miércoles, 14 de septiembre de 2016

                                               Tumbas ardientes

Ellos siempre presentes, nunca se descomponen. Polvo no es al polvo, son aquellas que son elegidas y no vuelven a germinar, como un girasol en el barro. Ellos siempre presentes, nunca se les oye, ¿qué será ello? Quién sabe, a saber. La Luna no hace eclipse, pero se mantiene dentro del misterio, misterio en aquello que son tumbas ardientes.

Estrellas iluminadas en el firmamento oscuro, que es el Universo. ¡Ese sí! Al que pertenecemos y no podemos mirar durante el día. Dicen algunos que todos ahí, tenemos nuestra nueva casa, nuestro nuevo mundo. Ese que no lo mueve la codicia y el dinero no existe ni tiene valor. Solo nuestra fuerza y energía es la que nos mueve y al no tener cuerpo, no tenemos sed y no tenemos hambre. Todos somos iguales,  el color de la piel no importa ya que carecemos de él. Danzas iluminadas son protagonistas de la noche, como pelotas de tenis se lanzan a la aventura. Unas amarillas, otras azules, otras verdes, pero en definitiva todas luces. Que serán, no necesitan ni dinero ni alojamiento, pero tienen de esto último. Solo traspasan el muro de mármol o el barro y la lápida que las tapa y las encajona. Danzas flotando en el anochecer, nadie sabe de sus existencias. Solo saben que algunas no son de jugar, porque no se sienten en total libertad. Estas que juegan y las otras que no, no han atravesado todavía la cortina transparente que nos separa de un mundo lleno de misterio y que hoy en día, parece de ciencia ficción.

Campanas de bronce que dan las doce, las doce de la noche. Campanas de una lejana    iglesia de no se sabe de qué siglo, hace resonar su sonido. Retumba como si vinieran de ultratumba ¿Quién es el valiente que se pasea por los alrededores, quién será el osado que recorra aquellos lugares que no son de tránsito? Quién se muere desaparece, desaparece dejando huella, dejando un hueco difícil de tapar u olvidar. ¿Quién será? Un padre, un abuelo o simplemente un hombre. Todos merecen un poco de respeto, la muerte es escenario de reconciliación con los que están o con los que nos esperan. Qué será de aquellos que no tengan luz propia y caminen a ciegas. ¿Qué será de ellos?
Quién es aquel que hace turno de noche, como vigilante de la oscuridad. Será real o irreal todo aquello que no se mueve es inerte, sin vida. Todo es vivo mientras se mueve, en nuestro caso es el corazón quién nos guía. ¡Ay! Aquel que le guie la mente y esta, esté envuelta por la envidia y la codicia, andará ciego por el camino de la vida.

Hay un dicho que dice, hay un disco que hace sonar. “Solo me muevo y solo me muero. Todos aquellos que vivían cerca de mí, cantan una canción. Una canción de alegría por no poder decir y no poder callar, quién sabe de mí” Tanto dinero, para que ahora solo el Sol haga testigo de mi entierro, porque aquellos que me querían, era solo por interés y ahora danzan libres, con mi único pecado de haber sido en vida engañado. Cuantos cometen el mismo error, cuántos son los que piden una segunda oportunidad. Para hermanarse en carne y no después, como ocurre muchas veces. Escucho una canción que hace que se doble mi energía, que hace que vibre a un diferente tono. Es uno más alto, es uno más claro. Ese que ni las campanas más grandes, pueden replicar. Escucha y vibra tu alma, hasta que amanezca y salga de nuevo el Sol. No busques entre la tristeza y la melancolía, todo lo que pudo y no llegó a ser. Vive y revive, que las oportunidades existen y por lo tanto lo nuevo vuelve a ser lo que nunca te has podido llegar a convertir.

¿Quieres dormir o quieres vivir? A veces y solo a veces, es mejor estar dormido. Dormido en un letargo, como si de un oso pardo en invierno se tratase. No salir de la cueva, no salir de la habitación. ¡Qué más da! Solo dormir y volar con algo más que un simple sueño.

Dos gotas de agua caen por la mañana, dos gotas de rocío caen como dos lágrimas y se resbalan y se cuelan por la ventana de la caseta del vigilante. Dormido controla la gente que viene a traer flores a aquellos que son de llorar, en los recuerdos de un ayer que ya es un pasado.  Pero sus seres queridos, hombres y mujeres se aferran a no hacerles caer en el olvido. Como en panteones de cristal, viven ya algunos. Les falta el roce y el cariño de su ser querido, quien no es capaz de quedarse por lo que resta de vida dormido. Dormido y sumido en sueños, en sueños que te acerquen a esa persona que con tanta unión y pasión te hizo llegar a lo vivido. Dos romanceros de la antigua estampa es lo que hay, dos amantes de un tiempo tortuoso que no volverá en parte a repetirse. Ya que nadie puede ni debe olvidar lo que ya pertenece a la historia y tampoco a estos dos que lo vivieron con amor.

Un pequeño muro de mármol separa a la ya anciana mujer del que fue su gran personaje y hombre. Porque un hombre, es aquel que se le llama por su nombre. Los pájaros cantan felices, lejos y ajenos a los recuerdos de ella. Solo enciende una vela y se queda un rato y reza, reza por aquel que ahora está callado y que en su día con él había bailado. Con él echó raíces, raíces de un árbol que no dio fruto y ahora está condenado a secarse poco a poco. Pero ella aviva la llama con un ligero soplo, no la apaga y se queda un rato. No es de religiones, pero sí de fe, de fe en la esperanza de verle algún día. No tiene prisa, pero es impaciente. La llama de la vela se apaga y solo las farolas del lugar, iluminan el solar. Un solar lleno, lleno de aquellos que alguna vez, caminaron por su propio pie.

Es como un pequeño pueblo, un pequeño pueblo donde todos callan y todos descansan. Tumbados dentro de los cajones, perecen sus cuerpos. Pero no sus almas, que por la noche forman un baile, un baile de luces. Para festejar su nuevo estado, como si fuesen mariposas, hacen aletear sus alas invisibles. Quién me niega lo que es verdad, quien es capaz de contradecir un hecho probado y ese es el que uno no está aquí por casualidad. Muchos son solo para procrear, otros son para descubrir y otros, como quizás yo, para escribir.

No veo el despertar, no veo el adormecer de un espíritu sincero. No muy noble ni caballero, pero que es lo que veo, si ya no es a través de mis ojos. No queda nada o queda todo de aquello que fui y en lo que me convertí. Seguramente lo que fui es referente a mi aspecto humano y lo otro, ¡ay! Lo otro es lo que he convertido y forjado mi alma, que no es para dar la alarma. Pero en qué color tan vivo y tan incandescente, me he convertido. Caminando, caminando. Hasta que los dedos de los pies sobresalían de los zapatos. He caminado por lugares que no son fiables, pero de otros sí. No llores tanto anciana, te lo digo a ti, porque lo tenía de vecino y ya se marchó. Atravesó la cortina transparente y está en el otro mundo, esperándote, pero sin prisas. Me dice, me dejó escrito en la memoria. Que en algún lugar de algún espacio, te esperará. Para juntos caminar o volar, hasta lo más infinito de vuestro amor. Con que no llores, que no has tenido una perdida. Simplemente ha cambiado de estado y ahora no lo puedes abrazar, pero después podrás fundirte en una sola luz.


Guarda bien las fotos y no las mires más, porque aunque siga vivo vuestro amor. No mantiene la misma imagen, no busques un amor platónico. Porque lo vuestro es un deseo cómplice de todo aquello que es espiritual. El abrazo será cálido, porque él ha sido quien ha sido y no ha sido frío y lleno de maldad. Porque para ello hay que serlo de nacimiento, hay que llevarlo dentro. Él solo lleva dentro una rosa sin espinas y tú eres la única dueña, con que vete tranquila y en paz. Que aquel que te espera, será paciente y no caerá en el engaño o en la mentira, porque lo vuestro ha sido y será amor, amor de verdad.

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