Voluntad ciega
Queréis contar los días por horas o las horas
por segundos, os dejo elegir, os dejo que seáis vosotros mismos los que
decidáis vuestro propio destino. Pero vuestra vida es mía y solo mía, solo
trabajaréis para mi propio beneficio, al mismo tiempo que destruiréis la
vuestra propia. Como la espada de Damocles caeré encima vuestra haciéndoos
sucumbir en las más débiles tentaciones de la humanidad. Esta no será ni la
codicia ni la soberbia, esta no será ni la gula ni la lujuria, bueno, quizás
esta última sí.
– Yo
no tengo ni amo ni señor. Yo solo soy uno más que está de paso por el mundo,
que queréis de mí. Yo solo dependo de mí mismo y no creo ni en escudos ni en
espadas.
– ¡Caerás!,
todos caen. Todos los que atraviesan la puerta, no vuelven a ser los mismos al
salir. Es más, salen deseando que llegue mañana para volver a entrar.
Como una serpiente se muestra y se erige, pero
sin llegar a morder. Solo su lengua bífida, le susurra al oído y le zumban los
tímpanos como si fuese el aleteo de una abeja en celo.
No todo son mujeres lo que acompañan al más
débil, otras tentaciones les son mostradas y les entran por los ojos con una
simple mirada. Pasan los días y no ve realmente la luz del Sol, ni siquiera se
le muestra la Luna con la dulce compañía de alguna buena muchacha. Pasa el
tiempo, pasan los años y todo es igual, una repetición tras otra de un día
cualquiera. Solo desea matar el tiempo, hasta que este le mate a él.
Dormido queda, más de lo normal, pero entra en
lo lógico después de una larga tarde-noche. Solo el moverle el hombro para
indicarle la puerta, le hace caerse del taburete dándose un golpe en la cabeza. Despierta ahora sí, con una brecha en la frente. Se marcha avergonzado, se
marcha diciéndose a sí mismo, que no volverá a caer en tan baja altura y que
hará todo lo posible para poder demostrarse a él mismo, que puede ser otra
persona.
¡Ay!, lujuria. Como le entra la lujuria y el
vino. Sin ello está perdido, sin ello no es persona o cree al menos él, que no
se disfruta plenamente del sentimiento de estar vivo. Duerme en casa, duerme al
menos y todo queda en un sueño, en lo que lo único que ha pasado de verdad, es
la cantidad de vino que ha pasado por su gaznate. Todo lo demás son sueños, ni
siquiera anhelos, ya que nunca ha disfrutado plenamente de ello.
Despierta al cabo de pocas horas, la cabeza le
zumba como antes le zumbaban los oídos. Pero, como hombre trabajador cumple con
su labor y no hay queja alguna de ello. Nadie diría, ni se imagina lo que llega
a hacer en su rato de libertad enclaustrada, ya que no es libre nunca.
Coletean los vientos de una libertad anhelada,
zumban los ecos de la opresión humana, ¿será todo verdad o será todo mentira?,
todo solo puede ser una alegoría. Pedro, “Pedrito” para los amigos, deambula
con un cigarrillo entre los dedos, mirando, pensando en quién podría caer en uno
de sus particulares enredos. Hilvana el hilo de la discordia y de la ruina, con
aquel que disfraza con el amor y el cariño, de siempre deseado. Camina por las
calles de un pequeño pueblo, un pueblo donde hasta el más lejano, es el más
conocido. No saben, no aciertan a saber, como hay personas que todavía caen en
su juego.
Yo no soy nadie, solo soy un superviviente de
sus enredos, por los cuales no me dejé llevar hasta el final, ello hubiera sido
mi fin, como Ser humano y como persona. Todo aquello que yo creía que era puro
compañerismo, no era más que todo lo contrario. La cara que hay detrás de
algunos, es la verdadera y no la que enseñan, como si fuese un lobo con piel de
oveja. Yo, que no soy de mucho rebaño, me salí del redil y ello me llevó a lo
primero al caos, pero luego, a los meses comprendí y todo empezó a encajar.
Esta historia es apta para aquellos que son de mente abierta y también para
aquellos que son demasiado confiados. Ya que para los demás, aunque también les
ofrezco su lectura, ya son ávidos expertos en todo aquello que se llama “vida”.
Como un ladrón en la noche, entra por la nariz
o es aspirado por la garganta, enredándote en un ambiente, en un entorno que no
es deseable por nadie, solo aquel que es mareado o engañado de forma sutil, es
posible caer en lo que por uno mismo no es capaz. Trabajo de ocho o diez horas diarias, para ser
malgastado en solo un par, es la faena y es el lucro de los que se lo hacen
servir. No existen serpientes, solo sanguijuelas que absorben todo aquello que
de lo que se tendría que nutrir uno por sí mismo.
Martillazo a martillazo, van apretando el yugo
de su esclavitud. Golpe a golpe, se traga, se aspira y se fuma lo ganado con el
esfuerzo honrado de su buen trabajo. ¡Qué más da!, solo desea dormir tranquilo
y en paz consigo mismo, pero eso no es así. Las pesadillas son continuas, los
despertares nocturnos son habituales. ¡Qué más da!, todo por un trago, todo por
aquello trazado en una triste vida, a veces elegida de forma consciente o
inconsciente, quien sabe la verdadera verdad. A saber
Triste pero cierto, a veces es mejor pensar en
la mentira y vivir uno en un mundo de fantasía, aunque este solo sea creado por
ti y bailado a ritmo de rock, por todos los que te acompañan. Fuma, aspira y
bebe, ese es tu final. Como en un laberinto te encuentras, como en un pozo sin
fondo caes, nadie te da la mano, nadie te alcanza o te sugiere y te avisa,
pasan de largo como si con ellos no fuera y es cierto, con nadie más va. Solo
con uno mismo es el juego, el juego de la discordia, de todo lo que es relativo
y que no es cierto, pero que con una venda en los ojos, jugamos a ser la
justicia sin haber llegado a la abogacía.
Lamento a lamento, va bebiendo. No llora, pero
si echa una risa y una carcajada hacia su falsa y verdadera vida. Todo es risa
en la barra de algún bar de las afueras. Aquel que todos han ido y que todos
niegan haber venido, todo es cierto, porque es como funciona todo.
– ¡Yo
te recordaré! Le dice alguien, sentado a
su derecha.
– Pero
si todavía no me he muerto. Le contesta
Pedro sorprendido.
– Tranquilo
hombre, esta llega cuando menos lo esperas. Con que bebe y disfruta, disfruta
con cada sorbo, vaya a ser el último.
Mira
hacia la puerta de cristal, es de noche, serán sobre las diez y escucha la
misma voz que le dice…
– No
mires para afuera hombre, que no perteneces a ese mundo, tú estás hecho para
estar aquí y nada más. Mientras lleves dinero, siempre serás bienvenido.
Espejos de hojalata en el baño, marcados con
números de teléfono en rotulador, le hacen tentar la llamada. Espejos, dónde
uno no se refleja tal como es, mejor incluso, él no desea verse como es. No
desea ni mirarse la cara y por eso y solo por eso, ni siquiera se afeita todas
las semanas. Llegará el día, no sabe cuándo, pero llegará el día que no podrá
ni mirarse y codiciará la hojalata, con el fin de venderla y sacarle algo de
beneficio, con lo que poder comprar un cartón de vino barato, con el que poder
olvidar la vida complicada que lleva.
– No
tengo más dinero, no tengo más billetes en mi cartera.
– Entonces,
no me vengas, que yo desprecio todo lo que no es dinero.
– ¿Cómo
me puedes decir esto, después de tantos años de amistad?
– ¡Amistad!,
yo no tengo amistad con nadie, solo me mueve en esta vida el dinero y el
interés por todo lo que me es ajeno.
Depresivo vuelve para casa, incluso antes de
tiempo, incluso todavía sereno y ve lo que antes no veía. Gente, mucha gente
feliz, caminando en el ritmo de la vida. Se lamenta y ello le lleva a la
tristeza. Solo una semana sin justificar en faltar al trabajo, le lleva al
despido. Solo una semana lleva sereno, solo una semana le lleva a la locura y con ello a no pagar al
casero. En un mes le cambia la vida por completo, en cuatro semanas se ha ido
todo el esfuerzo por el retrete. Nadie le habla, nadie le saluda y se ve
sentado en frente de un supermercado, haciendo lo que pensaba que no haría
nunca. No sabe si es demasiado tarde o todavía se ve con ánimos de remontar,
pero la depresión es agónica y no tiene fuerzas ni para caminar. Ya no escucha
a las serpientes ni a aquellos que creía que eran sus amigos.
Ya no tiene el
cigarrillo entre los dedos y el vaso delante, solo los pies de todos aquellos
que ve caminar con paso firme van por su lado, pero sin hacerle el menor caso.
Sucumbe, cae en la miseria, se ve abocado a la
mendicidad y al cartón de vino para olvidar. Ya no aspira, ya solo cree que no
hay salida y que no es culpa suya, que todo ha sido por culpa de la venda en
los ojos que llevan todos los que se llaman sociedad.
– Dame
un euro o cómprame una barra de pan, por favor ten piedad de mí.
– Yo
no tengo piedad de nadie, nada me da lástima y nada me intimida.
– Maldito
seas, yo te maldigo, espero que todo se vuelva en contra tuya y sepas lo que es
el sufrir. Te prometo resurgir y volver para vengarme.
Todo son risas, hasta a los que no les hace
gracia ríen, todo por miedo a aquel que se dice la “autoridad”, a aquel que
como en mafia se mueve y crea nada bueno, solo deseo y destrucción.
“Querida vida, yo de ti me despido, no sin
antes decirte, que fuiste en un ayer alguien en mi triste y solitaria
existencia. Querida vida, solo deseo que sepas, que no debes hacer caso de los
rumores, solo quería dormir, dormir estando despierto, para no ver la realidad. Me imaginaba mientras existía, que no caería
en lo más bajo, en el lodo, en el fango de la pobreza y que lo perdería todo,
hasta tu propio respeto, por eso sé que me despido. Me voy hasta no volver
nunca más, al menos así. Ya sé que todo puede ser un sueño, pero dejo esta
misiva para que todo aquel que la lea, sepa que no hay peor camino que aquel
que uno no quiere ver. Ciego, pero no estúpido he sido yo, a la larga me he
dado cuenta de lo que valgo y por eso, termino con no seguir caminando. Yo
quería ser y no me han dejado, yo quería amar y tampoco he sido querido, no sé
porque entonces seguir, no sé porque continuar trazando una ese en mi andar,
cuando es más fácil apartarse, que ser vapuleado y humillado.”
Como un fantasma en la Oscuridad eterna, ve
con su propia luz, que nadie le acompaña en el tránsito, en su viaje hasta el
otro lado. Pero se siente feliz de dejar aquel que ha sido toda una pesadilla
para él. Pedro, “Pedrito” para todos los que se hacían pasar por sus amigos, ve
ahora que nada era cierto, que la compañía solo era grata cuando era acompañada
por los tristes vicios de la vida.
Todo es pasajero o forma parte del pasaje,
como en una maleta echada a la ya anciana espalda, vamos queriendo soportar
piedras en el camino, mientras el suelo se hace cada vez más empedrado y el
calzado más desgastado. Todo, hasta que al final llega el momento. No hay que
esperar a la muerte para darse cuenta del error y salir adelante. Se abre ante
él, una cortina opaca o mejor dicho el telón de su actuación, de su función en
su vida, aunque esta parezca tardía.
Todo no se sabe porque es, todo no se acierta
a dar en el centro de lo que es la diana del camino veloz de la carrera de la
vida. Como sale un tallo de una flor, nacemos y todo con lo que se nos riega
nos hace meya y nos hace tirar para arriba o tímidamente nos hace girar hacia
otro lado. No todos están libres. Pedro, “Pedrito” no es libre. Una infancia
marcada y una juventud alterada, le hizo sucumbir en los lamentos de todo aquello
que le hubiera gustado haber no probado ni siquiera.
Nadie es libre hasta que es uno, hasta que se
nota único en su especie, hasta que sabe que nadie, absolutamente nadie es como
uno mismo. Eso es lo que nos hace felices, porque nos notamos diferentes y eso
nos alegra, al ver que no seguimos al redil. Le da lo mismo ser pobre o estar
en la mismísima miseria, ahora sabe la realidad. El estómago se le retuerce y
la garganta se le seca, todo debido a lo que es.
Todo no acaba ahí, una pareja de policías
locales se le acercan y le aconsejan y él no quiere, solo acaba diciendo una
frase mientras se alejan.
–
- Señores. Antes estaba ciego y
ahora veo, gracias por darme este despertar.
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