miércoles, 1 de enero de 2020


                                El tren del amor

Juan anda cabizbajo con las manos en los bolsillos, pasea entre la gente variopinta que circula por las calles de las ramblas de Barcelona, no se lo puede llegar a creer, aunque lo lleve con orgullo y dignidad, no lo puede evitar, al ver a las parejas pasear. Ya sean de un estilo o de un rol diferente, la mayoría de las parejas son un hombre y una mujer. Entre sollozo y sollozo, se mira las manos y no las ve diferentes, solo que las suyas a nada ni a nadie se las entrelaza y las une. Hombre solitario es Juan, pero más por lances del destino, que por dicha deseada, él no buscaba quedarse tan aislado sentimental y social. Solo sale los sábados por la noche y por desfogue, ya que ni bebe ni le divierte, ya empieza a estar más a gusto en casa, a su libre albedrío. Solo busca lo que busca y debe de hacerlo de forma un poco discreta debido a su profesión. Abogado es él, un hombre ya de 45 años, que sigue necesitando un poco de acción de cama, para poder seguir viviendo o al menos, sentirse vivo.
     
                              -       Caerás en el infierno, eso no está bien, piensa y recapacita y búscate una mujer. Todo es posible todavía, al mundo se viene a engendrar y a seguir la cadena. Escucha una voz que surge de la nada.

Todo es un misterio, de dónde viene tal susurro, ¿será del viento o será de su propia conciencia? La vida en sí es una ilusión, que menos vivir como uno cree que debe de vivir y que ello sea de orgullo propio y no de ser condenado a vivir una vida que no va con él. No se lo quiere ni imaginar, a su edad y con sus sentimientos a flor de piel, cometer tal hecho. Ni siquiera se lo plantea, pero el martilleo es incesante.
     
                                          -       Tú, por no seguir mis deseos, estarás condenado a una vida de soledad. La sociedad te va a hastiar y te va a comer, con la lengua de doble filo. No sigas a tu corazón, sigue los caminos rectos de la vida. Escucha otra vez el susurro incesante.

Cabreado y enojado, se detiene, se planta en medio de la calle y a grito pelado, suelta todo lo que lleva dentro.
    
                                        -             ¡Acaso no sigo un camino recto!, lo que no he tenido es suerte.

La gente que camina, lo miran asombrados e incrédulos, no saben de qué va y se apartan, mirándole como si fuese un bicho raro o la oveja negra de algún redil. Pero la vida es para vivir y no para hacer lo que hace la mayoría.
                                            -     
                                                     -     ¡Se acabó!, soplando fuerte echa de su vera tal voz. ¡Se terminó!, soplando fuerte, mira al cielo viendo los grandes edificios, respira hondo por la nariz y por la boca y se siente libre, libre de cualquier hastío y si le vienen, luchará como hasta ahora.

No desea otra cosa, solo se propone ser feliz y ello, ello quién sabe si lo consigue o no. Quién sigue un modelo a seguir, quién sigue aquello que le intentan inculcar desde pequeño, desde que naces, parece que uno estar condenado uno a seguir solo una línea. La línea correcta de la vida, el tránsito de todos los que no por propia voluntad, se ven abocados a la soledad compartida, en vez del amor mutuo. Todo es como una partida de cartas, las cuales están marcadas de antemano. No hace falta mirar al contrario a los ojos, solo por querer adivinar el color de sus cartas o por saber si van de farol.

Piensa y piensa, para sí mismo…

“A quién carajo le importa mi vida privada, con ella lo que quiero o deseo. Ya sea montar a caballo o en globo o quizás quién sabe. ¡Oye tú!, no te creas tan feliz, cuando la soledad te alberga en el interior. No seas un manojo de nervios, que yo intento controlar los míos. No seas ignorante y vive, sin pensar en nada más. Pelea si hace falta y hazte un lugar en la sociedad o que al menos, esta te deje tranquilo”.

De  piedra me deja, helado como un cucurucho que se derrama a la luz del Sol, no pensaba que fuera así, no sabía que todo dependía de la actitud y la paciencia. Ahora me doy cuenta de que voy caminando por una cuerda floja, no sé si me caigo donde caeré, a lo mejor al mismísimo infierno o solo dejaré de existir. Al mundo le dará igual mi existencia, a nadie le importa nadie, pero al menos dejaré plasmados mi corazón en mis textos.

Todo son cervezas y música, ¿o no? Quién sabe, no soy de lo más normal, soy pura pólvora o puro es una chispa de energía. Yo como narrador, sigo esperando en casa, como el que espera en una estación de tren, que pase el mío. Lo que no sé o no quiero pensar, es que estoy en una estación abandonada, en una vía muerta. Que yo, sin darme cuenta, deje pasar el tiempo, como si este careciese de valor. Yo ya no puedo más, yo no exijo mucho, simplemente un hombre, sí, un hombre bueno y honrado. ¡Qué más da!, lo demás me carece de tanto valor…

Vivo en la misma ciudad que Juan, dónde dicen que es más fácil todo, yo a esas personas que piensan así, les digo que se equivocan. Aquellos que dicen, que en la ciudad se encuentra la libertad, a esas personas les digo, que es cierto, pero también es fácil perderse o no encontrar nada. Se me agolpan las colillas de los cigarrillos en el cenicero, se me agolpan las ideas que dejo atrás en el tintero. Nadie a quien abrazar, ningún hombre al que susurrar y hacer cómplice de mi amor más verdadero. Intento sin éxito concentrarme en ver alguna de las películas que dan en la televisión, todo para no pensar que mi vida no tiene ningún tipo de sentido y ello me pueda llevar a la depresión más severa y completa. Todo por la falta de entendimiento aún en la sociedad, de aquella que se dice libre y fuera de tabús. Pero eso, eso no se lo cree nadie, todavía hay cosas que deben llevarse de una manera especial. Juan, además al ser su propio jefe, tiene que velar por su propia empresa y sabe, no hace falta mucho pensar en que si hubiese la más mínima sospecha, su profesión podría verse en la más absoluta ruina. ¡Ojo!, no es lo que pienso yo, es lo que piensan mucha parte de la sociedad, que ven a algunas personas faltos de valores y de saber estar.

Sueña, quizás de forma despierta, en que se puede vivir de recuerdos, recuerdos que nunca volverán y qué como una maza, le golpea en la cabeza una y otra vez. No quiere escuchar canciones melancólicas, no quiere ser de recuerdos que se esfumaron, como el humo de un cigarrillo. Todo parecía un juego, el juego de la vida. Sin saber qué hacer, pone rumbo a su casa, una casa demasiado grande para una sola persona. Tiene de todo, menos el poder compartir con esa persona amada. Esa que de verdad sepa amar y no busque solo compañía y le elija por ser algo que parece amor, cuando no es nada de eso.  A veces y solo a veces se pregunta, si en algún lance se han encontrado pero no era el momento.
     
                                  -         Narrador, ¿quién eres tú, para hacerme dudar de mí? Narrador, escribe o calla, ya que el que lo vive y lo sufre, soy yo. No hay otra persona, alrededor mío, que me haga dudar de mi forma de ser. Simplemente soy un buen hombre, al cual se creen con derecho de juzgar, no lo hagas entonces ni tú ni nadie, ya que todo depende del camino a elegir.
      
                          -   ¡Hola Juan!, yo no intento ni cambiarte ni hacerte dudar, pero no olvides que todo aquello que me dices o piensas, lo traslado a letras impresas. Tristes aires veo en el lejano amanecer de todo lo que es el destino, no eres feo, pero ya tienes edad para sentar la cabeza. A mí me da igual que sea con un hombre o una mujer, porque la soledad es buena un rato, pero a la larga es traicionera. 

                             -  Dependes de muchos factores de riesgo, como cualquier mortal, eso es cierto. Pero espabila y júntate con alguien o al menos haz el intento.
     
 -                                             -        ¡Narrador!, no tienes ni siquiera nombre. Tú sí que estás en el anonimato, te crees que por estar entre bastidores, ello te da inmunidad completa y eso no es así, ya que tú mismo estás soltero. Con que no me vengas con consejos, cuando estos debes aplicártelos ya.

Piensa, mientras camina y habla consigo mismo…

“¿Marica yo?, quién lo sabe. Conmigo no van ni los sellos ni las etiquetas, solo sé que soy un hombre un poco especial y eso, esto no debe preocuparme. Solo saber que soy capaz de amar, ya me vuelve alegre y estoy contento. ¡Qué más da!, la cuestión es amar y ser correspondido. Esto podría ser un diario, como el que escribe anotaciones de un viaje. Como se podría titular, a ver….  Quizás “El tren del amor”, quizás y soñar, soñar mucho y no ser nunca reprimido por nada ni por nadie. Quién sabe quién puede leer estas letras, yo escribo, y quizás el narrador me conceda el deseo de poder demostrar, que dentro de las orientaciones personales de cada uno, solo hay una cosa que es la une y es la capacidad de amar a alguien. Eso es lo que me diferencia, ya que no me absorbe ni la falta de sensibilidad ni las ganas de tener maldad. Eso, eso se los dejo a todos aquellos que no son capaces ni lo serán nunca de amar y sentirse queridos”.

Sigue pensando, sigue divagando, ahora mira para el cielo raso, son las siete de la noche. Es verano y todavía es de día, dándole una patada a una lata se enfurece, pero se relaja. Sabiendo él de leyes, ve que algunas no se cumplen, ya que aquellos que nos siguen por detrás en años, son adoctrinados y no concienciados. Qué será, será. A veces lanza ese suspiro, a su edad ve cada vez más cerca la soledad perpetua. No tiene familia, no tiene muchos amigos, y se siente a menudo acompañado, pero solo igualmente.

¡Ay!, quién lea todo esto y se sienta ofendido o molesto, a esa persona le pido disculpas, pero hay que ser libre, libre como el viento y agarrar el tren que te lleve a un buen destino. Ya puede ser de color marrón, blanco o como la bandera multicolor. Porque no nos separa ni las barreras ni las fronteras, nos sentimos del mundo y este mundo a veces se revuelve en contra de uno, todo por no amar según dicen, de manera correcta o mejor dicho, apropiada.

Me da igual lo que pienses, así que escribo y escribo…

“Yo narrador y escritor soy, yo soy quién soy y eso, eso le importa solo a mi propia conciencia. Debo y creo que debo decir, que nadie tiene que ser objetivo de ser juzgado por su forma de ser. Qué más da, a quién le interesa la vida de nadie, yo no me meto en la de ninguno, pues aquellos que son cercanos o lejanos que no lo hagan, pues ellos no pueden tirar la primera piedra. Nadie tiene ni puede tener el don de ser juez, solo aquellos que lo consiguen, es porque han estudiado las leyes y estas, son para cumplirlas. El respeto, gran palabra que cada vez parece carecer de menos valor, todo por no querer seguir la cadena. Se sienten en la capacidad de juzgar, sin saber de nada”.

Y sigo diciendo al foro…

“Todo aquel que es humano, tiene el derecho, por el simple hecho de haber nacido, de elegir. De abrir las puertas de su corazón y sentir el viento en su rostro, mientras es abrazado. Navegamos por mares tortuosos, en los que alguna ola de odio o venganza, puede llevarnos a ahogarnos en pena. Eso, eso no se debe permitir. Todo aquel que está en el mundo, debería ser libre, pero en todos los países no es así. Voy flotando en un mar de dudas, porque si te conociera Juan, seguro que me enamoraría de ti y no te dejaría escapar. ¡Qué más da!, lo importante es encontrar a aquella persona con la que ser amigo, cómplice y amante”.

Dicen y solo murmuran, que por la noche todos los gatos son pardos, ¿será cierto o será una leyenda urbana? Cada vez tiene menos ganas de salir de noche, la nocturnidad te deja huella y ello le llevará tiempo borrarla. ¿Qué es aquello que intentamos ser, qué es todo lo que se nos ocurre?, si no es gritar un cántico a la libertad.

Piensa en si se hubiese casado o juntado de más joven, todo ahora sería diferente. Qué más da, si hubiera sido hombre o mujer, ahora estaría más tranquilo y el nerviosismo que aboca a la soledad, no le haría creer que los cuadros y las fotos de la pared, siguen siendo personas vivas o al menos cercanas. No pasa nada, pero al abrir un cajón del comedor, tiene todo de recuerdos. No se lo piensa dos veces y haciendo un fuego afuera en la terraza, quema todo rastro de juventud y de alegría. Todo ello sin faltar las lágrimas de los ojos sollozos, tanto, que debe limpiarse y secarse con las manos. Es de noche ya, son las diez y aunque es sábado, elige ver una película y acostarse así temprano.

Pasa no una hora ni dos, pasan tres, cuando ya rendido por el sueño, decide acostarse. Todo son o bien malos sueños o simplemente pesadillas. No todo son luces de colores a bordo del tren del amor.Todo lo que piensa, todo lo que hace es intentar ocultarse y no pensar más en ello. Intentar llevar una vida de lo más normal, sin que nadie lo sepa, al menos hasta que su cuerpo perezca de anciano y ya no tenga otra escapatoria que seguir el camino que desee, libre de ataduras.

Todo parece triste y melancólico, todo parece desvanecerse en la niebla del ayer. Pero nada más lejos de la realidad, todo se une como si fuesen imanes, amor y solo amor es aquello que permanece perpetuo en el tiempo. Ya sea por deseo o querer, envuelto en sabanas de algodón se ve. Consigue lo imposible, acariciar el torso de alguien, se entrelazan las manos y con ello llega el éxtasis, como sin poder evitarlo. No sabe nada más que su nombre, pero con eso ya le vale, tampoco Juan le ha contado mucho más. Pasan las horas, pero no los días, solo desea que este momento, este instante se pare en el tiempo. Dejando atrás todo rastro de tristeza y temor, ¡temor!, ¿a qué? A sí mismo y no saber salir con valentía, pero al mismo tiempo sabe que tampoco hay que ser de tanto arrojo, porque no depende de él solo. La luz de la nueva mañana de domingo empieza a entrar entre las rendijas de la persiana de la habitación. Todo parece cambiar y ahora esboza una buena sonrisa, cosa que al ayer y a la voz susurrada que le martilleaba, se aleja. Todo permanece si eres integro, todo continua su paseo por el tren del amor si uno lo desea de corazón.

Se despierta, es por la mañana ya, las ocho es la hora que marca el reloj de la mesita de noche. Cuál es la sorpresa y con un suspiro, me ve a su lado. Le agarro de la mano y le aseguro, que escribiré sobre todo esto. ¿De cómo he acabado en su cama, durmiendo con él?, lo dejo en la más mera discreción. Espero que algún día sea este querer de lo más normal.



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