miércoles, 28 de diciembre de 2016

                                    Los sueños nunca deben estar prohibidos       

Entre la cortina transparente y la luz de la habitación que me deslumbra, escucho una voz, una voz que me resulta  amiga y por lo tanto  la escucho. La escucho, mientras me encuentro tumbado encima del colchón. Como si fuese una antigua canción, una de esas que no pasan de moda la escucho, porque para lo eterno no existe.
      
      —    Hola amigo mío. Entra con él en sus sueños de cautiverio, entra con él en esos sueños que no sabe él pero están ahí y se encuentra encerrado en una gran cárcel, una cárcel llamada  “ciudad del tiempo”. En ella no transcurren las horas, en ella se duerme siempre, en medio de unas tormentosas pesadillas.

¿De quién me habla, de quién me comenta? Que yo no recuerdo y no veo nada. Hasta que la bombilla que me alumbra estalla, haciéndose añicos. Solo y solo en ese momento, veo en el techo, la imagen de un viejo amigo. Este, gira y gira la cabeza para un lado y para el otro, no abre los párpados de los ojos, pero estos ven como una sucesión de imágenes. Imágenes que parecen venir del mismísimo infierno. Suda y suda, en pleno mes de enero. No sabe el porqué, pero es así, duerme como si en un letargo penoso fuese. Duerme sin saber si despertará en algún momento, sin saber qué día o que noche será el primero, con un súbito suspiro. Él no me ve, pero yo lo he observado y cuando quiero echarme para atrás y marcharme, vuelve a resonar la cortina…
      
       —    ¡Qué más da! Entra con él y vivirás de nuevo en aquellos sueños de juventud, esos, los que nunca deberían de estar prohibidos. Aquellos en el que el tiempo se ha detenido, en aquellos en los que el tacto no interviene y solo la mente y el cerebro son capaces de fabricar, mientras el corazón se pone a mil.

Me quedo atónito y como en estado de shock me encuentro. Es un querido amigo, no el del otro lado, sino el que veo que duerme. Me siento intranquilo, me siento alborozado por el momento que vivo y ello me lleva a soltar en un sordo grito y con la voz entrecortada digo…

       —    No hace falta droga alguna, no hace falta ninguna bebida ni ningún ritual. Solo si quiero danzar mientras duermo será posible el hechizo, será posible ser quien quiero ser.

Lágrimas de sal de aquel del que no se ve, pero que yo percibo que le caen, como si fuese una lluvia de finales de verano. Sí, como aquel que viví con mi amigo. Resuena la cortina, como si fuese un telón de algún teatro. Pero no hay luces, solo veo lo que sueño o quizás veo cuando estoy despierto. ¿Pero, oír? Oigo y escucho.
   
      —    Amarás a quien deseas, desearás mientras duermes todo aquello que el tacto no puede tocar, al igual que la música de aquel viejo lugar. Como será, que no se acuerda de ti. Pero tú entra, pero tú conéctate a él mientras duermes y verás, vivirás que eres suyo o que él te posee.

No sé qué hacer, si levantarme e irme a pasear o hacerle caso y echarme a descansar, ¿qué puede ocurrir, que puedo lamentar?, pienso y pienso, pero no digo…

      —    ¿Porqué todo esto está prohibido, porqué todo es tabú? ¿Quién baila a ritmo de rock?,¿ quien baila o escucha, inundando su alma con una canción de blues? ¿Quién está cazado o quién es el escogido? Respóndeme si sabes y si es así, es que puedes entrar en las almas y llenar estas de gozo y alegría.

Ya no llora, solo quiere ver el amor prohibido y saber que se vive con ello. Quiere saber, a lo mejor solo por capricho o curiosidad. Quiere que le mostremos en sueños, lo que es el amor sin tabúes. Aquel que no es libre, aquel que es doloroso y desgarrador.

      —    No se sabe, yo no digo, yo no hablo, pero os conozco a los dos. Por eso os animo a que os unáis al menos en sueños, porque soñar no está prohibido, porque soñar puede llegar a ser vivido.

Siento calor y frío, me siento seco y mojado a la vez. ¿Qué puede ser? No hay tren con tan largo destino, en el que el viaje dure una eternidad. ¿Pero, quién quiere un caminar hacia el infinito? Yo solo quiero tener un minuto, yo solo deseo rozar mi alma otra vez por un segundo. Un segundo, para poder hacer de él un recuerdo. Como si fuese una foto en la pared y poder mirarla siempre y siempre poder con ello esbozar una sonrisa. Ya no tengo padres a los que querer ni tengo hermanos con los que  poder hablar,  solo el maullido del gato, me hace recordar que todavía escucho. Escucho, pero solo el silencio o el devenir de la multitud en la calle.  Abro la ventana y veo, veo a la gente feliz, no se acuerdan de mi existencia. Solo, puedo sentirme feliz. Solo, puedo acariciar al animal. Qué más da, solo el runruneo de su voz me anima a seguir riendo. Riendo en mi soledad perpetua mientras lo acaricio, todo por no pensar de igual manera. Qué más da, a lo mejor el asilo de la ciudad, me aguarda como mejor destino, solo hay que dejar el tiempo correr y seguir con mi lucha. Aunque, ¿Quién está libre de pecado o quien sabe, lo que realmente está aprobado? Nadie hace caso y siguen a la ola, todo por no sentirse menospreciados o simplemente dados de lado. Una silla vacía, es lo que veo todos los días a la hora de comer. Como solo y solo hablo, me estaré volviendo loco o es la locura del desamor. El no sentir el abrigo de la gente, un mes de invierno o el fresco aire de las palabras amables en el caluroso mes de verano. Que será de mí el día que muera. A donde iré si estoy condenado, condenado a perpetuidad, .esa que es silenciosa, pero se escucha.

      —    Lluvias de ceniza, lloran las nubes. Lluvia y solo lluvia de bosque quemado es lo que envuelve al más afortunado. Triste, pero respira lento, respira lento para que el corazón no galope de forma salvaje.

Lo intenta, pero alguien quiere abrazarle y quiere besarle. Será en sueños, esos que nunca están prohibidos. Pero que conscientes, no tienen cabida ni son tolerados en según qué lugares. Por eso los dos unen sus almas mientras duermen. Se encuentran por la noche y se despiden al despertar el día. Todo es verdad o todo es mentira. ¿Es posible que puedan tocarse sus manos? Quien sabe, a saber. Solo se sabe, que ellos dos están unidos por un mismo sentimiento, alguno pensará, “esto no puede ser cierto”. Pues sí, es triste pero es real. Quién sabe a dónde llegarán o quizás deban esperar a estar en el otro lado, atravesar el umbral para poder sentir lo cálido que puede llegar a ser un beso.

       —    Hace tiempo que no siento música en mi corazón, será porque realmente nunca he sido amado. Besado y rozado, hasta llegar al límite del orgasmo. ¿Qué será de mí, si no busco por cobardía?¿ Que será de mí, me quedaré solo?  Solo, porque es cierto que ya no se persigue y se encarcela, pero tampoco se tolera.

Suena por primera vez entre su letargo, las palabras de aquel que duerme, el joven pero viejo amigo de un ahora, lejano verano. No suena, no se sienten las olas en el mar. Pero si les llega, si recuerdan el olor a salitre, el olor en la orilla de la playa.

       —    Pon un poco de azúcar en tu corazón y la vida te parecerá más dulce. No será tan agria como esos, sí esos que solo saben que solo saben echarse cubos de agua rancia. Alegra la vida, aunque esta sea durmiendo. Total media vida no la pasamos en ello, ¿Por qué no ser feliz en ese momento? Sí, el momento de estar viajando. Pero no en ningún autobús ni en ningún metro, sino en un avión directo a la Luna. Esa que nos mira y nos protege todas las noches, como si fuese un ángel protector.

Rasga o al menos lo intenta, el de detrás de la cortina. Pero no puede y se siente encarcelado en el otro lado, siente, escucha las voces pero se enoja, le inquieta el no poder entrar y poder participar del subconsciente de los dos amigos. No es ningún ángel, pero tampoco es ningún demonio. ¿Quién es entonces, el que tanto dice y tanto aconseja? No se sabe, es como un alma anónima o quizás sea simplemente el despertar de aquello que no se tolera.

      —    Bien me dices a mí que sueñe, pues lo mismo te digo a ti, ¿o es qué nunca has encontrado el amor? Ya sea con la chica de al lado, como si ha sido con la que vive más allá de nuestras fronteras. Yo ya me voy, yo duermo por las noches y sueño, sueño y me divierto. Porque de mientras viajo, me subo en cohete a la Luna y bajo en paracaídas. Duerme tranquilo y sueña, elige tu propia vida y vívela.

Ya no se duerme, ya no se tiene más vida, que el descanso o el eterno impasse de aquello que se aletarga en el tiempo. Por eso y solo por eso, se merece vivir con todo respeto.

       —    No seas un histérico, relájate y vive, vive en que sea solo una vez. Duerme y sueña, sueña con aquello que anhelas y agarra con toda el alma, abraza a quien quieres.

Despertó de su sueño con el sonido de un trueno, aquel que duerme. Despertó de aquel plácido viaje a lo que es incierto. No supo valorar, lo vivido. No supo saber apreciar lo conocido y se quitó de en medio, como si fuese un estorbo y juró mientras se iba, juró vengarse. La lluvia que caía de la tormenta, era ácida, era dolorosa cuando hacía contacto con la piel. Yo me quedé pasmado, despertando y viéndome delante del espejo, con los ojos rojos de los días que llevaba postrado en la cama. Era medianoche y yo estaba despierto, sin más sueño y sin más castillos en el aire. ¿Qué sería de mí? Ahora, ya no sé cuál es el camino a seguir. Ya no sé si soy yo o soy quién quiero ser, pero en fin solo soy uno más, en el camino hacia la libertad y el libre albedrío. Ya no volví a escuchar al de detrás de la cortina transparente ni tampoco volví a conectar mi subconsciente con aquel que anhelo. Pero en fin esto es como una carrera de caballos, yo no soy el más rápido ni el más listo. Quién quiso apostar por mí, se marchó sin el premio final, Quién quiso despertarme dándome con el fuete en el costado, ahora debe llorar de verdad desconsolado. Ese trueno, esa maldita tormenta, ¿de dónde vino? Que nos ha dejado a los tres divididos, sin saber realmente lo que es vivir. Pero lo importante es que ya sé quién soy y eso me hace fuerte, me hace mirar al frente de manera valiente. Nada ni nadie, podrá en vida doblegar lo que viene después. Porque yo sé que me esperan, porque yo sé lo que todos anhelan y esperan, esperan hasta que suena su propio trueno en su propia tormenta.  

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