viernes, 26 de febrero de 2016


                                               El tercer ángel caído

Desde los cimientos de la verdad, nace. Desde las raíces de la humanidad, surge. Nace y surge, aquel que nos dirá lo que es real o irreal. Como un avión, volará. Como una serpiente irá haciendo zig-zag, hasta que la Luna le diga su nombre. Será el nombre de un varón, será nombre de un hombre. De un hombre, al cual se le han caído las alas. Que eran blancas o negras, quien sabe. No se conoce ni su nombre y eso es de merecer. Porque si tiene muchos, eso significaría que muchas veces ha estado en la vida que conocemos. Porque si solo tuviera uno, sería aquel que es más acorde a él.
Sobre el reflejo de la Luna, allí, apoyada en un árbol. Hay una muchacha que le ofrece cobijo. Puede ser que lo trate como un hermano o como un hijo. Solo le indica a donde tiene su cabaña. Hace viento, hace frío y él accede, accede y sigue el camino que le indica. Bajan por una ladera de la montaña, hay que tener cuidado porque puede precipitarse y caer y él no sabe si sabe volar. No lleva alas, porque en este mundo casi nadie cumple su sueño y vuela, vuela tan alto que ni un águila le puede alcanzar. Escucha de fondo, guitarras y violines o puede ser solo su cabeza. ¡No! Solo es su propia intuición, que le dice que hace lo correcto y solo piensa en el momento. En el momento que está a punto de vivir, la muchacha es joven y bella, además de agraciada. No sabe su edad, pero no le echará más de veinticinco años.¿ Quiere jugar con él al juego del amor o solo le muestra su hogar, por bondad y respeto?
Caminan diez minutos y llegan cerca del valle, ella le abre la puerta y le hace pasar gentilmente. Solo las guitarras y los violines, los escucha él. Los pájaros son otras cosas, que hasta ella se ha dado cuenta y se alerta, por si acaso. Fuego a tierra incandescente, fuego a cuerpo es el que se desencadena. Acaba de entrar y ya ve y observa. Los roces, las miradas. Una mujer sola, sin compañía, se encuentra a solas con un hombre. Le pregunta él su nombre y ella le responde “Laura”, ese es su nombre. La música hace un impás y solo se oye el silencio y el chasquido de los troncos al arder.  El siendo quien es no puede responderle, porque no sabe el propio, no sabe y no contesta. Qué más da, en contrapartida le muestra las palmas de las manos. No tiene ni siquiera unas líneas parecidas a las dibujadas en cualquier mortal y es que él, no lo es.

Escucha como susurra el viento a través de las rendijas de las ventanas, el día es frío y ella le proporciona una manta y le muestra donde sentarse. Se lo agradece y toma asiento. Asiento e intenta hablar, intenta tener alguna conversación. Pero ella se adelanta y le empieza a bombardear con preguntas de no fácil respuesta. Se pone nervioso y mira la puerta, pero también escucha el susurro del frío y por los cristales de las ventanas, observa cómo se hace la oscuridad. Esa pregunta se hace, ¿De dónde vengo? ¿De la Luz o de la oscuridad. No lo sabe y eso es lo que le intriga a la joven. Que ve lo que ve y desea lo que desea. Hace tiempo que no pasa ningún hombre, por estos lares. Pero va despacio, no quiere alborozarlo de buenas a primeras. Lo mismo que quiere por esta noche, quiere que se marche al alba. Toman algo caliente, solo le ofrece lo que tiene y solo accede a lo que puede. La noche parece que vaya a ser en vela,  no por la muerte de nadie. Pero sí por el nacimiento de una nueva amistad, una amistad que llegará hasta donde tenga que llegar. Al menos por una noche, una noche que ella le ofrece algo más que la bebida caliente. Pero no él no quiere o dice que no puede. Le sudan las manos….Del frío atardecer, al sudor nocturno. Que más puede suceder, ella no lo quiere alterar y retrocede unos pasos. No es de mucho hablar, ya que no encuentra respuesta. Que persona más extraña, que hombre salido de entre los árboles, perdería la ocasión nocturna que se le ofrece. Solo la luz de un par de velas, muestran los rostros de los dos, frente a frente. Ella no tiene sueño y quiere que él acceda, sería la primera vez que le rechazarían. Mientras él se muestra tal como es, ello le perturba a ella, llegando incluso al enfado.
Pasan los minutos, pasa la noche y solo consigue dos besos. Uno en cada lado de la mejilla y se despide, yendo por un sendero que ni él sabe si es el correcto. Solo sigue los caminos más iluminados, aquellos que son con sombras y con hielo no los sigue. Puede estar en lo cierto o todo ser una vulgar mentira. La muchacha se ha quedado otra vez sola y prendida y él  solo camina con el Sol de frente. Es puro invierno, pero no hay nubes en el cielo y continua su trayecto. ¿A dónde le llevará? No lo sabe, pero aquella que ha sido gentil, dándole cobijo observa y escucha ahora a los pájaros cantar y es más feliz dentro de su soledad. Quien sabe, solo a lo mejor sueña que se vuelva a cruzar con el ángel sin alas. Un ángel caído es eso, un ángel al que le han arrebatado las alas y ya no puede volar, ya no puede acudir con la misma rapidez a una llamada de auxilio. Se conforma en andar sin destino, sin rumbo fijo e intenta dar un poco de paz y tranquilidad a aquellos que tienen bondad. Porque la bondad no se enseña, con la bondad se nace y la lleva uno en el alma. Aunque hayan personas que se aprovechen, los que son puros de corazón. Siempre pueden recibir la visita de un ángel caído y conseguir la felicidad, gracias a su propia bondad. Esto ni se compra ni se vende, simplemente viene así se entiende.

A donde iría a parar, ahora que se aleja en la distancia. A donde dormirá o trasnochará el sin nombre. Es posible, que en algún lugar donde nace el Sol y se marcha la Luna o es al revés. Quien lo sabe, a saber. Solo se sabe que es el tercero y cómo lo saben, porque contando las estrellas, se han dado cuenta que es la tercera que falta.

 

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