ve la imagen de su mujer reflejada en él. Le dice, le comenta y le aconseja, dentro de todo lo retorcido que se puede llegar a ser.
      
                    -      Puedo ser tu cielo o tu verdadero infierno, tú decides, pero tú eres parte de mí, me perteneces, Soy como un trozo de carbón, puedo llegar a calentarte en un cálido beso o puedo arder en darte golpes a diestro y siniestro. Tú decides.

Ella, tiritando no de frío sino de miedo, se acerca y por detrás le apoya la cabeza en su espalda, dejando que su cuerpo descanse por un momento y susurrando al oído, cree que lo convence.
       
                       -      Yo te quiero amor, eres mi dulce, eres mi caramelo de azúcar que me endulza la vida. No hace falta golpearse para quererse, solo dame un abrazo, solo rodéame con tus fuertes brazos y que tu mano llegue a arrancarme el corazón. Este te pertenece, sí no bombea  con tu calor, no funciona ni sin tus palabras y compañías de cama.

Al escuchar tales palabras, la aparta de su lado de manera brusca, para acercarse después rápidamente. Con los puños cerrados y los brazos en tensión, como si le fuese a partir con un rayo o este ya le estuviese electrificando, le habla en voz alta, tan alta que algunos vecinos empiezan a escuchar y temen otro día de golpes y lamentos.
   
                                  -          Todo lo que dices me tranquiliza, porque asegúrate, no te quiero verte hablar con otro hombre, ni siquiera que le sonrías. Me pondría nervioso y ello, haría que ese pequeño carbón ardiese como el mismísimo infierno. Asegúrate, además no tienes otra salida. Anda, camina hasta el final del pasillo, a dónde está la habitación grande. Camina y no mires para atrás, yo te sigo, vaya que te pierdas o cambies de opinión, tú solo serás deseada por mí y seré yo quién te posea.

Llena de maquillaje, tapando antiguos moratones, Ana se dirige sin más remedio que a su propia esclavitud sexual. Para Antonio solo es eso, un objeto de deseo, no es para él persona alguna. Solo un objeto, un cuerpo bonito al que hace caso omiso de los moratones. No es capaz de disculparse o marcharse, y ella no puede o no lo desea, porque tiene miedo a lo que hay afuera. Cree o presiente rechazo de la sociedad, por permitir tales actos a su cuerpo y mente. Antonio se desfoga, él se desahoga y girándole la cara con la palma de la mano, se levanta y se enciende un cigarrillo. Se siente hombre, se siente superior, no sabe o no acierta a saber cuál va a ser su destino y no sabe o no quiere traslucir el bien y el mal. Se puede llegar a ser un individuo despiadado en el que la humillación hacia la pareja, le hace sentir más alto y más grande.

Ella tiene miedo o ya no sabe lo que tiene, porque le ha arrebatado hasta el orgullo de ser mujer. No olvidará jamás su sumisión y no sabe cómo escapar de tal intruso, que como un ángel se presentó y como una mala sombra ha resultado ser.

Como un centinela, aguarda en el umbral de la puerta de su casa, ve pasar a dos conocidos y sin pensárselo dos veces, se junta con ellos y se dirige al bar que hay dos calles más abajo. Estos no le hacen mucho caso, ya que es conocida la historia por todo el barrio. Pero no hay salida, ya dentro del local se sienta y dentro de su mente retorcida hace que habla con alguien, mientras el alcohol entra por su gaznate.
-        
                    -       Tómate una cerveza y hazte un canuto, volemos y distraigamos de una manera diferente nuestras cabezas. Le habla, le dice a la botella que tiene delante en la barra de un bar de la zona.

Mueve los pies al ritmo de la música, las manos, las manos se las ve limpias, como el que no ha roto un plato en toda su vida. Mientras los nudillos de la mano derecha, los tiene amoratados, alguno le pregunta y el responde que es de darle a la pared. Que últimamente se siente muy nervioso, que no puede evitar el soltar la energía de tal forma.

Alguno más osado le pregunta por su mujer, Ana, que hace tiempo que no la ven. Al escuchar estas palabras, se le encienden los ojos de furia, y les pregunta si es que la desean si se sienten atraídos por ella. Se quedan sorprendidos, más de uno se mira al otro, pero no hacen mucho caso y saliendo a la calle hacen un corrillo y se fuman un canutillo.

          ¡Oye!, se escucha desde detrás de la barra del bar. Antonio te vas y no me has pagado las dos cervezas.

          Ya te las pagará mi mujer, que no llevo dinero. Le dice tan alegremente.

Pasada media hora de medianoche, se dirige ya dopado y colocado a casa, no dice hola, no saluda, solo abre, descorcha una botella de vino tinto y levanta de la cama a Ana de su sueño tranquilizador. No le gusta beber solo y la empuja, la obliga a beber con ella, hasta que esta se vacía, llenándose de odio y de rencor.

          ¡Mía, tú eres mía!, le dice mientras se le vuelve a ir la mano hacia la mejilla de ella.

Llorando, sollozando como una criatura pequeña se dirige a la habitación y cierra la puerta. Gritos, ahora vienen gritos y los vecinos alertados ya de varios hechos, llaman a la policía. Pero no hay mucho que hacer, el miedo le invade y no denuncia, solo prometen callar y no montar escandalo alguno.

Cierra la puerta ella, mientras pone la frente en esta. Intuye, solo prevé más golpes. No va mal encaminada, Antonio, fuera de sí, se quita el cinturón y se ensaña, haciéndole heridas, marcas, que como las de la cabeza, le quedarán en el recuerdo toda su atormentada vida. No siendo capaz de marchar, el teléfono solo es testigo muerto en un funeral esperado. Todo es como es, todo lo que transforma la cabeza, está unido en el entorno de la pareja. Ella no quiere marchar, tiene miedo y él, él se siente poderoso y valiente. Ella, de mientras solo llega a pensar en un momento de luz.

“Lamento mi vida, la que yo propiamente y en mi derecho he elegido yo. Lástima que a veces sea tan nervioso y tenso, pero es conocerlo, seguro que es una buena persona. Todos tenemos nuestro lado oscuro, no todo es luz y brillantina en el pelo.”

Son las nueve de la mañana y espera que abran el único supermercado de la zona para comprar, que no se le olvide la botella de vino, es lo primero que va a buscar. Corre, anda ligero, no quiere estar mucho rato fuera de casa. Solo el rato, el momento de la ausencia de su marido. No sabe de qué trabaja, pero al menos trae dinero a casa, siempre en efectivo, no sabe, no le ha visto nunca nómina alguna. No sabe si es honrado o de forma deshonesta como lo consigue. Cogido el líquido elemento, va a hacia la carne, pero no compra, solo mira el cristal, grandes trozos de carne lista para vender están ante sus ojos, pero ella solo se relame, solo puede como máximo ver y poner las manos en el cristal. Va a lo barato, arroz y macarrones, aún con suerte compra la carne picada y la cebolla, junto el tomate triturado. Va a la cola y mira el reloj, el corazón se le acelera, está a punto de llegar y la comida sin poner. Se muerde las uñas de los dedos, hasta que le toca el turno, pasa el género. La cajera la mira y  observa como disimula con maquillaje los golpes y moratones, pero no puede hacer nada. Ana embolsa deprisa y pagando, guarda el ticket. Todo debe estar anotado y controlado, corre, pero con cuidado con la botella. Es de vidrio y no se quiere llegar a imaginar, que pasaría si se rompiera. Todo ello, sin una sola sonrisa y sí, un mar de lamentos.

Va a abrir la puerta y él, ya está sentado en la mesa cigarrillo en mano. Ella, mira el cenicero. No una, sino tres colillas hay ya en él. Deduce que lleva rato esperando, temblando temerosa se dirige hacia la cocina, él va por detrás y pegándole un tirón del pelo le quita la bolsa de la compra. Se hace con el vino, ahora es Antonio al que le tiembla las manos de la ansiedad y sin darse cuenta se hace sangre con el sacacorchos.
      
                    -       La culpa es tuya, todo es por llegar tan tarde. ¿Qué has hecho tanto rato en la calle?, seguro que has hablado con alguien. Nadie se debe de enterar, ¿me entiendes? Le dice cogiéndola de la blusa. Como algún vecino vuelva a llamar a la policía, no sales de esta.

Maldito el día en que se le cruzó en su vida, maldito el día que le prometía la Luna y ella se lo creyó. Se sienta en un taburete de plástico, observa como abre la botella y bebe a morro de esta. Nerviosa, se dispone a hacer los macarrones. Mientras se siente acosada con la mirada penetrante de su marido, enciende el fuego. Él más tranquilo, después de media botella, con los nervios más calmados toma asiento alrededor de la mesa y enciende la radio y un cigarrillo.

Como el que se desvanece, se queda dormido en la silla, el cigarrillo encendido está en el suelo. Ella viene con los macarrones y una sonrisa, pero estos se les caen al suelo. Cree que le pasa algo, cree que algo sucede y lo intenta despertar, este, del mal genio la tira ahora a ella. Ana, lo mira y cogiendo las llaves, se marcha corriendo. “No puedo más, basta ya”, son sus últimas palabras. Antonio, todavía sobre los efectos adormecedores del alcohol, la agarra antes de que abra la puerta. Comienzan los gritos y más gritos, los vecinos no aguantan más y en un más que sincero apoyo, consiguen que abra la puerta.
       
                 -  ¿Qué carajo os importa a vosotros?, ¡malditos bastardos marchaos!
      
               -     Atrévete conmigo si puedes, venga te espero aquí, en la escalera.

No se atreve ahora a salir, un sudor frío le cala todo el cuerpo, intenta cerrar la puerta, pero la atrancan con un pie  y empujando la puerta, consigue que Ana salga.
    
                             -        No sufras más cariño. Le dice una de las vecinas, mientras la abraza y la acompaña a su piso.

Ana mira para atrás y se dice…
      
                        -  Si todavía le quiero, ¿qué será de mí ahora?

No tarda en llegar la policía, no denuncia, al revés. Todavía tiene la mala sangre de denunciarla por abandono del hogar. Es triste pero es así, pero ya Antonio no se atreve a salir, no se atreve enfrentarse ahora al mundo. No sabe que será de él, ni si podrá seguir con sus trapicheos de toda la vida. A ella, le queda un largo camino, no sé si es más largo el físico o el mental, pero con una buena actitud lo conseguirá, seguro, y lo que ahora son moratones, serán lecciones de la vida, una vida truncada por un mal destino, que ella no se imaginaba. No le faltará casa, los vecinos la ayudan y al final es él, el que se marcha.

Pero el daño mental ya está hecho, el daño físico se cura la mayoría de las veces, pero, ¿y el mental Es una historia larga, como tantas que son calladas por miedo y por temor. Ana, solo sabe que en aquellos tiempos, no tenía salida. Abandono del hogar, en eso queda todo, solo el amor y el respeto de los vecinos, hizo posible que todo no fuese peor y hubiera que lamentar y entonces sí callar.

No se sabe que fue de él, ella sobrevivió, pero no volvió a ser la misma. La misma de antes de conocerle y antes de su marcha, le parecía todo tan normal... Pero solo un largo peregrinar por la vida, le devolvió la sonrisa, pero no por ello volvió a juntarse ni menos casarse con ningún hombre.



domingo, 12 de enero de 2020


                                                    Zapatos de piel

Que se gana peleando, si cuando lo haces parece que estés dando golpes al aire como si fuese el viento. Que se gana peleando, cuando como si fuese un huracán te engulle y te empuja, y puede contigo. No hay nada que hacer, es tan grande su poder, es tal su gran energía que hace que me envuelva y me sienta flotando en el aire como un cuerpo inerte. Quieto, parado, inmóvil es como me siento y no por ello no dejo de intentar desplegar mis alas y volar. Soy un ángel, soy un demonio, ¿qué sino seré? Si tú no lo sabes, pues vamos bien, ya que yo realmente tampoco lo sé.
     
                                    -       Paranoico, ido, quizás al borde de la locura me encuentre, pero sé realmente quién soy. Tú no lo sabes quizás, pero yo soy un polvorín, una bomba explosiva de energía que está a punto de caer. No me digas que debo de hacer, tú no eres ya nadie, que ya lo sé.

Triste, pero emocionado me siento al mismo tiempo, será la melancolía o el hecho de haber volado a ras del suelo, sin saber que tenía fuerzas para hacerlo hacia las estrellas. Todavía tengo tiempo, no sé cuánto pero todavía no, no me he marchado de este mundo. Podría hacer un diario, pero eso sería muy personal y demasiado íntimo. Todas aquellas ovejas que siguen al pastor, como en un rebaño ciego y a punto de esquilar, son a veces las más ciegas y vulnerables.

Pienso todo esto, mientras paseo por la avenida, por una calle ancha dónde hay quioscos y demás tenderetes dónde venden de todo. Desde periódicos, revistas…  Hasta flores, para dejar tu casa igual de bonita que la del cuadro, ¿de qué cuadro? No lo sé, pero si quieres encontrar lo que sea, puedes venir que aquí lo conseguirás.

Odio el cielo adónde dicen que vamos todos, odio la Luz esa misma que me ciega y me niega la vista al mirar al Sol, yo no la quiero, todo el mundo va para allá. Yo quiero hacer algo diferente, que algo que sea único, pero para eso debo de esperar a envejecer, envejecer y al mismo tiempo aprender, que aprender no está de más. Todos somos únicos, pero dicen y solo comentan,  que todos, absolutamente todos somos prescindibles. Que se nos puede reemplazar y seguir la cadena, la cadena de la vida. Que como un reloj de arena se le da la vuelta y otra vida hace que siga cayendo la arena. Todo es así y quién no quiera verlo, es porque está ciego, ciego por amor a la vida y eso, eso tampoco es tan malo. Solo es seguir lo pactado y marcado por ella, si lo haces, todo te irá rodado y serás respetado.

Que no se alcen las espadas en alto y menos los cañones sean cargados, que no merece la pena. Todo es relativo, la vida en sí es relativa y se puede apagar de rápido, como el soplar a la llama de una vela. Es lastimoso, pero es así, se puede apagar dejando así a oscuras muchas vidas. Todas aquellas que te acompañan en el viaje y que eres tú, sin darte cuenta su verdadera luz y no, no aquella que se dicen en según qué libros.

Sigo andando, no hay nada especial, es domingo al mediodía, hora de comer ya mismo. Así que me dirijo sin destino ni mesa a la que acercarme, ya que vagabundeo y cualquier lugar es bueno. Solo falta el pan, para juntarlo con más pan y comer compartiendo mesa con las palomas, el manjar de aquel que es bueno en una sociedad marcada por saber el qué.

Una vez, solamente una vez estuve enamorado y casi tiro al traste mi vida siguiendo al redil. Solo una vez, lo juro, que me muera ahora mismo si no es así. Era guapa y aún lo sigue siendo, pero ya sigue otro camino, la misma cadena de muchos.

Sueño despierto, mientras que por caridad de un local, me como un bocadillo de chóped. Sentado me encuentro en un parque, no hace frío pero presiento que pronto empezará lo duro, lo más duro del año. Pero no pasa nada estoy acostumbrado, así que al acabar el manjar, escribo unas frases en un trozo de papel.

“Jardines de amapolas, cielo cubierto de nubes borrascosas, hacen llenar de ambiente húmedo todo el lugar. Todo sucede a su debido tiempo, en su época estacional. Otoño prometedor, primavera futura, pero en medio un invierno que augura momentos seguramente emocionantes. Todo va paso a paso, caminando en línea recta y no en zigzag, como si fuese una borrachera de momentos agridulces.

Perdido entre mis valores más fundamentales me encuentro y no quiero con ello romper con todo aquello que me rodea, que es el nada pero lo es todo para mí. Hacer que las nubes amenazadoras hagan caer con furia todo lo que llevan dentro, como un torrente de agua. Yo quiero creer en algo, si no, no tiene nada sentido. La vida en sí no tendría lugar, cuando en realidad nadie ama, nadie quiere de verdad o soy yo, el que no lo siente o no lo presiente. Nadie da nada a cambio de nada, en que sea un simple “gracias” nadie lo hace. Todo circula como en un circuito de carreras, imaginad, imaginad por un instante que cada uno de nosotros somos un coche de carreras, dando vueltas hasta que la muerte es la meta.”

No cae ni gota, todo es un simple viento bravucón que amenaza, pero no hace caer nada. Sonrío y miro para el cielo, se trasluce el Sol, se intuye el astro rey y yo sonrío, porque yo a quién amo es a la Luna. Esa que es burlona y se hace de su luz para poder hacerse ver.

Recuerda, recuerda como lo que soy y quién soy, no por lo que dicen algunos, yo soy como soy y eso, eso nadie lo puede cambiar, por mucho caminar no llegarán a conocerme de verdad, ya que nadie es transparente del todo.

A golpe de maza no aprende nadie, a golpes de látigo no se hace de respetar nadie, todo es como un torrente sin agua, que tiene ganas de llorar. Todo empieza desde muy pronto, todo empieza como una inocente nube que se forma en cielo azul de otoño. Nada cambia, solo la hora y esta no para de correr, corre, corre el tiempo hasta que envejecemos y nos sentimos extraños, extraños en nuestro propio cuerpo. No deseamos vernos en los espejos, no queremos ver las arrugas de la edad. Una edad que va pasando y que vienen empujando los más jóvenes de manera fuerte por detrás.

Así, así es como me quiero ver, digo al ver la forma de un avión en una nube. El Sol es cubierto por ella y yo me río y alzo los brazos y me toman por loco. ¡Loco!, por querer vivir. ¡Loco!, por querer ser diferente, pero es que hay ciertos detalles de la vida que no van conmigo y eso no tendría que ser fuera de lo normal o ser tratado de forma diferente. ¡Dame un beso!, le digo a la nube y esta me suelta un trueno, como cuando ruge un león suena, como una serpiente me muevo yo, de forma sigilosa, pero amable.

Todo se envuelve en una fantasía, todo se entorna en medio de un juego de rol. Quién seré yo, quién serás tú y quién será el que me lea. Todo depende, de narrador a narrado, de escritor a lector, todo es un devenir, porque la mente no deja de descubrir. Somos lo que somos, yo me canalizo y escribo. Tú te evades y te divierte el leer, cosa que me alegra y no me deja de hacer sentir la cercanía de aquellos que están tan lejos. Así que te escribo mi imaginación desbordante, como si fuese un tsunami y lo inundara todo de letras.

“No salgo corriendo, no tengo ninguna prisa, los domingos son para mí un día especial. Dejo de hacer zapatos y por un día a la semana, solo por un día me calzo unos de categoría y lo paseo por la ciudad. Despierta si quieres y si no sigue durmiendo, pero no hay mejor día ni mejor momento que los domingos de otoño. No se sufre de calor ni de frío, solo camino y me miro los zapatos. Son marrones, de piel buena, como no pueden ser de otra manera, algo debo de ganar, ya que los fabrico aquí en mi ciudad, en un polígono industrial de la zona. “

Me acuerdo cuando veía la televisión en blanco y negro, solo tenía una máquina de escribir de esas, de las teclas duras. Qué más da, antes tenía su momento, el poner el papel en blanco y escribir, dándole a la palanca, para que pasara de línea. Todo eso ha pasado a la historia y ahora las altas tecnologías están al alcance de todos. Yo a veces me pregunto para que he nacido, más parezco un estorbo y encima no veo la vida en color de rosa, más bien en blanco y negro, con suerte a veces sueño de conseguir algún día gris de otoño.

Pero como dirían algunos de mis protagonistas de las historias que escribo, no hay nada fácil y la vida no es como se lee, como no sea un diario y de esos ya hay muy pocos.

“Te sientes realmente feliz por estar forrado y llevar unos zapatos de clase alta, no te das cuenta que para calzarlos hay que valer. Tú no tienes destino alguno, tú no sabes lo que es el sudor, tú no sabes ya que eres de alta cuna, pero de baja estopa. Todo por no saber hacer, salarios bajos y muchas horas de algunos para que tú puedas caminar solo por la ciudad. Sin destino alguno, no sabes adónde ir ya que no tienes quién te espere.”

Me divierto y le contesto a mi más pura imaginación…

“No tientes a la suerte, cualquier día puedes venir a pedirme trabajo y es muy posible que te pise con dichos zapatos. No tientes a la suerte ni seas de aquellos que dicen que todo es para compartir, yo soy muy egoísta y lo quiero todo para mí, hasta la soledad.”

Despierto ahora en sí, porque es mi conciencia la que habla y escribe por mí.

“No vengas con tiempos que han quedado atrás, no me vengas con tu gran elocuencia, cuando realmente lo que hacen por ti, lo único que hacen es trabajar y tú amasar el dinero no la felicidad.”

Levanto el lápiz del papel y me doy cuenta, mi instinto me dice que soy realmente rico, os preguntaréis el porqué. Mi casa es el mundo, mis amigos son de verdad y todo aquello que cuenta es lo que llevo conmigo. Los zapatos, mis zapatos en verdad son de caridad, de bondad, esa es de la piel que están hechos. Mi fábrica, mi fábrica es una de sueños inalcanzables, como lo son el tocar las estrellas y los planetas.

Veo una gran muchedumbre, no en la tierra sino en el cielo, veo lo que veo, son pájaros que emigran a un lugar más cálido y soy feliz, diciendo, gritando, alzo la mano y les digo un hasta luego. Volverán, seguro que volverán, pero para ello deberán pasar seis meses, hasta que la primavera vuelva y las flores vuelvan a brotar, con los árboles haciendo sombra a aquellos que leen o me leen, diciendo si estoy en lo cierto o no. Todo es escribir con el corazón y saber decir un hasta luego y no un adiós rencoroso. Ello no lleva a ningún lado, solo al desespero, solo a que el cuerpo se oxide antes de tiempo.

Entonces pienso, entonces me viene a la mente mi situación y sintiendo un escalofrío, le ruego a las estrellas, le ruego a quién haga falta y en voz alta y casi de rodillas, desesperado y desquiciado, hablo.
       
                 -   Ayúdame si realmente eres mi amigo, ayúdame y dame cobijo y no seas tan rencoroso. Que soy de buenas costumbres, aquí donde me ves, no soy malo. Aunque lleve barba de dos semanas, no me llega el dinero para cuchillas ni para asearme. Dame cobijo, aunque sea por una noche, aunque sea un solo día y te estaré eternamente agradecido. Ahora, eso sí, no me pidas nada a cambio, ya que no tengo nada, nada más que mi amistad.

Qué sorpresa me llevo, al mirar la hoja de papel, leo un nombre y una dirección. Es de aquí cerca, no me lo pienso dos veces y levantándome del banco del parque, me dirijo ahora sí con destino. Pregunto, porque realmente me siento perdido, pregunto a una pareja de policías que al verme medio desvariado me invitan a llevarme en el coche. Qué ilusión, solo falta que me pongan las luces y la sirena, bueno eso quizás se los pido la próxima vez. Les pregunto y me dicen que estamos cerca, que no me desespere. Les escucho por la radio y según parece me estaban buscando hace ya algún tiempo.
    
                                   -       Tranquilo señor, ya llegamos. Me responde uno de ellos muy amablemente.

Me hago un sinfín de preguntas y un sinfín de conjeturas, pero no es hasta que pico a la puerta y me veo, sí a mí mismo en el umbral de la puerta. Me quedo petrificado, es igual que yo solo que sin barba, le pregunto casi sin voz.
       
                      -    Hola, ¿eres igual que yo, quién eres?

La persona en cuestión salta de alegría y llamando a su mujer, la hace venir, pero a ella no la conozco. Me invitan a entrar, me invitan a un café sentado en el salón. No sé qué decir, no sé qué nombrar. Veo en las paredes de la casa varios diplomas de escritura, hecho que me lleva a recordar vagamente alguna de mis aventuras. Me explica entonces que es mi hermano gemelo y que hace dos meses que andaba desaparecido.

Como una fiesta de cumpleaños se monta en un instante, vecinos, amigos que no recuerdo, me vienen y me saludan, dando gracias al destino por mi regreso. No se lo pueden creer, me hacían ya pasado a mejor vida. Entonces y solo entonces me dicen y me comentan algo que sí sé lo que es y que su nombre atemoriza al más pobre y al más rico, es el todopoderoso Alzheimer. Me quedo en blanco y sin saber más me siento en un sillón y me doy cuenta que no recuerdo ni mi propio nombre. Solo sé que tengo familia, pero cuanto tiempo lo sabré, solo los años lo saben.





martes, 7 de enero de 2020


                                                 Vuelo en aguas profundas

Saco el corcho de una botella de vino, descorcho la botella de la vida, no es un vino cualquiera, es de 1969. Fecha en la que nació alguien, por no decir que muchos, ya que el año fue muy explosivo en partos.

Celebro mi cumpleaños, sí, lo celebro. Un año más en este mundo, ¡eso es genial!, del cual no me siento muy orgulloso, no por mí solo, sino por todo aquello que me rodea, que no es nada, porque nadie me acompaña. Solo viajo, solo con mi triste compañía salgo por las noches, y en verdad que más da, solo salgo ya por una sola razón y esa no es por hacer sociedad. Si quisiese sería el más extrovertido y amable del mundo, pero no me da la gana, no quiero, solo deseo cazar, desfogarme y marcharme para casa con todo el trabajo hecho. No puedo vivir sin ello, lo necesito, me he vuelto dependiente de aquello qué me envuelve y ello me hará caer en la más mera esclavitud de aquello que más deseo.

Soy un barco a motor, no me gustan las velas, no me gustan algunos vientos, por ello reniego de todo aquel aire que me puede llevar a puertos no deseados. A motor, a motor, siendo yo mi propio timonel voy al puerto que quiero y deseo, no puedo pedir más. No hay tormentas ni mala mar, todo tranquilo y deseo que siga así, al menos por lo que resta de noche. Ya que el viaje no acaba nada más empezar, quién sabe adónde llegaré si voy sin mapa, ciego, amparado por mis instintos. Que sean todos malos o todos buenos, son los míos y con eso me vale.

No me siento satisfecho ni con la humanidad ni conmigo mismo en individual. ¡Qué más da!, a quién le importa, todo el mundo va a lo suyo y no piensa en nadie que le rodee. Me tumbo en un diván, uno de esos tantos que hay en este sucio mundo y copa en mano, divago y reflexiono, reflexiono y divago en voz alta.
       
                      -      Alfa, Tango, Romeo. ¿Alguien me escucha?

Intento comunicarme por una radio imaginaria con algún puerto extraño, me acerco la copa al oído, pero no obtengo respuesta.
       
                           -   Alfa, Tango, Romeo. ¿Alguien me escucha?

Vuelvo a intentarlo, pero es en vano. Todo el mundo, toda la humanidad va a lo suyo creyendo en que son portadores de la verdad absoluta y se equivocan. No, yo tampoco la sé, pero sé que no la sé. Recuerdos de un ayer me vienen a la memoria, cuando navegaba por otros mares o quizás eran grandes piscinas, en las que siempre andaba algún socorrista cerca. Ahora navego solo, ya era hora, a mi edad, ya me tocaba.

Quién soy yo, para perturbar la paz mundial, quién soy si no una simple alma con deseos de volar. Vuelo a ras de suelo y vuelo por encima de las nubes, no soy ningún avión ni ningún Ser superior. Todo es mi mente, la que me hace escribir y escribir, hacer relatos que me hacen tocar las estrellas o rasgar en lo más profundo del océano. Tú no te puedes imaginar lo que deseo, deseo algo que no es ningún secreto, solo canalizar la energía y explotar de alegría, al verme colmado en mis deseos.

Me muevo por aguas profundas, locales dónde las chicas llevan pajarita y me sirven de manera lasciva la copa. Me muevo, aunque sentado y dentro de mis entrañas, dentro de mí, mi alma se excita, haciendo que tal hecho me haga resultar relajante y a la vez hipnotizado por los movimientos de estas señoritas. En una barra vertical se mueven, hacen giros y giros, me atraen y me sugieren que les ponga algún billete en la liga. Soy tacaño, lo admito, pero aquí, en este momento de debilidad caigo y ahí van 20 euros.

Mi mente sigue viajando y todo sin moverme de mi diván, miro en un instante de lucidez la botella y sirviéndome una segunda copa, continuo por aquellos mares de aguas profundas, será mi deseo o no, pero estoy excitado, me siento perturbado como si fuera real y fuese la chica de la pajarita la que me sirviera a domicilio.

Conduzco rápido en mi imaginación, mi mente se acelera, excedo en la velocidad permitida, pero es que mi cuerpo a veces y solamente a veces, se me queda atrás y me veo caminando, me veo corriendo con un paso delante del mismo. Todo es un cataclismo, a lo mejor es solo un recorte de imagen, pero es así. Escribir, escribiré hasta que mi alma acabe por abandonar mi cuerpo, este dichoso cuerpo al que estoy atado y que me siento encarcelado a él. No hay nada que hacer, no hay nada que perder, solo el tiempo y ese, ese es muy valioso ya que tiene fecha de caducidad.

Todo no es oscuro, aunque me intriga todo aquello que con mis cinco sentidos no puedo retener ni detener. Qué será de ti, qué será de mí y qué será de aquel que perturbe la paz. Vuelo en aguas profundas, vuelo tocando las estrellas, qué más da, todo es un maldito plan o algo por el estilo que me lleva a creer en que estoy realmente vivo.

Me doy un paseo sensorial por una cierta avenida, todo son muchachas, alguna más joven que otra, pero eso no me quita mi deseo de desfogarme, ello me lleva a desear a una en concreto. Dicha mujer, me hace volar y tocar las estrellas, solo cuando me toca pagar me veo envuelto en aguas profundas.
     
                                   -   ¡Oye tú!, no seas un tiburón y quieras darme alcance, que soy como un rayo veloz. Soy capaz de dejarte electrificado, soy capaz porque así lo deseo. Escucho, como si fuese un aire qué…

Pero la paz y la calma han vuelto dentro de mí y pagando a la muchacha me largo.

Vuelvo a la realidad y ahora sí, conduzco ahora, sí conduzco un Citroen, no digo el modelo, lo dejo en secreto vaya que me pongan en caza y captura. Como después de resucitar me siento, no sé porque, pero es así. Será el desfogue o las cuatro copas que me he tomado. Todo el mundo tiene derecho, pero no deja de ser algo clandestino y eso, eso hace que mi corazón galope al trote. Pasando barreras vuelvo a casa, esquivando controles de tráfico consigo llegar a buen puerto. Solo el dormir me da la libertad que necesito, en ello consigo mi mayor placer, que no es otro que volar en sueños enloquecidos. Todo está por ver, pero si lo hago es por alguna razón.

No puedo dejar de pensar en la muchacha, como dos perfectos extraños nos sentimos, no hubo amor, solo sexo del bueno. Ella me susurraba, es su trabajo, finge muy bien o soy yo que soy un superhombre. No lo sé, nunca he tenido novia formal, pero en fin, todo es empezar. ¡No!, no es mi primera vez, pero espero que algún día sea la última. Soy joven, tengo 25 años y solo me falta la mujer de mis deseos. No por desfogue solo, sino por amor y deseo real de acariciar la piel, la piel de alguna que sea solo para mí. No me considero machista, pero me gusta que me sean fieles, a lo mismo  que un servidor.

Trabajo en una fábrica de muebles, de muebles de oficina, estoy todo el día dando en el clavo, menos cuando salgo de la gran nave que es dónde escribo estas frases. ¿Quién podría fabricar la mujer de sus sueños?, si existe algún plano o croquis, decídmelo y me haré con uno. No importa el dinero, todo se puede comprar con un puñado de euros, todo menos el amor, el respeto y el cariño. Eso que hace que cierta mujer, sea amante, amiga y confidente. Que sea la madre de mis hijos, que sea quién debe de ser.

Pero no paro de dar contra la misma piedra, una y otra vez cuando salgo de pesca, no solo no vuelvo sin nada si no que vuelvo con una buena borrachera. Bebo por matar el tiempo, no me va la música y el baile, pero hay que salir, aunque tropiece una y otra vez.

Será la rubia o la morena, no sé yo solo sé que tengo que tener cuidado de no tener ni provocar ningún accidente, ya que más de alguna “ese” he hecho a lo largo de mi corta vida.

¡Vah!, es viernes y no me voy a cortar un pelo, le entraré a toda muchacha que se precie y vea sola. Todos necesitamos de algún roce semanal, qué más da, voy con la música a tope, todo es rock&roll, todo son guitarras distorsionadas a ritmo con la batería. Cierro los cristales, soy egoísta, quiero toda la música para mí, ¡qué más da!, volveré solo, pero volveré con una sonrisa. Lo malo es a la hora de dormir, todo da vueltas, todo gira en sentido contrario al reloj que tengo en la mesita de noche. Mi madre, ajena a todo, duerme en la otra habitación.

Sueño y sueño, ahora sí, ahora veo las estrellas en el universo y con ello me veo fuera de mi cuerpo. Me desdoblo y veo algo increíble, no soy el único, hay muchos hombres de mi edad y más mayores que circulan por el mundo de la soltería.
       
                        -   Hola viejo amigo. Me contesta alguien.
     
                                             -    Hola, ¿te conozco? Le respondo.
    
                                             -   Todavía no, pero por el camino que llevas pronto me conocerás, y bien.

Me sorprende tanto su palabra, que me hace dudar de mí mismo, ¿qué seré o será?
       
                       -     Soy la misma muerte, soy tu verdadero yo en este plano. Vendrás conmigo por accidente o por enfermedad, quién lo sabe, es tu camino, es el que estás eligiendo.

No hago más que mirar alrededor y sigo viendo a los mismos hombres, ¿o es que me confunde la noche con la madrugada?

Entra el Sol de la mañana y un nuevo día aparece, los hombres y aquel que se decía ser la muerte, se han marchado. Mi madre ya hace rato que está levantada, el café ya está frío. Me caliento en el microondas uno bien largo, la cabeza me martillea, es la resaca del día anterior. Son solo unos segundos y me salgo al balcón y veo mi coche, “mi Citroen”. Me quedo atónito de como llegué a aparcar, así que colocándome los pantalones bajo para abajo. Ahora mi sorpresa es mayúscula, no por haberlo dejado en un vado, seguramente cansado de buscar y buscar aparcamiento, sino que veo ropa íntima de mujer detrás, en el asiento de detrás. Intento rebobinar, pero no recuerdo, no me viene a la memoria según qué hecho.

No le doy la mayor importancia, es más, me hace feliz llegar a pensar que entre copa y copa, hubo algo fuera de lo que mí no es común.

Una ducha de agua caliente despeja a cualquiera y si no al menos le relaja. El auto ya lo he aparcado bien, mi vida continua tranquilamente, es sábado, pero no creo que salga, tanto no puede ser. Paso las horas en el sofá, es día de relax, mi madre se cabrea y me echa a escobazos de manera literal. No quiere verme tumbado y me la bronca me cae, solo me falta ver volar la zapatilla, con lo bien que volaba yo ayer.
      
                                - ¡Cállate de una vez! Escucho detrás de mí, como si cerraran de un golpe la puerta del balcón de casa.

Por las mañanas soy la otra cara, la otra persona o la que soy en realidad. Cuando salgo por la noche me transformo, como un huracán soy o al menos eso me creo. No me va a perturbar ninguna voz ni ninguna advertencia, saldré como siempre, a la caza nocturna del mero placer. Soy joven, debo disfrutar ahora, que ya vendrán los largos inviernos del frío envejecimiento de lo que llamamos cuerpo. Pero mi mente, ¡ay!, mi mente siempre será joven de manera eterna.

¡Ay!, qué será de mí después del anochecer. ¡Ay!, de mí se apodera, mi propio Ser se embauca y llegando a creer en la mentira, la mentira que me ha llegado por cierto susurro. No sé por el viento del Norte o por las tranquilas aguas que cruzan en el Pacífico Sur. Todo son recuerdos, como si se desvanecieran en el atardecer sombrío, ya no hay sombra, no me veo reflejado y eso, eso me asusta ¿Quién vendrá por mi espalda sino es la suerte?, ¿quién vendrá detrás de mí que me absorbe?
       
                            - ¡Cállate, te aviso! Escucho, a la vez que una fuerte onda expansiva me frena y me deja parado en seco en medio del pasillo de la casa.
       
                                -  Yo no sé de nada y lo sé todo, yo no soy el mejor jinete ni el mejor nadador, pero aquí estoy, navegando por aguas profundas.

No me asusta el caerme, no me acongoja el poder ahogarme, solo cuando me vea en esa situación, me asustaré y tendré miedo de verdad. De mientras, canto a la Luna una canción de amor, aunque no sé por dónde empezar, ya que romántico no soy. Solo estoy acostumbrado a pagar por todo, de tal forma que no sé lo que es un verdadero roce, un beso de amor. Lloro, ahora lloro, sin saber el porqué, pero así es y me acerco al borde del casco del barco en el que navego, pero no me arrojo al mar, solo vomito toda la desidia y maldad que llevo dentro. Se hace una mancha oscura, que sobresale del agua, flotando como si fuese petróleo o aceite y eso me vuelve asustar y vuelvo a arrojar por la borda todo aquello negativo y tóxico que llevo dentro.

No hay final feliz, no hay final triste o lleno de dolor. Risas y más risas es lo que quiero escuchar, carcajadas al borde de la locura es adónde os quiero llevar. Seguir leyendo o mejor esperar, ya que el papel en blanco se va a quedar. Necesito descansar, necesito dormir y olvidar lo que fue de mí, ya que un nuevo día y un nuevo yo, está a punto de nacer cincuenta años después.




miércoles, 1 de enero de 2020


                                El tren del amor

Juan anda cabizbajo con las manos en los bolsillos, pasea entre la gente variopinta que circula por las calles de las ramblas de Barcelona, no se lo puede llegar a creer, aunque lo lleve con orgullo y dignidad, no lo puede evitar, al ver a las parejas pasear. Ya sean de un estilo o de un rol diferente, la mayoría de las parejas son un hombre y una mujer. Entre sollozo y sollozo, se mira las manos y no las ve diferentes, solo que las suyas a nada ni a nadie se las entrelaza y las une. Hombre solitario es Juan, pero más por lances del destino, que por dicha deseada, él no buscaba quedarse tan aislado sentimental y social. Solo sale los sábados por la noche y por desfogue, ya que ni bebe ni le divierte, ya empieza a estar más a gusto en casa, a su libre albedrío. Solo busca lo que busca y debe de hacerlo de forma un poco discreta debido a su profesión. Abogado es él, un hombre ya de 45 años, que sigue necesitando un poco de acción de cama, para poder seguir viviendo o al menos, sentirse vivo.
     
                              -       Caerás en el infierno, eso no está bien, piensa y recapacita y búscate una mujer. Todo es posible todavía, al mundo se viene a engendrar y a seguir la cadena. Escucha una voz que surge de la nada.

Todo es un misterio, de dónde viene tal susurro, ¿será del viento o será de su propia conciencia? La vida en sí es una ilusión, que menos vivir como uno cree que debe de vivir y que ello sea de orgullo propio y no de ser condenado a vivir una vida que no va con él. No se lo quiere ni imaginar, a su edad y con sus sentimientos a flor de piel, cometer tal hecho. Ni siquiera se lo plantea, pero el martilleo es incesante.
     
                                          -       Tú, por no seguir mis deseos, estarás condenado a una vida de soledad. La sociedad te va a hastiar y te va a comer, con la lengua de doble filo. No sigas a tu corazón, sigue los caminos rectos de la vida. Escucha otra vez el susurro incesante.

Cabreado y enojado, se detiene, se planta en medio de la calle y a grito pelado, suelta todo lo que lleva dentro.
    
                                        -             ¡Acaso no sigo un camino recto!, lo que no he tenido es suerte.

La gente que camina, lo miran asombrados e incrédulos, no saben de qué va y se apartan, mirándole como si fuese un bicho raro o la oveja negra de algún redil. Pero la vida es para vivir y no para hacer lo que hace la mayoría.
                                            -     
                                                     -     ¡Se acabó!, soplando fuerte echa de su vera tal voz. ¡Se terminó!, soplando fuerte, mira al cielo viendo los grandes edificios, respira hondo por la nariz y por la boca y se siente libre, libre de cualquier hastío y si le vienen, luchará como hasta ahora.

No desea otra cosa, solo se propone ser feliz y ello, ello quién sabe si lo consigue o no. Quién sigue un modelo a seguir, quién sigue aquello que le intentan inculcar desde pequeño, desde que naces, parece que uno estar condenado uno a seguir solo una línea. La línea correcta de la vida, el tránsito de todos los que no por propia voluntad, se ven abocados a la soledad compartida, en vez del amor mutuo. Todo es como una partida de cartas, las cuales están marcadas de antemano. No hace falta mirar al contrario a los ojos, solo por querer adivinar el color de sus cartas o por saber si van de farol.

Piensa y piensa, para sí mismo…

“A quién carajo le importa mi vida privada, con ella lo que quiero o deseo. Ya sea montar a caballo o en globo o quizás quién sabe. ¡Oye tú!, no te creas tan feliz, cuando la soledad te alberga en el interior. No seas un manojo de nervios, que yo intento controlar los míos. No seas ignorante y vive, sin pensar en nada más. Pelea si hace falta y hazte un lugar en la sociedad o que al menos, esta te deje tranquilo”.

De  piedra me deja, helado como un cucurucho que se derrama a la luz del Sol, no pensaba que fuera así, no sabía que todo dependía de la actitud y la paciencia. Ahora me doy cuenta de que voy caminando por una cuerda floja, no sé si me caigo donde caeré, a lo mejor al mismísimo infierno o solo dejaré de existir. Al mundo le dará igual mi existencia, a nadie le importa nadie, pero al menos dejaré plasmados mi corazón en mis textos.

Todo son cervezas y música, ¿o no? Quién sabe, no soy de lo más normal, soy pura pólvora o puro es una chispa de energía. Yo como narrador, sigo esperando en casa, como el que espera en una estación de tren, que pase el mío. Lo que no sé o no quiero pensar, es que estoy en una estación abandonada, en una vía muerta. Que yo, sin darme cuenta, deje pasar el tiempo, como si este careciese de valor. Yo ya no puedo más, yo no exijo mucho, simplemente un hombre, sí, un hombre bueno y honrado. ¡Qué más da!, lo demás me carece de tanto valor…

Vivo en la misma ciudad que Juan, dónde dicen que es más fácil todo, yo a esas personas que piensan así, les digo que se equivocan. Aquellos que dicen, que en la ciudad se encuentra la libertad, a esas personas les digo, que es cierto, pero también es fácil perderse o no encontrar nada. Se me agolpan las colillas de los cigarrillos en el cenicero, se me agolpan las ideas que dejo atrás en el tintero. Nadie a quien abrazar, ningún hombre al que susurrar y hacer cómplice de mi amor más verdadero. Intento sin éxito concentrarme en ver alguna de las películas que dan en la televisión, todo para no pensar que mi vida no tiene ningún tipo de sentido y ello me pueda llevar a la depresión más severa y completa. Todo por la falta de entendimiento aún en la sociedad, de aquella que se dice libre y fuera de tabús. Pero eso, eso no se lo cree nadie, todavía hay cosas que deben llevarse de una manera especial. Juan, además al ser su propio jefe, tiene que velar por su propia empresa y sabe, no hace falta mucho pensar en que si hubiese la más mínima sospecha, su profesión podría verse en la más absoluta ruina. ¡Ojo!, no es lo que pienso yo, es lo que piensan mucha parte de la sociedad, que ven a algunas personas faltos de valores y de saber estar.

Sueña, quizás de forma despierta, en que se puede vivir de recuerdos, recuerdos que nunca volverán y qué como una maza, le golpea en la cabeza una y otra vez. No quiere escuchar canciones melancólicas, no quiere ser de recuerdos que se esfumaron, como el humo de un cigarrillo. Todo parecía un juego, el juego de la vida. Sin saber qué hacer, pone rumbo a su casa, una casa demasiado grande para una sola persona. Tiene de todo, menos el poder compartir con esa persona amada. Esa que de verdad sepa amar y no busque solo compañía y le elija por ser algo que parece amor, cuando no es nada de eso.  A veces y solo a veces se pregunta, si en algún lance se han encontrado pero no era el momento.
     
                                  -         Narrador, ¿quién eres tú, para hacerme dudar de mí? Narrador, escribe o calla, ya que el que lo vive y lo sufre, soy yo. No hay otra persona, alrededor mío, que me haga dudar de mi forma de ser. Simplemente soy un buen hombre, al cual se creen con derecho de juzgar, no lo hagas entonces ni tú ni nadie, ya que todo depende del camino a elegir.
      
                          -   ¡Hola Juan!, yo no intento ni cambiarte ni hacerte dudar, pero no olvides que todo aquello que me dices o piensas, lo traslado a letras impresas. Tristes aires veo en el lejano amanecer de todo lo que es el destino, no eres feo, pero ya tienes edad para sentar la cabeza. A mí me da igual que sea con un hombre o una mujer, porque la soledad es buena un rato, pero a la larga es traicionera. 

                             -  Dependes de muchos factores de riesgo, como cualquier mortal, eso es cierto. Pero espabila y júntate con alguien o al menos haz el intento.
     
 -                                             -        ¡Narrador!, no tienes ni siquiera nombre. Tú sí que estás en el anonimato, te crees que por estar entre bastidores, ello te da inmunidad completa y eso no es así, ya que tú mismo estás soltero. Con que no me vengas con consejos, cuando estos debes aplicártelos ya.

Piensa, mientras camina y habla consigo mismo…

“¿Marica yo?, quién lo sabe. Conmigo no van ni los sellos ni las etiquetas, solo sé que soy un hombre un poco especial y eso, esto no debe preocuparme. Solo saber que soy capaz de amar, ya me vuelve alegre y estoy contento. ¡Qué más da!, la cuestión es amar y ser correspondido. Esto podría ser un diario, como el que escribe anotaciones de un viaje. Como se podría titular, a ver….  Quizás “El tren del amor”, quizás y soñar, soñar mucho y no ser nunca reprimido por nada ni por nadie. Quién sabe quién puede leer estas letras, yo escribo, y quizás el narrador me conceda el deseo de poder demostrar, que dentro de las orientaciones personales de cada uno, solo hay una cosa que es la une y es la capacidad de amar a alguien. Eso es lo que me diferencia, ya que no me absorbe ni la falta de sensibilidad ni las ganas de tener maldad. Eso, eso se los dejo a todos aquellos que no son capaces ni lo serán nunca de amar y sentirse queridos”.

Sigue pensando, sigue divagando, ahora mira para el cielo raso, son las siete de la noche. Es verano y todavía es de día, dándole una patada a una lata se enfurece, pero se relaja. Sabiendo él de leyes, ve que algunas no se cumplen, ya que aquellos que nos siguen por detrás en años, son adoctrinados y no concienciados. Qué será, será. A veces lanza ese suspiro, a su edad ve cada vez más cerca la soledad perpetua. No tiene familia, no tiene muchos amigos, y se siente a menudo acompañado, pero solo igualmente.

¡Ay!, quién lea todo esto y se sienta ofendido o molesto, a esa persona le pido disculpas, pero hay que ser libre, libre como el viento y agarrar el tren que te lleve a un buen destino. Ya puede ser de color marrón, blanco o como la bandera multicolor. Porque no nos separa ni las barreras ni las fronteras, nos sentimos del mundo y este mundo a veces se revuelve en contra de uno, todo por no amar según dicen, de manera correcta o mejor dicho, apropiada.

Me da igual lo que pienses, así que escribo y escribo…

“Yo narrador y escritor soy, yo soy quién soy y eso, eso le importa solo a mi propia conciencia. Debo y creo que debo decir, que nadie tiene que ser objetivo de ser juzgado por su forma de ser. Qué más da, a quién le interesa la vida de nadie, yo no me meto en la de ninguno, pues aquellos que son cercanos o lejanos que no lo hagan, pues ellos no pueden tirar la primera piedra. Nadie tiene ni puede tener el don de ser juez, solo aquellos que lo consiguen, es porque han estudiado las leyes y estas, son para cumplirlas. El respeto, gran palabra que cada vez parece carecer de menos valor, todo por no querer seguir la cadena. Se sienten en la capacidad de juzgar, sin saber de nada”.

Y sigo diciendo al foro…

“Todo aquel que es humano, tiene el derecho, por el simple hecho de haber nacido, de elegir. De abrir las puertas de su corazón y sentir el viento en su rostro, mientras es abrazado. Navegamos por mares tortuosos, en los que alguna ola de odio o venganza, puede llevarnos a ahogarnos en pena. Eso, eso no se debe permitir. Todo aquel que está en el mundo, debería ser libre, pero en todos los países no es así. Voy flotando en un mar de dudas, porque si te conociera Juan, seguro que me enamoraría de ti y no te dejaría escapar. ¡Qué más da!, lo importante es encontrar a aquella persona con la que ser amigo, cómplice y amante”.

Dicen y solo murmuran, que por la noche todos los gatos son pardos, ¿será cierto o será una leyenda urbana? Cada vez tiene menos ganas de salir de noche, la nocturnidad te deja huella y ello le llevará tiempo borrarla. ¿Qué es aquello que intentamos ser, qué es todo lo que se nos ocurre?, si no es gritar un cántico a la libertad.

Piensa en si se hubiese casado o juntado de más joven, todo ahora sería diferente. Qué más da, si hubiera sido hombre o mujer, ahora estaría más tranquilo y el nerviosismo que aboca a la soledad, no le haría creer que los cuadros y las fotos de la pared, siguen siendo personas vivas o al menos cercanas. No pasa nada, pero al abrir un cajón del comedor, tiene todo de recuerdos. No se lo piensa dos veces y haciendo un fuego afuera en la terraza, quema todo rastro de juventud y de alegría. Todo ello sin faltar las lágrimas de los ojos sollozos, tanto, que debe limpiarse y secarse con las manos. Es de noche ya, son las diez y aunque es sábado, elige ver una película y acostarse así temprano.

Pasa no una hora ni dos, pasan tres, cuando ya rendido por el sueño, decide acostarse. Todo son o bien malos sueños o simplemente pesadillas. No todo son luces de colores a bordo del tren del amor.Todo lo que piensa, todo lo que hace es intentar ocultarse y no pensar más en ello. Intentar llevar una vida de lo más normal, sin que nadie lo sepa, al menos hasta que su cuerpo perezca de anciano y ya no tenga otra escapatoria que seguir el camino que desee, libre de ataduras.

Todo parece triste y melancólico, todo parece desvanecerse en la niebla del ayer. Pero nada más lejos de la realidad, todo se une como si fuesen imanes, amor y solo amor es aquello que permanece perpetuo en el tiempo. Ya sea por deseo o querer, envuelto en sabanas de algodón se ve. Consigue lo imposible, acariciar el torso de alguien, se entrelazan las manos y con ello llega el éxtasis, como sin poder evitarlo. No sabe nada más que su nombre, pero con eso ya le vale, tampoco Juan le ha contado mucho más. Pasan las horas, pero no los días, solo desea que este momento, este instante se pare en el tiempo. Dejando atrás todo rastro de tristeza y temor, ¡temor!, ¿a qué? A sí mismo y no saber salir con valentía, pero al mismo tiempo sabe que tampoco hay que ser de tanto arrojo, porque no depende de él solo. La luz de la nueva mañana de domingo empieza a entrar entre las rendijas de la persiana de la habitación. Todo parece cambiar y ahora esboza una buena sonrisa, cosa que al ayer y a la voz susurrada que le martilleaba, se aleja. Todo permanece si eres integro, todo continua su paseo por el tren del amor si uno lo desea de corazón.

Se despierta, es por la mañana ya, las ocho es la hora que marca el reloj de la mesita de noche. Cuál es la sorpresa y con un suspiro, me ve a su lado. Le agarro de la mano y le aseguro, que escribiré sobre todo esto. ¿De cómo he acabado en su cama, durmiendo con él?, lo dejo en la más mera discreción. Espero que algún día sea este querer de lo más normal.