QUIEN ESTÉ LIBRE….
Desde alguna parte, de un o
no lejano continente, habla ya sin desespero aquel que ya no se encuentra entre
nosotros o quién sabe, solo él y yo lo sabemos, así que le dejo que se exprese
como mejor sepa y sin irme por las ramas le dejo hablar y continuar desde el
otro plano seguir viviendo, ya que ello para mí no lleva peligro alguno.
En un barco sin rumbo me encuentro, en un avión con las alas
rotas me alzo volando o surcando los mares tenebrosos de aquel que es llamado o
despertado, diciéndole que es libre. “Libertad”, bonito nombre es este.
“Libertad”, es lo que no llego a encontrar por ningún lado. Tendré que probar
andando, sí, caminando por los senderos del saber y seguir, seguir aprendiendo
mediante la empatía y el respeto.
No alzo la espada en pos del hambre ni de la guerra, la alzo
en pos de aquello, que como digo, se llama “libertad”. Qué más da de dónde
venga, qué más da desde adónde provenga si la muerte me acecha en cualquier
ladera o en cualquier desierto. No por sed precisamente sea esta, sino por
culpa de algún lobo hambriento o de algún escorpión con algún maldito veneno,
ellos sí forman legión en su territorio, ya sean las frías montañas o los
áridas arenas.
Os preguntareis cuál es
mi nombre, este es Manuel Sánchez y no soy otra cosa que escritor o trovador en
aquellos lugares donde sea bienvenido todo aquel que sea maestro de las frases.
Estoy aquí presente, estoy enfrente de una mesa para escribir de puño y letra,
todo aquello que mi boca por cobardía, no es capaz de decir a los cuatro
vientos. Sentado en una biblioteca en Constantinopla me encuentro y a la luz de
una lámpara de aceite dejo fluir las palabras. Todo era diferente antes,
siempre dicen que lo anterior, que lo pasado fue mejor y se vivía de una forma
más libre. Ahora, ahora hay que andarse con más cuidado, porque al menos la
libertad de expresión a veces queda bajo sospecha de no ser así de libre.
Mi buen amigo Abel
Santos, sabe de qué hablo y no son de correrías de juventud precisamente. Tanto
él como yo, somos escribientes, pero no de cualquiera, sino de gente de alto
rango, de personas influyentes. Yo guardo las espadas y escribo lo dictado por
ellos, qué mandándolo o elevándolo a cierta persona, hacemos enmudecer toda la
ciudad y a todo el imperio de Constantino “El Grande”. Que desde lejos llega su
valentía y agallas, como así su sabiduría e inteligencia.
“Marie, tú eres mi destino, solo tú sabes de mis dones y de
mis flaquezas, ¿qué sería todo sin tu apreciación? ¡Marie!, tú eres mi razón de
vivir y por ti, por ti lo hago todo. Quiero conseguir formar una familia
contigo, quiero verme envejecer a tu lado. Yo soy lo que soy, guerrero en las
batallas y un ángel de luz en las nubes, en esas adónde te encuentras tú.
No hay día que no piense en ti, todo circula a tu alrededor.
Cada vez que alzo mi espada, lo hago con el valor que tú me has dado para
hacerlo, cada vez que planeo una batalla, cada vez que cojo y me subo a mi
caballo, este galopa también diciendo también tu nombre. Solo le falta ser
persona, pero eso, eso a un animal no se le tiene permitido, aunque lo respeto
y cuido de él como si así se tratase.
¿Qué es el amor?, el amor, ¡ay!, se lo pregunta mucha gente,
ya que no todos han tenido la oportunidad o han visto llegar y apreciar tal
capricho del destino. Pero este, este no es mi caso, yo te he visto, yo he
coincidido contigo y me valió una sola noche a la luz de la Luna, para saber
que es, que esto que me ha ocurrido es amor, amor del de verdad. No un capricho
deseo sexual solo, te quiero como amiga, te admiro como cómplice y claro está,
también te deseo como mujer”.
Todavía recuerdo de él
sus palabras y sus frases….
–
Manuel. Coge el caballo más rápido y llévale
esta carta y dásela en mano. No te alejes, no te vayas hasta que veas que la
abra. Me dice, mientras me pone la mano
encima del hombro, que apretando fuertemente, me hace apreciar su confianza en
mí.
Así, que no me lo pienso dos veces y sin abrir boca, me
marcho, ¿adónde?, pues a la casa de Marie. ¡Qué!, adónde vive, eso no viene a
cuento o a relato alguno. Es secreto, de los cuales yo soy bien aprendido, de
ahí la confianza.
Pasan los días, no meses, pero sí algunos días a caballo y
llego a mi destino. Me bajo de él y acercándolo a un abrevadero, le hago beber
y que descanse, que también se lo ha ganado. Llevo tatuado un escorpión, no
muchos saben el porqué, pero aquí lo digo y que sea la gente quien diga lo que
desee, menos juzgarme, ya que de cuestiones de amor nadie está libre de
hacerlo, nadie puede tirar la primera piedra. ¿Quién no se ha enamorado alguna
vez?, quién sea capaz de levantar la mano es que no tiene ni corazón ni alma,
eso o ha tenido muy mal encaminado el destino.
Hago caso a mi superior y picando con los nudillos en su
puerta, hecho dos pasos para atrás y con las manos cruzadas en la espalda
espero a que me abra. Es guapa, es muy guapa y le doy la razón a mi general,
entregándole la carta no me muevo. Ella se queda mirando, y le digo que no
espero propina, solo que la abra y me dé una respuesta a la que hacerle llegar.
Marie, lee esbozando una sonrisa y me dice que me espere. Yo
espero y espero, hasta que al acabar de leer la misiva, me cierra la puerta en
las narices. Me hace esperar un buen rato y cuando iba a volver a picar en la puerta,
ella me abre…
–
Hola soldado. Dile que cada noche sueño con él,
que entra en mi alcoba y me hace suya y que cada gota de sudor, que cada
sollozo en la mirada, es el amor el que habla. ¿Cómo el poder saber, si se
encuentra en la distancia? No puedo verlo,
pero lo siento dentro de mí, su corazón ya me pertenece y como si fuésemos
almas gemelas, volamos en libertad. Que no hay metros ni kilómetros, solo
algunos ríos o afluentes que nos dividen. Pero llegará el día que me desposará,
eso lo sé, lo percibo, como si fuese yo dueña de mi propio destino, porque no
hay mayor suerte que el poder elegirlo. Dile
a tu general, que le esperaré. Me he cortado un mechón de pelo para le dé
suerte en sus guerras, tómalo y llévalo con esta respuesta. Huelo la carta y el perfume me embriaga,
pero despidiéndome de ella, me marcho sin mirar atrás.
Cabalgo rápido. En principio por la lealtad hacia mi
superior, después por el anhelo a que me mande de nuevo con otra carta. Con
todo esto solo sucede una cosa, solo sucede un hecho y es el siguiente….
La confianza y la lealtad se desmoronan, van cayendo en
picado mientras van creciendo los deseos de robarle el amor, de hacer mía esa
mujer. De poseerla y convencerla de que yo soy mejor que mi general. ¿Cómo
hacerlo?, a saber. Algo se me ocurrirá, cabalgo y cabalgo. Esta vez voy más
rápido, mi caballo nota el agotamiento y el cansancio, tanto que cerca de mi
regreso, se cae al suelo. Agotado muere, enfadado y ciego me quedo yo. Que
ahora no camino, sino corro para no ser visto por nada ni por nadie.
Al final llego y entregándole la carta, le veo llorar de
felicidad y eso, eso me hace hervir la sangre. Como una mujer va a romper la
confianza, la lealtad y la amistad entre dos hombres. Porque aunque seamos de
estatutos diferentes, no dejamos de desear y esta vez, esta vez deseamos lo
mismo.
Él mirándome a los ojos, no me pone una mano, me pone las
dos, una en cada hombro y me dice, me cuenta lo dichoso que es. La carta de
Marie, le ha dado alas y se arriesga más de la cuenta. Se arroja más a su
destino o a la muerte. Lleva consigo la carta, lleva consigo aquella que le
hace vivir, yo, yo no soy nadie, solo un humilde escribiente. Que batalla tras
batalla, ve a su general arriesgar todo aquello que es merecedor de valor, como
es la propia vida. Cruzada a cruzada,
veo que busca lo que alguien o alguno le ordenó y que él le prometió
lealtad y confianza.
En uno de esos días, viendo que la muerte no se le acercaba
lo que yo desearía, en uno de sus descansos, le mezclo en la copa de vino, algo
turbio, algo que de traidor se me puede llamar, pero que el amor me sabrá
perdonar. Bebe sin saborear, bebe sin saber y no pasan ni del Sol a la Luna,
cuando yace primero enfermo y luego a los dos días, muerto. Yo lloro, pero no
de pena, aunque eso parezca y con la excusa de hacer llegar la noticia me
marcho del frente.
En un campo silvestre me encuentro, el Sol hace poco que se
hace presente y nos da los buenos días, me parece estar al lado de Marie. Solo
el aroma de su perfume y su mechón de pelo me acompaña. Como una canción de
amor robada, le he plagiado el sentimiento y los ardores de pasión a mi
general. Amor, solo amor y por ella he sido capaz de darle de tomar del veneno
de la copa de plata. Que sería de aquello que no es de enfrentamiento si en mí me
embriaga la cobardía. Al revés, la valentía y la hipocresía, mezclada con la
traición me lleva a caballo prestado a casa de tal gentil doncella. Ella será
mía, solo mía o al menos eso creo yo. ¿Qué podría evitarlo o quién se pondría
en mitad de mi camino?, nadie sabe llegar a su destino. Solo yo soy capaz y por
ello he llegado a matar, no solo al general sino a la confianza y a la lealtad
que de mí hacía merecedor de respeto en la brigada.
De luto se cierne la casa de Marie al hacerle llegar la
noticia, no me deja ni entrar, me dice que me marche, no sin antes darme las
gracias. Yo me quedo perplejo, yo me quedo sin palabras y sin saber el que
hacer. Me siento en una roca y dejo pasar el tiempo, mientras el aire me da la
cara. Se hace de noche y con ello, viene el frío y los lobos. Enciendo una
hoguera e intento ahuyentarlos como puedo, pero son muchos y al final uno de
ellos se lanza al brazo, el cuál no puedo sacármelo de encima. Los demás, por
lo menos cuatro conté, hicieron lo mismo y solo pude rogar que fuera rápido,
pero así no fue. Fue una muerte lenta, como mandada por alguien de alto rango
en plena venganza. Marie no salió ni nadie llamó a nadie, a lo mejor no sintió ni
sintieron mis llantos ni mis gritos de dolor. Todo al final se revuelve, todo al
final se tiñe de rojo por culpa de la traición y la cobardía. Cruzada a
cruzada, habíamos llegado a entablar confianza y amistad. Yo le admiraba y él
me respetaba y le asombraba mi buena letra y mi buen hacer. Que pasó, sino la
envidia y los celos por una bella mujer, lo que lo revolvió todo. Devolviéndome
todo aquello que malogré, fui pasto de aquellos que son dueños de la oscuridad.
Todo por un simple o no tan simple deseo. No logré mi objetivo, no logré mi
deseo, solo que el destino se me volviera en contra mía.