viernes, 4 de enero de 2019

                                            Navegante de mares encrespados

No soy yo, no soy nadie, nada más soy lo que soy y sé, sé lo que sé. No sé si es cierto o todo es mentira, pero me vi inmerso en este episodio de mi vida. Sí, digámoslo así, un episodio, porque la vida de cada uno, es como un libro que poco a poco se va escribiendo. El pasado, pasado está y se puede escribir y se puede narrar. El presente es un instante y se olvida con más facilidad que el pasado, ya sea este reciente o más antiguo. El futuro…  Este puede ser mi futuro o quizás no, ¿quién lo sabe?, a saber.

Navegante de mares encrespados, marinero de agua salada. ¡Oh!,  ¿quién es aquel que intenta poseerme? ¡Oh!,  ¿quién es aquel que intenta entrar dentro de mi alma y de mi corazón? Cierro los ojos e intento olvidar hasta mi propia existencia.

Como en un baile de sombras en medio de la negritud de la noche, se guía por las estrellas e intenta ser un verdadero capitán de navío. Como si fuese en un portaviones, mira a través de sus prismáticos, pero no se da cuenta que no ve más que los destellos de aquellas estrellas que son muy lejanas e inalcanzables.

Yo le intento decir…

Hay alguien dentro de mí, hay alguien que se cuela dentro de mis venas. Me dice, me aconseja de que nos quedemos quietos en medio del mar. Hasta que el Sol nos enseñe donde está el horizonte a seguir.

No hace caso, desoye mis palabras y sigue navegando. Frío, frío, hace mucho frío. Un iceberg a la derecha, un iceberg a la izquierda, pasamos por el medio de los dos sin hacer ningún tipo de rasguño a la chapa del barco. El cielo es raso y el frío como digo,  intenso, estamos en enero, a mitad de mes para ser más concretos y todo hace presagiar, al menos para mí, que todo esto no acabará bien.

Capitán, mi capitán. Yo solo soy un simple telegrafista, yo solo soy lo que soy pero hay algo que me dice, que no seguimos por buen camino.

Como si de un volcán se tratase y lleno de orgullo, alzando y espoleando los brazos, me hace señas y hace hincapié en los galones de su chaqueta. Me dice, que me calle y tome asiento en mi puesto. Me tiemblan las piernas, estas, por su cuenta, empiezan a hacer un S O S. No sabe o no se da cuenta de que lo que maneja no es un portaviones, que es un crucero de placer. Que los pasajeros no saben ni intuyen por dónde vamos. Solo saben que quieren llegar a su destino al alba y ese, ese es el Sur de Europa.  Ellos, duermen o toman una copa, ajenos a nuestro camino.

Voces, empiezo a escuchar voces, todo depende. Empiezo a telegrafiar nuestra posición, sin que se dé cuenta mi capitán, empiezo a indagar mirando por los ventanucos del barco. El oscuro cielo, icebergs, solo se ven icebergs y yo me pregunto…

¿Cómo es posible si deberíamos ir hacia Portugal?, más bien parece que nos dirigimos hacia el Polo Norte. Solo una friega, solo se refriega los brazos con las manos y hace poner más fuerte la calefacción del interior.

Todos es posible, yo solo digo, yo solo grito “quiero salir”, “quiero salir”. Del maldito barco quiero salir, pero no moriría ahogado, moriría de hipotermia, congelado por las frías aguas de esta latitud. Cada vez estoy más convencido de que el capitán ha perdido el Norte o mejor dicho el Sur y ya no sabe leer la carta de navegación. Está solo, el segundo de a bordo descansa sin saber y yo me escondo dentro de mí.

¿Será el final de mi vida, será el final, el tiempo se me termina?, a saber. Intento lanzar una bengala al cielo, intento que mi capitán vea a dónde nos ha metido. Solo siento un “zas”, un guantazo del revés de mi superior. Cosa que no soporto e intento amotinarme, los demás no me siguen y solo consigo que me aten a uno de los tubos que circundan por el barco. No puedo creer lo que veo, no puedo creer lo que siento, “soledad”, solo “soledad”.  Escucho pasos a alrededor y debido a mis inútiles gritos, me amordazan, me tapan la boca.

Se ilumina el puente de mando, pero me sorprende, todavía no es de día ni hora de amanecer y despuntar el día. ¿Es un avión?, no. ¿Es un cometa?, no. Es una inmensa luz, que se abre en el horizonte y como en una cascada, parece que cae todo lo que pasa por su lado. Temor, tiemblo de temor, ¿qué será de mí?, soy un simple hombre. Pero tengo todavía tiempo o quizás no. Telegrafío en mente,  S O S, S O S, S O S. No recibo respuesta, ¿a dónde estamos, hacia  a dónde vamos? Los tripulantes se ponen nerviosos y ello se contagia a todo el pasaje. Todo es miedo, la luz es cada vez más intensa y de ella se ve salir aviones a reacción. No puede ser, no sabía que se podía volar, es el sueño más antiguo del ser humano. Volar como un pájaro y seguir soñando como un niño. Todo es relativo, estamos a menos de cincuenta metros y me quedo ciego y paralizado. De la presión, pierdo o creo perder el conocimiento.

A partir de este momento, me veo afuera, en medio del Cosmos y el planeta Tierra está lejano, es solo un punto en el centro más lejano que he encontrado. Veo o creo ver a mis antepasados que se acercan a saludarme y a abrazarme. Solo los meteoritos parecen ahora una pequeña llovizna y me resbalan en mi nuevo estado. Todo aquello que soñé, todo aquello que estudié, no sirve de nada. Solo lo aprendido por lo vivido, me es de consuelo. Todo aquello que no superé, ya no es un lastre pesado. Me siento libre, me siento contento, todo es lo que es y ya creo en lo que creo, porque lo veo.

En un instante abro los ojos y me veo en mi cama, sí, en aquella pequeña cama de mi pequeña habitación de casa de mis padres. Mi madre, ¡qué joven!, no parece la misma. Y yo, yo tengo hasta flequillo, ¿a dónde estará mi calvicie? Solo se me ocurre decirle, no unas buenas noches, ni saludarla con todo el cariño y amor de un hijo. Solo se me ocurre rogarle lo siguiente…

Tápame bien madre, arrópame entre tus brazos, no quiero volver a tener esta pesadilla.

Ella me mira y con una sonrisa me calma, mis brazos y mis piernas aún tiemblan, mi  corazón todavía parece un caballo al galope. No hay nada más, no hay nada más real que aquello que uno vive y eso, eso puede ser un sueño o una pesadilla.

Me cierra la luz de la habitación, pero no sin antes darme un beso en la mejilla y otro en la frente. La noche se apodera de mi entorno, ¿pero, no había salido el Sol, no había muerto y vuelto a la vida? Es todo muy extraño, todo es muy relativo. Es como una segunda oportunidad, indago, me levanto de la cama y enciendo la luz. Ahí están, mis antiguos juguetes y mis posters, lloro, sollozo y me seco con las palmas de las manos. Me vuelvo más aventurero y abro la puerta, ¡no es posible!, todo es como antes. No quiero perder esta oportunidad y vuelvo de un salto a la cama, ahora sonrío, sonrío y en medio de mi felicidad me duermo.

Sueño de nuevo, pero el capitán ya no existe y ¿el barco?, el barco no es ni un portaviones ni un crucero de placer. Solo esta vez, me veo con mi mujer y mi hijo, en uno de los parques que suelo ir con ellos. Es extraño, pero de golpe siento y presiento, veo y vivo, como balanceo a mi hijo en uno de los columpios, miro para arriba, miro para el cielo y veo volar un pájaro. Este se posa en una farola y como diciéndome algo, me fijo en sus negras pupilas y dentro de ellas observo como sigo durmiendo, durmiendo en mi cama. Solo, de niño, tanto es, que no sé si de miedo o de sorpresa me orino en ella. Pego un grito y cuál es mi destino o mi locura, veo encenderse la luz de aquella pequeña habitación. Mi madre, me destapa, pero no me riñe. Está todo empapado, se me seca y me cambia la ropa y la cama. Y diciéndome que no pasa nada, me vuelvo a acostar. Ya no sé lo que es cierto o es mentira, solo sé lo que sé y eso, es nada. Solo sé que es solo una cama, una cama de 90cms y que yo sigo balanceando a mi hijo.


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