Quienes somos….
Hace tiempo, pero mucho tiempo, en un Sistema
Solar, existía un pequeño planeta llamado La Tierra. Este giraba y giraba
alrededor suyo y alrededor de una estrella llamada Sol.
Como una niña pequeña, que se disfraza de
princesa, giraba y giraba, mientras cantaba una dulce canción en su pequeña
habitación. Esa habitación se llamaba Universo, en ese mundo existía una
especie llamada “humanidad” y era el Ser viviente que dominaba sin piedad. Aplastaba
por gusto a todo Ser vivo que no era deseado o domesticado, llegando incluso a
llevarles a la propia extinción. Dominaba
por encima de cualquier animal o vida terrenal y se creía con el derecho de
crear y de destruir a su antojo. Todo iba bien, todo funcionaba a base de crear
un sistema llamado “sociedad”, que hacía y deshacía un poco a su antojo.
Entre ellos vivía Rafael, que no era más que
un hombre, uno más de aquella llamada “humanidad” e intentaba ser lo más
sociable posible y entrar en “sociedad”. Era inteligente, tanto, que le
enviaron a descubrir nuevos mundos, nuevos planetas en los que poder habitar y
poder con ello también dominar.
Todos querían experimentar y conocer, todos
deseaban explorar afuera, por miedo a acabar consumiendo y sucumbiendo en su
propio mundo. Por eso el afán de encontrar otros. ¿Quién se iba acordar después
del planeta Tierra si ni siquiera nos
acordamos ni de nuestros difuntos?
– ¿Tienes
un cigarrillo? Le pregunta su capitán a bordo de la nave doce.
No le dice que no, sorprendido no le dice a
dónde se lo había escondido, pero se lo da. Mira fijamente y ve que no se lo
enciende, que solo lo deja flotar dentro de la nave doce. Gira y gira, flotando
como por arte de magia. Piensa, pero sabe, razona que no puede hacer llama
dentro del habitáculo. Pero piensa y divaga, como sería el humo dentro de un
vacío de gravedad. Es cero, es neutro todo aquello que tiene peso o al menos
materia. Materia, materia es aquello que se puede tocar, cierto. Solo aquello
que se ve, pero no se toca no es materia, ¿o sí? A saber, yo no lo sé, soy un
simple narrador que está a años luz de poseer la verdad absoluta.
A sonido de la música iban haciendo, sin
pensar realmente en que cualquier invasión, podía provocar que se viniera abajo
todo aquello que existiera en ese hipotético mundo. Todo a lo mejor era por
buscar algo con lo que poder comercializar, más que otra cosa.
–
¿Nace o se muere, respira o se
ahoga? Se pregunta, quién lo sabe.
Algunos seres mueren y después nacen o se
transforman en otro plano o en otro mundo o en otro submundo. Todo esto es un
suponer, nada puede ser cierto o todo puede ser real. El mundo, ¿qué mundo?,
este ha quedado atrás, en la historia, en un pasado cercano. Él, solo el Ser
humano, es el verdadero causante de todo, de provocar un verdadero caos en el
Todo.
El
capitán rompe su silencio y habla con el centro de control…
–
-- Nave a Tierra, estamos bordeando
el Cosmos. ¿Cómo podemos salir de ello sin tener que perecer en el intento? Como es posible crear nuestro propio Universo,
siendo nosotros mismos nuestro mismo núcleo.
Como un átomo somos y todo lo que nos rodea
son otros pequeños y diminutos átomos que son en verdad portales. Puertas a lo
desconocido, si las abrimos, entraremos en un nuevo mundo, un nuevo mundo
creado para nosotros mismos. ¡Qué más da! Somos una especie inteligente, que
actuamos con frecuencia de manera absurda.
“No
llores más por mí por favor, madre, señora que me dio la vida, no llore más. No
hay derecho alguno, a que se marche sin ver mi puente construido. Yo, como ya
sabes, soy mi propio arquitecto, como todos nosotros”.
Somos seres egoístas y envidiosos. Seguimos la norma, en vez de que la norma
nos siga a nosotros, ¿es así o es al revés? Quién sabe, a saber.
–
Nave a Tierra, sigo bordeando la
esfera, hasta que sea el momento de volver, de volver a la apatía y a la
rutina. “¿Quién eres tú? Si no eres mi
madre. Aquella mujer joven, que me parió y me crio, para que hoy en día pueda
valerme por mí mismo. Que me enseñó a comer, a andar, incluso a hacer mis primeras
vueltas en bicicleta. Hoy en día no la olvido señora, ¿pero quién es esta
señora que se llama Tierra? Donde pueblan seres como yo, pero a la vez cada uno
de ellos, únicos”.
Vuelo rasante, vuelo a baja altura y no se
para, no le gusta lo que ve y tira para arriba. El capitán, jefe de la expedición, se lo queda
mirando. No le pregunta ni el porqué, forcejeo a bordo, no hay llama, no hay explosión. Pero queda reducido de un
golpe y se ve libre, a su antojo de hacer y deshacer. Vuelve al otro lado, a sabiendas
de que no le queda mucho oxígeno y no vivirá mucho.
Se despide, esta es una carta para aquel que
le llegue…
“ Yo. Rafael, piloto de la nave interestelar doce,
digo adiós y hasta siempre. Me adentro en el Cosmos, me salgo de mi planeta, de
mi entorno, de mi Sistema Solar. Me dirijo hacia una oscuridad, que no es
infinita. Todo aquel que lo desee, me puede seguir con el pensamiento, yo le
lloraré con mi corazón. Todo no es oscuro, veo luces, luces de colores que me
inundan la vista, a riesgo de quedarme ciego. No son solo planetas, sí, esos
que dicen que no hay más vida que el vacío que les envuelve. Yo ya viajo solo y
me salgo, no quiero esperar a morir de agonía, de ahogo por no poder respirar.
Me salgo, y estiro los brazos, estiro las manos y las piernas y me dejo llevar
por el oscuro y frío entorno del Universo. No, no me lo pienso dos veces y me
quito la escafandra y no doy el último aliento, sino que doy el último suspiro,
naciendo en mí todo aquello que tanto anhelaba.”
No siente nada, no hay dolor más dulce, no hay
sabor más gustoso y canción que se baile mejor, que aquella que se hace a ritmo
con la mismísima muerte. Bailando al compás de un vals, se mueve todo en el
Todo. Todo es infinito, como lo es el tiempo. El tiempo que ya no pasa, el
tiempo que ya no oxida, hace que aquello que parecía el final, sea solo el
principio de una mismísima al son de una Iliada. El comienzo de aquello que no
termina. ¿Cómo es posible? Su padre y su madre, no le dijeron nada de esto.
Yo no sé, ni me imagino cómo es posible que
para nacer hay que morir, él pensaba que era engendrando simplemente y que
después de esta vida se acababa todo.
– ¡Oh,
Señor! ¿Dónde me encuentro?
No hay botones que pulsar, ni siquiera tiene
garganta para gritar. Solo es una luz incandescente que no deja de brillar. ¿Se
habrá convertido en un planeta? Alrededor hay solo la negritud de la noche,
aunque a veces le inunda la brillantez de una luz poderosa, que viene con años
de retraso a su encuentro. ¿Será su pasado? No lo sabe.
– Hola
Rafael, hacía tiempo que te esperaba. No, no busques, no hay nadie esperándote.
Tus días de risas y llantos ya han acabado. Solo eres lo que tú quieres ser,
yo, a lo mejor, solo soy tu propia conciencia. Pero sé consciente, del propio
amor que sientes hacia ti. Esto, ello me ha llevado a acercarme, a respetarte y
quererte, como si formaras parte de mí.
No hay pisada más fuerte, no hay huella que
ahonde más en la historia, que aquella que es removida por el paso de los
tiempos. El eco vibratorio de aquello que parecía diminuto, se hace fuerte a
través de las ondas de fuerza movidas por algún Ser desconocido o temido.
– Yo
no quiero estar solo, además hace frío.
Recuerda, recuerda con cierta nostalgia, un
ayer. Un ayer que podría ser hoy, si fuese capaz lo haría. Volvería a cometer
los mismos errores, pero también los mismos aciertos. Sería una falsa copia de
una vida que le hizo feliz, feliz dentro de la ignorancia. La ignorancia de un
“no saber” que todo tiene un principio y un fin.
– No
te comportes como un niño asustadizo, ven, acércate. ¿Ves? No estás solo, la
compañía aquí es grata, no es nada como te lo imaginabas.
¿Cuál es el mayor paso del hombre, cuál huella
ha seguido perpetua en su camino? Todos sabemos lo que sabemos y seguimos
avanzando, todo en este mundo es posible, hasta el volver a él. ¿Dónde estaría
el Ser humano, si no fuera por su inteligencia? Quien sabe, a saber, le vuelve
a replicar.
– Dentro
de un espacio-tiempo, aquí nada es nada y todo es real, muy real. Nada más
importa, ¿ves aquellas estrellas? Son casas, son portales a lo desconocido. En
ellas puedes encontrar la alegría o la tristeza, según sea tu voluntad y tu
respeto.
Nadie, absolutamente nadie muere pero si
padece a la hora de transformarse, porque ello conlleva a volar, a volar como
una mariposa. Sin alas, pero volar en definitiva. ¿Hacia dónde? No se sabe o
sí. Quien lo sabe, quién sea portador de la verdad absoluta que levante la
mano. Si no, que la esconda como un cobarde, porque ella está dentro de todos
nosotros y esa, esa es la que es para cada uno.
–
¿Riquezas, quieres riquezas en tu próxima vida? Yo puedo hacerlo, solo pídelo y
te lo concederé. A cambio quiero que me propagues mi voz, mi voz a aquellos que
malsanamente hacen sentir odio hacia mí.
–
¡Qué paz! ¿Estoy en el cielo?
Siente
vibraciones, ahora es la Luna que es la que le acompaña la que ríe…
– No,
estás en otro mundo que desconoces.
Intenta tocar lo que tiene enfrente y le es imposible. No puede tocar, todo es
inmaterial, todo solo es luz.
– No
seas tan terco buen hombre, aquí todos los que llegáis a este lado, sois
bienvenidos. No seas tan terco y ábrete, que como premio a tu buena voluntad,
volverás a la Tierra. Volverás a la vida.
Se cree
que es un reto y acepta, sin saber que solo es el bucle del cuál no se sale.
– ¡Vivir!
¿Vivir otra vez y contemplar como sufren aquellos que quiero?, eso no quiero.
No deseo volver.
– ¡Volverás!
No despertarás de tu letargo hasta que yo lo diga, pero volverás y vivirás, y
así disfrutarás sin saber lo que es sentimiento amargo del sufrimiento.
Llueve y truena, ello no deja ver la caída de
meteoros, el ir y venir, como si fuese el aviso o anuncio de algo que va a
suceder. Y es que, una nueva vida, viene al mundo. Esta vez sí grita porque
tiene garganta, esta vez sí grita, tomando aliento, niega el último suspiro y
nace y vuelve. Con diferente madre, con diferente padre y en un diminuto cuerpo.
No sabe, es muy pequeño, es solo lo que es, un bebé. Que ya se aferra a la
vida, cerrando las manos y enseñando los puños, en señal de protesta y lucha.
Pasarán años hasta que sea capaz de atornillar
hasta el último tornillo de su rompecabezas, como algo mecánico sigue y sigue
estudiando. Sabiendo que hay algo de algún lugar, dónde una vez fue feliz. Sus
habilidades no han cambiado, pero ahora solo mira al cielo desde un telescopio
y escribe, sobre todo escribe.
En un año reciente, cogió papel y bolígrafo,
se encendió un cigarrillo y observó. Observó que el humo sube hacia el techo y
entonces y solo entonces, entra en shock y sin mediar palabra alguna, escribe
unas letras.
“¿Madre.
¿Qué poder supremo, que conciencia más alta, puede hacer juicio de valor de
aquello que no le incumbe? Estaría interesante saber reaccionar, ser consciente
cuando estás en todo momento en un impás. Como si fuese ayer se acuerda, pero no
sabe cómo llegó a ser de nuevo un Ser diminuto. Un pequeño embrión, que algún
día volverá a ser un hombre”.
Muchos se preguntarán, ¿quién puede escribir
eso, si no es otro que Rafael? Algunos se dirán o se preguntarán ¿quién es
Rafael y quién es el narrador? La respuesta es sencilla, simplemente soy yo.
No me han borrado mis anteriores experiencias
y mi mente burbujea del saber, no, no soy completamente puro, pero sí
transparente. Mi mayor deseo es alcanzar la Luna con las manos y besarla, darle
tal beso de amor. Sí, de amor, porque sé que ha sido ella la que, burlándose
del Sol, ha hecho que vuelva, he nacido y tengo una nueva oportunidad.
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