martes, 23 de abril de 2019


                                               El baño en discordia

Alguien dijo, no robarás, alguien dijo, no harás falso testimonio, pero no es el primero ni el último que lo hace. No se echa para atrás y sigue adelante, con unos tragos más de la cuenta y con una deuda más alta, no sabe si el trasnochar le hace feliz. Entre dos mundos se encuentra y como de lamento en lamento, va de un lado para el otro. Son las siete de la mañana y es hora de recogerse. Hoy no es día de trabajo, podrá descansar todo lo bebido y trasnochado.

Orina al llegar a casa, pero no todo es como debe de ser, ya que hay sangre en aquello que cae. Se queda divagando mientras se retuerce de dolor, no tiene nada ni nadie le puede guiar, él mismo ha ido caminando poco a poco hacia el abismo. No quiere pensar en ello, solo tiene cuarenta años y se ve nadando en medio de la pena. Pescador desde que era un adolescente, su vida ha sido el mar, los bares del puerto han sido su rutina y también su ruina. Se deja caer en el colchón dispuesto a pasar la mañana, hasta que sea la hora de volver al trago. No tiene prisa, por una vez no tiene que salir a pescar, la barca está en el embarcadero y allí estará hasta que sea la hora de pasar la noche, pescado a pescado. Es tal la borrachera, que en sus sueños se le cuelan según que voces.
      
                 - Desde las profundidades del Mal, te hablo. Yo soy todo lo que tú quieres ser, solo tú tienes ese poder. ¡Háblame!

Se retuerce como una serpiente, vuela como una mosca traicionera, se introduce, se cuela dentro del oído derecho y aleteando, le dice, le comenta.
       
                   -  Sube a la superficie, camina entre aquello que los demás no lo pueden hacer. Soy tu príncipe, soy tu amo, pero también soy tu consejero.

Asustado se despierta, abre las ventanas de par en par, abre hasta la puerta que da a la calle y le invita, le sugiere, le ordena que se vaya.
       
                    -  Tú que dices ser mi consejero, te mando, te ordeno que te marches. No necesito, no albergo dentro de mí ningún odio ni rencor, con que ¡vete!

La serpiente, antes mosca, se cuela, se introduce dentro de sus ojos, para que estos vean la verdadera verdad, que color tiene lo que es cierto y oscuro. Aclarado el tema, se ve en una encrucijada, hacer caso omiso o realmente seguir al príncipe de las Tinieblas.
     
                                         -    ¡Ay!, que será de mí. Una vida solitaria y de desconsuelo, no quiero eso, ¿qué me ofreces a cambio de mi lealtad?
      
                  -   ¡Qué te ofrezco!, te parece poco el abrirte los ojos y la mente, demostrarte lo que es verdaderamente el Ser Humano.

Como el que entra en el momento más inoportuno y para solo hacer cizaña, habla fuerte, tan fuerte que rompe la dulce melodía de la Oscuridad.
       
                    -    ¡Hola!, yo soy la calma, eso que tanto deseas, ¿de dónde vengo? Vengo desde el otro lado, del lado opuesto a la Oscuridad. Yo soy lo que tú anhelas, aunque no lo sepas. Hay un viaje hacia las estrellas, esas sí, las que alumbran la noche oscura. Cuando el cielo está raso y no hay ninguna nube de discordia que empañe la maravilla del Universo.
       
                       -    Coge la barca y adéntrate dentro del océano, que te voy a explicar, te voy a enseñar para que aprendas lo que es realmente la vida.

Ezequiel, que es como se llama nuestro personaje, se dirige al embarcadero, con los ojos empañados en lágrimas, en lágrimas de estupor y de sorpresa. Porque todavía no sabe cuál va a ser su próximo destino y si este va a ser el de su propia muerte. Llega al embarcadero y subiéndose a la barca, suelta la cuerda del amarre. No hay viento, es más, ni falta le hace, ya que no lleva vela ni tela que se le parezca. Empieza a remar y no se ha alejado mucho del embarcadero, cuando le viene al recuerdo los abrazos de su madre. Rema y rema cada vez más fuerte y con más ganas, pero no por ello se aleja de tierra firme. Las olas de todo aquello que fueron errores le lleva de nuevo al comienzo.

Empieza a imaginarse historias, cuando nota que el agua empieza a subir, a entrar en la embarcación. No hay peces, estos se alejan, no quieren amistad con él. No se fían, ladrón, embustero y mal amigo, son sus posesiones. Pero sueña, sigue soñando que salga el Sol entre las nubes de la incertidumbre, ese que tanto tiempo hace que no ve. Solo le pide, solo le ruega, que quiere cambiar, que quiere ser otra clase de persona. Que ha aprendido la lección y solo quiere ser quien quiere ser. Que remará hasta llegar al horizonte y después, solo después se arrojará al agua del mar y que sea lo que el  destino quiera.
    
                                 -     No era yo, era mi gente, era mi entorno, lo que me había vuelto un Ser patético y despreciable, era todo lo que me provocaba ser como era. Si existe algo o alguien al otro lado, después, no le pido perdón ni clemencia. Solo le pido una oportunidad, eso de que se nos priva en la realidad. Yo solo deseo eso y remaré  y remaré, hasta que se me agoten las fuerzas y quede extenuado de tal forma, de que sea por culpa del Sol o del agua del mar, que me reúna con aquel que me llama o me habla.

No sé quién será, no sé si existe la maldad o el aquello que todos nosotros llamamos el bien.
    
                           -      ¿Qué es el bien, qué es el mal?, por todos los mares, yo no lo sé y si alguna sirena quisiera llamarme, no le diría que no. Yo sigo remando, yo sigo mirando para lo que creo que es el Norte, aunque creo que me he vuelto loco y creo que ya lo he perdido y no sé qué dirección tomar y aquello que veo al final, es el horizonte. Tú que eres el Centinela de las profundidades del Mal, no olvides que ningún lugar oscuro, las llaves que mantienen encerradas las Sombras del infortunio y que se regocijan con el daño ajeno, son de olvidar. Disfruta, entra en mí si es lo que deseas y dime, dime lo que tengas que decir.
      
                      -   Yo solo soy un guardián, yo solo sé lo que sé y eso, eso es que tú, sí tú, serás una Sombra. Por mucho que remes, por mucho que te esfuerces en remar, nunca verás ya puerto en el que te acojan con los brazos abiertos. Quedarás en el mar, sin dirección, a la deriva, como si fueses directo a lo que muchos llaman el limbo. Eso sí, eso que lo llaman algunos y que yo me siento apenado.
     
                                                   -    Ya no te acuerdas de cuando querías robar o le mentías a tu madre, a tu propia madre. Eso, eso son faltas muy graves y es que el verdadero infierno es el lamento eterno y la soledad completa. Nadie te dará un abrazo verdadero y sobre todo nadie te dará un beso de bienvenida.

Tiene sudores, pero no por el calor, sino por la falta de alcohol, ya sea cerveza, whisky o bourbon. Lo necesita y su cerebro se lo reclama.
       
                                -   Me gustaría estar en una plantación o tener un poco de hierba, solo para poder olvidar por un rato, todo aquello que me dices.
       
                               -    Podemos jugarlo a la carta más alta, pero no te aseguro de que yo, el Centinela, no sea tramposo y quiera tu alma atormentar por toda una eternidad.
       
                            -   No soy estúpido, no soy un necio y no me creo que tengas ya mi alma. Si fuese así no me ofrecerías la oportunidad de jugármela, vete y déjame en paz.

Es un hombre solitario, un alma ya errante y atormentada. Vive y sobrevive como puede, no pide limosna alguna, pero su sueldo como pescador no le llega a fin de mes. Ahorcado se ve, pero no de manera literal. Siempre con una actitud positiva, consigue siempre estirar todo lo que puede y volver al ruedo, al ruedo del juego de la vida. No lleva whisky en la barca, no le acompaña ni una sola triste gota de alcohol. Todo es agua, agua salada, todo lo que le rodea son los embates de un mar bravío, que quiere enseñarle como es llevarle la contraria a todo aquello que se llama Mundo.
       
                              -       Agárrate fuerte, agárrate como yo lo hago a los remos de mi pequeña barca. Todo es relativo, todo depende desde donde vengan los vientos, así serán los destinos de cualquier hombre.
     
                                                  -            Hay aires de paz, los hay de guerra, al igual que de odio y de venganza. Por esos últimos, yo, como Centinela te encerraré en lo más oscuro. Mucho me deberías demostrar, que yo pudiera valorar.

Vuelve a salir el Sol, despejando las nubes, es media tarde ya, pero es engañoso. ¡Porqué!, aunque el mar esté ahora en calma, no sabe cómo calmar la suya. Sediento y hambriento, sigue dentro de la barca.
     
                                              -         No me vas a convencer haciéndome sufrir, pero sí te rogaría que me dieras un poco de agua, que llueva de verdad un poco, si es cierto que eres compasivo, claro.

Le gustaría tener el poder de cambiar el mundo, si supiera hablar al público, a la humanidad  entera, lo haría. Si supiese escribir lo divulgaría, para que todas las personas tuvieran acceso a la verdadera verdad.
     
                                                  -            Dime que es el saber, triste es la energía que nos envuelve, solo su rebeldía le hace emerger de las profundidades del Universo, que no es otro que el mar de Tinieblas en el que se ve envuelto. La solución no es el Sol, el astro Rey, la claridad no es la luz, ya que esta nos ciega y nos hace seguir para delante por alguna razón.

Ezequiel sigue remando, ya no sabe si ha sido en sueños, ya que se siente empapado en sus partes más íntimas. No sabe si solo ha sido un toque de atención y como en un susurro le han dado un consejo y se despierta, todo ha sido un sueño o al menos un viaje a lo desconocido, como la vida misma. Esa que nos hace repetir cada día el mismo gesto sin darnos cuenta, y es qué encima somos felices y estamos contentos, como si fuésemos títeres a la orden de algún amo.

Entra en estado de embriaguez solar, tanto es, que se desmaya y la barca va a la deriva. Tanto es,   qué sin darse cuenta muere su cuerpo. Pero queda atrapado dentro de él. Intentando gritar, pero no puede, intenta llorar, pero sus ojos ya no le responden. Todo aquello es de desmerecer, ya que no hay peor ataúd que aquel que es nuestro propio cuerpo inerte.

Yo soy tu luz,
yo soy tu guía,
yo seré tu verdugo.
Calmaré tu sed con una promesa,
si tú me prometes que me bañaré,
me bañaré en tu felicidad y regocijo.
No desees venganza alguna,
nadie la merece,
ya que se muere uno por dentro.
Siéntate tranquilo,
mejor estírate en la barca,
panza arriba y deja que calme tu sed.



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