martes, 12 de abril de 2016


                                               Un Sol naciente

Con alambres de espino, están atadas las estrellas en el cielo. Encapotado por unas nubes negras, que no nos deja ver la verdad. Esa realidad que nos negamos a creer y es que la muerte llega cuando uno descansa. No lo hace nunca en medio de un mar agitado sino cuando todo está en calma. Que será de la verdad, cual será esa realidad que nos tiene ciegos, ciegos y esperanzados. Toma el trono me dice el Rey, ¿el rey de dónde? No es de ningún país y de ninguna bandera, es el rey de nuestro propio destino. Cuál puede ser ese, que nos tienen tan apaciguados. Tan calmados, como si fuésemos niños jugando en mitad de un parque.  Hacemos montañas de arena sin el temor de que venga alguien y los destruya, como somos tan inocentes de pequeños y tan desaprensivos de mayores.
Que será aquello, que nos hace sentir tan seguros si no es otra que la madre naturaleza. Pero ella no es rey sino reina, reina o princesa. Qué más da, nos hace sentir fuertes y nos hace llegar a adultos, para después provocarle tal desconsuelo con nuestros actos, que la hace llorar desde lo más alto. Que actos pueden ser tan graves, que hacen que ella se oscurece y nos amenace con viento y temporal. No, no sabemos y provocamos que aquellas estrellas que nos ven desde a lo lejos, se sientan perturbadas por tal acto de falta de respeto.

Toca la corneta y forman en fila de a uno y todos quieren hacer borrón y cuenta nueva, pero no es tan fácil, el daño cometido es grave y no pensamos nada más que en aquello que no es ajeno, no perturbe nuestra tranquilidad. No hay fuego, porque no hay nada que pueda arder. Pero si habrá temporal, porque el cielo así lo ha prometido.
Me dejas solo, mientras se mueven las ramas de los árboles y yo de mientras nace el Sol camino pisando las hojas secas, que hay en el paseo. No veo, estoy ciego de envidia por aquel que te posee. Solo hago que pisar y dar patadas sin sentido al aire, como si fuese un niño chico. Las hojas caídas en el fresco otoñal, vuelan y caen de forma suave hasta al suelo. ¿Pero que hay en tu mirada? Que es como el color del mar, de un mar que nos pertenece y nos espera para darnos un baño. Un baño que sea nuestro empezar, un empezar que no estaba en el destino. Que ola será capaz de arrastrarnos a tal desenfreno. En el destino, no estaba escrito tu nombre y ahora lo escribo en cada amanecer. Como en una pizarra negra lo relato con tiza blanca, sí tiza blanca. De aquella que te quedaban las manos manchadas, como ahora lo está mi corazón. Porqué lo nuestro no tiene límite ni de tiempo ni de velocidad. Ya sabes que a mí me gusta por igual las prisas, que las mujeres. No hay dos sin tres ni me pierdo en una recta de un hospital. En un hospital al chocar contra ti y conocerte. ¿Porque no hacemos una carrera? Pero que sea el final lo mismo. Que el premio sea igual para el vencedor que para el perdedor y que este sea un beso en tus labios llenos de carmín.

Deja al que te ata como a un perro guardián, porque tú eres de correr y campear. Tienes mucho de que lucir y yo celoso, me guardaré para mí mis arrebatos y más bajos instintos y te dejaré ir a tu libre albedrío. ¡Morena, me tienes enloquecido! Ven aquí a mi lado y te mostraré el mundo, un mundo donde todo no es gris oscuro. Que es el color que te deja ver, el que ahora te posee.
El Sol ya está en lo alto y me muestra mi sombra, una sombra de un hombre con sombrero de copa. Pero solo, estoy solo. No me acompaña la tuya, no me acompaña tu querer. El poder abrazarnos y que el Sol nos funda en una única y verdadera, haciendo el dibujo de una pareja que se enamora. Demostremos al que se dice Rey, que podemos engendrar al futuro, no solo al nuestro sino al de la humanidad. Alguien que lidere la recuperación, la recuperación de aquello que nos pertenece a todos y cuando digo a todos, me refiero a todas las razas y especies.

La vela está apunto de consumirse y ya no existirá la llama que arde en nuestros corazones. No existirá el amor, no existirá ni el perdón ni el arrepentimiento. Ya entonces, solo existirá el ser humano como tal y entonces será de una naturaleza sin sentimientos, incapaz de hacer rodar ni una sola lágrima. Esa y solo esa, que haría volver todo al principio y el hombre y la mujer, tuviesen una segunda oportunidad. Como un viejo matrimonio se concede un tiempo, un tiempo para volverse a amar. El cielo es incapaz de mostrarse tal cual es, por temor a ser destruido. Sabe que eso es posible, el ser humano está capacitado y es capaz de tal atrocidad. Todo por ser como es, todo por no ser hermano de aquellos que no son como él. Porque ni con él mismo se muestra con respeto, entonces que puede demostrar con aquellos que le rodean, ya sean o no de su especie.
No nos creen capaces, le hemos fallado tantas veces. Suenan las palmas y la guitarra, demuéstrame…a mí solo no. Sino a todo aquello que se mueve, que el amor y la sensualidad, puede hacer renacer el mundo como la lluvia fina de primavera.

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