Señor espejo, no me hagas seguir las
lineas blancas de la muerte. Una muerte cerebral, debido a su dañino
efecto que hace en mi cerebro. Espejo, no me engañes. Que esas
lineas son traicioneras y no me llevarán a buen puerto. Que marinero
se dejaría prestar a tal suicidio, yo no. No reflejes una imagen mía
de alegría y esperanza, cuando en verdad es de tristeza y
desesperación.
Cuando esté perdido, te darás la
vuelta y no querrás saber de mí. Cuando esté verdaderamente
enganchado y perdido, no querrás reflejar mi imagen. Una imagen de
un hombre sin esperanza y desconsolado. Que no encontrará refugio en
su cabeza, para tal descanso. Que más da, dirías tú. Pero yo soy
más fuerte de lo que parece y no lo probaré ni siquiera. Seguiré
con mi mente aburrida, pero contenta. Estoy por tirarte al suelo,
espejo no traes nada bueno.
Hay casos, en los que la linea blanca
entra como un suspiro. Pero como los campos de plantación, son
cortados de raíz y tu mente se descoloca, llegando a no saber ni tu
identidad. Espejo, espejo. Yo me miro en ti y te sonrío, sonrío
porque veo la cara de un hombre bueno. Un hombre que sabe decir que
no, que no a aquello que no le traerá ningún disfrute. Solo el
tormento, después de una felicidad irreal y efímera. No trae nada
bueno, con que espejo yo te guardo. No te rompo en pedazos, pero si
me olvidaré de ti. Te encierro en lo más profundo del cajón, para
evitar tentaciones que no me darían ninguna felicidad.
Estoy preparado, no necesito ningún
guía. Saldré a la calle, como si mi vida dependiera de ello. Saldré
a la calle, con la cabeza despejada y sin nada que temer. Porque no
hay mayor enemigo que uno mismo, uno cuando no sabe decir que no. Hay
una negativa y ni siquiera de regalo, caeré en la tentación.
Sopla el viento y yo lo absorbo y noto
la libertad, una libertad que me ofrecía el espejo y que era del
todo engañosa. Solo entra el aire limpio y solo veo el cielo, la
gente no se da cuenta de mi presencia. Que más da, soy libre. No hay
mayor libertad, que aquella que no te hace depender de nada ni de
nadie. Vuelvo a absorber, vuelvo a respirar y camino, camino firme
por la acera. Nadie se percata de mi presencia, pero yo sí de ellos.
Algunos son libres, otros están atados y los más desgraciados,
encadenados a una libertad irreal-. Condenados a depender del espejo,
para poder caminar y decidir, sin ello no son nadie y con ello les
llegará la muerte. Una muerte rápida y en muchos casos en plena
juventud.
Yo ya no tengo espejo, no me hace falta
para ver la clase de persona que soy. Soy quien soy, libre de todo
aquello que nos condena y libre seré hasta en la peor de las
situaciones. De eso, consiste la felicidad. No hay que seguir la
linea blanca de un espejo, porque en ese caso, serás ciego y no te
verás reflejado. Reflejado no serás y condenado sí, a una vida
triste y cercado por un entorno viciado por el capricho de un espejo.
Corro, corro y me siento ágil, voy en
busca de aquello que realmente quiero. Que puede querer o anhelar
una persona, si no es su propia felicidad. Pero una felicidad real y
duradera, que no sea algo que no notemos y no prestemos atención a
nuestros sentidos. Que más real puede ser, que el tacto y el roce de
una mujer en una noche oscura, con la única luz de una vela. Veré y
tocaré lo real, no aquello que me promete el espejo y que es solo
como la palabra dice, un espejismo. Alguna alucinación, solo para
aquellos que se conforman con tan poco. Yo quiero más espejo, quiero
además oír las verdaderas voces de los que me rodean por afecto y
no aquellas voces, que son de interés o simplemente imaginarias.
Estoy cansado, cansado de ti espejo. No
sé como has venido a mí, pero sí se como te marcharás. No te voy
a romper, te lo he prometido. Pero si quedarás en el recuerdo, en un
recuerdo que intentaré no olvidar, para alejarme de tentaciones
traicioneras. Espejo, espejo ya me miro todos los días. Pero no en
ti y veo una persona con esperanza, con esperanza de que algún día.
Use los demás sentidos, que tengo y que no son en vano. No serán en
vano el poseerlos, porque algún día disfrutaré de ellos de una
forma real, real y segura. Para que de éste sí, me quede un buen
recuerdo.
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