EL LOBO FRANCÉS.
Sueño un día en escribir algo importante, en narrar
algo que os llegue al alma. No sé si voy por el buen camino, no sé si tiro por
el sendero correcto. Me gustaría recibir alguna señal, pero eso no ocurre
nunca, nunca soy avisado de cuál es el más sincero, el más honesto y el más
privilegiado. Así que sigo aquí, contando historia tras historia, momentos que
son de un ayer no muy lejano y que pueden suceder en cualquier época y vivir y
revivir situaciones extrañas de explicar. Pero en fin, no enredo más la madeja
o quizás sí, para haceros vibrar todo el cuerpo y que los ojos se vuelvan
temblorosos. Así conseguiré vuestra atención, que para mí es todo un reto y un
honor.
Dice la profecía, dicen los libros, que un día de tal
año, nacería aquel que sería rápido, tan rápido que esquivaría a toda la
policía. No sé su edad actual, pero eso no importa, ya que como un piloto de
carreras conduce y como un niño se comporta, haciendo del riesgo su más pura
diversión. Así nació y se creó, dando nombre a una leyenda viva o muerta, todo
dependiendo de la persona. Así fue y así la escribo, para que toméis nota, de
la valentía o de la estupidez, a saber el qué es según se mire o lo lea….
Entre la oscuridad y la espesa niebla, Gabriel conduce
ebrio un Seat de color blanco, no es consciente, solo se ríe mientras pisa el
pedal. Las botellas de licor van dando golpes de un lado al otro en la parte de
atrás del coche, se golpean la una a la otra, como si entraran en conflicto. Conduce
rápido, ya no sabe de peligros, ya no sabe de temores, ese es Gabriel, haciendo
honor a su nombre. Tiene suerte, se zambulle en la piscina del asfalto y
conduce rápido, tan rápido que no ve las farolas pasar. Es un temerario, todo
el mundo lo sabe, lo único que no saben es su alias y ese lo tiene bien
guardado, bien escondido dentro, en las entrañas de su alma. Un alma en pena,
que no sabe otra forma de divertirse que provocar el peligro para los demás.
Pero por poco tiempo, el mismo se descubrirá dando su alias a conocer, ese
alias es “El lobo francés”.
Es joven, pero no sabe divertirse y vivir de otra
manera que alcanzando la plenitud no
entiende su vida llevar de otra forma. Solo sabe darle velocidad al coche y con
ello crear un peligro real a los demás, como el que en su cabeza imagina o
quiere imaginar que es todo un videojuego. No sabe que a ciencia cierta que es
la vida brotar, no sabe lo que es amar y sentirse amado, nunca lo ha probado y
nunca ha saboreado la vida desde el beso de una muchacha de su edad. No sabe
aún que el tiempo pasará y que luego no hay vuelta atrás. Como explicarle todo
eso si su timidez o su manera de ser no hace de méritos para que ninguna
muchacha se fije en él.
Como barcos de papel, se hunden en el agua, y ello
hace zozobrar su verdadera inteligencia, se van al fondo todas sus metas y sus
sueños. ¡Fuegos artificiales!, ve tumbado en la hierba la borrachera que lleva,
contando así los coches por decenas que ha adelantado en el camino. Piensa que
la Luna le habla, escucha el sonido de los búhos en la noche y no se asusta, no
le teme a nada ni a nadie pensando y hablando consigo mismo….
<<Yo soy
Gabriel, yo soy el que mi corazón se desgarra y no entiende el porqué de la
vida. Yo soy el que no sabe las verdades, yo soy el que no sabe cómo querer a
nadie, da igual sea hombre o mujer. Parece mentira, pero ese es mi corazón, no
sabe de amores, no sabe nada más que de coches y de ser veloz. >>
Puede ser todo
inventado por mí o quizás no y solo escriba mi verdadera historia o solo sea algo más de invención por mí.
<<Como
saber si todo es verdad, como saber si todo lo que me pasar es real>>
Grita a los cuatros vientos, ya sea el norte o el sur, ya sea el este o el
oeste, los mares de la sociedad no están en calma.
Empieza a cubrirse el cielo negro de la noche y la
lluvia no tarda en aparecer, haciendo que las risas inunden su cara en sonoras
carcajadas….
<<Dame
una cerveza para poder olvidar, dame algo que me ayude a amortiguar mi caída
libre, solo deseo dormir, dormir y olvidar todo aquello que no quiero conocer.
No quiero saber de muertes, no quiero saber de vidas con ilusión que he llegado
a arrebatar, me da igual, siempre hay caídas y accidentes, yo solo sé lo que
sé.”>>
Tú no sabes todavía que las heridas se curan, solo
debes regarlas con cariño y amor y serás un hombre nuevo, serás quién quieras
ser. Solo debes saber la verdad y vivir, como si fuese un nuevo día una
oportunidad, una oportunidad para no lamentarse
de nada ni de nadie. Levántate y anda, ¡camina!, que todos merecemos una
oportunidad. Corre mentalmente si puedes y vuela y alcanza de verdad las
estrellas, que estas te iluminan el camino.
Como si fuésemos en una época, en un tiempo donde no se
tenían los mismos derechos, camina sin pensar ni vivir, eso le desgarra sin
saber qué hace tiempo que todo cambió. Más allá del horizonte no ve, cree que más
lejos no hay camino a seguir y eso hace que se pierda una y otra vez. Se mira
las manos y se las ve suaves, sin curtir en ningún duro trabajo, mira el
volante de su coche y ahí nota el tiempo pasar. Todo desgastado, de la propia
ansiedad y de los nervios. No recuerda la última vez en la que una mujer le
hizo compañía, no quiere detenerse para así no llorar, solo quiero olvidar o no
conocer. No le hace falta pañuelos, ya que se seca con las manos, solo piensa
cuando todo cambiará, cuando el tiempo quedará atrás. De mientras ya en el
coche devuelta a casa, echa el cuerpo para la parte de atrás y agarra una de
las botellas de licor. Se la amorra a la boca y con un gran sorbo, latiga su
maldita soledad, llegando a pensar en la venganza, pero no sabe de quién
vengarse. Nunca ha tenido amigos ni enemigos, su vida será fugaz y nadie le
recordará con anhelo y nadie lo hará con rencor.
No grites más
qué más te dolerá, no agáches más la cabeza que no hay delito ni condena.
<<De
hacerlo qué más da, conduzco rápido y tenaz, soy yo y nadie más ya que nadie
más me quiere. >>
Sentado, ubicado ya detrás del volante, pisa el
acelerador y vuelve ahora sí para casa, pero no sin antes jugar un poquito más.
No son ni uno ni dos, a saber cuántos son los que él adelanta o echa del
camino, llegando a estos a caer por el vacío de la montaña.
<<Entra
conmigo, siéntate a mi lado, aquí en mi coche y déjate llevar por la adrenalina
que burbujea en toda tu sangre ya sabes cómo es esto e incluso lo puedo hacer
más peligroso apagando las luces del coche. >>
Todo es así, hasta que la policía se percata de ello y
noche tras noche van a su alcance pero no lo consiguen, con las luces apagadas
parece un fantasma en la noche, sin luz, sin claridad nota su corazón palpitar,
no sabe que todo ello es de peligro y si lo sabe no quiere saber de ello.
“Estoy que no
me conozco, estoy que me salgo de mí, no lo consiguen, nadie es capaz de
atraparme, soy el más rápido y veloz. Hasta con los ojos vendados sabría yo conducir,
me conozco las carreteras y me conozco a mí, nadie jamás me podrá parar, nadie
jamás me podrá detener. Yo soy el que soy, al que tienen que temer, ¿seré
triste o seré alegre? Me cachis, será una ciudad alegre o será divertido el
tomar en ella unas cervezas, pues lo que sea verdad puede ser que sea cierto o
sea simplemente una mentira y vaya de farol. ¡Oh!, vaya a saber el qué.”
<<Solamente
debo de pisar el acelerador, solamente debo conducir rápido, sin luces, haciéndome invisible por la noche ese soy yo. >>
Noche tras noche, ve la Luna
salir e irse a la vez, solo el amanecer le hace desfallecer y le vence,
haciendo del Sol la calma en la carretera. Que sería del camino de la montaña
si no fuera por la temeridad peligrosa de Gabriel. Sin mujer ni hijos, un accidente
hace años le dejó sin su familia. Será esa la causa de su manía por conducir a
esas velocidades por caminos llenos de curvas. Quién lo sabe, es cierto que si
nos has sido querido, te cuesta querer más, el abrirte a los demás, al prójimo,
ya que las heridas son muy fuertes y de difícil cicatrizar. Será seguro, que
toda la herencia se la gaste, seguro que
a larga acabará encerrado o en la calle, ya que conduce como un demonio
buscando su víctima. Que será, será, todo es relativo y comprender su dolor quizás
nos convenza que todo no ocurre sin más, que hay algo, algún detalle que le
arrastra hacia la perdición.
“Me llamo, me
llaman el “Lobo francés”, ya salgo en las noticias de las tres, es el nombre que me he puesto, es el alias que me he
impuesto, en la policía no saben que me llamo Gabriel. Lo único que saben es
que conduzco un Seat de color blanco, a saber cómo no lo saben, porque esta
noche corro y las carreras no saben de colores, ya que es la negritud en pleno auge.
Piden estar en alerta y que conduzcan con cuidado, que El lobo francés te puede
echar de la carretera.”
No quiere pasar noches tristes ni
en casa ni en un sucio hotel de carretera, tiene dinero y sabe cómo gastarlo.
No trabaja y vive de renta, una renta agria llena de soledad, a veces el dinero
no lo es todo o sí, ya que gracias a él puede continuar con su particular
diversión. No tiene fe en nada, no tiene ni lástima ni compasión, no tiene
ningún problema o envidia, lo suyo viene en su personalidad. Un Ser que no ha
conocido lo que es el cariño ni la bondad, así ha nacido y así seguirá. Se
apagan las luces y vuelta a empezar, esto parece no tener fin. La carretera es
su fiel compañera y la policía, aquellos que esquivar. Conduce rápido, conduce
libre y así seguirá. No tiene freno, solo pisa el acelerador y lo deja en punto
muerto en las bajadas, así pasa las noches, mientras las mañanas duerme a
pierna suelta sin saber a cuantos ha echado o ha matado en la caída al
precipicio. No tiene lamento alguno, no hay lloro por nadie, solo risas y poco
más.
No solo provoca accidentes, pero no produce testigos
ya que las horas que conduce no hay nadie capaz de hacerlo. Es muy silencioso, pero
el rugido del motor me asusta este le
alerta de que puede ser percibido por la policía. Muchos caballos de potencia tiene
la máquina a la que le echa gasolina en casa, creo que si fuera una gasolinera
con el auto seguramente sería enganchado
y acertado, sería apresado por la descripción de su coche. Así qué listo de él,
conoce otro de forma tranquila y lenta de esconder su identidad, así que coge
dos garrafas de 25 litros, las carga en una furgoneta pequeña y llenándolas de
su rico petróleo se vuelve para casa.
<<Quién
carajo te crees a mí no me puedes dominar nadie, nadie me puede alcanzar yo soy
lo que soy, porque me lo merezco y lo he
conseguido. >>
Como un bucle
vertiginoso, como un ciclo que acaba es mi vida y mi esperanza. Como la rueda
de un carro aguanto el peso de la sociedad, ¿no lo ves?
Él no lo ve porque no sabe lo que dice ni sabe lo que
habla y lo que escribo y narro es porque sé realmente lo que soy y lo que
valgo. Es un bala perdida, es lo peor de lo peor y aún se cree con el derecho
que le llamen “El lobo francés”, igual
que sale por la montaña de noche en manada. Lobo, lobo solitario él no sé si lo es, tú si
lo sabes ya que eres el protagonista de esta historia. Pero así es todas las
noches, sentado al volante de su Seat de color blanco lo pone a cien, no lo
hace en una autopista sino en una camino de montaña, quién lo sabe, vas a saber.
Como el que hace un pacto con el diablo, él se conjura
a todos los demonios habidos y por haber,
pues sale a correr por un camino de curvas de una montaña cual nombre ahora no
me viene a la memoria, o sí. La noche le envuelve, el asfalto pierde su dibujo y
textura, salvo el color blanco de la línea continua de la carretera no ve nada
más. Los faros apagados, solo ve los de los que se atreven a entrar en ese
circuito clandestino que es la carrera monógama, solo participa él, pero a los
demás los invita a hacerse a un lado cayendo muchos de ellos, llevándolos a la
muerte. Una muerte inesperada e injusta, por alguien que no es dueño de sí
mismo o sí.
Lo lamento puede ser verdad o puede ser todo fantasía
mía, quién lo sabe es Gabriel o mejor dicho “El lobo francés”. Corre con las
luces apagadas por las altas montañas, un lugar que prefiero no mencionar ya que es de
sumo respeto la gente del lugar, yo no puedo esperar más así que sigo
escribiendo, luego para mí lo que presiento es lo malo o lo bueno. Entonces y
solo entonces, como el que escucha cierta melodía, se duerme al volante, siendo
ahora él protagonista de ser vencido, cayendo por el precipicio. No hay
pruebas, no hay delito, solo un coche en llamas. El destino le juega una mala
pasada, quedando el vivo, pero con el rostro y el cuerpo quemado. No lo pueden
detener, pero el castigo por su ego lo recibe, quedando marcado por toda la
vida, señalado y destrozado por dentro y por fuera, ese, ese ha sido su
destino, fatal destino, debido a la ocurrencia de sentirse el mejor conductor.
Mientras vago por las calles de la ciudad, miro hacia
la montaña, esta impone respeto, no sé cómo “El lobo francés” ha sido tan
arrojado y tan temerario. Siempre recordaré su osadía como si hubiera sido una
hazaña, ya que lo que hacía era desahogarse sin mirar al prójimo. Otros lo
hacen de una forma más legal, siendo el resultado el mismo. Siempre lo
recordaré, siempre, para nunca olvidar.
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