La karraka.
Una vez yo volé muy lejos, solo una vez. Solo fueron algunos
años, de los que me acuerdo a ráfagas. Tengo ciertas lagunas, debido a que solo
era en mis sueños cuando yo vivía y yo alcanzaba el cielo. Solo era entre los
árboles llenos de amapolas, cuando yo era feliz. Me posaba en ellos, como un
pajarillo silvestre y cantaba una canción. No sé qué pasó, no sé qué sucedió, pero
un día una gran tormenta me despertó y dejé de ser feliz, para enfrentarme a la
cruda realidad. Ese bucle que solo te dice lo que tienes que hacer y solo te
dice lo que tienes que decir, sin llegar a ser realmente del todo pleno.
El río se llevó las amapolas y los árboles se quedaron sin
hojas, debido al viento. Un viento que no se sabe a ciencia cierta, desde donde
provenía. Muchos dicen y muchos creen, que venía desde mi propia conciencia,
solo creo que no fue la providencia. Yo solo deseaba ser feliz y pensaba que si
despertaba con la lluvia pura y transparente, podría llegar a elegir la vida
que deseaba. Pero que más lejos de la realidad, que me veo abocado a la
soledad. Una soledad que parecía lejana y que me toca el alma, agarrándose a
mis huesos. Sin dejarme, sin darme la oportunidad de volver a cantar. Carcomiendo todo lo que yo pensaba que era
verdad y es que lo único cierto es mi nombre y porque este está registrado, registrado con una fecha de nacimiento. Pero
no de muerte y eso me da alas, me da la suficiente fuerza para superar
cualquier contra-tiempo y saber dominar una situación parada en el presente. Un
presente que no se mueve y si lo hace, lo hace muy despacio. Tan despacio que
no me entero, tan lento que cualquier tren regional de montaña, es capaz de
adelantar y presentarse con antelación a un futuro, un futuro que puede estar en
lo más alto, sí de esa cumbre.
Estoy cansado, muy cansado. Solo deseo volver a dormir, volver
a volar entre mis sueños. Qué más da si no son reales, qué más da si no son más
que fantasmales. Pero mis alas ya están húmedas y paso frío y tiemblo. Yo creo
en ellos y estos me salvan y no me dejan pensar en que mañana será igual, será
igual hasta el día de mi muerte. Que mejor amigo hay que uno mismo, ese que te
empuja a todo, menos a las vías. A unas vías muertas, que solo tienen parada en
la misma salida. En la misma estación, que estación debe ser aquella que me
deja volar. Volar haciendo círculos, haciendo como buitres al acecho. Solo
quieren mi vida, solo quieren mi suerte y esa, esa ya está echada. ¿Qué partida
de cartas, se hace sin comodín? Como trapecista sin red, juego a la vida. Nadie
tiene red, solo un duro cemento donde romperse la cabeza y con ello dejar de
soñar y por lo tanto de volar. ¿Quién eres tú, que te crees con tal poder? Yo
si te conozco, eres el que me hace subir al trapecio y que dé vueltas con mi
propio y único riesgo, del riesgo de una persona con un solo nombre y unos
solos padres que aguardan que baje y siga un camino, un camino que ellos dicen
que es el recto.
Es que no hay camino más recto y más directo, que aquel que
te hace vivir rápido, tan rápido que ni el mismísimo tren de alta velocidad te
puede alcanzar.
Respiro hondo y una bocanada de aire me llega al corazón, sé
que no estoy solo. No estoy acompañado, pero no estoy solo. Tengo que esperar,
ser paciente y mis sueños, aquellos que tenía mientras dormitaba en medio de mi
mundo, se harán realidad. Yo no quiero
nada raro ni nada nuevo, solo aquello que me permita decir, que me permita
pensar que he hecho lo que realmente tenía que hacer. Que rompa el huevo y que
mire hacia el cielo y me diga a mí mismo “que he aprovechado realmente la
vida”. Quién puede decir y quién puede sacar una canción, un tema de blues
cantado en medio del Sol. En medio de aquello que necesita un poco de aire
fresco, para que las letras. Aquellas que se componen en medio de un par de
cervezas, sean realmente las que valgan la pena. Para que todo hombre que se
levante, se alce pero no en armas. Solo levante el puño para decir basta ya,
basta de hincar la rodilla y sea capaz de demostrar a contracorriente su valía.
Toda persona tiene su propia habilidad, qué más da la
profesión, qué más da que sea de mayor. Lo importante es demostrar y ser de
respeto, que ninguna tormenta mueva los árboles y no caiga en las amapolas, esas
que dicen que dicen la verdad. Esas que te hacen dormir un letargo, un letargo
tan largo como toda tu vida. Despierta si duermes y demuestra que no es fruto
de la casualidad que estés aquí y que tienes tu porvenir. Un porvenir labrado
por tener el puño cerrado y la mente abierta, como un corazón caliente y un
alma valiente, un ser de querer, que encontrará a su propia mujer. Esa que se
le cruzará, en la calle o en el parque. Quién lo sabe, solo lo sabe el destino,
ese que nos pone a prueba. Ese que nos dicta y nos dice que lo que hemos hecho
a estado bien.
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