viernes, 10 de junio de 2016


                                               Jaris II

Que batalla es más despiadada, que aquella que es sorda y somete. Que batalla es más cruel, que la del cobarde que aflige al más débil y vulnerable. A qué viene este cuento, pues no lo sé. Solo sé que es a lo mejor, el principio de un buen relato. Sol y Luna, sombras y oscuridad. Siempre van de la mano como si fuesen una pareja de hecho. Como el hombre que hace mujer a una guapa doncella, que más se puede pedir. Solo la despedida del guerrero que se marcha y la deja sola y embarazada. Se va, se marcha, a lo mejor ya ha nacido el vástago cuando vuelva. Eso si vuelve, si no es alcanzado por alguna espada o alguna flecha. Son tiempos crueles en los que el honor y el deshonor impera y se respira en el aire. Cada vez que inspira, cada vez que resopla es por la muerte de algún contrario. Pero es que es la lucha por la supervivencia, en aquellos tiempos que no eran tiempos. No existían ni los días ni los años, solo se contaba el tiempo por las veces que salía el Sol o la Luna.
Para no contar, cuando se producía un eclipse y todo se volvía oscuro y parecía que las Tinieblas envolverían al más justo. Qué sería en aquellos tiempos, donde el ladrillo era solo barro y paja. Cuando se tenía que amasar con los pies, día tras día si querías tener un buen cobijo y no morirte de frío.....

Corto con el filo de una navaja, sombras, solo sombras y las pego en el suelo. Solo son sombras, ¿qué pueden hacerme a mí? Solo las piso cuando ando, las pego en las baldosas de terrazo que tengo en mi casa. "Me estaré volviendo loco", solo veo sombras. Pero estas no me sonríen, solo lloran su mala fortuna o su mala conciencia. Hay de todo... ¡Ah! Que no se me olvide presentarme, soy el Centinela. Aquel que las aguarda y las encierra, por un sin fin de eternidades. Si lo deseáis, podéis preguntarme. Yo no soy dueño de nadie ni nadie es de dueño de mí. Aquel que se me acerca con buenas intenciones, le dedico una de mis mejores ovaciones. Porque no es normal, que donde reina la maldad y la codicia, se me acerque alguien con buena sintonía.
Sigo cortando con el filo de una navaja y alguna, sin que se den cuenta, me la llevo al estómago. No es nada malo e incluso para ellos, una alegría. Lo que no saben son los mil años que  tardo en hacer la digestión. Pero bueno, eso es otro cantar.

Cuéntame la verdad y yo te contaré tu mentira. Todos sois observados, todos sois ajusticiados, de aquí no se salva ni el gato y eso que no se transforman, como no sea en la noche, en fantasmas alrededor de las farolas. Aquellos fantasmas que maúllan a la luz de la Luna, todo por no poder, todo por no saber llorar. Podría seguir, podría continuar, pero prefiero parar y si alguno quiere charlar, pues seguimos con el cantar. Que no es otra cosa que una chanza de otros tiempos y otro lugar de donde yo pertenezco y quizás también el que lo escribe…
Dame un diamante en bruto y te lo transformaré en una joya. ¿ A qué viene esto? Siempre, incluso las sombras de la noche han sido puras y cristalinas, brillando a la luz del Sol. Todo es la conciencia y esa, aunque no sea limpia. Tampoco es turbia, como el agua estancada de algo más grande que un charco.  En ella, pueden anidar mosquitos o simplemente serpientes demoníacas, que esperan su momento para lanzarse a descubrir... ¿A descubrir el qué? Pues a vivir en la vida terrenal, que demonio saldría al aire, que ser rebelde saldría a decir quién y qué es en realidad.

Como tan buen centinela que eres, no dejarás escapar ninguna sombra. Ya sabes que estas, al carecer del más mínimo sentimiento,  podrían enturbiar el agua clara del manantial de la vida. Los demás, aunque no lo crean. Tenemos sentimientos y sabemos lo que es el respeto. ¿Mi nombre? Qué más da, he tenido tantas vidas... Pero es cierto, tengo un nombre. Pero esta vez no puedo ser tan sincero.
Una voz me susurra y me pregunta...¿Qué prefieres, ver crecer la hierba o ser pasto de los leones? Yo le respondo, claro. "Ver crecer la hierba".

Entonces otra voz me dice alto y claro, "pues serás un cobarde". Yo le pregunto, ¿porqué? . A lo que él me responde, porque ver crecer la hierba, es quedarse inmóvil sin vida, sin emociones y sentimientos.
Yo atónito y desconcertado, le digo a viva voz. ¡Entonces, que me coman los leones y así sabré lo que es el dolor y la muerte lenta o súbita!

No es eso, es luchar y vivir con el riesgo que ello comporta, no quedarse sentado mientras la vida pasa.

¿Quién eres, que me visita y me dice lo que debo hacer?
Ya me conoces de otros encuentros y otras vidas pasadas. El Centinela no necesita presentación, solo cuando se le siente cerca a uno se le congela hasta el corazón. Ese soy yo, el Centinela. Aquel que va en busca de las sombras y en vida les doy una oportunidad. ¡Ojo! No pienses que a todas, algunas ya están condenadas ya en este mundo y no podrán escapar a su triste y merecido destino.

Espada, cuchillo y maza. Tres armas, para tal Tridente que forman los que son de ellos. Espada para el que puede portarla, cuchillo para el que puede lanzarlo y maza, maza para aquel que ajusticia sin temblarle el pulso. Que pulso puede tener el que no ha nacido y no ha sido materia, quien puede ser, si no yo el Centinela. Los otros dos ya los descubriréis, ya que si sois un poco inteligentes adivinareis el acertijo. Que no es otro que aquel que se tapa con una cortina transparente y solo tiene que ser el del cuchillo el que la rasgue. Volviendo ambos mundos en uno, sabiendo y aprendiendo a ser como se debe de ser.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario