sábado, 25 de junio de 2016


                                               Sin título apropiado.

Las estrellas son como luces incandescentes en el cielo, ases del aire que nos vigilan y toman nota de nuestros movimientos. Extraterrestres observan y buscan un punto débil para poder invadir el planeta. Lo anotan todo , todo queda reflejado, menos los rostros de aquellos que a saber si no son buenos pero tampoco son tan malos, ¿están vivos o están muertos? no se sabe. A lo mejor yacen en tumbas sin que su cuerpo se descomponga. Ellos, impasibles buscan el regocijarse con la sed de una jauría de lobos. Buscan y rebuscan, pero el simple aire que respiramos nos protege y nos hace ser invulnerables y llenos de poder.
Grandes telescopios han dado la sorda señal de alarma, pero nadie se los cree. Dicen que ya están entre nosotros, ¿quién será uno de ellos? A lo mejor lo tenemos como buen vecino, en el piso de arriba o de abajo. Ya nadie pide sal y ya nadie empatiza con su prójimo, ¿cómo poder saber si somos nosotros el próximo? Qué más da, nadie hace caso y cuando queramos darnos cuenta, seremos parte de su alimento.

Me gustaría reír, reír de verdad. De esa manera, que se le caen a uno las lágrimas por el rostro. Quien sería capaz de negarme ese derecho, porque todos somos poseedores de él. Pero solo los más valientes, son capaces de enhebrar la aguja y coser la bandera de la libertad, una libertad a veces truncada por aquellos, que se creen con la verdad absoluta. Porque nadie sabe lo que es verdad o es mentira. Porque nadie sabe lo que es la luz o la oscuridad, siempre hay tonos grises. Esos tonos que nadie ve, como nadie ve a las personas de buen corazón. Porque nadie es transparente ni refleja su verdadera verdad o su libre pensamiento.  Se piensan o intuyen de manera falsa o equivocada, que pueden destruir a uno, porque se instalan como un virus en el ambiente. Sin saber, que con un simple estornudo lo lanza uno fuera.
Una vez, solamente una vez. El diablo me vino y me propuso un trato, no un truco sino un trato. Caminarás por alfombras rojas, hasta que tu cuerpo perezca. Entonces y solo entonces, me vendrás a visitar y yo me complaceré en enviarte a un lugar, donde tu descanso sea eterno.

Yo le pregunté, "si era el mismísimo Lucifer" y él me contestó, que tanto en la vida terrenal como en la siguiente, se le conoce por muchos nombres, pero siempre por el mismo acto.
Yo le pregunté "¿qué acto Señor de las Tinieblas?", él me respondió. El de despertar a todas aquellas almas rebeldes e intentar convencerlas, para que no sigan a aquel que se dice como se hace decir.

Yo le dije " de acuerdo", yo te seguiré y cuando ya no pertenezca a este mundo me iré contigo.
Paseáis  por las calles de alguna ciudad, nadie os saluda, nadie os dice ningún "buenos días" o algún "adiós". Todos desconectados de la vida misma, sois unos "supervivientes" y habéis caído fuera de la maraña de la telaraña. Esa red que se dice sociedad y que no tiene nada de humana. Nada, absolutamente nada es cierto o real, porque mañana a lo mejor ya no estáis. A lo mejor estaréis en otro lado, quizás haciendo un viaje hacia el infinito. ¿Quién lo sabe?, yo no. No os puedo aconsejar, pero solo deciros que también estoy fuera. No sé si por mí mismo o por ellos, pero es así, qué más da.
Escucho música, al menos algo vibra en mi casa y eso son los altavoces del comedor. Un comedor pequeño, de un piso pequeño. Qué más da. Lo importante es que me he cobijado de la tormenta. Mirando a través de la ventana, he conseguido ver un sin fin de relámpagos y he escuchado un sin fin de truenos. Será el mismísimo Lucifer, festejando nuestro acuerdo…

Yo quizás no salga como vosotros, todo el día en la calle. Hablando y gesticulando a la vez, como si tuvieses pilas alcalinas. ¿Pero para qué? Nadie os responde, nadie os habla. Os quedáis solos, no entráis en la red. Esa red llamada sociedad y que nos endulza y nos embriaga, hasta que no reconocemos ni nuestro propio cuerpo. Reíros si sois jóvenes, que vuestro cuerpo cambiará. Cambiará y se volverá gordo y os pesará la barriga, porque no dejaréis de comer y de beber, hasta tal punto que ya no os veréis ni os reconoceréis al ir al baño.
¿Qué me paso? ¿Qué soy cruel? Yo no soy cruel, soy rebelde y veo con mi edad, como cambio y después llegarán los óxidos a los huesos, esos que realmente temo y espero cuidarlos y mimarlos. Aunque sea un imposible mirar hacia atrás, sin recordar cómo era.

Son como algas marinas, no se ven, nadie las tiene en cuenta. Pero en número son peligrosas, como aquellos seres diminutos de otros planetas, de algún sistema solar parecido al nuestro. Que vienen a adueñarse de todo y de todos, como puede ser. Como podemos estar al margen de tal trágico acontecimiento. Solo un estornudo es un alivio, porque quedan flotando en el ambiente y vienen en naves espaciales de tamaño inverosímil.

Voy a ser un poco más listo, pero sin llegar a traicionar la palabra que le he dado al del trato. Esas naves espaciales, son tan diminutas que pueden colarse por las cavidades de la nariz. Pero no pueden estar mucho tiempo, nuestro aire para ellos es como el óxido para el hierro. ¿Pero qué tiene que ver, una cosa con la otra? Los extraterrestres diminutos, con el que me ha ofrecido un lugar en la Oscuridad. Quién no dice que son los mismos, que es solo una transformación, como energía que somos. Quién no dice, que somos tan pequeños o ¿son los mismísimos demonios? Esos mismos que nos hacen enloquecer, envolviéndonos en una tela de araña para que sigamos un camino trazado o seamos de alimento sin darnos cuenta. ¿Tendremos algún dueño? Alguien que nos tenga como mascota, quien sabe. A saber.
Solo sé que engordamos y engordamos, para acto seguido arrugarnos. Quedando los rostros tan ancianos, que no se puede disimular la edad. ¿ Porqué nos arrugamos? y al cabo de algunos años, perecemos. Esa para mí es una gran incógnita, salvo la médica.¡ Entonces! ¿Están ya entre nosotros? Aquellos que no saben a lo mejor ni ellos mismos, que pertenecen a otro lugar. A un sitio, a un planeta que hasta para ellos es desconocido. Estos son los que despiertan, no porque sean rebeldes. Si no porque no pertenecen al rebaño, a ese redil planetario llamado “Tierra”.

 

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