viernes, 11 de enero de 2019

                        Con mi camisa a rayas

Frío, hace mucho frío, cierro las ventanas y bajo las persianas. Encendiendo una vela con una cerilla, me asiento en el suelo. No miro nada más que la pequeña llama de la vela, centro la mirada en ella y me dispongo a cerrar los ojos, al mismo tiempo que, pegando un suspiro, inspiro todo el aire que puedo y canalizo mi energía. Cuál es mi sorpresa, a los cinco minutos de comenzar, me quedo como dormido, pero soy consciente de mis actos, solo sé lo que sé y es lo que escribo…

Con mi camisa a rayas, voy caminando en contra del viento. Con mi camisa a rayas, ando en contra de todo aquello que empuja hacia adelante al Ser humano. Todo, todo por querer ser diferente. No hay nada más, no hay nada peor que hacerlo desde la nariz, polvos mágicos que me llevan al borde de la locura. “Loco o ido”, no entiendo cómo pude caer en tan viejo truco, tan viejo como la sociedad habla de ello entre sí. Solo deseo evadirme, solo coqueteo con ella y ella me lleva al abismo. Mis ganas de vivir deprisa, me hacen caer por el precipicio sin fin. ¿Qué será de mí dentro de un par de años, estaré bien, estaré razonablemente dentro de mis facultades?, todo depende de mí, de mí y de mi cerebro. Intento salir de ello y el que viene, es cómo un carcelero y me encierra en mi jaula de cristal, cuando lo que quiero es volar. Volar, sí volar, tan alto que las nubes me queden por debajo y pueda tocar la Luna por las noches.

Aquí viene, lo presiento, está cerca de mí, me viene a casa, como un mensajero me viene con el sobre, un sobre que está lleno en blanco. ¿Qué será de mí, todo de mí?, a lo mejor peco de egoísta pero es necesario, veo importante escribir esta carta, una nota, un toque de atención para aquellos que se sienten libres o ajenos a todo lo que se considera cotidiano. Veo una mujer a través del cristal de la ventana, me escondo detrás de la cortina, es  guapa, es bella y su andar, su caminar es capaz de perturbar al más tímido. Yo pienso  para mí, me digo para adentro…

“Oye chica, ¿buscas chico?, si es así aquí me tienes, solo debes picar a mi piso y yo te abriré las puertas de mi corazón. No camines por esos caminos, esos senderos que no llevan a ninguna parte. Sube, abre tus alas y prepara tu nariz, acompáñame en el viaje y los dos sentiremos como llegamos a las estrellas.”

Se marcha, no lee mi carta mental ni escucha mi corazón, yo seguiré solo, solo mirándome de vez en cuando al pequeño espejo que tengo encima de la mesa del comedor. Una y otra vez, no me tengo que preocupar. Yo solo tengo que llamar al mensajero en cuestión.

Escucho mi música, música folk para ambientarme y de vez en cuando creo, alguna vez acierto y veo que el mundo es feliz o al menos se muere, se mata por parecerlo. Otra vez pasa la misma señorita pasa por debajo de mi ventana, al final le pondré un nombre, porque no creo que me diga por las buenas como se llama.  Me tiembla el pulso, necesito lo que necesito, miro hacia el espejo y sonrío, todavía me queda. Luces de colores, veo la silueta de dicha chica en la pared e intento tocarla con la palma de la mano. Se desvanece, se evapora y ello me recuerda la botella de Bourbon que tengo en el mueble bar. Celebremos que es sábado, hoy no trabajo, montemos una pequeña fiesta solitaria. Música folk, música de los 60’ para ambientarme e intentar por unos minutos, ser feliz.

“Hola señorita, ¿no te acuerdas de que me debes un baile?, yo sí me acuerdo, así que te lo pido, te lo ruego, baila conmigo.”

Bailo y bailo con una escoba, escucho música folk de fondo. Todo es bonito, todo es de colores cómo el arco iris. Hace un día estupendo de sol, pero yo prefiero mi fiesta privada, así que sigo bailando con mi chica. Solo paro para tomar un par de sorbos de la copa. Me siento bien, me siento feliz. Así que cómo quiero más felicidad, subo otra línea blanca a mi nariz. Todo no puede ser mejor, hasta que llega el momento de la despedida. No lloro, es un hasta luego. La escoba la aparco, la chica mentalmente se me va a su casa y yo tomo asiento en mi sillón del salón. Todo funciona bien, sábado tardío ya es y el domingo es un futuro incierto. Todo depende de lo que desee, todo es relativo hasta la saciedad, ¿quién sabe lo que depara la mañana siguiente? Así que pienso disfrutar hasta caer rendido en el sofá o en el sillón, quedando exhausto y sin recordar nada. Solo viajar, solo andar y caminar por los senderos y entresijos de los sueños profundos. Todo no puede ser real, hay que inventarse algo para ser feliz.

Las líneas marcadas, me hacen padecer insomnio, no soy capaz de dar una cabezada. Es pronto, es temprano y no debo ponerme nervioso. Hasta el lunes que vuelva a la realidad tengo tiempo, así que me tomo una pastilla de las que yo llamo “mágicas”, al mismo tiempo que le doy un sorbo al Bourbon. No tardo mucho, el corazón me va rápido, no se relaja, pero yo caigo rendido. Sudo, sudor frío y no me doy cuenta, se me cae la copa al suelo haciéndose añicos. Todo es relativo, un solterón con malas costumbres. Veo por la madrugada, cuando vuelvo en sí, que el equipo de música sigue funcionando y sigue la música a todo gas. Rápido, rápido y preocupado lo apago, espero y deseo no haber molestado a nadie. Pero es tarde, un coche de la policía local aparca delante de mi ventana, uno de los agentes toca al timbre de casa. Les abro muy amablemente y escucho la denuncia,  me explican que son las tres de la mañana y que no puede ser. Hecho la mirada para abajo y les pido disculpas. Les digo, les comento que me he dormido con la música y no me he dado cuenta.  Uno de los policías se me acerca y el aliento le echa para atrás. Pero como no es a lo que viene, se marchan, se van advirtiéndome de que la próxima vez habrá multa. Yo me vuelvo a disculpar  que no volverá a suceder, asiento con una sonrisa y diciéndoles con la mano adiós, cierro la puerta. Menos mal, he tenido suerte de que no hayan visto mi espejo mágico. 

Me miro, fijo los ojos en el oscuro y negro y espejo. No sé si por lo que llevo ya en el día, pero parece que me quiera decir, parece que me quiera hablar…

“Oye joven, no mires el trasluz de la ventana. Oye joven, sumérgete en el oscuro y vacío que hay en mí, descubrirás nuevas tierras, nuevos mundos paralelos. Oh, sí que tú sabes y no aquellos que siguen sobrios, adéntrate en el mundo de las líneas en el espejo. Todo en ti hará una explosión, todo será relativo y todo será irreal, pero a la vez divagarás y te moverás por aquellos pasajes que tu cerebro no quiere reconocer”

Sin más, sin dilación, elijo vivir o malvivir, es domingo amaneciendo y mañana hay que trabajar. Un mundo que no es de ejecutivo y a lo que yo me estoy acostumbrado es caro. Tan caro, que con mi sueldo no llega. ¿Qué hago, cómo puedo costearme esta vida?, en fin, no lo sé. Pican al timbre, un intercambio y a volar. No sé qué hacer, pero por ahora a volar hasta conseguir alcanzar la meta, una meta que no son las estrellas, son las nubes del cielo y yo volando en ellas.

“Hola nuevo visitante, te voy a mostrar un nuevo mundo. Átate bien al sillón, no te hace falta avión para volar ni muchacha con la que bailar. Yo te lo daré todo, yo te mostraré los cimientos movedizos de todo aquello que me rodea. No, no mires la hora, esto no acaba ni empieza, está siempre ahí. Cuando trabajas, cuando descansas, está ahí.”

Pasa el día  y me dan la una de la noche, hago un resumen de lo consumido, dos  botellas de Bourbon, unas líneas y un montón de pasta. Ahora siento como un bajón, ahora siento y despierto, todavía estoy a tiempo de soltarlo todo. Será duro, muy duro, pero puedo conseguirlo. Si la chica que paseaba me hubiera mirado….   Todo es relativo, el pasado forja el presente y el presente encamina hacia el futuro. Mi futuro lo decido yo, levantarme a las seis de la mañana o llamar al mensajero. Me miro la cartera, antes tenía tres billetes de los de cincuenta, ahora no tengo nada, vacía. Los nervios me pueden, me tiemblan las manos y le llamo, hablo con él y me lo trae a cuenta, por la mañana le pagaré.

Pasa el rato, pasan las horas y me dan las doce del mediodía, me he quedado dormido. Estaba agotado, no he ido a trabajar, solo es un día me digo, solo ha sido una vez. Total, mi trabajo lo hace cualquiera, que hagan lo que quieran, yo controlo. Me pego una ducha, yo controlo, yo conduzco mi coche, un Seat 1500 de color rojo. Muy bonito, muy chulo, es del 93’. Voy con la música a tope, voy cantando y con la pájara en la cabeza. Tanto, que me empotro, me estampo contra un muro de hormigón. No noto nada, ni daño ni dolor, solo como me elevo y salgo de mi coraza, que no es otra cosa que mi propio cuerpo. Del coche no quiero hablar, pero de mí, ¡ay!, de mí, desde el otro lado os escribo, desde lo que llaman cielo os hablo y solo lamento lo que lamento.

Una sola lágrima me cae, me resbala de uno de mis ojos cuando despierto y vuelvo completamente en sí. La vela, casi consumida, no se ha apagado pero la llama es pequeña. Como si de un dulce adiós se hubiese marchado, me deja en ascuas de saber más. Siento calambres en las piernas, me levanto, me incorporo, me pongo en pie y muevo los pies y las manos, como si soltase toda la energía residual de mi cuerpo. Solo espero tener alguna otra experiencia y poder contarlo. Pero me pego un susto al encender la luz, la bombilla estalla y miro entonces la vela, ésta casi en las últimas, hace una llama mayor que antes y entiendo, entiendo que tal persona, la que me acompañaba se despide de mí hasta otra. Sonrío mirando la llama de la vela y esta se apaga ahora sí, poco a poco diciendo un hasta luego.

1 comentario:

  1. Creo q es un relato interesante, quizá un buen argumento para novelar

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