El
coche de Javi.
Conduce despacio, no tiene prisa, es domingo y ni tiene
tampoco a donde ir. Solo escucha la música estridente, por los altavoces
integrados en el salpicadero y conduce. Va lento, como si se hubiese sacado el
carné hace dos días. Conduce, pero no aprieta las manos
en el volante y conduce sin los nervios de a lo primero.
Todavía se acuerda cuando le temblaban hasta los párpados de
los ojos, cuando su único y principal
objetivo, era subir en su coche y que fuera a su lado, la chica más guapa del
barrio. Todavía conserva el mismo, han pasado tres años y solo se han sentado en el auto, su madre y su hermano. Pero no pierde la esperanza y cuando pasa por al lado de
la gasolinera de la carretera secundaria de la playa, no duda al ver el túnel
de lavado libre en girar en su sentido. Lo centra y echando una moneda, observa
sentado desde el interior como el agua cae sobre los cristales y siente el
pasar los rodillos en la chapa del automóvil. Como pasa y llega hasta que el aire
caliente lo deja casi seco, ya solo falta que con un paño, le saque brillo.
Piensa mientras lo seca, como será la suya. Cuál será su
destino, la chica más bella o será aquella que aunque no sea la mejor, sea
inmensamente rica en su interior. Porque en verdad lo que merece la pena es la
compañía. Pero debido a su edad, prefiere que sea con un buen “chasis” y que
tenga una melena larga y morena, aquella que el pelo le tape la media cara.
Muchos se ríen de él, se ríen de Javi. No tiene amigos y
sale poco por las noches, no es de alternar
por los pubs y las discotecas, aunque tiene la mejor edad, ésta la va a dejar pasar. El amor, el amor
llega siempre a cualquier edad. Pero los recuerdos empiezan en un ayer, que
todavía para él es hoy. No tiene más de 22 años y no es de cubatas ni de
cervezas. Solo trabaja y cuida de su madre y de su hermano. Su padre o al menos
el biológico se marchó con una joven camarera de un restaurante de comida
rápida, dejándoles en el más profundo desengaño.
Un padre alcohólico y vago, que solo hacía que explotar a su
mujer trabajando en los portales de limpiadora. Para después agenciarse del
dinero, que solo servía para la bebida y el juego. Tristes vagaban por las
calles sus dos hijos, con las ropas dañadas por la lluvia y el viento. Solo le
quedó a Javi que al salir de la escuela, ponerse a trabajar a escondidas y de
la misma forma, darle su pequeño sueldo a su madre. Con ello conseguían comer
cuando él no estaba, con ello solo se prometió a sí mismo que no entraría en
según qué lugares, como las casas de juego. Esas que son la ruina y la miseria
de aquellos, que ingenuos se creen que van a reventar la banca y lo único que
consiguen es reventarse la cabeza de un disparo, al ver cómo se han quedado
arruinados.
Muchas luces y mucha música, bellas damas hacen de anzuelo.
Para aquellos que son débiles y de pocos valores y de respeto. Juegos de
cartas, máquinas que hipnotizan con sus imágenes y destellos.
Todo aquello, había quedado atrás. Ya cumplidos unos años,
tenía su propio coche y no quedaba ni una sola foto de su padre en casa. La
camarera trabajaba y en la puerta la esperaba a la hora de terminar su turno, bien
afeitado y bien vestido su padre. Solo pensaba en que la vida eran dos días y
este era su destino. Pensaba de manera egoísta, que su mujer y sus dos hijos,
habían sido un error y un obstáculo en su camino. Cosas del pasado, cosas que
no tienen “el porqué” perturbarle en el presente ni en el futuro.
No podía pensar otra cosa y con un palillo de dientes en la boca, esperaba la
salida de su compañera de noche. Noches de bebida y desenfreno, con la paga
semanal de ella. Otra que lo mantenía y además, como era bonita pues tenía lo
que tenía y no quería dejar escapar la oportunidad.
Es lunes por la mañana, las siete acaban de marcar y bajando
las escaleras Javi de un salto, está en el portal del bloque. No tiene miedo,
ya mismo su hermano será mayor y podrá elegir camino, siempre que este se aleje
de lo que tiene que evitar. Será un camino recto y digno de respeto. Pero
siempre hay que tener cuidado, porque siempre hay buitres al acecho. Al acecho
de quedarse con lo ajeno o dejarte sin vida y sumido en la tristeza. Como antes
era en lo pasado, sabe que todo pasa, pero el recuerdo marca y eso lo tiene él por
siempre en la memoria.
Cristales rotos en el bordillo, se fija y ve la ventana del
conductor sin vidrio y los cables del radio cd todos sueltos. La gente se ríe,
la gente no sabe estar. Esto y todo lo acontecido le provoca un enfado de
grandes proporciones. No sabe, no entiende, como si no tuviese suficiente. El
que le roben y encima se rían, como si fuesen cómplices pasan por su lado.
Haciendo murmullos en los oídos se van diciendo. Le hierve la sangre, le sube
como si le fuese a explotar la cabeza. Respira hondo, lo deja estar y se sube y
haciendo contacto, arranca el coche. Aquel que con tanto mimo cuida, no piensa
pero sabe. Pero ahora le urge ir al trabajo, un triste turno partido en una
fábrica de tejidos industriales.
Todo es textil en la zona, al llegar al polígono sus
compañeros de turno, entran sin hacer mención de tema. Se pone a trabajar, su
encargado lo tiene bien apreciado, por su trabajo y dedicación. Aunque que para
don de gentes, no sirva. Aunque todo se pula con la edad, no lo ve con esa
habilidad. Pero eso al no le incumbe, solo tiene que estar por el telar. Las
máquinas hacen verdaderamente ruido y usan cascos de esos que amortiguan el
sonido. Solo piensa en cuál va a ser su porvenir, está absorto hasta que uno de
los cercanos. Le dice y le avisa que está cayendo una tormenta y que la lluvia
está entrando en su vehículo. No sabe qué hacer, no puede dejar el puesto. Pero
aunque parezca insólito el mismo que le avisa se ofrece y le cubre.
Sin que se percate el encargado, sale a la puerta y
agachando la cabeza se dirige a su coche. Llueve a cantaros y el agua resbala
como si fuese un pequeño torrente. Con
un trozo de tela, tapa la ventana. No sabe, pero no tiene tiempo y hasta que no
den la una y media, no podrá calibrar el alcance del agua. Pero solo cree que
se habrá mojado el asiento y poco más. Regresa mojado, pero más tranquilo, le da las gracias a su compañero y sigue con
su trabajo, como si no hubiese ocurrido nada. Sigue y sigue haciendo tela en el
telar.
Canta como pájaros en libertad, solo le faltan dos cosas. El
aire en su cara y su chica al lado. ¿Serás tú la afortunada? Quien sabe, a
saber.
Suena la sirena es hora de comer y marcha a casa con los
suyos. A la tarde se pasará por el cristalero,
pero de mientras a comer callado y vuelta al tajo. Se hace largo hasta
que la sirena, vuelve a dar la hora de la libertad. Apaga la máquina y barre su
zona. Ya está listo, ya está preparada y se va, se va y arregla el cristal,
total lo paga el seguro. Todo menos el radio cd, ¿quién habrá sido capaz?, si
ya se pensaba uno que todo eso ya era historia.
Llega el verano, apetece ir a la playa a descansar. Está
cansado de tanta tela y de tanto telar. Aunque el encargado sea comprensivo,
eso no quita a que sea a veces de apretar las tuercas y presionar, presionar
porque hay pedidos que atender. ¿Pero, y esa chica? Esa de la que tiene un
poster mudo colgado en la pared, digo mudo porque no existe. Digo mudo porque
solo está en su imaginación y con ella sueña. Quiere ponerle imagen al poster,
quiere ponerle audio a algún vídeo de aquellos que se hacen con el móvil y
porque no, “fardar” de coche y “fardar” de mujer. Dejando a todos aquellos,
mudos a todos aquellos que se ríen porque se piensan, se creen, que no tiene
arte en el amor. Puede ser cierto, pero ganas no le faltan y quién sabe si es hábil
en el deseo y en el sexo. Ni él mismo lo sabe, todavía no se ha iniciado en la
práctica y a su edad, eso no es de perdonar. Aparca el coche en el paseo
marítimo y ve la gente pasar, de pie y con la ventana bajada. Escucha por una
vez el silencio y las olas romper contra las rocas y el espigón. Es tarde, pero
le apetece quedarse, solo piensa en quién puede haber sido el ladrón si ya no
hay quien compre radios por bajo mano. Echa la mirada para atrás y vuelve a ver
los cables pelados, le hierve la sangre pero no puede hacer nada.
Llega al barrio y aparca cerca de donde vive. Cuál es su
sorpresa, cuando ve a su padre con la camarera y bien arreglado. No sale de su
asombro y se queda sin palabras, cuando observa que tiene su radio cd en su mano. Todavía no lo ha vendido, pero sí
que ha dejado una cuenta por haber
bebido. Se baja del coche, cerrando la puerta. Se le acerca, como si fuesen de
confianzas y le pide las llaves.
Le ha robado el radio cd y ahora quiere robarle la vida y el
coche, Javi no sabe qué hacer. Le amenaza con volver a casa, le dice que
necesita su coche porque necesita dinero. Que no lo vuelva a engañar diciéndole
de que está estudiando. Porque si no de donde sale este bienestar. Le responde,
que para él no tiene ni padre. Se enfurece y como si fuese un vendaval le cae
dos guantazos. No quiere responderle por cosas de la edad y se aleja. Le increpa volviendo a acercarse de que le dé los papeles y
las llaves. “No”, le responde. “No, aléjate de mí y de nuestras vidas”. Solloza
por no querer entrar en pelea y en disputa. Este se le acerca a centímetros y
Javi se aleja un metro, por el olor a Brandy del aliento. “Porqué no te mueres
y no nos dejas en paz”.
Echa a correr y no le queda más remedio que entrar corriendo
en el piso donde viven los tres. No se da cuenta, no se percata de que no han
cambiado la cerradura y en un segundo lo tiene dentro dando un portazo, a la
madre y mujer se le cae al suelo un plato. En un momento se ven en guerra, ella
coge el móvil y le advierte. Él coge un cuchillo y la amenaza.
La camarera espera abajo, fumando un cigarro como si le
importase un carajo. La gente, pasa y murmura, el escandalo se escucha hasta a
pie de calle. Está bebido y no sabe o sí lo que hace, en un amago para intentar
increpar a la todavía esposa, el hermano menor lo agarra y lo tira al suelo,
con la mala fortuna que es desgarrado en el abdomen. Es a la altura del hígado
y la sangre brota como si fuese el nacimiento de un manantial. Se pone de
rodillas pidiendo perdón, la mujer llama a una ambulancia. Pero Javi cansado de
todo y de todos, agarra el cuchillo del suelo y en un segundo le secciona el
cuello al padre. Se mira las manos,
todas llenas de sangre y lo suelta, mira a su madre y sonríe, “ya se ha
acabado todo, mamá”.
La camarera, al ver acercarse a un coche patrulla. Corre y
se larga.
Noche larga le espera al muchacho, noche de vigilia le
espera a la madre. Todo puede ser, por amenazas y demás atenuantes, como
quedará el resultante. Sin más, el padre acaba en una fosa común y la camarera seguirá
con sus clientes, le llora dos días pero después se olvida, ha encontrado a
otro acompañante. La que se queda sola con su hijo todavía menor, es la madre.
A la espera de la sentencia del Juez.
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