El sin nombre
Que será de mí si no
cuento esta historia tal y como sucedió, a lo mejor es invención mía, a lo
mejor en algún lugar del planeta ha sucedido tal y como lo cuento, pero todo
sería mera casualidad, os lo prometo.
Llueve, llueve a cantaros, parece que sea el diluvio
universal, pero en fin, es de noche, una fría ya noche de finales de otoño. El
agua que cae en el suelo, se mezcla con las hojas secas, haciendo que el pisar
por la acera sea más que peligroso. No me pongo en el lugar de este hombre, al
qué no le asusta nada ni nadie. Todo será invención mía, pero os aseguro que es
así y por ese motivo os lo narro, para que veáis de lo que es capaz el ser
humano, ante situaciones límites.
Hace camino, pero no pone los pies en el suelo. Sueña y sueña,
lanza los puños al aire, como si peleara ya en los semipesados, hasta cuándo será así de maldita mi suerte,
se dice el mismo, al mismo tiempo que le da una patada a una lata vacía que hay
en el suelo. Joven y tenaz es él, peleón y hombre de pocas palabras, se dirige
hacia un local adónde proliferan las peleas clandestinas, de esas que todo el
mundo conoce pero nadie nombra. Pica a la puerta, alguien levanta la mirilla
por el otro lado y abriendo la puerta le deja pasar. No sabe bien adónde ir y
con quién hablar, solo desea pelear por dos razones, una la de desfogarse y
quitarse toda la rabia que lleva dentro y la otra, el dinero, el puto dinero,
que le dará para comer varios días. Pero se topa sin querer y sin conocer con
aquel que le enreda, le engaña y le emborracha, incluso lo droga para hacer de él
un lacayo sirviente y mono de feria a la vez. Una sola pelea y dos asaltos en
ella, le valieron la ruina a él y la riqueza para aquel con quién contactó
dentro del local. No sabe el porqué, pero así es la vida, según con quien te
cruces así será todo tu propio destino, aunque la suerte te acompañe y esa sea de
mérito por tenacidad, de actitud por valentía y no por cobardía de decir o
hacer aquello que no es propio de un señor. Pero eso queda tan lejos ahora en
el tiempo o queda cerca, quién lo sabe, todo es valer. Vale para pelear, no
para letras o cuentas, cada uno vale para lo que vale. Querría seguir luchando
por ello, pero todavía se siente mareado, todavía se siente angustiado. Sale
del local dándose contra las paredes, es tal el enfado que intervienen aquellos
que hacen de seguridad, que sin pensárselo dos veces lo tiran como un trapo
cerca de los contenedores de basura. Lo tenía fácil, lo tenía en la palma de la
mano, las apuestas a su favor no eran muy altas ya que él ya era de prestigio.
Pero, ¡ay!, aquellos que se nutren de la destrucción de las personas, no fue un
amaño solamente, fue vendido por el que había sido su contacto que le lavó el
cerebro para que peleara con uno de peso menor. Se sintió vencido para ver como
su contacto se sentía ganador, ganador de cuatro perras que le dieron por una
pelea vendida.
Ahora, solo, vagabundea por las calles de alguna ciudad a
oscuras, buscando que comer y que llevarse a la boca. Hambre, mucha hambre
tiene, el estómago le avisa y él no puede hacer nada para remediarlo. Vencido
se siente vencido como un títere a los hilos de aquel que maneja los locales de
pelea. No piensa en vengarse o quizás sí, quién sabe, a lo mejor se sabe en
esta pequeña historia o habrá que continuar escribiendo, a medida que va
haciéndose pelea tras pelea. Su nombre da igual, solo diré que viene de una
familia rica, acostumbrada a tener todo aquello que uno se puede imaginar y
esta es muy amplia. Hombre deseoso por su ego, hombre consentido desde su
niñez, se ve lanzado a ello al ser echado de casa, todo por no querer aceptar
la nueva mujer de su padre. Un padre autoritario que le traumatizó, más que
enseñarle y educarle. El solo quería a su madre, la cual pasó ya hace unos
meses a mejor vida. Nadie le conoce de vista, pero sí de oídas, por el apellido
de su autoritario padre, Por ese motivo, por ese solo, su nombre me guardo para
mí, en fin así son las cosas, no se sabe el final hasta que ocurre, puede ser
feliz o puede acabar durmiendo en alguna boca de metro, con cartones para
protegerse del frío otoñal de este año. Él sí tendrá un final feliz, claro que
sí, eso es lo que deseo o tendrá un triste desenlace marcado como un sello
lacrado, para que no pueda escapar de la miseria. Quién lo sabe de verdad,
todavía se está recuperando de la droga y del alcohol, cuando entrando en un
pequeño bar de no más de diez metros cuadrados, se pide una copa. Mira para
todos los lados, solo espejos, nada más que espejos, ahora eso sí, chicas,
chicas guapas que prestan su servicio. Cuando se quiere dar cuenta tiene una al
lado, pero al ver esta que no tiene dinero, se marcha dejándolo solo con su
copa, se queda sorprendido. Por esa razón, cuando su copa se la había acabado,
viendo un descuido del personal de dentro del bar y cuando el dueño se da la
vuelta se va corriendo, dejándola sin pagar. Pero es que hay que recordar que
este cierto personaje depende de sí mismo y si se ha ahorrado algo de dinero
por la copa eso se lleva. Es fuerte y corpulento, a ver quién intenta partirle
la boca. A ver, el camarero se queda quieto ya que no quiere pelea, porque sabe
que será vencido. Mientras él callejea y callejea sin destino, no se sabe hasta
cuándo será, será hasta que salga el sol o se hará de nuevo a la noche,
volviendo a tenerla como fantasmas hasta el amanecer. Sueños y más sueños es lo
que tiene él por no dormir. Cómo hacerlo en un banco público de un parque,
estos grandes qué hay en las ciudades, sigue lloviendo y llora por primera vez.
Él, en su vida sabe que no puede ser este su destino ideal, quiere salir rápido
pero no sabe cómo.
Solo me dijeron, solo sabía al final toda la ciudad, lo que
sabían, porque la voz corre más rápido que la vida misma. A los dos días de su
marcha por los locales, decían que era un tipo muy duro y que le vendieron por
3 pesetas de las de entonces, todo ello a repartir entre 2 hermanos del
contacto y su persona por lo cual su precio se ha devaluado a una peseta. Él
ahora se hace la pregunta, ¿quién apostará por mí, ya no soy tan duro y solo valgo
una peseta?, por mucho que sea desde entonces ya nadie le llama para boxear ni en
que sea en peleas clandestinas.
–
Tú, desconocido, el que me lees, sabes que es
cierto lo que digo y luego concibo que morir de hambre será mi ser, ya que con
este precio no tendré ni comida ni cobijo, ni un rato de descanso ni un rato de
lucha. Seré como una momia y no por mucho vendaje que me pongan esto no hará
curar mis heridas que hay dentro de mi alma.
–
Tú, Juan te pido que me dejes luchar a brazo
partido a ver si consigo romper alguna que otra cara y con ello volver a mi
precio real, es que sé que valgo y lo han especulado de mí. Ya estoy de como
soy debido a la sangre y a los genes que llevo por dentro, tú sí acuérdate de
mí y apuesta fuerte, conseguirás una gran suma ya que mi precio es muy bajo.
Juan hace que no escucha y metiéndose las manos en los
bolsillos, mira para al suelo, diciendo que no.
Con todo ello pretende dar fe y darse cobijo y por qué no,
si puede conseguir una buena moza a la que pueda invitar a cenar y quién sabe
después. Porque él, aparte de todo, aparte de lo que quieran decir hablar o
cotillear, sin darse cuenta en ello va su persona.
Larga es la noche al raso, ha pasado ya una semana, no
llueve pero el frío es cada vez más intenso y me refugio con papeles de
periódico. Solo me puedo entretener y me entretengo mirando las estrellas, ya
que para ello no hace falta pagar. Solo depende del prisma por el que lo mires,
valgo una peseta, no sé, pero cuando acabe la semana quién sabe lo que llegaré
a valer. Todo por una lucha, nada, mi brazo de poder a poder todo ello es el riesgo
a seguir, ya que menos de una peseta no puedo valer. Qué más da, yo solo sé que
soy un tío que vale cinco pesetas y no es que me quiera hacer el duro pero así
es.
Vuelve Juan, que acercándose a su lado, toma asiento en el
banco y le habla en voz baja….
–
¿Quieres luchar de verdad, quieres llegar a
ganar tantas pesetas que no las podrás amasar ni apilar? ¡Toma!, esta es mi
dirección. Vete para allá corriendo y di que vas de mi parte, ya sabes soy Juan Tomás. Te daré una semana para que
te pongas en forma, te daré de comer y de beber, lo demás tienes que buscártelo
tú.
–
Gracias Juan mil gracias.
–
No me des mil gracias, que contigo ganaré mil
pesetas.
Cogiendo su hatillo hace caminillo y andando que hace de
andar, se encamina hasta el portal, todos son sueños y no pretende dejar
escapar la oportunidad. Va como cierto cuento, el cual no digo su nombre, va
haciendo números ya en su cabeza. En vengarse de aquel que solamente le dio de
valor tres pesetas y le dio una, quién sabe si a lo mejor se queda con cinco
pesetas corto. Pero confía en su nuevo contacto que le hará ganar mucho más de
mil pesetas, la sangre es la sangre y si hace falta se dejará toda en el cuadrilátero.
Solamente piensa, allá el griterío de la gente a la hora de apostar y poder
machacar a golpes aquel que sea su contrincante.
Nada más importa nada, más tiene en la cabeza que el poder
de los puños y si hace falta sin guantes, lucharía de forma clandestina al
menos al principio.
Llegué a casa del entrenador como he comentado antes y doy
con los nudillos tres golpes en la puerta, no muy fuertes. Ello hace de aviso
de que ha llegado, todo ello le hace temblar las piernas, siente por un momento
el nerviosismo dentro de su cuerpo al tanto que alguien le abre la puerta.
–
¿Quién es usted, que pica a estas altas horas de
la noche?
–
Me envía Juan Tomás, aquí tengo su tarjeta, para
que ustedes me den de comer y de beber ya que él se ha convertido a partir de
ahora en mi entrenador.
–
Antes de dejarle pasar, dígame su nombre por
favor.
–
Qué más da cuál sea mi nombre, ya que mi valor
es tan poco preciado en este momento, que realmente no merece mencionarlo. Dígame
usted un alias, un nombre de combate, que yo lo adoptaré y con ese nombre
lucharé.
–
Por favor pase, pase ya, de eso lo habla con mi
señor ya que de él depende, cual sea usted de honor.
Pasa adentro y se queda helado su alma y su corazón, casi se
quiebra al ver tanto lujo. No sabe qué
hacer, así que solamente se dirige a la habitación adónde es guiado y dejando
sus cosas, que no son muchas más qué el hatillo, se deja caer encima de la cama
y poniendo las manos detrás de la cabeza, piensa y repiensa. Imagina, imagina a
lo que llegará a ser si tiene destino, todo depende de la suerte dar un buen
golpe en la lona.
Pasa la noche sin cenar, solamente quiere dormir y así es, hasta
que a las siete de la mañana alguien le pica en la puerta.
–
Vamos arriba don nadie, que por ahora eres don
nadie, pero no sufras que poco a poco tendrás que hacerte un nombre.
¡Ay!, pobre de mí. ¿Qué será de mi alma y de mi cuerpo, lo
conseguiré o me quedaré a mitad de camino?, solo el destino lo sabe que es
quién tira de los hilos. Lo sabes, soy joven, estoy en la plenitud de mi vida y
no quiero perder la oportunidad de mi vida. Seré o no seré campeón de Europa,
¡hola al mundo, ya estoy aquí!, soy nuevo. Mira algo que te quiero decir,
solamente que te llegue tu porvenir, porque el mío está por decidir. ¡Qué más
da!, pues no es cierto lo que van diciendo de mí, porque yo pienso que me lo
merezco. A ver cuál es el guapo que me parte la cara, dejándome caer en la
lona, rendido ante alguien desconocido y yo, un sin nombre me pondré el mío.
–
¡Señor Juan!, que parece si me pongo de nombre “Pedro el valiente”.
–
Hola sin nombre, qué prefieres ser tú, no deseas
que sea tan rompedor que brille en las estrellas, cuál puede ser ese, sigue
pensando lo dejo a tu elección.
Escuchar la radio que ya mismo dirán mi nombre y yo
escucharé los aplausos del montante de las monedas. Todo es así, hay que luchar
para vivir. Qué quiere decir para poder morir en libertad, libertad y solamente
ella es lo que busco. No, yo busco algo más, algo más que solamente se llama
respeto, quisiera pasear por la calle y que la gente me reconozca. Me respeten,
llegar a ser una estrella y por ello piense en mi nombre, si tú, el que me lees
dímelo al oído y yo me haré con él.
Sigue andando hacia el gimnasio, hay que parecer fuerte que
Juan Tomás ya está negociando un combate,
es un combate para principiantes, pero qué más da. No hay una forma mejor que
empezar, si puedes vivir ya que en muchas peleas la gente llega hasta morir. ¡Qué
más da!, todos somos unos campeones en algo y todos somos perdedores en muchas
cosas, es simplemente luchar no solamente por poder vivir, también lucho por
hacerme un nombre, no sé cuál será, pero tengo que darme prisa en pensar ya que
la semana vuela.
–
Señor, señor disculpe usted otra vez. ¿Qué le
parece llamarme ” Soldado Killer”?, suena muy inglés pero da igual.
–
Sigue entrenando, no desfallezcas. Si quieres
que sea tu nombre dale fuerte y corre, pues sí una buena forma física es
importante, nos vemos luego voy a cerrar el trato para el sábado.
Se siente campeón, se siente fuerte para ello. No quiere
pensar más y sigue corriendo, así como también golpeando al saco de arena fuerte.
Siente cierta música, pero no sabe de dónde viene con su pisada fuerte en la
lona, sigue la semana y sigue con sus sueños. Qué más da, lo tiene todo al
alcance y estas oportunidades aparecen una vez en la vida, así que sigue hasta
de noche luchando, peleando contra sí mismo.
Juan Tomás no pierde detalle y sonríe a verle entrenar de
noche, hasta que llega el momento y acercándose lo para y le dice….
–
Déjalo Killer, mañana será otro día come y
descansa que la labor de hoy ya está hecha.
¿A quién encomendarse, a quien lanzarse para pedir ayuda?,
no lo sabe ni él no sabe. No lo sabe, todo ha pasado muy rápido o todo ha
pasado muy lento, quizás quienes se dan cuenta de tal enredo. Quedarías perplejo,
porque lo daría todo por saber el futuro, pero no sabes lo que no sabes.
Llega el sábado, llega el momento, ya no le queda uñas en
los dedos, todas ellas se las ha comido por los nervios. Juan Tomás le trae sus
guantes y su ropa, y deseándole suerte le deja para sentarse en primera fila.
Es una pelea ilegal, pero puede darse el caso, puede darse que alguien lo vea y
lo lleve a lo profesional. Quién sabe, espadas en alto. Se sorprende, pero no
se asusta al ver su contrincante, al ver
la masa muscular y la cara de no ser muy amigo de sus amigos. Suena la
campanilla y se enfrenta contra él. Todo son golpes, algunos a la cara, otros
al costado y los demás al estómago. Él no se achica y contraataca, pelea con
todas sus fuerzas, hasta que llega el quinto asalto. Al ser más joven, aguanta
más que su contrincante, que en un momento de descuido baja la guardia, y “Killer
el soldado”, le propina primero uno directo a la cara y otro golpe al estómago,
dejándolo plasmado en la lona. Campeón, se siente campeón y su contacto
aliviado por el haber acertado.
Ahora, ya que ahora ya empieza a contar al final las pesetas
ganadas, pelea tras pelea va haciéndose un nombre estrella, pero el suyo
propio, el verdadero lo sigo manteniendo en el anonimato para que descanse
tranquilo. Todo esto surge con las campanadas de medianoche, son las campanadas
que le avisa del comienzo de una nueva vida, una nueva vida que no sabe si le llevará
al lujo. Pero sí al flujo de billetes y monedas, que seguirá corriendo a su
favor porque así es y no puede ser de otra forma. Así que ya está dicho y está
hecho, toda su carrera ha pasado más con gloria que con pena, pero el destino
estaba marcado. Así tenía que llegar teniendo una fuerte actitud y un fuerte
temperamento en la lucha pero más diplomático a la hora de hacer cuentas, todo
depende de qué depende ahora, se ve luchador profesional con tan solo 24 años.
Le queda una larga trayectoria, no le importa ya nada su
padre, solo él mismo, solo su propia vida es lo que importa. Hombre educado en
casa ha abierto los ojos en la calle y esta tiene su propia ley. Juan Tomás
ahora es su manager, solo confía en él, además de darle una oportunidad, le ha
llegado a los oídos que es un hombre de confianza, así que se presenta para
llegar a ser profesional, se federa y paso a paso, va consiguiendo peleas de
prestigio. Aunque siga con las peleas a puerta cerrada, pero de esas, de esas
no hablo.
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