martes, 30 de abril de 2019


                                                    Voluntad ciega

Queréis contar los días por horas o las horas por segundos, os dejo elegir, os dejo que seáis vosotros mismos los que decidáis vuestro propio destino. Pero vuestra vida es mía y solo mía, solo trabajaréis para mi propio beneficio, al mismo tiempo que destruiréis la vuestra propia. Como la espada de Damocles caeré encima vuestra haciéndoos sucumbir en las más débiles tentaciones de la humanidad. Esta no será ni la codicia ni la soberbia, esta no será ni la gula ni la lujuria, bueno, quizás esta última sí.

          Yo no tengo ni amo ni señor. Yo solo soy uno más que está de paso por el mundo, que queréis de mí. Yo solo dependo de mí mismo y no creo ni en escudos ni en espadas.

          ¡Caerás!, todos caen. Todos los que atraviesan la puerta, no vuelven a ser los mismos al salir. Es más, salen deseando que llegue mañana para volver a entrar.

Como una serpiente se muestra y se erige, pero sin llegar a morder. Solo su lengua bífida, le susurra al oído y le zumban los tímpanos como si fuese el aleteo de una abeja en celo.

No todo son mujeres lo que acompañan al más débil, otras tentaciones les son mostradas y les entran por los ojos con una simple mirada. Pasan los días y no ve realmente la luz del Sol, ni siquiera se le muestra la Luna con la dulce compañía de alguna buena muchacha. Pasa el tiempo, pasan los años y todo es igual, una repetición tras otra de un día cualquiera. Solo desea matar el tiempo, hasta que este le mate a él.

Dormido queda, más de lo normal, pero entra en lo lógico después de una larga tarde-noche. Solo el moverle el hombro para indicarle la puerta, le hace caerse del taburete dándose un golpe en la cabeza. Despierta ahora sí, con una brecha en la frente. Se marcha avergonzado, se marcha diciéndose a sí mismo, que no volverá a caer en tan baja altura y que hará todo lo posible para poder demostrarse a él mismo, que puede ser otra persona.

¡Ay!, lujuria. Como le entra la lujuria y el vino. Sin ello está perdido, sin ello no es persona o cree al menos él, que no se disfruta plenamente del sentimiento de estar vivo. Duerme en casa, duerme al menos y todo queda en un sueño, en lo que lo único que ha pasado de verdad, es la cantidad de vino que ha pasado por su gaznate. Todo lo demás son sueños, ni siquiera anhelos, ya que nunca ha disfrutado plenamente de ello.

Despierta al cabo de pocas horas, la cabeza le zumba como antes le zumbaban los oídos. Pero, como hombre trabajador cumple con su labor y no hay queja alguna de ello. Nadie diría, ni se imagina lo que llega a hacer en su rato de libertad enclaustrada, ya que no es libre nunca.

Coletean los vientos de una libertad anhelada, zumban los ecos de la opresión humana, ¿será todo verdad o será todo mentira?, todo solo puede ser una alegoría. Pedro, “Pedrito” para los amigos, deambula con un cigarrillo entre los dedos, mirando, pensando en quién podría caer en uno de sus particulares enredos. Hilvana el hilo de la discordia y de la ruina, con aquel que disfraza con el amor y el cariño, de siempre deseado. Camina por las calles de un pequeño pueblo, un pueblo donde hasta el más lejano, es el más conocido. No saben, no aciertan a saber, como hay personas que todavía caen en su juego.

Yo no soy nadie, solo soy un superviviente de sus enredos, por los cuales no me dejé llevar hasta el final, ello hubiera sido mi fin, como Ser humano y como persona. Todo aquello que yo creía que era puro compañerismo, no era más que todo lo contrario. La cara que hay detrás de algunos, es la verdadera y no la que enseñan, como si fuese un lobo con piel de oveja. Yo, que no soy de mucho rebaño, me salí del redil y ello me llevó a lo primero al caos, pero luego, a los meses comprendí y todo empezó a encajar. Esta historia es apta para aquellos que son de mente abierta y también para aquellos que son demasiado confiados. Ya que para los demás, aunque también les ofrezco su lectura, ya son ávidos expertos en todo aquello que se llama “vida”.

Como un ladrón en la noche, entra por la nariz o es aspirado por la garganta, enredándote en un ambiente, en un entorno que no es deseable por nadie, solo aquel que es mareado o engañado de forma sutil, es posible caer en lo que por uno mismo no es capaz. Trabajo de ocho o diez horas diarias, para ser malgastado en solo un par, es la faena y es el lucro de los que se lo hacen servir. No existen serpientes, solo sanguijuelas que absorben todo aquello que de lo que se tendría que nutrir uno por sí mismo.

Martillazo a martillazo, van apretando el yugo de su esclavitud. Golpe a golpe, se traga, se aspira y se fuma lo ganado con el esfuerzo honrado de su buen trabajo. ¡Qué más da!, solo desea dormir tranquilo y en paz consigo mismo, pero eso no es así. Las pesadillas son continuas, los despertares nocturnos son habituales. ¡Qué más da!, todo por un trago, todo por aquello trazado en una triste vida, a veces elegida de forma consciente o inconsciente, quien sabe la verdadera verdad. A saber

Triste pero cierto, a veces es mejor pensar en la mentira y vivir uno en un mundo de fantasía, aunque este solo sea creado por ti y bailado a ritmo de rock, por todos los que te acompañan. Fuma, aspira y bebe, ese es tu final. Como en un laberinto te encuentras, como en un pozo sin fondo caes, nadie te da la mano, nadie te alcanza o te sugiere y te avisa, pasan de largo como si con ellos no fuera y es cierto, con nadie más va. Solo con uno mismo es el juego, el juego de la discordia, de todo lo que es relativo y que no es cierto, pero que con una venda en los ojos, jugamos a ser la justicia sin haber llegado a la abogacía.

Lamento a lamento, va bebiendo. No llora, pero si echa una risa y una carcajada hacia su falsa y verdadera vida. Todo es risa en la barra de algún bar de las afueras. Aquel que todos han ido y que todos niegan haber venido, todo es cierto, porque es como funciona todo.

          ¡Yo te recordaré! Le dice alguien, sentado a su derecha.

          Pero si todavía no me he muerto. Le contesta Pedro sorprendido.

          Tranquilo hombre, esta llega cuando menos lo esperas. Con que bebe y disfruta, disfruta con cada sorbo, vaya a ser el último.

Mira hacia la puerta de cristal, es de noche, serán sobre las diez y escucha la misma voz que le dice…

          No mires para afuera hombre, que no perteneces a ese mundo, tú estás hecho para estar aquí y nada más. Mientras lleves dinero, siempre serás bienvenido.

Espejos de hojalata en el baño, marcados con números de teléfono en rotulador, le hacen tentar la llamada. Espejos, dónde uno no se refleja tal como es, mejor incluso, él no desea verse como es. No desea ni mirarse la cara y por eso y solo por eso, ni siquiera se afeita todas las semanas. Llegará el día, no sabe cuándo, pero llegará el día que no podrá ni mirarse y codiciará la hojalata, con el fin de venderla y sacarle algo de beneficio, con lo que poder comprar un cartón de vino barato, con el que poder olvidar la vida complicada que lleva.

          No tengo más dinero, no tengo más billetes en mi cartera.

          Entonces, no me vengas, que yo desprecio todo lo que no es dinero.

          ¿Cómo me puedes decir esto, después de tantos años de amistad?

          ¡Amistad!, yo no tengo amistad con nadie, solo me mueve en esta vida el dinero y el interés por todo lo que me es ajeno.

Depresivo vuelve para casa, incluso antes de tiempo, incluso todavía sereno y ve lo que antes no veía. Gente, mucha gente feliz, caminando en el ritmo de la vida. Se lamenta y ello le lleva a la tristeza. Solo una semana sin justificar en faltar al trabajo, le lleva al despido. Solo una semana lleva sereno, solo una semana  le lleva a la locura y con ello a no pagar al casero. En un mes le cambia la vida por completo, en cuatro semanas se ha ido todo el esfuerzo por el retrete. Nadie le habla, nadie le saluda y se ve sentado en frente de un supermercado, haciendo lo que pensaba que no haría nunca. No sabe si es demasiado tarde o todavía se ve con ánimos de remontar, pero la depresión es agónica y no tiene fuerzas ni para caminar. Ya no escucha a las serpientes ni a aquellos que creía que eran sus amigos. 

Ya no tiene el cigarrillo entre los dedos y el vaso delante, solo los pies de todos aquellos que ve caminar con paso firme van por su lado, pero sin hacerle el menor caso.

Sucumbe, cae en la miseria, se ve abocado a la mendicidad y al cartón de vino para olvidar. Ya no aspira, ya solo cree que no hay salida y que no es culpa suya, que todo ha sido por culpa de la venda en los ojos que llevan todos los que se llaman sociedad.

          Dame un euro o cómprame una barra de pan, por favor ten piedad de mí.

          Yo no tengo piedad de nadie, nada me da lástima y nada me intimida.

          Maldito seas, yo te maldigo, espero que todo se vuelva en contra tuya y sepas lo que es el sufrir. Te prometo resurgir y volver para vengarme.

Todo son risas, hasta a los que no les hace gracia ríen, todo por miedo a aquel que se dice la “autoridad”, a aquel que como en mafia se mueve y crea nada bueno, solo deseo y destrucción.

“Querida vida, yo de ti me despido, no sin antes decirte, que fuiste en un ayer alguien en mi triste y solitaria existencia. Querida vida, solo deseo que sepas, que no debes hacer caso de los rumores, solo quería dormir, dormir estando despierto, para no ver la realidad. Me imaginaba mientras existía, que no caería en lo más bajo, en el lodo, en el fango de la pobreza y que lo perdería todo, hasta tu propio respeto, por eso sé que me despido. Me voy hasta no volver nunca más, al menos así. Ya sé que todo puede ser un sueño, pero dejo esta misiva para que todo aquel que la lea, sepa que no hay peor camino que aquel que uno no quiere ver. Ciego, pero no estúpido he sido yo, a la larga me he dado cuenta de lo que valgo y por eso, termino con no seguir caminando. Yo quería ser y no me han dejado, yo quería amar y tampoco he sido querido, no sé porque entonces seguir, no sé porque continuar trazando una ese en mi andar, cuando es más fácil apartarse, que ser vapuleado y humillado.”

Como un fantasma en la Oscuridad eterna, ve con su propia luz, que nadie le acompaña en el tránsito, en su viaje hasta el otro lado. Pero se siente feliz de dejar aquel que ha sido toda una pesadilla para él. Pedro, “Pedrito” para todos los que se hacían pasar por sus amigos, ve ahora que nada era cierto, que la compañía solo era grata cuando era acompañada por los tristes vicios de la vida.

Todo es pasajero o forma parte del pasaje, como en una maleta echada a la ya anciana espalda, vamos queriendo soportar piedras en el camino, mientras el suelo se hace cada vez más empedrado y el calzado más desgastado. Todo, hasta que al final llega el momento. No hay que esperar a la muerte para darse cuenta del error y salir adelante. Se abre ante él, una cortina opaca o mejor dicho el telón de su actuación, de su función en su vida, aunque esta parezca tardía.

Todo no se sabe porque es, todo no se acierta a dar en el centro de lo que es la diana del camino veloz de la carrera de la vida. Como sale un tallo de una flor, nacemos y todo con lo que se nos riega nos hace meya y nos hace tirar para arriba o tímidamente nos hace girar hacia otro lado. No todos están libres. Pedro, “Pedrito” no es libre. Una infancia marcada y una juventud alterada, le hizo sucumbir en los lamentos de todo aquello que le hubiera gustado haber no probado ni siquiera.

Nadie es libre hasta que es uno, hasta que se nota único en su especie, hasta que sabe que nadie, absolutamente nadie es como uno mismo. Eso es lo que nos hace felices, porque nos notamos diferentes y eso nos alegra, al ver que no seguimos al redil. Le da lo mismo ser pobre o estar en la mismísima miseria, ahora sabe la realidad. El estómago se le retuerce y la garganta se le seca, todo debido a lo que es.

Todo no acaba ahí, una pareja de policías locales se le acercan y le aconsejan y él no quiere, solo acaba diciendo una frase mientras se alejan.
      
                  -    Señores. Antes estaba ciego y ahora veo, gracias por darme este despertar.



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