viernes, 23 de octubre de 2020

 

                                                  QUIEN ESTÉ LIBRE….

Desde alguna parte, de un o no lejano continente, habla ya sin desespero aquel que ya no se encuentra entre nosotros o quién sabe, solo él y yo lo sabemos, así que le dejo que se exprese como mejor sepa y sin irme por las ramas le dejo hablar y continuar desde el otro plano seguir viviendo, ya que ello para mí no lleva peligro alguno.

En un barco sin rumbo me encuentro, en un avión con las alas rotas me alzo volando o surcando los mares tenebrosos de aquel que es llamado o despertado, diciéndole que es libre. “Libertad”, bonito nombre es este. “Libertad”, es lo que no llego a encontrar por ningún lado. Tendré que probar andando, sí, caminando por los senderos del saber y seguir, seguir aprendiendo mediante la empatía y el respeto.

No alzo la espada en pos del hambre ni de la guerra, la alzo en pos de aquello, que como digo, se llama “libertad”. Qué más da de dónde venga, qué más da desde adónde provenga si la muerte me acecha en cualquier ladera o en cualquier desierto. No por sed precisamente sea esta, sino por culpa de algún lobo hambriento o de algún escorpión con algún maldito veneno, ellos sí forman legión en su territorio, ya sean las frías montañas o los áridas arenas.

Os preguntareis cuál es mi nombre, este es Manuel Sánchez y no soy otra cosa que escritor o trovador en aquellos lugares donde sea bienvenido todo aquel que sea maestro de las frases. Estoy aquí presente, estoy enfrente de una mesa para escribir de puño y letra, todo aquello que mi boca por cobardía, no es capaz de decir a los cuatro vientos. Sentado en una biblioteca en Constantinopla me encuentro y a la luz de una lámpara de aceite dejo fluir las palabras. Todo era diferente antes, siempre dicen que lo anterior, que lo pasado fue mejor y se vivía de una forma más libre. Ahora, ahora hay que andarse con más cuidado, porque al menos la libertad de expresión a veces queda bajo sospecha de no ser así de libre.

Mi buen amigo Abel Santos, sabe de qué hablo y no son de correrías de juventud precisamente. Tanto él como yo, somos escribientes, pero no de cualquiera, sino de gente de alto rango, de personas influyentes. Yo guardo las espadas y escribo lo dictado por ellos, qué mandándolo o elevándolo a cierta persona, hacemos enmudecer toda la ciudad y a todo el imperio de Constantino “El Grande”. Que desde lejos llega su valentía y agallas, como así su sabiduría e inteligencia.

“Marie, tú eres mi destino, solo tú sabes de mis dones y de mis flaquezas, ¿qué sería todo sin tu apreciación? ¡Marie!, tú eres mi razón de vivir y por ti, por ti lo hago todo. Quiero conseguir formar una familia contigo, quiero verme envejecer a tu lado. Yo soy lo que soy, guerrero en las batallas y un ángel de luz en las nubes, en esas adónde te encuentras tú.

No hay día que no piense en ti, todo circula a tu alrededor. Cada vez que alzo mi espada, lo hago con el valor que tú me has dado para hacerlo, cada vez que planeo una batalla, cada vez que cojo y me subo a mi caballo, este galopa también diciendo también tu nombre. Solo le falta ser persona, pero eso, eso a un animal no se le tiene permitido, aunque lo respeto y cuido de él como si así se tratase.

¿Qué es el amor?, el amor, ¡ay!, se lo pregunta mucha gente, ya que no todos han tenido la oportunidad o han visto llegar y apreciar tal capricho del destino. Pero este, este no es mi caso, yo te he visto, yo he coincidido contigo y me valió una sola noche a la luz de la Luna, para saber que es, que esto que me ha ocurrido es amor, amor del de verdad. No un capricho deseo sexual solo, te quiero como amiga, te admiro como cómplice y claro está, también te deseo como mujer”.

Todavía recuerdo de él sus palabras y sus frases….

      Manuel. Coge el caballo más rápido y llévale esta carta y dásela en mano. No te alejes, no te vayas hasta que veas que la abra. Me dice, mientras me pone la mano encima del hombro, que apretando fuertemente, me hace apreciar su confianza en mí.

Así, que no me lo pienso dos veces y sin abrir boca, me marcho, ¿adónde?, pues a la casa de Marie. ¡Qué!, adónde vive, eso no viene a cuento o a relato alguno. Es secreto, de los cuales yo soy bien aprendido, de ahí la confianza.

Pasan los días, no meses, pero sí algunos días a caballo y llego a mi destino. Me bajo de él y acercándolo a un abrevadero, le hago beber y que descanse, que también se lo ha ganado. Llevo tatuado un escorpión, no muchos saben el porqué, pero aquí lo digo y que sea la gente quien diga lo que desee, menos juzgarme, ya que de cuestiones de amor nadie está libre de hacerlo, nadie puede tirar la primera piedra. ¿Quién no se ha enamorado alguna vez?, quién sea capaz de levantar la mano es que no tiene ni corazón ni alma, eso o ha tenido muy mal encaminado el destino.

Hago caso a mi superior y picando con los nudillos en su puerta, hecho dos pasos para atrás y con las manos cruzadas en la espalda espero a que me abra. Es guapa, es muy guapa y le doy la razón a mi general, entregándole la carta no me muevo. Ella se queda mirando, y le digo que no espero propina, solo que la abra y me dé una respuesta a la que hacerle llegar.

Marie, lee esbozando una sonrisa y me dice que me espere. Yo espero y espero, hasta que al acabar de leer la misiva, me cierra la puerta en las narices. Me hace esperar un buen  rato y cuando iba a volver a picar en la puerta, ella me abre…

      Hola soldado. Dile que cada noche sueño con él, que entra en mi alcoba y me hace suya y que cada gota de sudor, que cada sollozo en la mirada, es el amor el que habla. ¿Cómo el poder saber, si se encuentra en la distancia?  No puedo verlo, pero lo siento dentro de mí, su corazón ya me pertenece y como si fuésemos almas gemelas, volamos en libertad. Que no hay metros ni kilómetros, solo algunos ríos o afluentes que nos dividen. Pero llegará el día que me desposará, eso lo sé, lo percibo, como si fuese yo dueña de mi propio destino, porque no hay mayor suerte que el poder elegirlo.  Dile a tu general, que le esperaré. Me he cortado un mechón de pelo para le dé suerte en sus guerras, tómalo y llévalo con esta respuesta. Huelo la carta y el perfume me embriaga, pero despidiéndome de ella, me marcho sin mirar atrás.

Cabalgo rápido. En principio por la lealtad hacia mi superior, después por el anhelo a que me mande de nuevo con otra carta. Con todo esto solo sucede una cosa, solo sucede un hecho y es el siguiente….

La confianza y la lealtad se desmoronan, van cayendo en picado mientras van creciendo los deseos de robarle el amor, de hacer mía esa mujer. De poseerla y convencerla de que yo soy mejor que mi general. ¿Cómo hacerlo?, a saber. Algo se me ocurrirá, cabalgo y cabalgo. Esta vez voy más rápido, mi caballo nota el agotamiento y el cansancio, tanto que cerca de mi regreso, se cae al suelo. Agotado muere, enfadado y ciego me quedo yo. Que ahora no camino, sino corro para no ser visto por nada ni por nadie.

Al final llego y entregándole la carta, le veo llorar de felicidad y eso, eso me hace hervir la sangre. Como una mujer va a romper la confianza, la lealtad y la amistad entre dos hombres. Porque aunque seamos de estatutos diferentes, no dejamos de desear y esta vez, esta vez deseamos lo mismo.

Él mirándome a los ojos, no me pone una mano, me pone las dos, una en cada hombro y me dice, me cuenta lo dichoso que es. La carta de Marie, le ha dado alas y se arriesga más de la cuenta. Se arroja más a su destino o a la muerte. Lleva consigo la carta, lleva consigo aquella que le hace vivir, yo, yo no soy nadie, solo un humilde escribiente. Que batalla tras batalla, ve a su general arriesgar todo aquello que es merecedor de valor, como es la propia vida. Cruzada a cruzada,  veo que busca lo que alguien o alguno le ordenó y que él le prometió lealtad y confianza.

En uno de esos días, viendo que la muerte no se le acercaba lo que yo desearía, en uno de sus descansos, le mezclo en la copa de vino, algo turbio, algo que de traidor se me puede llamar, pero que el amor me sabrá perdonar. Bebe sin saborear, bebe sin saber y no pasan ni del Sol a la Luna, cuando yace primero enfermo y luego a los dos días, muerto. Yo lloro, pero no de pena, aunque eso parezca y con la excusa de hacer llegar la noticia me marcho del frente.

En un campo silvestre me encuentro, el Sol hace poco que se hace presente y nos da los buenos días, me parece estar al lado de Marie. Solo el aroma de su perfume y su mechón de pelo me acompaña. Como una canción de amor robada, le he plagiado el sentimiento y los ardores de pasión a mi general. Amor, solo amor y por ella he sido capaz de darle de tomar del veneno de la copa de plata. Que sería de aquello que no es de enfrentamiento si en mí me embriaga la cobardía. Al revés, la valentía y la hipocresía, mezclada con la traición me lleva a caballo prestado a casa de tal gentil doncella. Ella será mía, solo mía o al menos eso creo yo. ¿Qué podría evitarlo o quién se pondría en mitad de mi camino?, nadie sabe llegar a su destino. Solo yo soy capaz y por ello he llegado a matar, no solo al general sino a la confianza y a la lealtad que de mí hacía merecedor de respeto en la brigada.

De luto se cierne la casa de Marie al hacerle llegar la noticia, no me deja ni entrar, me dice que me marche, no sin antes darme las gracias. Yo me quedo perplejo, yo me quedo sin palabras y sin saber el que hacer. Me siento en una roca y dejo pasar el tiempo, mientras el aire me da la cara. Se hace de noche y con ello, viene el frío y los lobos. Enciendo una hoguera e intento ahuyentarlos como puedo, pero son muchos y al final uno de ellos se lanza al brazo, el cuál no puedo sacármelo de encima. Los demás, por lo menos cuatro conté, hicieron lo mismo y solo pude rogar que fuera rápido, pero así no fue. Fue una muerte lenta, como mandada por alguien de alto rango en plena venganza. Marie no salió ni nadie llamó a nadie, a lo mejor no sintió ni sintieron mis llantos ni mis gritos de dolor. Todo al final se revuelve, todo al final se tiñe de rojo por culpa de la traición y la cobardía. Cruzada a cruzada, habíamos llegado a entablar confianza y amistad. Yo le admiraba y él me respetaba y le asombraba mi buena letra y mi buen hacer. Que pasó, sino la envidia y los celos por una bella mujer, lo que lo revolvió todo. Devolviéndome todo aquello que malogré, fui pasto de aquellos que son dueños de la oscuridad. Todo por un simple o no tan simple deseo. No logré mi objetivo, no logré mi deseo, solo que el destino se me volviera en contra mía.

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