viernes, 22 de abril de 2016


                                                            Quien necesita afecto.

Caen las hojas de otoño, llora el cielo por el fin del verano. Ya mismo se hará de noche y oscurecerá. El Sol dejará de calentar y la Luna hará su reflejo. Mi madre me llamará, porque será la hora de en casa estar. No tengo reloj y no quiero, pero el frío me cala en los huesos. Ya empieza a refrescar y habrá que buscar abrigo para seguir en la calle.
¡Quien necesita afecto, quien necesita un abrazo! ¿Puedes ser tú? Puede ser que sea yo quien lo necesite, pero me hago el fuerte y el duro. No lloraré por nada, no lloraré por nadie. Porque nadie se lo merece, nadie es de tan buen corazón y de tanto agradecer, que merezca tal trato. Solo me compadezco yo solo, solo y siempre solo. Por el egoísmo humano, muchos nos vemos solos, pero no hundidos. Qué más da, para donde gire la rueda, la rueda de la fortuna o del infortunio  que nos sentimos agraciados incluso en la más absoluta soledad. Ahora y solo ahora, entiendo a aquellos ancianos que se sientan en el banco y tristes, ven el pasar de la gente. Con el Sol deslumbrándoles en los ojos, son capaces de vislumbrar entre los pasillos de las sombras. A los hombres y mujeres que pasean juntos, con la ilusión de formar familia, familia que se hará en número. Será a lo primero una bendición, el amor que une a una pareja y la llegada de los vástagos, para que después, cada uno de los miembros, sigan su propio camino y su propio destino. ¿Qué será de aquel que no lo haga? En fin….En definitiva, al final nos vemos solos. Ya sea en pareja o uno mismo, acabamos siendo tan mayores que no encajamos en la selva del asfalto. Se nos relega a un puesto, a un lugar, el cual no estamos acostumbrados. Debido a tanta lucha y tanto esfuerzo, creemos que merecemos mayor recompensa y mayor respeto, que la soledad y el estar sentados. Sentados en cualquier banco de cualquier parque. ¿Qué será de nosotros? Llega un momento que pensamos hasta en nuestro funeral. ¿Quién vendrá a despedirse, quien vendrá a mostrar un poco de respeto hacia nuestra persona? ¿Seremos los primeros o  conseguiremos llegar al final del ciclo? No lo pensamos o no queremos comentarlo, pero es así. ¿De quién dependerá nuestro entierro? De un hijo, de un hermano o simplemente de un extraño. .¿Quién nos dedicará un poco de tiempo? Para que nuestra marcha sea honrosa.

Uno puede ya dejar escrito y dejarlo todo pagado,  que si nadie lo gestiona, que será de nosotros. No sé qué pasa, pero no se abraza a los difuntos ni el día de su muerte. Muerte y vida, vida y muerte. Blanco y negro, todo tiene su lado contrario. ¿Podremos ver nuestra propia despedida? ¿Quién vendrá a velar nuestro cuerpo sin vida? Habrá algo después o simplemente seremos de paso y olvidados. ¿Quién pregunta por su abuelo a cierta edad, después de que él, haya estado a nuestro lado desde nuestro nacimiento? ¿Quién es capaz, de no agradecer los minutos y las horas de paciencia y entretenimiento, que ha tenido con nosotros?

Yo me acuerdo, aunque fuese bien pequeño, como si ahora fuese mayor, yo me acuerdo. De mis paseos y el corretear por el parque, mientras él, se liaba un cigarrillo con toda la paciencia del mundo. Me observaba y me sonreía, a lo mejor porque veía su pasado reflejado en mí. Porque para eso ya estaba jubilado y ya viendo su vida terminar, que más gozo que ver a uno de su sangre, su vida empezar. Estuvo a mi lado y su despedida fue rápida, pero clara. No sufrió, porque quizás no hizo daño ni hizo sufrir a nadie. Eso trae como recompensa un adiós sin agonía. Un adiós o un ¡hasta luego! En solo un suspiro, noté como se alejaba de la casa y creí, llegué a pensar que su reflejo se había materializado en el espejo del recibidor.
Lloviera o hiciese frío, mi abuelo siempre estaba conmigo. Recuerdo y recuerdo, como el que ve una cinta de vídeo. Sí, de aquellas cintas que ya nadie se acuerda. Porque en la vida esta, avanzamos con la tecnología y olvidamos detalles de nuestra vida o simplemente, están tan enterrados que no hacemos memoria. Solo deseo y pienso, que alguna vez se me muestre como un ángel y que me muestre el nuevo camino. Espero que tarde por eso, pero que sea así. Porque para mí, sigue vivo en mi recuerdo y mientras sea así, tendré la llama de la esperanza siempre encendida. Sus restos descansan ya en paz y no quiero molestarle ni importunarle, por ese motivo hago mi vida. Siempre teniéndole presente, pero sin llamarle. Aunque yo sé que me observa, porque solo, solo nos separa una cortina transparente que no puede ser rasgada.

 

                           

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