jueves, 24 de enero de 2019


                                               A la edad de las mariposas

Trago tras trago, voy dejándome algo más que la cartera. Miro alrededor y no hay nadie, yo, solo sentado en un taburete, me hago compañía a mí mismo. Suena música de los 80’ por los altavoces y a la botella no le doy tregua. ¿Qué será de mí, cuando sea más mayor?, la soledad me abraza y siento el frío seco de la muerte en mi nuca. ¿Qué será, a lo mejor me tocará la lotería?, no lo creo, ya que no juego. En fin, son cosas que pasan.

Es un momento de la tarde que me gustaría olvidar, pero siento un revolver en el estómago y necesito ir al baño. Corro, corro apretando el trasero y llego, llego a mi destino. Qué curioso, hay todo de frases y letras escritas en la pared. No le hago mucho caso, hasta que me doy cuenta que puede ser todo un relato. Así, ya que no me espera nadie y estoy sentado, leo lo escrito a mano…

“Desde el Reino de los Cielos proclaman, desde el Oscuro y frío mundo de la negritud de la noche indagan. Ya está entre nosotros el auténtico Rey, ese que es el único en el mundo, ese que es capaz de levantar la gran espada inversa. Ya está entre nosotros y no cree en religiones, pero si en el libre albedrío, en el amor libre y el verdadero pensamiento original.”

Atónito por lo leído, siento que he acabado y tiro del rollo de papel higiénico. Cuál es mi sorpresa, todo de  frases y pensamientos o, ¿son simplemente garabatos?, a saber…

“No es descabellada la idea, no es una auténtica locura la vida, cuando no reina en ella la paz y la armonía. Yo ni oro ni rezo, ni lloro ni me arrodillo, solo veo pasar el cuervo, el pájaro negro que me trae la nueva noticia. Ahora de mí depende, el saber estar en un mundo, en el que no hace falta cerrar las puertas con llave, ni siquiera la de nuestros corazones. Bastantes luchas han habido ya, bastantes peleas han existido en un mundo de obcecados en el que todos, absolutamente todos queremos llevar la razón con el yugo de la esclavitud mental.”

Sigo tirando del rollo y veo que sigue, así que para no estar todo el rato encerrado oliendo los extraños aromas de estos lugares, ni corto ni perezoso me guardo este el bolsillo de mi abrigo. Camino hasta la barra, voy despacio, no hay mucha gente y pagando lo bebido, me marcho. Ando, doy un paseo y me siento en uno de los parques de la gran ciudad donde vivo, empieza a amanecer y el Sol empieza a iluminar el día,  y leo, leo. Hasta que observo que me observan, desde lo alto, por dónde pasan los cables de alta tensión un pájaro negro me clava la mirada y yo, mirando alrededor mío y le grito…
     
                           -  Dime, tú que piensas al respecto.

Como si supiese o me entendiese, aunque en verdad es que él sí que sabe, me revolotea como una paloma y se me acerca y posándose en el borde del banco de madera, me dice, me comenta…
       
                 -  Ya no habrán más guerras, ya no habrán más hambres. Solo existirá la guerra y el hambre del saber y del conocer, pero siempre con el respeto mutuo y el respeto al querer entender y empatizar con el prójimo.

Yo me quedo asombrado, porque no es que me hable, es que me lo inserta en la mente con su mirada. Y yo, miro alrededor y no hay nadie más, solo yo y el cigarrillo que humea en mis dedos. Le pego un par de caladas para tranquilizar los nervios y sigo leyendo…

“Calzándome mis zapatillas de deporte, salgo al umbral del portal. Llueve, ahora llueve a cántaros y no hay pájaro alguno que asome sus alas. Y yo, me pregunto. Y yo, me respondo, que no hay mejor cantar y mejor reír, que aquel que se hace en medio de una tormenta. Esta relampaguea y truena y yo, yo sonrío. Porque ya sé la buena noticia. Se acabó el querer ser más que nadie, se terminó el mirar al prójimo por encima del hombro.

Salto, pego saltos y corro, rápido como un niño. Aunque me asome a la cuarentena, pienso a veces como un jovenzuelo y es que no es verdad que tenga cuarenta, mi alma rechaza esa idea o esa verdad o realidad. Aunque haya pasado ya tiempo, sigo con mis cosas, sigo sabiendo y queriendo saber y por eso estudio y dejo atrás los pensamientos propios de mi edad.”

Parece que sean cosas del destino, pero hay cosas que han quedado muy en el recuerdo, hay vivencias que no volverán, pero para eso está la memoria y el saber retroceder en el tiempo. Es triste, pero es cierto, no hay mayor razón que el no mirarse durante unos días en el espejo, ni para ir hacia la ducha. Así que cuando te ves, vuelves a saber que tienes cuarenta años y no los veintidós que a uno le gustaría tener. No hay mayor razón, que aquella que se le da a los locos, por ese motivo haré las tablas y me quedaré en los veinticinco. Solo por no querer llevar la contraria al destino.

Subo para casa, subo corriendo, de tal forma que al llegar al cuarto piso, me falta la respiración y apoyando la mano en la pared de la escalera, respiro agitado, es verdad, tengo veinticinco…
                       
                           -    Hola amigo, ya sabes quién soy. Vengo a verte, vengo a saludarte y a responderte en la medida que pueda. Me dice una voz que sale de la pared, pego el oído y me sigue hablando. No me reconoces, soy tu mejor amigo, soy aquel que no te falla ni en los peores momentos.

Me asusto, “yo”, que nunca he tenido miedo a nada ni a nadie, me encuentro en este momento en un lugar y un tiempo en que el corazón me late deprisa y no es por subir cuatro peldaños. Entro en mi piso y cierro la puerta, pero las paredes oyen, las paredes hablan y yo me encuentro en la mitad de la nada. ¿Qué será de mí, qué será de aquel que caiga en sus redes o en las mías?, ¡ja!, ya nada volverá a ser como antes, porque nada es nada. Nada tiene valor, salvo tu propia alma, esa sí, mímala, dale cariñitos que solo tienes una y es para toda una eternidad.

Recordaré por un tiempo, que no será ni muy lejano ni muy tardío, que todos, absolutamente todos estamos en este mundo por algo. Uno con unas habilidades, otros con otras, lo único que nos iguala es el color de nuestra sangre y el color de nuestros huesos, todo lo demás puede ser diferente. Me tranquilizo, la voz se ha marchado y me coloco delante de la mesa de mi escritorio, enfrente tengo la pantalla de mi ordenador, y como si fuese un escritor tengo entre mis dedos el teclado del mismo. Que mayor gozo, que mayor deseo que el poder escribir, el poder transmitir lo aprendido y observado, ¿sabré?, porque nadie es más que nadie y todo el mundo debe absorber los conocimientos y consejos que adquiere uno. Así qué sin mayor dilación tecleo y tecleo que intento plasmarlo todo.

“En el bulevar de los grandes almacenes, ando de la mano de mi madre. Ella es guapa, es muy guapa y mi padre fuerte, muy fuerte. Deseo salir a ellos, que mayor reflejo que el de ellos mismos.
Nos sentamos en una hamburguesería y yo, yo con mis sueños de mi edad, veo a mi padre, le clavo fijamente la mirada y él hace que me asusta. Rompemos en una carcajada, tanto reímos, que se contagia mi madre de la risa…”

Me entristezco y lo borro, no quiero recordar. No soy un títere, no me ha quedado nada de ellos, casi ningún recuerdo. Solo el del profesor y tutor mío, que me vino en el colegio y me dijo, me dio la noticia del accidente de coche. Ninguno de los dos sobrevivió, que vamos a hacer, un camión traspasó la línea continua y se estampó contra el coche donde iban los dos.

Como un títere fui de colegio interno en colegio y orfanato, todo lo que vi, todo lo que viví, lo quiero olvidar pero no puedo. Solo me quedan pesadillas y malos sueños por las  noches y malos tragos en el bar de debajo de casa. Intento una y otra vez quitarme del alcohol, pero su poder destructivo ya está dentro de mí, me ha minado por completo el cuerpo y el cerebro, hasta tal punto, que no puedo dormir sin beber un litro de cualquiera botella de licor. No me doy cuenta y cojo el rollo de papel para limpiarme la nariz y hacer sonar mis llantos, cuando me doy cuenta que el texto sigue…

“Ha parado de llover, el Sol vuelve a calentar todo aquello que está a su alcance. No hay mayor deseo, que el poder asomarme a la ventana y mirar la gente pasar, mientras el cálido resplandor me da en el rostro. Es domingo, pero en fin, no me preocupa mucho. Sí, mañana es día de trabajo, pero no es un trabajo penoso, aunque no sea el mejor pagado del mundo. Operario en una empresa de chatarra, solo debo separar y pesar todo aquello que me traen y es inservible y reciclable. Quién sabe si harán lo mismo conmigo cuando muera o tendré suerte y pasaré por el crematorio. Quién sabe, a saber. Solo sé lo que me dijo el cuervo o a lo mejor todo lo pensé yo, debido a mi mente que ya no es como antes. Por mucho que quiera, no tengo ni veintidós ni veinticinco, rozo los cuarenta y eso, eso no me lo niega ni mi cuerpo y tampoco mi alma. Solo tengo una foto, una foto en mi cartera, de mí, de mí con mis verdaderos padres. Es mi mayor regalo, mi mayor posesión, ya que no ha habido nadie, absolutamente nadie que me haya querido como ellos dos. Maldigo todos los días al maldito camionero que se durmió en la carretera, lo maldigo trago tras trago y espero que ello sirva para mantenerlo en el infierno. Por ello y por todo, nadie ni nada es igual ni somos iguales.”

Ahora sí que ya me puede venir el pájaro o ver una columna de gaviotas en el cielo, que no saldré ni caeré en ningún mar de dudas. Todo está claro, no todos somos iguales, pero hay que seguir, solo, aunque sea solo, todos debemos saber y actuar y reconocer cuando se debe y se puede hacer lo que se deba hacer.
       
                     --   Oye hijo. Tienes razón, tienes toda la razón del mundo. Pero no te deprimas y sonríe, que yo te observo desde aquí arriba, en el cielo.

¡Caray!, no sé si es el Sol que me ciega, pero veo a mi padre, igual de fuerte que entonces. Ello me llena de esperanza, tanto que al preguntar por mi madre, una mariposa se me posa en el hombro, que moviendo las alas vuelve a lanzarse al vuelo. Yo sonrío, cierro la ventana y desnudándome me dirijo a la ducha, una ducha de agua caliente. No estoy ni cinco ni diez minutos, me tiro por lo menos veinte. Son minutos que cerrando los ojos, mientras el agua me cae en la cara, escucho mi risa de pequeño, cuando mi madre corría tras de mí para que entrase al baño. Lloro, me sollozan los ojos, pero no hay problema, estas lágrimas se mezclan con el agua caliente de la ducha y siento, de verdad siento el abrazo fuerte de mi padre. Tanto que dudo de secarme con la toalla y me quedo desnudo, me quedo de pie mirándome en el espejo, viendo no el hombre de cuarenta ni el joven de veinticinco, sino veo al niño que era y que el camionero me segó la inocencia propia de la edad.

Nunca he tenido una novia de verdad, aunque he estado con chicas, no he llegado a conocer el amor, a lo mejor me encerrado demasiado en mi amargura, pero es así y ya con la edad que tengo no creo que tenga más oportunidad de encontrar algo esporádico, algo que me haga desfogar mi deseo más primitivo y que es el de cualquier hombre.

Nada, no vuelvo a intentar escribir, porque se me nubla la vista de las lágrimas y solo deseo que pase lo más acelerado posible el tiempo que me queda en este mundo. Para así saber si realmente, existe el cielo y este es para los justos o debo de pensar en traicionar y alzarme en rebeldía, y largarme a la más absoluta oscuridad, dentro de un sinfín de rencores y odios, todo por privarme del placer de disfrutar de todo aquello que no es más que la más pura inocencia.
       
               --     Escribe, tú escribe. Que para algo te han servido los estudios. Escribe, tú escribe que lo que has heredado de tus verdaderos padres. Narra, cuenta y comenta tu lucha. Qué por algo tienes el cuerpo de cuarenta y la imaginación de un joven. Demuestra que no hay mayor contradicción que aquella que se da por vencida, con que dale al teclado y cuenta como es la realidad más completa.

No sé de dónde sale la voz, pero le hago caso y paso parte de la tarde escribiendo. Al menos me meto, me introdujo en mis mundos de fantasías, esas de tantas de que me fue privada en una niñez que fue tan real o inventada como la vida misma.

1 comentario:

  1. !Hola, buenas noches! Me ha gustado tu relato. Es rico en metaforas por tu descontento del ámbito,la sociedad, desgracias íntimas y familiares. Describes bien la MADUREZ y el cambio del paso de los años en ti, creyéndote mayor en edad porque hay "golpes" en la vida con los que en unos segundos, puedes crecer cien años. De desglosar todos tus sentimientos y vivencias para hacer los relatos menos densos, si lo desearas, sabes que cuentas con tu propia voluntad y "aminorar tu marcha" para un relato es importante, porque un relato, yo lo veo como un paseo, no como una carrera. ¡Muchas Gracias!

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