Tumbas
ardientes
Ellos siempre presentes, nunca se descomponen. Polvo no es
al polvo, son aquellas que son elegidas y no vuelven a germinar, como un
girasol en el barro. Ellos siempre presentes, nunca se les oye, ¿qué será ello?
Quién sabe, a saber. La Luna no hace eclipse, pero se mantiene dentro del
misterio, misterio en aquello que son tumbas ardientes.
Estrellas iluminadas en el firmamento oscuro, que es el
Universo. ¡Ese sí! Al que pertenecemos y no podemos mirar durante el día. Dicen
algunos que todos ahí, tenemos nuestra nueva casa, nuestro nuevo mundo. Ese que
no lo mueve la codicia y el dinero no existe ni tiene valor. Solo nuestra
fuerza y energía es la que nos mueve y al no tener cuerpo, no tenemos sed y no
tenemos hambre. Todos somos iguales, el
color de la piel no importa ya que carecemos de él. Danzas iluminadas son protagonistas de la noche, como
pelotas de tenis se lanzan a la aventura. Unas amarillas, otras azules, otras
verdes, pero en definitiva todas luces. Que serán, no necesitan ni dinero ni
alojamiento, pero tienen de esto último. Solo traspasan el muro de mármol o el
barro y la lápida que las tapa y las encajona. Danzas flotando en el anochecer,
nadie sabe de sus existencias. Solo saben que algunas no son de jugar, porque
no se sienten en total libertad. Estas que juegan y las otras que no, no han
atravesado todavía la cortina transparente que nos separa de un mundo lleno de
misterio y que hoy en día, parece de ciencia ficción.
Campanas de bronce que dan las doce, las doce de la noche.
Campanas de una lejana iglesia de no
se sabe de qué siglo, hace resonar su sonido. Retumba como si vinieran de
ultratumba ¿Quién es el valiente que se pasea por los alrededores, quién será
el osado que recorra aquellos lugares que no son de tránsito? Quién se muere
desaparece, desaparece dejando huella, dejando un hueco difícil de tapar u
olvidar. ¿Quién será? Un padre, un abuelo o simplemente un hombre. Todos
merecen un poco de respeto, la muerte es escenario de reconciliación con los
que están o con los que nos esperan. Qué será de aquellos que no tengan luz
propia y caminen a ciegas. ¿Qué será de ellos?
Quién es aquel que hace turno de noche, como vigilante de la
oscuridad. Será real o irreal todo aquello que no se mueve es inerte, sin vida.
Todo es vivo mientras se mueve, en nuestro caso es el corazón quién nos guía.
¡Ay! Aquel que le guie la mente y esta, esté envuelta por la envidia y la
codicia, andará ciego por el camino de la vida.
Hay un dicho que dice, hay un disco que hace sonar. “Solo me
muevo y solo me muero. Todos aquellos que vivían cerca de mí, cantan una
canción. Una canción de alegría por no poder decir y no poder callar, quién
sabe de mí” Tanto dinero, para que ahora solo el Sol haga testigo de mi
entierro, porque aquellos que me querían, era solo por interés y ahora danzan
libres, con mi único pecado de haber sido en vida engañado. Cuantos cometen el mismo error, cuántos son los que piden
una segunda oportunidad. Para hermanarse en carne y no después, como ocurre
muchas veces. Escucho una canción que hace que se doble mi energía, que hace
que vibre a un diferente tono. Es uno más alto, es uno más claro. Ese que ni
las campanas más grandes, pueden replicar. Escucha y vibra tu alma, hasta que
amanezca y salga de nuevo el Sol. No busques entre la tristeza y la melancolía,
todo lo que pudo y no llegó a ser. Vive y revive, que las oportunidades existen
y por lo tanto lo nuevo vuelve a ser lo que nunca te has podido llegar a
convertir.
¿Quieres dormir o quieres vivir? A veces y solo a veces, es
mejor estar dormido. Dormido en un letargo, como si de un oso pardo en invierno
se tratase. No salir de la cueva, no salir de la habitación. ¡Qué más da! Solo
dormir y volar con algo más que un simple sueño.
Dos gotas de agua caen por la mañana, dos gotas de rocío
caen como dos lágrimas y se resbalan y se cuelan por la ventana de la caseta
del vigilante. Dormido controla la gente que viene a traer flores a aquellos
que son de llorar, en los recuerdos de un ayer que ya es un pasado. Pero sus seres queridos, hombres y mujeres se
aferran a no hacerles caer en el olvido. Como en panteones de cristal, viven ya algunos. Les falta el
roce y el cariño de su ser querido, quien no es capaz de quedarse por lo que
resta de vida dormido. Dormido y sumido en sueños, en sueños que te acerquen a
esa persona que con tanta unión y pasión te hizo llegar a lo vivido. Dos
romanceros de la antigua estampa es lo que hay, dos amantes de un tiempo
tortuoso que no volverá en parte a repetirse. Ya que nadie puede ni debe olvidar
lo que ya pertenece a la historia y tampoco a estos dos que lo vivieron con
amor.
Un pequeño muro de mármol separa a la ya anciana mujer del
que fue su gran personaje y hombre. Porque un hombre, es aquel que se le llama
por su nombre. Los pájaros cantan felices, lejos y ajenos a los recuerdos de
ella. Solo enciende una vela y se queda un rato y reza, reza por aquel que
ahora está callado y que en su día con él había bailado. Con él echó raíces,
raíces de un árbol que no dio fruto y ahora está condenado a secarse poco a
poco. Pero ella aviva la llama con un ligero soplo, no la apaga y se queda un
rato. No es de religiones, pero sí de fe, de fe en la esperanza de verle algún
día. No tiene prisa, pero es impaciente. La llama de la vela se apaga y solo
las farolas del lugar, iluminan el solar. Un solar lleno, lleno de aquellos que
alguna vez, caminaron por su propio pie.
Es como un pequeño pueblo, un pequeño pueblo donde todos
callan y todos descansan. Tumbados dentro de los cajones, perecen sus cuerpos.
Pero no sus almas, que por la noche forman un baile, un baile de luces. Para
festejar su nuevo estado, como si fuesen mariposas, hacen aletear sus alas
invisibles. Quién me niega lo que es verdad, quien es capaz de contradecir un
hecho probado y ese es el que uno no está aquí por casualidad. Muchos son solo
para procrear, otros son para descubrir y otros, como quizás yo, para escribir.
No veo el despertar, no veo el adormecer de un espíritu
sincero. No muy noble ni caballero, pero que es lo que veo, si ya no es a
través de mis ojos. No queda nada o queda todo de aquello que fui y en lo que
me convertí. Seguramente lo que fui es referente a mi aspecto humano y lo otro,
¡ay! Lo otro es lo que he convertido y forjado mi alma, que no es para dar la
alarma. Pero en qué color tan vivo y tan incandescente, me he convertido. Caminando, caminando. Hasta que los dedos de los pies
sobresalían de los zapatos. He caminado por lugares que no son fiables, pero de
otros sí. No llores tanto anciana, te lo digo a ti, porque lo tenía de vecino y
ya se marchó. Atravesó la cortina transparente y está en el otro mundo,
esperándote, pero sin prisas. Me dice, me dejó escrito en la memoria. Que en
algún lugar de algún espacio, te esperará. Para juntos caminar o volar, hasta
lo más infinito de vuestro amor. Con que no llores, que no has tenido una
perdida. Simplemente ha cambiado de estado y ahora no lo puedes abrazar, pero
después podrás fundirte en una sola luz.
Guarda bien las fotos y no las mires más, porque aunque siga
vivo vuestro amor. No mantiene la misma imagen, no busques un amor platónico.
Porque lo vuestro es un deseo cómplice de todo aquello que es espiritual. El
abrazo será cálido, porque él ha sido quien ha sido y no ha sido frío y lleno
de maldad. Porque para ello hay que serlo de nacimiento, hay que llevarlo
dentro. Él solo lleva dentro una rosa sin espinas y tú eres la única dueña, con
que vete tranquila y en paz. Que aquel que te espera, será paciente y no caerá
en el engaño o en la mentira, porque lo vuestro ha sido y será amor, amor de
verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario