Nubes de ceniza.
Él, anciano y cansado, estaba sentado en un parque, una
de los tantos que existen en la ciudad. Tantos como personas de su edad hay o
tantos como bancos para sentarse.
Ve como juega su nieto, niño de sus alegrías y
niño de sus angustias. Se fija en sus propias manos, arrugas y manchas en la
piel que ya no las puede ocultar. Por no hablar de sus huesos quebradizos, que
necesitan un poco del calor otoñal.
Está absorto y el tiempo, que no es otra cosa que su propia vida, le da
una oportunidad para reflexionar y no la quiere desaprovechar. Él ha sabido
querer y al mismo tiempo sentir el amor de los suyos, recuerda y recuerda como
ha aprovechado la vida. La suya y hacer que los demás disfrutaran de la propia
e invadirles hasta el interior de sus propias almas, llegando a abrazarles
incluso en la distancia. Observar y
entender que cada segundo que pasa, es uno menos que le queda en este mundo.
Recuerda y recuerda como si fuera una cinta de vídeo, su propia vida. Su
conciencia le quiere decir que ha hecho bien y ha hecho lo que tenía que hacer.
Desde que dio sus primeros pasos hasta que ha enseñado lo mismo a su propio
hijo y este a su nieto.
Mientras el niño corre, salta y juega, hace balance
de su vida. Una vida de altos y bajos, pero hombre de una sola mujer. Mujer que
ya no está con él y que no hay día que no la recuerde. Él sabe que le esperan,
mientras tanto piensa en su hijo y en su nuera. Sin olvidar lo más importante, su
nieto. Éste ahora salta y brinca por el parque. Éste que lleva parte de su sangre y que es el resultado del amor
y el sentimiento de una pareja que se quiere. Necesita el apego y el respeto de sus padres y de su
abuelo. Piensa y repiensa, en la educación y el saber estar que le enseñó a su
hijo Marc. Una educación basada en el trabajo diario y
amor a la familia. Porque a veces, cuando cae una tormenta o llueve mucho, sólo
los cimientos de la pareja pueden aguantar el aguacero. Sólo el calor del
corazón, cuando late rápido, es capaz de hacer sudar al alma más fría.
Se hace un cigarrillo todo mirando el sol, sí a
ese que le cuesta calentar los días de otoño. Sus manos no son frías, pero no como
sus pies. Unos pies cansados de caminar y caminar por todo tipo de caminos y
senderos. Como olvidar cuando se le cruzó el trabajo fijo o la mujer que tanto
ama y recuerda como era de joven. Como la pasión se coló por la ventana y eran
dos almas en una. Ahora lo tiene todo hecho y ha sido capaz de
seguir las enseñanzas de su padre. Cómo le inculcó, el aplomo y el camino a
recorrer. El no dejarse llevar por personas o caminos nada buenos. Se sentía
completo y orgulloso de sí mismo y ahora cuando suenan las campanas de bronce,
sabe que cada uno de cada sonido es por cada uno de sus seres queridos. Ya puede ser por su padre, su
madre o su esposa. Que él no es el último y que a pesar de que se ve
centenario, cree que su camino no se detiene.
Se parará, esto es verdad. Pero lo seguirán
haciendo aquellos que son jóvenes o niños. Porque ha sabido traspasar las
palabras de la familia y estos no tendrán parada ni descanso. Estas solamente
se detienen cuando el corazón deja de querer.
Con una voz llama al niño, él se levanta y los
dos hacen camino para el hogar. Sabe que es la hora y que le esperan en su
casa. Vuelve dando un paseo, el pequeño le bombardea a preguntas. No tendrá más
de nueve años y no para de hablar y preguntar. Él, no acostumbrado a tanto
responder, le ruega que lo haga de forma más pausada. Que no sea tan
ametralladora y que camine más poco a poco, que sus piernas no son las de antes
y tiene miedo de caer. Para el pequeño, su abuelo es un ejemplo a
seguir y él lo sabe y no lo quiere decepcionar. Le explica cosas, le habla de
su abuela. Como la ha querido y que todavía está en su corazón. Cómo fue su
padre de niño y que como sigue en sus pasos. No le quiere decir nada más,
quiere que viva su propia infancia. Que sea feliz, que ya habrá tiempo de
explicarle que es el llegar a es convertirse en un padre o abuelo. Lo que es
pasar mañanas trabajando y noches despierto, por según qué razones.
Llegan a casa y puesta la mesa se sientan
esperando la comida. Pasa la mano por ésta
y dando un suspiro, le sale una sonrisa. Ya puede marchar, ya se puede
detener tranquilo. Los suyos ya conocen bien el camino y no tiene que tener
miedo por las tormentas que caerán, el cemento está bien armado.
Su nieto no le deja, se siente tan orgulloso
al lado de él. ¿Qué pasará el día que se
marche de verdad? ¿Qué será del pequeño? Grandes preguntas, que merecen
pequeñas respuestas. Se siente abrigado al lado de su familia, comen y ríen y
antes de irse a dormir, le pide que le cuente un cuento. El abuelo asiente con
la cabeza y se dispone a contarle uno, con un final a saber…
El Sol se levanta por la mañana, sale la Luna
por la noche. Ella fría y resbaladiza, zigzaguea en la tierra. Buscar y buscar, con su propia lengua a quien
darle un mordisco de muerte. Buscar y buscar, un pequeño animal, un alimento
que llevarse a su cuerpo largo y colorido al mismo tiempo.
– ¿Quién puede decir que las serpientes no son
hermosas?
¿Quién habla? Si no soy yo, el narrador. Quién
puede querer tomar las riendas de esta historia y dejarme fuera. Lo pagará muy
caro, se arrepentirá por siempre más.
– ¡Yo
no, narra!
La serpiente continua su camino boscoso, el
reptil continúa su búsqueda y encuentra y se para. No quiere dar ninguna pista
o poner en alerta a su víctima. Su lengua bífida es como un radar y sabe el
lugar exacto donde está él, un conejito. Que inocentemente, se encuentra entre
los matorrales a la vera de un río. Suena de fondo una música que enamora, suena y
hace que la serpiente se anime y el conejo vaya quedando hipnotizado por la
melodía. Se abren las nubes y dejan pasar la luz del astro rey. Todos quieren
ser testigos del momento, la música hace bailar a la serpiente. Pero no quiere darle ni una sola
oportunidad, sólo se detiene en el camino y bailando, bailando mira y ve a su
presa.
No escucha como se mueve la cazadora y en unos
instantes será presa de esta. Se erige a menos de un metro del pequeño animal,
éste con sus orejas que parecen dos parabólicas, captan el ruido y en dos
segundos de reloj. Mientras una va a hacer su mordedura, él rápidamente toma
impulso y se escapa, se escapa y se aleja, dejando a la serpiente con la boca
en la tierra.
Ya no puede hacer nada, ella sabe que él es
rápido y tendrá que esperar, esperar y que la paciencia le dé el tiempo para
conseguir algo que llevarse dentro.
– ¿Cómo es posible que se me haya escapado?
Ya habla otra vez, me parece que ella tiene
ganas de tomar más protagonismo en el relato. Total, si es así la dejo
escribir.
Feliz es el conejo, que salta y salta de
alegría. Pone voz en el bosque y gritando, gritando, dice...
– Me
he escapado de toda una serpiente. No ha podido con mi agilidad y he corrido mucho.
Esta voz y estas palabras llegan a la cabeza
del reptil. Las vibraciones le hacen enfadar y esta historia ya la hace
personal. Cogerá al conejo, lo jura y hace la promesa de no descansar ni
retroceder, en su búsqueda. Ni por el día, ni por la noche, saca su lengua y
rápidamente mueve su cuerpo y sigue el rastro dejado alegremente por él.
Llueve pero no nieva y las corrientes de agua
van para abajo completas y se queda retenida, mientras su corazón late
rápidamente y sin perder compás toma velocidad. No es tranquila, está enojada,
sabe que si intenta pasar, verá su cuerpo por el río abajo. Mientras tanto, el conejo ríe y ríe, al otro
lado, no se da cuenta de su proximidad y
continúa explicando su hazaña. No conocen el rencor que puede guardar
ella misma, una serpiente y no una serpiente simple del bosque, sino uno de las
más venenosas que hay. ¿Cuál? A saber. Si quiere, como quiere protagonismo que
hable ella.
– ¡Lo
cogeré y le haré arrepentirse de sus palabras!
El corazón late más lentamente y su lengua
lleva ahora otro ritmo. Se queda con que hay algunas ramas y puede reptar y
subir. Le cuesta, la lluvia hace que resbale y caiga al río. Se ve muerta y sin
su venganza cumplida, cuando es arrastrada y se enrolla a una piedra que
sobresale. Es cerca de la orilla y cogiendo impulso lo consigue, está a su
lado. El conejo no sabe de qué va y un servidor no puede hacer ni decir más que
narrar la historia. Los animalillos intuyen
o sienten al reptil, pero como no calla no le pueden avisar. Está tan emocionado, que sólo cuando está cara
a cara calla y no le sale palabra. ¿Qué hacer ahora? No puede escapar y ella se
erige y sacando su lengua le habla...
– ¡Cómo
puede ser tan vanidoso! Ahora te tengo entre las cuerdas y rodeado de los
tuyos. ¡Vamos, si eres tan valiente!
El pequeño conejo, mirar a su alrededor y ver
todos de animales, grandes o pequeños. La Luna no es como el Sol y se esconde
detrás de las nubes…
El abuelo para ahí la historia, el niño duerme
ajeno a la serpiente y sin saber que pasa al final con el conejo del bosque. Se
levanta y cerrando la puerta de la habitación, se dirige a hablar un rato con
la pareja. Todos sentados en frente de la ventana, el
anciano hace una mirada de sospecha al fuego. Éste es encendido y no les
importa que pase el tiempo. Como el que escucha voces, escucha una que viene
desde la mismísima madera ardiendo.
– Daros
un abrazo y juntar vuestras almas. Sois una sola luz, una de esas que abre las
puertas del cielo. ¿Cuánto tiempo tenéis que esperar, para el trance de estar en
los dos mundos? ¿Cuánto tiempo os llevará atravesar lo desconocido?
– Siempre
hay algo que no se conoce y hace que os renueva dentro, vuestra capacidad para defender todo lo que
es vuestro. Tomarle de las manos y si es cierto todo esto, tenéis que traer la
renovación para volver a vivir.
¿Dónde está la verdad absoluta?, esa que buscas desde que eres pequeño.
Acercar la luz de la chimenea como si fuese agua y llevarla hasta el corazón de
un amigo. Ésta es la verdad, si usted tiene miedo o no tiene resentimientos, se
quemará dejando la misma marca del infierno. No hay nada más malo o peor que
ser una persona rencorosa, porque todo ello lo llevará a comenzar siempre desde
abajo.
¿Qué le pasa? Siente mucho calor y no es por
la chimenea, ésta todavía es viva. Y a la vez, azul y fría. ¿Qué será? No tiene
miedo, está con los suyos y éstos no lo dejan ni lo olvidarán nunca. No será
sólo un cuadro en la pared. Será algo más, por esta razón deja sus textos y sus
historias. La voz procede de estos y…
estará vivo mientras se leen. La voz le tiembla, pero no de miedo, si no que
siente qué sale fuera de su cuerpo con un destino... Nunca se sabe.
Tiene electricidad en el alma, eres pura
energía. ¿A dónde estás? ¿Ya ha
atravesado el portal? Nunca se sabe. Él
solamente sabe qué hace un momento era en su cuerpo, junto a la ventana mirando
a la gente de a pie. Hacía frío y ahora tiene calor, ¿cómo puede ser eso? Cómo
puede ser un alma inmortal. Entonces lo que dijeron que no era un sueño, es
verdad. Pero sólo esto, la luz y la oscuridad. Una luz que no te deja ver y una
oscuridad que te deja congelado.
Da vueltas por sí mismo, como si fuera el
núcleo de un átomo. Da vueltas por lo más inmenso que nunca ha visto u oído.
Paseo, pero no camino. Pero no veo con mis ojos. Todo lo que ha dejado en su
cuerpo es como soltar la maleta y ahora se siente libre. Ve, ve más como él.
Son como bolas de luz, encendidas con la vibración de sus corazones y sus
sentimientos. Escucha de fondo una voz, una voz que le atrae a lo lejos. Nada
importa, nada le hace recordar, que sólo va hacia la voz que suena. Dice a mí,
ven a mí ven y conoce la verdad absoluta. Llora pero no le salen las lágrimas,
llora y a la vez le da por reír. Es feliz, por una vez es inmensamente feliz.
Siente como le abrazan los suyos y siente como un golpe en el corazón. Se para,
pero ya no sabe dónde está.
Como
forjado a piedra y fuego renace otra vez. Pero esta vez es la segunda
bienvenida al mundo y este se presenta de una manera diferente. Se presenta,
como si fuese incluso hubiera aprobado un curso. Aula nueva, gente nueva,
incluso otro nombre. ¿Qué es todo esto? Ya sabe que es pura energía y su cuerpo
es vulnerable, solo él puede defender con
inteligencia y sabiduría que
tiene ser en el mundo otra vez.
Llorar y llorar hasta que su nueva madre le da
el pecho y calla, calla tomando de la fuente de la vida, bucea en uno de sus
sueños. Ya no son tan maduros y adultos, son más infantiles y todo le lleva y
le convence, en que está en un nuevo ciclo de vida. El que no puede ser roto,
porque es infinito. Solo una nube de ceniza flota en el cielo, será su antiguo
yo, será su anterior estado o cuerpo. Solo el que es poseedor de la verdad
absoluta lo sabe.
Por: Francisco Sánchez
Un relato conmovedor me ha gustado es como la vida misma, y los mayores ocupamos los bancos de la ciudad, y en ellos reflexionamos mientras la vida transcurre a nuestro alrededor,Gracias.
ResponderEliminar