EL REY LUIS.
Será el trovador que
narre esta historia, quién será el valiente y osado que entierre la espada de
aquel que fue Rey por muchos años. Qué canción cantará en aquel juglar el
trovador valiente y osado que sabe de luchas y batallas. Hará honor al Rey el
contar que hubiera derramado hasta la última gota de su sangre por aquellos que
él llamaba pueblo, no sé si será una historia divertida el cantar de mi Rey. Hace
tiempo, mucho tiempo que no narraba una historia así, por eso ha llegado el
momento de que lo haga y me deje vivir, no se trata de ángeles y demonios, no
se trata del bien o del mal, se trata simplemente de vivir o no vivir eso es
todo.
Luis. Rey y emperador hizo historia en mi cabeza, en mi
mente y en mi imaginación, así que lo narro o mejor dicho lo escribo para aquel
que vea bien cantar en alguna reunión, cena o fiesta.
Luis tenía como mascota una serpiente, no era una serpiente
cualquiera, era una de estas venenosas que te daba muerte a los cinco segundos.
No tenía a nadie más, ni mujer ni hijos, mucho se rumoreó sobre su capacidad de
amar y de su virilidad, ya que si no era por amor no sentía tal deseo. Fueron
pocas, las mujeres que lo consiguieron, su corazón, duro como una piedra era difícil en él de
penetrar. Pero al final, no sé si fue por amor o por callar ciertas voces, se
casó con una morena que no era ni reina ni princesa, era una más del pueblo la
que fue capaz de cautivar a Luis.
Dormían plácidamente en la alcoba, cuando el Rey empezó a
escuchar las voces, pero la puerta estaba cerrada. Él las escuchaba y acercando
la oreja a la puerta, escuchó a un centinela que estaba haciendo su guardia. Hablaba
de conspiraciones, las voces no sabe si son de verdad o si son de mentira o
simplemente son una simple locura. No abrió la puerta, él se fue con su morena
a dormir la noche entera, fue en el amanecer, cuando el Sol entraba por uno de
los ventanales cuando al final despertaron y se pusieron en pie.
Esperó por unos momentos e hizo llamar al centinela, el cual
acabada su guardia, se encontraba descansando. Así que le fueron a despertar y se
presentó delante del Rey, este no tuvo palabra, se quedó mudo ante el relatar
de Luis, la sorpresa también fue para la morena mujer, esposa y reina a la vez.
Quienes serían capaces de arrebatarle tal dicha de haberse casado con tal
personaje, hizo traer el almuerzo también, mientras el centinela cansado pero
de pie, veía cómo su majestad almorzaba. Lo tuvo de pie así toda la mañana,
hasta que él Sol giró y desapareció su luz del ventanal, entonces y solo
entonces le dejó marchar, no sin antes aconsejarle y advertirle que olvidara
ciertas tentaciones , ya sea en contra de él o en contra de la nueva reina.
Cierto es, que no tuvieron hijos, cierto es, que muy
esporádicamente mantenían relaciones, a
lo mejor simplemente no le llamaban las mujeres. Pero no tuvo otra opción para
mantener callado al pueblo y así que fue como fue, mientras tanto el pueblo se
calló la boca de rumores, aunque se iba haciendo cada vez mayor y sus ganas y
su destreza iban decayendo y fue la mujer la que tomó mando sobre las
decisiones importantes. Recordad que llegar a viejo era difícil y el haber una longevidad
en aquella época tan baja, ya que la
edad aproximada de vida era corta.
La duda sobre el amor del Rey hacia su mujer, era latente en
el ambiente del castillo, pero eso no enturbió lo que duró, duró. Fue tanto el
odio o quizás el amor del Centinela, a saber si por su Rey o por su Reina, que
no se lo pensó dos veces y le echó cierto veneno, que no era otro, que el de su
propia serpiente. Confiado ya, y sin oler la venganza de aquel que estaba por
debajo de él, tomó vino de la serpiente, ella no bebió, ella miraba a la Luna
cuando era tapada por una nube. Ni esta quiso ser testigo, cerrando los ojos,
no fue mucho la espera. Ella se quedó quieta, paralizada, y el centinela al
escuchar el grito, entró esbozando una sonrisa cómplice, cuando el cuerpo del
Rey yacía en el suelo todavía caliente.
Banderas a media asta, luto general en el Reino, todos
buscaban la razón, pero nadie de la corte decía o hablaba, así pasaron dos
años. Dos años que fueron en paz y armonía, ella manejaba los hilos y se sentía
por una vez en su vida alguien importante y la soberbia le superó, llegando a
ser temida por el pueblo.
Descansaba una tarde de domingo, cuando escuchó medio
dormida una voz a lo lejos….
–
Hola Isabel. Te hablo desde el mundo de los
muertos, vengo a verte a ti para que no olvides todo lo que te regalé y todo el
amor que te di, ya sé que no fue mucho, pero espero que seas capaz de reinar en
este mundo, ya que en el próximo que es donde yo me encuentro se descansa en
plena paz. Reina con mano dura, que no digan que eres fácil de convencer, yo ya
estoy en el otro lado y aparezco en tus sueños como si no hubiese un ayer. Todo
es relativo Isabel, pero siempre me acordaré de ti y de los pocos momentos de
alcoba que tuve contigo. Que no es porque no te amara ni seas guapa, todo lo
contrario eres digna de cualquier príncipe o rey y por eso te elegí entre todas
las del pueblo, no pienses cosas que no son, simplemente es que soy como soy.
Voy a mover cielo y la tierra, voy a estar otra vez contigo, aunque me parece
que eso es imposible. No te fíes de ningún vasallo o centinela que cubra tu
puerta, yo siempre estaré a tu lado y te aconsejaré en sueños, no pienses que olvido
lo feliz que me llegaste a ser. Lástima es que no haya descendencia, así que te
digo que eres libre de elegir, de elegir aquel que tú creas conveniente para ti
y como todavía que estás en edad fértil, te haga sentir madre. Aunque por mucho
que me cueste también, sé que te hará sentir mujer, no olvides nunca jamás que
estoy aquí esperándote. No te busques un
simple amante, ya que las bocas no callarán
nunca, búscate a alguien que tú pienses que es sincero contigo y te deje ser
reina y que él sea consorte.
Piensa que tan solo
es un sueño, uno de tantos que le viene a la mente a cualquier mortal, así que
dándose media vuelta, sigue en su mundo de los sueños….
–
Sin ser llamado vengo, no olvides que este es mi
Reino, entraré si hace falta como si fuese un fantasma, no lo olvides jamás,
porque si soy yo nunca hubiera permitido caer en cierta desgracia, como es la
propia muerte por la propia confianza así fue. Isabel una copa de vino que no
era para mí, así fue lo que fue, que era porque como si fuese el cáliz tomé el
vino y no pasado mucho tiempo pase al otro plano, dejando de existir y dejando
mi cuerpo inerte.
Como si tuviese prisa, le dice sus últimas palabras a las
que ella hace caso, volviendo ya de noche del mundo de los sueños….
–
Ama simplemente, ama, no, no lo hagas por el
simple hecho del desahogo, disfruta de las caricias y bésalo. Ya me moriré otra
vez entre los ya muertos en el otro lado, yo volveré a morir de celos, pero no
entraré en sueños de aquel que sea digno de ti. Solamente continúa mi legado y
se consuma el acto naciendo a los nueve meses, alguien con derecho a mi trono.
Ella se queda parada no puede mover ni un músculo y está
sudando en pleno invierno, lleva luto por la ausencia de él, pero también sabe
de su juventud. Así que se levanta sobresaltada y se acerca al ventanal mirando
la Luna y como son las cosas, desafía y le habla….
Pegó un grito, un
grito de esperanza.
–
Sí Luna tengo esperanzas y por eso daré orden de
que dentro de quince días haré una fiesta, una cena donde acudirán todos
aquellos caballeros que ayudaron a mi esposo, elegiré uno entre ellos.
Es así y así será y seguiré el consejo de mi antiguo amor,
ya sé que me espera, ya sé que me defiende desde el otro lado y por eso camino
tranquila y arropada entre mantas dormiré con aquel que sea digno de mí. Todo
eso lo haré escribir por la mañana al escribiente de la corte.
Se fue a la cama otra vez, pero no durmió bien pensando, ya
estaba nerviosa así que en cuanto asomó por el horizonte el Sol hizo llamar al
escribiente y con sello lacrado con su anillo fue colgado el bando en mitad de
la plaza del pueblo.
No pasó mucho tiempo no, no llegaron a los quince días
cuando los caballeros de diferentes reinos acudieron, pero tuvieron que esperar
a la fiesta para que la Reina los recibiera. No fue fácil para ella, no fue
fácil para nadie pero eligió al caballero más joven, al igual que hizo con ella
su antiguo marido. No pudo esperar más y cuando la fiesta estaba en lo más
álgido, agarrando de la mano al elegido se despidió de la fiesta. Se marchó a
la alcoba con el elegido, que todavía lleno de temor y sorprendido la hizo suya
y fue tal la manera el amor, tal fue el roce. Que no hubo duda, así que a los
dos meses ya eran marido y mujer, él ya
sabía que no tenía ni voz de mando, era ella la que firmaba y sellaba. Pero no
pudo tener más suerte, que al segundo intento ella quedó preñada, todo era
dicha y alegría hasta que nació. Entonces y solamente entonces, no se sabe el
porqué, si es porque no la amaba de verdad o porque pensaba que podía pasar
algo. Primero lo hizo encerrar, para acabar muriendo a los veinte días, ya tenía
lo que quería, que era el hijo varón que ella buscaba, qué crueldad, pero así
son las cosas.
Ahora sí que era temida por el pueblo, mimaba a su bebé,
hizo llamar a las mejores mujeres, para que cuidasen del pequeño. No se sabe si
era un orgullo o una temeridad y responsabilidad que a las malas podían pagarla
con la propia vida. Ella, la Reina, mandaba sin saber, ya que no se dejaba
aconsejar, pero reinó hasta que su propio hijo cumplió los quince años y ella
ya envejeció también. Pero no quería abdicar sin más, así que como las
serpientes eran dueñas a veces de según qué lugar, se dejó morder por una de
ellas, llevándola a encontrarse con su antiguo marido. ¿Cuál de los dos
elegiría para seguir el camino?, a saber. Solo sé que el hijo, fue derrotado
por su juventud y no hubo nunca más ni rey ni reina en el lugar, solo un
consejo del pueblo era el que organizaba y mandaba sin ningún tipo de lucro.
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