lunes, 5 de septiembre de 2016

                                        ¿A dónde va señora?
A galope, va montada a caballo. Al trote, va sentada de lado. Quién es tan alzada mujer, que no se detiene ni por nada ni por nadie. Será reina o duquesa, ¿pero de dónde? No hay casona ni castillo alrededor de hasta dónde alcanza la vista a uno. Salta, brinca, salvando los obstáculos del camino. 

Pero, ¡ay! Mi señora no se descuide, que en estos territorios olvidados de la mano de Dios, se esconden lo peor de la humanidad. Aquellos que no dudan en clavarle una daga a uno, por dos perras gordas. ¿Porque no espera a que algún gentil caballero le acompañe? No para, solo quiere llegar lo antes posible. ¿Pero a dónde? A saber. Quien lo sabe a ciencia cierta, son unos años en los que superar la barrera de los 35 años, ya era motivo de alarde o sorpresa.

La sigue, pero pararla no consigue. La llama a voz tan alta, que hasta los pájaros de los árboles, echan a volar asustados.

Venga conmigo dulce señora, que conmigo a su lado, no va tener que temer a ningún desalmado. Ya que a mí me conocen, no por ningún dibujo ni ningún cuadro. Si no por hechos que han acontecido y que a voces se han ido relatando. Podría contarle más de alguno y contar y faltarme dedos en las manos de aquellos que mi espada han probado.

Ella al escuchar su historial, reduce su galope. Tirando del caballo, lo hace ir más despacio. Le mira, pero no abre boca y le deja que diga y se exprese.

Los más afortunados han podido andar, los menos yacen entre la tierra, sin que nadie les venga, ni a traerles oraciones. Oraciones que hagan la paz dentro de sus almas, oraciones que hagan olvidar o perdonar, todo lo maltrecho de sus hechos. Porque no hay mayor virtud que aquella de tener conciencia y saber perdonar y rendir obediencia a aquel que es superior. Ya sea por linaje o profesión, siempre hay alguien superior que nos hace mantenernos en nuestro lugar.
Yo por ese motivo, guardo distancias y respeto hacia su persona. Pero baje, baje de su caballo y dele de beber, que se le ve sediento y agotado de tanto cabalgar y de tanto correr. ¿Mi nombre? Qué más da, yo no soy nadie a su altura o lugar. Yo solo cabalgo y como, como de aquello que me ofrecen por mis servicios. Pero no, no se sienta en tal obligación. Que yo a usted se los ofrezco con todo mi corazón, ya que mis ojos se sienten premiados al observar tal belleza.
Como se le puede ocurrir, cabalgar sola por la estepa, ¿a dónde va? Si no es mucho preguntar, ya que yo no tengo destino y muy gustosamente le acompañaré, para que no le suceda contrariedad alguna.

No es de merecer su ayuda, quédese usted tranquilo. Que quien me aguarda es muy celoso y muy vengativo. No me lo quiero imaginar bravío al verme llegar con su persona. Prefiero ir sola, sola y con celeridad, ya que el motivo de mi viaje no es otro que estar al lado de él. Me necesita y por eso voy tan deprisa. Me necesita y quiero verle, porque seguro que es capaz de emprender la marcha sin mi llegada. No puedo explicarle más, mi caballo ya ha bebido y ha descansado. Así que buen hombre, gracias por ofrecerse, pero ya sabré yo defenderme.

No sabe, mi gran señora a lo que se enfrenta y que sola, lo más posible es que sea atacada por cualquier andante del camino. De esos que no tienen educación ni respeto y que solo buscan la carne o el dinero. Tenga cuidado entonces y le deseo un buen viaje. Yo, con su permiso haré un alto y encenderé una fogata. Para que me caliente y dormiré con un ojo abierto y otro cerrado, porque me pueden robar hasta el caballo. Ya puedo tenerlo bien atado, que si no se queja yo no me entero. No me entero y me despellejan como si fuesen carniceros.

Hasta siempre y vaya usted con Dios, descanse y si eso no duerma, guarde vigilante hasta la salida del Sol y que las ideas se les aclare. Yo a ese instante, tengo que estar entrando en donde él me espera. Me espera con ansiedad y nervios, pero ya es cierto que podía haber enviado a alguien. Algún lacayo o algún andante de esos en que uno se puede fiar. Pero ciertamente es que no puede confiar, ni la misma palabra pertenece a su vocabulario.  Ya que no son de intimar los que le rodean ni son de en sus filas estar.

Pasan las horas y la Luna toma el relevo al Sol, son momentos de incertidumbre, nunca sabrá si tan bella dama, habrá llegado a su destino. Pero su corazón yace herido, por tal mujer que no sabe o sí lo que es el querer. Como aprender a soportar los envites del amor, cuando este aparece sin perdón. Que será de ella, que no se ha parado ni ha reparado en la cortesía y buen hacer del caballero. No sabe si llegará, solo espera que salga otra vez el Sol, para sentirse aliviado.
Diosa fortuna que es el querer, que el día repunta y el Sol en lo más alto apunta, no ha pasado nadie ni ha pasado nada. Su caballo descansa en calma, él sonríe y solo necesita beber un poco, para sentirse más despierto. Pasa el rato y ya está cabalgando, sin destino pero eso no le preocupa. Baja al pueblo que hay cerca y escucha rumores, rumores que una bella dama ha sido asaltada y asesinada por un gentil caballero. No se lo puede creer y pregunta, pero al preguntar se le escapa de qué con él había hecho parada.

Los lugareños se miran entre ellos y le hacen preso, hurgan entre sus pertenencias y encuentran algo de dinero. Dinero que dicen pertenecer a la dama del lugar. No se creé tal historia e intenta escapar. Escapar montando de nuevo en su caballo, ya no sabe qué hacer. Al escapar le ha caído encima la culpa, de algo que había ocurrido y que era inocente. Pero como demostrarlo, no tiene pruebas, solo una boca de no saber callar y al escapar todos irán en su busca. No le va a servir nada ni nadie puede ayudarle, ya que solo ella podría hablar en su defensa, pero está muerta y no hay testigo ninguno, con que a la muerte se enfrenta.

Es cierto que el esposo anda bravío y enojado de rabia y quiere él personalmente darle caza. En su caballo y varios guardas buscan, pero no encuentran. Solo la experiencia de saber galopar por el lugar le lleva a ponerse a salvo y guarecerse de la búsqueda. Pasan los días y se deja hasta la barba, ya que no tardan mucho en mostrar dibujos de su cara. Rodea y rodea los pueblos del camino. Hasta que se encuentra en la frontera portuguesa, allí respira hondo y aunque no entiende el idioma, sabrá defenderse y podrá volver a ser el que era. Pero con una lección aprendida y cuál es esa, que si no la soledad y la propia defensa. No volverá a advertir ni a ser tan gentil y solo buscará de aquellas lo que buscan todos, eso sí sin falta y sin ofensa. Que bastante tiene uno con alejarse de lo que creía eran sus tierras, tierras de nadie para alguien que ni su nombre se sabe. Menos mal que se lo calló si no ahora podía estar escrito en cualquier piedra de cualquier cementerio.

Con un poco de suerte y haciendo valer sus habilidades, encontrará en que ocuparse. Ya no podrá traspasar la frontera, se siente bastardo de su propia tierra. Aunque para él siempre la quiera, como quería a tal dulce mujer. Mujer que no encuentra en parecido y no se casa, quedando siempre en soltería maldecido.


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