sábado, 13 de febrero de 2016


                                                    Negro.

Johnny es de raza negra y trabaja en una fábrica de blancos, solo barre y limpia, porque no le dejan hacer otro trabajo. No le dejan superarse y poder subir su autoestima. No es porque quitarle el mérito  a los barrenderos ni a los limpiadores. Pero Johnny está capacitado y lo sabe, sabe después de tanto limpiar y tanto barrer, como son y cómo funcionan las máquinas industriales. Conoce cada tornillo y cada tuerca de estas. Se siente capacitado, pero no le dan la oportunidad. El encargado tiene las manos atadas y no puede hacer nada, lo observa con respeto. Pero no debe traspasar la línea, una línea roja, una línea impuesta por los blancos. Estamos en unos años difíciles y cada uno tiene su sitio, como en guetos viven y como en guetos duermen. No hay peor racismo, que el silencio y el no querer hacer nada. Nadie le obliga, pero puedes quedar excluido y todo por tener un color de piel diferente.
Pasa el mocho por las oficinas y escucha y calla. No quiere ni oír y se coloca los auriculares de su walkman. Tiene cualidades, es un brillante en bruto que nadie quiere pulir. Por la noche, saca tiempo y estudia, no sabe para qué, pero estudia. Primero sueña con poder acabar el acceso a la universidad y después, ya decidir qué hará con su vida. Como buen atleta, sabe jugar al baloncesto y cree posible acceder a una beca. Aunque a sus 30 años, es más un espejismo y un sueño, que imagina al mismo tiempo inalcanzable. ¡Despierta! Se dice así mismo. Un despierta de cómo se va a pagar los estudios.
Buscar la manera de que el estigma por la raza acabe, es difícil. Como cualquier otro racismo, ya sea por condición o sexo, el sentirse apartado está a la orden del día. La gente se dice a si misma que es liberal, pero eso es algo más que dudoso. Si fuéramos en otro tiempo, me censurarían y me vetarían. Que culpa tiene uno de ser de una minoría. Podría y puedo relatar, como es la vida de una persona de raza de color.  El por qué tiene que ver de qué yo haya nacido blanco, para creerme  algo superior si no es así. Mi sangre es igual de espesa y de roja que la de él.

Johnny es diferente y quiere demostrar, quiere hacerse valer. Quiere que le hablen con respeto y que no le giren la mirada, cuando hablen con él. Que le escuchen y saber sentirse escuchado. Qué más da de qué minoría se hable, si te sales de lo normal te cae el estigma. Johnny vale, Johnny no es estúpido y sigue fregando, hasta que tenga su oportunidad. Es conocedor de su juventud y todavía le alberga en su corazón la esperanza. Tiene claro que la piensa aprovechar o morirá en el intento. Camina y se dirige a los retretes, se fija en el suelo y en la falta de respeto que es que lo dejen mal. Como es posible, que no atiendan a razones ni por ellos mismos. Cada vez tiene más claro lo que quiere estudiar, cada vez se da más cuenta que lo que cuenta es la hermandad entre los suyos. Todo son grupos, todos son asociaciones sin nombre a las cuales, alguna uno pertenece.

Es duro pensar eso, saber que solo, aunque pasen unos años venideros. Los estigmas y los guetos seguirán existiendo y que solo una minoría de esa minoría, tendrá la ocasión de relacionarse con la mayoría. Ya sea por atleta o por dinero, solo estos podrán. Los demás, tendrán que conformarse con ver la vida pasar entre sus “hermanos”. Que sería del hombre si nos diéramos todos  las manos, ya diera igual la relación o el aspecto, quien sabe lo que podría ocurrir. A lo mejor caen rayos y truenos desde el cielo, pero no lo creo. Son las seis de la tarde y suena la sirena, los trabajadores salen, pero a él todavía le queda por limpiar lo que han dejado. Barrer y limpiar, cómo cada día. Solo hasta las siete y media. Solo quedan en la fábrica el encargado y él. Viene y se le acerca fumando, pero no le tira la colilla al suelo y la apaga en el cenicero. Solo un cruce de miradas, solo un cruce de respeto. Ya sabe lo de los estudios, pero se lo calla. No quiere que los demás se enteren y le hagan alguna jugada, solo pasea por la nave con la mirada al suelo y pensativo,  espera que sea la hora para cerrar la puerta. Él sigue a lo suyo, con su música abstraído deja pasar el tiempo, mientras pasa el trapo por las máquinas de la industria.

Esta vez no suena la sirena, solo una mano en el hombro le avisa de que es la hora. Corre, va deprisa y se dirige al reloj y pasando la ficha se marcha. El encargado esboza una ligera sonrisa y espera y le desea suerte. No hay vestuario para él, tiene que venir cambiado y corre hacia a casa. Una ducha y para los estudios, empieza a las ocho y cuarto y dura hasta las diez. Le quedan solo un par de meses y todo habrá terminado o habrá empezado, quien lo sabe. Solo va serio y presta atención, no está para juegos. Primero porque no tiene edad y segundo porque no. Dura jornada si pensamos que se levanta a las seis y media, para empezar su actividad a las siete, limpiando las oficinas. Oficinas que abren a las nueve y que tienen que estar impecables, sin polvo y bolsas de basura nuevas, todo para que las señoritas puedan hacer bien su trabajo. Cada uno a lo suyo, cada uno tiene su rol.
Sale del centro y se dirige para casa, siempre hace el mismo camino. Siempre lo hace solo y en su casa solo le espera “Study”, un perro de raza mediana. Que lo espera con ansia para dar su paseo, corto pero al menos de desahogo. Camina ahora a paso despacio, ve el final del día. Pasa por calles, pasa por barrios. Algunos de negros, otros de blancos. ¿En cual se siente más seguro? No hay razón de ser, todos son lo mismo. Solo que esta noche es diferente y se le acercan un par de hombres y le piden fuego con la excusa de encenderse un cigarrillo. Sin pararse, les dice que no fuma. Estos no se sienten contentos con la respuesta y le hacen pararse. Se siente asaltado y los nervios se le suben a la cabeza, soltando los libros de cualquier manera empieza la pelea. Solo las manos, solo los puños hablan. Hasta que llega un coche de la policía y el par de hombres se hacen las víctimas. Les dicen, les cuentan que quería robarles y solo se defendían. Él les muestra los libros y que viene de estudiar. La pareja de policías se miran y se ríen, le piden la documentación al mismo tiempo que le invitan a entrar en el coche. Se niega y opone resistencia, por su cabezonería que no quería ir a la comisaría. Uno de la pareja de policías saca la pistola para obligarle a subir, Johnny da un aspaviento y la pistola se dispara, hiriendo a uno de los hombres. Piden refuerzos, ahora sí que se ve vencido y se tumba en el suelo con las manos en la cabeza. Lo que podría haber sido un tranquilo paseo hacia casa, se ha complicado de mala manera. Ahora no piensa en los estudios y en sus sueños, no quiere recordar, solo piensa de qué por mucho que tarde, siempre le esperará “Study”.

 

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