ZAPATOS DE CHAROL.
¿Cuál
es el mejor sendero para caminar, cuál es el mejor camino en el que no
encuentre piedras con las que tropezar, en cual podré andar descalzo sin riesgo
a darme con ningún obstáculo? Me imagino
que eso es imposible de encontrar, ya que todos los caminos como dice el dicho
conducen al mismo lugar. Por eso mismo tomo el camino de arena, en lugar de
tomar un camino asfaltado y con señales, prefiero adivinar y encontrar todo tipo
de aventuras y de peligros, a los cuales enfrentarme y aprender, ya que si no
es así difícilmente evolucionaré y seré capaz de tomar mis propias decisiones
sin miedo a equivocarme. Ello me lleva
primero a quitarme los zapatos y prestártelos a ti, sí a ti, que me lees, para
que sepas que todo el camino trazado en esta montaña de arena son senderos sin
señales. Ya que estas te las encuentras de lleno, yo voy caminando descalzo
siguiendo a mi propio instinto.
Veo
una nube en el cielo y miro hacia el sol, pero este me deja ciego, no puedo
mirar, no me puedo enfrentar a él. Tiene mucho más poder que yo, me bajo la
visera de la gorra para que la sombra me llegue a los ojos y sigo mirando para
el frente, como si este no tuviese final. Mira
para el frente, mira para para horizonte y sabrás que la vida no tiene final,
que ya sea con zapatos o andando descalzo, el camino sigue.
Como
dice una vieja canción, espero que a que la noche me envuelva negándome la
visión, provocándome tal sueño del cual
no sé si despertaré .Verás, es así cómo
te lo explico, durmiendo o despierto, despierto o soñando, ¡qué más da!, todo
no deja de ser una ilusión. Ya sea durmiendo o sea caminando por el sendero,
espero que la noche llegue pronto, para que me lleve a un mundo perfecto, a un
mundo donde no existe ni la venganza ni el odio, ni la rabia ni el rencor. Adonde
todos somos felices, al menos por un buen rato, no hay que mirar por las aguas
subterráneas, ya que en ellas navegan las sombras. Seres malvados y dentro de
ellos no alberga ni segundo de amor, de felicidad, de respeto y cordialidad con
aquel que se acerca. No navegues por esas
aguas, ya que te puedes ahogar en un mundo de lamentos y de pérdida de
conocimiento.
La
noche se acerca y yo me alegro, no enciendo ningún fuego ya que no quiero provocar
ningún incendio, no domino estas artes. Se hace la noche oscura y no sé ve a
más de dos metros, así que me hago de un espacio y me dispongo a dormir, a
entrar en un portal el cual me hará viajar por lugares desconocidos para mí.
Me
abren las puertas, mientras en el mundo de los sueños hay alguien que se acerca
y me dice su nombre Juan, me pone la mano en el hombro y me dice camine, que
ande a su lado, que él también va descalzo. No es ningún paraíso el lugar, no
es ningún jardín del Edén, solo veo luces, luces de varios colores, son como
pelotas de tenis que me rodean y me acompañan. Siento paz, no siento ni la
lamentos de nadie, ¿qué será de ellos, será en otra vida?, quién sabe a saber.
– ¿Cómo
te encuentras ahora? Me pregunta.
– ¿Estás
feliz? Me sigue hablando.
No
sé si hablo en sueños, no sé si hablo durmiendo, pero yo le contesté siguiendo la
conversación….
– Sí
Juan, estoy contento, no sé adónde estoy, pero estoy feliz y contento, ¡qué más
da lo que deje atrás!, gracias. Rencor, odio, mi ropa, mis posesiones, me
siento desnudo, pero soy feliz.
– Me
alegra escucharte, no te acuerdas de mí, yo soy el que te acompaña y cuando
estás despierto, en tus pensamientos el que te acompaña siempre, en los
lamentos y también las alegrías. No dejes este camino, que tampoco es tan
fatigoso, sigue buscando y sigue aprendiendo.
Dichas
estas palabras, Juan aparta la mano del hombro y veo cómo se va diciéndome
adiós, hasta que le veo transformarse en una pelota de tenis de color azul. No
sé el porqué, pero yo me alegro, sigo durmiendo, sigo descansando para seguir
mi camino. No sé adónde voy, cuándo llegaré. Pero es que este es mi camino,
Juan me ha dicho que no me equivoco.
Entro
en un sueño profundo, al igual despierto en una hora que no sé cuando, ni me
importa. Tengo hambre, cierto, tengo sed, me siento sediento. Pero ya he
acabado con todas mis víveres, no sé qué haré ahora, a lo mejor sigo caminando
hasta que mi cuerpo diga basta y muera, pero al menos moriré con una sonrisa en
la boca. Sigo caminando y pasan los días, el estómago me hace señales, la
garganta se me reseca, no puedo más, me entran alucinaciones debido al hambre y
a la sed. Hasta que de golpe y porrazo suena a lo lejos un despertador, pego un
suspiro ya que reacciono y veo que estaba durmiendo. Enciendo la luz y miro la
habitación, una triste habitación de un triste piso que yo hábito, no tardo en
ir al lavabo lo primero de todo, para después abrir el grifo del agua y como si
se fuese a acabar el mundo bebo, me mojo la cara, me mojo la cabeza varias
veces y me seco con la toalla. Estaba en un sueño dentro de un sueño, qué
increíble que es la mente, ¡oh!, qué increíble que es el mundo. ¿Será una señal?,
yo no lo sé, pero todo me lleva a mirarme los pies, es curioso, sé que es verano
y ando descalzo por el piso y creo que por este motivo los tengo sucios, al
menos la planta de los pies los tengo sucios.
– Café,
necesito un café.
Monta
la cafetera y apoya las palmas de las manos en la pared junto a la espalda,
espera dos minutos y tres hasta que el agua hierve el café se cuela.
– ¡Estoy
vivo!
No
sé a quién darle las gracias, ya que no soy muy de religiones, así que se las
doy al destino. Tomando café en la cocina me asiento y cuando termino abro la
persiana del balcón y miro reloj son, ¡caray!, son las once, el Sol apunta alto
y como el que me ve, hace taparse con la nube, solamente se ve el halo de la
del Sol, así que puedo mirarle fijamente y retarle.
– Algún
día llegaré a tu destino, un día en sueños te alcanzaré de hablar en privado contigo.
Se
hace el silencio, no se escucha nada, así que yo pongo mi música y con lápiz y
papel escribo, escribo y escribo. No tengo una letra bonita, ni pretendo que
sea así, solo deseo escribir mis sueños. Esos que entro cuando duermo, aunque
ahora me doy cuenta muchas veces que no me acuerdo, quedan como vacíos, lagunas
en mente que no sé cómo rellenar ni me salen las palabras, ni me salen las
frases. No voy a escribir, lo he decidido, dejo el papel y el lápiz, aunque lo cojo
con la mano izquierda y como el que hace escritura automática, me dejo llevar.
Solamente es un garabato, hago un garabato en el papel, el cual lo pego con un
imán en la nevera, doy dos pasos para atrás y me lo quedo mirando fijamente,
parece un murciélago o más bien un ave o demonio. Quién lo sabe, lo dejo ahí y
me voy al comedor y conecto la música, escuchándola, oyendo mis grupos
preferidos y eso me hace feliz, muy feliz. ¿Adónde llegaré?, no lo sé, miro la
fecha en el calendario y menos mal, es domingo, hoy no tengo que trabajar, así
que divagare. Reflexionaré sobre todo lo vivido, porque no es lo mismo vivir
que quedarse parado sin hacer nada, ya que ello no te da beneficio ninguno, ni
para ti ni para los demás y no hay que ser egoísta tampoco y ayudar al prójimo.
Una ducha, necesito una ducha, así que sin pensármelo dos veces estoy debajo
del agua un buen rato, después no me lo pienso mucho y vistiéndome salgo a la
calle pero no acabó de pisarla, ya que me quedó en el umbral del portal al ver las
prisas de las personas, ¿el porqué correr, el porqué vivir rápido?, esa es una
gran pregunta que a veces hay que hacerse.
No
puede ser, tengo que salir más, no solo por la obligación sino también por ocio.
Tengo que atreverme, tengo que divertirme, qué tiempos aquellos cuando yo era
joven y salía por la noche sin importarme en el lugar y el porqué, la cuestión
era salir. La cuestión era divertirse, cosa que ahora no hago, no sé el porqué
de las cosas no será la cuestión que me lleva a ello pero no salgo. Me quedo
bloqueado, subo las escaleras otra vez, subo a que mis demonios me devoren otra
vez, ¿qué será de mí, si no consigo de romper el muro?
No
tengo ganas de comer y eso que son las tres, así que me voy a la cama, me voy a
descansar. A soñar, que entonces eran el consuelo, porque no descansaré, pero
seguro que habitare a un lugar extraño, que me lleve al Zenit.
No
escucho rock, no escucho pop, escucho música relajante, escucho música que me
hace entrar en sueños y no tardo en
recibir visita. Ya lo conozco, percibo a Juan, debe acercarse como una pelota
de tenis de color azul, pero cada vez, contra más cerca está, más lo veo
físicamente humano. Me vuelve a colocar la mano en el hombro y me llama por mi
nombre, el cual mantengo en el anonimato.
– Ven
y descubre. Me dice.
– Déjate
abrazar por aquellos que no son tan puros de corazón como tú.
Es
algo que no se puede explicar, me quedé atónito, todo ello no lo sabré
describir después en lápiz y en papel o quizás sí. Me parece ver jardines, me
parece ver montañas, es tan increíble, son las tres de la tarde y sigo soñando
despierto, despierto, durmiendo. Quién lo sabe, solo sé que de esta no podrás
engañarme, lo que sé es que es verdad todo lo que veo.
Alzó
la voz, alzó la voz, me descubro en un momento. Está todo el ocaso, me
despierto sudando, miro el reloj y marca a las seis de la tarde y para mí solo
han sido diez minutos. Me vuelvo a lavar la cara, me vuelvo a vestir y cuando
me doy cuenta, estoy en el umbral de la puerta. La gente sigue caminando
deprisa, pero doy un gran paso, un primer paso, pero que es grande, doy otro y me
siento afuera de casa. No será la vuelta a la manzana, solo será el doblar la
esquina, la última vez había un bar que había olvidado. Tiene terraza, son las
siete de la tarde y el Sol ya está acabando de decir adiós, tomo asiento en una
de las sillas. No pasa ni un minuto, cuando se acerca el camarero y me pregunta….
– Qué
va a ser Caballero.
-
Un cortado por favor.
El,
rápido, no tarda mucho en servirme el cortado y dejo que se enfríe incluso no
llegó a tomármelo al quedarme atónito de la velocidad de la gente. Llamo al
camarero al cabo de media hora.
– Que
te debo
– Es
1,20 por favor.
Yo
le pago gustosamente, pero se queda extrañado al ver el cortado sin probar, no
me preguntas. Tampoco tengo respuesta para ello, ya que visto la sociedad cómo
funciona es mejor a veces no salir, para que no saben apreciar el rato, no
saben apreciar la vida, yendo de aquí para allá en una sociedad de consumo que
nos esclaviza y nos enfrenta entre nosotros. Camino lento, lucho contra la
sociedad, llego a casa y sentándome en el sofá, doblo las rodillas y me pongo
con las manos en la cabeza a pensar en voz alta y clara.
– ¡Ay!,
qué será de mí, yo no sé seguir esta sociedad, ya no sé seguir de su caminar,
mis zapatos no están preparados para ello.
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