A
la sombra de un olivo.
Los vientos pueden cambiar, pueden venir del Este o del
Oeste, de Sur a Norte y pueden ser que nunca susurren entre las rendijas de las
ventanas, el sonido de la paz. Los
ecos pueden venir de arriba o de abajo,
del cielo o del mismísimo infierno. Pero es qué la paz no tiene porqué buscarse
fuera, solo y solo hay que buscarla el interior de nuestros corazones. Qué
tranquilidad y sosiego puede tener el sentir el aire, bajando de las montañas.
El estar uno tumbado en la hierba y sentir resbalar este, por el rostro
desnudo, sin ningún casco ni atuendo bélico. Unas montañas florecientes por la
primavera tardía, por los sonidos de guerra que venían desde sus picos nevados. Hielo y solo frío y hielo, traen las guerras. Frío y temor,
por la propia vida. Esa que al igual que nos fue regalada, nos puede ser
arrebatada. En un segundo, en lo que se tarda en soltar un alarido, podemos ser
en el otro mundo. ¿En qué mundo? A saber. Al igual que soltamos un llanto al
nacer, lo soltamos al perecer. Y es que no hay nada más frágil qué la propia
carne, pero nuestro espíritu puede ser fuerte, fuerte como una roca.
Desde ahí pueden venir horizontes de cambios, cambios que
nos demuestre que todos, sí todos, tenemos sentimientos y sollozamos a la
pérdida de algún hermano. Entonces yo me pregunto, si todos somos lo que somos,
porqué nos lanzamos acusaciones y nos vetamos a querer un encuentro amistoso.
No somos solo amigos, somos algo más, algo que ni se puede decir ni siquiera puede
demostrar. Por el mismo color de la
sangre, ni verde ni azul, solo roja. Roja como la bandera que ondea en alguna
playa costera. Como una canción llevada por el viento de la libertad, nos
deja sordos y sin voz con la que poder replicar, por eso lo escribo. Para poder
explicar, para poder decir que estamos en este mundo, para aprender y vivir en
hermandad.
Toma paloma esta rama de olivo y vuela, vuela alto y claro.
Llevando al otro lado del mar, la noticia que la paz existe en este mundo.
Aunque parezca mentira, que el barro y la paja solo sirva en este lado, para
hacer montañas en el aire y que estas no se caigan, por mucho que cambie de
sentido el viento.
Toma paloma esta rama de olivo, como muestra del mensaje y
demuéstrales a aquellos que se pelean, que somos todos hermanos y que el
orgullo o la arrogancia no son barcos de buen puerto. Todos necesitamos de un
saludo o un abrazo y ello nos pone contentos. Contentos y nos hace pensar en
otras cosas, en otras vidas que no son ni el hambre ni la guerra. Yo tiendo la
mano y el brazo, para que el saludo y el afecto este sea sincero. Que sería del hombre y de la mujer, si fueran capaces de
convertir la Tierra en su verdadero cielo. Un trozo de paz, para un trozo de
pan que se convierte en el rancho del hambriento. Un regalo de alegría, para
verterla en la copa de vino de que el hombre se sirve sin agonía. Ajeno a
peligros, pero siempre al acecho. Demuestra su inocencia, su inocencia pero a
la vez inteligencia de no querer pisar al más débil. Espero que la paloma, llegue a divisar tierra y no haga
falta caer en ideas o actos, que no llevan a nada. Porque no hay mejor abrigo,
que el abrazo de un amigo y no hay mejor vino, que aquel servido gentilmente
por la mujer que te corresponde…
Lléname la copa María, que esta noche me voy a emborrachar.
Además, ésta vez en vez de gallina, tendremos paloma para cenar. De qué van al
otro del mar, aquí ni somos hermanos y menos primos, en los que caer en
mentiras y alucinaciones como si nos dieran algo de qué fumar. Lléname la copa mujer y tú ponte a mi vera y hazme compañía,
que estos se creen que se me cae la gabardina. Yo ya sé que no soy inmortal y
si lo soy, será cuestión de verlo más tarde. Con el paso del tiempo, ya me veré
envejecer y veré como un día me falla una cosa y después la otra. Que será la
vista o la pierna, hasta vendado no dejaré de pelear. Con qué, quien me venga
queriendo hermandad, lo envío a la olla con el qué hacer un buen caldo para
nuestras barrigas llenar. Se me quiere ignorar y se creé que con esas frases y estas
aves, podrá reblandecer mi honestidad. Yo no sé de eso, si no que se lo digan a
aquellos que me han querido visitar. Aquí las palomas son más grandes y negras, llevan en su pico
un trozo del corazón de algún ser ahora muerto. De algún ser vivo que me retó y
hoy ya no existe o al menos no se mueve, siendo comida y pasto para aquellos
cobardes, que vienen como hienas. Se ríen y bravuconean y yo me regocijo por
dentro. En quién se clava más fuerte una espada de acero si no en aquel que el
corazón se reblandece, por culpa del amor y del cariño, a aquello que todavía
no conoce.
¡Incrédulos! Venirme a mí con una rama de olivo, la paloma
ya se asienta en mi estómago, haciendo la digestión.
¿Incrédulos? Las palomas son listas e inteligentes y se
pueden unir en masa y volar como halcones. Cierto que no tienen su picada, pero
no son de menospreciar en número. Te habrás comido una, ahogando tu gula. Pero
no pienses ni por un momento, que su vida y viaje ha sido nulo y una burla.
Porqué ha puesto en preaviso a las demás y te llevarán cicuta en vez de una
rama de olivo, haciendo de esta manera. Que no te veas envejecer, como es tu
deseo y veas venir de manera pronta, tu muerte. Solo somos hombres, ni dioses ni ángeles, solo hombres. Que
de manera individualista no significamos nada, pero en unión y en mayoría lo
significamos todo. Por eso, no te
regocijes en tu gula y en tu bravuconería. Que si lanzamos esta voz de
paz, es por símbolo de amor y respeto a todo lo que nos rodea.
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