viernes, 15 de abril de 2016


                                   A la sombra de un olivo.

Los vientos pueden cambiar, pueden venir del Este o del Oeste, de Sur a Norte y pueden ser que nunca susurren entre las rendijas de las ventanas, el sonido de la paz.  Los ecos  pueden venir de arriba o de abajo, del cielo o del mismísimo infierno. Pero es qué la paz no tiene porqué buscarse fuera, solo y solo hay que buscarla el interior de nuestros corazones. Qué tranquilidad y sosiego puede tener el sentir el aire, bajando de las montañas. El estar uno tumbado en la hierba y sentir resbalar este, por el rostro desnudo, sin ningún casco ni atuendo bélico. Unas montañas florecientes por la primavera tardía, por los sonidos de guerra que venían desde sus picos nevados. Hielo y solo frío y hielo, traen las guerras. Frío y temor, por la propia vida. Esa que al igual que nos fue regalada, nos puede ser arrebatada. En un segundo, en lo que se tarda en soltar un alarido, podemos ser en el otro mundo. ¿En qué mundo? A saber. Al igual que soltamos un llanto al nacer, lo soltamos al perecer. Y es que no hay nada más frágil qué la propia carne, pero nuestro espíritu puede ser fuerte, fuerte como una roca.
Desde ahí pueden venir horizontes de cambios, cambios que nos demuestre que todos, sí todos, tenemos sentimientos y sollozamos a la pérdida de algún hermano. Entonces yo me pregunto, si todos somos lo que somos, porqué nos lanzamos acusaciones y nos vetamos a querer un encuentro amistoso. No somos solo amigos, somos algo más, algo que ni se puede decir ni siquiera puede demostrar.  Por el mismo color de la sangre, ni verde ni azul, solo roja. Roja como la bandera que ondea en alguna playa costera. Como una canción llevada por el viento de la libertad, nos deja sordos y sin voz con la que poder replicar, por eso lo escribo. Para poder explicar, para poder decir que estamos en este mundo, para aprender y vivir en hermandad.

Toma paloma esta rama de olivo y vuela, vuela alto y claro. Llevando al otro lado del mar, la noticia que la paz existe en este mundo. Aunque parezca mentira, que el barro y la paja solo sirva en este lado, para hacer montañas en el aire y que estas no se caigan, por mucho que cambie de sentido el viento.
Toma paloma esta rama de olivo, como muestra del mensaje y demuéstrales a aquellos que se pelean, que somos todos hermanos y que el orgullo o la arrogancia no son barcos de buen puerto. Todos necesitamos de un saludo o un abrazo y ello nos pone contentos. Contentos y nos hace pensar en otras cosas, en otras vidas que no son ni el hambre ni la guerra. Yo tiendo la mano y el brazo, para que el saludo y el afecto este sea sincero.  Que sería del hombre y de la mujer, si fueran capaces de convertir la Tierra en su verdadero cielo. Un trozo de paz, para un trozo de pan que se convierte en el rancho del hambriento. Un regalo de alegría, para verterla en la copa de vino de que el hombre se sirve sin agonía. Ajeno a peligros, pero siempre al acecho. Demuestra su inocencia, su inocencia pero a la vez inteligencia de no querer pisar al más débil. Espero que la paloma, llegue a divisar tierra y no haga falta caer en ideas o actos, que no llevan a nada. Porque no hay mejor abrigo, que el abrazo de un amigo y no hay mejor vino, que aquel servido gentilmente por la mujer que te corresponde…

Lléname la copa María, que esta noche me voy a emborrachar. Además, ésta vez en vez de gallina, tendremos paloma para cenar. De qué van al otro del mar, aquí ni somos hermanos y menos primos, en los que caer en mentiras y alucinaciones como si nos dieran algo de qué fumar. Lléname la copa mujer y tú ponte a mi vera y hazme compañía, que estos se creen que se me cae la gabardina. Yo ya sé que no soy inmortal y si lo soy, será cuestión de verlo más tarde. Con el paso del tiempo, ya me veré envejecer y veré como un día me falla una cosa y después la otra. Que será la vista o la pierna, hasta vendado no dejaré de pelear. Con qué, quien me venga queriendo hermandad, lo envío a la olla con el qué hacer un buen caldo para nuestras  barrigas llenar. Se me quiere ignorar y se creé que con esas frases y estas aves, podrá reblandecer mi honestidad. Yo no sé de eso, si no que se lo digan a aquellos que me han querido visitar. Aquí las palomas son más grandes y negras, llevan en su pico un trozo del corazón de algún ser ahora muerto. De algún ser vivo que me retó y hoy ya no existe o al menos no se mueve, siendo comida y pasto para aquellos cobardes, que vienen como hienas. Se ríen y bravuconean y yo me regocijo por dentro. En quién se clava más fuerte una espada de acero si no en aquel que el corazón se reblandece, por culpa del amor y del cariño, a aquello que todavía no conoce.
¡Incrédulos! Venirme a mí con una rama de olivo, la paloma ya se asienta en mi estómago, haciendo la digestión.

¿Incrédulos? Las palomas son listas e inteligentes y se pueden unir en masa y volar como halcones. Cierto que no tienen su picada, pero no son de menospreciar en número. Te habrás comido una, ahogando tu gula. Pero no pienses ni por un momento, que su vida y viaje ha sido nulo y una burla. Porqué ha puesto en preaviso a las demás y te llevarán cicuta en vez de una rama de olivo, haciendo de esta manera. Que no te veas envejecer, como es tu deseo y veas venir de manera pronta, tu muerte. Solo somos hombres, ni dioses ni ángeles, solo hombres. Que de manera individualista no significamos nada, pero en unión y en mayoría lo significamos todo. Por eso, no te  regocijes en tu gula y en tu bravuconería. Que si lanzamos esta voz de paz, es por símbolo de amor y respeto a todo lo que nos rodea.

 

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