El tren del amor
Juan anda cabizbajo con las manos
en los bolsillos, pasea entre la gente variopinta que circula por las calles de
las ramblas de Barcelona, no se lo puede llegar a creer, aunque lo lleve con
orgullo y dignidad, no lo puede evitar, al ver a las parejas pasear. Ya sean de
un estilo o de un rol diferente, la mayoría de las parejas son un hombre y una
mujer. Entre sollozo y sollozo, se mira las manos y no las ve diferentes, solo
que las suyas a nada ni a nadie se las entrelaza y las une. Hombre solitario es
Juan, pero más por lances del destino, que por dicha deseada, él no buscaba
quedarse tan aislado sentimental y social. Solo sale los sábados por la
noche y por desfogue, ya que ni bebe ni le divierte, ya empieza a estar más a
gusto en casa, a su libre albedrío. Solo busca lo que busca y debe de hacerlo
de forma un poco discreta debido a su profesión. Abogado es él, un hombre ya de
45 años, que sigue necesitando un poco de acción de cama, para poder seguir
viviendo o al menos, sentirse vivo.
–
- Caerás en el infierno, eso no está bien, piensa
y recapacita y búscate una mujer. Todo es posible todavía, al mundo se viene a
engendrar y a seguir la cadena. Escucha
una voz que surge de la nada.
Todo es un misterio, de dónde
viene tal susurro, ¿será del viento o será de su propia conciencia? La vida en
sí es una ilusión, que menos vivir como uno cree que debe de vivir y que
ello sea de orgullo propio y no de ser condenado a vivir una vida que no va con
él. No se lo quiere ni imaginar, a su edad y con sus sentimientos a flor de
piel, cometer tal hecho. Ni siquiera se lo plantea, pero el martilleo es
incesante.
–
- Tú, por no seguir mis deseos, estarás condenado
a una vida de soledad. La sociedad te va a hastiar y te va a comer, con la
lengua de doble filo. No sigas a tu corazón, sigue los caminos rectos de la
vida. Escucha otra vez el susurro
incesante.
Cabreado y enojado, se detiene,
se planta en medio de la calle y a grito pelado, suelta todo lo que lleva
dentro.
–
- ¡Acaso no sigo un camino recto!, lo que no he
tenido es suerte.
La gente que camina, lo miran
asombrados e incrédulos, no saben de qué va y se apartan, mirándole como si
fuese un bicho raro o la oveja negra de algún redil. Pero la vida es para
vivir y no para hacer lo que hace la mayoría.
– -
- ¡Se acabó!, soplando
fuerte echa de su vera tal voz. ¡Se terminó!, soplando fuerte, mira al cielo viendo los grandes edificios, respira
hondo por la nariz y por la boca y se siente libre, libre de cualquier hastío y
si le vienen, luchará como hasta ahora.
No desea otra cosa, solo se
propone ser feliz y ello, ello quién sabe si lo consigue o no. Quién sigue un
modelo a seguir, quién sigue aquello que le intentan inculcar desde pequeño,
desde que naces, parece que uno estar condenado uno a seguir solo una línea. La
línea correcta de la vida, el tránsito de todos los que no por propia voluntad,
se ven abocados a la soledad compartida, en vez del amor mutuo. Todo es como
una partida de cartas, las cuales están marcadas de antemano. No hace falta
mirar al contrario a los ojos, solo por querer adivinar el color de sus cartas
o por saber si van de farol.
Piensa y piensa, para sí mismo…
“A quién carajo le importa mi
vida privada, con ella lo que quiero o deseo. Ya sea montar a caballo o en
globo o quizás quién sabe. ¡Oye tú!, no te creas tan feliz, cuando la soledad
te alberga en el interior. No seas un manojo de nervios, que yo intento
controlar los míos. No seas ignorante y vive, sin pensar en nada más. Pelea si
hace falta y hazte un lugar en la sociedad o que al menos, esta te deje
tranquilo”.
De piedra me deja, helado como un cucurucho que
se derrama a la luz del Sol, no pensaba que fuera así, no sabía que todo
dependía de la actitud y la paciencia. Ahora me doy cuenta de que voy caminando
por una cuerda floja, no sé si me caigo donde caeré, a lo mejor al mismísimo
infierno o solo dejaré de existir. Al mundo le dará igual mi existencia, a nadie
le importa nadie, pero al menos dejaré plasmados mi corazón en mis textos.
Todo son cervezas y música, ¿o
no? Quién sabe, no soy de lo más normal, soy pura pólvora o puro es una chispa de
energía. Yo como narrador, sigo esperando en casa, como el que espera en una
estación de tren, que pase el mío. Lo que no sé o no quiero pensar, es que
estoy en una estación abandonada, en una vía muerta. Que yo, sin darme cuenta,
deje pasar el tiempo, como si este careciese de valor. Yo ya no puedo más, yo
no exijo mucho, simplemente un hombre, sí, un hombre bueno y honrado. ¡Qué más
da!, lo demás me carece de tanto valor…
Vivo en la misma ciudad que Juan,
dónde dicen que es más fácil todo, yo a esas personas que piensan así, les digo
que se equivocan. Aquellos que dicen, que en la ciudad se encuentra la
libertad, a esas personas les digo, que es cierto, pero también es fácil perderse o no encontrar nada. Se me agolpan las colillas de los cigarrillos en el
cenicero, se me agolpan las ideas que dejo atrás en el tintero. Nadie a quien
abrazar, ningún hombre al que susurrar y hacer cómplice de mi amor más
verdadero. Intento sin éxito concentrarme en ver alguna de las películas que
dan en la televisión, todo para no pensar que mi vida no tiene ningún tipo de
sentido y ello me pueda llevar a la depresión más severa y completa. Todo por
la falta de entendimiento aún en la sociedad, de aquella que se dice libre y
fuera de tabús. Pero eso, eso no se lo cree nadie, todavía hay cosas que deben
llevarse de una manera especial. Juan, además al ser su propio jefe, tiene que
velar por su propia empresa y sabe, no hace falta mucho pensar en que si
hubiese la más mínima sospecha, su profesión podría verse en la más absoluta
ruina. ¡Ojo!, no es lo que pienso yo, es lo que piensan mucha parte de la
sociedad, que ven a algunas personas faltos de valores y de saber estar.
Sueña, quizás de forma despierta,
en que se puede vivir de recuerdos, recuerdos que nunca volverán y qué como una
maza, le golpea en la cabeza una y otra vez. No quiere escuchar canciones
melancólicas, no quiere ser de recuerdos que se esfumaron, como el humo de un
cigarrillo. Todo parecía un juego, el juego de la vida. Sin saber qué hacer,
pone rumbo a su casa, una casa demasiado grande para una sola persona. Tiene de
todo, menos el poder compartir con esa persona amada. Esa que de verdad sepa
amar y no busque solo compañía y le elija por ser algo que parece amor, cuando
no es nada de eso. A veces y solo a
veces se pregunta, si en algún lance se han encontrado pero no era el momento.
–
- Narrador, ¿quién eres tú, para hacerme dudar de
mí? Narrador, escribe o calla, ya que el que lo vive y lo sufre, soy yo. No hay
otra persona, alrededor mío, que me haga dudar de mi forma de ser. Simplemente
soy un buen hombre, al cual se creen con derecho de juzgar, no lo hagas
entonces ni tú ni nadie, ya que todo depende del camino a elegir.
–
- ¡Hola Juan!, yo no intento ni cambiarte ni
hacerte dudar, pero no olvides que todo aquello que me dices o piensas, lo
traslado a letras impresas. Tristes aires veo en el lejano amanecer de todo lo
que es el destino, no eres feo, pero ya tienes edad para sentar la cabeza. A mí
me da igual que sea con un hombre o una mujer, porque la soledad es buena un
rato, pero a la larga es traicionera.
- Dependes de muchos factores de riesgo,
como cualquier mortal, eso es cierto. Pero espabila y júntate con alguien o al
menos haz el intento.
–
- - ¡Narrador!, no tienes ni siquiera nombre. Tú sí
que estás en el anonimato, te crees que por estar entre bastidores, ello te da
inmunidad completa y eso no es así, ya que tú mismo estás soltero. Con que no
me vengas con consejos, cuando estos debes aplicártelos ya.
Piensa, mientras camina y habla
consigo mismo…
“¿Marica yo?, quién lo sabe.
Conmigo no van ni los sellos ni las etiquetas, solo sé que soy un hombre un
poco especial y eso, esto no debe preocuparme. Solo saber que soy capaz de
amar, ya me vuelve alegre y estoy contento. ¡Qué más da!, la cuestión es amar y
ser correspondido. Esto podría ser un diario, como el que escribe anotaciones
de un viaje. Como se podría titular, a ver….
Quizás “El tren del amor”, quizás y soñar, soñar mucho y no ser nunca
reprimido por nada ni por nadie. Quién sabe quién puede leer estas letras, yo
escribo, y quizás el narrador me conceda el deseo de poder demostrar, que
dentro de las orientaciones personales de cada uno, solo hay una cosa que es la
une y es la capacidad de amar a alguien. Eso es lo que me diferencia, ya que no
me absorbe ni la falta de sensibilidad ni las ganas de tener maldad. Eso, eso
se los dejo a todos aquellos que no son capaces ni lo serán nunca de amar y
sentirse queridos”.
Sigue pensando, sigue divagando,
ahora mira para el cielo raso, son las siete de la noche. Es verano y todavía
es de día, dándole una patada a una lata se enfurece, pero se relaja. Sabiendo
él de leyes, ve que algunas no se cumplen, ya que aquellos que nos siguen por
detrás en años, son adoctrinados y no concienciados. Qué será, será. A veces
lanza ese suspiro, a su edad ve cada vez más cerca la soledad perpetua. No
tiene familia, no tiene muchos amigos, y se siente a menudo acompañado, pero
solo igualmente.
¡Ay!, quién lea todo esto y se
sienta ofendido o molesto, a esa persona le pido disculpas, pero hay que ser
libre, libre como el viento y agarrar el tren que te lleve a un buen destino.
Ya puede ser de color marrón, blanco o como la bandera multicolor. Porque no
nos separa ni las barreras ni las fronteras, nos sentimos del mundo y este
mundo a veces se revuelve en contra de uno, todo por no amar según dicen, de
manera correcta o mejor dicho, apropiada.
Me da igual lo que pienses, así
que escribo y escribo…
“Yo narrador y escritor soy, yo
soy quién soy y eso, eso le importa solo a mi propia conciencia. Debo y creo
que debo decir, que nadie tiene que ser objetivo de ser juzgado por su forma de
ser. Qué más da, a quién le interesa la vida de nadie, yo no me meto en la de
ninguno, pues aquellos que son cercanos o lejanos que no lo hagan, pues ellos
no pueden tirar la primera piedra. Nadie tiene ni puede tener el don de ser
juez, solo aquellos que lo consiguen, es porque han estudiado las leyes y
estas, son para cumplirlas. El respeto, gran palabra que cada vez parece
carecer de menos valor, todo por no querer seguir la cadena. Se sienten en la
capacidad de juzgar, sin saber de nada”.
Y sigo diciendo al foro…
“Todo aquel que es humano, tiene
el derecho, por el simple hecho de haber nacido, de elegir. De abrir las
puertas de su corazón y sentir el viento en su rostro, mientras es abrazado.
Navegamos por mares tortuosos, en los que alguna ola de odio o venganza, puede
llevarnos a ahogarnos en pena. Eso, eso no se debe permitir. Todo aquel que
está en el mundo, debería ser libre, pero en todos los países no es así. Voy
flotando en un mar de dudas, porque si te conociera Juan, seguro que me
enamoraría de ti y no te dejaría escapar. ¡Qué más da!, lo importante es encontrar
a aquella persona con la que ser amigo, cómplice y amante”.
Dicen y solo murmuran, que por la
noche todos los gatos son pardos, ¿será cierto o será una leyenda urbana? Cada
vez tiene menos ganas de salir de noche, la nocturnidad te deja huella y ello
le llevará tiempo borrarla. ¿Qué es aquello que intentamos ser, qué es todo lo
que se nos ocurre?, si no es gritar un cántico a la libertad.
Piensa en si se hubiese casado o
juntado de más joven, todo ahora sería diferente. Qué más da, si hubiera sido
hombre o mujer, ahora estaría más tranquilo y el nerviosismo que aboca a la
soledad, no le haría creer que los cuadros y las fotos de la pared, siguen
siendo personas vivas o al menos cercanas. No pasa nada, pero al abrir un cajón
del comedor, tiene todo de recuerdos. No se lo piensa dos veces y haciendo un
fuego afuera en la terraza, quema todo rastro de juventud y de alegría. Todo
ello sin faltar las lágrimas de los ojos sollozos, tanto, que debe limpiarse y
secarse con las manos. Es de noche ya, son las diez y aunque es sábado, elige
ver una película y acostarse así temprano.
Pasa no una hora ni dos, pasan
tres, cuando ya rendido por el sueño, decide acostarse. Todo son o bien malos
sueños o simplemente pesadillas. No todo son luces de colores a bordo del tren
del amor.Todo lo que piensa, todo lo que hace es intentar ocultarse y no pensar
más en ello. Intentar llevar una vida de lo más normal, sin que nadie lo sepa,
al menos hasta que su cuerpo perezca de anciano y ya no tenga otra escapatoria
que seguir el camino que desee, libre de ataduras.
Todo parece triste y melancólico,
todo parece desvanecerse en la niebla del ayer. Pero nada más lejos de la
realidad, todo se une como si fuesen imanes, amor y solo amor es aquello que
permanece perpetuo en el tiempo. Ya sea por deseo o querer, envuelto en sabanas
de algodón se ve. Consigue lo imposible, acariciar el torso de alguien, se
entrelazan las manos y con ello llega el éxtasis, como sin poder evitarlo. No
sabe nada más que su nombre, pero con eso ya le vale, tampoco Juan le ha
contado mucho más. Pasan las horas, pero no los días, solo desea que este
momento, este instante se pare en el tiempo. Dejando atrás todo rastro de
tristeza y temor, ¡temor!, ¿a qué? A sí mismo y no saber salir con valentía,
pero al mismo tiempo sabe que tampoco hay que ser de tanto arrojo, porque no
depende de él solo. La luz de la nueva mañana de domingo empieza a entrar entre
las rendijas de la persiana de la habitación. Todo parece cambiar y ahora
esboza una buena sonrisa, cosa que al ayer y a la voz susurrada que le
martilleaba, se aleja. Todo permanece si eres integro, todo continua su paseo
por el tren del amor si uno lo desea de corazón.
Se despierta, es por la mañana
ya, las ocho es la hora que marca el reloj de la mesita de noche. Cuál es la
sorpresa y con un suspiro, me ve a su lado. Le agarro de la mano y le aseguro,
que escribiré sobre todo esto. ¿De cómo he acabado en su cama, durmiendo con él?,
lo dejo en la más mera discreción. Espero que algún día sea este querer de lo
más normal.
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