sábado, 1 de octubre de 2016

                                         Bailando con nuestro fuego

Desde las estrellas, nos envían un haz de luz.  Desde el final del núcleo, nos hacen llegar una intensa claridad destellante. No somos los únicos seres en este Universo, en él se escucha la nítida melodía de una guitarra eléctrica, que nos invita a visitar sus casas. Son varias, las que nos hacen como una postal de su entorno. Ello es bello, ello es precioso, son como cascadas de agua. No hay peces, pero si otras formas de vida que viven como salmones, saltando y brincando de alegría.

Nos llaman por nuestro nombre de pila, nos hacen volver a nuestra infancia y recordar cuando éramos puros e inocentes. Todos recordamos, pero no todos somos capaces de hacer una regresión. Volver atrás, la luz es como la de un fluorescente y nos hace creer,  que estamos en una pequeña sala de este Universo tan grande y del que se cree que es infinito. Somos un punto en algún lugar del Cosmos, somos tan insignificantes que nos creemos importantes y nada, nada es cierto. Todo es como una obra de teatro, en la que el protagonista es uno mismo y tiene las mismas sensaciones que todo lo humano. Miedo y valor, tristeza y alegría…

Yo me acuerdo de mi nombre actual, ¿pero quién se acuerda del suyo verdadero? ¡Ese, el que tenemos como propio y que solo lo saben ellas, las estrellas!

Es muy bonito y nos hipnotiza haciendo que vayamos en su busca. Pero la mente terrícola es retorcida y no está limpia, eso hace de bloqueo entre los sistemas. No podemos avanzar, porque nadie es dueño de nadie y nosotros o quizás muchos pertenezcamos  a algún ser superior. Tenemos la costumbre de colonizar y adueñarnos de lo ajeno, explotando al que creemos inferior. Siempre nos creemos superiores y eso, eso hace que nos enfrentemos entre nosotros. Siguen ellos enviándonos señales, como si fuese un buen blues, suena y nos hace no ensuciarnos más.

Que mejor nos haría sentir,  si no es descubrir la verdadera verdad. ¡Esa, que nos haría amarnos y respetarnos de una vez por todas!

Pensamos que viajamos a una constelación desconocida, en nuestro viaje vamos preparados. Preparados por si se llega a la hostilidad, nunca se sabe, siempre hay ese punto de desconfianza. Como si hubiésemos conocido a alguien nuevo, como si fuéramos con la mirada puesta en conquistar una nueva amistad.

¿Qué es un abrazo?  Si.  No me equivoco, todos lo deseamos.  Haría soltar gran parte de nuestra energía negativa, siendo enormemente positivos.  Si este es de verdad y sincero, será como escuchar esa música que viene desde la estrellas. Un abrazo convierte a dos en uno. Dejándose ver, por muy íntimo que sea, por aquellas que nos observan.

¿Seremos observados? No. No es nada impensable y todos queremos un poco de privacidad.  Quizás y solo quizás, seamos vistos por muchos muros y muchas paredes que tengamos delante. Somos ignorantes si creemos que todo esto que nos rodea es cierto y solo lo real. Quizás y solo quizás seamos gobernados por una potente luz. Esa misma que nos manda una canción, un mensaje de bienvenida que nos asombra.

Nos llaman “amigos”, sin conocernos en absoluto. Nos llaman “amigos”, sin saber en realidad. El Ser Humano es muy voluble y a veces muy inconsciente, es así porque ese así de nacer y de vivir. Quieren nuestra amistad muy rápida y eso nos tiene que preocupar, nadie estrecha la mano a la primera, como no sea por falsedad o engaño. Pensamos y llegamos a la conclusión de que no vamos a acercarnos más a las constelaciones vecinas. No hay que fiarse, vaya que solo sea un caballo de Troya. No hay que confiarse de aquello que desconocemos, no se pueden abrir las puertas de primera a todo ello que se desconoce. Seamos precavidos y mandemos un mensaje de amistad, un mensaje de conocerse en algún punto concreto y que este no sea en nuestra casa. No se sabe, siempre hay que ser un poco desconfiado.

¿De qué estamos hechos, en cuál punto de nuestro cuerpo, albergamos nuestra alma? Solo las vibraciones nos hacen estimular nuestros sentidos, solo las imágenes son eso, imágenes. Pero los oídos, ¡ay! Los oídos son como canales que hacen vibrar, llorar o reír. ¿Quién será el que nos venga de embajador de las estrellas?

Generales de todo el planeta, unen sus mentes para poder desarrollar un sistema defensivo, por si hiciese falta. Ha tenido que venir alguien de fuera, para que se pongan todos de acuerdo y dejen atrás cosas que son más propias de una edad temprana. Maduran y alían sus países, en defensa de toda la humanidad. No saben si serán de verdad “amigos” o solo es una treta.

Dos naves salen desde sus bases respectivamente, una la americana y la otra la europea. Todos unidos, van en busca de la verdadera verdad, pero siempre precavidos. ¿Qué habrá en ese espacio o esa constelación? La señal se hace cada vez más fuerte, se escucha ya en la misma calle. Nuestros oídos dan alcance y eso nos hace despertar de un largo letargo. Un letargo que puede ser de años, como de años que hace que se descubrió el fuego. Ya no bailamos o quizás sí, alrededor de un fuego. Las danzas tribales quedaron atrás, cuando poco a poco, el hombre fue creciendo y descubriendo. Después de tal hallazgo, han venido pequeños inventos, pequeños avances. Pero en verdad, desde esa época, no se había descubierto nada igual. ¿Marcará algún tipo de final y comienzo de alguna era? Quien sabe, a saber.

No hay platillos ni nada parecido en el cielo, el espacio aéreo está cerrado. Solo se les deja a los pájaros volar en libertad y en las grandes ciudades no hay muchos, creo yo.  Es tal la vibración que se genera en el aire, que el cielo se nubla pintándose de gris y amenazador. La humanidad está asustada, la falta de costumbre de no ver más allá del horizonte, hace temblar al más valiente. Tardarán en llegar las dos naves a su destino, nadie se aparta del televisor, es algo mundial. Solo es la señal que sigue diciendo…

“Suena a golpe de Rock, una melodía que os une. Que os una y nosotros seamos vuestros aliados vecinos, solo estamos a unos años luz. Pero ya llega la señal, seguidnos, no somos ni ángeles ni demonios. Solo somos algo parecidos a vosotros, tenemos también piernas y brazos.”
El presidente de la Organización Mundial, da el visto bueno. Las dos naves tardarán un poco en llegar al lugar de encuentro, el mundo está en estado de alerta. Solo pueden ser seres de otros planetas, que quieren abrir un vínculo con nosotros. Han aprendido nuestro idioma y nuestro lenguaje, así como nuestras diferentes maneras de comunicación, ya sea de audio, imagen o escrito.  Saben y nosotros no sabemos nada, solo sabemos que existen. Que no podía ser que estuviésemos solos, como tampoco podía ser que la Tierra fuera plana. ¿Ahora, a quien se le puede seguir o creer? A quién no hace falta decirlo y sobre a quién creer, está claro que es al presente y pensar, pensar en el futuro.

A veces y solo a veces, la guerra o la paz, se baila como una canción de discoteca. ¡Cómo! Muy sencillo, hay que saber los pasos y dejarse llevar por la melodía, ésta seguro que es de amor. Si hemos sido capaces de reconciliar países en lucha, no vamos  a saber hacer lo correcto y darle una oportunidad a aquel que viene con una canción de blues. Solo depende de los que mandan, solo depende de los verdaderos protagonistas. Porque uno, solo es un mero observador y que a nadie le tiemble el pulso a la hora de estrechar la mano, como el que estrecha lazos de amistad. Qué sería de todo si no nos comunicáramos y fuésemos siempre recelosos, mirando rabiosamente por la ventana. Por ésta solo se ve la Luna, ¿de dónde vendrá tal música? No se ve nada, solo la noche en un cielo ahora lleno de estrellas, ¿de cuál será la melodía?

El mundo no es capaz de conciliar el sueño, es como si fuese un amor de juventud, un amor por carta, un amor del que no conoces su cara. Pero algo o alguien te dice que sigamos escuchando una canción de blues, donde las cuerdas de la guitarra son verdaderos embajadores y hace que nazca algo de lo que se estaba esperando, pero no llegaba. Un amor a años luz, no se dirán ni un ¡adiós!, ni un ¡hasta luego! Siempre será un ¡hola!, y un ¡hasta ahora! Hasta ahora y siempre unidos, todo por escuchar una canción de blues en algún lugar del Cosmos.


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