domingo, 12 de septiembre de 2021

 

EL REY LUIS.

Será el trovador que narre esta historia, quién será el valiente y osado que entierre la espada de aquel que fue Rey por muchos años. Qué canción cantará en aquel juglar el trovador valiente y osado que sabe de luchas y batallas. Hará honor al Rey el contar que hubiera derramado hasta la última gota de su sangre por aquellos que él llamaba pueblo, no sé si será una historia divertida el cantar de mi Rey. Hace tiempo, mucho tiempo que no narraba una historia así, por eso ha llegado el momento de que lo haga y me deje vivir, no se trata de ángeles y demonios, no se trata del bien o del mal, se trata simplemente de vivir o no vivir eso es todo.

Luis. Rey y emperador hizo historia en mi cabeza, en mi mente y en mi imaginación, así que lo narro o mejor dicho lo escribo para aquel que vea bien cantar en alguna reunión, cena o fiesta.

Luis tenía como mascota una serpiente, no era una serpiente cualquiera, era una de estas venenosas que te daba muerte a los cinco segundos. No tenía a nadie más, ni mujer ni hijos, mucho se rumoreó sobre su capacidad de amar y de su virilidad, ya que si no era por amor no sentía tal deseo. Fueron pocas, las mujeres que lo consiguieron, su corazón,  duro como una piedra era difícil en él de penetrar. Pero al final, no sé si fue por amor o por callar ciertas voces, se casó con una morena que no era ni reina ni princesa, era una más del pueblo la que fue capaz de cautivar a Luis.

Dormían plácidamente en la alcoba, cuando el Rey empezó a escuchar las voces, pero la puerta estaba cerrada. Él las escuchaba y acercando la oreja a la puerta, escuchó a un centinela que estaba haciendo su guardia. Hablaba de conspiraciones, las voces no sabe si son de verdad o si son de mentira o simplemente son una simple locura. No abrió la puerta, él se fue con su morena a dormir la noche entera, fue en el amanecer, cuando el Sol entraba por uno de los ventanales cuando al final despertaron y se pusieron en pie.

Esperó por unos momentos e hizo llamar al centinela, el cual acabada su guardia, se encontraba descansando. Así que le fueron a despertar y se presentó delante del Rey, este no tuvo palabra, se quedó mudo ante el relatar de Luis, la sorpresa también fue para la morena mujer, esposa y reina a la vez. Quienes serían capaces de arrebatarle tal dicha de haberse casado con tal personaje, hizo traer el almuerzo también, mientras el centinela cansado pero de pie, veía cómo su majestad almorzaba. Lo tuvo de pie así toda la mañana, hasta que él Sol giró y desapareció su luz del ventanal, entonces y solo entonces le dejó marchar, no sin antes aconsejarle y advertirle que olvidara ciertas tentaciones , ya sea en contra de él o en contra de la nueva reina.

Cierto es, que no tuvieron hijos, cierto es, que muy esporádicamente mantenían relaciones,  a lo mejor simplemente no le llamaban las mujeres. Pero no tuvo otra opción para mantener callado al pueblo y así que fue como fue, mientras tanto el pueblo se calló la boca de rumores, aunque se iba haciendo cada vez mayor y sus ganas y su destreza iban decayendo y fue la mujer la que tomó mando sobre las decisiones importantes. Recordad que llegar a viejo era difícil y el haber una longevidad en aquella época tan baja, ya que  la edad aproximada de vida era corta.

La duda sobre el amor del Rey hacia su mujer, era latente en el ambiente del castillo, pero eso no enturbió lo que duró, duró. Fue tanto el odio o quizás el amor del Centinela, a saber si por su Rey o por su Reina, que no se lo pensó dos veces y le echó cierto veneno, que no era otro, que el de su propia serpiente. Confiado ya, y sin oler la venganza de aquel que estaba por debajo de él, tomó vino de la serpiente, ella no bebió, ella miraba a la Luna cuando era tapada por una nube. Ni esta quiso ser testigo, cerrando los ojos, no fue mucho la espera. Ella se quedó quieta, paralizada, y el centinela al escuchar el grito, entró esbozando una sonrisa cómplice, cuando el cuerpo del Rey yacía en el suelo todavía caliente.

Banderas a media asta, luto general en el Reino, todos buscaban la razón, pero nadie de la corte decía o hablaba, así pasaron dos años. Dos años que fueron en paz y armonía, ella manejaba los hilos y se sentía por una vez en su vida alguien importante y la soberbia le superó, llegando a ser temida por el pueblo.

Descansaba una tarde de domingo, cuando escuchó medio dormida una voz a lo lejos….

       Hola Isabel. Te hablo desde el mundo de los muertos, vengo a verte a ti para que no olvides todo lo que te regalé y todo el amor que te di, ya sé que no fue mucho, pero espero que seas capaz de reinar en este mundo, ya que en el próximo que es donde yo me encuentro se descansa en plena paz. Reina con mano dura, que no digan que eres fácil de convencer, yo ya estoy en el otro lado y aparezco en tus sueños como si no hubiese un ayer. Todo es relativo Isabel, pero siempre me acordaré de ti y de los pocos momentos de alcoba que tuve contigo. Que no es porque no te amara ni seas guapa, todo lo contrario eres digna de cualquier príncipe o rey y por eso te elegí entre todas las del pueblo, no pienses cosas que no son, simplemente es que soy como soy. Voy a mover cielo y la tierra, voy a estar otra vez contigo, aunque me parece que eso es imposible. No te fíes de ningún vasallo o centinela que cubra tu puerta, yo siempre estaré a tu lado y te aconsejaré en sueños, no pienses que olvido lo feliz que me llegaste a ser. Lástima es que no haya descendencia, así que te digo que eres libre de elegir, de elegir aquel que tú creas conveniente para ti y como todavía que estás en edad fértil, te haga sentir madre. Aunque por mucho que me cueste también, sé que te hará sentir mujer, no olvides nunca jamás que estoy aquí esperándote.  No te busques un simple amante,  ya que las bocas no callarán nunca, búscate a alguien que tú pienses que es sincero contigo y te deje ser reina y que él sea consorte.

Piensa que  tan solo es un sueño, uno de tantos que le viene a la mente a cualquier mortal, así que dándose media vuelta, sigue en su mundo de los sueños….

       Sin ser llamado vengo, no olvides que este es mi Reino, entraré si hace falta como si fuese un fantasma, no lo olvides jamás, porque si soy yo nunca hubiera permitido caer en cierta desgracia, como es la propia muerte por la propia confianza así fue. Isabel una copa de vino que no era para mí, así fue lo que fue, que era porque como si fuese el cáliz tomé el vino y no pasado mucho tiempo pase al otro plano, dejando de existir y dejando mi cuerpo inerte.

Como si tuviese prisa, le dice sus últimas palabras a las que ella hace caso, volviendo ya de noche del mundo de los sueños….

       Ama simplemente, ama, no, no lo hagas por el simple hecho del desahogo, disfruta de las caricias y bésalo. Ya me moriré otra vez entre los ya muertos en el otro lado, yo volveré a morir de celos, pero no entraré en sueños de aquel que sea digno de ti. Solamente continúa mi legado y se consuma el acto naciendo a los nueve meses, alguien con derecho a mi trono.

Ella se queda parada no puede mover ni un músculo y está sudando en pleno invierno, lleva luto por la ausencia de él, pero también sabe de su juventud. Así que se levanta sobresaltada y se acerca al ventanal mirando la Luna y como son las cosas, desafía y le habla….

Pegó un grito, un grito de esperanza.

       Sí Luna tengo esperanzas y por eso daré orden de que dentro de quince días haré una fiesta, una cena donde acudirán todos aquellos caballeros que ayudaron a mi esposo, elegiré uno entre ellos.

Es así y así será y seguiré el consejo de mi antiguo amor, ya sé que me espera, ya sé que me defiende desde el otro lado y por eso camino tranquila y arropada entre mantas dormiré con aquel que sea digno de mí. Todo eso lo haré escribir por la mañana al escribiente de la corte.

Se fue a la cama otra vez, pero no durmió bien pensando, ya estaba nerviosa así que en cuanto asomó por el horizonte el Sol hizo llamar al escribiente y con sello lacrado con su anillo fue colgado el bando en mitad de la plaza del pueblo.

No pasó mucho tiempo no, no llegaron a los quince días cuando los caballeros de diferentes reinos acudieron, pero tuvieron que esperar a la fiesta para que la Reina los recibiera. No fue fácil para ella, no fue fácil para nadie pero eligió al caballero más joven, al igual que hizo con ella su antiguo marido. No pudo esperar más y cuando la fiesta estaba en lo más álgido, agarrando de la mano al elegido se despidió de la fiesta. Se marchó a la alcoba con el elegido, que todavía lleno de temor y sorprendido la hizo suya y fue tal la manera el amor, tal fue el roce. Que no hubo duda, así que a los dos meses ya eran marido y mujer,  él ya sabía que no tenía ni voz de mando, era ella la que firmaba y sellaba. Pero no pudo tener más suerte, que al segundo intento ella quedó preñada, todo era dicha y alegría hasta que nació. Entonces y solamente entonces, no se sabe el porqué, si es porque no la amaba de verdad o porque pensaba que podía pasar algo. Primero lo hizo encerrar, para acabar muriendo a los veinte días, ya tenía lo que quería, que era el hijo varón que ella buscaba, qué crueldad, pero así son las cosas.

Ahora sí que era temida por el pueblo, mimaba a su bebé, hizo llamar a las mejores mujeres, para que cuidasen del pequeño. No se sabe si era un orgullo o una temeridad y responsabilidad que a las malas podían pagarla con la propia vida. Ella, la Reina, mandaba sin saber, ya que no se dejaba aconsejar, pero reinó hasta que su propio hijo cumplió los quince años y ella ya envejeció también. Pero no quería abdicar sin más, así que como las serpientes eran dueñas a veces de según qué lugar, se dejó morder por una de ellas, llevándola a encontrarse con su antiguo marido. ¿Cuál de los dos elegiría para seguir el camino?, a saber. Solo sé que el hijo, fue derrotado por su juventud y no hubo nunca más ni rey ni reina en el lugar, solo un consejo del pueblo era el que organizaba y mandaba sin ningún tipo de lucro.

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