Encuentros al atardecer
Entra sacerdote, entra y ocupa tu lugar en el altar, entra y
súbete desde dónde dominas a todo aquel que intenta enturbiar tu verdadera paz.
No hay más, no hay nada más que Luz y Oscuridad, día y noche, Sol y Luna. En el
ambiente se respira el aire del mar, qué cómo si fuese por capricho, se cuela
por los ventanales de la Iglesia. Yo como mero espectador, percibo y escribo…
Son las siete y media de la tarde, de cualquier tarde de
verano. El Sol sigue dominando el cielo, no se intuye la cercanía de la Luna…
Dejo los dedos suaves que se deslicen por el teclado del
ordenador, las campanas negras se
escuchan desde a lo lejos. Mi casa es mi cuerpo y mi cuerpo no es casa de
nadie, yo no invito a nadie a ella. Hay muchos que desean entrar y adueñarse
como si no tuviese dueño, las campanas
negras se escuchan desde a lo lejos. Quien pertenece a quién, yo soy un ser libre. Sí, bondadoso
pero libre. Ese soy yo, quién es capaz o puede decir lo contrario, yo sé quién
soy. La música sigue en mis auriculares y se entrelaza con la plegaria del que
tiene la palabra y yo me evado y me relajo y escribo este texto, no relato, ya
que no hay trama. ¿O sí? Quién lo sabe, a saber. Quien pertenece a quién, somos
seres libres. Nadie que viene es siervo de nadie, solo dicen libertad,
libertad...
Tocan las ocho en el reloj de esta antigua iglesia, desde el
pueblo se puede decir un “hasta luego” al astro Rey y decir un “hola” a la
señora Princesa…
Todo funciona como una función, en la que todos jugamos
nuestro propio rol. Hay quién nace con más suerte que otro, no tiene nada que
ver la inteligencia. ¿O sí? Yo solo sé, lo que escucho y percibo y las
sensaciones que recibo escuchando música y tengo para toda la tarde. Ya he
tenido visita, ¿qué más quiero? Que más se puede pedir, no estoy acompañado,
pero no me siento solo. Todo podría ser peor, quejarse es posible, pero no compadecerse,
porqué hay quién sí lo merece. Yo me encuentro sin compañía, cierto. ¿Pero
solo? Solo no, solo no estoy, estoy viviendo mi propia libertad. La libertad de
poder decidir, decidir hasta cierto extremo. Es una libertad limitada, porque
quién es completamente libre. Libre de decidir coger un transporte, que te
lleve al otro lado del mundo.....
Como en murmullo que me suena a grito me dicen “TE GUSTA
JUGAR AL AJEDREZ”....
Mueve ficha y veré si te consigo ganar la partida, la partida
de la vida. Quieres llegar a anciano y tener sabiduría, ¿qué más se puede pedir
a cierta edad en esta vida? Nada, simplemente llega un momento que las
posesiones pierden valor y lo único que aprecias es lo que guardas en el
corazón. Mujer, hijos y nietos, es lo que te llevas de recuerdo. Esto es solo
para aquellos que son verdaderos y forman una familia, como se hace desde hace
antaño. Los demás, aquellos que eligen caminar solos, también son bienvenidos,
también son verdaderos y también serán bien recibidos. ¿Quién decide esto,
quién puede decidir lo que verdaderamente importa? Lo que está claro, es que lo material en el
otro lado, poco importa. ¿Quién es más sabio? Aquel que hace su andadura en
pareja o el que lo hace en solitario.
Qué más da, los dos saben lo que saben. Los dos han caminado y cometido
errores, qué más da. Cuando se llega al momento, lo que merece la pena, lo que
verdaderamente importa. Es pensar que se ha obrado bien, que has hecho de tu
vida con dignidad, un camino solitario o en pareja. Pero siempre siguiendo una
línea, que no es otra que la de tu mentalidad y la de tu manera de ver las
cosas. Sin llevarse, sin arrastrar el rencor y el odio de nadie. Es lo que te
llevará a conseguir, la paz en esta vida y en la próxima, si es que la hay.
Se acerca el ocaso, el relevo está cerca “VELAS NEGRAS, VELAS BLANCAS”...
El color de la vela,
qué más da. Lo que verdaderamente importa es la intención, lo que
verdaderamente importa es la importancia que se le da a la llama que arde. Cómo
todo lo que se hace en nuestra pequeña existencia, podemos o no, contribuir a
ella. Esta puede ser buena, puede ser mala o simplemente neutra. Ese es el
verdadero secreto de los colores, porqué cuento todo esto. Porque estoy con mi
música desde hace buenas horas y ya le estoy dando a las teclas, de forma
suave, dejándome llevar, formando estas frases. A quién le asusta tanto la realidad, le da tanto pavor, que
prefiere decir no creer, pero a la vez alejarse por si acaso. Qué más da, no sé
si lo dejaré publicado o lo borraré, porqué a veces y digo solo a veces,
escribo cosas extrañas. No sé si soy yo verdaderamente escribo, aunque la
intención la sé y esta es buena. Solo os puedo decir, que no encendáis velas, si estas no son
neutras. Es muy sencillo el porqué, porque son como faros en medio de un mar de
tinieblas y tinieblas que es, pues no es el infierno. Es el paso hacia la
oscuridad y la luz y en ella, confluyen muchas clases de almas, almas que no
saben todavía su camino y que pueden ver tu llama. Esa llama que enciendes y
que según con qué intención lo hayas hecho, puedes recibir una visita u otra.
Eso es lo que percibo y eso es lo que escribo, vosotros a lo vuestro.
Su sumo sacerdote termina su sesión y yo la mía, no sé si
habré llegado a escribir algo cierto o incierto. Quién lo sabe, a saber. Solo
sé, que mañana a las siete y media, estaremos los dos en la misma confluencia.
Como si de dos afluentes se tratase y fuesen a parar al mismo río. Un río
llamado…llamado como tú quieras.
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