domingo, 31 de enero de 2016


                                                  Aullidos de lobo

Que sería de la gente, si caminaran con el miedo. Con el susto en el cuerpo del aullido de un lobo, que sería de la gente? Abrirían la puerta, saludarían a un vecino, saldrían a la calle con la misma seguridad. Quién sabe. Solo sé que una conocida mía o una conocida imaginaria, sí que siente los aullidos del lobo. No sale de casa, solo para lo necesario, no abre la persiana, se siente coaccionada por un sonido que parece imaginario. No le hace falta de nada, tiene la nevera llena y goza físicamente de buena salud. Lo que necesita se lo trae a pequeños pasos, pero que no son lo suficientemente grandes, como para sentirse libre. Es conocida por el barrio, aunque ella no conoce a casi nadie. A ninguno se le pasa la vecina del número nueve, en una de las calles más tranquilas de la ciudad. Siente el aullido del lobo, por la noche y por la mañana. Siente un sonido tan agudo y a la vez tan aterrador, que cierra la puerta. La atranca con una silla, por si acaso. Que será de ella, el lobo no le deja en paz. Tan empeñada está en que quiere entrar, que no se da cuenta que ya lo tiene dentro, está dentro de su cabeza. Su cabeza es una selva en mitad de una montaña, una montaña nevada de negatividad. No hay ciervos, no hay conejos. Solo los lobos en manada, suben y bajan en su cabeza. Se mira las manos, se mira los pies y quiere correr, pero hacia dónde? Hacia donde poder escapar si es su mente la que no es capaz de ver, debido a la intensa nevada que cae de sus neuronas.
No sale, no hace vida social. Solo el girar de los discos de vinilo, la envuelven y le recuerdan sus años de juventud. No sale, como no sea para la compra, no hace vida fuera de casa. Solo se mece sentada dejando el tiempo pasar, pero casi no ve la luz del Sol. No se acuerda de cuantos años hace que espera, espera un no sé qué. Que la hace poco a poco marchitar, como una flor que no se riega. “Agua” Agua le hace falta, porque la tierra hace tiempo que está abonada.  Esa agua serían lágrimas de algún ser querido, alguien que la llamara y le diera cariño. Pero no tiene teléfono, no lo tiene porque dice que la observa y la mira de forma obscena. Qué  pensará la conocida si llegase a tener una televisión. A lo mejor ya no serían aullidos, sería una jauría. Una verdadera fiesta carnívora a costa de sus costillas, un manjar que solo podría ser digno de alguna película de cine.
Corazones rotos dibuja en las paredes blancas de la habitación, corazones que alguna vez estuvieron unidos por algo más que un trozo de papel. Aullidos y más aullidos, ella se acuesta y se tapa los oídos con la almohada. Aullidos, aullidos de lobos acercándose sigilosamente. Qué será de ella si la descubren…..Seguro que no acabará en su casa sus últimos días y se verá postrada en alguna cama de alguna habitación acolchada, acolchada en donde no podrá dibujar corazones rotos de papel.¿ Qué serán los aullidos? ¿Serán las voces de su marido, serán las voces de aquellos que ya han partido? Quién lo sabe, a saber.
Es muy tarde y solo mira y ve, que esta noche no hay Luna, luna nueva es la que se presenta y ella hace un respiro, piensa y repiensa que con la Luna llena se muestran más agresivos y sus rostros hacen más pánico y terror.
Duerme, es de noche. Pero en sus sueños, las manadas son grandes, como grandes son sus colmillos. Con el morro encogido, tirando hacia atrás, le enseñan quién es el amo. Quién es el que manda y quién la gobierna. No hay suficiente luz para ella y no hay suficiente fuego, que asuste a la jauría. Que quieren a costa de ella, darse un manjar completo.
Tendría que pensar en cómo escapar de la casa de su montaña nevada. Esa que no le permite ser libre, libre y gozar en libre albedrío, con sus convecinos. Pero es muy fácil hablar y ella solo se tapa con la manta, para que no le entre el frío helado de la noche. “Bajar” Gran reto el que se quiere tomar, cuando ella piensa y sabe que los lobos acechan al otro lado de la puerta. No hay estrellas que iluminen, no hay Luna. Porque esta se esconde y la traiciona, la traiciona y piensa en quién ha tenido como maestra. Piensa en que está al borde de la locura o del acierto más asombroso. Quién lo puede saber, ¿ quien puede saber si una sola llama no asusta a los lobos? Que puede ser lo que les atemorice. Unos lobos que parecen que vengan del mismísimo infierno. No sabe, no acierta a comprender.¿ Puede ser que haya hecho un pacto con el diablo? y este, venga a cobrarse lo acordado. No es solo su alma, sino su cuerpo entero es lo que quiere y se lo recuerda con un agudo aullido, de cualquier morro de cualquier lobo de la manada. Imaginario o no, quien sabe la verdad. No tiene teléfono, no puede llamar y en su cabeza no deja de nevar. Su alma cada vez está más congelada, se siente cada vez más cerca de lo más lejano. Para ella lo ve así, lejano por su edad, se considera todavía joven, pero a la vez frágil. No puede ser cierto, no puede ser verdadero. No hay lobos al igual que no hay cazador o este no escucha a la manada en su puerta. Todo puede ser el invierno en pleno mes de Junio. Por un momento y solo por un breve instante fija su mirada en un zapatero que tiene en la entrada. Es de madera, de color cerezo, pero ella lo ve de piedra. Ella en vez de ver zapatos, ve troncos de árbol. Ella en vez suelas y cordones, ve trozos de rama seca y periódicos viejos. En medio de la desesperación echa más periódicos en el zapatero y revistas que un día leyó. Se piensa que es una estufa con su propia chimenea, que no deja de ser el bajante del agua. Ciega de su locura, enciende un papel y lo tira dentro de los zapatos.  Estos, empiezan a arder, a hacer fuego y la llama se hace cada vez más grande. Ella en vez de verse caliente y cobijada de su nevada, se ve inundada por humo negro. Humo que no le deja ver y que le bloquea la entrada.  Despierta de su pesadilla, pero se ve ahora cercada por un fuego animado.  El zapatero arde y ella se siente amenazada, esta vez de verdad. No hay lobos rodeando su casa, no hay nadie. Sus neuronas dejan de echar copos de nieve. Solo la voz de algún vecino, que alerta a los bomberos, escucha en la lejanía.  Ella siente miedo, ella se siente impotente y no sabe qué  hacer y no hace nada más que acurrucarse en el suelo, gritándole al cielo.
No tardan más de cinco minutos en llegar, siente la sirena. Pero no mira, porque la ventana está bloqueada, a la vez que la persiana bajada. ¿Será un leñador o será un bombero? Alguien con un hacha, echa la puerta abajo. Las llamas dominan el recibidor y ella solo sabe decir “marchaos, marchaos y dejarme en paz”. Es la mente la que la domina y no quiere darse cuenta del peligro que le acecha.
Ya no hay lobos merodeando su casa, solo la camilla de una ambulancia, la hace volver a la realidad. No hay peores lobos que los que tiene uno en la cabeza, al igual que la vista cegada por una nevada copiosa que deja el alma helada. Qué será de ella, pobre mujer. Ya no hay vuelta atrás y con el paso de unos días, se verá recluida o en el mejor de los casos, en algún lugar de acogida.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario