MINUTO
CERO
No dejo de ser una víctima más del cambio de la vida,
no me he dado cuenta lo que he tardado en envejecer ya que ha sido con un ritmo vertiginoso, todo debido a lo
vivido, todo debido a querer vivir intensamente. Como si fuese un ángel del cielo
he caído en la tierra, como si fuese un ángel del infierno he vuelto a ella. Mis
alas pesadas han quedado rotas por el descenso rápido en caída libre y en mi
corazón negro como el tizón, está todavía por descubrir lo que es
verdaderamente el infierno, todo así es, todo debido a lo vivido. Que no es que
me arrepienta, pero a lo mejor, quizás hubiera elegido otra forma de vivir y
disfrutar de una manera más plena el
amor y la diversidad.
Me llamo Jack, no digo mi profesión ni te digo dónde
vivo, solamente diré que vivo en una jungla de hormigón armado con ventanas
huecas, como la cabeza de muchos de aquellos que se dicen señores. Ya que
algunos, no todos, siguen anclados en los años 60’ y no hay quién los saque de
ese espacio-tiempo. En fin, siento un poco de pena por ellos y por ellas, unos
por unas cosas y ellas, ellas simplemente por no sentirse totalmente libres de
hacer y deshacer. Pero en fin, eso es otra historia.
Sale el Sol o mejor dicho, se apartan las nubes y
vuelve otra vez el veranillo. Yo, en manga corta paseo sobre las nueve de la
noche por las calles de la ciudad, este se esconde ya mismo para darle relevo a Luna. Dando paso a
la noche, una noche llena de risas y más risas, todo ello acompañado por unos
seres llamados “Sombras”. Sombras en el anochecer, que hacen que uno disfrute
de algo que no es real, dejándote ciego por todo aquello que me rodea,
dejándome sin mis alas para poder volar con total libertad.
No me gusta colgarme medallas, pero si alguna me
tuviera que colgar alguna sería la de mi actitud y de mi voluntad de hacer de
mi casa mi hogar, solamente pido eso, no una medalla, solo el reconocimiento y un respeto, cosa que
anhelo desde dentro de mi alma. Todo está escrito y yo tengo todo el tiempo del
mundo, por eso dejo de beber y mirando el reloj, hago del caminar el paseo
hacia casa, hago de él un retorno del cual no tengo escapatoria. Ya que las
sombras me acechan intentando llevarme ahora más profundo de la pena, mientras
el cielo ha cerrado con llave sus puertas, dejándome completamente solo.
Total, todo no me da igual. Tengo que buscarme un
trabajo, ya que del aire, aunque éste sea gratis no se vive totalmente. Llego a
casa y tal como entro cierro la puerta con llave, le doy las dos vueltas al
cerrojo y mirando por la mirilla me fijo en que nadie me persigue, convirtiendo
todo aquello que amo, transformando mi vida en algo que sigue siendo todo una
auténtica locura. Abro el mueble bar y cogiendo una botella de whisky sigo con
mi particular juerga, juerga en la que la única compañía es la botella. Me la
llevo directamente a la boca y a morro bebo, ya que de amor ando escaso y hace
tiempo que me ha dejado sediento.
No espero nada, solo espero el desespero de aquello
que me acecha, no espero nada ya. Quién no tiene sembrado ni amor ni cariño ni
afecto no puede reclamar nada. No puede gritar ni dar patadas al aire, si su
siembra ha sido escasa, conque que voy a recoger sí de sembrar no sé. Todo es un acertijo, un laberinto donde el
llorar es lo más normal, ya que este laberinto tiene un nombre maldito que es
el llamado vida. Una vida que te deja sin palabras, haciendo de la tuya propia
un camino empedrado, donde la dicha y la alegría son difíciles de encontrar, ni
siquiera la compañía de alguien se hace coincidir el mismo camino ya que yo
estoy maldito.
Bebo, bebo para olvidar o para no recordar dentro de
mi más absoluta soledad. Nadie a quién decirle un “buenos días” o abrir la
puerta y ser recibido por el afecto de alguien con el que compartes tu vida.
Todo se hace extraño, hasta que hago estallar contra la pared la botella ya
vacía. Miro el mueble bar y nada, no hay más botellas. Voy hacia la nevera y
veo al final, al fondo de todo, como si me estuviese esperando, un par de latas
de cerveza. Necesito más, necesito dormir en paz, así que me hago con las dos y
sentándome en el sillón del salón de mi casa, bebo hasta caer profundamente
dormido y en ellos, como si fuese una predicción encuentro el mayor de los amores.
– Mamá
acúname como si fuese un bebé. Digo yo
mientras entró en mi sueño.
– Mamá
abrázame con tu cariño y tu amor que de él ya estoy falto, te echo de menos. De
hecho, echo de menos los buenos ratos y las buenas risas.
– Mamá,
dame un beso en la frente estés donde estés, dame un beso que yo lo sienta y
sepa que realmente existe algo después de este martirio.
Como si fuese un tsunami me abraza un aire cálido y
caliente del cual no tengo escapatoria alguna, ya que me he quedado congelado y
sin movimiento alguno, sigo soñando. Pero por un momento miro el reloj de la
mesita, pasa como un rayo el tiempo o soy yo, el que no sabe a la hora que el
sueño me venció. En él marca las tres de la mañana, como si invocara a los
cuatro jinetes, me siento o percibo a un Ser extraño. Qué será, será aquello que me abraza y me envuelve qué
será, será que sí es verdad que alguien vuelve y me aterroriza, no puedo hacer
nada, no puedo ni abrir la boca yo en mi sueño me vuelvo loco. Qué será de mí
dentro de poco, si no hace mucho que busco trabajo y no tengo suerte. Maldita
suerte la que tengo y maldito el alcohol, la costumbre que tengo.
Como un ave se mueve volando entre las nubes, entra colándose
por los pórticos de una de las ventanas y me dice, me cuenta….
– ¡Ay!,
hijo sí que es verdad que hay algo después, no sufras por ello.
– ¡Ay!
Jack no sufras, qué sabes más que muchas personas.
Me sobresalto, me despierto de golpe y como si fuese
una película en blanco y negro, sin encender la luz de la habitación, veo la
silueta de mi madre, no sé cómo reaccionar, solamente me quedo parado atónito, mientras su imagen esbozó una sonrisa y poco a
poco, como no quiere la cosa desaparece por el umbral de la puerta.
Soy
muy afortunado de ello, no me quejo, ya tengo la prueba, hay algo después de la
muerte. Pero en fin, primero hay que vivir esta para después poder, si nos
dejan elegir.
La tristeza me invade, la melancolía se adueña de mí
convirtiéndome en un títere de la vida, no es posible y no puedo romper aquellas
cuerdas que me unen a lo desconocido. Hay alguien que maneja desde el otro lado
mis hilos, todo depende de aquello que no puede ser real, todo depende de
aquello que parece sobrenatural, pero nada más lejos de la realidad que presente
me distes.
– ¿Has
visto a tu madre, has visto que sí todavía?
Yo no sé quién es quién se acerca, yo no domino aquel
o aquello, me siento dominado como si fuese un muñeco, aunque los cielos me dan
la vida y me hacen moverme en los círculos de la sociedad, una sociedad que
está maldita qué más da, sí qué más da.
Pasa la noche y cuando me doy cuenta ya es mediodía,
el Sol me alienta a que me levante, el Sol se cuela y me da los buenos días,
pero yo no estoy para tantos ánimos, yo no estoy de humor. Aunque, cuando debo
de estar contento por las visitas yo sigo cabreado conmigo mismo. No digo la
edad, pero ya no soy tan joven ni tengo el mismo cuerpo, aunque el alma está
desgarrada e incluso, desgastada. Yo solo pienso en quedarme en la cama
diciéndome a mí mismo, “mañana me pongo las pilas, mañana seré un hombre
nuevo”. Colocándome en posición fetal, intento dormir sin éxito, pero da igual
sigo recreándome en la cama, hasta que el hambre se hace más fuerte y decido
levantarme. Vacía, casi vacía está la nevera, solo media pizza dentro de una
caja de cartón es lo que me encuentro y es lo que al estómago me llevo. Fumo,
fumo mientras como de pie mirando hacia el cielo. Nubes, se va cerrando el día
quedando este encapotado, se cierra como a mí se me cierran las pocas
oportunidades que me ofrece el no haber sembrado. Sueños, sueños en pleno
despertar. Paso el día viendo la televisión, haciendo zapping de un canal a
otro. Pienso, pero no mucho, hasta que me da la hora de bajar al bar.
La lluvia acosa a la tempestad, el viento ruge
entrando de visita entre los pórticos de las ventanas. No sé qué se me puede
ocurrir, si he caído en lo más bajo que se puede caer, el amor es así de ciego y de cruel. Un amor no
correspondido que acecha todas las noches entre mis pesadillas, solo recuerdo
los instantes que me vienen a la memoria. No puedo olvidar aquello que nunca ha
ocurrido, lo más posible es pensar en lo no vivido, cómo pensar en que el
tiempo ha sido perdido, a que barra de bar voy a ir a llorar mientras me tomo
una copa. Mirándome al espejo no me he dado cuenta y los años han pasado, han
pasado a tal velocidad que siempre han sido del presente, cuando realmente lo
que he hecho es perder mi futuro. Si pudiera echaría para atrás en el tiempo y
con la sabiduría de hoy en día, rectificaría muchos hechos. Estoy solo, nadie
me molesta, son las siete de la tarde de un verano ya casi por terminar, la
tormenta acecha y esperaré pacientemente a que esta se aleje.
Qué haría yo, si quisiese dejar de sufrir, qué haría
yo si la diversión fuera para mí un juego dónde puedo perder la vida, qué más
da. Voy a hacer lo que sé, que es no hacer nada, anclarme en el futuro aunque este día no tenga
destino. ¿Qué destino se puede tener, cuando el amor se deja perder?, qué le
vamos a hacer, pienso yo.
Chica de mis sueños entra entre mis pesadillas y alégrame
la noche, eso es lo que pienso y por eso bebo hasta que algún día de algún año,
si es por suerte y no por desgracia, encuentre aquella morena que haga cambiar
de actitud a mi persona. No es posible que piense así, vaso en mano solo se me
ocurre una cosa y es pedirme otra copa.
Como si tuviese un número la cabeza, un número de
serie al cual le precede un destino, sigo mi camino. Yo no sé cuál es el mío,
mi número en la cabeza muchas veces me lo miro jugando con los espejos, pero no
veo nada. A veces me miro las líneas de la mano y cuál de ellas es la más larga,
la de la vida, la de la cabeza o la del corazón. No lo sé, yo sé que igual es
la línea del corazón que se difumina, falto de ella la de la cabeza sí que es
gorda, ya que estará perdida para buscar lo que nunca he encontrado y la de la
vida, ¡ay!, la de la vida, me lo puedo llevar mejor o lo puedo llevar peor,
pero ahí está, sin marcarme un límite. Me dan la una de la noche, cuando pasada
la tormenta y ya borracho de bebida y melancolía pongo rumbo a mi casa. Ando
despacio, ya no me persigue nadie, nadie más que mi infortunio y mi poco saber.
Qué más da, la suerte es para quien la encuentra, eso no se busca. Solo se
busca el destino que elige cada uno, de eso uno solo es su propio dueño.
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